LOS 14000 SANTOS INOCENTES Y
EL REY HERODES
metropolita Vitaly
(Ustinov)
Entonces Herodes, como
se vio burlado por los magos, se enojó mucho y envió matar a todos los niños
que había en Belén y sus alrededores, de edad de dos años para abajo, conforme
al tiempo que había entendido de los magos. Entonces fue cumplido lo dicho por
el profeta Jeremías: "voz fue oída en Ramá, grandes lamentaciones, lloro y
gemido..."
(Mt. II, 16: 17).
Desde
tiempos inmemoriales los apologistas cristianos se han dado cuenta que los
hechos históricos mas estremecedores, tanto los de carácter público como los
personales, en nadie provocan dudas sobre su veracidad. Por el contrario, los
historiadores generalmente recalcan con cierto deleite que, por ejemplo, en la
China anterior al año 2000 a.C. ya se conocía una civilización de ciencias y
cultura muy elevadas , como también en Egipto 3000 años a.C. se conocían
ciertas fórmulas matemáticas secretas, o que en Roma, 250 años antes de Cristo
había calefacción central en las casas. Nadie acusa a los historiadores de
exagerar los hechos cuando nos describen las crueldades de los reyes antiguos,
de los señores y tiranos, quienes por regla general ofrecían en sacrificio a
sus falsos dioses, a miles de cautivos y a otros tantos enceguecían, y en
general consideraban a los seres humanos como objetos. Y es sorprendente como
estos hechos ocurridos hace 3000, 2000 o 250 años a.C., casi adivinados a
partir de inscripciones cuneiformes o jeroglíficos semilegibles son aceptados
con fe y con gran interés. Pero si el objeto de la discusión pasa a ser algún
hecho de la Sagrada Escritura, del Nuevo Testamento o de los primeros tiempos
de la Iglesia Apostólica, surgen miles de dudas, reservas y "peros".
Súbitamente aparece la crítica negativa, antes tímidamente escondida y ya con
perjuicios formados todo se somete a revisión o se opta por la negación.
Todos los
sucesos del Nuevo Testamento y los primeros pasos de la Iglesia fundada por
Jesucristo ocurrieron en una época en que el mundo pagano alcanzó su verdadero
apogeo cultural. Nunca pudo elevarse más después de aquel vuelo. Para ese
entonces Roma y Grecia ya habían dado a luz a sus sabios, sus filósofos, sus
poetas y sus escritores. En las grandes ciudades existían bibliotecas y
archivos en el sentido cabal que hoy le damos a estos términos. Parecería que
todo lo sucedido en ese periodo, todo lo que conocemos a través de los
documentos históricos y las grandes obras de la literatura, no puede ser puesto
en duda y debe ser aceptado como algo indiscutible. Pero he aquí que contra
toda lógica y sentido común histórico, los hechos evangélicos no son aceptados
por los racionalistas de todas las tendencias, y los hechos acaecidos durante
la vida de nuestro Señor Jesucristo y sus apóstoles no se aceptan como hechos
históricos, sino como algo que pudo suceder, algo legendario, que se rememora
gracias a algunos recuerdos queridos de la infancia pero que es algo poco serio
desde el punto de vista científico.
La ciencia
histórica trata de estudiar minuciosamente papiros semidestruidos llenos de
jeroglíficos poco legibles, tumbas antiquísimas, y pedazos de alfarería. Se
aferra a indicios mínimos para echar luz sobre hechos sumergidos en la
profundidad de los siglos. Trata de hilvanar hecho tras hecho, a menudo a
tientas y en base a conjeturas. Trata de estructurar la historia de pueblos
desaparecidos sin dejar ningún trazo legible. Pero nadie, ningún estudioso o
persona culta puede permitirse considerar la historia como algo poco serio o vinculado
a la leyenda, pero no les reconoce veracidad a los hechos del Nuevo Testamento
a pesar de que de su época han quedado numerosos y variados testimonios
escritos. Las dudas respecto a ellos solo se explican por un premeditado
antagonismo hacia Dios.
Esta
actitud premeditada hacia el Nuevo Testamento se le inculca al hombre
contemporáneo desde muy temprana edad. Se produce una dualidad en el alma del
niño: por un lado la educación religiosa que recibe en el hogar o las
ocasionales clases de religión que puede recibir, por otro lado la educación
que recibe en la escuela, que contradice sin piedad todo lo que el alma del
niño recibió como sagrado, creándole una venenosa sospecha.
Todo esto
nos hace reflexionar sobre la educación y en particular sobre la enseñanza
impartida en las escuelas.
De esta
manera, ya desde el banco escolar se forma en el hombre una actitud hacia el
cristianismo, como si este fuera un lindo cuento infantil. Por ejemplo:
"había una vez un rey malo, llamado Herodes que mato a muchos
niños...". Se habla como si fuera el cuento de la "bruja
comeniños" y no de un hecho histórico, como fue la matanza de 14000 niños,
en Belén y sus alrededores. "Permítame -interviene la critica negativa- no
se puede tomar en serio esta leyenda! Solo en el Evangelio se habla de esto y
aun habría que comprobarlo. Aparte tamaña crueldad es inverosimil!".
Hemos
mencionado precisamente este hecho del nuevo Testamento ya que en la época
navideña, la Santa Iglesia conmemora a esos primeros mártires que
derramaron
su sangre ¡nocente por Cristo y les reza para que Intercedan ante Dios por
nosotros. Pero resulta que aparecen los defensores de Herodes que niegan su
horrendo crimen llevándolo al ámbito de los mitos y las ficciones. Parecería
que la Iglesia de Cristo, la única verdad concreta sobre la tierra, no rezara a
los 14000 niños mártires sino a mitos y leyendas. Pero antes de defender a
Herodes y poner en duda la matanza de los niños en Belén valdría la pena
conocer la personalidad de este rey poco común, al cual la historia adjudicó el
nombre de "grande", y solo entonces decidir quien esta en lo cierto:
el Evangelio o los defensores de Herodes.
Herodes,
mitad árabe y mitad hebreo, se encontró en el centro de los acontecimientos que
sucedieron en la patria de Jesucristo en el momento de Su venida al mundo, fue
en el fondo de su alma un árabe salvaje e irrefrenable. Su padre Antipatro, fue
jefe del pueblo idumeo y tenía un gran ascendiente sobre quien fuera primero
rey y luego supremo sacerdote, Hircano II, hermano mayor del rey de judea,
Aristóbulo. Con sus artimañas consiguió enemistar a los dos hermanos que se
embarcaron en una guerra fratricida por el trono y luego les aconsejo buscar
apoyo en los romanos, los que aprovechando la cómoda ocasión se apoderaron de
una nueva nación, de manera que Judea per-dio su independencia en el año 63
antes de Cristo.
Pompeyo,
apoderándose de Judea, privó a Hircano de su dignidad real pero lo dejó como
sumo sacerdote, mientras su hermano Aristóbulo fue llevado prisionero con toda
su familia a Roma. El astuto Antipatro supo ganarse la confianza de Pompeyo y
se hizo nombrar tutor del débil Hircano. Cuando César llegó al poder, Antipatro
fue elevado a gobernador de todo el país.
El segundo
hijo de Antipatro -Herodes- fue nombrado por su padre gobernador de Galilea.
Muy astuto y ambicioso, devorado por la pasión del poder, concentró todas las
fuerzas de su carácter poco común, en alcanzar el poder de toda Judea. Aun en
vida de su padre había comenzado a £ar pasos en ese sentido, apartando de su
camino a todos aquellos que pudieran ser sus oponentes. Comenzó aniquilando a
todos los allegados al rey Aristóbulo. Llamado al Sanedrín para ser juzgado por
estos crímenes, Herodes se presentó allí no como un acusado sino como un poderoso
señor, vestido con un manto de púrpura. Con su comportamiento descarado y
presuntuoso dejó confundidos a los miembros del Sanedrín que no se animaron a
acusarlo. Por esta arbitraria eliminación de los patriotas judíos César lo
recompensó poniéndolo al mando de toda Saleucia, que incluía a Judea. En el año
40 antes de Cristo Herodes se dirige a Roma y allí consigue el título de rey de
Judea. Pero su reino debía ser reconquistado ya que Antígono -hijo del rey
Aristóbulo- se había apoderado de toda Judea con la ayuda de los partos. Tan
solo después de una tenaz guerra que duró tres años y culminó con la toma de
Jerusalem, con la ayuda de los romanos, Herodes ocupa el trono.
Su reinado
comienza con otro crimen: asesina a su rival y legítimo heredero al trono de
Judea, Antigono Hasmoneo y a todos sus allegados. También mata a todos los
miembros del Sanedrín apoderándose de todas sus riquezas. Para afirmarse en el
trono, se casa con la nieta de Hircano II, la princesa Mariam. De esta manera
se hizo realidad su ambición, de ser rey de Judea, sin importarle que la haya
logrado a costa de tantas muertes y el odio de sus súbditos. Ahora, el problema
era mantenerse en el poder. Por un lado estaba Roma, de cuya benevolencia y
buena disposición dependía enteramente;
por el otro
lado estaba la constante amenaza de algún complot contra su persona por parte
de los Judíos que lo odiaban.
Con su
formidable astucia Herodes consiguió agradar al poder romano por mucho tiempo.
Fueron sucediéndose Julio César, Casio, Marco Antonio y Octaviano Augusto y
muchos otros gobernadores del imperio romano pagaban con sus vidas o con el
destierro la lealtad o la amistad con el anterior emperador. En el caso de
Herodes estos cambios no se reflejaban, en todos los casos conseguía el
beneplácito y la amistad de los meros dictadores. En ocasión de la victoria de
Octaviano, en Accio, Herodes, que se jactaba de su amistad con Marco Antonio,
tuvo que presentarse ante el vencedor. Sus enemigos se regocijaban de antemano
y manifestaban casi abiertamente su alegría ya que suponían que era el fin del
reinado. Sin embargo, una vez más, Herodes pudo ganarse la confianza del
emperador, quien desde ese momento lo patrocinó públicamente. Ni Federico II ni
Talleyrand juntos con toda la destreza y la falta de principios que los
caracterizaban hubiesen sido capaces de salir tan brillantemente de la difícil
situación. Y fue alto el precio con el que pagaron su prematura alegría los
dignatarios hebreos: todos fueron muertos por su pérfido señor.
Sabiendo
como era odiado, Herodes continuamente se torturaba por el miedo de perder el
trono. Es por ello que ante la más mínima sospecha actuaba de raíz. Así, con
falsas promesas convenció a Hircano II que vivía en Parfia, de viajar a Jerusalem
y allí lo mandó matar.
Su
bienamada esposa Mariam, por pertenecer a la estirpe real de los Hasmoneos,
confería cierta legalidad a su poder pero también fue víctima de sus sospechas
y fue ejecutada por su orden. Anteriormente corrió la misma suerte su suegra.
Herodes tuvo diez esposas pero ninguna fue tan querida como Mariam a quien
lloró hasta la muerte.
El hermano
de Mariam fue nombrado por Herodes sumo sacerdote. Cuando ese espléndido joven
apareció en el templo con todo el esplendor sacerdotal para oficiar su primer
liturgia fue aclamado por el pueblo. Herodes no pudo tolerar semejante
manifestación hacia un Hasmoneo y poco después organizó una gran fiesta en su
palacio de las afueras de la ciudad en honor al flamante sumo sacerdote. Luego
de un opíparo banquete los invitados pasaron a refrescarse a una magnifica
piscina. Alli varios hombres rodearon a Aristóbulo y simulando jugar con él, lo
ahogaron.
Durante su
reinado Herodes estuvo dos veces al borde de la muerte, lo que provocaba una
gran alegría en su pueblo. Pero en ambas ocasiones se levantó de su lecho de
muerte y se vengó salvajemente de sus súbditos.
Poco antes
de. su muerte, los dos hijos que tuvo con Mariam, Aristóbulo y Alejandro,
regresaron de Roma donde eran instruidos en la corte del César. El padre,
desconfiando de ellos por las calumnias del hijo mayor Antipatro, mandó matar a
estos dos inocentes jóvenes. Muy pronto también el pérfido hijo mayor comparte
el trágico fin de sus hermanos menores. Cuando Octaviano Augusto se entera de
este asesinato comenta despectivamente que es mejor ser un cerdo (en griego
"us") en la corte de Herodes, que ser un hijo (en griego
"oius"). Augusto sabia que Herodes cumplía estrictamente el ritual de
la religión judía y no comía carne prohibida, es decir, no mataba cerdos.
El rey
Herodes se vanagloriaba de su amistad con el emperador Augusto. Para
congraciarse con el reconstruyó la destruida ciudad de Samaría y en honor del
mismo Augusto la llamó Sebastia (en griego Augusto se llamaba
"sebast"). También
en su honor
construyó a orillas del lago Genezaret la formidable ciudad Cesárea.
Deseando
recuperar aunque fuere en parte la simpatía de su pueblo que sufría bajo el
yugo de los tributos y era obligado a adoptar costumbres romanas, reformó los
impuestos y con la dirección de los sacerdotes comenzó la reconstrucción del
templo de Jerusalem. Una vez terminado se lo consideró una de las
construcciones más bellas de la época, al igual que muchas otras obras de
arquitectura. Por esta razón y por la de haber ensanchado las fronteras de su
reino, fue llamado Herodes "el grande".
Los
innumerables crímenes, la sangre, el miedo a perder el poder, la tristeza por
su amada esposa Mariam, esa atmósfera de Macbeth donde vivía destruyeron su
fuerte salud y lo transformaron en un ser sombrío y terriblemente desconfiado.
Su última
enfermedad fue espantosa, sus entrañas se pudrían y todo el cuerpo se pudrió en
llagas purulentas cubiertas de gusanos. Presintiendo su fin y sabiendo de la
gran alegría que provocaría su muerte, hizo llamar a su lecho a todos los
notables desde Judea a Jericó. Previamente impartió a su hermana la orden secreta
de matarlos para que el día de su muerte fuese un día de dolor en su tierra.
Murió a los 80 años de edad maldito por todo su pueblo.
Durante
toda su vida fue carcomido por una pasión mortal, por la cual estuvo dispuesto
a eliminar cualquier obstáculo; esa pasión era su poder real.
¿Hubiera
podido Herodes, que llegó al poder por medios tan terribles y que lo mantuvo
con tantos sacrificios, convertirse en un ser sumiso y resignado al tener
conocimiento del nacimiento, en Belén, del Rey de Judea? ¡Obviamente, no! Todo
su ser se estremeció de temor por su trono y comenzó a buscar la forma de
librarse de su presunto rival. La única salida lógica para él era el ya usual
asesinato. Por eso, sin ningún titubeo da la orden de matar a todos los niños
de sexo masculino, en Belén y sus alrededores, para estar seguro de la muerte
del niño Jesús, al cual consideró, exclusivamente, su propio rival. ¿Qué podría
significar para él, que no tuvo compasión ni con sus parientes, ni con su
esposa, ni sus hijos, la vida de 14000 inocentes?¿Era Herodes psicológicamente
capaz de cometer tamaño crimen? ¡Evidentemente, si! Y lo cometió sin titubeos
ni escrúpulos. Cabe, entonces, una preguntaba quien creerle? ¿A los defensores
de Herodes o al Santo Evangelio que es un documento histórico de esa época?