lunes, 8 de abril de 2024

LA TORRE DE BABEL Y LA SABIDURIA PRIMORIDAL

arcipreste Lev Lebedev 

 


¿cómo comenzó todo? 

La primera causa, por supuesto, es la caída en el pecado de los antepasados. Luego siguió Caín, quien mató a Abel, y luego la humanidad apóstata antes del diluvio Luego, después del diluvio, la torre de Babel, es decir, el intento de construir una ciudad y una torre cuya cima está en los cielos, como para hacerse de un nombre, antes de esparcirse por la tierra [Génesis 11.4]. ¡Una empresa muy interesante! A la gente y a Nimrod no les gustaba el nombre que Dios les dio.  Ellos buscaban crearse un nombre para ellos mismos. Pero el único creador verdadero (el que propiamente dicho puede crear) es Dios. Eso significa que lo que subyace aquí fue lo mismo que lo que fue en la primera tentación de la serpiente diabólica: Seréis como dioses… (Génesis 3.4). Pero la divinidad es omnipotencia y bienaventuranza. Por lo tanto, alcanzar la 'omnipotencia' y el construir para uno mismo aquí, en la existencia terrenal, una semejanza de la 'bienaventuranza total' paradisíaca, es la idea de la ciudad y la torre cuya cima está en los cielos. La gente de la antigüedad (a diferencia de la gente contemporánea) sabía bien que la torre material no podía alcanzar la esfera inmaterial del Cielo espiritual. Así que no la construyeron para poder ascender así al Paraíso. (Después de todo, ya habían decidido dispersarse sobre la faz de la tierra) La construyeron, como ya dijimos al principio, con motivo de recibir la potencia (energía) de los demonios aéreos y adquirir a través de estas energías para sí tanto el 'poder' como 'la vida del paraíso' a pesar del decreto de Dios con respecto a la humanidad caída dañada por el pecado. En otras palabras, ellos en esta apostasía y resistencia a Dios decidieron en recurrir a la ayuda del diablo y sus ángeles. En las circunstancias dadas, lo que es interesante es la organización consciente de un ingente número de gentes en una sola comunidad, idea que penetro y que era apercibida por 'las masas'; en un trabajo común (en latín – res publica)

No es difícil imaginar cuánto conocimiento fue puesto para tal grandiosa construcción: conocimiento matemático, de ingeniería, arquitectónico, astronómico, demonológico, etc., y por último, el conocimiento social. Porque era necesario organizar una enorme comunidad de hombres según especialidades, sectores y equipos; fundar una jerarquía de líderes, maestros artesanos, artesanos, aprendices; un sistema de recompensas y castigos, etc. La ciudad y torre fue una síntesis de las más variadas ciencias y conocimientos. Este último, además, tenía que ser conocimiento 'puro', es decir, 'purificado' de toda idea de la presencia Divina..., pero basado exclusivamente en las propiedades y regularidades de las cosas y sus interrelaciones, sus vínculos causales aislados de Dios, separados de Él... La fuente de este conocimiento es bien conocida: es la razón fría y sin gracia del diablo. Luego, en la base de todo esto, tuvo que establecerse la adoración del diablo y la adoración del demonio en una forma clara u oculta, que luego se manifestó vívidamente en el paganismo. ¡Y no solo en el paganismo!

 Sin embargo, no toda la humanidad aceptó participar en la construcción de la torre. Nuestro Relato de los años pasados ruso (La Crónica de Néstor), apoyándose en la crónica de Jorge Amartolo (1), dice que el justo Heber ('de él salieron los hebreos') se negó a participar en la empresa. Y los armenios y algunas otras crónicas agregan que ciertos jafetitas también se negaron, por lo que tuvo lugar una guerra entre ellos y Nimrod.

 Sin embargo, a través de algún pueblo o  lengua tenia que llevarse como testimonio la verdad la justicia de Dios a la humanidad. Los descendientes de Heber fueron elegidos para ser ese pueblo(y ahora entendemos por qué). En ellos Dios creó la Iglesia del Antiguo Testamento basada en la Ley dada por Moisés y en las palabras de los profetas.

 Sin embargo, la idea misma de construir una ciudad y una torre con el objetivo de alcanzar, en las condiciones terrenales, la bienaventuranza y la omnipotencia y ese conocimiento que se necesita para su supuesta realización, no pereció, sino que se conservó en la memoria de las lenguas. Tras el terrible derrumbe de la torre era peligroso predicarlo abiertamente. Por lo tanto, este conocimiento fue cuidadosamente encapsulado y codificado en símbolos y rituales como un tesoro escondido (oculto), y fue preservado y transmitido a través de diversos sistemas 'iniciáticos' en las castas sacerdotales egipcias y babilónicas antiguas, en algunas de las castas de la India, el Lejano Oriente y América, en las escuelas pitagóricas de Grecia, en las sociedades secretas de Constantinopla, en el Gnosticismo 'cristiano', en el Templarismo, en medio de los Trovadores, en tribunales secretos, en sectas heréticas, en enormes organizaciones de constructores franc-masones de la Europa Gótica. Y en todas partes donde estas sociedades adquirieron una influencia significativa, un esfuerzo por el monumentalismo en las construcciones se hizo sentir vívidamente. Por lo tanto, no sería un error considerar las pirámides de Egipto y América, los zigurats de Babilonia, algunos de los templos y pagodas de la India y Asia y las catedrales y castillos góticos como una especie de 'repeticiones', experimentos, reminiscencias o modelos de la Babilonia bíblica (torre en la cima de los cielos). Recuerdo que me llamó mucho la atención la estructura interior de la cámara funeraria del kurgan de los reyes en Kerch (en Crimea). La base rectangular de la cámara (el piso y el nivel inferior de las paredes) se 'convierté' gradualmente en un círculo, y luego en un sistema de círculos que disminuyen gradualmente. Esto recuerda tanto a los zigurats como a la solución gráfica del problema matemático de la cuadratura del círculo; el problema favorito de los ocultistas de la antigüedad. Tales cámaras todavía existen en Crimea, y también en muchos otros lugares del mundo helénico. 

¿Cuál es la esencia espiritual de este problema? El círculo es el símbolo del infinito y de la eternidad, y en este sentido es uno de los símbolos de Dios. El cuadrado (y el polígono en general) es una imagen del límite y lo finito. Lo finito y lo limitado (el hombre) se trasmuta(debe convertirse) en lo infinito y lo eterno, convirtiéndose como dios










La solución matemática de este problema es en principio imposible: el cuadrado nunca puede convertirse en círculo, el polígono puede aproximarse infinitamente al círculo correspondiente, pero nunca puede convertirse en él. Y, sin embargo, intentaron obstinadamente (e intentan) resolver este problema. Esto es muy similar a la situación con 'la piedra filosofal'. Este último está vinculado no solo (e incluso no tanto) con la alquimia química (el intento de obtener oro mediante el análisis y luego la síntesis de elementos de diversos materiales). Hay una más importante y más profunda alquimia filosófica. La esencia de su enseñanza es que primero es necesario reducir analíticamente todo lo que existe (objetos materiales, sociedad, moralidad, la personalidad del hombre en general) a sus elementos constituyentes, y convertir todo en caos, porque Dios comenzó la creación del mundo a partir del caos. Entonces será posible 'por un camino revolucionario' apoderarse ese punto que es Dios en el acto de crear el mundo (esta es la 'piedra filosofal') y el hombre recibirá la posibilidad, en el lugar de Dios y a pesar de Él, de crear como dios un nuevo mundo mediante el poder de su propia imaginación, sintetizando de manera arbitraria los elementos del ser disuelto. Los alquimistas tenían razón al pensar que este 'punto' existe. Además, no está fuera del hombre, sino en el hombre mismo, en la medida en que el hombre es creado. según la imagen y semejanza de Dios y tiene en sí mismo Su presencia misteriosa. ¡Pero en principio es imposible captar este punto 'de una manera revolucionaria' y a pesar de Dios! Se convertirá en la herencia del hombre solo en el Reino de los Cielos, en la tierra nueva bajo el nuevo cielo (Apocalipsis 21.1), el camino en el cual se yace Cristo y no a través del orgullo (la condición del diablo), sino a través de la extrema humildad y amor por Dios y las personas (la condición del Señor Jesucristo). 

Todas estas 'sabidurías' ocultas (las llamaremos como conocimiento secreto babilónico) fueron recibidas por cierta élite del rabinato judío del antiguo reino Babilónico , donde el pueblo judío había sido reasentado casi por completo mucho antes de la Primera Venida de Cristo. Es así que, para el momento de esta Venida, el conocimiento secreto babilónico y, naturalmente, la adoración del diablo vinculada a este había logrado extenderse y fortalecerse entre los judíos, lo que finalmente conllevo al final al rechazo del verdadero Mesías, Jesucristo, en los descendientes de Heber en la carne (pero no en el espíritu) y a la crucifixión de Cristo. Por eso a los judíos que no querían creer en Él y que decían que nuestro padre es Dios, Cristo les objetó, diciendo: Vuestro padre es el diablo y queréis cumplir los deseos de tu padre (Juan 8.44). En boca del Salvador, esta no era 'una expresión figurativa' cuyo objetivo era ofender a quienes discutían con él; era el exponer de manera amenazante su adoración oculta al diablo como dios en los secretos espirituales de su sociedad. El quid de la cuestión era que en el sistema babilonio (caldeo), y luego en la Cábala Hebrea, está presente no solo el panteísmo, sino también, a un nivel más profundo, el dualismo religioso-filosófico: la fe en DOS dioses. Un dios es el Dios de las Escrituras, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, mientras que el otro es aquel a quien las Escrituras llaman el diablo, la estrella de la mañana, el arcángel caído, satanás – la antigua serpiente (en la literatura posterior a veces figura como; Lucifer, es decir, el 'portador de la luz'). Entre estos dos dioses se libra una lucha. En el primer período de la historia prevaleció el Dios de las Escrituras, pero en el segundo período el segundo 'dios'; Lucifer, debe vencer. Esto está simbolizado por la estrella de seis puntas de dos triángulos iguales y constituye el secreto del Talmud y las otras enseñanzas secretas. La victoria del segundo dios Lucifer debe lograrse a través de una persona especial (una súper-persona) dotada por el diablo de poderes y habilidades excepcionales. Esta persona es el Gran Rey Judío, ese 'mesías' a quien los judíos todavía esperan (sin haber recibido al verdadero Mesías, Jesucristo) y que también es llamado el Anticristo. El número del nombre del hombre es seiscientos sesenta y seis. Para que esta persona pueda adquirir un poder real sobre todo el mundo, este mundo debe ser unido en una cierta estructura única gobernada desde el centro, que está en manos de los judíos. Pero cómo atraer a tal obra a los no judíos, a los no Hebreos (los goyim, como los judíos llaman a personas de otras nacionalidades)? Con este objetivo, el movimiento puramente espiritual y político de 'canteros libres' o 'albañiles'.. fue creado. Aquí, en las logias masónicas, los judíos, o más exactamente los judíos Talmúdicos, alcanzaron la libertad, la igualdad y la 'hermandad' con representantes de otras (cualesquiera otras) nacionalidades, y también atrajeron a estos últimos a su trabajo, que se convirtió en un 'trabajo común' (en latín, literalmente res-publica).

De esto se puede entender por qué todas las revoluciones sin excepción han llevado a la destrucción de autoridades y órdenes legítimas y a la victoria de los sistemas republicanos, teniendo como detonador y principal fuerza motriz a los judíos y la Masonería. Además, estas revoluciones fueron también los primeros experimentos sociales en la destrucción de la vida y su conversión en caos para "construir un mundo nuevo "donde" el que no era nada se podia convertir en cualquiera". Además, la envidia de los nadies que han venido a ser, según su parecer, en 'todo', se ha aplicado en todas las revoluciones para la destrucción masiva de los disidentes, de aquellos que son incapaces de pensar 'como es necesario', o que son capaces de pensar. Por lo tanto, se han esforzado por convertir a las 'masas' restantes en obedientes. esclavos' conscientes ' de los líderes revolucionarios.

Desde finales del XVIII la masonería del siglo ha centrado en sí misma el conocimiento secreto babilónico de las edades precedentes y ha extendido gradualmente su influencia sobre toda la vida sociopolítica y económica de la humanidad contemporánea, en la medida de que el conocimiento secreto indicado y el sistema de iniciación se ha preservado en casi todos (aunque no en todos) los pueblos, como hemos visto, desde los tiempos de Babilonia torre a la cima de los cielos. No es de extrañar, por tanto, que en sus obras puramente arquitectónico-constructivas y de otro tipo los babilónicos contemporáneos se hayan sentido atraídos constantemente hacia el monumentalismo, hacia la altura (los rascacielos, la torre Eiffel, otros edificios altos, vuelos cada vez más altos, directamente al espacio...). Una vez, en la década de 1970, un astronauta soviético y un científico académico hablaban en televisión. Al unisono dijeron que la importancia de los vuelos al espacio no consistía en que pudieran beneficiar a las personas en la tierra, sino en el hecho de que eran 'la autoafirmación de la humanidad'; 'el hombre como amo de la tierra ahora está entrando en posesión de todo el universo' (recuerdo estas expresiones textualmente). Ahí están de manera desembozada: el orgullo y el deseo para llegar a ser como dioses…

Y es así como de esta manera apareció en la historia una especie de Anti-Iglesia, o iglesia de los malhechores, como la llama el rey y profeta David. ¡Es interesante que los descendientes del justo Heber se unieran a esta y entraran en la misma! Y no entraron simplemente , sino que se convirtieron en su núcleo principal, la base del poder del Anticristo. Si Heber recibió la gracia de Dios por su negativa a participar en la construcción del ciudad y torre hasta la cima de los cielos y por esto se consideró digno del hecho de que fue en su posteridad donde se preparó la venida del verdadero Mesías, el Salvador del mundo, luego, después de Su rechazo en esta misma posteridad, nada menos que los judíos se convirtieron en los maestros constructores más importantes de la nueva torre contemporánea de Babel, en cuya cima espiritual-histórica se espera la venida y entronización temporal del falso mesías, el destructor del mundo, el Anticristo.

 Ahora se comprende completamente por qué en el Apocalipsis de Juan el Teólogo se la denomina como Babilonia la Grande, madre de rameras y abominaciones de la tierra, y aparece en forma de mujer sentada sobre una bestia escarlata que estaba llena de nombres de blasfemia (Apocalipisis 17.3-6). Este es la iglesia de los malhechores universal, cuya base es la antigua Iglesia del Antiguo Testamento del antiguo Israel, que estaba comprometida con Dios pero que lo traicionó en adulterio con el diablo.

 Este adulterio se muestra, en esencia, con rasgos idénticos a los de la construcción de la antigua torre de Babel. Artificialmente y deliberadamente separada de cualquier idea, incluso hipotética, de la presencia divina, el conocimiento frío, cuyos métodos son el análisis, que descompone lo vivo e integral en sus elementos constituyentes y, por lo tanto, lo mata, y la síntesis, que no puede construir nada más que un cadáver a partir de elementos muertos: un sincretismo sin alma y perjudicial y, finalmente, el racionalismo (máximo beneficio con mínimo gasto).       

Este último presupone inevitablemente que este beneficio mismo se cristalice en ORO, el objetivo más importante de la producción, el único "dios" de todo emprendimiento y economía. Siempre ha existido en la humanidad, como fenómeno psicológico, el deseo de enriquecimiento, siempre ha habido comercio e intercambio, guerras y saqueos, ¡pero no ha habido mil años de capitalismo y progreso científico-técnico! ¿Eran las personas tan estúpidas, tan subdesarrolladas? ¡No! Se han construido hermosos palacios y templos, pirámides y murallas chinas, Pitágoras y Arquímedes han obrado, las artes y oficios han alcanzado una sutileza inaudita, mientras que no había capitalismo ni "progreso". Las perfecciones únicas que surgieron en una u otra esfera del trabajo no pueden llamarse de ninguna manera 'progreso' como la comprensión contemporánea lo entiende. ¿A que nos referimos?  

Estamos hablando del hecho de que en todos los pueblos existía una percepción sacral del trabajo y su tecnología. El trabajo era una acción divina, los métodos y procesos tecnológicos eran rituales casi sagrados; correspondían al modo de acción de los poderes superiores y les servían. Por lo tanto, todo cambio sustantivo en la tecnología con el objetivo de obtener mayores ganancias se evaluó como un delito de naturaleza religioso-moral. Solo una religión que poseyera como uno de sus mandamientos, o virtudes religiosas, la acumulación de oro y riquezas, podría romper esta percepción. El judaísmo talmúdico se convirtió en esta religión. No en vano la usura de la antigüedad se convirtió en la ocupación más típica de la diáspora judía.(2) Habiendo acumulado mucho oro, los israelitas no pudieron, sin embargo,' extender sus alas ' con él, ya que en prácticamente todos los países y pueblos eran un elemento extraño y estaban severamente restringids en sus derechos. Las revoluciones europeas, comenzando con las revoluciones holandesa e inglesa en el siglo XVII y terminando con las revoluciones francesa y rusa, rompió este bloqueo, garantizando a los judíos 'libertad, igualdad y hermandad' con los no judíos no solo dentro de los límites del movimiento masónico, sino también en la sociedad en general. Con su ayuda, se convirtieron en el mecanismo impulsor de la lujuria por el oro y su adoración en todos los pueblos europeos, que para entonces también habían poblado el Nuevo Mundo. Así comenzó el maldito capitalismo y el progreso científico-técnico. En su base estaba la tasa de interés de los usureros. ¿Y qué es eso en esencia? Te doy 100 unidades de algo, y estás obligado a devolver, por ejemplo, 120 o 130. Esto es robo legalizado, robo legal. Sin embargo, todo se basa en esta tasa de interés: la producción con su 'plusvalía', la banca, las operaciones crediticias. El banco todopoderoso con su Tasa de Interés todopoderosa se encuentra en el centro de toda civilización del universo, que por lo tanto podemos llamar, sin ninguna exageración ni sin esforzarnos mucho, la civilización del ladrón.

Todo esto es particularmente evidente si nos elevamos en pensamiento, por así decirlo, a la cima del Empire State Building de la Torre de Babel contemporánea. Desde allí también podemos ver que el oro es el "dios" no solo para los profanos. Para los 'hermanos'-albañiles iniciados en los escalones superiores (grados), es solo un medio para obtener el control de la vida externa del mundo para entregarla en posesión del 'Gran Arquitecto del Universo' – Lucifer. Es precisamente en esta dirección que se mueve todo lo que hace 'girar' a la gente en la Babilonia de hoy. En los EE. UU. es simplemente más evidente que en otros países, pero lo mismo está ocurriendo en ellos también.

En este loco zigurat del torre a la cima de los cielos También se está dibujando el 'cristianismo', el cristianismo que ha apostatado o está apostatando de la manera fiel, ortodoxa, de el Camino, la Verdad y la Vida, que es Jesucristo. Las iglesias del movimiento' ecuménico ' que solían ser ortodoxas recientemente se están fusionando y fraternizando con la herejía e incluso con las religiones no cristianas. La idea es sintetizar los elementos analíticamente inconexos de varias religiones en una sola religión e iglesia (sintéticas), en 'la religión del futuro' . Voluntariamente y con pasos firmes, el Patriarcado de Moscú también está caminando en este movimiento y está tratando de atraer al rebaño ruso con él, señalando astutamente el ejemplo de otras iglesias locales, como Constantinopla o la Autocefalia estadounidense. 

El Consejo Nacional de Iglesias de los EE. UU. estuvo recientemente encabezado por primera vez por un sacerdote 'ortodoxo' de esta iglesia Autocéfala, al mismo tiempo que una importante comunidad griega dejo este concilio porque había decidido recibir en su membresía una 'iglesia' de homosexuales y permitir la ordenación en ciertas 'iglesias' protestantes de mujeres, y también sodomitas y lesbianas al sacerdocio( e incluso ahora al episcopado) . Un caso que nos dice mucho sobre 'la religión del futuro'. La rápida multiplicación de todos tipo  de perversiones sexuales en la Babilonia contemporánea no es casualidad: se trata de un regreso a Sodoma, que fue destruida por el fuego. Pero la actual Babilonia será destruida por fuego, como dicen las Escrituras Apostólicas. Sin embargo, ya ha comenzado a arder, por así decirlo. Como siempre y en todo, el diablo, Lucifer, está engañando a los desafortunados babilonios y a los no menos desafortunados judíos, de quienes se dice que dicen que son judíos, y no lo son, sino que son una sinagoga de Satanás. (Apocalipsis 2.9). Él no es Dios, sino una creación de Dios, un arcángel caído, y nada inspirado por él podrá resistir, sino que será destruido en la Segunda Venida Gloriosa de Cristo. Y él ya está empezando a ser destruido. La industria contemporánea está condenada a sufrir una catástrofe ecológica universal. Los propios albañiles ya están asustados, temen asfixiarse. Han aparecido los 'Límites del Crecimiento' del club de Roma, un club de productores de energía que está planeando un libro similar. Pero tarde. Demasiado tarde. Babilonia ha comenzado a devorarse a sí misma con imparable rapidez.

(Texto extraído del libro de Vladimir Moss Apocalypse the book of the End, que se corresponde a "La Babilonia Universal" Pravoslavnaia Zhizn’, 53, N 5 (640), Mayo, 2003, p. 16 (original en idioma ruso).

REFERENCIAS

(1) Nota de Traductor - Jorge Amartolo, también conocido como Jorge el Monje, o Hamartolos o también como Hamartulus; fue un importante cronista romano oriental durante el periodo de la Dinastia Macedonica. 

(2)  N. de T. - Frente a las objeciones que se puedan levantar, de que los judios estaban condenados por las preescripciones cristianas a dedicarse a la labor de prestamistas. Le recomendamos al lector la lectura de Los judíos y la vida económica del sociologo Werner Sombart


viernes, 10 de febrero de 2023

LA GUERRA Y EL EVANGELIO

                                                Anton Kersnovsky

El analista militar emigrado blanco Anton Kersnovsky (1907-1944) deploró la concepción leninista-clausewitziana de la guerra total que causaría una muerte y una destrucción antes impensables en la Europa del siglo XX. Sin embargo, al igual que Ivan Ilyin, Kersnovsky tampoco podía soportar el pacifismo y la "no resistencia", que consideraba una trayectoria igualmente peligrosa hacia la aniquilación de la cultura. Aquí están sus pensamientos sobre la guerra dentro del contexto del Evangelio.



El sexto mandamiento sostiene: «No mataras»

El movimiento tolstoyano, pacifistas “a cualquier precio”, y ciertas sectas, los dukovoros, menonitas, y molokanos, por ejemplo, fundamentan su enseñanza de la no-resistencia a la cual en este mandamiento y en una falsa interpretación del Evangelio.

A través de su propaganda desmoralizadora, los seguidores de todas esas doctrinas infligieron un daño enorme sobre el estado, y en su rechazo a someterse al servicio militar, estos generaron una gran tentación.

Los representantes oficiales de nuestra ciencia teológica aprendieron el total peligro de este tipo de enseñanzas -  en parte sofismas, y por otra, aun ni siquiera llegando a ganar ese título – que aun actúan fuertemente a pasar de su bajo valor espiritual.

En los catecismos tanto los más abrevados como los más extensos – es particularmente en la obra abreviada del metropolita Filaret sobre la cual se criaron generaciones enteras – dos calificaciones por ende se hacen en torno a la interpretación del sexto mandamiento a saber; de que está permitido ejecutar a un criminar y asesinar a un enemigo en tiempo de guerra.

Estas reservas son dadas, sin embargo, en la forma de un axioma, y sin referencia alguna en las Sagradas Escrituras (particularmente, en la catequesis de san Filaret, la más extendida), y esto otorga a los “No resistentes” ocasión para aseverar de que estas se colocan en el texto solo para asegurar la supervivencia de los “poderes facticos”.

Esta dicho; “No mataras” y eso significa no matar. Cualquier tipo de calificaciones “convencionales” es impotente para suavizar la naturaleza categórica de dicha proscripción.

Dicha interpretación oficial guiada excesivamente por consideraciones “terrenales” (La seguridad de la sociedad, la necesidad del Estado, etc) contiene una vulnerabilidad. Y mientras se mantengan todas las autoridades eclesiales sobre el terreno meramente espiritual en su lucha contra de todas estas falsas interpretaciones basadas en sectas, estas por si mismas caerán.

Para esto solo se les propone a los que hacen una interpretación del sexto mandamiento “más allá del espacio y del tiempo” un examen de las Leyes del Sinaí a la luz de los eventos históricos del Antiguo Testamento.

Esta Ley fue dada por El Señor a su pueblo elegido, el pueblo judío, y es muy difícil que se le haya dado a toda la humanidad.

Los primeros cuatro mandamientos definen la relación de un judío para con el Dios de sus padres, y los últimos seis, la relación de un judío con otro judío. El sexto mandamiento prohíbe a un judío matar a otro judío, como el noveno prohíbe a un judío el robarle a un pariente, y el noveno prohíbe que un judío dé falso testimonio contra uno de los suyos. En estas condiciones, el sexto mandamiento asume su significado genuino.

Cuando en ese tiempo el pueblo elegido estaba marchando en contra de la tierra de Canaán. Se mostraba así mismo en todos los aspectos como si fuese un ejército; los diez mandamientos fueron también las primeras regulaciones disciplinarias de la historia. Fortalecidos a través de estos mandamientos, los hijos de Israel conquistaron la Tierra Prometida y obtuvieron un firme control sobre esta, habiendo despiadadamente exterminado a las otras tribus, a quienes el sexto mandamiento no se aplicaba.

El juez Gedeón derrotó a los madianitas. Sansón razonó con los filisteos no a través de palabras, sino a través de un argumento completamente diferente. El salmista derrotó a Goliat, los hermanos Macabeos se rebelaron contra sus opresores sirios... Si el sexto mandamiento se aplicara a las tribus extranjeras, entonces todos estos hombres justos, habiéndolo transgredido, obviamente se habrían convertido en pecadores. Sin embargo, permanecieron justos, y la gracia de Dios descansó sobre todos ellos.

Cristo, enseñando el amor al prójimo y el perdón, hizo saber a sus discípulos que todavía se derramaría mucha sangre antes de la venida del Reino de Dios.

«Y oiréis de guerras y de rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es menester que todo esto acontezca; más aún no es el fin» (Mateo 24:6, Marcos 13:7, Lucas 21:9)

Encontramos dos ejemplos relacionados con el problema del servicio militar en el Evangelio. Cuando los soldados se le acercaron a Juan el Bautista y le preguntaron qué se les pedía que hicieran, él les ordenó: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario. (Lucas 3:14). Muy difícilmente Cristo llamaría a los soldados a “convertir sus espadas en arado” y a abandonar el servicio militar como actividad desagradable a Dios. Y a la pregunta de los fariseos sobre si se deben pagar impuestos, respondió: “Dad, pues, a César lo que es de César; y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21, Lucas 20:25). ¿Y no es el cumplimiento del servicio militar, - la más pesada de todas las cargas -  el dar lo que es del César al César, lo que es del Zar al Zar?

El error de los no-resistentes al mal es que pretenden dar un carácter social a las enseñanzas personales de Cristo.

Cristo enseñó: “Si alguno te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. Si alguien te quita la capa, deja que se lleve también la túnica” (Mateo  5:39-40, Lucas 6:29) Así definió la relación del hombre con el hombre. El Hijo del Hombre soportó los abusos de los escribas y de la turba brutal. Sólo con desear, sólo con pensar, y el fuego del cielo habría convertido en cenizas tanto a los jueces como a los verdugos. Esto no lo hizo, habiendo mostrado al mundo una hazaña insondable de mansedumbre y misericordia.

Pero Cristo llevó Su escarlata y la corona de espinas en relación con Él personalmente. Y sabemos que habiendo visto a los cambistas profanar lo sagrado, la Casa de Su Padre, formó un látigo de cuerdas y los echó.

La expulsión de los mercaderes del Templo deja suficientemente en claro toda la herejía de los tolstoyanos y otros referida supuestamente predica de Cristo a la no violencia y la no resistencia al mal. No debemos oponernos a las malicias de nuestro prójimo cuando nos concierne personalmente. Sin embargo, si este prójimo infringe valores superiores, es nuestro deber resistirnos a este.

Al final de la Última Cena, Cristo advierte a sus discípulos:

«Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada. Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una. Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento»

Una de estas espadas fue desenvainada esa misma noche por Pedro. Cristo le ordenó volver a poner la espada en su vaina, “porque todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26:52).

La “contradicción” percibida por ciertos sofistas en la yuxtaposición entre estos dos textos desaparece si tenemos en cuenta que Pedro desenvainó su espada no en defensa de la Enseñanza, sino en defensa del Maestro. Cristo no deseo tomar esta víctima. Malco no atacó a Pedro, sino que Pedro golpeó primero a Malco con su espada.

Es muy difícil que Cristo dijese que el que toma la espada perecerá de lepra, de un terremoto o de fuego del cielo. No, los que viven por la espada morirán precisamente por la espada. Pero para que mueran a espada, deben abatirse; hay que recurrir a la guerra justa. Se torna por ende este texto, en el que los no resistentes se esfuerzan por utilizarlo como uno de los principales argumentos de su teoría, bajo un examen atento, en contra de la herejía.

San Sergio de Radonezh bendijo al Príncipe Dmitry Donskoy en su batalla con Mamai. Y dos siglos y medio después, siguiendo el ejemplo de Oslyabya y Peresvet, los monjes Sergiev se ciñeron las sotanas con espadas, y el patriarca Hermogenes llamó a toda la tierra rusa a rebelarse en contra del opresor polaco.

Guiados por el ejemplo de Cristo y los actos de los Padres de la Iglesia, debemos rechazar la falsa enseñanza de la no resistencia no violenta como algo horrible, anti-Eclesial y, en última instancia, inhumano.

Articulo traducido del inglés de la web The Soul of the East

jueves, 19 de enero de 2023

  ALEXANDER DUGIN Y EL SIGNIFICADO DE LA HISTORIA RUSA

                                                Vladimir Moss



El “Rasputín de Putin”: ese es el nombre que le dio un comentarista a Alexander Dugin, el ideólogo más influyente de la Rusia contemporánea. Y así como fue difícil determinar exactamente quién fue Rasputín en su vida, también ha sido difícil precisar y clasificar a Dugin. Profesor de sociología y geopolítica en la Universidad Estatal de Moscú, ha influido y en un momento se ha aliado con casi todos los principales políticos de Rusia. Se le ha relacionado con la extrema derecha y con la extrema izquierda, con el fascismo y con el comunismo, con la ortodoxia y con el paganismo; más constantemente - con el eurasianismo. Una cosa de la que nunca se le podría acusar es de liberal, y en un país donde el “extremismo” es un crimen, uno puede estar seguro de una cosa: que Dugin es un extremista (aunque se llama a sí mismo “un centrista radical”)…

Sin embargo, él no es un extremista estúpido, y solo por momentos uno vulgar. Cuando recientemente apareció en las pantallas de televisión en el este de Ucrania, incitando a los separatistas y diciendo: “¡Putin es TODO!”, uno podría pasarlo por alto al pensar de que aquí estamos tratando con un loco a quién se le puede descartar como de menor importancia. Pero eso sería un error; y, a juzgar por la cantidad de artículos académicos que han aparecido en los últimos años tratando de resumir su muy amplia y compleja visión del mundo, los comentaristas de todo el mundo se han dado cuenta de que para entender a Putin hay que entender a su Rasputín., Alexander Duguin.

      Una aproximación al enigma de Dugin es a través de una discusión de su poco conocida “eclesiología escatológica”, y en particular su comprensión del papel de la Iglesia Ortodoxa y de Rusia en los últimos tiempos. En 1999, Dugin se convirtió en viejo creyente; no está claro si realmente se unió al cisma o solo a la sección yedinoverie (viejo creyente) del patriarcado oficial de Moscú. Lo que está claro es que la comprensión Viejo Creyente de la historia rusa y mundial le ha influido profundamente en su pensamiento. De hecho, el presente escritor iría tan lejos como para decir que es más fructífero y preciso ver su pensamiento como un producto de una especie de Viejo Ritualismo modernizado que como una especie de política de derecha o de izquierda. De ello se deduce que, para contrarrestar su indudable influencia maligna en el pensamiento ruso contemporáneo, es necesario dilucidar su escatologismo y someterlo a crítica sobre la base de la enseñanza de la Iglesia Ortodoxa.

Eclesiología escatológica de Dugin

      La “eclesiología escatológica” de Dugin se expone en su libro Absoliutnaia Rodina (La patria absoluta). Divide la historia de la Iglesia en tres fases: la fase preconstantiniana (hasta el Edicto de Milán en 312), la fase bizantina (hasta la caída de Constantinopla en 1453), que según Dugin es el "reinado de Cristo de mil años", mencionado en el capítulo 20 del Apocalipsis, y la fase moderna posbizantina. En esencia, la tercera, fase contemporánea a la historia de la Iglesia, que viene después del "reino de mil años de Cristo", es el reinado del Anticristo...

En la segunda fase bizantina de la historia de la Iglesia, según Dugin, hubo una relación casi ideal entre la Iglesia y el Estado que hizo posible el máximo número de conversos a la fe y la preservación de una vida verdaderamente cristiana tanto en esferas públicas como privadas. Cierto, la Iglesia Occidental de la Antigua Roma cayó en 1054, convirtiéndose a partir de entonces en la cuna de la civilización anticristiana de Occidente. Pero en Oriente se preservó la verdadera piedad, y los emperadores bizantinos, actuando como los “restrictores” de la profecía de San Pablo (II Tesalonicenses 2.7), retuvieron la aparición del Anticristo.

Sin embargo, en 1453 el Imperio Bizantino cayó, después de lo cual, según la profecía, no hubo “restrictor” y debería haber aparecido el Anticristo. Pero luego, según la gran misericordia de Dios, una especie de “veranillo” de un estado verdaderamente ortodoxo, la “Tercera Roma” de Moscú, prolongando el “reinado de Cristo de mil años” hasta el período moderno. Pero solo por un corto tiempo, hasta 1656, al introducir el Patriarca Nicon el Nuevo Rito, o en el concilio de 1666-67, que colocó a el Antiguo Rito bajo anatema, o en el reinado de Pedro el Grande, quien removería al patriarcado dando rienda suelta a las influencias anticristianas occidentales en Rusia.

Al ser un viejo creyente, Dugin puede ver muy pocas cosas buenas en el período de San Petersburgo de la historia rusa. Para él, este es el período de la “Iglesia de Laodicea”, que no es ni fría ni caliente, sino tibia. Es cierto que hay destellos de piedad "filadelfiana" aquí, especialmente entre los viejos creyentes. E incluso en la Iglesia Ortodoxa Rusa oficial hay “una comprensión de la necesidad de dar una respuesta eclesiológica teológica adicional al poder cada vez mayor del Anticristo, y a su penetración profunda en la realidad social y natural” (p. 517). Sin embargo, Dugin no reconoce en absoluto el sorprendente hecho de que se registran muchos más santos en el periodo de San Petersburgo que en el período de Moscú, que el imperio de San Petersburgo, a pesar de todas sus tendencias occidentalizadoras, llevó la luz de la ortodoxia a muchos pueblos nuevos y protegió a la totalidad de la vasta comunidad ortodoxa, y que la gran gloria del siglo XX, el coro de los santos nuevos mártires y confesores del yugo soviético, fue en gran parte fruto del Imperio y la Iglesia de San Petersburgo.

La actitud de Dugin hacia la era soviética es ambigua. Por un lado, no niega los horrores de las persecuciones y el intento de destruir los últimos vestigios de la fe y la piedad ortodoxa. Por otro lado, en marcado contraste con la escatología de la Iglesia Ortodoxa Verdadera, él no ve la revolución de 1917 como el comienzo de los últimos días dada la remoción de “aquel que retiene” y la aparición del “Anticristo colectivo”. (a pesar de que ese término es en origen Viejo Creyente). La revolución le parece menos tragedia que la fecha que contiene los fatídicos números “666”, el comienzo del cisma del Viejo Creyente de 1666. De hecho, ve elementos positivos en el período posterior a 1917, especialmente porque en 1971 el Patriarcado de Moscú (seguido por la Iglesia Rusa en el Extranjero en 1974) eliminó los anatemas sobre el Antiguo Rito.

En general, Dugin trata de suavizar las grandes diferencias entre la realidad ortodoxa zarista y la soviética. Por lo tanto, discierne características positivas similares en los eslavófilos prerrevolucionarios y sus seguidores, por un lado, y en los revolucionarios social-revolucionarios, euroasiáticos y bolcheviques nacionales, por el otro. El hecho de que los eslavófilos fueran súbditos fieles del zar ortodoxo, mientras que los euroasiáticos y los bolcheviques nacionales lo fueran de los bolcheviques antiortodoxos no parece ser una distinción importante a los ojos de Dugin, quien, a pesar de su reconocimiento del rol vital del “restrictor” en la historia cristiana, no ha mostrado celo por el monarquismo contemporáneo, sino que ha pertenecido en diferentes momentos al Partido Comunista, a los nacionalbolcheviques y a los euroasiáticos (especialmente a estos últimos, su lealtad más constante)… En cuanto al régimen soviético en sí mismo, Dugin admite que “derrocó a la monarquía y puso a la Iglesia prácticamente al margen de la ley. Pero aquí nuevamente apareció esa idea providencial que es compleja y a menudo inaccesible al humilde razonamiento humano: que los bolcheviques a el nivel secular y con el uso de consignas profundamente ajenas al pueblo establecen de forma extrema un orden marcadamente antioccidental, y la contradicción entre el Imperio Romano de Oriente y Occidente estalló con renovada fuerza en el enfrentamiento entre el socialismo y capitalismo. Por un lado, los bolcheviques eran incluso peores que los Romanov, ya que el ateísmo, el mecanicismo, el materialismo y el darwinismo están mucho más lejos de la verdad que de una si bien mutilada, ortodoxia. Por otro lado, incluso a través de los bolcheviques funcionó un poder extraño que asombrosamente recordaba en algunos aspectos al reinado de Iván el Terrible, la oprichnina y el retorno a elementos popular-religiosos arcaicos” (p. 517).

Está claro que Dugin tiene una actitud positiva hacia este “poder extraño”. Incluso parece ver en él el tema unificador de la historia rusa. Aquí llegamos al meollo de la comprensión de Dugin de la historia rusa: que la verdadera ruptura en esa historia se produjo, no en 1917, sino dos siglos y medio antes, y que el "Imperio Romano de Oriente" no solo no llegó a terminó en 1917, sino que de alguna manera misteriosa continuó existiendo bajo el poder soviético y continuó sirviendo a Dios y a la Iglesia Verdadera al oponerse al verdadero Anticristo: el poder estadounidense.

Con respecto a la Iglesia, mientras que los patriarcas soviéticos comenzando con Sergio (Stragorodsky) son levemente golpeados en los nudillos por Dugin por colocar a la Iglesia ortodoxa en sujeción al poder soviético, este acto es considerado no tanto peor que el “completo conformismo espiritual” de los jerarcas de la Iglesia que condenaron el Antiguo Rito en 1666-67 (p. 518). Habiendo absuelto a la Iglesia Ortodoxa Rusa oficial (sergianista) de todo pecado mortal, Dugin considera que la Verdadera Iglesia de Filadelfia del futuro debería combinar la Iglesia oficial, a los Viejos Creyentes y a la Iglesia Rusa en el Extranjero (esto fue antes de la rendición de la Iglesia en el Extranjero a Moscú en 2007): “Por sí solas, las tres corrientes principales de la ortodoxia rusa contemporánea… son insuficientes, pero llevan dentro de sí aspectos separados de la verdad eclesiológica. Los Viejos Creyentes tienen una evaluación correcta del cisma. La ROC (N. de T. – siglas en inglés de Iglesia Ortodoxa Rusa) tiene el hecho de la presencia del patriarcado ruso, la plenitud jerárquica y la solidaridad nacional con los destinos del Estado ruso a toda costa. Los 'extranjeros' poseen el énfasis sobre el papel de la monarquía como 'aquello que restringe'". (pág. 519).

Y así, más de 560 años después del final del supuesto “reino de mil años de Cristo”, Dugin cree que todos estos elementos sobrevivientes del pasado apóstata soviético han “permanecido fieles a pesar de todo a la Iglesia Verdadera y al Reino Verdadero, el Último Reino de la Santa Rus invicta e indestructible” (p. 521), todo bajo el liderazgo del agente de la KGB que es “todo”, ¡Vladimir Vladimirovich Putin!

Es obvio que la "eclesiología escatológica" de Dugin está plagada de inconsistencias. Sin embargo, podemos ver en él una idea general que ha sido adoptada por Putin y que parece haberse convertido en una especie de "ortodoxia" entre los comentaristas y analistas políticos rusos: que el estado actual de la Federación Rusa está legitimado y fortalecido por su unión dentro de sí de todo lo mejor de la historia de Rusia de antes y después de la revolución.

Putin, siguiendo la concepción general de Dugin en una forma secularizada, se ve a sí mismo como el heredero tanto de los zares rusos como de los comisarios soviéticos, tanto de los comunistas como de los demócratas; él es todo para todos los hombres: un ortodoxo con los ortodoxos, un nacionalista con los nacionalistas, un estalinista con los estalinistas y un demócrata con los demócratas.

    Sin embargo, hay que hacer una matización importante a esta afirmación. Ni Putin ni Dugin son demócratas liberales. Putin llama a su tipo de democracia “democracia soberana”, en otras palabras, democracia controlada y limitada por un soberano, es decir, él mismo; mientras que Dugin cree en una especie de democracia elemental y “orgánica” que puede tener algunas raíces en la “democracia teocrática” de las comunidades sin sacerdotes del Viejo Ritualismo, pero que es bastante compatible con una forma de gobierno totalitaria. Porque, como escribe Laruelle, “este tipo de democracia se expresaría tanto en la unanimidad política como en el retorno a una 'jerarquía natural' de castas sociales, y en una corporación (profesional, regional o confesional) que no dejaría espacio para el individuo fuera de la colectividad”. Lo que ninguno de los dos puede tolerar es la forma liberal de democracia basada en los derechos humanos que domina en Europa Occidental y Estados Unidos. Putin ha hablado de boquilla sobre la democracia liberal y los derechos humanos en el pasado, cuando intentaba unirse a clubes liberales como el G8 y la Organización Mundial del Comercio. Sin embargo, siempre ha sostenido que de la caída de la Unión Soviética a la democracia liberal en 1991 ha habido “una tragedia geopolítica” de primer orden. Que ahora ha entrado en curso de colisión con Occidente en Crimea y Ucrania, su desprecio por el liberalismo occidental es evidente...

En Absoliutnaia Rodina, Dugin expresa un odio hacia Estados Unidos tan intenso como para demostrar que, si bien él, con la mayoría de sus compatriotas, puede haber abandonado la ideología de la era soviética, de ninguna manera ha sido exorcizado de su espíritu dominante, su odio al enemigo colectivo: “Un país ominoso y alarmante al otro lado del océano. Sin historia, sin tradición, sin raíces. Una realidad artificial, agresiva, impuesta, completamente desprovista de espíritu, concentrada sólo en el mundo material y la eficacia técnica, fría, indiferente, un anuncio que brilla con luces de neón y un lujo sin sentido; oscurecido por la pobreza patológica, la degradación genética y la ruptura de todas y cada una de las personas y cosas, de la naturaleza y de la cultura. Es el resultado de un puro experimento de los utopistas racionalistas europeos.


Tapa del libro "Absoliutnaia Rodina" (La patria absoluta)


“Hoy está estableciendo su dominio planetario, el triunfo de su forma de vida, su modelo civilizatorio sobre todos los pueblos de la tierra. Y sobre nosotros. En sí mismo y sólo en sí mismo ve ‘progreso’ y ‘normas civilizatorias’, negando a todos los demás el derecho a su propio camino, su propia cultura, su propio sistema de valores.

 

      “Cuán exactamente maravilloso todo esto nos recuerda a la profecía acerca de la venida al mundo del Anticristo… El rey del muerto ‘país verde’, que surgió del abismo del antiguo crimen…

      “Terminar América es nuestro deber religioso…” (pp. 657-658)

      No en vano Dugin procedía de la familia de un Coronel General del Ejército Soviético, estudiaba en un Instituto de Aviación militar (hasta su expulsión por sus inclinaciones ocultistas) y escribió el manifiesto del líder del Partido Comunista Ruso, Gennady Ziuganov. . Su odio por América lo bebe de la leche de su madre; es el espíritu soviético “puro” que, si bien reconoce la derrota de la Rusia soviética en la Guerra Fría, arde con el deseo de vengar esa derrota, si es necesario en la más caliente de las guerras calientes, el Armagedón nuclear (como Dmitri Kiselev recientemente lo dejó bien claro en la televisión rusa). La única diferencia significativa entre este espíritu y el espíritu de la era soviética es que en esta mutación del virus el “termino” (en otro lugar dice abiertamente “destrucción”) de América no es nuestro “patriótico”, sino nuestro “deber religioso”. Porque la principal diferencia entre la Rusia soviética y postsoviética es que la religión ahora se ha integrado en la ideología antiestadounidense dominante. Tal unión antinatural entre el ateísmo militante y la religión fue prefigurada por la alianza de Stalin con la Iglesia ortodoxa oficial en 1943; pero es solo desde 1991, y especialmente desde el ascenso a la prominencia de Putin (y Dugin) a principios de siglo, que la religión y la política realmente han crecido juntas en la conciencia soviética rusa.

      Pero, ¿qué religión exactamente? Como hemos visto, Dugin probablemente pertenece a la Iglesia Ortodoxa oficial, pero en su espiritualidad es Viejo Creyente (con abundantes mezclas de tonterías esotéricas ocultistas). Este Viejo Ritualismo le da a su pensamiento un matiz escatológico, del fin del mundo. Debido a que, a fines del siglo XVII, los viejos creyentes huyeron a los bosques y se inmolaron precisamente para escapar del “Anticristo”: el Estado ruso.

Como el p. George Florovsky escribe, “la nota clave y el secreto del Cisma de Rusia no fue el 'ritual' sino el Anticristo, y por lo tanto puede denominarse una utopía socio-apocalíptica. Todo el significado y el pathos de la primera oposición cismática radica en su intuición apocalíptica subyacente (“el tiempo se acerca”), más que en cualquier apego ‘ciego’ a ritos específicos o a pequeños detalles de costumbres. Toda la primera generación de raskolouchitelei [‘maestros del cisma’] vivió en esta atmósfera de visiones, señales y premoniciones, de milagros, profecías e ilusiones. Estos hombres estaban llenos de éxtasis o poseídos, en vez de ser pedantes… Basta leer las palabras de Avvakum, sin aliento por la emoción: ‘¿Qué Cristo es este? Él no está cerca; sólo huestes de demonios’. No solo Avvakum sintió que la Iglesia ‘Nikon’ se había convertido en una cueva de ladrones. Tal estado de ánimo se volvió universal en el Cisma: ‘el incensario es inútil; la ofrenda abominable’.

      El Cisma, un estallido de hostilidad y oposición sociopolítica, fue un movimiento social, pero derivado de la autoconciencia religiosa. Es precisamente esta percepción apocalíptica de lo sucedido lo que explica el distanciamiento decisivo o rápido entre los cismáticos. ‘Fanatismo en pánico’ es la definición de Kliuchevskii, pero también era pánico ante ‘la última apostasía’…

      El Cisma soñaba con una Ciudad actual, terrenal: una utopía teocrática y milenarista. Se esperaba que el sueño ya se hubiera cumplido y que el ‘Reino de Dios’ se hubiera realizado en el Estado moscovita. Puede haber cuatro patriarcas en Oriente, pero el único zar ortodoxo está en Moscú. Pero ahora incluso esta expectativa había sido engañada y hecha añicos. La ‘apostasía’ de Nikon no inquietó a los viejos creyentes tanto como la apostasía del zar, que en su opinión impartió una final desesperanza apocalíptica a todo el conflicto.

      ‘En este momento no hay zar. Un zar ortodoxo se había quedado en la tierra y, aunque él no lo sabía, los herejes occidentales, como nubes oscuras, extinguieron este sol cristiano. Amados, ¿no prueba esto claramente que el engaño del Anticristo está mostrando su máscara?’

La historia había llegado a su fin. Más precisamente, la historia sagrada había llegado a su fin; había dejado de ser sagrado y se había vuelto sin Gracia. En adelante el mundo parecería vacío, abandonado, abandonado por Dios, y así seguiría. Uno se vería obligado a retirarse de la historia al desierto. El mal había triunfado en la historia. La verdad se había retirado a los cielos brillantes, mientras que el Reino Santo se había convertido en el reino del Anticristo…”

      Sin embargo, a pesar de este apocalipticismo, algunos de los viejos creyentes llegaron a aceptar el Estado ruso como el imperio ortodoxo legítimo. Así, un investigador del Antiguo Rito en la década de 1860, V.I. Kel'siev, afirmó que “la gente sigue creyendo hoy que Moscú es la Tercera Roma y que no habrá una cuarta. Rusia es, pues, el nuevo Israel, un pueblo elegido, una tierra profética, en la que se cumplirán todas las profecías del Antiguo y del Nuevo Testamento, y en la que aparecerá incluso el Anticristo, como apareció Cristo en la anterior Tierra Santa. El representante de la ortodoxia, el zar ruso, es el emperador más legítimo de la tierra, pues ocupa el trono de Constantinopla…”

      Dugin ha adoptado esta versión del Antiguo Ritualismo apocalíptico que ha llegado a un acuerdo con el Zar. Solo que el Zar ahora es Putin, y es la Federación Rusa moderna el último reino verdadero en la tierra. Estados Unidos es el Anticristo, y será destruido, si no por las armas nucleares rusas, al menos por la Segunda Venida de Cristo...

      Si esto parece suicida, entonces debemos recordar que el suicidio en masa era parte de la cultura del Antiguo Ritualismo temprano, como se dramatiza en la ópera Jovánschina de Músorgski … Además, hace algunos años, en Munich, Putin hizo algo que no hizo ninguno de los primeros ni de los más cautelosos líderes soviéticos; reivindicó el derecho de primer golpe en una guerra nuclear… No en vano el presidente ucraniano dijo recientemente que las acciones de Putin podrían conducir al estallido de la Tercera Guerra Mundial; Dugin ha dicho algo similar.


El anticristo americano

      Dugin presta mucha atención a “la idea americana”, y la analiza en dos componentes: el liberalismo, cuya esencia es el individualismo, y el mesianismo o escatologismo protestante, que es una especie de imagen especular de su escatologismo ruso. El análisis de Dugin del liberalismo estadounidense es interesante. Él lo ve como el enemigo final, algo mucho más que la simple economía del laissez-faire y la democracia política, una ideología que ha sido sutil, hábil y persistentemente insinuada en todos los países. Su esencia es la promoción del individuo por encima del colectivo en todas sus formas; Los “derechos humanos” son siempre los derechos del individuo frente al colectivo.

      En una reciente conferencia dada en Suecia, Dugin mostró cómo incluso algunos desarrollos sorprendentes recientes en la ideología liberal, como los derechos de los homosexuales, pueden explicarse en términos de esta enemistad liberal hacia el colectivismo y los colectivos. Ya que el individualismo llevado a su extremo no sólo niega la relevancia de cualquier hecho que haga de un individuo un individuo como cualquier otro individuo, sino también miembro de un grupo que lo diferencia de otros individuos. Entonces, la religión es irrelevante para los derechos humanos porque diferencia a las personas; también lo es la nacionalidad; también lo es el sexo… Estas identidades colectivas o grupales no sólo son irrelevantes sino que deben ser destruidas: la religión es reemplazada por el ecumenismo, la nacionalidad por el internacionalismo, el sexo por el unisex… “El hombre es la medida de todas las cosas”, como dijo una vez Protágoras, y “el hombre” aquí, según la ideología liberal, se entiende a el hombre como individuo despojado de toda característica diferenciadora…

      Dugin ve el fascismo y el comunismo como intentos fallidos de contrarrestar el liberalismo al exaltar las nociones colectivistas de la clase trabajadora y la raza aria, respectivamente. El fascismo fue destruido en 1945 y el comunismo en 1991. Dugin afirma no querer volver a ninguna de estas alternativas fallidas. Habla en cambio de una “cuarta vía” o “cuarta teoría”, que está en proceso de desarrollar. Sin embargo, se puede perdonársele a los comentaristas el que piensen que se engaña a sí mismo o a los demás o a ambos en esta afirmación; porque no es solo que su “cuarta vía” hasta ahora desarrollada no contenga alternativas claras y consistentes al individualismo estadounidense o al colectivismo nazi o soviético: él mismo ha hablado sobre crear un “fascismo verdaderamente fascista”…

      También contenida en la idea americana, según Dugin, está la idea mesiánica de “América, la tierra prometida”, “América, el Nuevo Israel” (las diez tribus perdidas en lugar de los judíos de Judá), “América la Nueva Jerusalén” (George Washington), la “república pura y virtuosa” cuyo “destino manifiesto” es “gobernar el mundo y llevar a la gente a la perfección” (John Adams).

      Las ideas mesiánicas estadounidense y rusa son diametralmente opuestas, estando “arraigadas en la oposición entre el catolicismo (+protestantismo) y la ortodoxia, el Imperio Romano Occidental y Bizancio. Las formas occidental y oriental del cristianismo constituyen dos opciones, dos caminos, dos ideales mesiánicos incompatibles, mutuamente excluyentes. La ortodoxia se orienta en la transfiguración espiritual del mundo dentro de los rayos de la luz increada del Tabor, y el catolicismo en la reestructuración material de la tierra bajo la dirección administrativa del Vaticano. Los ortodoxos valoran sobre todo la contemplación, los católicos – la acción. La enseñanza política ortodoxa insiste en ‘la sinfonía de los poderes’, que separa estrictamente los principios seculares (el basileo, el zar) y los principios espirituales (el patriarca, el clero). Pero el catolicismo se esfuerza por difundir el poder del Papa en la vida secular, provocando un movimiento inverso y usurpador por parte de los monarcas seculares, que están ansiosos por someter el Vaticano a sí mismos. Los ortodoxos consideran a los católicos como ‘apóstatas’ que se han entregado a la ‘apostasía’; los católicos ven a los ortodoxos como ‘una secta espiritualista bárbara’.

      Los rasgos más antiortodoxos –hasta el punto de rechazar el servicio [¿obras?] y muchos dogmas– han sido desarrollados hasta su límite por los protestantes…

      La historia no es lineal, a menudo hace desvíos, se va al costado, fuerza los detalles, acentúa las paradojas y las anomalías. Sin embargo, una línea axial es evidente. Sin duda existe un cierto ‘Destino Manifiesto’ en sentido amplio. – Occidente lo atribuye al modelo americano, al estilo de vida americano, a una superpotencia, mientras que Oriente (en todo caso el Oriente cristiano) se encarna a lo largo de los siglos en Rusia [la sucesora de Bizancio]. La fe socialista en la edad de oro de los soviéticos rusos es como una antítesis absolutamente simétrica del escatologismo de mercado. 'El fin del mundo' según el escenario liberal y su opuesto: 'el fin del mundo' según el escenario ortodoxo ruso, socialista, euroasiático, oriental. Para ellos este es una completa esclavización y racionalización, para nosotros es una transfiguración y liberación completa.

La lógica de la historia en los más variados niveles ilumina constante e insistentemente el dualismo básico: Estados Unidos y la URSS, Occidente y Oriente, América y Rusia…” (págs. 665, 666)

      Hay mucho en lo que el cristiano ortodoxo puede estar de acuerdo con Dugin en su análisis de la polaridad entre Oriente y Occidente, y especialmente entre el cristianismo oriental y occidental. Pero cuando en “Oriente” llega a incluir, no solo a Bizancio y la Santa Rusia, sino también al socialismo soviético, esa construcción utópica completamente occidental soñada por un judío alemán en la Sala de Lectura de la Biblioteca Británica, entonces comenzamos a sospechar que esta es la retórica de la Guerra Fría reelaborada para atraer a lectores ortodoxos semi-educados. Y, de hecho, se podría decir sobre todo el proyecto y la ideología de Putin-Dugin lo mismo: es esencialmente una resurrección de la Guerra Fría, su recalentamiento, reencendido y reformulación ideológica como resultado de circunstancias políticas cambiantes. Al quebrar con el marxismo-leninismo y todo el bagaje del materialismo dialéctico, en el que ya nadie cree más allá de Corea del Norte. Llegan a pensamientos pre-digeridos sobre la luz increada y la sinfonía de poderes, condimentados con la nostalgia por los ‘buenos viejos tiempos’ de las salchichas soviéticas y con una gran dosis de ‘fascismo verdaderamente fascista’ y de histeria colectiva del Viejo Ritualismo...

 

      La ironía, y la hipocresía, es que la Federación Rusa de hoy parece estar muy lejos de proporcionar algún tipo de alternativa ideológica creíble al americanismo. Todos los vicios de Occidente están allí en abundancia. En casi todos los índices sociales (corrupción, desigualdad, suicidio, embriaguez, consumo de drogas, mortalidad infantil, incluso ateísmo), Rusia está muy por debajo de Estados Unidos y al mismo nivel que los peores países del Tercer Mundo. La iglesia oficial contempla, no a la Luz Divina, sino sus propios saldos bancarios obscenamente inflados. En cuanto a una “sinfonía de poderes” con el Estado, es una broma de mal gusto: la iglesia dirigida por la KGB está completamente subordinada al Estado dirigido por la KGB...

Dispensacionalismo protestante

      Dugin completa su análisis de la idea estadounidense con un estudio esclarecedor del lugar del “dispensacionalismo” en la psique político-religiosa estadounidense. “Existe una enseñanza escatológica protestante especial llamada 'dispensacionalismo', de la palabra latina dispensatio, que podría traducirse como 'providencia' o 'plan'. Según esta teoría, Dios tiene un “plan” en relación con los cristianos anglosajones, otro en relación con los judíos y un tercero en relación con todos los demás países. Se considera que los anglosajones son “los descendientes de las diez tribus de Israel, que no regresaron a Judea del cautiverio en Babilonia”. Estas diez tribus “recordaron su origen y aceptaron a el protestantismo como su principal confesión”.

      “El ‘plan’ para los protestantes anglosajones, en opinión de los seguidores del dispensacionalismo, es el siguiente. – Antes del fin de los tiempos debe venir a época de inestabilidad (‘el gran dolor’ o tribulación). En este punto las fuerzas del mal, del 'imperio del mal' (cuando Reagan llamó a la URSS 'el imperio del mal', tenía en mente precisamente este sentido bíblico escatológico), caerán sobre los protestantes anglosajones (y también sobre los demás que han 'nacido de nuevo') y por un corto tiempo reinará la 'abominación desoladora'. El principal antihéroe del 'período de la tribulación' es el 'Rey Gog'. Ahora aquí hay un punto muy importante: esta persona es persistente y constantemente identificada en la escatología de los dispensacionalistas con Rusia.

      Esto fue claramente formulado por primera vez durante la guerra de Crimea, en 1855, por el evangelista John Cumming. En ese momento identificó al zar ruso Nicolás I con el bíblico 'Gog, príncipe de Magog', líder de la invasión de Israel predicha en la Biblia [Ezequiel 38-39]. Este tema volvió a explotar con particular fuerza en 1917, mientras que en la era de la ‘Guerra Fría’ se convirtió de facto en la posición oficial de la ‘mayoría moral’ de la América religiosa.

      Dios tiene otro ‘plan’, en la enseñanza de los dispensacionalistas, con respecto a Israel. Por ‘Israel’ entienden el restablecimiento literal de un estado judío antes del fin del mundo. A diferencia de los ortodoxos y todos los demás cristianos normales, los fundamentalistas protestantes están convencidos de que las profecías bíblicas relativas a la participación del pueblo de Israel en los acontecimientos de ‘los últimos tiempos’ deben entenderse literalmente, en un sentido estrictamente del Antiguo Testamento, y que se refieren a aquellos judíos que continúan confesando el judaísmo aún en nuestros días. Los judíos en los últimos tiempos deben volver a Israel, restablecer su estado (esta ‘profecía dispensacionalista’ se cumplió de manera extraña literalmente en 1947) y luego ser sometidos a la invasión de Gog, es decir, los ‘rusos’, ‘los euroasiáticos’.

      Entonces comienza la parte más extraña del 'dispensacionalismo'. En el momento de la ‘gran tribulación’ se supone que los cristianos anglosajones serán ‘llevados’ al cielo (el arrebatamiento) – 'como en una nave espacial o en un platillo' – y allí esperarán el final del guerra entre Gog (los rusos) e Israel. Entonces ellos (los anglosajones), junto con el 'Cristo' protestante, descenderán de nuevo a la tierra, donde serán recibidos por los israelitas que habían conquistado a Gog e inmediatamente se convertirían al protestantismo. Entonces comenzará el ‘reino de los mil años’ y Estados Unidos junto con Israel gobernarán sin límites en un paraíso estable de ‘la sociedad abierta’ y ‘un único mundo’”. (págs. 667-668)

      Dugin continúa explicando cómo el dispensacionalismo ha sido difundido y fortalecido por figuras como Cyrus Scofield (de la Biblia de referencia Scofield), Hal Lindsey y Jerry Falwell.

 

      Luego concluye su diatriba contra el Anticristo estadounidense de la siguiente manera: “Llegamos a una imagen terrible (para los rusos). Los poderes, grupos, cosmovisiones y conformaciones estatales que en su conjunto se denominan 'Occidente', y que tras su victoria en la 'Guerra Fría' son los únicos gobernantes del mundo, detrás de la fachada del 'liberalismo' confiesan una armónica doctrina teológica escatológica en la que los acontecimientos de la historia secular, el progreso tecnológico, las relaciones internacionales, los procesos sociales, etc. se interpretan bajo una perspectiva escatológica. Las raíces civilizatorias de este modelo occidental se remontan a la más profunda antigüedad y, en cierto sentido, aquí se ha conservado un definido arcaísmo hasta nuestros días en paralelo a la modernización tecnológica y social. Y estos poderes nos identifican persistente y consistentemente, los rusos, con ‘los espíritus del infierno’, con las ‘hordas demoníacas del rey Gog de la tierra de Magog’, con los portadores del ‘mal absoluto’. La referencia bíblica a los apocalípticos ‘príncipes de Ros, Mesech y Tubal’ se interpreta como una referencia inequívoca a Rusia: 'Ros' (= ‘Rusia’), 'Meshech' (= ‘Moscú’) y ‘Tubal’ (= el antiguo nombre de Escitia). En otras palabras, la rusofobia de Occidente y especialmente de los EE.UU. de ninguna manera procede de una preocupación farisaica por “las víctimas del totalitarismo” o los notorios “derechos del hombre”. Estamos hablando de una demonización doctrinal consistente y ‘justificada’ de la civilización de Europa del Este en todos sus aspectos: histórico, cultural, teológico, geopolítico, social, económico, etc.” (págs. 669-670)

      Dugin ha llevado a cabo una talentosa crítica feroz sobre el escatologismo protestante estadounidense. Sin embargo, si rechaza la interpretación protestante de la profecía, debería, como supuesto creyente ortodoxo, poder proporcionar una interpretación ortodoxa; pero él no lo hace. Además, no tiene en cuenta el hecho llamativo de que, cualesquiera que sean los defectos de la visión escatológica estadounidense, la profecía de Ezequiel sobre Gog y Magog parece señalar a Rusia como su contexto geográfico...

      Los más antiguos exegetas colocaron a Gog en la región al norte del Mar Negro, que ahora es el sur de Rusia y Ucrania. Algunos colocan a Gog en Armenia. Así Plumptre escribe: “El nombre Gog parece encontrarse en el nombre Gogarene, un distrito de Armenia, al oeste del Caspio (Estrabón, XI, 528)”. En todo caso, “Gog” parece ser el nombre de un hombre, el Anticristo, según el bienaventurado Jerónimo, mientras que “Magog” (el nombre aparece por primera vez en Génesis 10,2 como hijo de Jafet) es su pueblo o su ejército. Josefo, seguido por San Andrés de Cesarea, dice que Magog fue el antepasado de los escitas, quienes también habitaron originalmente el área del Mar Negro.

      Las tierras sobre las que Gog gobierna se llaman “Ros, Mesec y Tubal”. “Ros” en el griego del Antiguo Testamento griego, la Septuaginta, es el nombre antiguo de Rusia. La identificación con Rusia se ve reforzada por el hecho de que se dice que Gog y Magog provienen del “extremo norte” “durante los últimos tiempos” (Ezequiel 38.6, 39.2). “Meshech” puede referirse a Moscú, según algunos comentaristas, y “Tubal”, según el bienaventurado Teodoreto de Ciro, a Georgia.

      En su comentario sobre Ezequiel, M. Skaballanovich cita, contra la identificación con Rusia, la observación de un erudito alemán: “Los rusos no pueden ser incluidos entre los enemigos del Reino de Dios”. Pero esa observación se hizo antes de la Primera Guerra Mundial: un siglo después, tras la mayor persecución de los cristianos ortodoxos de la historia, la idea de que los rusos del régimen neosoviético de Putin o su sucesor pudieran ser incluidos entre los enemigos de Dios es mucho más plausible, y especialmente desde un punto de vista ortodoxo. Además, los aliados y oponentes de Gog en su invasión del Medio Oriente encajan bastante bien con el actual sistema de alianzas en la región. Por lo tanto, se puede discernir una correspondencia aproximada entre los aliados de Gog en la forma de los armenios (“Togarmah”), los persas chiítas y los libios, por un lado, y sus enemigos en la forma de Israel y los musulmanes sunitas de Turquía. y la península arábiga (“Sheba” y “Dedan”), por el otro. Estas dos coaliciones ya están librando una sangrienta guerra de poder en Siria, y es completamente factible que Putin, quien declaró en agosto de 2013 que “destruiría” a Arabia Saudita, intente llevar a cabo su amenaza con una invasión al Medio Oriente..

      Los nombres “Gog y Magog” también aparecen en el capítulo veinte del Apocalipsis de San Juan. Hay dos diferencias importantes entre las profecías del Antiguo y Nuevo Testamento. La primera es que mientras el Gog y el Magog de Ezequiel provienen del “extremo norte”, los de San Juan provienen de “las cuatro partes de la tierra”. La segunda es que mientras que a la destrucción de Gog y Magog de Ezequiel le siguen varios años más de vida terrestre, a la descripta en San Juan le sigue el Juicio Final. Así que el Gog y Magog de Ezequiel vienen antes en la historia terrestre que San Juan. Evidentemente, sin embargo, son espiritualmente afines; ambos representan poderes anticristianos, quizás los anticristos, el colectivo (soviético) y el personal (judío) respectivamente.


19 de abril /  2 de Mayo, 2014.

Nuevo hieromártir Víctor, Arzobispo de Vyatka

 

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