[El presente escrito se puede encontrar en el número 187-188 de la revista Orthodox World, p. 117; el hieromonje Damasceno comenta que la presente carta fue escrita por el hieromonje Serafín "en torno al final de su vida" posiblemente sea una carta escrita a mano al mismo Damasceno]
padre Serafín Rose
Solomonia compartió conmigo su reciente carta dirigida a ella y, al leerla, percibo en usted un espíritu afín, para quien quizá una palabra mía no sea en vano. Ocurre que René Guénon fue la principal influencia en la formación de mi propia visión intelectual (además de la cuestión del cristianismo ortodoxo). Leí y estudié con entusiasmo todos los libros suyos que pude conseguir; bajo su influencia estudié la antigua lengua china y resolví hacer por la tradición china lo que él había hecho por la hindú; incluso llegué a conocer y a estudiar con un representante genuino de la tradición china, y comprendí muy bien a qué se refería cuando hablaba de la diferencia entre esos maestros auténticos y los meros “profesores” que enseñan en las universidades.
Fue René Guénon quien me enseñó a buscar y amar la Verdad
por encima de todo, y a no contentarme con nada menos que eso; y fue esto lo
que finalmente me condujo a la Iglesia Ortodoxa. Tal vez una palabra acerca de
mi experiencia le resulte útil. Durante años, en mis estudios, me conformaba
con estar “por encima de todas las tradiciones”, aunque de algún modo fiel a
ellas; me sumergí en la tradición china precisamente porque nadie la había
presentado en Occidente desde un punto de vista plenamente tradicional. Cuando
visité una iglesia ortodoxa, lo hice tan solo para ver otra “tradición”,
sabiendo que Guénon (y uno de sus discípulos) había descrito a la Ortodoxia
como la más auténtica de las tradiciones cristianas.
Sin embargo, cuando entré por primera vez en una iglesia
ortodoxa (una iglesia rusa en San Francisco), ocurrió algo conmigo que nunca
había experimentado en ningún templo budista u oriental; algo en mi corazón me
dijo que aquel era mi “hogar”, que toda mi búsqueda había llegado a su fin. No
sabía realmente lo que eso significaba, pues el oficio me resultaba bastante
extraño y se celebraba en una lengua extranjera.
Comencé a asistir con mayor frecuencia a los servicios
ortodoxos, aprendiendo gradualmente su lengua y sus costumbres, pero
conservando todas mis ideas guenonianas básicas acerca de las tradiciones
espirituales auténticas.
Con todo, a medida que me exponía a la ortodoxia y al pueblo
ortodoxo, una idea nueva comenzó a abrirse paso en mi conciencia: que la verdad
no era solo una idea abstracta, buscada y conocida por la mente, sino algo
personal —incluso una Persona— buscada y amada por el corazón. Y así fue como
conocí a Cristo. Hoy agradezco que mi acercamiento a la ortodoxia haya tomado
varios años y no haya tenido nada de emoción exagerada; esto fue nuevamente
influencia de Guénon, y me ayudó a adentrarme en la ortodoxia sin los altibajos
que algunos conversos experimentan cuando no están suficientemente preparados
para algo tan profundo como la Ortodoxia.
Mi entrada en la Iglesia Ortodoxa coincidió con el momento
en que abandoné el mundo académico y desistí del intento de comunicar la
tradición china al mundo occidental. Mi maestro de chino también dejó San
Francisco poco antes de eso — mi único contacto real con la tradición china —
y, al modo guenoniano, desapareció por completo, sin dejar dirección alguna. Lo
recuerdo con afecto, pero después de convertirme en ortodoxo comprendí cuán
limitado era su propio enfoque: la enseñanza espiritual china, decía él,
desaparecería por completo del mundo si el comunismo duraba otros diez o veinte
años en China. Tan frágil era esa tradición; mientras que el cristianismo
ortodoxo que yo había encontrado sobreviviría a todo y perduraría hasta el final
del mundo, porque no se limitaba a transmitirse de generación en generación,
como todas las tradiciones, sino que era al mismo tiempo dada por Dios al
hombre.
Hoy miro con gratitud a René Guénon como a mi primer y
verdadero instructor en la Verdad, y solo ruego que usted sepa aprovechar lo
que hay de bueno en él y no permita que sus limitaciones lo encadenen. Incluso
psicológicamente, la llamada “Sabiduría Oriental” no es para nosotros, que
somos carne y hueso de Occidente; el Cristianismo Ortodoxo es claramente la
tradición que nos ha sido dada — y esto puede verse con claridad en la Europa
occidental de los primeros diez siglos, antes de la caída de Roma fuera de la
ortodoxia. Pero además sucede que la ortodoxia no es meramente una “tradición”
como cualquier otra, una simple “transmisión” de la sabiduría espiritual del
pasado; es la Verdad de Dios aquí y ahora — y nos concede un contacto inmediato
con Dios como ninguna otra tradición puede hacerlo.
Hay muchas verdades en las demás tradiciones, tanto aquellas
transmitidas desde un pasado en el que los hombres estaban más cerca de Dios,
como aquellas descubiertas por hombres agraciados en cuanto al alcance de la
mente; pero la Verdad plena se encuentra únicamente en el cristianismo, en la
revelación de Dios de Sí mismo a la humanidad. Daré solo un ejemplo: existen
enseñanzas sobre la guía espiritual en otras tradiciones, pero ninguna tan
refinada como las de los Santos Padres Ortodoxos; y, lo que es más importante,
los engaños del maligno y de nuestra naturaleza caída son tan omnipresentes y
tan profundos que nadie podría escapar de ellos si el Dios amoroso revelado por
el cristianismo no estuviera cerca para liberarnos.
Del mismo modo, la tradición hindú enseña muchas cosas
verdaderas acerca del fin del Kali Yuga; pero quien solo conozca
estas verdades a través de su mente no tendrá la fortaleza para rechazar las
tentaciones de aquellos tiempos, y muchos de los que reconocerán al Anticristo
(Chalmakubi)[1] se
postrarán ante él, a pesar de saber quién es; solo los corazones fortalecidos
con el poder de Cristo podrán resistirle.
Rezaré por ti para que Dios te abra la mente y para que
hagas lo que sea necesario a fin de que puedas encontrarlo. Allí encontrarás
una felicidad que jamás habías imaginado posible; tu corazón se unirá a tu
mente en el reconocimiento del verdadero Dios, y ninguna verdad auténtica que
hayas conocido se perderá. ¡Que Dios lo conceda!
Siéntase libre de escribir sobre lo que tenga en su mente o
en su corazón.
Con amor
Padre Serafín Rose
[1] N.
de T. – Forma no canónica de origen occidental. Su construcción parece
inspirarse en raíces indoarias asociadas a la idea de desviación, inestabilidad
o engaño (cf. sánscrito √cal / chal). Es empleada aquí de modo
tipológico para designar una figura engañosa del final del Kali Yuga; el Kali
Yuga en si se representa como una edad de engaño generalizado, donde muchos adorarán
lo falso creyendo que es lo verdadero. Chalmakubi parece ser en este
caso un nombre orientalizado para personificar una época de engaño
generalizado.

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