Ahora
después de examinar las ideas que se han ido reemplazando unas a otras en los
tiempos modernos desde la Edad Media y formando la mentalidad moderna, llegamos
a nuestros días, es decir, a la historia de los últimos doscientos años. El
periodo anterior a 1789 se llamaba el Antiguo Régimen.
Y el
periodo posterior es la Era Revolucionaria, que es la misma ahora que en la
década de 1790. Esto llevará varias conferencias porque ahora continuaremos
tanto con la descripción histórica de la mentalidad moderna. Pero al mismo
tiempo haremos algo más. Al mismo tiempo que hacemos esto, nos detendremos y
analizaremos cuál es la unidad subyacente de estas ideas. Es decir, ¿cuál es la
filosofía básica? De hecho, ¿cuál es la teología básica de la mente
revolucionaria?
¿Y qué
queremos decir al hablar de la “teología” revolucionaria? Así como el
cristianismo ortodoxo tiene su teología, toda una estructura dogmática que,
cuando uno la cree, entrecambia cada aspecto de la vida de uno. Así también la
mentalidad moderna, que ha alcanzado su forma final en la revolución, tiene
todo un sistema de creencias que afecta la totalidad de la vida de uno y moldea
la historia.
La idea de
que la historia moderna es un juego de azar de fuerzas en conflicto es
totalmente poco realista. Hay un patrón definido, una filosofía o teología
definida que se está desarrollando. Tanto es así que astutos profetas, por así
decirlo, entre los modernistas han sido capaces de predecir por adelantado cómo
el hombre va a cambiar de acuerdo con esta teología. Podemos citar, por
ejemplo, un poco más adelante daremos más y más ejemplos. Podemos citar, sin
embargo, aquí a Nietzsche, quien dice, «Creo que en la voluntad de poder, lo
que estoy describiendo aquí es la historia del siglo XX. El triunfo del
nihilismo, porque cuando las masas obtengan las ideas que ahora estoy
proclamando, habrá una revolución como el mundo nunca ha visto.»[1]
Y de hecho las ideas se filtran desde los filósofos hacia las masas y luego se
causan cambios tremendos.
O podríamos
citar a otro, que también estaba loco, Heinrich Heine, un judío de Alemania,
que estaba muy afín a todo este espíritu revolucionario. Y dice algunas cosas
que muestran que está en sintonía con lo que se avecina. Escribió una Historia de la religión y la filosofía en
Alemania en la que vio con bastante precisión lo que estaba detrás de
Lutero, lo que estaba detrás de Kant, Hegel y estos filósofos modernos. Esto
fue ya en 1834 cuando escribió esto. Dice, «notad esto, vosotros hombres
orgullosos de acción, no sois más que peones inconscientes, trabajadores, de
los hombres de pensamiento que, a menudo en la más humilde quietud, os han
asignado vuestra inevitable tarea. Maximilian Robespiere fue simplemente la
mano de Juan Jacobo Rousseau, la mano sangrienta que extrajo del vientre del
tiempo el cuerpo cuya alma Rousseau había creado.»
En otro
lugar incluso hace una profecía sobre su propio país. Les dice a los franceses
que los alemanes también van a hacer una revolución. Dice, «los viejos dioses
de piedra se levantarán entonces de las ruinas olvidadas y se limpiarán de los
ojos el polvo de los siglos. Y Thor con su martillo gigante se levantará de
nuevo, y destrozará las catedrales góticas. No sonrías ante la fantasía que
prevé en la región de la realidad el mismo estallido de revolución que ha
tenido lugar en la región del intelecto», porque Alemania fue de hecho la
vanguardia de la filosofía. «El pensamiento precede a la acción, como el
relámpago al trueno. El trueno alemán es de verdadero carácter alemán. No es
muy ágil, pero retumba un poco lentamente. Pero vendrá, y cuando oigáis un
estruendo como nunca antes se ha oído en la historia del mundo, entonces sabed
que por fin ha caído el rayo alemán. Con esta conmoción, las águilas caerán
muertas del cielo y los leones en los desiertos más lejanos de África se morderán
la cola y se arrastrarán a sus guaridas reales. Se representará en Alemania un
drama comparado con el cual la Revolución francesa parecerá un idilio inocente.
En la actualidad, es cierto, todo está tolerablemente tranquilo. Y aunque aquí
y allá algunos hombres crean un poco de revuelo, no imaginéis que éstos van a
ser los verdaderos actores de la obra. Son sólo pequeños perros que se
persiguen unos a otros alrededor de la arena vacía, ladrando y mordiéndose
entre sí, hasta que llegue la hora señalada en que aparezca la tropa de
gladiadores para luchar por la vida y la muerte.
Y la hora
llegará. Como en los escalones de un anfiteatro, las naciones se agruparán
alrededor de Alemania parapresenciar el terrible combate.»[2]Más
adelante veremos qué sucede en Alemania cuando efectivamente se desató una gran
tormenta revolucionaria.
Ningún
autor o libro de historia o evento histórico contiene la totalidad de la
filosofía o teología que produjo la historia moderna, la historia
revolucionaria. Y por lo tanto, tendremos que examinar muchos eventos
históricos diferentes, muchos escritores diferentes, filósofos y tratar de
captar el hilo subyacente de toda esta filosofía. Y de hecho es exactamente
como acercarse a los Santos Padres. No hay un solo santo padre que puedas leer
para obtener toda la enseñanza del cristianismo. Porque muchos Santos Padres
expresan diferentes puntos de vista, diferentes aspectos. Y la totalidad de los
padres contiene la sabiduría de la tradición. Y a los historiadores modernos
les gustaría decir que uno contradice al otro y así sucesivamente. Pero sí, una
vez que entras en el espíritu ortodoxo, ves que uno más bien compensa al otro.
Y hay una armonía maravillosa en todos los escritos de los Santos Padres.
De la misma
manera, hay el mismo tipo de armonía en todos estos pensadores modernos, los
que realmente están en contacto con el espíritu de los tiempos. Puedes leer uno
y obtener un aspecto, leer otro y obtienes un aspecto diferente. Puedes ver en
la Revolución francesa un aspecto, en Napoleón un aspecto diferente. Cuando los
juntas todos, ves que hay una armonía maravillosa en ello. Todo tiene sentido.
Pero esto no se ha hecho realmente antes. Tal análisis. Y por lo tanto
tendremos que mirar muchos aspectos diferentes.
Con la
revolución debemos examinar dos aspectos de la actividad de la mentalidad
moderna: llamamos a estos los filósofos y los activistas, los filósofos que
tienen las ideas y los activistas que producen los eventos históricos. O como
dijo un historiador temprano de la Revolución Francesa, unos son llamados los
“filósofos corruptores,” los que piensan las ideas; los segundos son llamados
los “filósofos masacradores,” los que salen y masacran a la gente.
Esta es la
era, esta era moderna, esta era revolucionaria, cuando la filosofía moderna
produce los efectos más profundos en la vida cotidiana. Antes, la filosofía era
en gran medida un asunto de las clases altas. Una especie de personas ociosas
que tenían tiempo para pensar. Y a partir de ahora, todos están involucrados en
esto. La filosofía y el activismo, no están completamente separados, sino que
se entrelazan. Y así tenemos que entender primero cómo se relacionan entre sí.
En primer
lugar, la filosofía inspira el acto.
Sin la filosofía moderna no habría habido revolución. De hecho, Napoleón
incluso dijo, «Sin Jean Jacques Rousseau yo nunca habría existido». En segundo
lugar, la filosofía no es algo que viene primero y luego actúan. La filosofía
continúa mientras el acto está en marcha. Y podemos decir que consolida lo que el
acto ha ganado y sigue empujando a los activistas a hacer más. el espíritu de
los tiempos, que está dispuesto a excusar cualquier tipo de excesos. Sin este
apoyo de la mentalidad común de los tiempos, la revolución, todas las
revoluciones se derrumbarían tan pronto como se elimina a los conspiradores.
Incluso hoy vemos muy claramente que el comunismo continúa existiendo y
teniendo la mitad del mundo precisamente porque Occidente comparte las mismas
ideas básicas. Y por lo tanto, está dispuesto a excusar los crímenes del
comunismo.
Al mirar
los actos de las revoluciones, no es posible para nosotros desenredar
exactamente todo lo que sucede y ver exactamente quién inspiró cada acto
separado. involucradas en todo esto, se esfuerzan por ocultarse. Y por lo tanto,
no hay manera de que podamos desenredar todo y decir, como algunas personas les
gusta señalar. Pueden detectar cada lugar donde está ocurriendo la conspiración
comunista. Es mucho más profundo que eso. Esa es una especie de mentalidad de “John
Birch” en la que se ve a alguien con alguien que es amigo de un comunista. Por
lo tanto, eso significa que la conspiración está justo ahí, y, eso, no
necesariamente, es el caso, en absoluto. Lo único que podemos hacer es mirar
mucho más profundo y examinar las ideas que se expresan, y los actos que
surgen, y ver cuán significativos son y cuán fieles son a la filosofía moderna.
La filosofía revolucionaria, y cuáles están de acuerdo con el espíritu de los
tiempos y van a producir resultados en el futuro.
Por lo tanto, en primer lugar, intentaremos trazar el progreso del
pensamiento moderno en la revolución. Y por revolución me refiero, por
supuesto, al concepto completamente nuevo de revolución, que es algo universal,
que comienza con la Revolución Francesa. Intentaremos mostrar la unidad de todo
el movimiento revolucionario y analizar su filosofía teológica y su psicología.
Esto nos dará una visión externa y unificada de la era revolucionaria. Luego,
en una conferencia posterior, nos enfocaremos en la búsqueda interior, la
llamada “espiritual,” del hombre moderno que proporciona la inspiración para el
objetivo final de toda la revolución.
Al observar la Revolución Francesa, que es donde comenzamos porque es
donde las ideas modernas tienen su primer gran estallido, debemos tener un
enfoque diferente al de la mayoría de las historias de la Revolución Francesa. Uno
puede leer... ...como si la revolución hubiera sido hecha por personas bien
intencionadas y, desafortunadamente, a veces algunos exaltados se involucraron
en ella; y las circunstancias históricas cambiaron, los peligros externos
causaron cambios de planes, y todo simplemente no salió como se suponía que
debía ser. Y los idealistas de alguna manera se frustraron y tuvieron que
volver y empezar de nuevo.
Esto, si miramos la historia real de los eventos, es una visión muy
ingenua. No es así en absoluto. Esto no quiere decir que cada evento haya sido
causado por una conspiración, porque hay muchos otros motivos: hay muchas
personas que quieren hacerse cargo, eliminar a alguien más, y muchos desvíos en
los que la revolución se descarrila y luego vuelve al propósito principal. Así
que observaremos cuál es la esencia de los diversos cambios que ocurren, y
seguir el hilo que se presenta como un hilo constante a lo largo de todos los
eventos revolucionarios.
Al examinar
la revolución hay un libro que es un gran libro de texto sobre esto. Está
escrito por una persona que estuvo en París durante la revolución. Durante la
década de 1790 y escribió el libro alrededor de 1797, creo. Y esta edición que
tenemos es de 1818. Se titula Memorias
para servir a una historia del jacobinismo de abate Barrúel. B-A-R-R-U-E-L.
Y es muy valioso porque él estaba allí cuando todo esto era muy reciente. Y se
enfrentó al mismo tipo de pensadores que tenemos hoy que dicen que todo fue un
noble experimento que no salió bien. Y él hizo una gran investigación en muchos
textos, y veremos qué tipo de textos eran. Y muestra que hay un solo hilo que
atraviesa la revolución. No es algún tipo de cosa al azar. Y muchas cosas que
ahora la gente y los historiadores podrían decir que son resultados
accidentales. Él dice. «No, lo planearon así». Y tiene los textos para
respaldarlo.
Leeré parte
de la Introducción de su libro que
muestra todo su enfoque. Él dice, «bajo el desastroso nombre de Jacobinos», que
son los radicales que inmediatamente se hicieron cargo de la revolución, «apareció
una secta en los primeros días de la Revolución francesa, enseñando que los
hombres son todos iguales y libres, en nombre de esta igualdad y de esta
libertad desorganizadora, pisoteando los altares y los tronos, en nombre de
esta misma igualdad y de esta misma libertad, llamando a todas las naciones a
los desastres de la rebelión y a los horrores de la anarquía.
Desde los
primeros momentos de su aparición, esta secta se encontró con trescientos mil
miembros fuertes, apoyados por dos millones de brazos que podía poner en
movimiento en toda la extensión de Francia, armas de antorchas, picas, hachas y
de todos los truenos de la Revolución.
Es bajo los
auspicios, es por los movimientos, la impulsión, la influencia y la acción de
esta secta que se cometieron todas las grandes atrocidades que han inundado un
vasto imperio con la sangre de sus obispos, pontífices. Sus sacerdotes, sus nobles,
sus ricos, sus ciudadanos de todo rango, toda edad, todo sexo. Es por estos
mismos hombres que el rey Luis XVI, la reina su esposa, su hermana la princesa
Isabel, golpeados por ultrajes e ignominia durante un largo cautiverio, fueron
solemnemente asesinados en el cadalso, y todos los soberanos del mundo fueron
orgullosamente amenazados con el mismo destino. Es por estos hombres que la
revolución francesa se ha convertido en el azote de Europa. El terror de los
poderes vanamente unidos para poner fin al progreso de estos ejércitos
revolucionarios. Más numerosos y más devastadores que la inundación de los
vándalos.
¿Quiénes
son, pues, estos hombres que salen, por así decirlo, de las entrañas de la
tierra, con sus dogmas y sus truenos, con todos sus proyectos, todos sus medios
y toda la resolución de su ferocidad. ¿Qué es esta secta devoradora?
¿Cuál
podría ser su escuela y quiénes podrían ser sus maestros? ¿Cuáles son sus
planes subsiguientes? ¿Esta revolución francesa llevada a término, cesará
finalmente de atormentar la tierra, de asesinar a los reyes y de fanatizar a
las naciones?
¿Hemos
percibido que intentan persuadir a la gente de que toda la secta revolucionaria
y conspiradora, antes de esta misma revolución, es sólo una secta imaginaria?
Para esas personas, todos los males de Francia y todos los terrores de Europa
se suceden. Están conectados por la simple concurrencia de circunstancias
imprevistas, imposibles de prever. ¿Les parece inútil buscar las conspiraciones
y los agentes que han tramado las conspiraciones y dirigido la cadena de
acontecimientos. Los que, actores, gobiernan hoy no conocen los planes de los
que les han precedido. Y los que vendrán después ignorarán igualmente los
planes de sus predecesores.
Preocupados
por una opinión tan falsa, llenos de un prejuicio tan peligroso, estos
pretendidos observadores dirán fácilmente a las diversas naciones. Que la
Revolución francesa ya no os alarme. Es un volcán que se ha abierto, sin que
nadie pueda conocer el foco donde se ha preparado. Pero se agotará, con su
combustible, en las contrafuerzas que lo han visto surgir. Anunciáis que,
debido a causas desconocidas en vuestros climas, debido a elementos menos
propensos a fermentar, debido a leyes más análogas a vuestro carácter, estando
más segura la fortuna pública, el destino de Francia no podría llegar a ser el
vuestro, así que no tengáis miedo. Y si un día debéis participar en él, en vano
buscaréis evitarlo. La coincidencia y la fatalidad de las circunstancias os
arrastrarán contra vuestra voluntad. Lo que hubierais podido hacer para escapar
del quizás se llamaría la plaga, y sólo acelerará vuestra desgracia.
Tengo en
mis manos la memoria de un exministro de Luis XVI, al que se consultó sobre las
causas de esta revolución, y en particular sobre los principales conspiradores
que sería bueno conocer, y sobre el plan de la conspiración. He leído como
pronuncia que sería inútil buscar hombres o una asociación de hombres que
pudieran haber planeado la ruina del trono y del altar, o formado algún plan
que pudiera llamarse conspiración. ¡Desgraciado Monarca! Cuando los mismos que
deberían haber estado velando por ti ignoran incluso el nombre e incluso la
existencia de tus enemigos y los de tu pueblo. Es muy sorprendente que tú y tu
pueblo seáis las víctimas de ello.
Les
diremos. En esta revolución francesa, todo, incluyendo sus crímenes más
horribles, todo ha sido previsto, planeado, tramado, resuelto, decretado. Todo
ha sido el resultado de la infamia más profunda, ya que todo ha sido preparado,
provocado por los hombres que solos poseían el hilo de las conspiraciones
tramadas hace tiempo en las sociedades secretas, y que han sabido elegir y
acelerar los momentos propicios a sus complots.
Sí, en
estos acontecimientos diarios, existen ciertas circunstancias que parecen ser
menos el resultado de complots. No deja de haber una causa de ellos en los
agentes secretos que invocarían estos acontecimientos. Que sabrían aprovecharse
de estas circunstancias o incluso hacerlas existir. Y que los dirigirían todos
hacia el objeto principal. Todas estas circunstancias bien podrían servir de
pretexto y ocasión. Pero la gran causa de la revolución, de sus grandes
crímenes, de sus grandes atrocidades, sería siempre independiente de estas
circunstancias incidentales. Y esta gran causa existe toda dentro de las
conspiraciones tramadas hace mucho tiempo.
Al
descubrir el objeto y el alcance de estas conspiraciones, debo disipar un error
aún más peligroso. Existe una fatal ilusión entre los hombres que no tendrían
dificultad en aceptar que esta revolución francesa ha sido planeada. Pero no
tienen miedo de añadir que en la intención de sus autores originales estaba
destinada a conducir sólo a la felicidad y a la regeneración de los imperios.
Que si grandes desgracias han venido a interferir con sus planes, es porque se
encontraron con grandes obstáculos. Y además, que no se regenera a un gran
pueblo sin grandes agitaciones. Pero que, después de todo, estas tormentas no
son eternas. Que las olas se calmarán y la calma volverá. Que entonces las
naciones asombradas, en lugar de tener que temer a la revolución francesa, la
imitarán aferrándose a sus principios.
Este error
es sobre todo lo que los líderes de los jacobinos se esfuerzan aún más por
confirmar. Esta explicación se dio como los primeros instrumentos de la
rebelión a toda esa banda de constitucionalistas que aún consideran sus
decretos sobre los derechos del hombre como una obra maestra del derecho
público, y que aún no pierden la esperanza de ver un día al universo entero
regenerado por esta rapsodia política. Esta explicación se dio a todos aquellos
hombres cuya estúpida credulidad, con todas sus buenas intenciones, no ve más
que una desgracia necesaria en los horrores del 10 de agosto y en la masacre
del 2 de septiembre, de lo que hablaremos. Se da finalmente a todos aquellos
hombres que incluso hoy se consuelan con trescientos o cuatrocientos mil
asesinatos, con esos millones de víctimas que la guerra, el hambre, la
guillotina, las tribulaciones revolucionarias han costado a Francia. Todos
aquellos hombres que aún hoy se consuelan con esta inmensa despoblación, bajo
el pretexto de que todos estos horrores acabarán por traer un mejor orden de
cosas.
Contra esta
falsa esperanza, contra todas estas supuestas intenciones de la secta
revolucionaria, expongo sus verdaderos planes y sus conspiraciones para
realizarlos. Hablaré, porque hay que decirlo bien por fin, porque se han
obtenido todas las pruebas de ello emoticón o cara sonriente la Revolución
francesa ha sido lo que tenía que ser en el espíritu de la secta. Todo el mal
que ha hecho, tenía que hacerlo. Todos sus crímenes y todas sus atrocidades no
fueron más que un resultado necesario de sus principios y de sus sistemas. Diré
aún más, lejos de preparar en la distancia un futuro feliz, la Revolución
francesa no es más que un intento de las fuerzas de esta secta. Sus
conspiraciones se extienden sobre todo el universo. Si entre nuestros lectores
hay quienes concluyen, «La secta de los jacobinos debe ser eliminada» o «Ciertamente
toda la sociedad bien puede perecer». Y que a nuestros gobiernos actuales en
todas partes sin excepción vendrán las convulsiones, los derrocamientos, las
masacres y la anarquía infernal de Francia. Yo respondería. “Sí, hay que
esperar este desastre universal o abolir totalmente a, aplastar, la secta”.
Lo que los
jacobinos han destrozado antes por primera vez, lo destrozarán de nuevo.
Perseguirán en las tinieblas el gran objeto de sus conspiraciones. Y por nuevos
desastres enseñarán a las naciones que toda la revolución francesa no fue más
que el comienzo de la disolución universal que esta secta planea.
Se ha visto
el delirio, la rabia y la ferocidad de las legiones de la secta. Se las
reconoce fácilmente como los instrumentos de todos los crímenes, de todas las
devastaciones, de todas las atrocidades de la Revolución Francesa.
Archivos
que he reunido, sobre todo en los archivos de los jacobinos y de sus primeros
maestros, ha sido que su secta y sus complots no son en sí mismos más que la
Unión. La coalición de una triple secta, de una triple conspiración en la que,
mucho antes de la Revolución, se tramó y se sigue tramando, el derrocamiento
del altar, el del trono y finalmente el de toda la sociedad civil. Ya estaba
planeado. Los tres puntos que tiene en mente son los filósofos, los masones y
los iluminados.
Has creído
que la revolución había terminado en Francia, pero la revolución en Francia no
es más que un primer intento de los jacobinos. Y los votos, los juramentos y
los complots del jacobinismo se extienden a Inglaterra, Alemania, Italia, a
todas las naciones como lo hace a la nación francesa.»
Voltaire
Ahora
intentaremos examinar estas ideas que, antes de la Revolución Francesa,
prepararon el camino para la Revolución. En primer lugar, está esa cosa que ya
examinamos brevemente en las conferencias anteriores, es decir, la filosofía de
la Ilustración. joven en Inglaterra, hizo un voto de que dedicaría su vida a la
destrucción del cristianismo. Y de él proviene esta famosa frase, “Ecrasez l’infame”, “exterminadlo infame”, es decir, la religión de Cristo y
reemplazarla, por supuesto, con su religión que es el deísmo. Él y sus
seguidores, como dije, son los que Barruel llama los “philosophes corrupteurs”, los filósofos corruptores. Y los
jacobinos son los “philosophes massaceurs”,
los filósofos masacradores, los que aún tienen ideas, pero salen y decapitan a
la gente. También encuentra muy significativos a Diderot y de D’Alambert, entre
los otros filósofos deístas franceses, y a Federico II, rey de Prusia, quien
frecuentemente se reunía con Voltaire. Y vemos en ese momento, como más tarde
con el bolchevismo, que los revolucionarios más salvajes tienen la capacidad de
persuadir a príncipes y altos gobernantes para que se unan a ellos en sus
planes.
Más adelante
diremos algo sobre los judíos, pero por ahora sólo mencionaremos que es
interesante que tanto de D’Alambert como Voltaire, en su odio por el
cristianismo, intentaron persuadir a varios príncipes para reconstruir el
templo en Jerusalén con el fin de demostrar que el cristianismo era falso, de
la misma manera que Juliano el Apóstata intentó hacerlo. Incluso escribió una
carta a Catalina II. «Por favor, construya el templo en Jerusalén». Pero
Catalina era más inteligente que eso.
Muchos de
los gobernantes, los pequeños duques en Alemania y los nobles en Francia
estaban muy intrigados por estas ideas. Incluso las más salvajes ideas
revolucionarias que eliminaban el cristianismo. Y esa es, por supuesto, una
gran razón por la cual la revolución tuvo tanto apoyo.
Pero
Catalina II en Rusia, aunque era alemana y demás, era mucho más inteligente que
los otros gobernantes. E incluso le dijo a Voltaire que no podía seguir todas
sus ideas, aunque era una muy buena amiga suya. suya. Y que si sus ideas se
pusieran en práctica, ya no podría tener su salón e invitarlo a dar charlas. Y
más tarde, cuando estalló la Revolución francesa, por supuesto, arrestó a todos
los masones. Y ese fue el fin de la Revolución para ella.
Rousseau
Una segunda
gran corriente, la primera es Voltaire y los filósofos deístas que son
racionalistas, es decir, reducen todo al límite de su entendimiento, una
segunda gran corriente de filosofía, que fue muy influyente en la Revolución,
fue la de Jean Jacques Rousseau, quien es el filósofo del sentimiento. Él dijo
de sí mismo que tenía un espíritu romántico. Estaba lleno de grandes
sentimientos. Siempre encontraba a alguien que lo apoyara en sus asuntos
amorosos y en todo lo demás. Iba al bosque, algún gran príncipe lo apoyaba, y
deambulaba por el bosque. Y su corazón se llenaba de grandes sentimientos. Y
reconocía a Dios en todas partes, y esa era su religión. Vivía en sus
emociones, en el reino de lo vago y lo indefinido. cosas, por supuesto, muy
fuertes en el hombre, dos lados de nuestra naturaleza, ambas entraron en el
espíritu revolucionario. Y la religión del sentimiento es, por supuesto, mucho
más accesible a la gente común que la religión de la mente.
Él tenía
una filosofía de la naturaleza que fue extremadamente influyente en la
Revolución. Con él obtenemos la idea de volver a la naturaleza, alejarse de la
artificialidad y la civilización. Aunque no decía absolutamente que debíamos
descartar la civilización, incluso dijo una vez que, ya que estamos corruptos
de todos modos, es mejor estar un poco educados que no educados. Pero
contrastaba la artificialidad de la vida civilizada con la simplicidad de lo
que él pensaba que era la vida primitiva. De hecho, dijo que la primera vez que
alguien dijo «esto es mío», ese fue el origen de nuestra corrupción. Incluso
estaba en contra de la idea de la propiedad privada.
Escribió un
libro, el Emilio, que describe la
educación de un joven, en el cual se supone que la persona no debe ser enseñada
casi nada, y la naturaleza debe salir en él. Y el maestro sólo elimina
obstáculos para el desarrollo de la naturaleza en el niño. No hay autoridad
externa. No se le da religión. Cuando crezca, es el momento de que elija su
propia religión. No tendrá prejuicios ni hábitos ni religión. E incluso dijo
que hasta que el niño tenga doce años, no debería poder distinguir entre su
mano derecha y su mano izquierda para que no sea corrompido por el
conocimiento.
Y Voltaire,
cuando leyó este libro, escribió a Rousseau que leer este libro le hace sentir
como caminar en cuatro patas, pero como hace más de sesenta años que no hago
esto, es imposible para mí retomar el hábito. en su perspectiva básica, ya que Rousseau
tampoco le gustaba este racionalismo complicado, su efecto es aún más poderoso
porque toma dos corrientes y las aplica a los activistas revolucionarios, serán
inspirados por ambos.
En su
política desarrolló la idea de que la soberanía
no proviene de Dios, no de las clases altas, sino que proviene del pueblo. Por supuesto, esta es la gran idea de la
revolución. Pero, como veremos más adelante, su propia filosofía ya justifica
el extraño hecho de que aquellos inspirados por esta idea terminan
estableciendo la tiranía. Porque dijo que la voluntad general es superior a la
voluntad individual. Pensó que una vez que los reyes fueran derrocados, todos
serían espontáneamente felices y tendrían la misma voluntad. Pero si no lo son,
entonces las masas deben dictar al individuo.
El «Rousseau»
fue quien dijo, «El hombre nace libre y en todas partes está encadenado». Por
supuesto, la idea básica de la revolución se suma a Marx. Dijo. Su religión es
una de sentimiento. Era un deísta como Voltaire, pero su deísmo no es uno
pensado. Es sólo su propio sentimiento sobre Dios. Y también creía en la
inmortalidad. Pero todo esto es sólo su sentimiento subjetivo. Todos los dogmas
están sujetos a su corazón. Su oración no es ningún tipo de petición porque no
creía que ningún Dios respondiera a las oraciones. Más bien, era un estallido
de entusiasmo, de alegría en la naturaleza que se convertía en un himno de
alabanza al Gran Ser, es decir, el gran Dios del Deísmo.
En su
República Ideal dijo que no se debería permitir ninguna religión intolerante.
Es decir, el cristianismo, por supuesto. Debía haber una profesión de fe que
fuera puramente civil y sus artículos debían ser sentimientos sociales, sin los
cuales es imposible ser un buen ciudadano o un súbdito fiel, es decir, una
nueva religión que es bastante autocrática. Aquellos que no acepten esta
religión, ya que toda la sociedad debe tener una religión, deben abandonar el
país. Y si uno acepta la religión y luego actúa en contra de ella, debe ser
ejecutado.
Así que
estas son las dos corrientes filosóficas que entran en la composición de la
mente revolucionaria. Una, la idea de que yo por mí mismo puedo pensar en un
sistema por el cual la sociedad estará más armoniosamente ordenada. Y la otra,
que mis sentimientos me guiarán a la verdad. Y en ninguna de las dos hay
ninguna salvaguarda. La idea de revelación, de tradición, de Dios está fuera. El
único Dios que queda es un Dios muy vago. El Dios del Deísmo.
Y nosotros,
los cristianos ortodoxos, sabemos que aquel que elimina la revelación, la
tradición, la iglesia, y acepta lo que su mente le dice, o lo que sus
sentimientos le dictan, abre el camino para que, para que Satanás entre, porque
Satanás entra a través de los pensamientos, a través de los sentimientos. Y
veremos que en estos estallidos revolucionarios no se puede explicar lo que
sucede más que por el hecho de que Satanás está dirigiendo las cosas. Él está
inspirando a estas personas con todo tipo de conspiraciones, todo tipo de
ideas.
Sociedades secretas
Pero a
estos dos elementos filosóficos se añade ahora una tercera cosa, que son las sociedades secretas. Por supuesto, las
sociedades secretas tienen una existencia subterránea a lo largo del período
anterior a la Ilustración. Pero es especialmente en el siglo XVIII cuando nace
una nueva secta, o al menos una reorganizada. Y esa es la masonería, que nació
en Inglaterra en 1717, y muy rápidamente se extendió a Francia y América y al
resto de Europa. Más adelante veremos que la masonería en Inglaterra y en
América se convirtió en algo bastante diferente de la masonería en el
continente, especialmente en los países católicos. Y la razón de esto no es tan
difícil de entender.
La
mentalidad inglesa, que ya dio al mundo la filosofía del Deísmo, es una
mentalidad llamada conservadora. Es decir, es capaz de creer casi cualquier
cosa y estar bastante contenta, y no llevar sus creencias a ninguna conclusión
lógica. Así como más tarde veremos a David Hume destruir todo el mundo, y luego
sentarse y disfrutar de sí mismo, y beber su café y fumar su pipa, sin ver que
ha dado ideas que llevarán a la gente a la desesperación.
De la misma
manera, la masonería inglesa nació del espíritu de tolerancia y de buscar algún
tipo de creencia religiosa que no sea ni católica ni protestante, pero que
unirá a todos los hombres de buena voluntad. Y estaban satisfechos con eso.
Tenían una religión deista, el Gran Arquitecto. No se discutían diferencias
religiosas en la logia. Tienes que dejar la religión atrás. Y para el inglés y
más tarde para los americanos, esto se consideraba suficiente. Si crees en
Dios, puedes ir a tu iglesia protestante o anglicana y ser feliz.
b. Illuminatis: (Adam) Weischaupt, nacido en 1748, Jesuita, pero que
luego los odió, se volvió hacia los filósofos franceses, los maniqueos y las
doctrinas ocultas. Filosofía muy similar a la de Rousseau, pero añadió una
sociedad revolucionaria secreta, el 1 de mayo de 1776, una combinación de
masonería y jesuitismo.
Las mismas
ideas de la masonería, las ideas de una hermandad de hombres, que es algo por
encima del catolicismo o el protestantismo, cuando fueron al continente
inflaron las mentes de los hombres y los hicieron bastante radicales.
Hay en
particular un tipo de masonería, que aparentemente evolucionó por separado. Y
esto es lo que se llama iluminismo. Esto fue la creación de un hombre, cuyo
nombre es Adam Weischaupt. Nació en 1748, pasó por una educación jesuita, y más
tarde llegó a odiar a los jesuitas, se volvió hacia los filósofos franceses, a
la filosofía maniquea, y aparentemente tuvo algún tipo de iniciación oculta en
una de las muchas sectas ocultas.
Examinemos
aquí algunas de sus opiniones. Dice, en acuerdo con Rousseau, que la
civilización es un gran error. Y a esto se deben todas las desigualdades de la
vida humana. Dice, «El hombre ha caído de la condición de libertad e igualdad,
el estado de pura naturaleza. Está bajo subordinación y esclavitud civil que
surge de los vicios del hombre. Esta es la caída y el pecado original». Nótese
que usa el término cristiano aquí “pecado original”. Más adelante veremos cómo
todo esto es una imitación del cristianismo.
Según él,
todas las artes y ciencias deben ser abolidas. Dice, «¿proporcionan las
ciencias comunes una verdadera iluminación, una verdadera felicidad humana? ¿O
no son más bien hijos de la necesidad, las necesidades complicadas de un estado
contrario a la naturaleza, las invenciones de cerebros vanos y vacíos? ¿Por “¿Por
qué, - pregunta -, debería ser imposible para la raza humana alcanzar su máxima
perfección, la capacidad de gobernarse a sí misma?” Por esta razón, enseñó que “no
sólo deberían abolirse los reyes y nobles, sino que incluso una república no
debería ser tolerada, y se debería enseñar a la gente a prescindir de cualquier
autoridad controladora, cualquier ley o cualquier código civil”. Para que este
sistema tenga éxito, sólo sería necesario inculcar en el hombre “una moralidad
justa y constante”, y dado que Weischaupt profesaba compartir la creencia de
Rousseau en la bondad inherente de la naturaleza humana, esto no sería difícil.
Y la sociedad “podría entonces, seguir pacíficamente en un estado de perfecta
libertad e igualdad.” Porque dado que el único obstáculo real para la
perfección humana residía en las restricciones impuestas al hombre por las
condiciones artificiales de la vida, la eliminación de éstas inevitablemente lo
restauraría a su virtud primitiva. “El hombre no es malo excepto en la medida
en que es hecho así por la moralidad arbitraria. Es malo porque la religión, el
Estado y los malos ejemplos lo pervierten.” Por lo tanto, era necesario
erradicar de su mente todas las ideas de un más allá, todo temor a la retribución
por actos malvados, y sustituir estas supersticiones por la religión de la Razón.
“Cuando al menos la razón se convierta en la religión de los hombres, entonces
se resolverá el problema.”
Después de
la liberación de la esclavitud de la religión, debe seguir el aflojamiento de
todos los lazos sociales. Tanto la vida familiar como la nacional deben dejar
de existir para hacer de la raza humana una buena y feliz familia. Los orígenes
del patriotismo y el amor a los parientes son descritos así por Weischaupt en
las instrucciones dadas a sus hierofantes para la instrucción de los iniciados:
En el
momento en que los hombres se unieron en naciones dejaron de reconocerse bajo
un nombre común. El nacionalismo o el amor nacional tomaron el lugar del amor
universal. Con la división del globo y sus países, la benevolencia se
restringió detrás de fronteras que nunca más debía transgredir. Entonces se
convirtió en una virtud expandirse a expensas de aquellos que no estaban bajo
nuestro dominio. Entonces, para alcanzar este objetivo, se volvió permisible
despreciar a los extranjeros, y engañarlos Esta virtud se llamó patriotismo.
Ese hombre fue llamado patriota, quien, mientras era justo con su propio
pueblo, era injusto con los demás, quien se cegaba a los méritos de los
extranjeros y tomaba por perfecciones los vicios de su propio país. Así se ve
que el patriotismo dio origen al localismo, al espíritu de familia, y
finalmente al egoísmo. Así, el origen de los estados o gobiernos de la sociedad
civil fue la semilla de la discordia y el patriotismo encontró su castigo en sí
mismo. Disminuir, eliminar este amor a la patria, y los hombres volverán a
conocerse y amarse unos a otros como hombres. No habrá más parcialidad. Los
lazos entre los corazones se desenrollarán y se extenderán.
Con estas
palabras, pura expresión del internacionalismo tal como se expone hoy, Weischaupt
mostró una ignorancia de las condiciones de vida primigenias tan profunda como
la de Rousseau. La idea del hombre paleolítico, cuyo esqueleto suele exhumarse
con un instrumento de sílex u otra arma de guerra en la mano, pasando su
existencia en un estado de “amor universal”, es simplemente ridícula. Sin
embargo, no fue en sus diatribas contra la civilización donde Weischaupt superó
a Rousseau, sino en el plan que ideó para derrocarla. Rousseau simplemente
había allanado el camino para la revolución. Weischaupt construyó la maquinaria
real de la revolución misma.
«Fue el 1
de mayo de 1776 cuando los cinco años de meditación de Weischaupt resultaron en
la fundación de la sociedad secreta que nombró. Siguiendo sistemas filosóficos
pasados, los Illuminati nombró. Siguiendo sistemas filosóficos pasados, los
Illuminati»
Webster 11-12,13. Abolición de la religión, obediencia absoluta
“Los grados
de la orden eran una combinación de los grados de la masonería y los grados
pertenecientes a los jesuitas. Weischaupt, como ya se ha dicho, detestaba a los
jesuitas, pero reconociendo la eficiencia de sus métodos para adquirir
influencia sobre las mentes de sus discípulos, concibió la idea de adoptar su
sistema para su propio propósito. «Admiraba», dice el Abbé Barruel, «las
instituciones de los fundadores de esta orden, admiraba sobre todo esas leyes,
ese régimen de los jesuitas, que bajo una sola cabeza hacía que tantos hombres
dispersos por todo el universo tendieran hacia el mismo objetivo. Sentía que
uno podría imitar sus métodos mientras se proponía a sí mismo objetivos
diametralmente opuestos. Se decía a sí mismo, lo que todos estos hombres han
hecho por altares y imperios, ¿por qué no lo haría yo contra altares y
imperios? Por la atracción de misterios, de leyendas, de adeptos, ¿por qué no
destruiría en la oscuridad lo que ellos erigen a la luz del día?»
«Fue en la
formación de adeptos donde Weischaupt mostró su profunda sutileza. Los
prosélitos no debían ser admitidos de inmediato a los objetivos secretos del
iluminismo, sino iniciados paso a paso en los misterios superiores, y se debía
ejercer la mayor cautela para no revelar al novicio doctrinas que pudieran ser
susceptibles de repelerlo. Para este propósito, los iniciadores debían adquirir
el hábito de hablar de un lado a otro para no comprometerse. «Uno debe hablar»,
explicó Weishaupt a los superiores de la orden, «a veces de una manera, a veces
de otra, para que nuestro verdadero propósito permanezca impenetrable para
nuestros inferiores.»
«Así, a
ciertos novicios, (los novices ecossais)
los Illuminati debían profesar desaprobar las revoluciones y demostrar las
ventajas de proceder por métodos pacíficos hacia la consecución de la dominación mundial.»
«Luego, el
pasaje continúa diciendo vagamente que este no es el caso y que la orden sólo
exige del iniciado el cumplimiento de sus obligaciones. Tampoco debe admitirse
antagonismo hacia la religión. Por el contrario, Cristo debía ser representado
como el primer autor del iluminismo, cuya misión secreta era restaurar a los
hombres la libertad y la igualdad originales que habían perdido en la caída. A
nadie, se le debía decir al novicio, le allanó un camino tan seguro hacia la
libertad como nuestro gran Maestro Jesús de Nazaret. Y si Cristo exhortó a sus
discípulos a despreciar las riquezas fue para preparar al mundo para esa
comunidad de bienes que debería acabar con la propiedad.»
Webster 13-14. Novicios iniciados paso a paso en los “misterios
elevados”
«No era,
hasta su admisión a los grados superiores que el adepto era iniciado en las
verdaderas intenciones del iluminismo con respecto a la religión. Cuando alcanzaba
el grado de Iluminado Mayor o menor, de Caballero Escocés, Epopte o Sacerdote,
se le revelaba todo el secreto de la orden en un discurso del iniciador:
Recuerda que desde las
primeras invitaciones que te hemos dado para atraerte a nosotros, comenzamos
diciéndote que en los proyectos de nuestra orden no entraban diseños contra la
religión. Recuerda que tal seguridad te fue dada cuando fuiste admitido en las
filas de nuestros novicios, y que se repitió cuando entraste en nuestra
Academia Minerval. Recuerda con qué arte, con qué respeto simulado te hemos
hablado de Cristo y de Su Evangelio. Pero en los grados de mayor iluminismo, de
caballero escocés, y de epópteo sacerdote, como hemos sabido formar del
Evangelio de Cristo el de nuestra razón, y de su religión la de la naturaleza,
y de la religión, la razón, la moralidad y la naturaleza, hacer la religión y
la moralidad de los derechos del hombre, de la igualdad y de la libertad. Hemos
tenido muchos prejuicios que superar en ti antes de poder persuadirte de que la
pretendida religión de Cristo no era más que la obra de sacerdotes, de
impostura y de tiranía. Si es así con esa religión tan proclamada y admirada,
¿qué debemos pensar de otras religiones? Entiende entonces que todas tienen las
mismas ficciones por su origen, que todas están igualmente fundadas en la mentira,
el error, la quimera y la impostura. Contempla nuestro secreto... Si para
destruir a toda la cristiandad, a toda religión, hemos pretendido tener la
única religión verdadera, recuerda que el fin justifica los medios, y que los
sabios deben usar todos los medios para hacer el bien que los malvados usan
para hacer el mal. Los medios que hemos utilizado para liberarte, los que hemos
utilizado para liberar un día a la raza humana de toda religión, no son más que
un fraude piadoso que reservamos para desvelar un día en el grado de Magus o
Filósofo Iluminado.
Pero todo esto era
desconocido para el novicio, cuya confianza, ganada por la simulación de la
religión, fue impuesta a una estricta obediencia. Entre las preguntas que se le
formulaban estaban las siguientes:
· Si descubrieras que se hace algo incorrecto o
injusto bajo la Orden, ¿qué actitud tomarías?
· ¿Considerarás y podrás considerar el bien de
la Orden como tu propio bien?
· ¿Darás a nuestra Sociedad el derecho de vida
y muerte?
· ¿Te comprometes a una obediencia absoluta y
sin reservas? ¿Y conoces la fuerza de este compromiso?"
A modo de
advertencia sobre las consecuencias de traicionar a la orden, se incluía una
ilustración contundente en la ceremonia de iniciación. Tomando una espada
desnuda de la mesa, el Iniciador sostenía la punta contra el corazón del
novicio con estas palabras:
Si eres
solo un traidor y perjuro, aprende que todos nuestros hermanos están llamados a
armarse contra ti. No esperes escapar ni encontrar un lugar seguro. Dondequiera
que estés, la vergüenza, el remordimiento y la ira de nuestros hermanos te
perseguirán y te atormentarán hasta los recovecos más profundos de tus
entrañas.
Así se verá
que la libertad proclamada por los líderes de los Illuminati no existía, y que
la disciplina de hierro era en realidad la consigna de la Orden. Esta regla se
aplicaba particularmente en el caso de aquellos descritos como «reclutadores».
Debían ser utilizadas las las mujeres y los
tontos con dinero
“Las
mujeres también debían ser enlistadas como Iluminatis al serles dadas, indicios
de emancipación. A través de las mujeres, escribió Weishaupt, a menudo se puede
trabajar lo mejor del mundo. Insinuarnos con estas y ganarlas debería ser uno
de nuestros estudios más inteligentes. Más o menos todas pueden ser llevadas
hacia el cambio por la vanidad, la curiosidad, la sensualidad y la inclinación.
De esto se puede sacar mucho provecho para la buena causa. Este sexo tiene una
gran parte del mundo en sus manos. Luego se dividiría a las adeptas femeninas
en dos clases, cada una con su propio secreto, la primera consistiría en
mujeres virtuosas que darían un aire de respetabilidad a la orden, la segunda
de «mujeres ligeras», que ayudarían a satisfacer a aquellos hermanos que tienen
un gusto por el placer. Pero la utilidad presente de ambas clases consistiría
en proporcionar fondos para la sociedad. Tontos con dinero, ya sean hombres o
mujeres, debían ser especialmente bienvenidos. «Estás buenas personas»,
escribió Espartaco a Hayax y Catón, «inflan nuestros números y llenan nuestra
caja de dinero. Pónganse a trabajar. Estos caballeros deben ser llevados a
picar el anzuelo. Pero cuidemos de no contarles nuestros secretos. A este tipo de gente siempre se les debe
hacer creer que el grado que han alcanzado es el último.“
15-16. Sistema de espionaje universal
“El
espionaje formaba una gran parte del programa de Weishaupt. Se instaba a los
adeptos conocidos como los «hermanos insinuantes», a asumir el papel de
«observadores» y «reporteros». Cada persona será hecha una espía de otra y de
todos a su alrededor. Amigos, parientes, enemigos, aquellos que son
indiferentes, todos sin excepción serán el objeto de sus indagaciones. Intentará
descubrir su fuerte y su débil, sus pasiones, sus prejuicios, sus conexiones,
sobre todo, sus acciones, en una palabra, la información más detallada sobre
ellos. Todo esto se anotará en las tablillas que lleva el insinuante consigo, y
de las cuales redactará informes que enviará dos veces al mes a sus superiores,
de modo que la Orden pueda saber a qué personas en cada ciudad y pueblo puede
recurrir para obtener apoyo.”
Anticiencia y civilización en general: Las
ciencias son “las necesidades complicadas de un estado contrario a la
naturaleza. Las invenciones de cerebros vanidosos y vacíos” Envió “apóstoles” –
Barruel IV, 9.
“Desde el
primer año de su iluminismo, en su atroz impiedad, imitando al Dios del
cristianismo, concibió en estos términos las órdenes que daría a Massenausen
para propagar su nuevo Evangelio, ¿no envió Jesucristo a sus apóstoles a
predicar por todo el universo? ¿Tú qué eres mi Pedro? ¿Por qué te permitiría
estar ocioso y tranquilo en casa? Ve, entonces, y predica.”
El martinismo también es importante: En 1775 el
libro de Saint Martin, llamado “Libertad, Igualdad y Fraternidad” la “ternaria
sagrada”
“En 1775 el
libro de Saint Martin, la formula de “Libertad, Igualdad y Fraternidad" y
Fraternidad», es referida como la «Eternaire Sacre».
Los
martinistas, a menudo referidos en los registros contemporáneos franceses como
los Iluminados, eran en realidad soñadores y fanáticos y no deben ser
confundidos con la orden de los Iluminados de Baviera que comenzó a existir veintidós
años después. Fue por esta, terrible y formidable secta, que el plan gigantesco
de la Revolución Mundial se trabajó bajo el liderazgo del hombre a quien Lois
Blanc ha descrito verdaderamente como «el conspirador más profundo que ha
existido». [Weishaupt]”
c. 1782. Congreso de Wilhelmsbod, Iluminismo y
masonería unidos para perseguir un fin común. Se atributan 3 millones de
miembros. Cita de “el trágico secreto” Webster. p.19
“Pero no
fue hasta el Congreso de Wilhelmsbad que la alianza entre el Iluminismo y la
Masonería se selló finalmente. Esta asamblea, cuya ulterior importancia para la
historia del mundo nunca fue contemplada por los historiadores, se reunió por
primera vez el 16 de julio de 1782, e incluyó representantes de todas las
Sociedades Secretas — Martinistas, así como Masones e Illuminati — que ahora
contaban con no menos de tres millones de miembros en todo el mundo. Entre
estas diferentes órdenes, solo los Illuminati de Baviera habían formulado un
plan de campaña definitivo, y fueron ellos quienes a partir de entonces tomaron
el liderazgo. Fuera del mundo, nunca se conocerá lo que ocurrió en este
terrible Congreso, ya que incluso aquellos hombres que habían sido atraídos de
manera inadvertida al movimiento, y ahora escuchaban por primera vez los
verdaderos designios de los líderes, estaban bajo juramento de no revelar nada.
Un tal masón honesto, el Conde de Virieu, miembro de una logia Martinista en
Lyon, al regresar del Congreso de Wilhelmsbad no pudo ocultar su alarma, y
cuando se le preguntó sobre los «trágicos secretos» que había traído consigo,
respondió: «No los confiaré a usted. Solo puedo decirle que todo esto es mucho
más serio de lo que piensa. La conspiración que se está tejiendo está tan bien
pensada que será, por así decirlo, imposible que la Monarquía y la Iglesia
escapen de ella.» Desde ese momento, el conde de Virieu sólo podía hablar de la
masonería con horror.”
d. 1784. El elector de Baviera prohibió todas
las sociedades secretas. 1785. Los Illuminati fueron arrestados y juzgados, y
sus documentos se hicieron públicos: recetas para bombas, descripciones del
objetivo. [Webster] 25.
“La opinión
pública se había movilizado completamente sobre el tema de la sociedad. Y el
elector de Baviera, informado del peligro que constituían para el Estado sus
adeptos quienes se decía habían declarado que «los Iluminados deben gobernar el
mundo en algún momento». Publicó un edicto prohibiendo todas las sociedades
secretas. En abril del año siguiente, 1785 cuatro otros Iluminados, descontentos
por la tiranía de Weishaupt, fueron citados ante un tribunal de investigación
para dar cuenta de las doctrinas y métodos de la secta. El testimonio de estos
hombres no dejó lugar a dudas sobre la naturaleza diabólica del iluminismo.
Toda religión, declararon, todo amor por la patria y lealtad a los soberanos,
debían ser aniquilados, un lema favorito de la Orden era:
«Tous les rois
et tous les prêtres,
sont des
fripons et des traîtres».[3]
Además, se
haría todo lo posible para crear discordia no sólo entre los príncipes y sus
súbditos, sino entre los ministros y sus secretarios, e incluso entre padres e
hijos. Mientras que el suicidio debía ser fomentado inculcando en la mente de
las personas la idea de que el acto de matarse a uno mismo proporcionaba un
cierto placer voluptuoso. El espionaje se extendería incluso al correo mediante
la colocación de adeptos en las oficinas de correos que poseían el arte de
abrir cartas y volver a cerrarlas sin temor a ser detectados. Robison, quien
estudió toda la evidencia de los cuatro profesores, resume así el plan de Weishaupt
tal como fue revelado por ellos:
«El orden
de los Iluminados abjuro del Cristianismo y abogó por los placeres sensuales.
En las logias, la muerte fue declarada un sueño eterno. El patriotismo y la
lealtad fueron denominados como prejuicios de estrechez mental e incompatibles
con la benevolencia universal. Además, consideraban a todos los príncipes como
usurpadores y tiranos, y a todos los órdenes privilegiados como sus cómplices.
Pretendían abolir las leyes que protegían la propiedad acumulada por una
industria continua y exitosa. Y para prevenir cualquier acumulación futura de
este tipo, pretendían establecer la libertad y la igualdad universal, los
derechos imprescriptibles del hombre y como preparativos necesarios para todo
esto pretendían arrancar toda religión y moralidad ordinaria, e incluso romper los
lazos de la vida doméstica, destruyendo el respeto por los votos del
matrimonio, y quitando la educación de los niños de las manos de los padres.
Reducidos a
una fórmula simple, los objetivos de los Iluminados pueden resumirse en los
siguientes seis puntos.
-
1
Abolición de la monarquía y de todo gobierno ordenado.
-
2
Abolición de la propiedad privada.
-
3
Abolición de la herencia.
-
4
Abolición del patriotismo.
-
5
Abolición de la familia, (es decir, del matrimonio y toda moralidad, y la
institución de la educación comunitaria de los niños).
-
6
Abolición de toda religión.»
“Ahora seguramente se admitirá que lo anterior forma un programa sin
precedentes hasta ahora en la historia de la civilización. Las teorías
comunistas habían sido sostenidas por pensadores aislados o grupos de
pensadores desde los días de Platón. Pero nadie, hasta donde sabemos, había
propuesto seriamente destruir todo por lo que la civilización representa.
Además, cuando, como veremos, el plan del iluminismo codificado por los seis
puntos mencionados ha continuado hasta el día de hoy formando el programa
exacto de la Revolución Mundial. ¿Cómo podemos dudar de que todo el movimiento
se originó con los Illuminati o con influencias secretas que trabajaban detrás
de ellos?
Fue el 11
de octubre de 1786 cuando las autoridades bávaras descendieron sobre la casa de
Zwack y confiscaron los documentos que revelaron los métodos de los
conspiradores. Aquí se encontraron descripciones de una caja fuerte para
proteger documentos que, si se forzaba, explotaría mediante una máquina
infernal. De una composición que cegaría o mataría si se rociaba en la cara. De
un método para falsificar sellos. Recetas para un tipo particularmente mortal
de «aqua tofana». Para perfumes venenosos que llenarían una habitación con
vapores pestilentes, y para un té para provocar el aborto. También se descubrió
un elogio del ateísmo titulado Mejor que
Orus y un documento en la letra de Zwack que describía el plan para
reclutar mujeres en las dos clases mencionadas anteriormente:
«Será de
gran utilidad y proporcionará mucha información y dinero, y encajará
maravillosamente con el gusto de muchos de nuestros miembros más fieles que son
amantes del sexo. Deberá consistir en dos clases, las virtuosas y las de
corazón más libre... No deben conocerse entre sí, y deben estar bajo la
dirección de hombres, pero sin saberlo... a través de buenos libros, y la
última (clase) a través de la indulgencia de sus pasiones en secreto.»
El peligro
temible presentado por los Illuminati ahora se hizo evidente, y el gobierno de
Baviera, juzgando que la mejor manera de transmitir una advertencia al mundo
civilizado sería permitir que los documentos hablaran por sí mismos. Ordenó que
se imprimieran de inmediato y se distribuyeran lo más ampliamente posible. Una
copia de esta publicación, titulada Escritos
originales de la orden de los Illuminati, fue enviada a cada gobierno de
Europa. Pero, extrañamente, atrajo poca atención, la verdad siendo sin duda,
como señala el abbe Barruel, que la extravagancia del esquema allí propuesto lo
hacía increíble, y los gobernantes de Europa, negándose a tomar en serio el
iluminismo, lo dejaron de lado como una quimera.”
C. La revolución.
1. La
convocatoria de los Estados Generales debido a las dificultades financieras fue
el pretexto para que las ideas de la Ilustración se pusieran en marcha. La
Revolución fue radical desde el principio y contó con un inmenso apoyo del
"espíritu de la época."
2. Jacobinos:
Tomaron la delantera desde el principio, el único partido real. Acordaron de
antemano la política en la Asamblea Nacional. Bien organizados, 406 sociedades
afiliadas en las provincias con 500,000 miembros para 1793. Tomaron el control,
el poder de las sociedades secretas.
“Concebido
no muchos años antes de la Revolución Francesa, en los pensamientos de un
hombre cuya ambición total parecía absorbida en Ingolstadt en el polvo de tiza
de las escuelas, ¿cómo es que el Iluminismo, en menos de veinte años, se
convirtió en esa formidable secta que, bajo el nombre de los Jacobinos, cuenta
hoy como sus trofeos tantos altares caídos en pedazos, tantos cetros rotos o
mutilados. Tantas constituciones derrocadas, tantas naciones subyugadas, tantos
potentados caídos bajo sus dagas o sus venenos o sus verdugos. Tantos otros
potentados humillados bajo el yugo de una servidumbre llamada «paz», ¿o de una
servidumbre aún más deshonrosa llamada «alianza»?
Bajo este
mismo nombre de Jacobinos, engullendo simultáneamente todos los secretos, todas
las conspiraciones, todas las sectas de infieles jurados, de conspiradores sediciosos,
de conspiradores desorganizadores. ¿Cómo es que el iluminismo establece tal
dominio del miedo que, manteniendo al universo en consternación, no permite que
un solo rey diga, «Mañana seguiré siendo rey», no permite que un solo pueblo
diga, «Mañana seguiré teniendo mis leyes y mi religión» y no permite que un
solo ciudadano diga, «Mañana tanto mi fortuna como mi hogar seguirán siendo
míos», «Mañana no despertaré bajo el árbol de la libertad, por un lado, y el
árbol de la muerte, la voraz guillotina por el otro».?
Autores
invisibles, ¿cómo es que los adeptos secretos del moderno Espartaco presiden
solos todos los crímenes? ¿Todos los
desastres de esta plaga de bandidaje y ferocidad llamada revolución? ¿Cómo
siguen presidiendo todo lo que la secta planea, para consumar la desolación y
disolución de las sociedades humanas?”
Las órdenes de los jacobinos fueron obedecidas
instantáneamente. Beben la sangre de los demás “hasta la muerte de los reyes”.
La caída de la monarquía en Occidente en 1792. La destrucción comienza en
serio.
“Encontré
la carta. Estaba compuesta en estos términos. «Tu carta, mi querido amigo, ha
sido leída en presencia de todo el club. Fue sorprendente encontrar tanta
filosofía en un cura de aldea. No temas, mi querido cura. Somos trescientos.
Marcamos las cabezas, y ellos caen. En cuanto a lo que hablas, aún no es el
momento. Sólo mantén a tu gente lista. Dispone a tus feligreses para ejecutar
las órdenes, y se te darán a su debido tiempo.
Esta carta
estaba firmada. —Dietrich, secretario. —
En cuanto a
las reflexiones que sugiere esta carta, solo añadiré que el club desde donde
fue enviada había cambiado el lugar de sus reuniones para ir al suburbio de
Ste. Honore, y allí permaneció desconocido para la Corte; hasta el momento de
una de estas orgías, cuyo objetivo sería volver a informar al Rey del destino
que le esperaba. Después de uno de estos banquetes celebrados en nombre de la fraternidad, todos los Hermanos se
pinchaban los brazos y vertían su sangre en sus vasos; todos bebían de esta
sangre, después de haber gritado, «Muerte a los reyes», y este sería el último
brindis de su banquete fraternal. Esta carta también nos dice que hombres
formaron esta legión de los Mil Doscientos, que Jean de Brié propuso establecer
en la Convención, cuyo objetivo era extenderse a los imperios para asesinar a
todos los Reyes de la tierra.”
3. Violencia: la interpretación habitual C
incidental, pasiones encendidas, defensa nacional, etc. Pero la
evidencia apunta a un uso deliberado: cuando hay verdaderos agravios, son explotados
por políticos astutos para promover la Revolución. El gran rol de los
agitadores.
(1)
El "Gran Miedo" julio de 1789:
Bourne p. 100;
Web.32-33.
“Sea cual
sea a la agencia que le atribuyamos. Sin embargo, el mecanismo de la Revolución
francesa la distingue de todas las revoluciones anteriores. Hasta ahora, las
revoluciones aisladas que habían tenido lugar a lo largo de la historia del
mundo pueden reconocerse claramente como movimientos espontáneos provocados por
la opresión o por una facción política que gozaba de cierto apoyo popular. Y
por lo tanto se esforzaban por satisfacer las demandas del pueblo. Pero en la
Revolución Francesa vemos por primera vez que el plan en operación, que se ha
llevado a cabo hasta el momento presente,
es el intento sistemático de crear agravios para explotarlos…
El ejemplo
más notable de agitación orquestada durante las primeras etapas de la
Revolución fue el extraordinario incidente conocido en la historia como «el Gran
Miedo». Cuando el mismo día, el 22 de julio de 1789, y casi a la misma hora, en
ciudades y pueblos de toda Francia, se creó un pánico con el anuncio de que se
acercaban bandidos, y por lo tanto, todos los buenos ciudadanos debían tomar
las armas. Los mensajeros que trajeron la noticia a toda prisa a caballo en
muchos casos exhibieron carteles encabezados por un «Edicto del rey». Con las
palabras «El rey ordena que todos los castillos sean quemados, él sólo desea
conservar el suyo. Y el pueblo, obediente a estos mandatos, se apoderó de todas
las armas que pudo encontrar y se dedicó a la tarea de destrucción. El objetivo
de los conspiradores se logró así. Armar a la población contra la ley y el
orden, un dispositivo que desde 1789 siempre ha formado el primer punto de la
Revolución Social.»
Protesta de mujeres 5 de octubre de 1789:
Mujeres también vestidas como hombres, muchas forzadas convertirse en
participes.
(2) El Reinado del Terror bajo Robespierre
supuestamente invocado por la invasión extranjera, buscando “enemigos del
pueblo” en el interior; Esto como un medio de gobernar, (cf. Comunismo). Pero de
forma más profunda, había un plan poco publicitado de “despoblación”. Informe
del Comité de Seguridad Pública, 8 de agosto de 1795. “Sed pacíficos, Francia
tiene suficiente para doce millones de hombres. Todos los demás, doce millones,
tendrán que ser puestos a muerte. Y entonces ya no os faltará pan.” (Barruel
IV. p. 335)
“Fue ella, [la secta], la que extinguió incluso
el afecto de un hermano por su hermano, del hijo por su padre, cuando el adepto
Chénier, al ver a un hermano entregado a sus verdugos, respondió fríamente, «Si
mi hermano no está en el sentimiento de la revolución, que sea sacrificado»; Cuando
el adepto Philip llevó en triunfo a los jacobinos las cabezas de su padre y su
madre. Esta es la secta siempre insaciable de sangre, que por boca de Marat,
demandó doscientas setenta mil cabezas, que pronto sólo podrían contarse por
millones. Ella, [la secta], lo sabía. Todos los secretos de su igualdad sólo
podían lograrse en sus mayores eventos despoblando el mundo. Y la secta que
respondió a través de Le Bo, a las comunas de Montahúban, aterrorizadas por la
falta de provisiones; «no temáis. Francia tiene suficiente para doce millones
de hombres. Es necesario que el resto, es decir, los otros doce millones de
franceses, sean puestos a muerte, y entonces ya no os faltará pan.» (Reporte al
Comité de la Seguridad Publica, reunido el 8 de agosto de 1795)”
El Tribunal Revolucionario discutió la
reducción de la población a 1/3 o ½; El Comité de Seguridad Pública calculó
cuántas cabezas debía haber en cada ciudad y distrito. Ahogados, guillotinados
o fusilados quizás 300,000, de los cuales sólo 3,000 nobles, la mayoría
campesinos y trabajadores. En Nantes, 500 niños de personas pobres fueron
asesinados en una sola carnicería. 144 mujeres pobres arrojadas al río. etc.
(3) Matanza
y destrucción especialmente feroz masacres de septiembre de 1792 de sacerdotes
y otros en prisiones, canibalismo y tortura, la violencia calculada, y la idea
de Marx. Sieyes replica: (Barruel IV
335) “siempre nos hablas de nuestros medios, eh, Monsieur, es el fin, es el
objeto y la meta lo que debes aprender a ver.”
“Nos habla siempre de
nuestros medios; eh, Monsieur, es el fin, es el objeto y la meta lo que debe
aprender a ver...”
Saint-Just: “Caminaré
voluntariamente con mis pies en sangre y lágrimas.”
'Caminaré voluntariamente
con mis pies en sangre y lágrimas,' dijo Saint-Just, el colaborador de
Robespierre; y esto, lo admita o no, debe ser la máxima de todo socialista
revolucionario que crea que cualquier método es justificable para alcanzar su
objetivo."
(4) Babeuf,
"Conspiración de los Iguales."
a. Discípulo de Weishaupt, siguió las ideas comunistas de Robespierre. Dijo que
la despoblación era el "inmenso secreto" del Terror (afirmó que cobró
1 millón de vidas). Formó su propia organización masónica para lograr la
"igualdad." Un comunista (Web. 56).
“Desafortunadamente la confusión de mentes
prevaleciente entre los avocados a la «igualdad» era tan grande que las
reuniones; que hace mucho antes consistían en doscientas personas; se
convirtieron como una Torre de Babel. Nadie sabía precisamente lo que quería y
no se podían tomar decisiones. Por lo tanto, se decidió complementar estas
enormes asambleas con pequeños comités secretos. Y aquí se elaboró el esquema
de la revolución social. Partiendo de la premisa de que toda propiedad es robo,
se decidió que el proceso conocido en el lenguaje revolucionario como,
expropiación, debía tener lugar. Es decir, toda propiedad debe ser arrebatada a
sus actuales propietarios por la fuerza, la fuerza de una multitud armada. Pero
Babeuf, mientras abogaba por la
violencia y el tumulto como medios para un fin, de ninguna manera deseaba la
anarquía como una condición permanente. El Estado debe mantenerse, y no sólo
mantenerse sino hacerse absoluto, el único dispensador de las necesidades de la
vida. En mi sistema de felicidad común, escribió, deseo que no exista propiedad
individual. La tierra es de Dios y sus frutos pertenecen a todos los hombres en
general. Otro babubista, el marqués de Antonelle, anteriormente miembro del
Tribunal Revolucionario, había expresado el asunto en términos muy similares.
El estado de comunismo es el único
justo, el único bueno. Sin este estado de cosas no pueden existir sociedades
pacíficas y realmente felices...”
Terminó su Manifiesto de los iguales
para abril de 1796. Webster 57-8.
“Bebiuf decidió entonces que debía formarse un «Directorio
secreto», cuyo funcionamiento guarda una curiosa semejanza con el de los
Illuminati. Así como Weishaupt había empleado a doce adeptos principales para
dirigir las operaciones en toda Alemania, y había ordenado estrictamente a sus
seguidores que no se conocieran entre sí como Illuminati. Bebeuf instituyó
ahora doce agentes principales para trabajar en los diferentes distritos de
París, y estos hombres no debían conocer los nombres de los miembros del Comité
Central de Cuatro, sino sólo
comunicarse con ellos a través de intermediarios parcialmente iniciados en los
secretos de la conspiración. Al igual que Weishaupt, Bebuef adoptó un tono
dominante y arrogante hacia sus subordinados, y a cualquiera que sospechara de
traición se le amenazaba, al estilo de las sociedades secretas, con la más terrible
venganza. «¡Ay de aquellos de quienes tengamos motivo para quejarnos!» escribió
a uno cuya lealtad había comenzado a dudar. «Reflexiona que los verdaderos
conspiradores nunca pueden abandonar a aquellos que han decidido emplear.»
Para abril de 1796, el plan de insurrección
estaba completo, y el famoso Manifiesto
de los Iguales estaba listo para su publicación. «Pueblo de Francia»,
anunciaba esta proclamación, «Durante quince siglos has vivido en esclavitud y,
por lo tanto, en infelicidad. Durante seis años, (es decir, durante el curso de
la Revolución), apenas has respirado, esperando independencia, felicidad e
igualdad. ¡Igualdad! ¡El primer deseo de la Naturaleza, la primera necesidad
del hombre y el principal vínculo de toda asociación legal!
¡Bien!, de ahora en adelante, pretendemos vivir
y morir iguales como nacimos. ¿Deseamos la verdadera igualdad o la muerte? Eso
es lo que debemos tener. Y tendremos esta verdadera igualdad, sin importar el precio.
¡Hay de aquellos que se interpongan entre Geyer
y nosotros! , «!los techos de nuestras casas. Consentiremos en cualquier cosa
para eso, para hacer una limpieza total y aferrarnos sólo a eso. Perecer si es
necesario todas las artes, siempre que nos quede la verdadera igualdad!»
«La ley agraria y la división de tierras fueron
el deseo momentáneo de unos pocos soldados sin principios movidos por el
instinto más que por la razón. Nos inclinamos hacia algo más sublime y
equitativo, la Felicidad Común o la Comunidad
de Bienes. No más propiedad privada
en la tierra, la tierra no pertenece a nadie. Reclamamos, deseamos el disfrute
comunal de los frutos de la tierra. Los frutos de la tierra pertenecen a todos.»
«Declaramos
que ya no podemos soportar que la gran mayoría de los hombres trabajen y suden
al servicio y para el placer de una minoría extrema. Durante demasiado tiempo,
menos de un millón de individuos han dispuesto de lo que pertenece a más de
veinte millones de sus semejantes, de sus iguales. Que cese al fin este gran
escándalo en el que nuestros sobrinos no podrán creer.
Desaparezcan
al fin las distinciones repugnantes de ricos y pobres, de grandes y pequeños,
de amos y sirvientes, de gobernantes y gobernados. Que no haya otra diferencia
entre los hombres que la de edad y sexo. Dado que todos tienen las mismas
necesidades y las mismas facultades, que haya sólo una educación, un tipo de
alimento. Se contentan con un sol y aire para todos. ¿Por qué no debería bastar
la misma porción y la misma calidad de alimento para cada uno de ellos?...
Pueblo de
Francia, os decimos. La santa empresa que estamos organizando no tiene otro
objeto que poner fin a las disensiones civiles y a la miseria pública. Nunca se
ha concebido y ejecutado un diseño más vasto. De vez en cuando, unos pocos
hombres de genio, unos pocos sabios han hablado en voz baja y temblorosa.
Ninguno de ellos ha tenido el valor de decir toda la verdad. Ha llegado el
momento de grandes medidas. El mal está en su apogeo, cubre la faz de la
tierra. El caos bajo el nombre de política ha reinado durante demasiados
siglos. Ha llegado el momento de fundar la república de los iguales, el gran
albergue abierto a todos los hombres…
Familias
que gimen, venid y sentaos en la mesa común puesta por la naturaleza para todos
sus hijos.»
«Pueblo de
Francia, abrid vuestros ojos y corazón a la plenitud de la felicidad. Reconoced
y proclamad con nosotros la república de los iguales.»
Sin
embargo, este documento no estaba destinado a ser mostrado al público, ya que
el Comité secreto finalmente decidió que sería inoportuno admitir al pueblo en
todo el plan de la conspiración. Particularmente juzgaron inadmisible publicar
la frase que había sido expresada en un lenguaje casi idéntico por Weishaupt.
«Perecer todas las artes, siempre que nos quede la verdadera igualdad». El pueblo
de Francia no debía saber que se contemplaba un retorno a la barbarie. En
consecuencia, se redactó una segunda proclamación bajo el título de «Análisis
de la doctrina de Babeuf». Un llamamiento mucho menos inspirador que el
anterior manifiesto, y principalmente ininteligible para las clases
trabajadoras, pero, como señala M. Fleury, «la verdadera Biblia o Corán del
sistema despótico conocido como comunismo». Porque aquí radica el kit de la
cuestión. Nadie que lea estos dos documentos de los babubistas puede dejar de
reconocer la verdad de ciertas de sus críticas a la sociedad. La disparidad
flagrante entre la pobreza y la riqueza, la distribución desigual del trabajo y
el placer, la injusticia de un sistema industrial en el que, debido en gran
parte en este período a la supresión de los sindicatos por los líderes
revolucionarios, los empleadores podían vivir en lujo a costa del trabajo
explotado. Pero la cuestión es, ¿cómo proponía Babeuf remediar estos males? En
resumen, su sistema, fundado en la doctrina de «comunidad de bienes y de
trabajo», puede resumirse de la siguiente manera:
Todos deben
ser obligados a trabajar tantas horas al día a cambio de una remuneración
igual. El hombre que se mostrara más hábil o industrioso que sus compañeros
sería recompensado únicamente con «gratitud pública». Este trabajo obligatorio
no debía pagarse en dinero sino en especie, ya que, dado que el derecho a la
propiedad privada constituía el principal mal de la sociedad existente, la
distinción de «mío» y «tuyo» debía ser abolida y nadie debería poseer nada
propio. El pago, por lo tanto, sólo podría hacerse en los productos del
trabajo, que debían ser recolectados en enormes almacenes comunales y
distribuidos en raciones iguales a los trabajadores. Inevitablemente, el comercio
sería completamente eliminado, y el dinero ya no se acuñaría ni se admitiría en
el país. El comercio exterior, por lo tanto, debía llevarse a cabo con la
moneda en circulación, y cuando ésta se agotara, mediante un sistema de
trueque.»
Pero la gente no fue informada de esto, (a la
Weishaupt), sólo se les dijo que los bienes de los enemigos del pueblo serían
entregados a los necesitados.
“Pero el pueblo no estaba en el secreto del
movimiento. Así como en los grandes estallidos de la revolución la multitud
de París había sido impulsada ciegamente con pretextos falsos proporcionados
por los agitadores, una vez más el pueblo debía ser hecho instrumento de su
propia ruina. El «Comité Secreto de Dirección» sabía bien que el comunismo era
un sistema que nunca apelaría al pueblo. Por lo tanto, tuvieron cuidado de no
admitir a sus engañados entre las clases trabajadoras en todo su programa, y
creyendo que sólo mediante un llamamiento al interés propio y la codicia
podrían asegurar un seguimiento, jugaron hábilmente con las pasiones del
pueblo, prometiéndoles Botín que no tenían intención
de
otorgarles. Así, en el acto insurreccional ahora redactado por el Comité, se
anunciaba que los bienes de los emigrados, de los conspiradores, es decir, los
realistas, y los enemigos del pueblo serían distribuidos a los defensores del
país y a los necesitados. No les dijeron que en realidad estas cosas no
pertenecerían a nadie, sino que se convertirían en propiedad del Estado
administrada por ellos mismos. El pueblo entonces no debía conocer la verdad
sobre la causa en la que se les pedía derramar su sangre, y que estarían
obligados a derramarla en torrentes, ningún hombre sensato podría dudar.”
Su admiración por Robespierre. Webster 64.
“Cuando se
trató de organizar la insurrección requerida, Bebeuf adoptó un lenguaje muy
diferente. De hecho, el antiguo denunciante del «sistema de despoblación» de
Robespierre ahora afirmaba que no sólo los objetivos de Robespierre sino
también sus métodos eran dignos de elogio.
Confieso
hoy que guardo rencor contra mí mismo por haber visto anteriormente el gobierno
revolucionario y a Robespierre y Saint Just en colores tan oscuros. Creo que
estos hombres solos valían todos los revolucionarios juntos, y que su gobierno
dictatorial estaba endemoniadamente bien pensado. No estoy en absoluto de
acuerdo. en que cometieron grandes crímenes e hicieron perecer a muchos
republicanos. No tantos, creo, la salvación de veinticinco millones de hombres
no debe ser sopesada contra la consideración por unos pocos individuos
equívocos. Un regenerador debe tener una visión amplia, debe cegar todo lo que
lo obstaculice, todo lo que obstruya su paso, todo lo que puede impedir su
pronta llegada al objetivo que ha determinado. Canallas o imbéciles, o personas
presuntuosas o ansiosas de gloria, es lo mismo, tant pis pour eux, [tanto peor para ellos], ¿para qué están ahí?
Robespierre sabía todo eso y es en parte lo que me hace admirarlo.
Pero donde Babeuf
mostró ser inferior intelectual de Robespierre fue en la forma en que propuso
superar la resistencia a su plan de un Estado socialista. Robespierre, como
bien sabía, había pasado catorce meses cegando a aquellos que obstruían su
paso, había mantenido la guillotina trabajando sin descanso en París y las
provincias, y aún así no había logrado silenciar a los objetores. Pero Babeuf
esperaba lograr su propósito en un solo día, ese «gran día del pueblo» en el que toda oposición debía ser suprimida
instantáneamente, todo el orden social existente aniquilado, y la república de
la igualdad erigida sobre sus ruinas. Sin embargo, si el proceso debía ser
breve, necesariamente debía ser aún más violento, y fue así que, sin la calma
precisión de Robespierre marcando cabezas para la destrucción, Babeuf se
dispuso a su tarea.
Su frenesí. Webster 65.
“Cuando
escribía sus planes de insurrección, su secretario Pillé relató posteriormente
en su juicio, Babeuf corría de un lado a otro de la habitación con los ojos
encendidos, gesticulando y haciendo muecas, golpeándose contra los muebles,
derribando las sillas mientras profería gritos roncos de «¡a las armas, a las
armas!» ¡La insurrección!, ¡la insurrección está comenzando!». «Era una
insurrección contra las sillas», dijo secamente Pillé. Luego Babeuf se lanzaba
sobre su pluma, la sumergía en la tinta y escribía con una rapidez aterradora,
mientras todo su cuerpo temblaba y el sudor le corría por la frente. «Ya no era
locura», añadió Pille, «¡era frenesí!». Este frenesí, explicó Babeuf, era
necesario para elevarse al grado requerido de elocuencia, y en sus llamamientos
a la insurrección es difícil ver dónde su programa difería del bandolerismo y
la violencia que había deplorado.”
El “Gran Día” de la revolución. Webster 67-8.
“El
siguiente programa para el «Gran Día» fue elaborado por el directorio secreto.
En un momento dado, el ejército revolucionario debía marchar sobre la Asamblea
Legislativa, sobre el Cuartel General del Ejército y sobre las Casas de los
Ministros. Las tropas mejor entrenadas debían ser enviadas a los arsenales y
las fábricas de municiones, y también a los campamentos de Vincennes y Grenelle
con la esperanza de que los ocho mil hombres acampados allí se unieran al
movimiento. Mientras tanto, los oradores debían dirigirse a los soldados, y las
mujeres debían ofrecerles refrescos y coronas cívicas. En caso de que
resistieran estas seducciones, las calles debían ser barricadas, y se les debía
arrojar piedras, ladrillos, agua hirviendo y vitriolos sobre las cabezas de las
tropas. Todos los suministros para la capital debían ser entonces incautados y
puestos bajo el control de los líderes. Al mismo tiempo, las clases más ricas
debían ser expulsadas de sus casas, que inmediatamente se convertirían en
alojamientos para los pobres. Los miembros del directorio debían ser masacrados,
al igual que todos los ciudadanos que ofrecieran alguna resistencia a los
insurgentes. La insurrección así «felizmente terminada», como Babeuf
ingenuamente expresó, todo el pueblo debía ser reunido en la plaza de la
revolución e invitado a cooperar en la elección de sus representantes. «El plan»,
escribe Buonarotti, «era hablar al pueblo sin reservas y sin digresiones, y
rendir el homenaje más impresionante a su soberanía.» Pero en caso de que el
pueblo, cegado a sus verdaderos intereses, no reconociera a sus salvadores en
la persona de los conspiradores, los babubistas proponían seguir su homenaje a
la soberanía del pueblo exigiendo que «el poder ejecutivo fuera confiado
exclusivamente a ellos». Porque, como observó Buonarotti, «al comienzo de la
revolución es necesario, incluso por respeto a la verdadera soberanía del
pueblo, ocuparse menos de los deseos de la nación que de colocar la autoridad
suprema en manos fuertemente revolucionarias». Una vez en estas manos, por
supuesto, permanecería allí, y los babubistas con todas las fuerzas civiles y
militares a su respaldo podrían imponer su sistema de servidumbre estatal al
pueblo sumiso.”
Violencia. p. 70.
“En una
reunión del comité, se leyó en voz alta el plan terminado de insurrección, al
que se habían añadido más detalles atroces. Cualquiera que intentara ejercer
alguna autoridad debía ser ejecutado instantáneamente, los armeros debían ser
obligados a entregar sus armas, los panaderos sus suministros de pan, y
aquellos que resistieran serían colgados de la linterna más cercana. El mismo
destino estaba reservado para todos los comerciantes de vino y licores que se
negaran a proporcionar el brandy necesario para inflamar a la población y
llevarla a la violencia. «Toda reflexión por parte del pueblo debe ser evitada»,
decían las instrucciones escritas a los líderes. «Deben cometer actos que les
impidan retroceder».
Entre la
totalidad de esta banda feroz, Rossignol, el antiguo general de los ejércitos
revolucionarios en la Vendee, se mostró el más sanguinario. «¡Eh no quiero
tener nada que ver con su insurrección!» gritó, «a menos que las cabezas caigan
como granizo. A menos que inspire un terror tan grande que haga temblar a todo
el universo». Un discurso que fue recibido con aplausos unánimes.
El 11 de
mayo había sido fijado para el gran día de la explosión, cuando no sólo París,
sino todas las ciudades de Francia trabajadas por los agentes de Bebeouf debían
levantarse y derrocar toda la estructura de la civilización. Mientras tanto
había un informante, y el gobierno, advertido del inminente ataque, estaba
listo para enfrentarlo. En la mañana del día señalado, se encontró un cartel
pegado en todas las paredes de París con estas palabras:
«El
directorio ejecutivo a los ciudadanos de París.
Ciudadanos,
un espantoso complot está a punto de estallar esta noche o mañana al amanecer.
Una banda de ladrones y asesinos ha formado el proyecto de masacrar a la
Asamblea Legislativa, a todos los miembros del gobierno, al Estado Mayor del
Ejército y a todas las autoridades constituidas. Se proclamará la Constitución
del 93. Esta proclamación será la señal para un saqueo general de París, tanto
de casas como de tiendas y comercios, y al mismo tiempo se llevará a cabo la
masacre de un gran número de ciudadanos. Pero tranquilícense, buenos
ciudadanos. El gobierno está vigilante, conoce a los líderes del complot y sus
métodos. Mantengan la calma, por lo tanto, y continúen con sus actividades
habituales. El gobierno ha tomado medidas infalibles para frustrar sus planes y
entregarlos, junto con sus partidarios, a la venganza de la ley.»
Entonces, sin
más advertencia, la policía irrumpió en la casa donde Babeuf y Buonarotti
estaban redactando un cartel rival llamando al pueblo a la revuelta. En medio
de su tarea, el brazo de la ley lo sorprendió y capturó, y a la mañana
siguiente, otros cuarenta y cinco líderes de la conspiración fueron igualmente
arrestados y arrojados a la Abadía. ¡Ay del apoyo que habían esperado del
populacho! El ejército revolucionario con el que habían contado, impresionado
como siempre está el pueblo por una demostración de autoridad, se pasó a la
policía en apoyo de la ley y el orden. Con la eliminación de los agitadores,
todo el populacho entró en razón y se dio cuenta del horror total del complot
en el que habían sido engañados.”
Napoleón advirtió de ellos y puso fin al último
gran intento en la Revolución francesa de realizar el objetivo del iluminismo.
(5) Los
revolucionarios se devoran entre ellos – Barruel, libro IV[4]
“Jesucristo
quedó sin altares en Francia, así como ya no hubo trono para los reyes. Los
mismos que habían derribado el altar y el trono, conspiraron unos contra otros.
Los intrusos, los deístas y los ateos habían degollado a los católicos, y los
intrusos, los deístas y los ateos se degollaron unos a otros. Los
constitucionales proscribieron a los realistas, y los republicanos expatriaron
a los constitucionales. Los demócratas de la república una e indivisible
federal. La facción de la Montaña guillotinó a la facción de la Gironda. La
facción de la Montaña se dividió en la facción de Hébert y de Marat, en la
facción de Danton y de Chabot, en la facción de Cloots y de Chaumette, y en la
facción de Robespierre que a todas devoró, y que a su tiempo fue devorada por
la facción de Tallien y de Fréron. Brissot, Gensonné, Guadet, Fauchet, Rabaud,
Barbaroux y otros treinta fueron juzgados por Fouquier-Tinville, del mismo modo
que estos habían juzgado a Luis XVI. El mismo Fouquier-Tinville fue juzgado
como él había juzgado a Brissot. Péthion y Buzot, errantes por los bosques,
murieron de hambre y fueron devorados por las fieras. Perrin murió cargado de
cadenas; Condorcet se envenenó en la cárcel; Valage y Labat se dieron de
puñaladas; Charlotte Corday mató a Marat; Robespierre fue guillotinado; sobrevive
Sieyès como azote de Francia. El infierno parece que fortalecía el reino de su
impiedad; pero el cielo, para castigar a Francia, le dio, bajo el nombre de
Directores, los cinco tiranos o Pentarcas y su doble Senado. Rewbel, Carnot,
Barras, Letourneur, La Réveillère-Lepaux se apoderaron de sus ejércitos,
removieron a los diputados de su igualdad y de su libertad, lanzaron rayos
sobre sus secciones, la apretaron con sus garras, y pusieron sobre su cuello un
yugo de hierro. Todos temblaban a su presencia; pero ellos mismos se temían
mutuamente, se recelaban, y unos a otros se desterraron. Sobrevinieron nuevos
tiranos y se reunieron. Entonces los dioses que reinaban en Francia fueron los
destierros, el susto, el terror y sus Pentarcas. Todo estaba en silencio; el
espanto hacía que en aquel vasto imperio, o en aquella vasta cárcel, callasen
veinte millones de esclavos bajo la vara de hierro de Merlin o de Rewbel, al
solo nombre de la Guayana, y en esto paró aquel pueblo tantas veces proclamado
igual, libre y soberano.”
Francia arruinada por la revolución – Webster
49-50
“la
condición de Francia al final del terror.”
“Francia
está desmoralizada. Está exhausta este es el último rasgo de este país en
ruinas. Ya no hay opinión pública, o más bien esta opinión está compuesta sólo
de odio. Odian a los Directores (miembros del directorio) y odian a los
diputados, odian a los terroristas y odian a los chouans (los realistas de la Vendée). Odian a los ricos, y odian a
los anarquistas. Odian la revolución y odian la contrarrevolución. Pero donde
el odio alcanza hasta paroxismo es en el caso de los nuevos ricos. ¿De qué
sirve haber destruido a los reyes, nobles y aristócratas, si los diputados
agricultores y comerciantes toman su lugar? ¡Qué gritos de odio! De todas las ruinas
se encuentran y son aumentadas por el Directorio, - ruinas de partidos, ruinas
de poder, ruinas de hogares, ruinas de conciencias, ruinas de intelectos -, no
hay nada más lamentable que esto: La
ruina del carácter nacional. (…)”
“Ocho años
después del fin del terror, Francia aún no se había recuperado de sus estragos.
Según Redhead York, incluso la teoría generalmente aceptada de la prosperidad
agrícola es errónea.” (…)
“Nada puede
superar la miseria de los implementos de labranza empleados, salvo la miserable
apariencia de las personas que los usan. Mujeres en el arado y niñas
conduciendo dan una idea indiferente del progreso de la agricultura bajo la
República. No hay casas de campo dispersas por los campos, los agricultores
residen juntos en aldeas remotas, circunstancia que tiende a retrasar el
trabajo de cultivo.”
“Los
interiores de las casas están sucios, los patios de las granjas en el mayor
desorden. Y la miserable condición del ganado habla suficientemente de la
pobreza de su dueño. En todas partes los mendigos asaltaban al viajero pidiendo
limosna. A pesar de la población reducida, el desempleo era rampante. La
educación estaba paralizada, y debido a la destrucción de la antigua nobleza y
el clero, y al hecho de que los nuevos ricos que ocupaban sus propiedades eran
terratenientes ausentes, no había un sistema de caridad organizada.”
Yorke finalmente
se ve obligado a declarar:
«La
revolución, que se llevó a cabo ostensiblemente para el beneficio de las clases
bajas de la sociedad, las ha hundido en un grado de degradación y desgracia, al
que nunca fueron reducidas bajo la antigua monarquía. Han sido desheredadas,
despojadas y privadas de todo recurso para la existencia, excepto las derrotas
de armas y el botín efímero de las naciones vencidas.»
En otro
pasaje Yorke plantea la inevitable pregunta que surge en las mentes de todos
los contemporáneos pensantes: «Francia aún sangra por cada poro, — ella es una
vasta, familia de luto, vestida de cilicio. Es imposible en este momento para
una mente contemplativa ser alegre en Francia. A cada paso, la ruta despiadada
y sanguinaria de los bárbaros fanáticos disgusta la vista y enferma a la
humanidad — por todos lados las ruinas se imponen a la vista y lo obligan a
preguntarse ¿para qué y para quién son toda esta devastación y desolación?»”
(6) Religión
a. Descristianización: Noviembre de 1793. Lefebre
v. 2, 77-8
…La Iglesia
está profanada. Lo mismo sucedió en esta Revolución, pero en 1793 la nueva
Revolución para reemplazar el catolicismo se hizo evidente. Y este es uno de los
libros de texto estándar de Lefebre, que es muy objetivo y discute esto.
En 1793, en
“el festival del 10 de Agosto” la proclamación de la República “fue puramente
secular. La nueva religión se dotó de símbolos y una forma de liturgia. Honró a
la Santa «Montaña»”, es decir el lugar del partido de la montaña, y “veneró a
sus mártires. Le Pelletier Marat y Chalier. El 3 de brumario, el año II, (el 24
de octubre de 1793). La Convención adoptó el calendario revolucionario.” El año
1 comenzaría el 10 de agosto de 1792 de la República. Todos los meses se
renombraron de acuerdo con fenómenos naturales. Es decir, creo que diciembre es
llamado Pluvioso, que significa lluvia, la temporada de lluvias, el mes
lluvioso y así sucesivamente. “Intentó descristianizar la vida diaria
reemplazando referencias a ceremonias religiosas y los santos con nombres
tomados de herramientas y productos familiares para los franceses.” Se
abolieron todos los días festivos, y la semana de siete días también se abolió
en favor de una semana de diez días. Es decir, ya no hay domingo. En noviembre
de 1793 “un informe” respectivo a los “Festivales cívicos constituyó el
preludio a la organización oficial de la nueva religión nacional.”
“En Nevers
el 22 de septiembre de 1793 se celebró un festival en la catedral en honor a
Bruto.” En esta provincia en octubre de 1793 se abolieron todas las ceremonias “todas
las ceremonias religiosas fuera de las iglesias y se secularizaron las
procesiones funerarias y los cementerios.”
Otras
provincias locales adoptaron políticas similares. “El distrito de Corbeil
declaró que la mayoría de las personas bajo su jurisdicción ya no deseaban la
forma de culto católica”. El 6 de noviembre de 1793, el obispo de París
renunció bajo coacción y dijo que había sido engañado. “El 17 de noviembre vino
con sus vicarios a la Convención para confirmar oficialmente su acción. Se
planeó un festival de la libertad para el 20 de brumario año Tadieu, 10 de
noviembre de 1793. Para celebrar la victoria de la filosofía sobre el
fanatismo, la comuna se apoderó de la Catedral de Notre-Dame. Se construyó una
montaña en el coro, y una actriz personificó a la libertad. Informada de esto
la convención procedió a la catedral, ahora llamada el Templo de la Razón, y
asistió a una segunda celebración del Festival Cívico”. Por cierto, quemaron en efigie la imagen del
ateísmo, porque la revolución no es atea, es deista. “Algunas secciones (provincias)
siguieron este ejemplo. El 30-20 de noviembre, los ciudadanos de la sección de
la Unidad. (…) Adornados con símbolos sacerdotales, desfilaron ante la
convención, cantando y bailando”, y el 23 de noviembre de 1793 se cerraron las
iglesias.
Templo de la Razón. C. Dawson 121-122
Tenemos
algunas fuentes que muestran y dan una idea del espíritu de estas celebraciones
de la Razón. Por ejemplo en la ciudad de Chalonsur-Marne. Hay la siguiente
descripción de la inauguración de un Templo de la Razón: “El festival fue
anunciado en toda la comuna la noche anterior. Para este propósito, se tocó la
retirada por todos los tamborileros y trompetistas de las tropas en los
cuarteles de Chalons, y en todas partes de la ciudad. Al día siguiente al
amanecer, se anunció nuevamente con un toque de diana que también se escuchó en
todas partes. La antigua iglesia de Notre-Dame, por falta de tiempo y medios,
fue limpiada y preparada sólo provisionalmente para su nuevo uso. Y en su
antiguo santuario se erigió un pedestal que sostenía la estatua simbólica de la
razón. Es de diseño simple y libre”
Esto es lo
que un testigo registro: “decorada sólo con una inscripción que dice «Haz a los
demás lo que te gustaría que te hicieran a ti» Estaba flanqueada por dos
columnas rodeadas por dos cajas de perfume de bronce antiguas que emitían humo
de incienso durante toda la ceremonia. Al frente al pie de tres escalones, se
colocó un altar de forma antigua en el que se colocarían los emblemas de los
diversos grupos que componían la procesión. En los cuatro pilares de las
esquinas del santuario, había cuatro soportes salientes para recibir los gustos
de Bruto”, el enemigo de la tiranía, “el padre de las repúblicas y el modelo de
los republicanos de Marat, el fiel amigo del pueblo”, que era un asesino
vicioso “de Lepelletier, que murió por la república, y del inmortal Chalier. A
las nueve en punto de la mañana, la Asamblea General se formó en el Paseo de
Grava, también llamado el Paseo de la Libertad. Los destacamentos militares y
otros grupos destinados a formar la procesión tenían sus lugares indicados
allí. Comisionados de la sociedad los organizaron en orden. Un destacamento de
caballería, gendarmería nacional y húsares se mezclaron para fortalecer los
lazos de fraternidad. Liderando la marcha y en su estandarte estaban estas
palabras. «La razón nos guía y nos ilumina». Fue seguido por la compañía de
artilleros de Chalons precedida por una pancarta con esta inscripción. «Muerte
a los tiranos». Esta compañía fue seguida por un carro cargado con cadenas
rotas en el que había seis prisioneros de guerra y algunos heridos, siendo atendidos
por un cirujano. Este carro llevaba dos pancartas al frente y atrás con estas
dos inscripciones. «La humanidad es una virtud republicana» y «Se equivocaron mucho
al luchar por los tiranos»”, es decir, estos prisioneros de guerra.
“Este carro
fue acompañado por dos destacamentos de guardias nacionales y tropas regulares
completamente armadas. Otros ciudadanos comunes llevaban pancartas con las
palabras «Estemos unidos como ella», como la bandera tricolor, nada puede
conquistarnos. Cuarenta mujeres ciudadanas vestidas de blanco y decoradas con
cintas tricolores, llevaban una gran cinta tricolor atada a cada cabeza. Un
gorro de libertad coronaba a esta pancarta y jóvenes guardias nacionales las
acompañaban llevando varios estandartes, en los que estaban escritos varios
lemas. En su tren, grupos de niños de ambos sexos llevaban cestas de frutas y
jarrones de flores acompañando un carro tirado por dos caballos blancos. En el
carro había una joven amamantando a un bebé. Junto a ella un grupo de niños de
diferentes edades. Estaba precedido por una pancarta con esta inscripción.
«Ellos son la esperanza de la patria». Del carro volaba una cinta tricolor con
esta inscripción. «La madre virtuosa producirá defensores para la patria». Este
carro era seguido por un carro de tipo antiguo decorado con ramas de roble y
llevando a una pareja sexagenaria con una cinta en la que estaban escritas
estas palabras. «¡Respeta a los ancianos!» Nuevamente había un grupo de
Guardias Nacionales unidos brazo con brazo, cantando himnos a la libertad y
llevando dos pancartas con estas inscripciones. «Nuestra unidad es nuestra
fuerza y exterminaremos al último de los déspotas». Luego marchaba un grupo de
mujeres con cintas tricolores llevando un estandarte con esta inscripción. «La moral
austera fortalecerá la República».
Todos los
que componían este grupo estaban vestidos de blanco, al igual que los
conductores del carro, y todos estaban adornados con cintas tricolores. Luego
seguían los comités de vigilancia” , es decir, la GPU, “agrupados uno tras
otro. Al frente había cuatro pancartas, cada una con el nombre de una sección y
un emblema que representaba un dedo en los labios para indicar a la secrecía y con
otra pancarta con esta inscripción. «Nuestra institución purga la sociedad de
una multitud de personas sospechosas». La sección de la República iba primero.
Acompañaba un carro tirado por dos caballos blancos y conducido por dos hombres
a pie vestidos al estilo romano. En él había una mujer vestida de la misma
manera representando la República. En el frente de este carro aparecía un
estandarte tricolor con estas palabras. «Gobierno de los sabios», formando un
arado tirado por dos bueyes y guiado por un cultivador en ropa de trabajo. Una
pareja sentada en él llevaba un estandarte en el que estaban escritas en un
lado «Honra el arado» y en el otro lado «Respeta el amor conyugal». El
inspector principal y todos los empleados en los almacenes militares formaban
un grupo que seguía al arado. Dos estandartes eran llevados por este grupo. El
primero tenía las palabras «suministros militares» y el segundo «nuestra
actividad produce abundancia en nuestros ejércitos». Luego marchaba la sección
de la Fraternidad, consolando grupos de convalecientes cuyos médicos estaban
cerca. En el medio de esta sección había un carro abierto del Hospital de la
Montaña que contenía hombres heridos en la defensa de la patria. Que parecían
haber sido atendidos y tratados por los oficiales de salud que estaban vendando
sus heridas. Estaban parcialmente cubiertos por sus vendajes ensangrentados. El
frente de este carro llevaba una pancarta con esta inscripción. «Nuestra sangre
nunca dejará de fluir por la seguridad de la patria». Después de los comités
seguían cuatro mujeres ciudadanas vestidas de blanco y adornadas con cinturones
tricolores decorados con los atributos de las cuatro estaciones. Después de las
cuatro estaciones venía el representante del pueblo en medio de las autoridades
constituidas, civiles y judiciales. Llevando sus insignias distintivas, cada ciudadano
sostenía en su mano una espiga de trigo, y en la pancarta que precedía a las
autoridades constituidas estaba esta inscripción. «De la aplicación de las
leyes provienen la prosperidad y la abundancia». Estos eran seguidos por varios
oficiales del Estado Mayor de la Guardia Nacional, que eran precedidos por una
pancarta que decía «Destruye a los tiranos o muere». Luego los hijos ilegítimos
de la patria eran liderados por veteranos sin armas, precedidos por dos
pancartas en las que estaban las inscripciones. «El amanecer de la razón y la
libertad embellece el final de nuestra vida», y «la República francesa honra la
lealtad, el coraje, la vejez, la piedad filial. la desgracia. Coloca su
Constitución bajo la custodia de todas las virtudes.»
Finalmente
hubo una pausa para cantar canciones patrióticas.
En los
escalones frontales del ayuntamiento se había construido y pintado una montaña.
En la cima de la cual se colocó un Hércules defendiendo una facies de catorce
pies de altura. Una bandera tricolor ondeaba sobre ella con las palabras en
letras grandes. «A la Montaña de los franceses agradecidos», es decir, sería como
decir “a los bolcheviques”.
“Al pie de
la montaña agua pura fluía de un manantial cayendo por varias cascadas. Doce
hombres vestidos como montañeses armados con picas y con coronas cívicas en sus
cabezas estaban escondidos en cavernas en la montaña.
Cuando la
procesión llegó cantando la última estrofa de la Marsellesa, los montañeses salieron tranquilamente de sus cavernas
sin rebelarse completamente. Y cuando se cantó «A las armas ciudadanos»,
corrieron a buscar hachas para defender su retiro, se colocaron en diferentes
lados de la montaña. Pero al ver el carro con el feudalismo y el fanatismo
tirado por burros con mitras en sus cabezas, corrieron hacia ellos hacha en
mano, agarraron las mitras, capas y casullas que los adornaban, así como al
Papa y sus acólitos, y los encadenaron al carro de la Libertad. Durante esto la
banda tocó una carga militar.
Los
montañeses al ver llegar otros carros y fingiendo creer que sólo eran el tren
que seguía al que contenía el fanatismo, avanzaron en su columna para
encontrarse con el primero que vieron, que era el carro de la Libertad. Bajaron
sus hachas en señal de respeto y la banda tocó una marcha. Luego apareció una litera que sostenía una silla
decorada con guirnaldas. La diosa descendió de su carro, se sentó en la silla y
fue llevada por ocho montañeses al pie de la montaña. La seguían dos ninfas,
una de las cuales llevaba una bandera tricolor, y la otra la declaración de los
derechos del hombre. Marcharon sobre los restos de la nobleza y la
superstición, que luego fueron quemados para gran satisfacción de todos los
ciudadanos. Y subiendo la montaña con él, representante del pueblo, Pleger
presente en este festival, y los montañeses que representaban a sus colegas
mientras la banda tocaba. «¿Dónde se puede estar mejor que en el seno de la
propia familia?» Llegaron a la cima. La diosa fue coronada por las gracias,
luego se desplegó una bandera tricolor y cantaron «Los tres colores de nuestro
país». Y aún en la montaña cantaron. «Cuando desde la montaña asoma el sol». La
procesión descendió, la diosa se detuvo en el manantial, el presidente de la
comuna le presentó un jarrón. Ella bebió un poco de agua de la montaña, luego
la presentó al representante del pueblo, a todas las autoridades constituidas,
ciudadanos y oficiales de los diferentes cuerpos presentes, quienes todos
bebieron a la salud de la República, una e indivisible y de la Montaña”, es
decir, del partido.
“La diosa
nuevamente en su silla fue llevada a su carro por ocho montañeses. Otros cuatro
se colocaron a su lado, hachas levantadas para ahuyentar a los profanos. Los
demás tomaron sus lugares con los cuerpos administrativos para indicar que los
dignatarios públicos son consistentes sólo con la virtud. Desde allí fueron al
Templo de la Razón. Todos los músicos se reunieron detrás del altar con los
cantantes. En el momento en que la procesión entró en el templo, el órgano tocó
una obertura, y la societé populaire,
las autoridades constituidas los comités de vigilancia”, el GPU, “y los grupos
descritos anteriormente tomaron lugares en filas, frente al altar de la razón,
a cierta distancia de él. La banda militar tocó himnos a la razón, a la
libertad, al odio por los tiranos y al amor sagrado por la patria. Después de
lo cual el presidente de la societé
populaire pronunció el discurso inaugural. El presidente de la comuna y
otros pronunciaron discursos. Después de sus arengas, varios himnos patrióticos
fueron repetidos y acompañados por la banda militar. Después de lo cual, frente
a la entrada del templo, los trompetistas anunciaron que el festival de
inauguración y la ceremonia habían concluido.
Por la
noche se exhibieron fuegos artificiales en la montaña. Un ramo marcó la
gratitud de todos los franceses hacia los montañeses presentes, quienes fueron
solemnemente reconocidos como los salvadores de la república. Luego se celebró
un baile, y así la hermandad se celebró dos veces en un solo día. Cada ciudadano
que participó en este hermoso día evidenció este espíritu cívico. Todos juraron
vivir en libertad o morir.”
Pero esto
está muy en armonía con, por supuesto, las diversas formas que presentan las
celebraciones comunistas; Muy racional, muy ordenado, muy artificial, el
triunfo de la mente abstracta que es el signo de la razón es la realidad más
alta.
Uno se
pregunta cómo encaja todo esto, y veremos más adelante cómo encaja todo. Porque
queremos examinar tanto la reacción contra esto en el siglo XIX, como el
desarrollo posterior de las ideas revolucionarias.
Ya podemos
obtener una idea que es muy central para todo esto, y es que toda esta
revolución con estos diversos hilos, es muy parecida a una forma secular de
algo que ya vimos en el periodo del Renacimiento, es decir, las sectas
milenaristas, ahora hay una diosa de la razón, la misma idea de que hay un
nuevo orden de las edades. La historia ahora está llegando a su fin. Hasta
ahora no vemos hablar de la tercera edad del Espíritu Santo. Porque todo está
expresado en términos racionalistas. Pero esto es muy parecido a un estallido
de ese mismo espíritu. Ahora es mucho más amplio y se apodera de toda la
sociedad. Veremos más adelante cuán profundo llega este rasgo milenarista en el
hombre moderno.
Napoleón
Y ahora
llegamos al último aspecto de la Revolución, que es el de Napoleón. Con
Napoleón, la revolución realmente llega a su fin, es decir, esta parte
sangrienta. Toda Europa está convulsionada, la mitad de ella da la bienvenida a
la revolución hasta que ve toda la sangre y comienza a molestarse un poco. Pero
aún así, muchas personas dan la bienvenida a la revolución, y la otra mitad
está horrorizada por ella, y comienzan a luchar. Y los ejércitos franceses
salen más allá de las fronteras llevando la revolución al extranjero.
Vieron como
Goethe, Beethoven y otros piensan que es algo maravilloso traer libertad e
igualdad a la humanidad.
Y luego
viene un hombre muy talentoso e inteligente, Napoleón, que se apodera de todo y
se convierte en dictador de Francia durante quince años. En muchos aspectos,
ofrece un compromiso, es decir, restaura la Iglesia. Tiene un concordato con el
Papa, que le da al Papa mucho más poder sobre la Iglesia francesa del que tenía
antes. Restaura las Iglesias, incluso restaura un nuevo tipo de nobleza y
establece un imperio, una nueva monarquía, pero preservando las ventajas de la
Revolución. Es decir, tiene un nuevo código de leyes, disuelve la idea de que
hay diferentes castas en la sociedad. Todos se supone que son iguales al menos
teóricamente ante la ley. Y veremos algunos aspectos de su vida, que no se
hablan con demasiada frecuencia, que fueron.
Hay un
libro de, Dmitri Merezhkovski. Un ruso, un ruso loco, que sin embargo estaba
muy sintonizado con las ideas místicas de Napoleón, por las citas que extraemos
de muchas de sus cartas. Para empezar, comienza el libro con una cita que marca
el tono de todo el libro, es una cita de Puskin, que llama a Napoleón “el
ejecutor fatídico de un mandato desconocido”. Es decir, la idea de que está
representando algo que no sabe que es. El mismo es muy consciente de estar en
la cresta de algún movimiento en la historia, y mientras ese movimiento lo
apoye, puede avanzar y conquistar el mundo, y cuando se va, siente que lo
pierde todo[5].
Este Merezhkovski, llama a Napoleón “el titán que frenó el caos, la revolución”.
Se apoderó
de ella y le dio orden. Hay un pensador católico del siglo XIX, León Bloy, que
habla sobre Napoleón. Dice que Napoleón “no puede ser explicado, es el más
inescrutable de los hombres, porque es principalmente y sobre todo el prototipo
de aquel que debe venir y que, quizás, no está lejos, es el prototipo y
precursor, muy cercano a nosotros. ¿Quién entre nosotros, franceses o incluso
extranjeros, viviendo a finales del siglo XIX, no ha sentido la tristeza
ilimitada de la consumación de esta incomparable épica? ¿Quién poseído con sólo
un átomo de alma no fue abrumado por el pensamiento de la caída demasiado
repentina del gran imperio y su líder? ¿Quién no se sintió oprimido por el
recuerdo de que, hasta ayer, así parecía, los hombres estaban en la cúspide más
alta posible para la humanidad, debido a la mera presencia de este ser amado,
milagroso y terrible, como nunca antes se había visto en el mundo? Y podían,
como los primeros seres humanos en el paraíso, considerarse señores de toda la
creación de Dios, y ahora inmediatamente después deben ser arrojados de nuevo
al barro milenario de la dinastía de los Borbones”[6],
porque después de Napoleón se restauró la monarquía.
El [Napoléon]
mismo se describe como alguien que es muy del pueblo, aunque el mismo provenía
de una pequeña nobleza. El dice “que la fibra popular responde a la mía, vengo
de las filas del pueblo, y mi voz tiene influencia sobre ellos”[7].
“Grande era mi poder material”[8],
dijo, “pero mi poder espiritual era infinitamente mayor, ¡rozaba la magia!”[9].
Cuando la gente moría por Napoleón, morían por alguien a quien, como escribe
Víctor Hugo, “entendiendo que iban a morir, saludaban a su Dios que estaba en
medio de la tempestad”[10],
es decir, Napoleón era como una deidad.
“A su
regreso a París desde Elba.” Es decir, cuando fue desterrado por primera vez a
Elba, frente a la costa de Francia, y luego regresó por un breve periodo antes
de Waterloo, “entró en el palacio de las Tuyerías” en París, “los que lo
llevaban estaban frenéticos, fuera de sí de alegría, y miles de otros se
consideraban felices de poder besar o incluso tocar el borde de sus vestiduras.
«Me pareció estar presente en la resurrección de Cristo»”, dice un testigo.
Cuando era
niño, escribe este mismo León Bloy, “conocía a viejos veteranos que no podían distinguirlo,
(a Napoleón), del Hijo de Dios.”[11]
Napoleón mismo escribe en su testamento que dejó, “Muero en la religión
apostólica romana en cuyo seno nací.”[12]
Y de hecho vivió, fue miembro de la Iglesia católica romana, pero en ideas,
totalmente ajeno a ella. Ya que dijo, de hecho, “prefiero el Islam. Al menos no
es tan absurdo como nuestra religión”[13].
“Napoleón es un ser daimoníaco, dijo
Goethe usando la palabra daimon en su
sentido pagano antiguo, ni Dios ni diablo, sino alguien entre los dos”.
Había una “corriente
apocalíptica que recorre todo el misterio napoleónico. Se originó aún antes con
la Revolución, cuando a veces alcanzó tal intensidad que es casi similar a la
escatología cristiana primitiva, una premonición del fin del mundo.”[14]
Esto, por supuesto, es muy preciso porque este es un movimiento milenarista. “El
fin de todas las cosas está cerca, habrá un nuevo cielo y una nueva tierra”.
“El antiguo
sueño del paraíso perdido, del reino de Dios en la tierra como en el cielo, junto
con una nueva visión de un reino humano de libertad, igualdad y fraternidad atrajo
a los hombres hacia Napoleón. Napoleón es el alma de la revolución. «Yo soy la
revolución», el dijo en el comienzo del Imperio, y para su final dijo «El
Imperio es la revolución».
“«Era un
hombre malo, ¡un hombre malvado!». Dice de Rousseau mientras está de pie sobre
su tumba. «Sin él no hubiera habido revolución francesa. Es cierto que yo
tampoco habría existido. Quizás eso habría sido mejor para la felicidad de
Francia. Tu Rousseau es un loco, es el quien me ha llevado a esto» (…) El
tiempo mostrará si no habría sido mejor para la paz del mundo si ni Rousseau ni
yo hubiéramos vivido.»[15]
Aun así, él
era en gran medida el portavoz de la Revolución.
Él dice de
sí mismo, «Cerré el abismo de la anarquía. Puse fin al caos. Limpié la
revolución»[16].
“«A pesar
de todas sus atrocidades, la revolución fue la verdadera causa de nuestra
regeneración moral. Así, el estiércol más maloliente produce la vegetación más
noble. Los hombres pueden restringir o suprimir temporalmente este progreso,
pero son impotentes para aplastarlo. Nada puede destruir o borrar los grandes
principios de la revolución. Sus sublimes verdades perdurarán para siempre a la
luz de las maravillosas hazañas que hemos hecho, en el halo de gloria con el
que las rodeamos, ya son inmortales. Viven en Gran Bretaña, y radian su luz en
América, se han convertido en el patrimonio de la nación francesa. Son la
antorcha que iluminará el mundo. Se convertirán en la religión de todas las
naciones, y digan lo que digan, esta nueva época estará asociada con mi nombre,
porque encendí la antorcha y arrojé luz sobre sus comienzos y ahora, a través
de la persecución, seré aclamado para siempre como su Mesías. Amigos y enemigos
por igual me llamarán el primer soldado de la Revolución, su líder campeón.
Cuando ya no esté, seguiré siendo para todas las naciones la estrella guía de
sus derechos, y mi nombre será su grito de batalla, el lema de sus esperanzas.»
[17]
En cuanto a
la dicotomía entre libertad e igualdad que, como cualquiera sabe, se excluyen
mutuamente, él dice, «Mejor abolir la libertad que la igualdad. Es el espíritu
de los tiempos, y deseo ser un hijo de mis tiempos. La libertad es la necesidad
de unos pocos elegidos. Puede ser restringida impunemente, pero la igualdad
agrada a la mayoría»[18].
Merezhkovski
señala con razón que la Revolución se separó del cristianismo en todo, salvo en
la idea de universalidad. Dostoyevsky escribe, “de hecho, la Revolución francesa
no fue más que la última variación y reencarnación de la misma antigua fórmula
romana de unidad universal”, que por cierto descubrimos antes es uno de los
temas principales del pensamiento moderno.
Napoleón lo
dice él mismo, “¿Mi ambición? Era del tipo más alto y noble que quizás haya
existido, la de establecer y consagrar el imperio de la razón y el pleno
ejercicio y disfrute de todas las facultades humanas.”
Y quería
marchar hacia Asia. Antes de convertirse en emperador, estuvo en Egipto y
regresó para tomar el control de Francia. Para él, era más que la ruta hacia
Asia. Dijo, «!Tu Europa es un montículo de topos!. Sólo en el Este ha habido
grandes imperios y grandes convulsiones, en el Este, donde habitan seiscientos
millones de personas.” [19]
“La
atracción del Este” dice Merezhkovski, “lo atrapa toda su vida. En Egipto,
antes de la campaña siria, el joven general Bonaparte, estudiando durante horas
en el suelo sobre enormes mapas desplegados, sueña con una marcha hacia la
India a través de Mesopotamia siguiendo la ruta de Alejandro Magno.”
Mencionando: “con fuerzas abrumadoras, entraré en Constantinopla, derrocaré al
sultán y fundaré el nuevo y gran imperio de Oriente. Esto me traerá fama
inmortal.”
Ahora vemos
cómo se rodea de un misticismo. En Santa Elena, cuando está en su exilio final,
él dice, “Siempre me di cuenta de la necesidad del misterio. Siempre me di
cuenta de que mis fines se servirían mejor rodeándome de un halo de misterio
que tiene una fuerte fascinación para la multitud. Enciende la imaginación,
allana el camino para esos efectos brillantes y dramáticos que dan a uno tal poder
sobre los hombres. Esta fue la causa de mi desafortunada marcha hacia Moscú. Si
hubiera sido más deliberado, podría haber evitado todo mal, pero no podía
retrasarlo. Era necesario que mi movimiento y éxito parecieran, por así
decirlo, sobrenaturales.” [20]
Y sobre la
religión dice, “creé una nueva religión. Ya me imaginaba en el camino hacia
Asia, montado en un elefante con un turbante en la cabeza y llevando un nuevo
al Al-Corán escrito por mí mismo”, un nuevo libro sagrado. Napoleón se dio
cuenta de que, como dijo, “tan pronto como un hombre se convierte en rey, es un
ser separado de sus semejantes. Siempre admiré el instinto político de
Alejandro (el Grande), que lo llevó a proclamar su origen divino”[21].
“Si hubiera regresado de Moscú – dice –, “como conquistador, habría tenido al
mundo a mis pies, todas las naciones me habrían admirado y bendecido. Podría
haberme retirado misteriosamente del mundo, y la credulidad popular habría
revivido la fábula de Rómulo, habría dicho que fui llevado al cielo para tomar
mi lugar entre los dioses”[22].
Se dio
cuenta de que nuestra vida y tiempo no eran apropiados para llamarse a sí mismo
Dios. El dice “ahora, si declarara ser
el hijo del Padre Todopoderoso y ordenara un servicio de acción de gracias por
la ocasión, cada pescadera en París se burlaría de mí en mi cara. No, la gente
es demasiado civilizada hoy en día. No queda nada grande para mí por hacer.” [23]
Él uso la
fe católica, como dice, “¿te gustaría que inventara alguna religión nueva y
desconocida según mi fantasía? No, tengo una visión diferente sobre el asunto.
Necesito la antigua fe católica, sólo ella retiene su control sobre todos los
corazones, y sólo ella puede volver los corazones de la gente hacia mí y
eliminar todos los obstáculos de mi camino.”[24]
Pero en
Santa Helena nota que tenía objetivos más allá de conquistar el mundo. El dice,
“debería haber gobernado a los religiosos con la misma facilidad que al mundo
político”. “Tenía la intención de exaltar al Papa más allá de toda medida,
rodearlo de grandeza y honores. Habría logrado suprimir toda su ansiedad por la
pérdida de su poder temporal. Habría
hecho de él un ídolo, habría permanecido cerca de mi persona. París se
habría convertido en la capital de la cristiandad, y yo habría gobernado el
mundo religioso así como el político.”[25]
Y así vemos
algunas de estas ideas místicas de Napoleón y otras cosas importantes. Tenemos
en él, por primera vez en la era moderna, a un conquistador mundial, alguien
que conscientemente quería conquistar el mundo e incluso quizás erigirse como
un Dios. Se veía a sí mismo como el sucesor del imperio romano, después de
derrotar a los rusos en Austerlitz en 1805 y a los alemanes en 1806. De hecho,
los alemanes estaban tan asustados de que tomara la corona del sacro imperio
romano germánico que el emperador de Austria abolió el sacro imperio romano en
1806. Napoleón anunció en 1807, después de haber derrotado a los rusos que “Yo
ahora soy el Romano emperador romano ya que he derrotado, a la primera Roma, el
sacro imperio romano, y a la tercera Roma, que es Moscú, y ahora soy el
heredero de ambas”[26].
Un tercer aspecto es su actitud hacia los judíos. La era de la Revolución fue
precedida inmediatamente por mucha agitación a favor de los judíos liberales
radicales que querían abolir los guetos separados y demás. De hecho, la
revolución dio una gran cantidad de la autoproclamada “libertad” a los judíos.
En cada lugar, la revolución suele ir acompañada de la emancipación de los
judíos. Volveremos a ese aspecto más adelante.
Lo más
interesante sobre Napoleón y los judíos es que, después de haberse proclamado
emperador, convocó de todo el mundo una reunión del Sanedrín, que era el
Tribunal Supremo Judío que condenó a Cristo a muerte y no había existido desde
la caída de Jerusalén después de la muerte de Cristo. Convocó de nuevo a esta
organización para un propósito, que el pueblo judío lo proclamara emperador. Incluso
hay una ilustración de él en la reunión del Sanedrín para proclamarlo
emperador. Está en un libro que perdí.
Uno se
pregunta cómo estas ideas, - ciertamente hay muchas ideas ilustradas y modernas
aquí; él es obviamente un hijo de la Ilustración -, cómo esta idea de un Imperio,
de una monarquía, una monarquía restaurada, encaja con los ideales de la
Revolución, que es una democracia y un estado de igualdad. ¿Cómo encaja? ¿Y
cómo pudo ser reconocido como el portador del ideal revolucionario? De hecho,
dondequiera que iba, sus ejércitos estaban tremendamente entusiasmados porque
sentían que tenían una ideología; estaban llevando el mensaje de la verdad a
otros pueblos. Obviamente, esto está ligado a este ideal revolucionario quilianista.
Por ahora
no diremos mucho más al respecto.
Pero más
adelante encontraremos otros ejemplos de este mismo fenómeno ocurriendo
nuevamente. Pero hay diferentes corrientes de la Revolución, y la corriente que
Napoleón evocó más fue ésta, de la que hemos hablado antes, el ideal de la monarquía
universal, lo que lo convierte en uno de los precursores del Anticristo. El
mero pensamiento de que podría ser proclamado un Dios después de conquistar el
mundo, que sería el conquistador del mundo, un gobernante mundial, que es el
emperador romano, y que los judíos lo proclamen como el emperador, es decir,
casi el Mesías, muestra que definitivamente más que nadie antes que él en
tiempos modernos es un precursor del anticristo. Y veremos más adelante que hay
otra persona hasta ahora en la historia moderna que tuvo una función similar.
De hecho, casi todas estas cosas tienen las mismas ideas, y ese es Hitler.
Y toda esta
revolución comenzando con la proclamación de los derechos del hombre, y la
igualdad a través de las masacres sangrientas y la despoblación deliberada, la
proclamación del comunismo, la llegada al poder de un gobernante que quería ser
el gobernante del mundo. Todo esto es un ensayo para un futuro reino de este
mundo.
Y una vez
que Napoleón fue removido y la monarquía fue restaurada, - veremos que no fue
una restauración real -, estas ideas revolucionarias comienzan a ser mucho más
poderosas, y toda la clase intelectual europea ahora se llena de estas ideas.
Cambian algunas ideas, pero el ideal básico sigue siendo el mismo. Hay algunos
pensadores que profundizan un poco más en la cuestión, algunos son más
superficiales. Examinaremos las opiniones de los diversos y también los brotes
revolucionarios que inspiraron. Pero para entender la revolución tenemos que
verla no como algo que está completo en sí mismo, sino como algo que es un
intento de irrupción de las nuevas fuerzas, las nuevas fuerzas milenaristas.
Más adelante, estas fuerzas son capaces de apoderarse no sólo de la mayor parte
de Europa, sino ahora de la mayor parte del mundo, porque mientras tanto este
proceso de apostasía, del misterio de la iniquidad, ha ido mucho más profundo y
ha entrado en la vida de ahora todos en el mundo.
[3] Nota de traductor – En español se traduce como: “Todos los reyes y todos
los sacerdotes, Son pícaros y traidores.”
[4] Nota de traductor - Hemos extraído este fragmento citado por
el padre Serafín Rose in extenso de
la traducción al español del tomo IV Memorias
para servir al jacobinismo del abate Barruel traducida por el fraile
Raymundo Strauch y Vidal y editada en 1827 en Pierpiñan, Francia,
correspondiente a las páginas 346 y siguientes. Dicha versión se puede
consultar online: https://ia601008.us.archive.org/35/items/MemoriasParaServirALaHistoriaDelJacobinismoTomoIVAugustinBarruelS.J/Memorias%20para%20servir%20a%20la%20historia%20del%20jacobinismo%2C%20tomo%20IV%20-%20Augustin%20Barruel%2C%20S.%20J.pdf
[5] Nota de traductor – En realidad esta cita, no parece ser de Pushkin, sino
del mismo Napoleón, cuando menciono: «Me siento empujado hacia un fin que no
conozco. Tan pronto como lo haya alcanzado, tan pronto como ya no sea yo
necesario, bastará un átomo para hacerme pedazos; pero, hasta entonces, nada
podrán contra mi todas las fuerzas humanas»
[6] Leon Bloy citado por Merezhkovski
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