por Sergei Nilus
Las actas de las 24 sesiones de los sabios judíos, las cuales usted ahora tiene en sus manos, fueron subrepticiamente tomadas del libro completo, de las actas del primer Congreso Sionista que tuvo lugar en Basilea en septiembre de 1897. Todo fue cogido del tesoro secreto de la gran Cancillería Sionista, que en la actualidad tiene su sede en Francia.
Francia obliga a Turquía a conceder ciertos privilegios a
las escuelas y a las instituciones religiosas de todos los cultos que en lo
sucesivo se establezcan bajo el protectorado de la diplomacia francesa, en el
Asia Menor. Esto no tiene nada que ver, naturalmente, con las escuelas e
instituciones católicas que fueron echadas de Francia, por los últimos
Gobiernos. Este hecho demuestra claramente que la diplomacia drefusista
no tiene más que un deseo: proteger los intereses de Sión, y trabajar por la
colonización del Asia Menor, para los judíos franceses. Sión siempre ha tratado
de congraciarse por todos los medios posibles, para conseguir su influencia por
mediación de aquellos que el Talmud llama sus bestias de carga, nombre
con el cual designan siempre a los gentiles en general.
Según los anales secretos del sionismo judío, Salomón y
otros sabios israelitas elaboraron desde el año 929 antes de Jesucristo el
proyecto de un sistema que debía conducirles a la conquista del planeta entero
para Sión, por procedimientos pacíficos.
A medida que el tiempo ha ido pasando, este sistema se ha
ido estudiando poco a poco en detalle, por hombres que fueron iniciados en
estos asuntos. Estos sabios decidieron trabajar y conseguir para Sión, por
procedimientos pacíficos, la conquista del mundo. Para ello lo hicieron primero
representativamente, con ayuda de la serpiente simbólica cuya cabeza representa
el gobierno judío, el cual comenzó en los planes de los sabios que siempre
quedarán ocultos, aun a su mismo pueblo.
Esta serpiente destruirá y se apoderará de todas las fuerzas
gubernamentales que no sean judías, a medida que se le van poniendo en el
camino. Así ha de trabajar siempre, sujetándose estrictamente al plan
preconcebido, hasta que termine el camino que debe recorrer, y esto ocurrirá en
el momento en que su cabeza cierre el círculo, en Sión, cuando al fin, habiendo
encadenado a toda Europa, abrace todo el mundo. Esto se conseguirá empleando
todas las fuerzas posibles, para someter a todos los países, por las conquistas
debidas a las armas y a los medios económicos.
La vuelta de la cabeza de la serpiente de Sión no tendrá
lugar sino a través de la ruina y desaparición de las potencias gubernamentales
de todos los países de Europa, a lo que se llegará por los desórdenes y la
ruina económica que Sión habrá introducido por todas partes, por la
desmoralización de los espíritus y por la corrupción de las costumbres. Para
llegar a ese estado de cosas contribuirán principalmente los judíos,
fingiéndose franceses, italianos y españoles. Son los más seguros para hacer la
propaganda del libertinaje en la vida de los hombres, colocados a la cabeza de
las naciones.
Las mujeres colocadas al servicio de Sión sirven de
atracción para aquellos que por causa de ellas se encontrarán constantemente
necesitados de dinero y que, desde ese momento, venderán su conciencia a
cualquier precio, con tal de conseguirlo. Este dinero no es en realidad más que
un adelanto hecho por los judíos, porque esas mismas mujeres no tardarán mucho
en hacer que vuelva a parar a las manos de los judíos corruptores, y con estas
transacciones se consigue comprar esclavos para la causa de Sión.
Naturalmente, para que tenga éxito una empresa como ésta, no
hace falta que los funcionarios públicos o particulares sepan el papel que
desempeñan en el conjunto de la obra que realizan los Sabios de Sion. Para esto
los directores se han constituido en una especie de casta religiosa, que vela
con gran celo por la integridad de la ley mosaica y los reglamentos del Talmud.
El universo entero ha creído que la ley mosaica era la verdadera regla para la
vida de los judíos, y en realidad no es más que un disfraz. Nunca ha podido
nadie estudiar esas reglas de vida, porque los ojos sólo se fijan en la
cantidad de oro que puede proporcionar nuestra casta y gracias al cual pueden,
con entera libertad, manejar sus intrigas económicas y políticas.
Al poner atención al plan, se da uno cuenta del recorrido de
la serpiente simbólica: su primera etapa en Europa data del año 429 antes de
Jesucristo. Fue primero a Grecia en tiempo de Pericles; ahí el reptil destrozó
la potencia de aquel país. En la segunda etapa fue a Roma en tiempo de Augusto;
poco tiempo antes de Jesucristo. En la tercera a Madrid bajo el Imperio de
Carlos V, en 1552. En la cuarta a París, hacia el año 1700, durante el reinado
de Luis XIV. En la quinta a Londres, a partir de 1814, después de la caída de
Napoleón. En la sexta a Berlín en 1871, después de la guerra francoprusiana. En
la séptima a San Petersburgo, donde se veía dibujada la cabeza de la serpiente
en el año 1881.
Todos esos Estados que la serpiente ha atravesado han sido
conmovidos, de hecho hasta sus cimientos, por el liberalismo constitucional y
el desorden económico. Alemania con su apariencia de fuerza, no ha hecho
excepción a la regla. Bajo el punto de vista económico, por el momento nada se
hace por Inglaterra y Alemania: pero eso sólo durará hasta que se halle el
camino clave de conquistar a Rusia, sobre la cual están ahora concentrados todos
sus esfuerzos. El resto del recorrido no se indica, pero las flechas marcan la
dirección que la serpiente tiene que recorrer: Moscú, Kiev y Odessa. En la
actualidad el recorrido ha terminado.
Hoy sabemos ya con certeza hasta qué punto todas esas
ciudades se han convertido en nidos de la raza judía militante. Constantinopla
está indicada como la octava y última etapa, antes de llegar a Jerusalén. Es
necesario fijarse que el plan fue hecho muchos años antes de la revolución
turca.
No le queda ya al reptil más que una corta distancia que
recorrer, para cerrar el círculo fatal y unir su cabeza con la cola. Para que
no encuentre obstáculos en su camino, Sión dicta las siguientes medidas que han
de instruir a los obreros que deben trabajar en esta difícil empresa.
Primeramente, y antes que nada, la raza judía fue organizada de tal manera, que
nadie puede mezclarse con ella ni aprender sus secretos. Ha sido dicho a los
judíos, por sus profetas, que Dios los había elegido para reinar sobre toda la
tierra, el reino indivisible de Sión. Se les ha hecho saber que sólo ellos son
los hijos de Dios, y la única raza digna de ser llamada humana; todas las otras
no han sido creadas por Dios, más que para que sirvan de bestias de carga,
esclavos de los judíos; a dichos esclavos se les ha dado un aspecto humano,
para que los judíos no tengan tanta repugnancia en aceptar sus servicios. En
cuanto a los judíos, su misión consiste en conquistar, para Sión, el mundo
entero.
Educan a los judíos en la idea de ser ellos unos
superhombres que de ninguna manera deben mezclarse, nunca jamás, con esos
rebaños de los que forman parte las demás naciones. Estas teorías, gracias a la
educación recibida en las escuelas públicas o secretas y en el seno de la
familia, hacen concebir a los judíos su superioridad sobre todos los demás
hombres. Han llegado hasta divinizarse ellos mismos considerándose, de derecho,
los únicos y elegidos hijos de Dios.
Este aislamiento de la raza judía se ha mantenido también
por el sistema del Kaghal, que les obliga a todos a prestar mutua ayuda
a sus semejantes, independientemente de la asistencia que reciben de las
administraciones autónomas locales de Sión, conocidas con diferentes nombres: Kaghal,
Consistorio, Comisión de Asuntos Judíos, Despacho de Percepción de Bonos, etc.,
etc. Todas estas administraciones sirven para disimular el Gobierno de Sión, a
los ojos de los gentiles. Estos últimos, por su parte, toman con gran pasión la
defensa de la autonomía judía, porque la consideran como una autonomía
religiosa.
Las ideas inculcadas a los judíos, que anteriormente hemos
citado, tienen una influencia considerable sobre su vida material y su sistema
económico.
Cuando leemos obras como Khopatin, § 14, p. 1; EbenGaezer,
§ 434, pág. 8; XXVI; Ebmtoal, 98; XXIV; Kotubat, 3,
b; XXXIV; Sanhedrin, 99, 100 Kodauschin, 68-a (todas
escritas para glorificar a Sión), vemos que en realidad en ellas nos tratan y
nos siguen tratando como si fuéramos animales. Creen que los pueblos, sus
bienes y las vidas humanas les pertenecen, y que pueden deshacerse de ellas
como les parezca, y desde luego sin miedo a ser castigados.
Con arreglo a sus leyes, todos los malos tratamientos que
proporcionan a los gentiles les son perdonados el día de Año Nuevo, al mismo
tiempo que reciben la autorización para poder cometer los mismos crímenes
durante el año que empieza.
Para excitar el odio sin piedad de la raza contra los otros
pueblos, los jefes judíos han procurado que los gentiles se enteren de algunos
de los secretos del Talmud y, de este modo, han excitado el antisemitismo.
Paradójicamente, estas manifestaciones han sido siempre muy útiles a los jefes
de Sión, porque, aparte de que fomentan el odio en el corazón de los judíos,
inspiran compasión en el corazón de algunos gentiles, que tan útiles son a su
causa; sobre todo, los que se conmueven y compadecen de la triste suerte de un
pueblo que, en apariencia, es tratado tan injustamente. Este sentimiento hace
que muchas personas se interesen por ellos y se formen en las filas de los
servidores de Sión.
El antisemitismo, causa de persecuciones contra los judíos
de las clases inferiores, ha permitido a sus jefes (judíos de las clases
superiores) dominar y sujetar a los de categoría inferior; y lo consiguen fácilmente
porque tienen el talento de presentarse en el preciso momento en que parece que
son ellos los que los salvan. Obsérvese esto atentamente: los jefes judíos
nunca han sufrido nada en las convulsiones antisemitas, en lo que se refiere a
sus bienes personales o a su situación oficial en los cargos públicos que
desempeñan. Esto no tiene nada de sorprendente, puesto que esos mismos jefes
lanzan contra los judíos humildes y pobres a los sabuesos cristianos, y esos
mismos sabuesos se encargan de mantener el orden entre ellos, lo que contribuye
a consolidar a Sión.
Las órdenes de esos jefes no tienen más que un solo objeto:
la formación de una unión universal de todos los sionistas; unión que poco a
poco va quitándose el disfraz. Esta unión, según los sionistas, ha empezado ya
a actuar como si fuera un supergobierno que dirige a los Gobiernos del mundo
entero según su capricho, y con tal astucia, que los no judíos no pueden
percatarse.
Naturalmente, la principal fuerza de Sión para sus
conquistas radica en su oro, en su dinero. Pero no basta sólo adquirir el oro,
es necesario que progresivamente aumente su valor. El precio elevado del oro
hace que llegue a servir como el mejor referente financiero, y por causa de las
disensiones interiores e internacionales, se va acumulando todo entre las manos
de Sión. La historia de la familia de los Rothschild, que ha sido publicada en
la Libre Parole de París lo prueba ampliamente.
La fuerza del capitalismo se estableció por medio de las
crisis hechas bajo la bandera del liberalismo y la protección de teorías
económicas y sociales, manejadas científicamente. Esta apariencia científica,
dada a esas teorías, ha proporcionado, y sigue proporcionando, inmensos
servicios a Sión.
La existencia del escrutinio del voto ha proporcionado
siempre, al Gobierno de Sión, el conseguir todas las leyes que pueden ser
favorables a sus designios; para conseguirlo, echan mano del vino y de la
corrupción de las gentes siempre que sea necesario, así como de una gran parte
del populacho siempre que les pueda ser útil, social o políticamente. Los
intelectuales en su miseria, los liberales cortos de vista y en general todos
los que se asemejan a ellos, han proporcionado grandes servicios a Sión. Pero a
Sión el Gobierno que más le conviene para sus manejos, y del que más provecho
puede sacar, es el régimen republicano, porque es el que proporciona toda clase
de libertades a los anarquistas, que es el ejército de Sión.
Esta es la causa de la propaganda intensiva del liberalismo
que maneja la prensa adicta a Sión. Esta prensa calla cuidadosamente el hecho
suficientemente probado de que en una república no existe la libertad
individual, y si sólo la de las minorías para oprimir a las mayorías, aunque el
derecho esté de parte de estas últimas. Según esto, las minorías siguen siempre
a los agentes de Sión, popularizados por los anuncios y los artículos de los
periódicos, a los que Sión, con el consejo de Montefiore, sabe gratificar
espléndidamente.
Hoy, de una manera inconsciente o involuntaria, todos los
Gobiernos del mundo obedecen las órdenes de ese supergobierno de vividores que,
en definitiva, es el de Sión. Él es quien organiza las coaliciones entre esas
naciones, de las que es acreedor por sumas que nunca podrán pagar y que
crecerán indefinidamente.
Sión calcula los valores y los bienes, sin olvidar los
territoriales; calcula qué hombres son los que pueden desempeñar mejor los
altos puestos y aquellos que reúnen disposiciones determinadas para hacerles el
reclamo, pone en tutela a aquellos que no le sirven para nada o que considera
indeseables, empleando para ello las denuncias o la astucia. También suele
emplear para ello la prensa, de la que casi es dueño absoluto.
En nuestros días, para hacer su reclamo, Sión ha lanzado
frases como “ideas del tiempo”, “teorías de la ciencia”... Sión hace que los
hombres triunfen o pierdan, por ser él el amo de las Bolsas, del comercio y de
la diplomacia; Sión dirige todo para reeducar a los pueblos sobre la base del
materialismo corruptor de las almas, de los principios y del genio del creador.
Los partidarios del materialismo transforman a los hombres en figuras
mecánicas, que no ven más que los bienes materiales y los convierten, por el
afán de lucrar, en esclavos, ciegos y sin voluntad de los capitales de Sión.
Por ello, estos capitales, gracias al sistema de deudas
gubernamentales, han absorbido todos los de las naciones; y ese gobierno,
privado de sentimientos y lleno de odio por la humanidad, coloca a todos los no
judíos en una esclavitud sin precedentes.
El fin de la libertad de los pueblos se acerca y también el
de la libertad individual, que no puede existir allí donde el dinero da el
poder a unos pocos y les permite maltratar a una mayoría privada de toda clase
de derechos, aunque ésta sea mucho más digna y mucho más inteligente.
La historia de los Rothschild demuestra que Francia debe su
era republicana a Sión. Ningún diputado francés salía adelante si los votos de
sus electores no concordaban con los propósitos del Gobierno sionista.
—¿Qué le ha ocurrido a la pobre Francia?
—¡El que tenga oídos para oír, que oiga!
Según el testamento de Montefiore, Sión no escatima el
dinero ni los medios que considere necesarios para conducirle a su finalidad.
En nuestros días todos los gobiernos del mundo están, consciente o
inconscientemente, sometidos a las disposiciones de ese gran supergobierno de
Sión, porque todos los valores están entre sus manos; ya que todos los países
son deudores a los judíos por sumas que nunca podrán pagarse. Todos los
negocios, la industria, el Anticristo, se prepara a subir al trono del imperio
universal.
Los acontecimientos se precipitan en el mundo con rapidez
aterradora; las disputas, las guerras, las hambres, las epidemias y los
temblores de tierra, todo aquello que ayer parecía imposible, son hoy hechos
consumados. Diríase que los días pasan tan rápido, en beneficio del pueblo que
se cree elegido. No es éste el momento de entrar minuciosamente en los detalles
de la historia de la humanidad, desde el punto de vista de los “misterios de
iniquidad” revelados, para probar la influencia histórica que han tenido los
“ancianos de Israel” sobre las desgracias universales, y poder predecir el
porvenir cierto, y ya tan próximo de la humanidad, o para dejar caer el telón
tras el acto final de la tragedia del mundo.
Sólo la luz de Cristo y de su santa Iglesia universal podrán
recorrer los abismos satánicos y revelarnos la magnitud de la perversidad
judía.
Siento en mi corazón la sensación de que ha llegado la hora
de reunir urgentemente el octavo Congreso Ecuménico, que tienda a unir a los
pastores y representantes de toda la cristiandad. Será preciso que todos
olviden sus querellas y las divisiones seculares, para no pensar más que en el
advenimiento del Anticristo.