Vladimir Moss
La derrota simultánea, en 1870-71, del régimen más reaccionario (el
Papado) y del más revolucionario (la Comuna de París) abrió el interrogante:
¿No podría haber alguna conexión entre ambos aparentemente opuestos? Siguiendo
la sugerencia de ciertos pensadores socialistas franceses, Dostoievski vio una
conexión entre ambos sistemas anticristianos.
Escribió, “El socialismo francés más actual, (...) no es otra cosa que la más fiel y constante continuación de la idea católica, su más completa y definitiva conclusión, la tristísima consecuencia que se fue produciendo con los siglos. Que el socialismo francés no sea otra cosa que la forzada reunión de la humanidad es una idea que viene ya de la antigua Roma y que desde luego se ha conservado enteramente en el catolicismo”.[1]
Para
Dostoyevski, el papismo supuso el comienzo del ateísmo occidental. Como afirma
el príncipe Myshkin en El idiota (1868):
“– ¡Es una religión no cristiana,
eso en primer lugar! – repitió el príncipe muy agitado y con excesiva brusquedad
–. Eso en primer lugar; en segundo lugar, el catolicismo romano incluso es peor
que el propio ateísmo, ¡tal es mi opinión! ¡si tal es mi opinión! El ateísmo
solo predica una negación, el catolicismo en cambio va mas allá: predica un
Cristo falseado, un Cristo al que él mismo ha calumniado y profanado, ¡lo
opuesto a Cristo! ¡Predica el Anticristo, se lo juro, se lo juro! Es mi
convicción personal desde hace ya mucho tiempo, y a mi mismo me ha atormentado…
El catolicismo romano cree que la Iglesia no puede sostenerse en la tierra sin
un poder temporal universal y grita: Non possumus! A mi modo de ver, el catolicismo romano no es
ni siquiera una religión, sino, decididamente, una prolongación del Imperio
romano de Occidente, y todo en él se halla subordinado a esta idea, empezando
por la fe. El Papa se apoderó de tierras, de un trono terreno y empuñó la
espada; desde entonces la mentira, el fraude, el engaño, el fanatismo, la
superstición y el crimen han jugado con los sentimientos más sagrados, mas
sinceros, mas ingenuos y mas apasionados del pueblo, todo lo han cambiado por
dinero, por el bajo poder temporal. ¿Y no es esto la doctrina del Anticristo?
¿Cómo no iba a salir de ellos el ateísmo? El ateísmo empezó ante todo con ellos
mismos: ¿cómo podían ellos creer en si mismos? Se fortaleció por repugnancia
hacia ellos; ¡es un engendro de sus mentiras y de su impotencia espiritual! ¡El
ateísmo! En nuestro país todavía los únicos que no tienen fe son los estamentos
superiores, como se expreso hace poco muy certeramente Evgueni Pavlovich, pues
ha perdido sus raíces; pero allí, en Europa, empiezan ya no a creer enormes
masas del propio pueblo, en un principio debido a las tinieblas y a las
mentiras, y ahora ya debido al fanatismo, al odio a la Iglesia y a la
cristiandad.”[2]
“Y dado que el
socialismo es “ante todo una cuestión atea, la cuestión de la integración
moderna del ateísmo”, el papismo es también su progenitor:
“!Porque también el socialismo es un producto
del catolicismo y de la esencia católica ¡También él, como su hermano el
ateísmo, ha nacido de la desesperación, oponiéndose al catolicismo en el
sentido moral para sustituir el ascendente moral perdido de la religión, para
apagar la sed espiritual de la anhelante humanidad y salvarla no por Cristo,
sino por la violencia! ¡Eso también es la libertad por la violencia, eso
también es la unión por la espada y por la sangre! «!No te atrevas a creer en
Dios, no te atrevas a tener cosas propias, no te atrevas a tener personalidad, fraternité
ou la mort, dos millones de cabezas!»” [3]
Tan
semejante es el socialismo al papismo que el papismo que: “Le dice al pueblo
que todo lo que predican los socialistas ya lo ha predicado Cristo. Desfigura y
vende a Cristo una vez más como antes lo vendió tantas veces al poder terrenal”[4]
Piotr Verjovenski en Los demonios (1871) incluso llega a imaginar la posibilidad de que el Papa se convierta en el líder de los socialistas: “También le excluyo a usted. ¿Sabe, una cosa? He pensado en
entregarle el mundo al Papa. Que salga de pie, descalzo, y se muestre a la
plebe, diciendo, «¡Ved a qué me han rebajado!» y todo el mundo lo seguirá,
incluidos los ejércitos. El Papa al frente, con nosotros en su derredor, y por
debajo de nosotros – el Shigalovismo. Todo lo que se necesita es que la Internacionale llegue
a un acuerdo con el Papa, y así lo hará. Y el vejete dará su aprobación en un
santiamén; No hay nada más que pueda hacer”[5]
“Cuando la misma Iglesia occidental” –
escribe Dostovieski – “distorsionó la imagen de Cristo, transformándose en
Iglesia en estado de Roma reencarnándolo en la forma del papado. Si, en
Occidente ciertamente ya no hay cristianismo ni Iglesia, aunque haya muchos
cristianos y nunca desaparecerán. El catolicismo ya no es realmente
cristianismo y está derivando hacia la idolatría, mientras que el
protestantismo, a pasos agigantados, se encamina hacia el ateísmo y hacia una
enseñanza moral cambiante, fluida y voluble (en lugar de eterna).”[6]
“Apareció
el compromiso: el imperio acepto el cristianismo, y la iglesia, el derecho y el
estado romanos. Una pequeña parte de la iglesia se fue al desierto y se puso a
continuar su trabajo previo: aparecieron de nuevo las comunidades cristianas,
luego los monasterios, todo solo como una prueba, incluso hasta nuestros días.
La enorme parte restante de la iglesia se dividió posteriormente, como ya se
sabe, en dos mitades. En la mitad occidental, el Estado venció finalmente a la
iglesia por completo. La iglesia se destruyo y se reencarno finalmente en un
Estado. Apareció el papado, la continuación del antiguo imperio romano en una
nueva reencarnación.”[7]
Para Dostoyevski, la
victoria de Alemania sobre Francia en Sedán, en 1871, fue un intento de acabar
con el socialismo y también con el papismo. Pero ya entonces advirtió que
llegaría el momento n que la locura del individualismo papista acabaría por
unirse con la locura del colectivismo socialista.
“Despojando a Francia de la vida política, el
príncipe Bismark piensa asestar un golpe al socialismo. El socialismo, como
heredero del catolicismo y de Francia, es odiado por todos los verdaderos
alemanes, y es excusable que los representantes de Alemania piensen realizarlo
fácilmente, solo aniquilando políticamente a Francia como su fuente y
principio.
Pero
lo que ocurrirá, con toda probabilidad, si Francia cae políticamente es que el
catolicismo perderá su espada y por primera vez se volverá hacia el pueblo, al
que ha despreciado tantos siglos, adulando a reyes y emperadores
terrenales. Pero ahora se vuelve hacia
el pueblo, ya que no tiene otro sitio al que acudir, se vuelve precisamente
hacia los caudillos del elemento más ágil y dinámico en el pueblo, los
socialistas.
Le
dice al pueblo que todo lo que predican los socialistas ya lo ha predicado
Cristo. Desfigura y vende a Cristo una vez más como antes lo vendó tantas veces
al poder terrenal, quedando el derecho de la inquisición, que torturaba a la
gente por la libertad de conciencia en nombre del amor a Cristo, a Cristo, que
valoraba solo a los discípulos que venían libremente y no a los comprados o
asustados.
El catolicismo
vende a Cristo, bendiciendo a los jesuitas, sancionando la máxima, «cualquier
medio por la causa de Cristo». Desde el principio, la causa de Cristo no fue
sino trasformada en un mero afán por posesiones terrenales y por su ambición de
la dominación política sobre el mundo entero.
Cuando la humanidad católica se aleje de esa imagen monstruosa,
con la que finalmente han presentado a Cristo, después de una larga serie de
siglos de protestas, de reformas, etcétera, aparecerán finalmente, desde el
principio del presente siglo, los intentos de colocarse fuera de Dios y fuera
de Cristo.
Sin tener instinto de abeja o de hormiga, que
constituyen los fallos y con exactitud las colmenas o los hormigueros, las
personas querían crear algo como un hormiguero humano. Rechazaban la única
fórmula de su salvación emanada de Dios, anunciada al hombre: «Ama a tu prójimo
como a ti mismo», y la cambio por unas prácticas parecidas a: «Chacun pour
soi et Dieu pour tous», cada uno para si mismo, y Dios para todos, o con
unos axiomas científicos parecidos a la «lucha por la existencia».
A falta de instinto animal, por el que viven y
organizan sus vidas a la perfección, la gente depositó con orgullo sus
esperanzas en la ciencia, olvidando que para una tarea como la creación de la
sociedad, la ciencia aún está en pañales. Aparecieron los sueños. La futura
torre de Babel se convirtió en un ideal y, por otra parte, en la pasión de toda
la humanidad. Pero después de los soñadores aparecieron rápidamente otras
enseñanzas, sencillas y comprensibles para todos, como: «Saquear a los ricos,
inundar el mundo de sangre, y de alguna manera se arreglará todo de nuevo
por si mismo».
Pronto
se avanzó más allá de esos maestros: surgió la doctrina de la anarquía, la
cual, de llegar a realizarse, traería consigo sin duda un nuevo tiempo de
antropofagia, y los hombres tendrían que comenzar todo otra vez desde el
principio, como si hubieran retrocedido diez mil años. El catolicismo entiende
esto a la perfección y sabe seducir al caudillo para la guerra subterránea. Le
dice «No tenéis un cetro, ni orden en el modo de llevar los asuntos, por todo
el mundo con una fuerza destrozada, y ahora, con la caída de Francia [Dostovieski
se refiere aquí a la caída de la Comuna en 1871] agobiada. Yo os daré unidad, y
os atraeré a los que todavía creen en mi».
Sea
como sea, la unificación tendrá lugar. El catolicismo no quiere morir, la
revolución social y el nuevo periodo social en Europa tampoco, es indudable:
las dos fuerzas tienen que estar de acuerdo, las dos corrientes tienen que confluir.
Sin duda, para el catolicismo será incluso beneficiosa una matanza, la sangre,
la expoliación y hasta incluso la antropofagia. Puede tener la esperanza de
pescar, en aguas turbias, su propio pez, presintiendo el momento en que,
finalmente, la humanidad atormentada por el caos y la falta de derechos se
lance a sus brazos y nazca de nuevo, ya totalmente y en realidad, sin compartir
con nadie e individualmente, «el gobernante y la autoridad terrenales de este mundo»,
con lo que se alcanzara su objetivo.”[8]
Aunque no fue una profecía
exacta, describió con bastante precisión la tendencia general de los siglos XX
y XXI. El papado ha mostrado una inclinación cada vez mayor, si no a
identificarse por completo con la revolución (aunque sus “teólogos de la liberación”
sí lo hicieron en América Central y del Sur en los años 80), al menos a aceptar
muchos de sus planteamientos y a intentar trabajar con ellos en vez de contra
ellos. Así, el papado se ha adaptado fácilmente a la estructura
liberal-socialista de la actual Unión Europea, llegando incluso a reclamar un
gobierno mundial único…
En Los hermanos Karamazov (1881), Dostoievski
subrayó el nexo entre papismo y socialismo al hacer del principal exponente del
socialismo a un Inquisidor Papista. Tras su ruptura con el papismo, el hombre occidental no pudo
contentarse con el individualismo extremo de las sociedades que lo
reemplazaron, y buscó en cambio la hermandad de todos los hombres unidos en
obediencia a un Padre, ofrecida por el papismo, aunque bajo una faz pervertida.
“Porque
la preocupación de estas lamentables criaturas,” - dice el Inquisidor - no se
reduce a buscar aquello ante lo que yo u otro debemos inclinarnos, sino que
trata de encontrar algo en lo que todos crean y ante lo que todos se inclinen,
con la condición obligatoria de que han de ser todos juntos. Esta sed de
comunidad en la veneración es la principal miseria de cada hombre
concreto y de la humanidad entera desde el principio de los tiempos. En nombre
de la veneración conjunta se han masacrado con la espada...”[9]
Cuarenta
años más tarde, tras la muerte de Lenin en 1924, el dirigente
social-revolucionario Víctor Chernov corroboró el análisis de Dostoievski sobre
la relación entre papismo y socialismo al comparar a Lenin con el más
renombrado de los inquisidores: «Su amor hacia el proletariado era aquel mismo
amor despótico, exigente e implacable con que, siglos antes, Torquemada había
enviado a la hoguera a los hombres por su salvación”[10]
[1] Dostoyevsky, Polnoe Sobranie Sochinenij (Obras Completas), Moscú, 1914, vol. I, p. 150.
[Nota de Traductor – El autor cita un fragmento de un desarrollo que realiza Dostovieski correspondiente al apartado titulado “Tres Ideas” correspondiente al Capitulo primero del mes de enero de 1877 del libro Diarios de un Escritor. Para encontrar el fragmento en concreto véase: Diario de un escritor. Vol II, edición de Paul Viejo. editorial Paginas de Espuma, Madrid, España. págs. 209 y 210.
Esta traducción – la primera completa al castellano – presenta diversos problemas. En este caso en concreto las traductoras a cargo de la misma han traducido la palabra “идеи” (Idea), en referencia a la “idea católica” por “concepto católico”. Nosotros hemos cambiado el termino traducido por “idea” ya que este término, traducido directamente del idioma ruso es el mas correcto. El término “Idea” del ruso posee una riqueza semántica mucho mayor a la que tiene en el idioma castellano, de ahí que autores como Soloviev o Berdiaev hayan escrito sus respectivas “Idea”. No olvidemos el nombre del capítulo “Tres ideas”, aquí Dostoievski nos habla de la “idea católica”, para luego desarrollar sobre otras dos más, parece que el titulo del capitulo ha pasado inadvertido a ojos de las traductoras.]
[2] Dostoyevsky, The Idiot, Penguin Magarshack translation, p. 585. [Dostoievski, El Idiota, trad. José Laín Entralgo, editorial Penguin Clásicos. Barcelona, España, 2021, págs. 672 y 673]
[3] Dostoyevsky, The Idiot, p. 586. [Dostoievski, El Idiota, trad. José Laín Entralgo, pág 674]
[4] Dostoyevsky, The Diary of a Writer, 1877. [Nota de Traductor – fragmento extraído de Diario de un escritor. Vol II, edición de Paul Viejo. editorial Paginas de Espuma, Madrid, España. pág. 749]
[5] Nota de Traductor – Esta cita corresponde a la Segunda parte. Capitulo VIII, titulado El zarévich Iván, de Los Demonios, de Fiodor Dostoyevski
[6] Dostoyevsky, The Diary of a Writer, Agosto 1880. [N. de T. - Este fragmento corresponde al apartado titulado “Sobre un tema fundamental” del capitulo tercero del mes de Agosto de 1880 en Diarios de un Escritor.]
[7] Dostoyevsky, The Diary of a Writer, Agosto, 1880; Polnoe Sobranie Sochinenij (Complete Works), Moscu, 1984, vol. 26, pp. 151, 169. Cf. Thomas Hobbes: “El papado no es otra cosa que el fantasma del difunto Imperio romano, sentado coronado sobre su tumba” (El Leviatán). [N. de T. - Este fragmento, como el anterior, se corresponde también al capítulo tercero del mes de agosto de 1880, pero al apartado “Dos mitades”. En la edición de Paul Viejo se puede encontrar en Diarios de un escritor. Vol II. pág. 891]
[8] Dostoyevsky, The Diary of a Writer, Noviembre, 1877, pp. 910-912.
[9] N. de T. – Estas citas de Los hermanos Karamazov de Fiodor Dostovieski corresponden, en orden al final del capítulo III – titulado Los hermanos se conocen – y comienzos y final del capitulo VI – titulado La rebeldía – del libro quinto, segunda parte, de la obra.
[10] Chernov, "Lenin", in Foreign Affairs, Enero-Febrero, 2012, p. 12.