sábado, 31 de diciembre de 2022

 ¿QUE DEBO HACER PARA SALVARME?

                                            p. Michael Azkoul


El ortodoxo generalmente no se hace esta pregunta. Históricamente, es una pregunta Protestante. La Reforma del siglo XVI les contestó parcialmente: No "la Iglesia", lo más seguro, no la que conocieron Lutero y Calvino, y tampoco "la Iglesia Papal de la Edad Media". Los que plantearon esta pregunta no se la hicieron a la Ortodoxia, porque en su ignorancia, no veían diferencia de ninguna clase entre los Griegos y los Romanos.

Aún siguen planteándose los Protestantes la misma pregunta - si hay que planteársela - : "¿Qué debo hacer para salvarme?". Están perfectamente en lo cierto de que eso depende de un "nacer nuevo", convirtiéndose en una "criatura nueva" en Cristo. Desgraciadamente, ellos insisten en que lo único que se requiere es la fe. Y han definido a la fe en términos completamente subjetivos, como un sentimiento, como una confianza interior, como una seguridad. Ellos saben que están salvados porque "creen en el Señor Jesús, el Cristo, como mi Salvador personal". Esa idea acerca de la fe ignora el resto de virtudes que Dios exige, así como todos los mandamientos y enseñanzas que Él nos ha dado para que los obedezcamos. Esa idea igualmente incluye la idea de Martín Lutero de "solamente la fe" para salvarse.

Más aun, el Protestantismo clásico enseñó que somos salvados por predestinación, es decir, Dios ha determinado quién se salvará y quién se condenará. Él no tiene en cuenta nuestra conducta, ni nuestra pertenencia a cualquiera de las denominaciones en cualquier parte de la iglesia terrena que tenga alguna relación con su elección. Verdaderamente, es Dios quien da la fe por la cual somos salvados. Ellos pretenden encontrar esta verdad e n la Biblia: El Libro que los historiadores conocen como autorizado por la Iglesia.

El Catolicismo Romano, por otra parte, se ha ¡do al otro extremo. En lugar de subjetivismo e individualismo, ofrece filosofía y colectivismo. La salvación está íntimamente vinculada con el Papa, pertenencia a un estado eclesiástico, cuyo jefe pretende ser el sucesor de San Pedro, Vicario de Cristo, "Obispo de Obispos, Obispo de la Iglesia Católica". Es cierto que los teólogos de Roma han insistido en que la salvación incluye la Eucaristía, la fe, el amor, la esperanza; sin embargo, no solamente tales ideas han sido definidas a su modo, sino que de hecho no pueden ser salvados sin el Papa. En palabras de Bonifacio VIII, "declaramos, testimoniamos, definimos y pronunciamos que es juntamente necesario para la salvación de toda criatura humana estar sujeta al Romano Pontífice" (Unam Sanctam, 1302).

Nosotros, los ortodoxos, creemos que es necesario para toda criatura humana su pertenencia a la Iglesia de Cristo para ser salvada. Ella es "el Cuerpo de Cristo", "una generación escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo muy especial" (I Pedro 2: 9). Ella es el nuevo Israel en virtud de la nueva Alianza en su Sangre. Ella es la fraternidad orgánica de creyentes, "la Viña", "el Rebaño" y Ella es el Templo en que mora el Espíritu Santo, la Fuente de su Verdad y Unidad (Juan 15: 26). Ella es "el fundamento y la columna de la Verdad". Ella es aquella contra la cual no puede prevalecer el infierno, que posee todo poder en el cielo y en la tierra, el Poder de remitir o retener el pecado, la Iglesia que es el principio de la nueva creación, el reino de Dios, la Jerusalem celestial.

La Iglesia Ortodoxa es la salvación. Ella es la Vida de Cristo extendida a la humanidad. La Vida, iniciada por el Bautismo y sustentada por la Eucaristía, es también el Camino - incluso igualmente que Cristo es el Camino, la Vida y la Verdad. Esto quiere decir que la salvación es un proceso - la Iglesia es el Camino a través del cual cada miembro se convierte "en un hombre perfecto", según la medida de su plenitud y estatura (Efesios 4: 12-13). La perfección es posible, porque Élla es su Cuerpo y el Espíritu habita allí.

Por consiguiente el nacer de nuevo es una condición continua de cada persona dentro de la Iglesia. La Perfección llega por medio de la adquisición del Espíritu Santo o, como San Pablo escribió, "por la purificación, regeneración y renovación del Espíritu Santo" (Tito 3: 5). Por lo tanto no nos convertimos en simplemente buenos, personas éticas, sino que logramos gradualmente una nueva conciencia religiosa y un nuevo nivel de nuestro ser. En su Comentario a la Epístola a los Gálatas (capítulo 3, PG 61 656), San Juan Crisóstomo escribió:

"Considerad cuán grande es la potencia de la fe y de qué manera el Apóstol revela ese poder cuando escribe. Él ya había expuesto que la fe nos convierte en hijos de Abraham: ‘Sabed, pues, que los que son de la fe, son hijos de Abraham’ (Gálatas 3: 7). Ahora manifiesta que son también hijos de Dios: ‘Vosotros todos sois por vuestra fe, hijos de Dios en Cristo Jesús’. Por la fe, no por la ley.

Entonces, desde el momento en que esto es una cosa tan grande y maravillosa, él explica el modo de adopción. ‘Todos vosotros que fuisteis bautizados en Cristo, os vestís de Cristo' (3: 27). ¿Por qué no dice: ‘Todos vosotros que fuisteis bautizados en Cristo, sois nacidos de Dios'? Porque esto es lo que debiera decir para mostrar que ellos son hijos. Pero Pablo desea afirmar esta verdad de una manera más gráfica e impresionante: pues si Cristo es el Hijo de Dios, y vosotros os habéis vestido de Cristo, entonces, desde que tenéis el Hijo en vosotros y os habéis asimilado a Él, sois de la misma familia y semejanza que Él.

‘En El no hay ni judío, ni griego, ni esclavo, ni libre, ni hombre, ni mujer: pues vosotros todos sois una persona en Cristo Jesús’ (3: 28)... Todos vosotros no tenéis más que una forma, una semejanza, que es Cristo. ¿Podría alguien encontrar una declaración más asombrosa? Él que antes era nada más que un Griego, o un Judío, o un esclavo, ahora lleva consigo la semejanza, no de un ángel, o de un arcángel, sino la del Señor de todo; ¡en su propia persona es la misma imagen de Cristo...!".

Por consiguiente, la salvación es societaria, no individual. "Podemos condenarnos solos", exclamaba Alexei Jomiakov, "pero somos salvados juntos". Somos salvados en esa koinonía que es la Persona de Cristo. Somos salvados porque nos convertimos en Cristo - "un pequeño Cristo", en Cristo; un "hijo de Dios" en el "Hijo de Dios". Pero Cristo, aunque uno, tiene muchos miembros "y todos los miembros de ese cuerpo uno, siendo muchos, son un solo cuerpo: por tanto también Cristo" (1 Corintios 12: 12). El lazo de unidad es el Espíritu Santo que trabaja en uno y en todos para la perfección de uno y de todos.

Finalmente, pues, la salvación es mucho más que la conversión a una nueva moralidad, actuando individualmente, sin cambiar el objetivo de gracia interiormente. De acuerdo con la célebre máxima de los Santos Padres - "Dios se hizo Hombre, para que el hombre pudiera hacerse dios". Nosotros somos deificados en Cristo, en la Iglesia: la salvación nos está convirtiendo "como Dios" - inmortal, incorruptible, sin pecado, santo, un nuevo estado de ser realizado por medio de la oración, de la adoración, del conocimiento, del ayuno, de la negación de sí mismo y de la obediencia. La Iglesia crea el hombre nuevo en los Misterios y en la Verdad. La salvación es vida eterna por medio de la Iglesia, la ciudadela de la Gracia, la morada del Espíritu, la "morada de Dios" a través de cuyos portales (para usar las palabras de San Gregorio de Niza "la luz de la verdad salvadora brilla".



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