sábado, 31 de diciembre de 2022

Espiritualidad

      -   Hágase tu voluntad - Sergei Nilus

      -    Sobre la voluntad de los demonios - Miguel Pselo 

 ¿QUE DEBO HACER PARA SALVARME?

                                            p. Michael Azkoul


El ortodoxo generalmente no se hace esta pregunta. Históricamente, es una pregunta Protestante. La Reforma del siglo XVI les contestó parcialmente: No "la Iglesia", lo más seguro, no la que conocieron Lutero y Calvino, y tampoco "la Iglesia Papal de la Edad Media". Los que plantearon esta pregunta no se la hicieron a la Ortodoxia, porque en su ignorancia, no veían diferencia de ninguna clase entre los Griegos y los Romanos.

Aún siguen planteándose los Protestantes la misma pregunta - si hay que planteársela - : "¿Qué debo hacer para salvarme?". Están perfectamente en lo cierto de que eso depende de un "nacer nuevo", convirtiéndose en una "criatura nueva" en Cristo. Desgraciadamente, ellos insisten en que lo único que se requiere es la fe. Y han definido a la fe en términos completamente subjetivos, como un sentimiento, como una confianza interior, como una seguridad. Ellos saben que están salvados porque "creen en el Señor Jesús, el Cristo, como mi Salvador personal". Esa idea acerca de la fe ignora el resto de virtudes que Dios exige, así como todos los mandamientos y enseñanzas que Él nos ha dado para que los obedezcamos. Esa idea igualmente incluye la idea de Martín Lutero de "solamente la fe" para salvarse.

Más aun, el Protestantismo clásico enseñó que somos salvados por predestinación, es decir, Dios ha determinado quién se salvará y quién se condenará. Él no tiene en cuenta nuestra conducta, ni nuestra pertenencia a cualquiera de las denominaciones en cualquier parte de la iglesia terrena que tenga alguna relación con su elección. Verdaderamente, es Dios quien da la fe por la cual somos salvados. Ellos pretenden encontrar esta verdad e n la Biblia: El Libro que los historiadores conocen como autorizado por la Iglesia.

El Catolicismo Romano, por otra parte, se ha ¡do al otro extremo. En lugar de subjetivismo e individualismo, ofrece filosofía y colectivismo. La salvación está íntimamente vinculada con el Papa, pertenencia a un estado eclesiástico, cuyo jefe pretende ser el sucesor de San Pedro, Vicario de Cristo, "Obispo de Obispos, Obispo de la Iglesia Católica". Es cierto que los teólogos de Roma han insistido en que la salvación incluye la Eucaristía, la fe, el amor, la esperanza; sin embargo, no solamente tales ideas han sido definidas a su modo, sino que de hecho no pueden ser salvados sin el Papa. En palabras de Bonifacio VIII, "declaramos, testimoniamos, definimos y pronunciamos que es juntamente necesario para la salvación de toda criatura humana estar sujeta al Romano Pontífice" (Unam Sanctam, 1302).

Nosotros, los ortodoxos, creemos que es necesario para toda criatura humana su pertenencia a la Iglesia de Cristo para ser salvada. Ella es "el Cuerpo de Cristo", "una generación escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo muy especial" (I Pedro 2: 9). Ella es el nuevo Israel en virtud de la nueva Alianza en su Sangre. Ella es la fraternidad orgánica de creyentes, "la Viña", "el Rebaño" y Ella es el Templo en que mora el Espíritu Santo, la Fuente de su Verdad y Unidad (Juan 15: 26). Ella es "el fundamento y la columna de la Verdad". Ella es aquella contra la cual no puede prevalecer el infierno, que posee todo poder en el cielo y en la tierra, el Poder de remitir o retener el pecado, la Iglesia que es el principio de la nueva creación, el reino de Dios, la Jerusalem celestial.

La Iglesia Ortodoxa es la salvación. Ella es la Vida de Cristo extendida a la humanidad. La Vida, iniciada por el Bautismo y sustentada por la Eucaristía, es también el Camino - incluso igualmente que Cristo es el Camino, la Vida y la Verdad. Esto quiere decir que la salvación es un proceso - la Iglesia es el Camino a través del cual cada miembro se convierte "en un hombre perfecto", según la medida de su plenitud y estatura (Efesios 4: 12-13). La perfección es posible, porque Élla es su Cuerpo y el Espíritu habita allí.

Por consiguiente el nacer de nuevo es una condición continua de cada persona dentro de la Iglesia. La Perfección llega por medio de la adquisición del Espíritu Santo o, como San Pablo escribió, "por la purificación, regeneración y renovación del Espíritu Santo" (Tito 3: 5). Por lo tanto no nos convertimos en simplemente buenos, personas éticas, sino que logramos gradualmente una nueva conciencia religiosa y un nuevo nivel de nuestro ser. En su Comentario a la Epístola a los Gálatas (capítulo 3, PG 61 656), San Juan Crisóstomo escribió:

"Considerad cuán grande es la potencia de la fe y de qué manera el Apóstol revela ese poder cuando escribe. Él ya había expuesto que la fe nos convierte en hijos de Abraham: ‘Sabed, pues, que los que son de la fe, son hijos de Abraham’ (Gálatas 3: 7). Ahora manifiesta que son también hijos de Dios: ‘Vosotros todos sois por vuestra fe, hijos de Dios en Cristo Jesús’. Por la fe, no por la ley.

Entonces, desde el momento en que esto es una cosa tan grande y maravillosa, él explica el modo de adopción. ‘Todos vosotros que fuisteis bautizados en Cristo, os vestís de Cristo' (3: 27). ¿Por qué no dice: ‘Todos vosotros que fuisteis bautizados en Cristo, sois nacidos de Dios'? Porque esto es lo que debiera decir para mostrar que ellos son hijos. Pero Pablo desea afirmar esta verdad de una manera más gráfica e impresionante: pues si Cristo es el Hijo de Dios, y vosotros os habéis vestido de Cristo, entonces, desde que tenéis el Hijo en vosotros y os habéis asimilado a Él, sois de la misma familia y semejanza que Él.

‘En El no hay ni judío, ni griego, ni esclavo, ni libre, ni hombre, ni mujer: pues vosotros todos sois una persona en Cristo Jesús’ (3: 28)... Todos vosotros no tenéis más que una forma, una semejanza, que es Cristo. ¿Podría alguien encontrar una declaración más asombrosa? Él que antes era nada más que un Griego, o un Judío, o un esclavo, ahora lleva consigo la semejanza, no de un ángel, o de un arcángel, sino la del Señor de todo; ¡en su propia persona es la misma imagen de Cristo...!".

Por consiguiente, la salvación es societaria, no individual. "Podemos condenarnos solos", exclamaba Alexei Jomiakov, "pero somos salvados juntos". Somos salvados en esa koinonía que es la Persona de Cristo. Somos salvados porque nos convertimos en Cristo - "un pequeño Cristo", en Cristo; un "hijo de Dios" en el "Hijo de Dios". Pero Cristo, aunque uno, tiene muchos miembros "y todos los miembros de ese cuerpo uno, siendo muchos, son un solo cuerpo: por tanto también Cristo" (1 Corintios 12: 12). El lazo de unidad es el Espíritu Santo que trabaja en uno y en todos para la perfección de uno y de todos.

Finalmente, pues, la salvación es mucho más que la conversión a una nueva moralidad, actuando individualmente, sin cambiar el objetivo de gracia interiormente. De acuerdo con la célebre máxima de los Santos Padres - "Dios se hizo Hombre, para que el hombre pudiera hacerse dios". Nosotros somos deificados en Cristo, en la Iglesia: la salvación nos está convirtiendo "como Dios" - inmortal, incorruptible, sin pecado, santo, un nuevo estado de ser realizado por medio de la oración, de la adoración, del conocimiento, del ayuno, de la negación de sí mismo y de la obediencia. La Iglesia crea el hombre nuevo en los Misterios y en la Verdad. La salvación es vida eterna por medio de la Iglesia, la ciudadela de la Gracia, la morada del Espíritu, la "morada de Dios" a través de cuyos portales (para usar las palabras de San Gregorio de Niza "la luz de la verdad salvadora brilla".




LOS 14000 SANTOS INOCENTES Y EL REY HERODES

                                            metropolita Vitaly (Ustinov)

 



Entonces Herodes, como se vio burlado por los magos, se enojó mucho y envió matar a todos los niños que había en Belén y sus alrededores, de edad de dos años para abajo, conforme al tiempo que había entendido de los magos. Entonces fue cumplido lo dicho por el profeta Jeremías: "voz fue oída en Ramá, grandes lamentaciones, lloro y gemido..."

 

(Mt. II, 16: 17).

 

Desde tiempos inmemoriales los apologistas cristianos se han dado cuenta que los hechos históricos mas estremecedores, tanto los de carácter público como los personales, en nadie provocan dudas sobre su veracidad. Por el contrario, los historiadores generalmente recalcan con cierto deleite que, por ejemplo, en la China anterior al año 2000 a.C. ya se conocía una civilización de ciencias y cultura muy elevadas , como también en Egipto 3000 años a.C. se conocían ciertas fórmulas matemáticas secretas, o que en Roma, 250 años antes de Cristo había calefacción central en las casas. Nadie acusa a los historiadores de exagerar los hechos cuando nos describen las crueldades de los reyes antiguos, de los señores y tiranos, quienes por regla general ofrecían en sacrificio a sus falsos dioses, a miles de cautivos y a otros tantos enceguecían, y en general consideraban a los seres humanos como objetos. Y es sorprendente como estos hechos ocurridos hace 3000, 2000 o 250 años a.C., casi adivinados a partir de inscripciones cuneiformes o jeroglíficos semilegibles son aceptados con fe y con gran interés. Pero si el objeto de la discusión pasa a ser algún hecho de la Sagrada Escritura, del Nuevo Testamento o de los primeros tiempos de la Iglesia Apostólica, surgen miles de dudas, reservas y "peros". Súbitamente aparece la crítica negativa, antes tímidamente escondida y ya con perjuicios formados todo se somete a revisión o se opta por la negación.

 

Todos los sucesos del Nuevo Testamento y los primeros pasos de la Iglesia fundada por Jesucristo ocurrieron en una época en que el mundo pagano alcanzó su verdadero apogeo cultural. Nunca pudo elevarse más después de aquel vuelo. Para ese entonces Roma y Grecia ya habían dado a luz a sus sabios, sus filósofos, sus poetas y sus escritores. En las grandes ciudades existían bibliotecas y archivos en el sentido cabal que hoy le damos a estos términos. Parecería que todo lo sucedido en ese periodo, todo lo que conocemos a través de los documentos históricos y las grandes obras de la literatura, no puede ser puesto en duda y debe ser aceptado como algo indiscutible. Pero he aquí que contra toda lógica y sentido común histórico, los hechos evangélicos no son aceptados por los racionalistas de todas las tendencias, y los hechos acaecidos durante la vida de nuestro Señor Jesucristo y sus apóstoles no se aceptan como hechos históricos, sino como algo que pudo suceder, algo legendario, que se rememora gracias a algunos recuerdos queridos de la infancia pero que es algo poco serio desde el punto de vista científico.

 

La ciencia histórica trata de estudiar minuciosamente papiros semidestruidos llenos de jeroglíficos poco legibles, tumbas antiquísimas, y pedazos de alfarería. Se aferra a indicios mínimos para echar luz sobre hechos sumergidos en la profundidad de los siglos. Trata de hilvanar hecho tras hecho, a menudo a tientas y en base a conjeturas. Trata de estructurar la historia de pueblos desaparecidos sin dejar ningún trazo legible. Pero nadie, ningún estudioso o persona culta puede permitirse considerar la historia como algo poco serio o vinculado a la leyenda, pero no les reconoce veracidad a los hechos del Nuevo Testamento a pesar de que de su época han quedado numerosos y variados testimonios escritos. Las dudas respecto a ellos solo se explican por un premeditado antagonismo hacia Dios.

 

Esta actitud premeditada hacia el Nuevo Testamento se le inculca al hombre contemporáneo desde muy temprana edad. Se produce una dualidad en el alma del niño: por un lado la educación religiosa que recibe en el hogar o las ocasionales clases de religión que puede recibir, por otro lado la educación que recibe en la escuela, que contradice sin piedad todo lo que el alma del niño recibió como sagrado, creándole una venenosa sospecha.

Todo esto nos hace reflexionar sobre la educación y en particular sobre la enseñanza impartida en las escuelas.

 

De esta manera, ya desde el banco escolar se forma en el hombre una actitud hacia el cristianismo, como si este fuera un lindo cuento infantil. Por ejemplo: "había una vez un rey malo, llamado Herodes que mato a muchos niños...". Se habla como si fuera el cuento de la "bruja comeniños" y no de un hecho histórico, como fue la matanza de 14000 niños, en Belén y sus alrededores. "Permítame -interviene la critica negativa- no se puede tomar en serio esta leyenda! Solo en el Evangelio se habla de esto y aun habría que comprobarlo. Aparte tamaña crueldad es inverosimil!".

Hemos mencionado precisamente este hecho del nuevo Testamento ya que en la época navideña, la Santa Iglesia conmemora a esos primeros mártires que

derramaron su sangre ¡nocente por Cristo y les reza para que Intercedan ante Dios por nosotros. Pero resulta que aparecen los defensores de Herodes que niegan su horrendo crimen llevándolo al ámbito de los mitos y las ficciones. Parecería que la Iglesia de Cristo, la única verdad concreta sobre la tierra, no rezara a los 14000 niños mártires sino a mitos y leyendas. Pero antes de defender a Herodes y poner en duda la matanza de los niños en Belén valdría la pena conocer la personalidad de este rey poco común, al cual la historia adjudicó el nombre de "grande", y solo entonces decidir quien esta en lo cierto: el Evangelio o los defensores de Herodes.

 

Herodes, mitad árabe y mitad hebreo, se encontró en el centro de los acontecimientos que sucedieron en la patria de Jesucristo en el momento de Su venida al mundo, fue en el fondo de su alma un árabe salvaje e irrefrenable. Su padre Antipatro, fue jefe del pueblo idumeo y tenía un gran ascendiente sobre quien fuera primero rey y luego supremo sacerdote, Hircano II, hermano mayor del rey de judea, Aristóbulo. Con sus artimañas consiguió enemistar a los dos hermanos que se embarcaron en una guerra fratricida por el trono y luego les aconsejo buscar apoyo en los romanos, los que aprovechando la cómoda ocasión se apoderaron de una nueva nación, de manera que Judea per-dio su independencia en el año 63 antes de Cristo.

Pompeyo, apoderándose de Judea, privó a Hircano de su dignidad real pero lo dejó como sumo sacerdote, mientras su hermano Aristóbulo fue llevado prisionero con toda su familia a Roma. El astuto Antipatro supo ganarse la confianza de Pompeyo y se hizo nombrar tutor del débil Hircano. Cuando César llegó al poder, Antipatro fue elevado a gobernador de todo el país.

El segundo hijo de Antipatro -Herodes- fue nombrado por su padre gobernador de Galilea. Muy astuto y ambicioso, devorado por la pasión del poder, concentró todas las fuerzas de su carácter poco común, en alcanzar el poder de toda Judea. Aun en vida de su padre había comenzado a £ar pasos en ese sentido, apartando de su camino a todos aquellos que pudieran ser sus oponentes. Comenzó aniquilando a todos los allegados al rey Aristóbulo. Llamado al Sanedrín para ser juzgado por estos crímenes, Herodes se presentó allí no como un acusado sino como un poderoso señor, vestido con un manto de púrpura. Con su comportamiento descarado y presuntuoso dejó confundidos a los miembros del Sanedrín que no se animaron a acusarlo. Por esta arbitraria eliminación de los patriotas judíos César lo recompensó poniéndolo al mando de toda Saleucia, que incluía a Judea. En el año 40 antes de Cristo Herodes se dirige a Roma y allí consigue el título de rey de Judea. Pero su reino debía ser reconquistado ya que Antígono -hijo del rey Aristóbulo- se había apoderado de toda Judea con la ayuda de los partos. Tan solo después de una tenaz guerra que duró tres años y culminó con la toma de Jerusalem, con la ayuda de los romanos, Herodes ocupa el trono.

Su reinado comienza con otro crimen: asesina a su rival y legítimo heredero al trono de Judea, Antigono Hasmoneo y a todos sus allegados. También mata a todos los miembros del Sanedrín apoderándose de todas sus riquezas. Para afirmarse en el trono, se casa con la nieta de Hircano II, la princesa Mariam. De esta manera se hizo realidad su ambición, de ser rey de Judea, sin importarle que la haya logrado a costa de tantas muertes y el odio de sus súbditos. Ahora, el problema era mantenerse en el poder. Por un lado estaba Roma, de cuya benevolencia y buena disposición dependía enteramente;

por el otro lado estaba la constante amenaza de algún complot contra su persona por parte de los Judíos que lo odiaban.

 

Con su formidable astucia Herodes consiguió agradar al poder romano por mucho tiempo. Fueron sucediéndose Julio César, Casio, Marco Antonio y Octaviano Augusto y muchos otros gobernadores del imperio romano pagaban con sus vidas o con el destierro la lealtad o la amistad con el anterior emperador. En el caso de Herodes estos cambios no se reflejaban, en todos los casos conseguía el beneplácito y la amistad de los meros dictadores. En ocasión de la victoria de Octaviano, en Accio, Herodes, que se jactaba de su amistad con Marco Antonio, tuvo que presentarse ante el vencedor. Sus enemigos se regocijaban de antemano y manifestaban casi abiertamente su alegría ya que suponían que era el fin del reinado. Sin embargo, una vez más, Herodes pudo ganarse la confianza del emperador, quien desde ese momento lo patrocinó públicamente. Ni Federico II ni Talleyrand juntos con toda la destreza y la falta de principios que los caracterizaban hubiesen sido capaces de salir tan brillantemente de la difícil situación. Y fue alto el precio con el que pagaron su prematura alegría los dignatarios hebreos: todos fueron muertos por su pérfido señor.

 

Sabiendo como era odiado, Herodes continuamente se torturaba por el miedo de perder el trono. Es por ello que ante la más mínima sospecha actuaba de raíz. Así, con falsas promesas convenció a Hircano II que vivía en Parfia, de viajar a Jerusalem y allí lo mandó matar.

Su bienamada esposa Mariam, por pertenecer a la estirpe real de los Hasmoneos, confería cierta legalidad a su poder pero también fue víctima de sus sospechas y fue ejecutada por su orden. Anteriormente corrió la misma suerte su suegra. Herodes tuvo diez esposas pero ninguna fue tan querida como Mariam a quien lloró hasta la muerte.

El hermano de Mariam fue nombrado por Herodes sumo sacerdote. Cuando ese espléndido joven apareció en el templo con todo el esplendor sacerdotal para oficiar su primer liturgia fue aclamado por el pueblo. Herodes no pudo tolerar semejante manifestación hacia un Hasmoneo y poco después organizó una gran fiesta en su palacio de las afueras de la ciudad en honor al flamante sumo sacerdote. Luego de un opíparo banquete los invitados pasaron a refrescarse a una magnifica piscina. Alli varios hombres rodearon a Aristóbulo y simulando jugar con él, lo ahogaron.

Durante su reinado Herodes estuvo dos veces al borde de la muerte, lo que provocaba una gran alegría en su pueblo. Pero en ambas ocasiones se levantó de su lecho de muerte y se vengó salvajemente de sus súbditos.

Poco antes de. su muerte, los dos hijos que tuvo con Mariam, Aristóbulo y Alejandro, regresaron de Roma donde eran instruidos en la corte del César. El padre, desconfiando de ellos por las calumnias del hijo mayor Antipatro, mandó matar a estos dos inocentes jóvenes. Muy pronto también el pérfido hijo mayor comparte el trágico fin de sus hermanos menores. Cuando Octaviano Augusto se entera de este asesinato comenta despectivamente que es mejor ser un cerdo (en griego "us") en la corte de Herodes, que ser un hijo (en griego "oius"). Augusto sabia que Herodes cumplía estrictamente el ritual de la religión judía y no comía carne prohibida, es decir, no mataba cerdos.

 

El rey Herodes se vanagloriaba de su amistad con el emperador Augusto. Para congraciarse con el reconstruyó la destruida ciudad de Samaría y en honor del mismo Augusto la llamó Sebastia (en griego Augusto se llamaba "sebast"). También

en su honor construyó a orillas del lago Genezaret la formidable ciudad Cesárea.

Deseando recuperar aunque fuere en parte la simpatía de su pueblo que sufría bajo el yugo de los tributos y era obligado a adoptar costumbres romanas, reformó los impuestos y con la dirección de los sacerdotes comenzó la reconstrucción del templo de Jerusalem. Una vez terminado se lo consideró una de las construcciones más bellas de la época, al igual que muchas otras obras de arquitectura. Por esta razón y por la de haber ensanchado las fronteras de su reino, fue llamado Herodes "el grande".

Los innumerables crímenes, la sangre, el miedo a perder el poder, la tristeza por su amada esposa Mariam, esa atmósfera de Macbeth donde vivía destruyeron su fuerte salud y lo transformaron en un ser sombrío y terriblemente desconfiado.

Su última enfermedad fue espantosa, sus entrañas se pudrían y todo el cuerpo se pudrió en llagas purulentas cubiertas de gusanos. Presintiendo su fin y sabiendo de la gran alegría que provocaría su muerte, hizo llamar a su lecho a todos los notables desde Judea a Jericó. Previamente impartió a su hermana la orden secreta de matarlos para que el día de su muerte fuese un día de dolor en su tierra. Murió a los 80 años de edad maldito por todo su pueblo.

Durante toda su vida fue carcomido por una pasión mortal, por la cual estuvo dispuesto a eliminar cualquier obstáculo; esa pasión era su poder real.

¿Hubiera podido Herodes, que llegó al poder por medios tan terribles y que lo mantuvo con tantos sacrificios, convertirse en un ser sumiso y resignado al tener conocimiento del nacimiento, en Belén, del Rey de Judea? ¡Obviamente, no! Todo su ser se estremeció de temor por su trono y comenzó a buscar la forma de librarse de su presunto rival. La única salida lógica para él era el ya usual asesinato. Por eso, sin ningún titubeo da la orden de matar a todos los niños de sexo masculino, en Belén y sus alrededores, para estar seguro de la muerte del niño Jesús, al cual consideró, exclusivamente, su propio rival. ¿Qué podría significar para él, que no tuvo compasión ni con sus parientes, ni con su esposa, ni sus hijos, la vida de 14000 inocentes?¿Era Herodes psicológicamente capaz de cometer tamaño crimen? ¡Evidentemente, si! Y lo cometió sin titubeos ni escrúpulos. Cabe, entonces, una preguntaba quien creerle? ¿A los defensores de Herodes o al Santo Evangelio que es un documento histórico de esa época?


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 HAGASE TU VOLUNTAD

                                                Sergei Nilus

(extracto de su obra "Un tesoro escondido")

"Porque el que engaña a su corazón, la religión de tal hombre es vana"
Santiago 1:26

Cuanto autoengaño hay en el camino para adquirir la piedad. Algunos piensan que aquella consiste solamente en una gran cantidad de oraciones, otros expresan que está en el cumplimiento de los numerosos actos exteriores para la gloria de Dios y para el bien del prójimo; otros aún, que solamente en el deseo incesante de alcanzar la salvación; algunos, que está solamente en el cumplimiento estricto de los ritos exteriores y cánones de la Iglesia. Todo esto es bueno y necesario en cierta medida, pero se engaña, el que piensa que aquí esta la base y la esencia de la verdadera piedad.

La verdadera piedad, que nos santifica y nos une completamente a Dios, radica en el cumplimiento de la verdadera voluntad de Dios en el lugar; tiempo y circunstancias en que Dios nos ha puesto y en el cumplimiento de todo lo que Él requiere de nosotros. Sin embargo, podemos tener muchos sufrimiento y deseos piadosos, podemos hacer muchas obras maravillosas que no tendrán valor a los ojos de Dios y solamente recibiremos premio de ello cuando estos sufrimientos, deseos y obras cumplan verdaderamente la voluntad de Dios. Un siervo hace los servicios más excepcionales en la casa de su amo, si no cumple con la voluntad de éste, las obras que hizo y que aquél no pidió no tendrán ningún valor y su amo, con toda justicia dirá que su siervo es negligente en sus obligaciones.

Dios, sino que lo hagamos con amor. Dios desea que todas nuestras ofrendas a El se hagan voluntaria y alegremente. En todos sus mandamientos lo primero que nos pide es un corazón limpio, lleno de  Amor por El.

                                                

             Fotografía de Sergei Nilus, él como muchos otros santos padecieron en el final de sus vidas                                                                                   terrenas la persecución del sistema soviético

El amor y la misericordia que nuestro Rey Celestial nos tiene, son tan inconmensurables, que toda nuestra felicidad debe estar en que seamos sus siervos más devotos y fieles.

En esta felicidad y devoción debemos estar siempre firmes, aún en tiempos difíciles en todo lo que es contrario a nuestras opiniones, intenciones e inclinaciones. Para cumplir con la voluntad de Dios debemos estar listos para sacrificar todos nuestros placeres, nuestro tiempo, nuestra libertad, nuestra gloria, nuestra misma vida.

Nutrir en nosotros tal devoción a Dios y expresarla en obras, esto es la verdadera piedad. Pero como no siempre vemos la razón de la voluntad de Dios, estamos obligados a cumplirla, oír la autonegación, como esclavos, en obediencia ciega; pero debemos ser sabios dentro de nuestra ceguera. Esta obligación es esencial para cualquiera. La persona más iluminada, capaz de guiar a la gente hacia Dios, tiene necesidad de guía Divina, aunque ignore completamente sus designios.

“Hágase Tu voluntad como en el cielo, en la tierra”

Así como en el cielo, en la tierra, nada ocurre sin la voluntad y    el permiso de Dios. Pero la gente ama solamente la voluntad de Dios, cuando está deacuerdo con sus propios deseos.

Amemos solamente la voluntad de Dios -entonces la tierra será para nosotros como el cielo-; -Demos gracias a Dios por todo, por lo que es bueno o por lo que parece malo, que se torna bueno cuando lo aceptamos como enviado por Dios.

No nos quejemos por la senda elegida para nosotros por la Providencia, sino busquemos aquí -de acuerdo a nuestras fuerzas- signos de la sabiduría y la bondad de Dios. En el movimiento de los cuerpos celestes, en el orden de las estaciones, en los hechos de la vida humana, en todo lo que se cumple la voluntad de Dios.

Roguemos a Dios para que su voluntad se cumpla en nosotros, para que amemos Su voluntad, para que nos deleitemos en ella, para que podamos erradicar nuestra propia voluntad y que El sea la única guía de nuestros corazones. Porque solamente la voluntad de Dios es toda buena, placentera, perfecta y nuestra obligación es cumplirla.

Nuestro Señor Jesucristo dijo de Sí mismo, que siempre hacía la voluntad de Su Padre. Roguemos entonces al Señor para que obre en nosotros según la voluntad del Padre, como El mismo actuó: Para que se una misteriosamente con nosotros y que no deseemos otra cosa que hacer lo que complace a Su Padre. Entonces todo será en nosotros un sacrificio continuo a Dios, una oración incesante, una expresión constante de NUESTRO AMOR A DIOS.

Cuidadosa estas, y con las muchas cosas estas turbada, empero sólo una cosa es necesaria…  (Lucas 10:41-42).

Pensamos que tenemos mil cosas para hacer, aunque en realidad, tenemos que hacer solamente una.

Sí hacemos mal ésta, entonces todo lo demás, aunque parezca exitoso, no nos dará ningún bien. ¿Porqué nos preocupamos par taitas cosas?. ¿Porqué aumentamos nuestra angustia?.

Resolvamos dedicar toda nuestra atención y todos nuestros esfuerzos a esto único que nos ha sido dado; hagamos de acuerdo a nuestras fuerzas, lo que la Providencia de Dios nos dice y a la cual estamos obligados. Dejemos a un lado todo lo que no tiene relación con “La única cosa necesaria”, porque ello solamente impedirá su realización.

 

CIENCIA Y SANTIDAD

                                                Orthodox America, nov. / dic. 1989  


La ideología materialista siempre ha puesto a la ciencia en contraposición con la religión como uno de sus dogmas fundamentales.

En ese contexto, una conferencia pronunciada en Moscú, en marzo de 1989 por el académico F. Y. Shipunov ha creado casi una conmoción. Se trata no sólo de un respetado miembro de la Academia de Ciencias, sino que este profesor también es un cristiano ortodoxo y un firme creyente en la integración de los mundos espiritual y material.

La especialidad de Shipunov es la ecología, un campo en el que la ex-Unión Soviética es relativamente una recién llegada. Durante décadas, los esfuerzos por sobrepasar la productividad de Occidente justificaron las actitudes más irresponsables contra los recursos naturales de Rusia alguna vez aparentemente inagotables. Una deliberada reticencia a admitir estas fallas (tan trágicamente demostradas en el desastre de Chemobyl) con ocultamiento de datos científicos negativos, limitó considerablemente la conciencia ecológica. ¿Los resultados?: Shipunov está haciendo sonar la campana de alarma. No es necesario - dice - hacer explotar una bomba atómica e de hidrógeno para desencadenar una crisis global; tal como está la situación, el mundo se aproxima a una catástrofe.

Según Shipunov, Moscú es considerada ecológicamente como una de las ciudades más arcaicas y sucias del mundo. “Se ha convertido en un volcán sucio, gigante y siempre humeante. Todo se eleva hacia la atmósfera, invadiendo las capas de ozono. Nuestro laboratorio en las afueras de Moscú ha registrado 50 veces la desaparición de la capa de ozono sobre Moscú en los últimos 3 años. El campo magnético desapareció durante varios minutos. Si continuamos desarrollando energías a este ritmo, en 50 años - tal vez antes - el campo magnético se colapsará totalmente y la vida cesará”.

No es sólo la atmósfera física la que ha sido envenenada. “Las investigaciones han mostrado que el 90 % de nuestra población está espiritualmente enferma, 70 % moralmente enferma, el 70 % de la población comete cada día actos inmorales. Raramente se encontrará hoy alguien que no robe, mienta, ofenda o lastime animales o vegetales. Esta conducta se ha convertido en normal y a ello nos referimos al decir enfermedad moral. Una de cada dos personas tiene trastornos psicológicos. Esas personas son llevadas a los trastornos mentales por las condiciones de nuestra existencia: vivimos en un estado de esclavos - diría inclusive como super-esclavos - donde los fundamentos de la personalidad, lo individual, familiar y social, ha sido destruido”.

Shipunov cree que la causa principal de esta trágica situación es la falta (o el rechazo) de reconocimiento de la interconexión de los mundos espiritual y material. La religión (del latín re= de nuevo + ligare = atar) ayuda a unir al hombre con el campo de lo espiritual y provee ciertas leyes y principios superiores que el hombre debe seguir para tener una existencia saludable y armónica. Como ecologista, Shipunov está particularmente preocupado por las fallas del hombre en cuanto al planeta que habita según designio divino. Como un pueblo existe no solamente como conglomerado material sino también como organismo espiritual, sus instituciones - comenzando por el gobierno - deben reconocer y responder a ciertas leyes espirituales.



Al ofrecer una solución práctica para la actual crisis, Shipunov urge como primer paso el retorno de los monasterios y el restablecimiento de la vida monástica. En su conferencia, discute el significado de los más de 1200 monasterios que existían en la Rusia prerrevolucionaria, no sólo en cuanto a proveer y preservar fundamentos morales; ellos eran centros agrícolas ecológicamente ejemplares. Crearon una nueva cultura, una nueva filosofía, una nueva ciencia y artes, una nueva comprensión de la educación. En su traducción literal, educación (obrazovaniye) significa llevar en el alma la imagen (obraz) de Dios... Y fueron los monasterios los que cumplían esa función... Fue en los monasterios que el alma rusa fue modelada”.

Las bases científicas de las observaciones de Shipunov fueron aclaradas en la res¬puesta a una pregunta de la audiencia: ¿Qué puede decir acerca de la influencia de la san¬tidad personal sobre los procesos ecológicos de hoy día? Shipunov prologó su respuesta con una breve explicación de las leyes de la mecánica cuántica y de la ecuación de Schroedinger concerniente a las funciones ondulatorias:

"Cada individuo, cada átomo, cada molécula, cada galaxia, la tierra, cada ser tienen su propia función ondulatoria. Esa función no es material, pero regula al mundo entero. Existe una función ondulatoria cuya medida es igual a la medida del universo; es decir, se expande instantáneamente con ayuda de esa función ondulatoria. El Creador opera íntegramente el mundo material. Esto se deduce de la ecuación de Schroedinger. Este descubrimiento mayor, hecho en la década del ’30 debe ser promulgado para que la gente pueda entender la finalidad de su existencia, cómo existe el mundo y Quien lo creó..".

“Hace tres años fue restaurado el campanario situado sobre los portales (del siglo XVI) del Monasterio San Nicolás - Ugryezhsky. Con la ayuda del Creador, el hombre inventó la campana que es el único instrumento que irradia - como desde un punto focal - la gama ultrasónica. Las frecuencias ultrasónicas producen vibraciones moleculares y son retenidas en la atmósfera. En las grandes fiestas, el sonido de las campanas crece, aun si el monasterio o la iglesia hubiese sido arrasado. Toda iglesia, toda catedral, todo monasterio pertenecen no tanto a la tierra como al universo todo (es decir a la creación visible e invisible). Fueron concebidos para eso y por eso ocurren allí diferentes procesos". 

"Veamos: cuando uno se aproxima al monasterio de San Cirilo del Lago Blanco, a una distancia de 70 km. un detector gama- electromagnético comienza a registrar picos. En términos teológicos esto se llama 'atravesado por oraciones’. Nosotros lo llamamos aumento de voltaje en el campo electromagnético".

“Veis entonces que una vez que se ha construido una iglesia y especialmente un monasterio donde hay varias iglesias y muchos santos, nunca se lo puede destruir en el plano espiritual. Es preservado para siempre en esta tierra y si alguien restaura un sitio así, se hace merecedor de gran misericordia”.

(De otra fuente sabemos que en el Laura de Kiev se hizo una reunió similar de ciencia y santidad, en la cual científicos soviéticos, probando el misterio de la incorrupción de muchos santos enterrados en las cuevas, descubrieron que esas reliquias emiten energías positivas mensurables. De igual forma, emana energía positiva de un icono de San Antonio (t 1073) y también de todas las figuras, excepto una, de un icono de la Ultima Cena; la figura de Judas emana energía negativa).  En varias partes de su conferencia Shipunov contrasta el tañido de las campanas que realmente mejora las condiciones ecológicas, beneficia la vida y la actividad celular, con la música de rock que hace vibrar a las moléculas de manera innatural y tiene el efecto de destruir células nerviosas contribuyendo significablemente - en opinión de Shipunov - al creciente número de personas con trastornos mentales en el mundo entero. La ciencia ha sido un instrumento popular de los ateos. Si más científicos utilizasen sus instrumentos para registrar diferencias mensurables entre el bien y el mal, entre la verdad y la falsedad, entre belleza y fealdad, se podrían conmover los cimientos del relativismo y restaurar a la ciencia como doncella de la teología.


 ES MAS TARDE DE LO QUE USTED CREE

                                                Orthodox America, vol. 10, N° 6 (96), enero 1990




Hemos entrado en esta nueva década, la última antes de un nuevo milenio, impulsados por un torrente de sucesos en Europa Oriental y en la ex Unión Soviética. Su inesperada magni­tud y la velocidad con que se desenvuelve la his­toria aumentan el aura apocalíptica que rodea al año 2000, ya a menos de diez años de esa fecha.

El hombre nunca podrá refrenar el tiempo. Éste marcha inexorablemente. Todos envejecemos, acercándonos al fin de nuestros días, así como también el mundo llegará un día a su fin. Para muchas personas el tiempo es una maldición: intentan aventar sus efectos y recha­zan su paso. Pero para nosotros los cristianos el tiempo es un don que nos acerca con su trans­currir hacia una vida bendita con Nuestro Señor Jesucristo en la eternidad, siempre que usemos ese don sabiamente para prepararnos para el Reino venidero.

“Alma mía, alma mía, levántate; ¿Por qué duermes? El fin se acerca...” (kondakio del Gran Cánon de San Andrés de Creta).

Desafortunadamente, nos inclinamos más a seguir los caminos del mundo y sus preocupaciones, en que siempre hay un mañana. Vivimos sin un fin a la vista y por ello somos parcos en nuestras labores espirituales. Necesitamos un preclaro recordatorio. El padre Serafín Rose decía a menudo "es más tarde de lo que Usted cree " y no hace muchos años un sacerdote de la Unión Soviética escribía desde la prisión a sus hijos espirituales:" el fin no está en algún punto bajo el horizonte; está justo sobre vuestros hombros".

Tales admoniciones se tornan más gra­vosas cuando examinamos las profecías ortodo­xas concernientes a los tiempos finales.

Una cantidad de hombres santos y justos - San Nifon de Constantinopla (t 1508), el santo mártir Agatangelo (t 1592), San Nilo el vertedor de miro del Monte Athos, San Cosme Aitolos (t 1799), San Calínico de Rumania (t 1860)- seña­laron al año 1992 como año de rendición de cuentas. La unificación económica y política de los patees del Mercado Común, prevista para 1992, junto a los cambios de la Unión Soviética lleva a muchos a esperar mayor seguridad y prosperidad material en el futuro cercano. Sin embargo, un monje del Monte Athos - de la ermi­ta rumana del Precursor - el monje-sacerdote Petronio, comentó en un artículo reciente (Pravoslavnaya Rus, 28/11/89) que “el mundo cristiano sabe que el bienestar material no marcha mano a mano con el progreso espiritual (por lo contrario - como escribió el Apóstol San Pa­blo - cuando aumenta el materialismo declina la espiritualidad) y por ello el mundo cristiano mira a 1992 con preocupación, temiendo que la cre­ciente atención a los bienes materiales pueda llevar al incremento del mal que mora en nuestro mundo actual”.

El padre Petronio continúa describiendo la visión de San Calínico, que demoró la expan­sión de su monasterio porque "en ese tiempo cir­culaban predicciones en Rumania en el sentido de que en 1848 ocurrirían sucesos terribles que marcarían el fin de esté mundo..." Este Santo fue digno de una visión de los cielos con la Santísi­ma Trinidad "tal como está descripta en los ico­nos y debajo de Ella una inscripción grande y luminosa: 7500 años desde Adán". San Jorge y San Nicolás, presentes en la visión, urgieron a San Calínico a comenzar la construcción: "Ves que el fin del mundo no vendrá en 1848, sino 7500 desde Adán". De acuerdo con la Iglesia, el año 7500 desde Adán corresponde al año 1992 d.C.


                                             icono del santo padre Calinico de Cernica, Rumania

"En vistas de la elevada espiritualidad de San Calínico - escribe el padre Petronio - no puede dudarse de su revelación; y ello nos llena de temor. Pero debemos comprender esta visión sabiendo por las Sagradas Escrituras que el Sal­vador mismo dijo: ’de ese día y hora ningún hombre sabe, ni los ángeles del cielo, sino sólo Mi Padre’ (San Mateo 24:36)".

La solución de este dilema nos la da San Juan Crisóstomo en su comentario del libro de Génesis:

"Si Dios deseare destruir el mundo, lo po­dría hacer muy fácilmente. Nada hay más fácil para el Creador de todo que con una palabra lle­var todo a la nada, de la cual fue creado el mundo. Pero en Su gran preocupación por nues­tra salvación, Dios nos anticipa el castigo que nos tiene preparado, para así tal vez evitar enviarlo. Nos lo dice precisamente para que se­pamos y temamos Su ira, para que nos alejemos del pecado y no nos queden dudas de Su sentencia.

Así, por ejemplo, actuó contra la gran ciudad de Nínive cuyas iniquidades sobrepasa­ban toda medida. Envió al Profeta Jonás para decir al pueblo: '¡Cuarenta días más y Nínive se­rá destruida!’. Sin embargo, los ninivitas no per­dieron las esperanzas al oír esto. Confiando en Dios decretaron un estricto ayuno para personas y animales y se arrepintieron con cilicios y cenizas. Y Dios, viendo su arrepentimiento, tuvo piedad de ellos y el castigo que debían haber su­frido fue evitado.

Similarmente, antes del Diluvio la tierra se llenó con las acciones inicuas de los hombres y Dios decidió destruirlos. Empero, no lo hizo de inmediato sino que informó al pueblo con 120 años de anticipación. Mandó entonces a Noé construir el Arca y Noé trabajó 100 años en ella, de manera que su pueblo, al verlo, se convirtiese y retomase el camino recto. Fue tan sólo des­pués que Dios viese que pese a las advertencias el pueblo no se corregía ni dejaba lo malo, que los destruyó por medio del Diluvio".

Es en este sentido que debemos inter­pretar la visión antes relatada de San Calínico y asimismo la serie de signos de los últimos tiempos: apariciones de la Madre de Dios para persuadir al mundo para que se arrepienta; apa­rición de iconos que lloran y vierten miro, lámpa­ras votivas que oscilan, etc. Porque en nuestro tiempo las iniquidades de la humanidad han au­mentado inconmensurablemente y Dios en Su misericordia y amor al hombre, por medio de si­milares profecías y señales, nos recuerda que a menos que nos alejemos de lo malo, seremos castigados. Nos lo dice con anticipación precisa­mente no para castigarnos, sino para que des­pertemos y nos alejemos del mal.

Debemos oír estas admoniciones y ejer­cer en nosotros mismos la vigilancia espiritual. Sólo así evitaremos dilapidar lo que nos queda de vida. Y si nos aplicamos diligentemente a cul­tivar la salvación de nuestra alma, podremos sa­ludar al futuro con esperanza, seguros de que Dios en Su Supremo Amor, premia a quienes le buscan con todo lo bueno de esta tierra y del mundo venidero. Amén.

 

                            ORTODOXIA VERDADERA

                                                Arzobispo Averky (Taushev) de Siracusa



Hoy en día poca gente sabe que la Iglesia Ortodoxa es nada menos que aquella Iglesia que preserva incorrupta las genuinas enseñanzas de Jesucristo, las mismas enseñanzas entregadas a cada subsiguiente generación de creyentes. Estas enseñanzas vinieron de siglos desde los Apóstoles, explicadas y cuidadosamente interpretadas por sus legítimos sucesores (sus discípulos y los santos Padres), en tradición y conservadas inalterables por nuestra Iglesia del Este que sólo ella es capaz de probar su derecho de ser llamada “La Iglesia Ortodoxa”. 

El Fundador divino de la Iglesia, nuestro Señor Jesucristo, claramente dijo: “Yo construiré mi Iglesia y las puertas del Hades no prevalecerán contra Ella” (Mat. 16:18). A la Iglesia, El envió el Espíritu Santo. El Espíritu descendió sobre los Apóstoles, el Espíritu de Verdad (Jn. 15:26-27) Quien “manifiesta todas las cosas” a Ella y La guía (Jn. 16:13), protegiéndola del error. Por cierto, ello fue para manifestar esta Verdad a los hombres que el Señor vino al mundo, de acuerdo a Sus propias palabras (Jn. 18:37). Y San Pablo confirma este hecho en su epístola a su discípulo, el obispo Timoteo, diciendo que “la Iglesia del Dios viviente es el pilar y fundamento de Verdad (I Tim. 3:15). 

Ya que Ella es “el pilar y fundamento de Verdad”, “las puertas del Hades no pueden prevalecer contra Ella”. Resulta, entonces, que la verdadera Iglesia Cristiana – palpablemente única ya que Cristo estableció una Iglesia – siempre ha existido en la tierra y existirá hasta el fin de los tiempos. Ella ha recibido la promesa de Cristo, “Yo estaré contigo hasta el fin de los tiempos”. ¿Acaso puede haber la más ligera duda de que el Señor se refiere aquí a la Iglesia? Cualquier honesto y sano juicio, cualquier acto de buena conciencia, cualquier familiar con historia de la Iglesia Cristiana, la pura e inalterable moral y las enseñanzas teológicas de la religión Cristiana, debe confesar que no había más que una verdadera Iglesia fundada por nuestro Señor Jesucristo, y de que Ella ha preservado Su Verdad santa e inalterable. La historia revela, además, un enlace rastreable de gracia de los santos Apóstoles a sus sucesores y a los santos Padres. En contraste a los que otros han hecho, la Iglesia Ortodoxa nunca introdujo innovaciones en Sus enseñanzas con la finalidad de “ir al paso de los tiempos”, a ser “progresista”, a “no ser dejada al lado del camino”, o a “acomodarse a las actuales exigencias y modas que están siempre cubiertas con lo malo. La Iglesia nunca se somete al mundo. 

En realidad no, pues el Señor dijo a Sus discípulos en la Cena Mística: “Ustedes no son de este mundo”. Debemos mantener estas palabras si vamos a permanecer fieles a la verdadera Cristiandad – la verdadera Iglesia de Cristo que siempre ha sido, es y será siempre extraña a este mundo. Aparte de ello, Ella es capaz de transmitir inalterables las divinas enseñanzas del Señor, pues esta separación La ha mantenido inalterable, es decir, como el Mismo inmutable Dios. 

Ya que la VERDAD se nos ha dado una vez y para siempre, nuestra labor es de asimilarla en vez de descubrirla. Se nos ha ordenado confirmarnos y confirmar a otros en la Verdad, y con ello llevar a todos a la verdadera fe, la Ortodoxia. 

Desafortunadamente, han aparecido en el mismo seno de la Iglesia, aún entre la jerarquía, opiniones expresadas por personas conocidas que son perjudiciales para Ella. Debido al deseo de “andar al paso de los tiempos” y al temor de que no serán reconocidos como “cultos”, “liberales” y “progresistas”, estos modernos apóstatas de la Ortodoxia se avergüenzan de confesar que nuestra Iglesia Ortodoxa es precisamentela Iglesia que fue establecida por nuestro Señor Jesucristo, la Iglesia a la que le pertenece la gran promesa de “las puertas del Hades no prevalecerán contra Ella”, y a la que El confió la plenitud de la divina Verdad. Por su engaño y falsa humildad, por su blasfemia contra el Señor, estos falsos pastores y aquellos con ellos se han apartado de la verdadera Iglesia. Ellos han dado una tácita expresión de la idea que “las puertas del Hades” han “prevalecido” contra la Iglesia. En otras palabras, estos apóstatas dicen que nuestra santa Iglesia Ortodoxa está igualmente en “falta” por la “división de las iglesias” y debe ahora “arrepentirse” por sus pecados y entrar en unión con las otras “iglesias cristianas” por medio de ciertas concesiones a ellas, siendo el resultado, ser una nueva indivisible Iglesia de Cristo. 

Esta es la ideología del movimiento religioso que se ha puesto tan de moda en nuestros tiempos: “el movimiento ecuménico” entre cuyo número se puede contar ortodoxos, aún de nuestro clero. Por mucho tiempo hemos escuchado que ellos pertenecen a este movimiento con el fin “de testimoniar la verdad de la santa Ortodoxía ante les gentes de otra confesiones”, pero ello es muy difícil para nosotros creer que esta declaración es algo más que “arrojar polvo a nuestros ojos”. Sus frecuentes declaraciones teológicas en la prensa internacional nos pueden llevar a ninguna otra conclusión que la de que ellos son traidores de la santa Verdad. 

Como una cuestión de hecho histórico, el “movimiento ecuménico” – del cual el Concejo Mundial de Iglesias es el órgano supremo – es una organización de origen puramente Protestante. Casi todas las Iglesias Ortodoxas se han adherido, siendo la excepción más notable, la Iglesia Ortodoxa Rusa Fuera de Rusia. Aún aquellas iglesias “detrás de la cortina de hierro” se han adherido. Por algún tiempo el Patriarcado Ruso resistió, adulándose a sí mismo con la pureza de su Ortodoxia y naturalmente viendo a este movimiento como hostil a la Ortodoxia. Desde entonces, ella se ha convertido en miembro.

El Sínodo Ruso casi se encuentra solo en su oposición al “movimiento ecuménico”. ¿Cómo podemos explicar su aislamiento del resto de la “Ortodoxía global”? Debemos entender la situación en los términos de las palabras “esto debe suceder” (Luc. 21:9), es decir, la “gran apostasía” claramente predicha por el Señor (II Tes. 2:3-12). “Es permitido por Dios”, tal como Ignacio Brianchaninov escribió hace casi un siglo. (Otro padre espiritual, Teófano el Recluso, anunció con dolor que la horrenda apostasía empezaría dentro de Rusia). Ignacio escribió: La apostasía es permitida por Dios, no trates de detenerla con tu débil mano. Huye tú mismo de ella, protégete tú mismo de ella;.. Eso es suficiente para ti. Aprende a conocer el espíritu de la época, estúdialo, así, cada vez que sea necesario, serás capaz de evitar su influencia... Sólo la especial misericordia de Dios es capaz de detener esta muy destructiva epidemia moral, detenerla por un periodo corto de tiempo, porque es necesario que suceda todo lo anunciado por las Escrituras. Juzgando a través del espíritu de los tiempos y el fermento intelectual, uno debe suponer que la estructura de la Iglesia, que ha sido sacudida durante algún tiempo, caerá rápida y horriblemente. No hay nadie quien pueda detenerla y oponérsele. Las medidas emprendidas para contenerla son prestadas y aceleran su caída, en vez de detenerla. ¡No existe nadie de quien se pueda esperar que restaure el cristianismo!. Sin embargo, el Señor protege a los elegidos y su limitado número será completado”. 

El Enemigo de la humanidad hace todo lo posible y usa todos los medios para confundirla. La ayuda viene a él a través de la total cooperación de todos los secretos y visibles heterodoxos, especialmente aquellos sacerdotes y obispos que traicionan su vocación y juramento, a la verdadera fe y a la verdadera Iglesia. 

El repudio y la preservación de la apostasía que ha hecho tan enorme progreso, demanda que nos apartemos del espíritu del siglo, que porta las semillas de su propia destrucción. Si esperamos soportar al mundo, es necesario primero entenderlo y sensiblemente tener en cuenta que en este presente siglo todos los que llevan el santísimo y querido nombre de la Ortodoxia no son en realidad Ortodoxos. Más bien a menudo es una fraudulenta y usurpada ortodoxia a la que debemos temer y evitar como si fuera fuego. A diferencia de esta espuria fe, la verdadera Ortodoxia fue dada y debe ser recibida sin innovación, y nada debe ser aceptado como una enseñanza o práctica de la Iglesia que es contraria a la Santa Escrituras y al dogma de la Iglesia Universal. L verdadera Ortodoxia piensa sólo en servir a Dios y a salvar almas y no se preocupa de lo secular o la efímera felicidad de los hombres. La verdadera Ortodoxia esespiritual y no física o psicológica o terrenal. Con el fin de protegernos nosotros mismos del “espíritu del siglo” y preservar nuestra fidelidad a la verdadera Ortodoxía, debemos en primeramente y con toda nuestra fuerza vivir intachablemente: un total y riguroso compromiso con Cristo, sin desviarse de los mandamientos de Dios o de las leyes de Su santa Iglesia. Al mismo tiempo, no debemos tener común oración o espiritual relación con la moderna apostasía o con cualquier cosa que “ensucie” nuestra santa Fe, incluidos aquellos disidentes que se llaman así mismos “Ortodoxos”. Ellos irán por su camino y nosotros por el nuestro. Debemos ser honorables y tenaces, siguiendo el recto camino, nunca desviándose con el propósito de complacer a los hombres, o del temor de que podamos perder algún beneficio personal. 

El seguro sendero a la perdición es laindiferencia y lafalta de principios que es eufemísticamente llamada “la más amplia visión”. En oposición a esta “más amplia visión” ponemos “el rigor de las ideas” que, en la modernidad, está de moda etiquetarla “estrechas” y “fanáticas”. Para estar seguro, si uno adopta la “mentalidad moderna”, uno debe considerar a los santos mártires – cuya sangre es “el cemento de la Iglesia” – y a los Padres de la Iglesia – que sufrieron toda su vida contra las herejías – como nada menos que “estrechos” y “fanáticos”. En verdad, hay una pequeña diferencia entre “el ancho camino” contra el cual Señor advirtió, y la moderna “visión más amplia”. El condenó el “ancho camino” como el sendero que lleva al gehena. 

Por supuesto, la idea del “gehena” no causa temor a los “liberales” e innovadores teólogos. Ellos pueden con presunción “teologizar” al respecto, pero en discutiendo temeraria y desenfrenadamente “las nuevas formas de teología Ortodoxa” y adquiriendo un número de discípulos, dan evidencia de que ellos ya no creen en la existencia del Infierno. Esta nueva generación de “Ortodoxos”, en realidad, no son más que modernos escolásticos. 

En otras palabras, el camino de estos “progresistas” no es nuestro camino. Su camino es engañoso y es lamentable que ello no es evidente para todos. El “más ancho” o “visión más amplia” nos hace ajenos al Señor y a Su Verdadera Iglesia. Es el camino lejos de la Ortodoxía. Esta “visión” es siniestra, maliciosamente inventada por el diablo con el fin de negarnos la salvación. Para nosotros, empero, no debemos aceptar ninguna innovación, sino escoger lo antiguo, el camino probado, el camino en el que los verdaderos Cristianos escogieron servir a Dios por 2000 años. 

Escogemos el camino de la fidelidad a la verdadera Fe y no el “camino moderno”. Elegimos fidelidad a la verdadera Iglesia con todos Sus cánones y dogmas que fueron recibidos y confirmados por los Concilios Universales y Locales. Elegimos los santos usos y tradiciones, las riquezas espirituales de aquella fe transmitida completa e íntegra a nosotros de los Santos Apóstoles, los santos Padres de la Iglesia, y la herencia Cristiana de nuestros venerables ancestros. Sólo esto es la fe del verdadero Ortodoxo, distinta de la falsificada “Ortodoxia” inventada por el Adversario. Sólo recibimos la Fe Apostólica, la Fe de los Padres, la Fe Ortodoxa.

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viernes, 30 de diciembre de 2022

 COMPRENSIÓN DE NUESTRO CALENDARIO ECLESIASTICO (fundamentos científicos e históricos)

                                                p. Boris Molchanov



El difunto Muy Rev. Boris Molchanov compuso este estudio del desarrollo de los ca­lendarios civil y eclesiástico y del Pascalion o Ciclo Pascual, y concluye demostrando profun­damente los indisolubles lazos entre el Calen­dario Juliano y el Calendario Eclesiástico.

Indica claramente por qué no es posible un compromiso entre el Pascalion de la Santa Iglesia y el mal concebido Calendario Gregoriano.

No sería posible comprender la cuestión del calendario sin estudiar minuciosamente es­tos fundamentos materiales y ponderando las conclusiones.

Prefacio:

En vistas de la falta de literatura popu­lar sobre el Calendario Eclesiástico, uno frecuentemente debe oír como gente que es com­pletamente incompetente en esta cuestión ex­presa insatisfacción con la obstinación de nues­tra jerarquía eclesiástica que adhiere al Calen­dario Juliano y que no desea saber de sus in­convenientes prácticos - y esto ocurre especial­mente entre nuestra juventud que estudia en un medio no-ortodoxo. Sus frívolas demandas para la celebración de nuestros días santos al mismo tiempo que los heterodoxos - de acuerdo al Calendario Gregoriano - para nuestro pesar y vergüenza, testifica elocuentemente la com­pleta falta de comprensión del valioso tesoro que quieren desechar. Tal evaluación inco­rrecta de nuestro Calendario, sutilmente enrai­zada en la conciencia de miembros de nuestra Iglesia, puede fácilmente traemos grandes y ca­tastróficas divisiones.

El autor considera oportuno empeñarse en su modesto intento por dar una explicación popular de nuestro Calendario Eclesiástico, de la que surja toda la importancia de su preservación.

Como base para su obra, el autor utilizó “La Cronología de la Iglesia”, obra del sabio as­trónomo A. Predtechensky del Observatorio de Pulkova. Todos los cálculos y citas son de la edición original de este libro.

 

1.                   El calendario lunar

“La melancólica luminaria de nuestras noches”, que fue creada según las palabras del salmista “para los tiempos y estaciones”, es decir, para la medida del tiempo, atrajo muy tempranamente la atención del hombre por los cambios en su aspecto. Desde tiempos inme­moriales comenzó a servir para la medida de períodos de tiempo que excedían un día entero. El uso de la luna para este propósito era lo más racional y natural hasta que el hombre apren­dió a hacer complejas observaciones astronó­micas.

Definir la duración del tiempo que pasa entre dos lunas llenas es incomparablemente más fácil que computar el número de días en que el sol retoma al punto del mismo equinoc­cio o estación.

Por eso, el calendario lunar era de uso general en todos los países del antiguo Oriente mucho antes del nacimiento de Cristo.

Hacia el comienzo del cuarto siglo antes de Cristo, después del descubrimiento del ciclo de 19 años por el astrónomo griego Meton, el calendario lunar tenía forma tan perfecta que se conservó sin cambios hasta el presente. Los antiguos griegos adhirieron al año lunar a tra­vés de su historia, y los judíos adhieren a él aún hoy. Como calendario bíblico de acuerdo al cual Nuestro Señor Jesucristo vivió, sufrió por nosotros y resucitó, la cronología lunar entró en el calendario de la Iglesia Cristiana desde su mismo principio.

La duración del mes lunar, entonces, fue definida con gran precisión. En nuestro ca­lendario Eclesiástico se cita que “cada luna tie­ne 29 días y medio día, y media hora, y la quin­ta parte de una hora”, es decir, 29 días, 12.7 horas o 29.52 días. Ahora, la extensión del mes lunar con precisión astronómica, es definida como igual a 29.530588 días.

Tal exactitud astronómica no tiene sig­nificado para el calendario lunar, desde que, si se tabulasen no sólo los días sino las horas con sus miles de fracciones, sería necesario (con cualquier tipo de calendario) iniciar cada nuevo mes en diferentes horas del día.

“Era muy natural empezar a contar los meses alternativamente en 29 y 30 días. Es evi­dente que tal alternación en los meses lunares es más racional que nuestros meses solares que están sujetos a mayores alternaciones -31, 30, 29 y 28 días, siguiendo uno a otro en una secuencia completamente arbitraria”.

El Inicio del año lunar es la luna nueva del primer mes de primavera (en el hemisferio Norte. N. del T.) - (esto corresponde a marzo del año solar). Desde que esta nueva luna puede ocurrir en cualquier día del 1er al 29 de marzo, el principio del año lunar raramente coincide con el inicio del año solar en marzo.

El primer mes de primavera del año lu­nar es llamado Nisán por los judíos. El año lu­nar tiene 12 meses, de 30 o 29 días, y es igual a 354 días. Al ser más corto en 11 días que el año solar, un año lunar no puede comenzar si­guiendo inmediatamente el fin del precedente. Por ello, respecto al inicio del año solar, 1a de marzo, siempre queda un corto resto del año limar como una décimo tercera luna incompleta.

Esto no entra en el cálculo del año lu­nar dado.

2.                   El calendario solar

 

a)                    El año sótico: Los eruditos sacer­dotes-astrónomos egipcios comenzaron a usar adicionalmente al calendario lunar, otro méto­do de cronología. En la remota antigüedad, es­tablecieron la duración del tiempo entre dos sucesivas inundaciones del Nilo y de dos adve­nimientos del equinoccio vernal, (que calcula­ron como un poco más que 365 días y seis horas). Por lo tanto, cada cuatro años su equi­noccio vernal (primavera) ocurre un día más tarde. A causa de tal incremento del retardo del año sótico egipcio, el día fundamental (el día en que la estrella Sirio aparece por primera vez en el año, y en que con precisión matemática co­mienza el desborde del Nilo) caía en diversas fe­chas de varios meses. Retomaba al punto de partida sólo después de 365 períodos de cuatro años, es decir, después de 1461 años. Pero este tiempo consistía sólo en 1460 verdaderos años solares. Los egipcios resolvieron este problema simplemente ignorando el año calculado superfluo, y comenzando de nuevo, corrigiendo así el error.

b)            El año Juliano: Cuando los romanos conquistaron Egipto, se acostumbraron a la cronología egipcia que era nueva para ellos. Ju­lio César decidió introducirla, en una forma más precisa, en Roma.

 

Entre otras cosas, era necesario correla­cionar el año solar con la posición del sol en Europa y con las estaciones europeas. “El año que fue adoptado por Julio César, por consejo del astrónomo alejandrino Sosogenes, era de 365 días y seis horas. Para mantener la preci­sión en el trato con las seis horas extras, se acordó que por periodos de tres años fuesen contados 365 días, pero al cuarto año se agre­gaba un día, compuesto de las cuatro fraccio­nes de seis horas acumuladas. Este año bisies­to contaba 366 días. Este arreglo continúa al presente”.

La nueva cronología juliana fue acepta­da por los egipcios que comenzaron un nuevo calendario con la “Era de Actium”, es decir, desde el tiempo de la batalla de Actium en la cual los romanos conquistaron Egipto.

Esta batalla ocurrió en los últimos días de agosto - 29 de agosto en el Calendario Juliano. Pareciera que fue esta circunstancia, entre otras, la causa de que nuestro Calendario Eclesiástico sea calculado de acuerdo a las in­dicciones romanas, comenzando el 1ero de septiembre.

Es así que nuestro calendario de la Igle­sia contiene en sí vestigios de todos los desarrollos de la cronología desde el mismo prin­cipio de la civilización.

 

3.                   Concordancia del calendario lunar con el solar.

    a)            El año lunar en relación con el año sótico:

 

No era necesario poseer un especial ta­lento de observación para darse cuenta que de una primavera a otra, de una inundación del Nilo a otra, pasaban más de doce pero menos de trece lunas o meses lunares.

Para ecualizar los cálculos de los años lunares (más cortos) con el cálculo de los años solares (más largos), los egipcios decidieron contar los años alternadamente, dos por doce meses y el tercero por trece meses, y los si- ' guien tes dos de doce meses y así sucesivamente. En un período lunar de dieci­nueve años, el 8a, el 11a, el 14a, el 17a y el 19a años eran contados por trece meses. Cuando totalizamos la suma de días de tal período lu­nar de 19 años y la suma de días contenidos en 19 años del calendario solar egipcio, ambas ci­fras son iguales.

Tal igualdad de días llevó el inicio del año lunar y el inicio del año solar a un mutuo orden de partida, cuando el primer mes del año lunar y el primer mes del año solar empiezan, en el período del equinoccio de primavera.

Este sistema y el ciclo lunar de 19 años fueron creados por el astrónomo griego Meton cuatro siglos antes de la era cristiana. (Una ta­bla del ciclo lunar de 19 años está dada en el original, pero aquí se omite).

“Así, cuando el primer mes de un año lunar coincide con el primer mes del año sótico, la coincidencia se repetirá cada 19 años, sirviendo como indicación visible de la preci­sión de los cálculos por años lunares”.

      b)                   El año lunar en relación con el año Juliano:

 

Gracias a Meton, la concordancia del año lunar con el sótico (Solar Egipcio), fue fácil­mente realizada. En los ciclos lunar y solar de 19 años, había idéntico número de días - 6935.

“La adaptación del calendario lunar al Juliano fue más dificultoso. En el ciclo de 19 años Julianos, había no 6935, sino 6939 días, y 18 horas. Esto significa que, respecto al ver­dadero cálculo del tiempo, el año lunar avanza cuatro días, mientras que el año Juliano retar­da cerca de cinco días. En consecuencia, si en algún año el 12 de Nisán coincide con el 1ero de marzo, (el primer día del año lunar con el pri­mer mes del año Juliano solar) entonces 19 años después, el l2 de Nisán ocurrirá seis ho­ras antes del inicio del 1ero de marzo.

Sin embargo, era fácilmente observable que tal variación no era incesante, sino que ocurría sobre un muy pequeño período. Ciertamente, en cuatro ciclos de 19 años (76 años lunares), se cuentan 27740 días, pero en 76 años solares Julianos, hay 19 días más (como resultado de la adición de un día en cada año bisiesto), es decir 27759 días.

Como resultado, en 76 años, el cálculo limar avanza 19 días (es decir, el equinoccio de primavera ocurre 19 días después) mientras que el calendario Juliano, por la adición de 19 días en 76 años, retarda el equinoccio de pri­mavera en 19 días.

Por ello, en 76 años, el inicio del año lu­nar coincide en precisión con el comienzo del Juliano, de tal manera que las fases lunares, calculadas por ciclo, ocurrirán en las mismas fechas Julianas en que lo hicieron 76 años antes.

En 76 años solares, trascurren con pre­cisión 76 años lunares y 76 años Julianos. 76 años después de que los años Juliano y solar comienzan juntos, terminarán juntos uno y otro ciclo. El 772 año empezará no sólo en uno y el mismo día, sino precisamente a la misma hora.

El resultado del cálculo de años luna­res junto con los Julianos produce exactamen­te el mismo resultado que si uno adicionase 4 días, o mejor aún, que uno adicionase 19 días sobre el cumplimiento de 76 años. Así, en com­paración de años lunares con años solares Julianos, en el ciclo Metónico, no es necesario tomar en cuenta los años bisiestos para la cuenta, sino sencillamente contar todos los 19 años como simples, de 365 días”.

4.                    Nuestro Calendario Eclesiástico.

 

En algunos antiguos iconos de la Cruci­fixión del Hijo de Dios, puede verse la ilustra­ción del Sol y de la Luna. Esto habla del hecho que ambos calendarios, solar y lunar, con su infalible concordancia mutua, deben participar en la glorificación por la Iglesia de los eventos de nuestra salvación. En nuestro calendario eclesiástico, que responde plenamente a nues­tros divinos servicios, ambos cálculos, solar y lunar, participan simultáneamente. Algunos de los Libros de Servicios de la Iglesia contienen divinos Oficios que son efectuados de acuerdo al calendario solar (los Mineas Mensual y Festivo, por ejemplo), mientras en otros, están contenidos Servicios que se celebran de acuer­do al calendario lunar (el Triodion de cuaresma, el Pentecostarion y el Octoecos). Calculamos de acuerdo al calendario lunar nuestro más importante día festivo, la Resu­rrección de Cristo, así como todos los días san­tos estrechamente ligados a él en contenido y dependientes de él de acuerdo con la cronología (la Gran Cuaresma con las semanas preparatorias, la Ascensión del Señor, el co­mienzo del Ayuno de San Pedro y su duración, y todo el cálculo de Pentecostés).

Dado que el principio del año lunar (1ero de Nisán) raramente coincide con el comienzo del año solar Juliano (1ero de marzo), la fiesta de la Pascua Cristiana ocurre en diversas fechas de los meses Julianos de marzo y abril. El cál­culo del tiempo de Pascua de acuerdo a la cro­nología lunar y solar, se convirtió en una com­pleja ciencia denominada Pascalion. En esta área de precisa e indisoluble concordancia lu­nar con la cronología Juliana, tenemos la insuperada obra de los astrónomos alejandrinos (fines del tercer siglo) que la Iglesia preserva cuidadosamente y que está impresa en diversos libros de divinos Servicios en forma de “Almanaque Pascual”.

 

5.                    Los vínculos del calendario lunar con el Juliano en el Pascalion cristiano ortodoxo.

Habiendo estudiado nuestro Pascalion. estamos irresistiblemente asombrados por la ingeniosa obra de los científicos alejandrinos que lograron, en el Pascalion, una inalterable unión del calendario solar Juliano con el lunar. Los astrónomos alejandrinos del siglo III cono­cían bien el retraso del calendario Juliano res­pecto del Sol.

Sin embargo, ellos no rechazaron el ca­lendario Juliano sino que sabiamente hicieron uso de sus errores para una estable concordan­cia con el año lunar, lo que está en la base de nuestro Pascalion.

El calendario Juliano permanece atra­sado respecto al verdadero tiempo solar, y el calendario lunar también, junto con el calenda­rio Juliano. “El año lunar está eternamente li­gado al Juliano, y una perpetua retardación del primero respecto del segundo no es posible. El retraso del año Juliano es igual al retraso del lunar. El equinoccio retarda igualmente en am­bas cronologías”.

La diferencia entre el calendario lunar y nuestro calendario Juliano no excede una hora y media en el lapso de un milenio.

Podemos ver por nosotros mismos como todas las lunas llenas Pascuales calculadas pa­ra mil años anticipadamente en nuestro Pascalion, caen precisamente en todas las fe­chas indicadas en el calendario Juliano, pero de ninguna manera coinciden con el calendario Gregoriano.

La inalterable ligazón del calendario Ju­liano con el lunar se hace especialmente vivida por el siguiente fenómeno constante y periódico:

sabemos que el ciclo lunar es igual a 19 años, mientras que el ciclo solar es igual a 28 años. Analicemos estas cifras por elementales multiplicaciones: 19 = 1 x 19; 28 = 4 x 7. ¿Qué ocurre cuando los multiplicamos cruzados? 19 x 4 = 76, es decir, tal período de 76 año en cu­yo lapso o intervalo el inicio del año lunar coin­cide con precisión con el principio del Juliano (como se mostró en el capítulo tres).

Ahora, si multiplicamos 76 por 7 obte­nemos 532, es decir el período en cuyo lapso Pascua ocurre en los mismos días y meses en que fue celebrada desde el mismo principio y durante toda la duración de la indicción. En vista de tan estable relación entre el año lunar con el Juliano, no puede hablarse de ningún cambio del calendario Juliano, pues de otra manera inevitablemente ocurriría una violación de todo el bien formado y armonioso sistema de nuestro Pascalion, y la introducción de una gran confusión en todos los cálculos Pascuales,

Lamentablemente, el atolondrado expe­rimento de cambiar el calendario Juliano fue hecho en Roma, y ahora podemos ver sus lasti­mosas consecuencias. (Hizo imposible la obe­diencia de Roma a los Santos Cánones, dados a la Santa Iglesia por el Espíritu Santo, viéndose forzada por el nuevo calendario a abandonar el Pascalion canónico)

 

6.                   La reforma latina del calendario y sus conse­cuencias sobre la armonía litúrgica

En el Vaticano, en la torre de los cuatro vientos, hay una habitación que ha conservado el nombre de “Sala del Calendris” - la Sala del Calendario. En 1582, el Papa Gregorio XIII es­taba sentado en esta sala y observó con interés el rayo de sol que pasaba sobre el piso donde había dibujada una línea de norte a sur.

En esos tiempos, los científicos italianos Ignacio Dante, Aloisio Lilio, Cristóforo Clavio y Pedro Cicchone, convencieron al Papa que el calendario cae retrasado respecto del sol y que necesitaba corrección.

El Papa exigió pruebas. Entonces los científicos trazaron una línea en el piso de la Sala del Calendario, y atravesaron con una per­foración la pared del sur, para la entrada a la Sala del rayo del sol.

El Papa fue invitado a convencerse vi­sualmente de la corrección de sus aserciones.

Ellos probaron tener razón: los días de los solsticios y equinoccios fueron distanciados en diez días. El sol mismo testificaba sobre la retardación del calendario Juliano. El Papa fue convencido.

En 1582, la reforma del calendario fue aprobada. Después del 4 de octubre, se pasó al 15 de octubre.

Si el conocimiento de los científicos ita­lianos del siglo XVI se hubiese siquiera acercado al conocimiento de los compiladores del Pas­calion (los científicos alejandrinos del siglo III) entonces ellos mismos hubiesen rechazado su plan de reforma del calendario.

Desafortunadamente, estaban lejos de la iluminación de los científicos alejandrinos, que ya en el siglo III sabían muy bien lo que los científicos italianos entendieron recién en el si­glo XVI: la retardación del calendario.

La reforma misma fue instituida primiti­va y toscamente. Porque en lugar de ordenar que el 5 de octubre sea el 15 de octubre, la re­forma podía haberse introducido gradual y or­denadamente en un espacio de 40 años simplemente no contando un día demás en los años bisiestos y considerando todos los años como simples en ese período de 40 años. Pareciera, en realidad, que gracias a tan primitivo método de reforma, los primeros violadores de la mis­ma fueron los reformadores, es decir, los astró­nomos italianos, que se vieron pronto con múl­tiples dificultades prácticas. ¿Cómo podían lle­var el diario de sus observaciones astronómicas en el cual debían anotar no sólo los días sino las horas y minutos, habiendo creado una bre­cha de diez días? ¿Cómo podían hacer sus cál­culos después de que por medio de su reforma rompieron todos los lazos con la uniformidad del anterior calendario? El único medio para salir de este aprieto hubiese sido el retomo al calendario Juliano y la continuación de su uso en todos los cálculos con un simple cambio de los resultados de sus cálculos obtenidos en las fechas del calendario Juliano por nuevas cifras (es decir, se hubiese obtenido la misma exacti­tud de cronología, y no se hubiese roto la cro­nología solar y lunar).

¿Valía la pena hacer una reforma del calendario porque había un retardo en la cro­nología Juliana?

El más decisivo oponente a la reforma latina resultó ser la cronología lunar que de ninguna manera podía tener alguna unión con el nuevo calendario. Por ello los reformadores italianos se vieron forzados a cambiar todo el Pascalion. La más bella obra de los científicos de Alejandría fue mutilada y distorsionada. Su ingeniosamente simple y preciso sistema fue reemplazado por un nuevo y engorroso sistema, que no alcánzó los elevados designios del anterior.

La armonía del año lunar con el año so­lar fue violada.

“El orden de los cálculos de los ciclos lunares fue cambiado y los reformadores co­menzaron a calcular los movimientos de la luna artificialmente mediante la introducción de una aceleración de un día en 310 años. El resultado fue que su Pascua, en algunos años, coincide con la Pascua Judía, un evento que está espe­cíficamente condenado y prohibido por el Pri­mer Concilio Ecuménico...

Si los demasiado confiados en sí mis­mos compiladores del nuevo calendario, Aloisio Lilio y sus colegas, se hubiesen preocupado en estudiar el calendario judío contemporáneo, no hubiesen introducido la desafortunada altera­ción lunar”.

El reemplazo del calendario Juliano por el Gregoriano, fue como reemplazar una eleva­da creación artística por un pobre y crudo tallado. Los científicos italianos del siglo XVI, con su nuevo calendario, erigieron un monu­mento a su propia y autoconfíada ignorancia.

7.¿Es posible un compromiso?

Los reformadores latinos, como hemos visto, habiendo cambiado el calendario solar, se vieron forzados a alternar la cronología lunar también, y junto con el año lunar, todo el Pascalion.

Muchos cristianos ortodoxos, a la vez que entienden la completa imposibilidad para la Santa Iglesia de rechazar el calendario lunar y las reglas canónicas para la celebración de la Pascua, no se dan cuenta de los indisolubles lazos de nuestro Pascalion con el calendario Juliano. Tales personas, mal informadas, fre­cuentemente hablan acerca de la propuesta de un compromiso: dejar nuestro Pascalion sin modificaciones, es decir, celebrar Pascua y to­das las fiestas y días relacionados con ella, de acuerdo al calendario lunar; pero llevar a cabo los Divinos Servicios de acuerdo al nuevo ca­lendario Gregoriano.

Tal propuesta es reforzada por nociones acerca de la necesidad para nuestros hijos que concurren a escuelas no ortodoxas, de celebrar todos los días santos de acuerdo a las vacacio­nes legales de los no-ortodoxos, según el cóm­puto Gregoriano.

No desean los inconvenientes de cele­brar los días santos de acuerdo al calendario de la Santa Iglesia, que no es usado por las autoridades seculares aquí.

No queremos argüir contra ciertas difi­cultades que nuestros hijos en edad escolar pueden tener al observar las fiestas cristianas ortodoxas según nuestro calendario eclesiástico. Existen dichos inconvenientes, por supuesto, pero es necesario no exagerarlos. Los niños judíos y musulmanes hallan posible ob­servar sus días festivos sin cambiar su calendario. (¿Si hasta los no-cristianos tienen el coraje de mantener sus ayunos cuando otros están festejando, y de mantener fielmente su cronología, qué excusa podemos tener de hacer menos?).

¿Por qué es que sólo entre nosotros cre­cen tales deseos de rendir nuestro calendario Juliano?

Viendo la maravillosa armonía entre los calendarios lunar y Juliano, puede notarse que es completamente imposible cambiar este últi­­mo sin alterar el primero. La desmañada expe­riencia latina de reforma del calendario solar, que no puede evitar alterar (artificialmente) el año limar, debe ser una constante advertencia para nosotros.

Los autores de propuestas de acuerdos no pueden desestimar las completamente inad­misibles situaciones que surgen de intentar el uso del Pascalion canónico en conjunción con el calendario Gregoriano.

Un ejemplo de tal situación ocurrió en 1959. En ese año, Pascua fue en Abril 20. El día de Pentecostés cayó el 8 de junio (todas las fechas del año lunar están indicadas de acuer­do a las fechas del calendario Juliano). Ocho días después, el 16 de junio, comenzó el ayuno de San Pedro y continuó hasta el día de los santos apóstoles San Pedro y San Pablo (29 de junio).

Si hubiese sido usado el nuevo calenda­rio Gregoriano, el comienzo del ayuno de San Pedro hubiera caído el 29 de junio, el mismo día de la fiesta de San Pedro y San Pablo, y así el ayuno de San Pedro no hubiese sido observa­do del todo.

Esto ocurriría en todos los casos en que Pascua cayese entre el 20 y el 25 de abril (del viejo modo). El ayuno de San Pedro desapare­cería bajo el calendario Gregoriano.

La Santa Iglesia no puede de ninguna manera renunciar a las ordenanzas apostólicas. En consecuencia, no puede acep­tar el calendario Gregoriano, ni bajo condicio­nes de compromiso.


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