martes, 15 de octubre de 2024

REVOLUCIÓN Y CONTRA-REVOLUCIÓN

«Los sueños de la razón producen monstruos»

En su momento O. Spengler en sus Años Decisivos señalaría que la palabra “reaccionario” era una invención de los liberales. Muchas veces esta palabra también se confunde con el termino contra-revolucionario, que el autor de este articulo considera de mayor riqueza semántica, ya que, lleva consigo la negación de la Revolución. Es por ende que, en este artículo nos abocaremos a esbozar una historia de la revolución y de la contra-revolución, haciendo hincapié en el periodo germinal de la revolución, que el autor cifra dentro del año 1033 hasta el año 1453, tomando en cuenta que el lector de este medio ya está familiarizado con todo lo que vino después; el Renacimiento, la Reforma, los horrores de la revolución francesa, el iluminismo, etc.

El prefijo “Anti-” al igual que “contra-” denotan negación, pero en el idioma griego no solo eso; en el caso del Anti-cristo, no solo denota una negación como si fuese “en contra de Cristo” sino también significa el prefijo Anti; a semejanza inversa de, y en el caso del Anticristo, este último se establecerá en el futuro (según la escatología cristiana); como una suerte de Cristo; será de origen judío, se proclamará hijo de Dios y a la vez Dios, nacerá de una Virgen, o, por lo menos, sin copula.

También ocurre con varios días eclesiales en el calendario de la Iglesia oriental; esta la Pascua y el Domingo siguiente la anti-pasca (el Domingo de Tomás); como una fiesta análoga, un anverso de la misma Pascua.

Lo mismo puede decirse de la Revolución y de la Contra-Revolución, o de la Revolución y la Reacción; ambas son fuerzas análogas; se puede decir en cierto sentido que el reaccionario es un revolucionario. ¿Por qué?

Porque la Revolución en sus diferentes variantes, sea la liberal, la comunista reciclada en ecologismo y en progresismo, se haya institucionalizada en prácticamente todo el orbe; la Revolución es el Nuevo Orden Mundial. Esto parece paradójico y quizás difícil de entender para el lector ya que; ¿Cómo es que la Revolución puede suponer un Orden?

San Juan Damasceno, en su Fuente del Conocimiento, en el segundo libro que consta Sobre las Herejías; explica que la primera de todas las herejías, es decir, la primera de todas las revoluciones, es la del Barbarismo, sobre este menciona: “El barbarismo es aquello que prevaleció desde los días de Adán a través de diez generaciones después, hasta el tiempo de Noé. Se le denomina barbarismo debido al hecho de que en esos tiempos los hombres no tenían una autoridad dominante ni un acuerdo mutuo, sino que cada hombre era independiente y seguía una ley que se hacía para sí mismo según los dictados de su propia voluntad”.

Es interesante notar esto; dentro del pensamiento filosófico griego del cual luego abrevaron los Padres de la Iglesia como san Juan Damasceno; el Logos, significa “la palabra”, la “razón”, pero también para los pre-socráticos era sinónimo de un orden o de un cosmos, de una armonía; todos los entes de la naturaleza en consonancia y sympathia bajo una unidad.

Quienes eran ajenos al Logos, según los griegos, eran las mujeres, los niños y los barbaros, estos no solo eran ajenos al orden o por lo menos tenían muchas mayores dificultades a al mismo, sino que estaban privados de la Palabra, de la capacidad de razonar correctamente, de ahí el origen etimológico de la palabra bárbaro en griego; el que balbucea la palabra, el que no puede razonar correctamente.

Cuando Adán es expulsado del Paraíso[1], pierde el Orden y su correcto lugar dentro del Cosmos, la armonía queda quebrada de una vez y para siempre y comienza a darse el barbarismo; el hombre, al comer el fruto y en vez de obedecer a Dios quiere quebrar el orden del Cosmos y hacerse a sí mismo dios, “sigue una ley que se hacía para sí mismo según los dictados de su propia voluntad”.

He aquí el primer revolucionario; el hombre busca un Nuevo Cosmos, pero hecho a su imagen y semejanza, como una imagen pervertida de la imagen del Cosmos o del Logos Verdadero.

En cierto sentido, el revolucionario hace un Anti-cosmos, un anti-Orden; pero en el sentido de que también plantea y realiza un Orden.

Para entender al anti-cosmos, se debe de precisar sobre qué se entiende por Cosmos, ya que el primero es una imagen especular e inversa del último.

La palabra Cosmos hace referencia a un orden, donde cada uno de sus componentes ocupa su lugar dentro del mismo, y, vive armónicamente con el resto de los componentes; por ejemplo, se ha hablado de que un rasgo fundamental de los indoeuropeos era su “trifuncionalidad”; todas las sociedades indoeuropeas, desde las más cercanas hasta las más lejanas entre sí, como los tocarios en China o los hispanos, presentaban una conformación de tres castas primordiales; la de agricultores, la de guerreros y la de sacerdotes.

Este es el mismo orden que plantea Platón para su sociedad ideal en su República, y es el mismo orden que contiene su correlato con su visión antropológica: el hombre posee soma (carne), neus (alma) y pneuma (espíritu). Esta misma realidad interna en cada ser humano – según Platón – debía de tener su correlato en un orden societario; en una sociedad que comprendiese esta “triufuncionalidad” que se daba en cada individuo.

Dentro de un marco Ideal, esta correlación dada entre el Macro-cosmos (la sociedad) y el micro-cosmos (la naturaleza antropológica del individuo); todos convivían armónicamente; el agricultor no pensaba que era pobre y tenía que ascender socialmente para alcanzar mayores bienes y convertirse en rico o poderoso; de hecho el campesino no pensaba, dentro del orden armónico no había para él lugar para fantasías e imaginaciones, al no tener conato de deseo en su alma, ni un impulso del Ego que lo hiciese quebrar el Orden.

El hombre antiguo desarrollo la Paideia; una idea sobre lo bueno y lo bello que se fue perfeccionando a lo largo de los siglos y que tuvo en Platón su más acabado exponente; de hecho, Jaeger sostiene que si Píndaro, el gran poeta de los valores aristocráticos, planteaba una aristocracia de sangre, con el transcurso de los siglos, Platón llegaría a mejorar y a darle el punto de toque a la Paideia, al plantear una aristocracia del espíritu; y justamente en eso consistió la Paideia; en un intento de preparar a los ciudadanos de la Polis, mediante creaciones que hoy podríamos llamar culturales (música, literatura, filosofía, etc.) para que vivieran en consonancia con este Orden.

En este sentido, el campesino, como el guerrero o el sacerdote poseían su Yo, tenían su Individualidad, pero en consonancia y en sympathia con un Todo, un Cosmos; del cual participaban, su felicidad justamente consistía en ocupar el lugar en el que había nacido y en el que le tocaba estar.

El desarrollo de la Paideia, fue el intento más acabado del hombre antiguo de retornar al hombre adánico; al paraíso primordial. Pero como dijimos líneas atrás; planteaba un marco ideal. La historia de la humanidad, de todas las civilizaciones, de todas las razas, es la historia del amor, la del amor propio y la del amor a Dios; el primer amor, plantea el mundo corrupto y quebradizo del deseo y del Ego; es la historia de las guerras y de las usurpaciones, de los asesinatos y de las revoluciones, de los tiranos y de los tiranicidios, la de los fratricidios y la de la lucha de clases. A fin de cuentas, la historia humana es la historia de la Revolución y de la Contra-Revolución.

Luego de acabado el mundo antiguo, y habiendo quedando obliterado el esfuerzo de la Paideia por mejorar al hombre y hacer que este viviese en un Orden, eclosiono la era cristiana. El cristianismo, reformularía la Paideia; la Iglesia seria la imagen terrenal de la imagen celestial del Paraíso, y la historia del cristianismo en si será (y es) la historia de restituir este Orden perdido. 

Con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés y la creación de la Iglesia, esta última, según san Dionisio del Aeropago se establece como sombra material – como hieroplastos – del Cielo y esto queda patente en la arquitectura bizantina; san Focio de Constantinopla en su homilía X sobre la inauguración de la Nea Ekklesia, dice, que uno antes de entrar a la Iglesia, puede ver desde afuera el atrio de la Iglesia, donde “El atrio de la iglesia está espléndidamente diseñado: con losas de mármol blanco, reluciendo brillo y jovialidad, al ocupar el conjunto de la fachada. Y a causa de su uniformidad, lisura y perfecto encaje, estas ocultan la disposición de una junto a otra, y la unión de sus bordes, de modo que sugieren a la imaginación del espectador la impresión de una sola pieza de piedra con, como si fueran, líneas rectas que rigen sobre esta: un nuevo milagro y regocijo para la vista. Por tanto, capturan y hacen tornar la mirada del espectador hacia ellas, lo hacen no desear irse; mas, saciándose del hermoso espectáculo en el mismo atrio, y fijando sus ojos ante la vista que tiene ante él, el visitante permanece hincado al suelo con asombro. Leyendas proclaman la lira del tracio Orfeo, cuyas notas han dado vida a cosas inanimadas. Si tuviéramos el privilegio de erigir la verdad en leyendas, y hacerla de ella algo imponente, uno podría decir que los visitantes del atrio, a causa del asombro, se convertían en siluetas de árboles: tan firmemente es tomado aquel que lo haya visto tan solo una vez.” 

Después san Focio menciona que ya dentro de la Iglesia: 

“Es como si uno hubiera entrado en el cielo mismo sin que nadie obstruyera el camino desde ninguna parte, y uno se iluminase por la belleza de todas formas brillando a su alrededor como si fuesen muchas estrellas, (…) A partir de entonces parece que todo está en movimiento extático, y la Iglesia misma da vueltas. 

Ya que el espectador, que es forzado a experimentar el variado espectáculo en todas partes, al arremolinarse sobre todas las direcciones y quedando constantemente agitado, imagina que su propia persona se transfiere al objeto” (The Homilies Of Photius; Cyril Mango)

A pesar de que uno antes de entrar ve elementos dispares entre si, como imágenes de estrellas, santos, elementos como el oro, la plata, etc. a le da la sensación de que esta todo en un estado estático, las losas de techo pierden sus límites y estos parecen dibujados, dándole al suelo un sentido de monocromía y uniformidad, pero al entrar y posicionarse dentro de la Iglesia, quedando asombrado frente a tantos detalles dispares, se le genera a uno una sensación de quietud que se asemeja – según palabras de Focio – a la de los árboles, y la iglesia adentro parece adquirir movimiento propio, quedando el visitante azorado al contemplar todos los múltiples detalles, es como si estos girasen alrededor de él y este se perdiese dentro de esta polifonía de detalles.

La impresión que esta arquitectura ejerce en la conciencia de uno, hace que uno adquiera conciencia no solo de su verdadero lugar en el cosmos, sino de la verdadera dimensión de las cosas; uno no se cree más o menos de lo que es, ni sobredimensiona ni disminuye lo que habitualmente se le presenta en la vida. Al ir adquiriendo una correcta dimensión sobre todas las cosas mediante este proceso formativo de la paideia cristiana dentro de la Iglesia; no se deja embelesar frente a un revolucionario o un falso profeta, porque justamente ninguna esperanza ni ninguna ambición más allá de la de su ámbito mediato le hacen perder la conciencia de su posición dentro del Cosmos.

Al adquirir una dimensión real de las cosas; uno se apersona progresivamente también de una Razón que en uno mismo se escarifica cada vez más, cada vez más se acerca al ámbito del Logos, y abandona el ámbito del barbarismo; se aproxima al reino del Sol no-ético y abandona el reino de las ilusiones y de las fantasías del Ego.

Habiendo expuesto al Orden, consideramos menester hacer una historia de la Revolución, desde sus orígenes hasta la actualidad; ¿Por qué? Porque entender a la Revolución nos lleva a entender la Contra-revolución, entender a la imagen especular e invertida del Cosmos nos hace conocer al Cosmos mismo, y una genealogía de la Revolución complementara a nuestra exposición sobre el Paraíso perdido.  Ya que es al Orden donde tiene que apuntar el Reaccionario; el revolucionario, así como como el diablo; es el mono de Dios, en si no puede inventar nada ni nada original puede salir tanto del diablo como del revolucionario, tan solo se establecen como una imagen burda y opaca de Dios.

 

GENEALOGIA DE LA REVOLUCIÓN

1)      LA PROTO-MODERNIDAD

El lector fácilmente inferirá que la historia de la Revolución comienza con la historia del hombre mismo en su vida en esta Tierra; a partir del momento que uno quiso poseer más de lo que necesitaba en detrimento de los demás, y para esto recurrió a violencia y asesinatos, se conformó como un revolucionario, así también ya hemos expuesto sobre el advenimiento del mundo clásico, así como también, podríamos agregar, del mundo del Tao y luego del mundo cristiano, que operaron como fuerzas que intentaron restaurar el orden del Cosmos.

Ahora expondremos sobre la historia de la Revolución después del cristianismo; que ha sido nada más y nada menos que intentos cada vez más eficaces, de subvertir este orden y establecer diversos y sucesivos ordenes anti-cristianos.

A partir de los primeros años del cristianismo hasta los albores de la Modernidad, podrían citarse como movimientos revolucionarios notables; a la revolución del Islam y a la revolución del Papa, o el nacimiento del catolicismo romano o franco-latino a partir del siglo VIII d.c.; este desarrollo del catolicismo romano terminaría por moldearse bajo la figura del papa Gregorio VII, quien prácticamente se hace a sí mismo un dios a imagen del Dios verdadero; se establece como Anti-Cristo o Anti-Dios también se podría decir.  

Vladimir Moss menciona: “Semejante locura cesaropapista estaba destinada a provocar una reacción; esta es la razón por la que el Papa Gregorio fue expulsado de Roma por el emperador alemán, y la causa de porqué la historia de la Edad Media en Occidente es una de continuas luchas entre Papas y Emperadores, por el definitivo gobierno sobre el pueblo cristiano. Pero si bien algunos reyes de Occidente rechazaron la herejía “papocesarista”, ésta ya había echado profundas raíces en la Iglesia en su conjunto. Así, cuando Gregorio agonizaba en su exilio en Salerno, dijo: "He amado la justicia y aborrecido la iniquidad'; por eso muero en el exilio", un monje, quien se encontraba a su servicio, continuando la cita del Salmo, respondió lo que correctamente podría tomarse como una referencia a Cristo: "Tú no estás en el exilio, porque 'Dios te ha dado por herencia las naciones, y por posesión vuestra, los confines de la tierra'” (Salmo 2:8)

Los Papas herejes fueron los primeros revolucionarios políticos de la historia cristiana; porque al incitar a los pueblos de Occidente a levantarse contra sus legítimos soberanos, transgredieron el mandamiento apostólico de estar sujetos a los poderes establecidos…” (El significado ortodoxo de la autocracia ortodoxa; Vladimir Moss)

Es Gregorio VII, que busco conformarse en la Europa Occidental como un Rey de Reyes, que actué sobre el resto de los reyes europeos, ya que mencionó en una ocasión: “Si la Sede Apostólica, por voluntad de Dios, tiene la potestad de juzgar sobre las cosas espirituales, con mayor razón podrá juzgar sobre las cosas seculares” (Idem), y de ahí que se haya atribuido de la potestad de dictar ordenes sobre determinadas políticas a seguir a los reyes de los respectivos reinos europeos.

Antes de él y antes de la eclosión del catolicismo como religión organizada, el poder secular y el poder religioso había actuado en un equilibrio, bajo una sinfonía de poderes; si el orden religioso caía en desgracia o abrazaba una herejía, eran los reyes quienes restauraban el orden y la ortodoxia, y así viceversa, si un rey se egregia como un Tirano, el orden eclesial oficiaba como una fuerza restrictiva de este rey inicuo[2].

Así como también, el pueblo[3], representado por los aristócratas, irrumpió en ciertas ocasiones de la historia favorablemente a favor de una de las dos cabezas, como tercera fuerza, completando la triada.

El catolicismo dinamita este orden y el Papa a partir de Gregorio VII y en lo sucesivo actuaria procurándose una plena independencia, moviendo a unos reyes contra otros para no mantenerse sujeto bajo ningún orden.

Como deja implícito en sus escritos el padre Serafín Rose, todo fenómeno sea, político, artístico, filosófico, es una emanación o es bastardo de un fenómeno nuclear, que es el espiritual; en el ámbito de la política, el desarrollo del cesaropapismo (de los gibelinos) y del papocesarismo (de los güelfos), así como el desarrollo del arte gótico, o en el ámbito filosófico, el desarrollo de escolástica, se debió a que la Iglesia de Occidente fue perdiendo paulatinamente el contacto con su contraparte oriental a partir del fin de la Edad Media.

Como observa Iván Kireyevsky, antes del cisma, el cristianismo no pudo ni fue tampoco su intención substraerse de los caracteres culturales propios de las sociedades en las que se desarrolló, es decir, no pretendió abstraerse del volkgeist o del temperamento de poblaciones diversas en las cuales fue injertado. Es así que, si bien durante el primer milenio del cristianismo un amalgama de diversos pueblos compartieron la misma fe, Kireyevsky nota que: “los teólogos de las tierras sirias parecen haber dedicado más atención a la vida interior y contemplativa propia de los que han renunciado al mundo. Los teólogos de la Antigua Roma estaban especialmente preocupados por el aspecto de la actividad práctica y la concatenación lógica de conceptos. Los escritores teológicos de la ilustrada Nueva Roma (Constantinopla) parecen haber prestado más atención que otros sobre la relación entre el cristianismo y las disciplinas particulares que florecieron a su alrededor, las cuales en un principio combatieron al cristianismo y luego se sometieron a él. Los teólogos de Alejandría, librando una doble guerra —contra el paganismo y contra el judaísmo— y rodeados de escuelas filosóficas, teosóficas y gnósticas, se centraron sobre todo en el lado especulativo de la doctrina cristiana.” (Sobre la naturaleza de la cultura europea; Kireyevski)

Pero a partir del Cisma, esta maquinaria lógica del pensamiento latino, que impregna la obra teológica de san Agustín, por ejemplo, terminó por desatarse por completo y devino en el hiper-logicismo de Tomas de Aquino y de Anselmo, que no son otra cosa que un intento de racionalizar toda experiencia espiritual. A este hiper-logicismo propio del pensamiento escolástico, que se dio bajo las “condiciones ideales” de no tener ningún contrapeso al romper con todas las Iglesias de Oriente, se le debe de sumar otro carácter que vino de la mano: la alta estimación que a partir del año 1000 se le dio a la Naturaleza.

En los años anteriores al milenio, seguía el vivo recuerdo de las invasiones bárbaras y de las constantes hambrunas que azotaron al continente; las gentes vivían como si su día presente fuese el ultimo, siguiendo los preceptos Evangélicos de que “El fin está cerca” (1 Juan 2:18); ya que como diría el historiador inglés C. Dawson; “para el cristiano el mundo siempre está terminando”; estos caracteres de alta piedad religiosa también eran los mismos que se dieron a la postre en Rusia y que existían en las zonas del Imperio Romano de Oriente, y se acentuaron aún más para la Europa occidental con la cercanía del año 1000, que muchos vieron como presagio de la fecha verdadera del fin del mundo, Mircea Eliade anota sobre esto: “Sin embargo. cuando por fin pasó el año 1033 —el milenio a contar desde la pasión de Cristo—. los cristianos sintieron que las penitencias y purificaciones habían llegado a su término. Raúl Glaber evoca los signos de la bendición divina: «El cielo comenzó a reír, a aclararse, y se animó con vientos favorables ... Toda la superficie de la tierra se cubrió de un amable verdor y de una abundancia de frutos que alejó de pronto la carestía ... Innumerables enfermos recuperaron la salud en aquellas reuniones a las que habían sido llevados tan gran número de santos ... Los asistentes tendían sus manos hacia Dios y gritaban con una sola voz: ?¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!» (…) Por todo Occidente se reconstruyen los santuarios, se remozan las basílicas, se descubren reliquias. Se multiplican las misiones hacia el norte y el este. La celebración eucarística adquirió una importancia. (…) Se incita a los monjes a que se hagan sacerdotes, a fin de participar en «la confección del cuerpo y la sangre de Cristo», y acrecentar «en el mundo visible la parte de lo sagrado. (…) El complejo religioso que cristalizó en torno a los terrores y las esperanzas del año mil anticipa en cierto modo las crisis y las creaciones características de los cinco siglos siguientes”. (Historia de las ideas y de las creencias religiosas, vol III, el catolicismo occidental; Mircea Eliade)

Este naturalismo tan bien esbozado por Eliade que se acentuó con el paso de los años, trajo aparejadas consecuencias que, no solo a nuestro parecer acompañaron a las creaciones características de los cinco siglos siguientes, sino que, nos repercuten en la actualidad y han acompañado a todo el paso de la modernidad hasta la postmodernidad de nuestros días.

Primero se dio una rigidez moral; consecuencia de esta incitación a los monjes a hacerse sacerdotes, se establece el celibato en el año 1139, pero de forma concomitante y en paralelo, frente a esa rigidez moral que también eliminaría el estatus de la mujer como par del hombre, se levantaría el arte de la poesía trovadoresca, que a su vez desencadena la corriente literaria de los fedeli d’ amore, si bien se ha especulado mucho sobre este grupo de escritores identificados con esta corriente, y sobre la figura de Dante Aligeri dentro de este grupo, lo que resulta claro es que ya aquí, según Eliade: “La «mujer» simboliza el intelecto trascendente, la Sabiduría. El amor hacia una mujer despierta al adepto del letargo en que había caído el mundo cristiano a causa de la indignidad espiritual del papa. En efecto, en los textos de los fedeli d' amore hay alusiones a una «viuda que no está viuda», la Madona Intelligenza, «viuda» porque su esposo, el papa, murió para la vida espiritual al dedicarse exclusivamente a los asuntos temporales”. (Idem)

Y es que es justamente la figura del Papado, redefinida bajo Gregorio VII y el desarrollo de la escolástica, de la cual el vulgo, las gentes simples, se encuentran frente a un vacío espiritual que intentan llenar mediante la poesía trovadoresca, las formulaciones de los fedeli d’amore y una nueva hagiografía y un nuevo arte que rozara ya lo fantasioso y bizarro.

Como señalamos anteriormente que el celibato y la creciente rigidez de las normas sociales trajo aparejado como reacción una exaltación a la figura de la mujer, se puede formular lo mismo en torno a la creación del escolasticismo a nivel filosófico de entre de las filas del clero y la producción a nivel popular de una nueva hagiografía y arte sacro.

Ya en cuanto a la Escolástica, ha mencionado el padre Serafín Rose al argumento ontológico de Anselmo (uno de los primeros escolásticos) como si fuese el anverso de la idea cartesiana del cogito ergo sum, ¿Por qué? Porque Anselmo formula en su Prosologion sobre un Dios que no solo Dios es más grande que todas las cosas que contiene, y por ende, es más grande que cualquier cosa que se pueda imaginar, sino que, Dios existe como una idea de la mente[4]. El argumento cartesiano aplica la misma lógica, pero a la inversa, comienza por negar el todo para terminar en afirmar al Yo.

Pero lo que más nos interesa de esto, mas allá de significar un pre-anuncio de lo que vendría con Descartes casi 600 años después, es fijar la atención de que aquí ya aparece Dios no como producto de una Tradición de los Padres de la Iglesia (la razón aquí se establece como autónoma frente a la Tradición), ni tampoco aparece un Dios como realidad viva que se manifiesta en la naturaleza, sino que es aquí donde nace por lo menos en el pensamiento del Occidente cristiano, la idea del Dios de los filósofos; de algo que se puede imaginar; que es producto de la mente.

A partir de este momento quedaron desatadas de una vez y para siempre las riendas de los sueños de la razón, y no solo a un nivel del clero, de las castas de doctores, sino que en paralelo se desarrolló el mismo fenómeno imaginativo a nivel popular.

Y es esto justamente lo que a nivel popular daría rienda suelta para el desarrollo literario de una generaría por contrapartida en el ámbito popular el desarrollo de una hagiografía de caracteres bizarros. Uno puede tomar una colección muy popular de aquel entonces como la de Santiago de la Voragine, la famosa Leyenda Dorada, y encuentra fácilmente que todos las vidas de los santos que incluso se comparten con la Iglesia ortodoxa están revestidos de caracteres fantasiosos[5], para ejemplificar esto haremos mención de una antigua historia de la Iglesia, cuyas referencias hasta aún se pueden encontrar en la Divina Comedia; se trata de la leyenda del ascenso del emperador Trajano al cielo.

Citaremos aquí una crónica inglesa del siglo VIII que bien evocaba la mentalidad ortodoxa con respecto a este suceso: “Un día, cuando él (hace referencia al papa san Gregorio Magno, quién es el que mediante sus rezos logra quitar a Trajano del infierno y que ascienda hacia el cielo) pasaba por el Foro, una obra magnífica de la que se dice que fue responsable Trajano, descubrió al examinarla cuidadosamente que Trajano, aunque pagano, había realizado un acto tan caritativo que parecía más probable que había sido un acto de un cristiano que de un pagano. Porque se cuenta que, mientras dirigía su ejército con gran prisa contra el enemigo, (Trajano) se sintió conmovido por las palabras de una viuda, y el emperador de todo el mundo dio un alto. Ella dijo: 'Señor Trajano, aquí están los hombres que mataron a mi hijo y no están dispuestos a pagarme una recompensa'. Él respondió: 'Cuéntamelo cuando regrese y haré que te recompensen'. Pero ella respondió: 'Señor, si nunca regresas, no habrá nadie que me ayude'. Luego, armado como estaba, hizo que los acusados pagaran inmediatamente la indemnización que le debían, en su presencia. Cuando Gregorio descubrió esta historia, reconoció que esto era exactamente lo que leemos en la Biblia, hacer justicia al huérfano, defender a la viuda. (…) Como Gregorio no sabía qué hacer para consolar el alma de este hombre que le traía a la mente las palabras de Cristo, fue a la iglesia de San Pedro y lloró a torrentes de lágrimas, como era su costumbre, hasta que finalmente obtuvo la certeza por medio de la divina revelación de que sus oraciones fueron respondidas, ya que nunca se había atrevido a pedirlo a ningún otro pagano”. (El alma después de la muerte, Apéndice I; padre Serafin Rose)

Ahora bien, contrapongamos este registro con el que se establecería sobre el mismo suceso tiempo después, en la Baja Edad Media católica, según Sebastian Porrini, analizando por qué un emperador pagano como Trajano se haya situado en el Paraíso de Dante Alighieri, el dice: “Allí (en el sexto cielo) hallamos a David, el rey bíblico, y a Trajano, el gran emperador romano, que según una leyenda fue resucitado por san Gregorio magno de su lugar en el infierno, por sus oraciones, y bautizado para ser elevado al cielo”. (El poema trascendental; Sebastian Porrini)

He aquí –por un lado – un registro de los hechos no-fantaseoso, que evoca el espíritu griego, racional y mesurado, que era el propio de toda la Europa ortodoxa de aquel entonces y que continúo siendo parte del espíritu de la parte oriental del Imperio romano y después de la Rusia medieval y por otra parte, un registro donde Trajano es “resucitado”, y a posteriori se lo bautiza. Este registro nace de la Leyenda Dorada, y no es otra cosa que un invento producto de la frondosa imaginación que el catolicismo dio rienda suelta.

Esta imaginación también se manifestaría con respecto a la Naturaleza, confundiéndose las realidades espirituales con las materiales; de hecho, los antiguos griegos sobre las orbitas de los planetas bajo el sistema ptolemaico, pensaban que estas orbitas no tenían una realidad tangible en realidad, sino que su postura epistemológica instrumentalista con respecto a las orbitas era la de “salvar el fenómeno” (“σῴζειν τὰ φαινόμενα”), es decir, no creían que los epiciclos ptolemaicos fueran reales, sino que eran una ficción necesaria que permitían la realización de cálculos dando así paso a la proyección de las futuras posiciones de los astros sobre el firmamento. (Véase; Salvar el fenómeno; Pierre Duhem)

En este sentido el paradigma ptolemaico no es que sea más verdadero que el copernicano o el nuevo desarrollado por la física relativista; cada uno tiene una precisión aun mayor y es más simple que el anterior para realizar las mediciones.

Y fue justamente que la escolástica confundió en la Baja Edad Media las sombras de este mundo con las realidades; con el averroísmo las orbitas adquieren un carácter ontológico real; y es la causa que a posteriori llevaría a las fuertes confrontaciones contra Galileo y Copérnico sobre los diferentes modelos cosmológicos; conflicto que jamás se dio ni se hubiera dado ni en el mundo griego[6] ni en el mundo ortodoxo.

En el afán de ver al mundo y a la naturaleza como “signum Dei”; signos de Dios (si bien san Agustín vería en todos los entes de la naturaleza una representación de la Trinidad[7], ya la Escolástica de Buenaventura y Alberto Magno elevarían este hiper-logicismo hasta el paroxismo), llevaría a que agrietamientos sobre la tierra, volcanes, etc, sean confundidos por las gentes del medioevo como si fuesen puertas al infierno, o al infra-mundo; pero también esta sobre-estimación de la Naturaleza y esta acentuada característica realista sobre la misma, que, repetimos, confundía las sombras con las realidades (ya que san Pablo decía 1 Corintios; 13:12: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara”), llevo al desarrollo de la ciencia moderna.

Por último, basta remarcar a modo de conclusión sobre el desarrollo de esta fase preparatoria del mundo moderno que la importancia cada vez mayor de la razón por sobre lo espiritual bajo el pensamiento escolástico, desencadeno una división a la que ya hemos aludido anteriormente en nuestro desarrollo; la división entre el vulgo y el clero.

No es novedad que en la historia de la Iglesia está siempre estuvo dividida en jerarquías, pero la novedad de la primacía de lo intelectivo y lo racional por sobre lo espiritual, género que solo una casta que pudiese ser capaz de leer y comprender las Sagradas Escrituras tuviese voz y voto sobre las cuestiones dogmáticas, denigrando en muchas ocasiones e incluso ninguneando al resto de los estamentos, – que no era nada más ni nada menos que otra parte del mismo cuerpo de la Iglesia, del mismo Orden sobre los que estos obispos debieron de haberse remitido en su momento, sin quebrarlo ni atribuirse potestades por fuera de su posición en el mismo Cosmos – considerándolo como díscolo e inculto; como vulgo.

Quien piense que fue siempre así se equivoca, tenemos el ejemplo de san Antonio el Grande que siendo analfabeto intervino en las disputas dogmáticas en contra de Arrio y fuera el maestro de san Atanasio de Alejandría uno de los obispos más destacados en cuanto a su participación en el Primer Concilio Ecuménico de Nicea, y los testimonios de los místicos como el de san Juan Crisóstomo, explicando en su introducción a sus Homilias sobre san Mateo que el hecho de leer para nosotros es un lastre de nuestra naturaleza caída, ya que no tenemos memoria ni recuerdo de haber vivido en la época de Cristo, y que, en una realidad supra terrenal no habrá ni lectura ni libros[8].

Dentro de la realidad del vulgo, alejada de las cátedras universitarias, se desarrollaría la piedad popular, las hagiografías que antes hemos mencionado, también nacería una incipiente demonología, con demonios de caracteres bizarros como el titivillus, que se dedicaba a los errores ortográficos…, pero también se dio el desarrollo de las diversas órdenes monacales, como la de los franciscanos, que en su andar cuestionarían a las jerarquías eclesiales; aquí se da el caldo de cultivo para el germen de la revolución. El mismo Francisco de Asís, asemejándose como Cristo, envió sus “apóstoles” incluso a evangelizar naciones ya cristianas, como si fuese el maestro de una nueva doctrina; el jefe de una nueva religión.

Se da también a partir de este momento y debido a esto una reformulación de la figura del Anticristo; pasa a ser la figura primordial dentro del desarrollo de la Revolución.

2)      LA MODERNIDAD

Siglos después, poco antes de la modernidad, la cábala cristiana se desarrollaría bajo los auspicios del Papa, sería Reuchlin uno de sus principales promotores, quién, bajo el beneplácito del Papa León X, logra establecer una imprenta hebrea en Roma y reimprimir el Talmud.

La “cábala cristiana” sería junto con la segunda escolástica de impronta jesuita el caldo de cultivo de la filosofía renacentista y el Antropocentrismo, tan así que Pico della Mirandola titularía sus 900 tesis (que contendrían a su vez como introducción su célebre Discurso sobre la dignidad del hombre) como Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae, y Descartes, realmente uno de los “Padres fundadores” del mundo Moderno, quién coloca al Yo como centro del conocer, partiendo de la duda metódica por lo circundante, tuvo su primera instrucción de filosofía bajo la enseñanza de maestros jesuitas españoles.

Con Descartes está a un paso el Idealismo que se desarrollaría posteriormente: la realidad exterior, el mundo circundante, pasa a ser en el idealismo una creación de la mente, del sujeto, del Yo, y puede que en realidad no exista.

El idealismo abre la puerta a los “sueños de la razón”, a partir de entonces se dará un punto de no retorno; el hombre vera lo que quiera ver y no lo que es. ¿Se puede ver realmente lo que es?, es decir, ¿podemos compre-hender con una certeza del 100% lo que nos rodea? No. Pero la gran diferencia entre el hombre pre-moderno, sea el hombre del mundo cristiano, del mundo clásico, del mundo chino, y la del hombre moderno, estriba en lo siguiente: El hombre pre-moderno no negaba que había una realidad externa a él, tan solo muchos de ellos como un Platón o un san Pablo sostenían que esta realidad externa se nos presentaba a nosotros de manera borrosa, o incompleta, para alcanzar una mayor comprensión de este mundo externo que se nos presenta como una sombra del verdadero; el hombre tiene que purificarse interiormente, limpiarse de todas sus pasiones, vaciarse, para que el Logos, la razón, le logre mostrar la realidad de este mundo sombrío con mayor claridad.  Con ejercicios ascéticos el santo y el filósofo; busca ajustarse, “sintonizar” con el orden externo, con el cosmos, con la realidad.

En el hombre moderno la mirada se invierte; el problema no es ya el mundo exterior, sino el Sujeto. Con el Idealismo se postula que la realidad se genera el interior del sujeto y que no depende del exterior, sino que depende primordialmente de su aparato cognitivo; se habla de que los colores, los olores, los afectos, las emociones, son compuestos químicos en nuestro interior y que no se encuentran afuera del mundo.

Al comienzo en el iluminismo, con el mismo afán universalizante del cristianismo, proclamar que la Razón, es inherente a todos los humanos que habitamos en el planeta tierra, y que la realidad externa tiene que ser la misma para todos; todos tenemos que ver lo mismo.

Pero no es una Razón que desciende de lo Alto, no es un Logos o un Tao, es una Razón que, desde lo bajo, desde todos los sujetos del mundo, se universaliza, y esta termina entronizada como diosa en la Revolución francesa.

Esta nueva unidad que pretendieron establecer los iluministas postulando una razón que nace del humano y lo unifica en un género en común, unido por la capacidad de razonar, demostró ser un fracaso desde el primer día; ya que, si el hombre llegase a las mismas conclusiones lógicas que su semejante y razonase de la misma manera, no solo no habría diferencias partidarias, sino que quedarían abolidos todos los límites geográficos y todas las religiones del mundo.

Que justamente sea que a partir de la edad moderna haya habido una explosión de facciones, ideologías, sectas religiosas, etc., es una constatación del ocultamiento de la Razón, del eclipse del Logos, dado que el hombre pierde la capacidad de situarse en el lugar de su semejante, y ya que el Iluminismo al desconocer la naturaleza pasional y emocional del hombre, sobreestimando tan solo su capacidad de raciocinio coloca al hombre como centro del mundo.

El hombre a partir de entonces en vez de ponerse al servicio de un Orden, busca establecer un Orden a su medida y que un Orden se quede a su servicio; y esto daría rienda suelta al protestantismo, donde cada uno podía interpretar las escrituras según su antojo, y a su vez a posteriori desemboco en la democracia radical de masas de comienzos del siglo XX junto con las experiencias totalitarias del comunismo, el fascismo y nacional-socialismo.

Y es así como puede titularse al siglo XX como el Siglo de las Revoluciones: obliterado el mundo del Logos, del Orden, queda también obliterado el mundo del Ser; todo lo que le rodea al hombre carece de sentido, se vuelve absurdo, ya que es el mismo hombre que pierde su lugar en el Cosmos: El hombre que carece de Ser, termina procurando el Ser de diversas maneras, volcándose a los movimientos irracionalistas que se dieron en el siglo XX y que lo terminaron por convertir en una pieza más dentro de un engranaje de sistemas manejados por dementes; la política del siglo XIX y de los siglos anteriores, manejada por las castas aristocráticas que pretendían seguir ajustándose a la realidad, bajo un molde que era tributario en buena medida de los usos y costumbres de la aristocracia bizantina y de la que Castilgione se haría eco al escribir su manual para los miembros de las cortes de los reyes (el famoso El Cortesano), y que daría paso a las creaciones maravillosas de la diplomacia como la Gran Alianza; donde justamente un Concierto de Naciones gobernadas exteriormente al unísono, sacrificaba parte del egoísmo colectivo de sus propias naciones en aras de mantener un orden pacifico entre los estados miembros  degeneraría en la política del siglo XX, donde actores de cine y agitadores universitarios, como Lenin, Kennedy o Hitler, desconociendo la realidad, trataron de aplicar al mundo de lo real las  fantasías que habitaban en su Ego; y al golpearlas contra la realidad misma, aplicaron un idealismo político muy ajeno a cualquier experticia política.

Sobre esto menciona el padre de la constitución argentina de 1949 Arturo Sampay: “En nuestros días afirma Aldous Huxley en Politics and Religion, el recio capítulo de su Grey Eminence, en donde muestra que, si el político no está sostenido por una cosmovisión teocéntrica, su antropocentrismo lo impulsa a caer en la egolatría. A los hombres del presente siglo les tocó, a unos sufrir, y a otros observar, esta trágica experiencia; últimamente, varios libros fidedignos permitieron conocer la desgarradora historia del final de Hitler, un extraordinario conductor sin Dios – como lo definió el Mariscal Luis Halder en su obra sobre Hitler como militar, señalando su defecto capital –, y en ellos se ve cómo ese gran hombre político ateo perdió el sentido de su responsabilidad al tomar decisiones en circunstancias supremas, y, al asistir a la derrota de la empresa que se había asignado, sacrificó sin motivos el remanente de su Nación , como afanado en hacer que finaran con él Alemania y Europa entera, a cuya salvación se consideró llamado”. (La Constitución Argentina de 1949; Arturo Sampay)

Y es por esto que debemos de remarcar lo siguiente; la nueva imagen sobre la figura del Anticristo que se da  (como remarcamos anteriormente) a partir del inicio del segundo milenio en la Era Cristiana, es la imagen de un Francisco de Asis, de un Hitler, de Napoleón, y porque no, de un Javier Milei, ¿En que sentido? Estas figuras cada ves mas se asemejan a Cristo; surgen de la Nada – es interesante mencionar aquí la respuesta que da san Agustín sobre el origen del Mal; el Mal surge de la Nada[9] –, y llevan por lo general un largo periodo de sus vidas en completa opacidad y oscuridad; no falta quién ha querido ver en los famosos “años perdidos de Jesús” los “años perdidos de Hitler”, (que van entre 1920 a 1933); pero a su vez, la aparición de cada nuevo anticristo perfecciona la Idea o el Typhos del mismo Anticristo, oficiando como una suerte de versión mejorada del anterior, o desarrollando con mayor amplitud un carácter que el anterior anticristo no tenía.

En este sentido, el gran retratista de la figura de Anticristo y de sus caracteres vitales no es otro que Dostoievski, el gran “pneumatologo” al decir de Berdiáyev que pueden observarse en personajes como Raskólnikov, que no significa otra cosa que “el hombre que está dividido/ en cisma” o se podría traducir al español como “cismati-quez” (Raskól-nikov); aquel que odia a la sociedad y se abstrae de ella pero a su vez se adjudica un papel salvífico para la misma, dándose atributos de dios o de Mesías.

Claramente otros caracteres como el de proclamarse fundadores de una religión (como Mahoma) o imprimirles una “nueva mística” y contenido a las religiones ya existentes (como Hitler), como otros caracteres ya son conocidos o por lo menos intuidos por el lector; pero basta mencionar la diferencia esencial entre Cristo y el Anticristo; el primero prometió un paraíso espiritual, y el segundo, dando riendas sueltas a la imaginación y a las fantasías (y es por esto que la estos últimos 1000 años ha sido caldo de cultivo para estos líderes mesiánicos) proclaman un paraíso terrenal, logrado por la dialéctica marxista (Lenin, Che Guevara), el mercado (Milei), o el “Espacio Vital” (Hitler)[10]

Se plantea entonces, como antinomia al mundo del Ser, el del Orden, el mundo de la Revolución, el mundo del Devenir donde las gentes, llenas de ansiedad, llenas de desenfreno, akrasia o de koyaanisqatsi como se utiliza en el lenguaje hoopi para definir a la vida frenética y fuera de balance, actuando irreflexivamente se lanzan contra otros para pisotearse y salvarse a sí mismos; donde caminan como sin saber hacia dónde van, lo único que puede querer, lo único que puede desear, lo único que puede amar, va determinado por la sociedad, no sabe lo que quiere, pero no solo eso, sino que lo único que puede querer lo hace en aras de no quedar excluido para con sus congéneres, y de ahí que los emula y se lanza en un frenético juego de competencia para cumplir el rol que todos esperan, para jugar el juego y porque no, jugarlo mejor que los demás.  En la carrera del Ego, todo lo que un hombre puede amar u odiar, temer o confiar, esta dictaminado por la sociedad.

Y esto se da justamente por este desconocimiento del iluminismo y de los arquitectos del mundo moderno de la naturaleza emocional del hombre; al intentar elevarlo a la categoría de un Dios, lo terminaron reduciendo a la categoría de una hormiga, o peor aún; de una cosa. El hábito gregario del humano es propio de su naturaleza emocional, y ha sido este hábito el que lo ha llevado a que se deje llevar por las diversas corrientes revolucionarias del siglo XX y de este siglo.

3)      LA POSTMODERNIDAD

En procura de una restauración de este orden perdido mediante las experiencias políticas antes mencionadas y también mediante otras manifestaciones religiosas artísticas; opera en el hombre un “descenso” en cuanto a su dignidad; de dios e hijo de Dios, que era en la Edad Media, pasa a ser un numero bajo la democracia liberal, un primate bajo el evolucionismo, y bajo el fascismo, el nazismo y el comunismo, un instrumento para el engrandecimiento de la nación, la raza o el partido. Es el hombre-masa el que es propio de esta era del Devenir, que no tiene pasado ni futuro; no tiene pasado porque desconoce a sus ancestros, y de hecho no les importa, y no tiene futuro, porque, no solo porque no tiene hijos (de hecho; tiene perros o gatos), y vive el día a día, en un perpetuo presente, sino porque no le interesa, ¿Cuántas veces uno, al comentarle a otra persona sobre cómo será el futuro, o de mencionarle ciertas predicciones o expectativas con respecto al mismo, se encuentra con la respuesta: no me interesa, no voy a estar vivo para verlo? Esa es una respuesta típica del hombre-masa, es la visión de la rana; veo lo que se sitúa dentro de mis estrechos márgenes cotidianos, me importa lo que está en mi círculo íntimo, vivo para comer y para viajar y jugar a la play, no tengo ni me interesa la visión del águila.

Y si es que este tipo de hombre conservaba alguna barrera moral en el pasado, a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial y en adelante, con el advenimiento del postmodernismo, toda moral ya parece irse eclipsando; y esta es la diferencia esencial entre el hombre masa del pasado, y el hombre masa post-1945; el del pasado tenia fe en algo, - Lenin y Hitler eran hombres de fe, tenían su fe puesta en sus respectivas religiones seculares -, y el de ahora no tiene fe en nada: si en el pasado era una especie de arcilla para construir el futuro del comunismo, en la postmodernidad es una especie de arcilla para construir sus propias metas inmanentes; para seguir acumulando capital, para convertirse en rehén de modas y de los objetos superfluos, para vivir en un mundo donde se sacraliza el dinero o el sexo. Lo que sí ha conservado inalterado a través de estos últimos siglos es su característica de ser un tipo de humano que indistintamente perteneció a todos los regímenes políticos; los que lloraban a Franco eran los que, inmediatamente vivaban por la democracia días después; y es que, su adhesión a los respectivos regímenes, se cifraba en que mientras no lo molestaran a él o no lo mataran; estaba todo permitido.

Y es aquí, que hoy por hoy, en pleno siglo XXI, el hombre-masa sin fe, vive en un mundo quebrado, donde nada tiene sentido, y es claro que esto explica por qué se da el fenómeno del suicidio en el hombre postmoderno como nunca antes se había dado en el género humano, ni mencionar que es extremadamente raro el fenómeno del suicidio en el reino animal, así como también el fenómeno de que una especie no engendre descendencia. La vida del hombre antiguo, aunque más dura, era más soportable, porque vivía dentro de un cosmos; si este sufría una desgracia, esta desgracia tenía un sentido dentro del reino del Ser; hoy nada tiene sentido, todo es absurdo para el hombre postmoderno.

Las únicas creencias que parece mantenerse en este fin de los Tiempos, y se mantienen en círculos minoritarios, son: las creencias del feminismo, del trans-especismo, etc. Justamente esta es la “cosecha final” del Idealismo; al partir de la premisa de que la realidad puede ser falsa y lo único que existe es el Yo; se termina concluyendo que uno puede cambiar de especie, de sexo, de raza, como se le dé la gana, de ahí que veamos el triste fenómeno de blancos que se consideran negros, negros que se consideran blancos, mujeres que se consideran hombres, hombres que se consideran mujeres, o, lo aun peor, humanos que se consideran de otra especie animal.

La ciencia, lo real, no importa, solo lo que hace feliz, esta naturaleza veleidosa, emocional, inconsistente, del hombre-masa actual, es la que marca esta era del Devenir que no es otra también que la del “Mar de la vida”. En el libro del Apocalipsis, “la bestia que sube del mar” (Apocalipsis 13: 1), es interpretada unívocamente por los santos Padres como el Anticristo que emerge del “Mar de la vida”, es decir, emerge el Anticristo en medio de la raza humana que se agita como el mar.  (Véase: The Apocalypse: In the teachings of the ancient Christianity; arzobispo. Averki Taushev)

Si en el ámbito político la Modernidad, luego de más de cinco siglos ya ha preparado el camino para el Anticristo, en el ámbito espiritual ha operado una suerte similar; al fin de los tiempos se establecerá una religión única, cuyos cimientos ya se han puesto hace más de 100 años, reducido el estatus ontológico del hombre al de una cosa; no le será difícil aceptar una religión universal donde, en aras de la preservación de la Naturaleza (véase Agenda 2030), se busque adorar a la misma como una suerte de Tierra Madre, y en paralelo y de forma concomitante – en el plano espiritual – se termine rematando la deshumanización del hombre; ya convertido en una cosa, no le será difícil aceptar un nuevo paradigma que lo haga “convertirse en bambú”.

CONCLUSIONES

Es necesario, por ende, remarcar que la postura de la Reacción, no es meramente una postura política, ni siquiera una mera postura espiritual, sino que, trata de una postura gnoseológica y más aún; ontológica. El reaccionario está llamado a tener una ontología realista; a postular que existe una realidad externa a la de él mismo; al asumir esta posición no solo fijara su mirada al reino del Ser, sino que, buscara alcanzar la Razón, llevar a cabo una serie de ejercicios espirituales que le permitan vaciarse, desapasionarse, para tratar de ver la realidad tal cual es, y poder salvarse del reino del Devenir; de preservarse del espíritu de estos tiempos.

Es necesario por ultimo hacer mención a dos obras notables, que abarcan estas dos esferas antes mencionadas, la esfera política, y la esfera espiritual, y que nos ayudan a allanarnos el camino hacia el reino del Ser. Las dos corresponden al hieromonje Serafín Rose, y es, Nihilismo: La raíz de la revolución en la era Moderna, la que se aboca a analizar la esfera política, y es la Ortodoxia y la Religión del Futuro, la que, como una suerte de contrapunto con la anterior, está abocada a retratar la terrorífica realidad espiritual de la Era del Devenir, donde, el hombre, sin ver lo que es, sino viendo lo que quiere ver, hoy más que nunca es susceptible a una suerte de engaños y apariciones que van desde los OVNIS hasta el surgimiento con cada vez mayor frecuencia de ciertos profetas o telepatas en nuestro ámbito cotidiano.

Por último, hace falta hacer mencionar esto: Donoso Cortes señalo en su momento que los famosos conceptos de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad, eran en realidad conceptos cristianos que la Revolución tergiverso dándoles un nuevo significado. Existe otro concepto del que también se ha convertido en sinónimo inconfundible del mundo moderno; el Humanismo.

Ya hemos pasado los sueños de la razón, y ahora nos toca padecer las pesadillas, cualquier persona con dos dedos de frente se da cuenta que ya los sueños que han alumbrado en el pasado a los revolucionarios han fracasado estrepitosamente, y hasta donde nos han llevado las esperanzas puestas en el “Humanismo” moderno, que han concluido con deshumanizar al hombre como nunca antes.

Frente a esto, solo una postura contrarevolucionaria, cristiana, realista, resulta en una verdadera postura humanista; la radicalidad que el revolucionario se ha exigido para sí mismo en el pasado tiene que ser también nuestra inspiración para cortar de raíz no solo con todo producto de las sucesivas revoluciones que se han venido dando en los últimos cinco siglos, sino también, para cortar de raíz con todo principio, con todo conato de Revolución. Esto es necesario dejarlo en claro, porque hay muchos “reaccionarios” que en si son adoradores de la década de 1950 y del “Modelo de familia” de aquella época, otros son adoradores del nazismo, ya que ven a estas etapas históricas mucho menos degeneradas de lo que hoy vivimos; esto es consecuencia de que la decadencia se acelera cada vez más rápido, y estos tan solo son amantes de una etapa menos evolucionada de la enfermedad, pero son incapaces de ver la raíz del problema, que, como mencionamos se fue desarrollando hace cinco siglos, luego de que el catolicismo preparase el terreno para que se manifieste la enfermedad de la modernidad; en este sentido, ya Spengler en su momento mencionaba esa brillante idea de las “proto-formas” o “ursymbols”; inspirado en los nuevos estudios sobre la embriología que se daban por aquel entonces, desarrollo la idea de que en una sociedad, cuando comienza a nacer, sus ideas principales ya están todas puestas sobre la mesa, estas ideas rectoras de esta civilización, persiguen a esta misma civilización desde su nacimiento hasta su muerte; son las ideas que le imprimen su sentido vital y su dirección, al comienzo, en los albores de la nueva civilización, en su etapa cultural, estas ideas se den de manera embrionaria, y alcancen su manifestación más acabada en una etapa civilizatoria más avanzada.

Es que el embrión es una suerte de proto-forma del adulto mayor que a posteriori se desarrollara, y es también porque en este artículo hemos decidido mencionar a la etapa que va desde el año 1033 hasta el 1453 como “proto-moderna” ya que en este sentido, el catolicismo vino a traer y a desarrollar todas las ideas que luego se manifestarían de una forma más acabada: la evolución del dogma medieval desembocaría en el evolucionismo y el hegelianismo, la concepción de infinitud desarrollada por Nicolás de Cusa luego se manifestaría en leyes como las de la termodinámica.

La ciencia moderna, que como dijimos, nació bajo el regazo de la Escolástica, mantendría su ontología realista heredada de las cátedras católicas, pero terminaría por desembarazarse del mismo catolicismo. Este último, que se había conformado como fuerza de empuje y desarrollo que moldeo a la civilización occidental en la época proto-moderna (año 1033 al año 1453) en la época moderna pasaría a conformar una fuerza retardataria del mismo Progreso, un lastre para el progreso científico. Las ideas de “signum Dei” postuladas en su momento por Buenaventura; de ver signos de Dios en toda la Naturaleza caída, –  confundiendo, repito, las sombras con las realidades –, desembocaría en declaraciones como las que Darwin, que al observar el habito de las avispas Ichneumon de paralizar a sus presas en vez de matarlas para comérselas vivas, mencionase: «No puedo creer que un Dios benéfico y omnipotente haya creado deliberadamente a las icneumónidas con la intención expresa de que se alimenten con los cuerpos vivos de las orugas...» (El gen egoísta. cap. IV; Richard Dawkins). El mascaron de proa del “Progreso” ya constituido como deidad secular de la modernidad, terminaría por partir en dos la nave de la iglesia católica y la terminaría escupiendo al burlarse de sus supersticiones medievales; esta última iglesia, habiendo cumplido su papel en el proceso revolucionario, dejaría la solemnidad de antaño, su alta política y complejo ceremonial y pasaría a ser lo que es hoy, una caricatura obscena de su antigua gloria; un club social de boyscouts, una suerte de ONG preocupada por las cuestiones sociales que termina por proponer un socialismo descafeinado; justamente la religión del Gran Inquisidor de Dosotievski.

En este sentido, no digo que Boltzman (padre de la Termodinámica) se haya influenciado en Nicolás de Cusa, o que Darwin haya tomado en cuenta a Hegel o a Tomas de Aquino[11]; el catolicismo preparo las mentes arrojando estas ideas en el mainstream para que otros, siglos después, siguán haciendo “catolicismo sin Dios”. 

Renunciar a toda manifestación de la Revolución, es el deber del reaccionario, este debe volver su mirada hacia atrás, hacia el reino del Ser, ahí encontrará su puesto en el cosmos, despertara de la pesadilla del “humanismo moderno” y sus esperanzas serán las mismas que alentaban a los hombres de antes, al recobrar todo su verdadero sentido, no solo se percatara de la naturaleza pasajera e ilusoria de la materia sino que sabrá que está de paso en este mundo, y es así que hoy por hoy, se plantea una batalla final, entre dos tipos de hombre que buscan la inmortalidad, como la vieja lucha que alumbro el principio de la Historia, aparecerá ya en el fin de la historia la casta que busca “conquistar el dolor y el horror y ser Dios” (Los Demonios, capitulo 3, 8. Dostoievski), pudiéndose configurar en este mundo “una nueva vida, un hombre nuevo” (Los Demonios, capitulo 3, 8. Dostoievski); los hombre-masa, destinados a la esclavitud, estarán ausentes en esta última conflagración; pero nosotros, como los transhumanistas, también queremos ser Dios, ya que creemos, junto con san Irineo de Lyon y san Atanasio de Alejandría, en aquel “Dios que se hizo hombre para que el hombre se pudiese hacer Dios”; este es nuestro humanismo.

Ignacio Pérez

articulo publicado en la revista Las naves en Llamas el mes de diciembre del año 2023




[1] El lector que asuma que la historia de Adán y Eva es un mito o cuento infantil, ya superado por la ciencia moderna y en específico por el paradigma evolucionista, le mencionare simplemente un dato irrefutable: el origen de organelos de nuestras células eucariotas como las mitocondrias, se asume (mediante el postulado de Lynn Margulis) que fue endosimbiotico, o sea, lo que hoy es una mitocondria fue en algún tiempo primitivo una bacteria que entro por la pared celular (como Eva salió de Adán, de manera “exo-simbiotica”) y termino conformando lo que a posteriori seria la mitocondria que le daría forma a las células eucariotas que compartimos con el resto de los animales. Además de que esta teoría sea la más aceptada por la comunidad científica hoy, también se asume que es justamente esta teoría que rompe con la idea de una evolución de manera vertical mediante mutaciones, ya que esto presupone una “evolución” horizontal sin mutación alguna.

[2] La palabra inicuo viene de in-equidad, de la palabra en latín aequitas, que se traduce como justicia. En este sentido san Isidoro de Sevilla en sus etimologías dirá: “Eres rey si gobiernas justamente, si no lo haces, no eres.” «Rey», «regente», «regla», «recto» son palabras que tienen una raíz común. Esto se puede notar más en el inglés, entre la semejanza entre la palabra rule (regla, regulación) y ruler (gobernante)

[3] Abundan los ejemplos como el del Zemsky Sobor en los Tiempos Tumultuosos de Rusia dada la falta de autoridad real, o los citados por Ana Comnena en la Alexiada (véase libro X, IX; Juan Italo es anatematizado) en contra de los herejes cuando fracasaba la autoridad eclesial en refrenar a los mismos, o cuando fracaso la autoridad real en su rol de custodio de la Fe también durante el sitio de Constantinopla en 1453.

[4] Algunos recordaran que ya san Juan Damasceno en su Exposición sobre la fe ortodoxa hace mención del Motor inmóvil, pero no lo postula como prueba de la existencia de Dios, ni realiza un culto del mismo como a otrora harían los Escolásticos, sino que si se lee con detenimiento el pasaje, su mención es meramente ilustrativa para ejemplificar la presencia del mismo Dios sobre todos los entes; en este sentido no compartimos con quienes quieren ver en san Juan de Damasco una suerte de proto-escolastico.

[5] Recomendamos al lector Orthodox Survival Course curso II; La Edad Media, del padre Serafin Rose, donde también analiza la Escolástica.

[6] Las formulaciones heliocéntricas de Aristarco de Samos pasaron sin pena ni gloria, como una de las tantas que se desarrollaron en el mundo antiguo.

[7] En san Agustín algo de esto se puede rastrear en argumentos como el que presenta en su Ciudad de Dios, Libro 11, capitulo XXV, recomendamos el artículo “El dios Occidental” del padre Paul Azkoul donde se explaya sobre el concepto de analogía entis.

[8] Cuan alejado de esta espiritualidad está el mahometanismo de fuertes caracteres materialistas y realistas, así como también la kabbalah judía y porque no; el catolicismo romano. Véase también el testimonio de san Macario el Grande: “todos los que son hijos de la luz y siervos de la nueva alianza en el Espíritu Santo no aprenden nada de los hombres, puesto que son instruidos por Dios. La gracia misma inscribe en sus corazones las leyes del Espíritu. No obtienen su certeza de nada escrito con tinta negra (2 Cor 3,3), sino que la gracia de Dios escribe en las tablas de sus corazones las leyes del Espíritu y los misterios celestiales”. Cincuenta homilías espirituales, homilía 15, san Macario el Grande. Es la vieja idea apostólica de que “la letra mata al espíritu” (2 Cor 3:6).  En otra parte san Macario resalta que para quienes alcanzasen un grado de beatitud grande, ni siquiera las Escrituras les serían necesarias, por otra parte, la idea de un Corán en el cielo como idea platónica resultaría para ellos simplemente idolatría y no solo eso, sino que significaría un retroceso hacia la realidad veterotestamentaria y legalista; hacia el “Egipto de las sombras”.

[9] San Agustín; Ciudad de Dios; Libro 12, capitulo VI.

[10] Como dato de color pero haciendo alusión también a la primacía de lo imaginativo que se ha dado en estos últimos 1000 años; basta mencionar que cuando los caballeros teutones se estaban preparando para lanzar su Cruzada en contra de la República de Novgorod y las huestes de san Alexander Nevsky, antes de comenzar la invasión, en las planificaciones de guerra entre los obispos y los caballeros daneses, teutones y suecos todos estos comenzaron a repartirse el territorio de Novgorod, que todavía no habían pisado, asignándoles a cada uno de los participantes una tajada del “futuro territorio a conquistar” como si ya lo hubieran conquistado. Este episodio se repitió exactamente igual poco antes del comienzo de la Operación Barbarroja y la invasión en 3 frentes sobre la URSS; en los preparativos de cómo hacer para llevar a cabo la estrategia ya dieron por sentado la conquista, el sometimiento del país y la obtención de su Espacio Vital y de dicha forma antes de haber disparado el primer cañonazo sobre suelo soviético comenzaron entre los miembros del generalato a repartirse territorios y crear futuros protectorados ficticios cuya única realidad solo se daría dentro de sus mentes.

 

[11] Ningún católico serio aceptaría sin más la afirmación de que el “dogma evoluciona” ya que este asunto es mucho más complejo de lo que parece, pero en los hechos evolucionó y también se contempla en la teología católica que evoluciona o por lo menos se “desarrolla más ampliamente”; remito al lector a la Suma Teológica II-II Qu.1 a.7 y cito la afirmación del padre Thomas Gilby en su “Breve introducción al desarrollo de la doctrina”: “Santo Tomás hace algo más que establecer los principales principios de la evolución doctrinal”

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