«Los sueños de la razón producen monstruos»
En su momento O.
Spengler en sus Años Decisivos señalaría
que la palabra “reaccionario” era una invención de los liberales. Muchas veces
esta palabra también se confunde con el termino contra-revolucionario, que el
autor de este articulo considera de mayor riqueza semántica, ya que, lleva
consigo la negación de la Revolución. Es por ende que, en este artículo nos
abocaremos a esbozar una historia de la revolución y de la contra-revolución,
haciendo hincapié en el periodo germinal de la revolución, que el autor cifra
dentro del año 1033 hasta el año 1453, tomando en cuenta que el lector de este
medio ya está familiarizado con todo lo que vino después; el Renacimiento, la
Reforma, los horrores de la revolución francesa, el iluminismo, etc.
El prefijo
“Anti-” al igual que “contra-” denotan negación, pero en el idioma griego no
solo eso; en el caso del Anti-cristo, no solo denota una negación como si fuese
“en contra de Cristo” sino también significa el prefijo Anti; a semejanza inversa
de, y en el caso del Anticristo, este último se establecerá en el futuro (según
la escatología cristiana); como una suerte de Cristo; será de origen judío, se proclamará
hijo de Dios y a la vez Dios, nacerá de una Virgen, o, por lo menos, sin
copula.
También ocurre
con varios días eclesiales en el calendario de la Iglesia oriental; esta la
Pascua y el Domingo siguiente la anti-pasca (el Domingo de Tomás); como una
fiesta análoga, un anverso de la misma Pascua.
Lo mismo puede
decirse de la Revolución y de la Contra-Revolución, o de la Revolución y la
Reacción; ambas son fuerzas análogas; se puede decir en cierto sentido que el
reaccionario es un revolucionario. ¿Por qué?
Porque la
Revolución en sus diferentes variantes, sea la liberal, la comunista reciclada
en ecologismo y en progresismo, se haya institucionalizada en prácticamente
todo el orbe; la Revolución es el Nuevo Orden Mundial. Esto parece paradójico y
quizás difícil de entender para el lector ya que; ¿Cómo es que la Revolución
puede suponer un Orden?
San Juan
Damasceno, en su Fuente del Conocimiento,
en el segundo libro que consta Sobre las
Herejías; explica que la primera de todas las herejías, es decir, la
primera de todas las revoluciones, es la del Barbarismo, sobre este menciona: “El barbarismo es aquello que
prevaleció desde los días de Adán a través de diez generaciones después, hasta
el tiempo de Noé. Se le denomina barbarismo debido al hecho de que en esos
tiempos los hombres no tenían una autoridad dominante ni un acuerdo mutuo, sino
que cada hombre era independiente y seguía una ley que se hacía para sí mismo
según los dictados de su propia voluntad”.
Es interesante
notar esto; dentro del pensamiento filosófico griego del cual luego abrevaron
los Padres de la Iglesia como san Juan Damasceno; el Logos, significa “la
palabra”, la “razón”, pero también para los pre-socráticos era sinónimo de un
orden o de un cosmos, de una armonía; todos los entes de la naturaleza en
consonancia y sympathia bajo una
unidad.
Quienes eran
ajenos al Logos, según los griegos, eran las mujeres, los niños y los barbaros, estos no solo eran ajenos al
orden o por lo menos tenían muchas mayores dificultades a al mismo, sino que
estaban privados de la Palabra, de la capacidad de razonar correctamente, de
ahí el origen etimológico de la palabra bárbaro en griego; el que balbucea la palabra, el que no puede
razonar correctamente.
Cuando Adán es
expulsado del Paraíso[1],
pierde el Orden y su correcto lugar dentro del Cosmos, la armonía queda
quebrada de una vez y para siempre y comienza a darse el barbarismo; el hombre, al comer el fruto y en vez de obedecer a
Dios quiere quebrar el orden del Cosmos y hacerse a sí mismo dios, “sigue una
ley que se hacía para sí mismo según los dictados de su propia voluntad”.
He aquí el primer
revolucionario; el hombre busca un Nuevo Cosmos, pero hecho a su imagen y
semejanza, como una imagen pervertida de la imagen del Cosmos o del Logos
Verdadero.
En cierto
sentido, el revolucionario hace un Anti-cosmos, un anti-Orden; pero en el
sentido de que también plantea y realiza un Orden.
Para entender al
anti-cosmos, se debe de precisar sobre qué se entiende por Cosmos, ya que el
primero es una imagen especular e inversa del último.
La palabra Cosmos
hace referencia a un orden, donde cada uno de sus componentes ocupa su lugar
dentro del mismo, y, vive armónicamente con el resto de los componentes; por
ejemplo, se ha hablado de que un rasgo fundamental de los indoeuropeos era su
“trifuncionalidad”; todas las sociedades indoeuropeas, desde las más cercanas
hasta las más lejanas entre sí, como los tocarios en China o los hispanos,
presentaban una conformación de tres castas primordiales; la de agricultores,
la de guerreros y la de sacerdotes.
Este es el mismo
orden que plantea Platón para su sociedad ideal en su República, y es el mismo
orden que contiene su correlato con su visión antropológica: el hombre posee soma (carne), neus (alma) y pneuma
(espíritu). Esta misma realidad interna en cada ser humano – según Platón –
debía de tener su correlato en un orden societario; en una sociedad que
comprendiese esta “triufuncionalidad” que se daba en cada individuo.
Dentro de un marco Ideal, esta correlación dada
entre el Macro-cosmos (la sociedad) y el micro-cosmos (la naturaleza
antropológica del individuo); todos convivían armónicamente; el agricultor no
pensaba que era pobre y tenía que ascender socialmente para alcanzar mayores
bienes y convertirse en rico o poderoso; de hecho el campesino no pensaba, dentro del orden armónico no
había para él lugar para fantasías e imaginaciones, al no tener conato de deseo
en su alma, ni un impulso del Ego que lo hiciese quebrar el Orden.
El hombre antiguo
desarrollo la Paideia; una idea sobre
lo bueno y lo bello que se fue perfeccionando a lo largo de los siglos y que
tuvo en Platón su más acabado exponente; de hecho, Jaeger sostiene que si Píndaro,
el gran poeta de los valores aristocráticos, planteaba una aristocracia de
sangre, con el transcurso de los siglos, Platón llegaría a mejorar y a darle el
punto de toque a la Paideia, al
plantear una aristocracia del espíritu; y justamente en eso consistió la Paideia; en un intento de preparar a los
ciudadanos de la Polis, mediante creaciones que hoy podríamos llamar culturales
(música, literatura, filosofía, etc.) para que vivieran en consonancia con este
Orden.
En este sentido,
el campesino, como el guerrero o el sacerdote poseían su Yo, tenían su
Individualidad, pero en consonancia y en sympathia
con un Todo, un Cosmos; del cual participaban, su felicidad justamente
consistía en ocupar el lugar en el que había nacido y en el que le tocaba
estar.
El desarrollo de
la Paideia, fue el intento más
acabado del hombre antiguo de retornar al hombre adánico; al paraíso
primordial. Pero como dijimos líneas atrás; planteaba un marco ideal. La
historia de la humanidad, de todas las civilizaciones, de todas las razas, es
la historia del amor, la del amor propio y la del amor a Dios; el primer amor,
plantea el mundo corrupto y quebradizo del deseo y del Ego; es la historia de
las guerras y de las usurpaciones, de los asesinatos y de las revoluciones, de
los tiranos y de los tiranicidios, la de los fratricidios y la de la lucha de
clases. A fin de cuentas, la historia humana es la historia de la
Revolución y de la Contra-Revolución.
Luego de acabado el mundo antiguo, y habiendo quedando obliterado el esfuerzo de la Paideia por mejorar al hombre y hacer que este viviese en un Orden, eclosiono la era cristiana. El cristianismo, reformularía la Paideia; la Iglesia seria la imagen terrenal de la imagen celestial del Paraíso, y la historia del cristianismo en si será (y es) la historia de restituir este Orden perdido.
Con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés y la creación de la Iglesia, esta última, según san Dionisio del Aeropago se establece como sombra material – como hieroplastos – del Cielo y esto queda patente en la arquitectura bizantina; san Focio de Constantinopla en su homilía X sobre la inauguración de la Nea Ekklesia, dice, que uno antes de entrar a la Iglesia, puede ver desde afuera el atrio de la Iglesia, donde “El atrio de la iglesia está espléndidamente diseñado: con losas de mármol blanco, reluciendo brillo y jovialidad, al ocupar el conjunto de la fachada. Y a causa de su uniformidad, lisura y perfecto encaje, estas ocultan la disposición de una junto a otra, y la unión de sus bordes, de modo que sugieren a la imaginación del espectador la impresión de una sola pieza de piedra con, como si fueran, líneas rectas que rigen sobre esta: un nuevo milagro y regocijo para la vista. Por tanto, capturan y hacen tornar la mirada del espectador hacia ellas, lo hacen no desear irse; mas, saciándose del hermoso espectáculo en el mismo atrio, y fijando sus ojos ante la vista que tiene ante él, el visitante permanece hincado al suelo con asombro. Leyendas proclaman la lira del tracio Orfeo, cuyas notas han dado vida a cosas inanimadas. Si tuviéramos el privilegio de erigir la verdad en leyendas, y hacerla de ella algo imponente, uno podría decir que los visitantes del atrio, a causa del asombro, se convertían en siluetas de árboles: tan firmemente es tomado aquel que lo haya visto tan solo una vez.”
Después san Focio menciona que ya dentro de la Iglesia:
“Es como si uno hubiera entrado en el cielo mismo sin que nadie obstruyera el camino desde ninguna parte, y uno se iluminase por la belleza de todas formas brillando a su alrededor como si fuesen muchas estrellas, (…) A partir de entonces parece que todo está en movimiento extático, y la Iglesia misma da vueltas.
Ya que el espectador, que es forzado a experimentar el variado espectáculo en todas partes, al arremolinarse sobre todas las direcciones y quedando constantemente agitado, imagina que su propia persona se transfiere al objeto” (The Homilies Of Photius; Cyril Mango)
A pesar de que uno
antes de entrar ve elementos dispares entre si, como imágenes de estrellas,
santos, elementos como el oro, la plata, etc. a le da la sensación de que esta
todo en un estado estático, las losas de techo pierden sus límites y estos
parecen dibujados, dándole al suelo un sentido de monocromía y uniformidad,
pero al entrar y posicionarse dentro de la Iglesia, quedando asombrado frente a
tantos detalles dispares, se le genera a uno una sensación de quietud que se
asemeja – según palabras de Focio – a la de los árboles, y la iglesia adentro
parece adquirir movimiento propio, quedando el visitante azorado al contemplar
todos los múltiples detalles, es como si estos girasen alrededor de él y este
se perdiese dentro de esta polifonía de detalles.
La impresión que esta
arquitectura ejerce en la conciencia de uno, hace que uno adquiera conciencia
no solo de su verdadero lugar en el cosmos, sino de la verdadera dimensión de
las cosas; uno no se cree más o menos de lo que es, ni sobredimensiona ni
disminuye lo que habitualmente se le presenta en la vida. Al ir adquiriendo una
correcta dimensión sobre todas las cosas mediante este proceso formativo de la paideia cristiana dentro de la Iglesia;
no se deja embelesar frente a un revolucionario o un falso profeta, porque
justamente ninguna esperanza ni ninguna ambición más allá de la de su ámbito
mediato le hacen perder la conciencia de su posición dentro del Cosmos.
Al adquirir una dimensión real de las cosas; uno se apersona
progresivamente también de una Razón que en uno mismo se escarifica cada vez
más, cada vez más se acerca al ámbito del Logos,
y abandona el ámbito del barbarismo;
se aproxima al reino del Sol no-ético y abandona el reino de las ilusiones y de
las fantasías del Ego.
Habiendo expuesto al Orden, consideramos menester hacer una historia de
la Revolución, desde sus orígenes hasta la actualidad; ¿Por qué? Porque
entender a la Revolución nos lleva a entender la Contra-revolución, entender a
la imagen especular e invertida del Cosmos nos hace conocer al Cosmos mismo, y
una genealogía de la Revolución complementara a nuestra exposición sobre el Paraíso perdido. Ya que es al Orden donde tiene que apuntar el
Reaccionario; el revolucionario, así como como el diablo; es el mono de Dios, en si no puede inventar
nada ni nada original puede salir tanto del diablo como del revolucionario, tan
solo se establecen como una imagen burda y opaca de Dios.
GENEALOGIA DE LA REVOLUCIÓN
1) LA PROTO-MODERNIDAD
El lector fácilmente
inferirá que la historia de la Revolución comienza con la historia del hombre
mismo en su vida en esta Tierra; a partir del momento que uno quiso poseer más
de lo que necesitaba en detrimento de los demás, y para esto recurrió a violencia
y asesinatos, se conformó como un revolucionario, así también ya hemos expuesto
sobre el advenimiento del mundo clásico, así como también, podríamos agregar,
del mundo del Tao y luego del mundo cristiano, que operaron como fuerzas que
intentaron restaurar el orden del Cosmos.
Ahora expondremos
sobre la historia de la Revolución después del cristianismo; que ha sido nada
más y nada menos que intentos cada vez más eficaces, de subvertir este orden y
establecer diversos y sucesivos ordenes anti-cristianos.
A partir de los
primeros años del cristianismo hasta los albores de la Modernidad, podrían
citarse como movimientos revolucionarios notables; a la revolución del Islam y
a la revolución del Papa, o el nacimiento del catolicismo romano o
franco-latino a partir del siglo VIII d.c.; este desarrollo del catolicismo
romano terminaría por moldearse bajo la figura del papa Gregorio VII, quien
prácticamente se hace a sí mismo un dios a imagen del Dios verdadero; se
establece como Anti-Cristo o Anti-Dios también se podría decir.
Vladimir Moss
menciona: “Semejante locura cesaropapista estaba destinada a provocar una
reacción; esta es la razón por la que el Papa Gregorio fue expulsado de Roma
por el emperador alemán, y la causa de porqué la historia de la Edad Media en
Occidente es una de continuas luchas entre Papas y Emperadores, por el
definitivo gobierno sobre el pueblo cristiano. Pero si bien algunos reyes de
Occidente rechazaron la herejía “papocesarista”, ésta ya había echado profundas
raíces en la Iglesia en su conjunto. Así, cuando Gregorio agonizaba en su
exilio en Salerno, dijo: "He amado la justicia y aborrecido la iniquidad';
por eso muero en el exilio", un monje, quien se encontraba a su servicio,
continuando la cita del Salmo, respondió lo que correctamente podría tomarse
como una referencia a Cristo: "Tú no estás en el exilio, porque 'Dios te
ha dado por herencia las naciones, y por posesión vuestra, los confines de la
tierra'” (Salmo 2:8)
Los Papas herejes
fueron los primeros revolucionarios políticos de la historia cristiana; porque
al incitar a los pueblos de Occidente a levantarse contra sus legítimos
soberanos, transgredieron el mandamiento apostólico de estar sujetos a los
poderes establecidos…” (El significado
ortodoxo de la autocracia ortodoxa; Vladimir Moss)
Es Gregorio VII, que busco
conformarse en la Europa Occidental como un Rey de Reyes, que actué sobre el
resto de los reyes europeos, ya que mencionó en una ocasión: “Si la Sede
Apostólica, por voluntad de Dios, tiene la potestad de juzgar sobre las cosas
espirituales, con mayor razón podrá juzgar sobre las cosas seculares” (Idem), y de ahí que se haya atribuido de
la potestad de dictar ordenes sobre determinadas políticas a seguir a los reyes
de los respectivos reinos europeos.
Antes de él y antes de
la eclosión del catolicismo como religión organizada, el poder secular y el
poder religioso había actuado en un equilibrio, bajo una sinfonía de poderes;
si el orden religioso caía en desgracia o abrazaba una herejía, eran los reyes
quienes restauraban el orden y la ortodoxia, y así viceversa, si un rey se
egregia como un Tirano, el orden eclesial oficiaba como una fuerza restrictiva
de este rey inicuo[2].
Así como también, el pueblo[3],
representado por los aristócratas, irrumpió en ciertas ocasiones de la historia
favorablemente a favor de una de las dos cabezas, como tercera fuerza,
completando la triada.
El catolicismo
dinamita este orden y el Papa a partir de Gregorio VII y en lo sucesivo
actuaria procurándose una plena independencia, moviendo a unos reyes contra
otros para no mantenerse sujeto bajo ningún orden.
Como deja implícito en
sus escritos el padre Serafín Rose, todo fenómeno sea, político, artístico,
filosófico, es una emanación o es bastardo de un fenómeno nuclear, que es el
espiritual; en el ámbito de la política, el desarrollo del cesaropapismo (de
los gibelinos) y del papocesarismo (de los güelfos), así como el desarrollo del
arte gótico, o en el ámbito filosófico, el desarrollo de escolástica, se debió
a que la Iglesia de Occidente fue perdiendo paulatinamente el contacto con su
contraparte oriental a partir del fin de la Edad Media.
Como observa Iván Kireyevsky,
antes del cisma, el cristianismo no pudo ni fue tampoco su intención
substraerse de los caracteres culturales propios de las sociedades en las que
se desarrolló, es decir, no pretendió abstraerse del volkgeist o del temperamento de poblaciones diversas en las cuales
fue injertado. Es así que, si bien durante el primer milenio del cristianismo un
amalgama de diversos pueblos compartieron la misma fe, Kireyevsky nota que: “los
teólogos de las tierras sirias parecen haber dedicado más atención a la vida
interior y contemplativa propia de los que han renunciado al mundo. Los
teólogos de la Antigua Roma estaban especialmente preocupados por el aspecto de
la actividad práctica y la concatenación lógica de conceptos. Los escritores
teológicos de la ilustrada Nueva Roma (Constantinopla) parecen haber prestado
más atención que otros sobre la relación entre el cristianismo y las
disciplinas particulares que florecieron a su alrededor, las cuales en un
principio combatieron al cristianismo y luego se sometieron a él. Los teólogos
de Alejandría, librando una doble guerra —contra el paganismo y contra el
judaísmo— y rodeados de escuelas filosóficas, teosóficas y gnósticas, se
centraron sobre todo en el lado especulativo de la doctrina cristiana.” (Sobre la naturaleza de la cultura europea;
Kireyevski)
Pero a partir del
Cisma, esta maquinaria lógica del pensamiento latino, que impregna la obra
teológica de san Agustín, por ejemplo, terminó por desatarse por completo y
devino en el hiper-logicismo de Tomas de Aquino y de Anselmo, que no son otra
cosa que un intento de racionalizar toda experiencia espiritual. A este
hiper-logicismo propio del pensamiento escolástico, que se dio bajo las
“condiciones ideales” de no tener ningún contrapeso al romper con todas las
Iglesias de Oriente, se le debe de sumar otro carácter que vino de la mano: la alta
estimación que a partir del año 1000 se le dio a la Naturaleza.
En los años anteriores
al milenio, seguía el vivo recuerdo de las invasiones bárbaras y de las
constantes hambrunas que azotaron al continente; las gentes vivían como si su día
presente fuese el ultimo, siguiendo los preceptos Evangélicos de que “El fin
está cerca” (1 Juan 2:18); ya que como diría el historiador inglés C. Dawson;
“para el cristiano el mundo siempre está terminando”; estos caracteres de alta
piedad religiosa también eran los mismos que se dieron a la postre en Rusia y
que existían en las zonas del Imperio Romano de Oriente, y se acentuaron aún más
para la Europa occidental con la cercanía del año 1000, que muchos vieron como
presagio de la fecha verdadera del fin del mundo, Mircea Eliade anota sobre
esto: “Sin embargo. cuando por fin pasó el año 1033 —el milenio a contar desde
la pasión de Cristo—. los cristianos sintieron que las penitencias y
purificaciones habían llegado a su término. Raúl Glaber evoca los signos de la
bendición divina: «El cielo comenzó a reír, a aclararse, y se animó con vientos
favorables ... Toda la superficie de la tierra se cubrió de un amable verdor y
de una abundancia de frutos que alejó de pronto la carestía ... Innumerables
enfermos recuperaron la salud en aquellas reuniones a las que habían sido
llevados tan gran número de santos ... Los asistentes tendían sus manos hacia
Dios y gritaban con una sola voz: ?¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!» (…) Por todo Occidente se
reconstruyen los santuarios, se remozan las basílicas, se descubren reliquias.
Se multiplican las misiones hacia el norte y el este. La celebración
eucarística adquirió una importancia. (…) Se incita a los monjes a que se hagan
sacerdotes, a fin de participar en «la confección del cuerpo y la sangre de
Cristo», y acrecentar «en el mundo visible la parte de lo sagrado. (…) El
complejo religioso que cristalizó en torno a los terrores y las esperanzas del
año mil anticipa en cierto modo las crisis y las creaciones características de
los cinco siglos siguientes”. (Historia
de las ideas y de las creencias religiosas, vol III, el catolicismo
occidental; Mircea Eliade)
Este naturalismo tan
bien esbozado por Eliade que se acentuó con el paso de los años, trajo aparejadas
consecuencias que, no solo a nuestro parecer acompañaron a las creaciones
características de los cinco siglos siguientes, sino que, nos repercuten en la
actualidad y han acompañado a todo el paso de la modernidad hasta la
postmodernidad de nuestros días.
Primero se dio una
rigidez moral; consecuencia de esta incitación a los monjes a hacerse
sacerdotes, se establece el celibato en el año 1139, pero de forma concomitante
y en paralelo, frente a esa rigidez moral que también eliminaría el estatus de
la mujer como par del hombre, se levantaría el arte de la poesía trovadoresca,
que a su vez desencadena la corriente literaria de los fedeli d’ amore, si bien se ha especulado mucho sobre este grupo de
escritores identificados con esta corriente, y sobre la figura de Dante Aligeri
dentro de este grupo, lo que resulta claro es que ya aquí, según Eliade: “La
«mujer» simboliza el intelecto trascendente, la Sabiduría. El amor hacia una
mujer despierta al adepto del letargo en que había caído el mundo cristiano a
causa de la indignidad espiritual del papa. En efecto, en los textos de los fedeli d' amore hay alusiones a una «viuda
que no está viuda», la Madona
Intelligenza, «viuda» porque su esposo, el papa, murió para la vida
espiritual al dedicarse exclusivamente a los asuntos temporales”. (Idem)
Y es que es justamente
la figura del Papado, redefinida bajo Gregorio VII y el desarrollo de la
escolástica, de la cual el vulgo, las gentes simples, se encuentran frente a un
vacío espiritual que intentan llenar mediante la poesía trovadoresca, las
formulaciones de los fedeli d’amore y
una nueva hagiografía y un nuevo arte que rozara ya lo fantasioso y bizarro.
Como señalamos
anteriormente que el celibato y la creciente rigidez de las normas sociales
trajo aparejado como reacción una exaltación a la figura de la mujer, se puede
formular lo mismo en torno a la creación del escolasticismo a nivel filosófico
de entre de las filas del clero y la producción a nivel popular de una nueva
hagiografía y arte sacro.
Ya en cuanto a la
Escolástica, ha mencionado el padre Serafín Rose al argumento ontológico de
Anselmo (uno de los primeros escolásticos) como si fuese el anverso de la idea
cartesiana del cogito ergo sum, ¿Por
qué? Porque Anselmo formula en su Prosologion
sobre un Dios que no solo Dios es más grande que todas las cosas que contiene,
y por ende, es más grande que cualquier cosa que se pueda imaginar, sino que, Dios existe como una idea de la mente[4].
El argumento cartesiano aplica la misma lógica, pero a la inversa, comienza por
negar el todo para terminar en afirmar al Yo.
Pero lo que más nos
interesa de esto, mas allá de significar un pre-anuncio de lo que vendría con
Descartes casi 600 años después, es fijar la atención de que aquí ya aparece
Dios no como producto de una Tradición de los Padres de la Iglesia (la razón
aquí se establece como autónoma frente a la Tradición), ni tampoco aparece un
Dios como realidad viva que se manifiesta en la naturaleza, sino que es aquí
donde nace por lo menos en el pensamiento del Occidente cristiano, la idea del
Dios de los filósofos; de algo que se
puede imaginar; que es producto de la mente.
A partir de este
momento quedaron desatadas de una vez y para siempre las riendas de los sueños
de la razón, y no solo a un nivel del clero, de las castas de doctores, sino que en paralelo se
desarrolló el mismo fenómeno imaginativo a nivel popular.
Y es esto justamente
lo que a nivel popular daría rienda suelta para el desarrollo literario de una
generaría por contrapartida en el ámbito popular el desarrollo de una
hagiografía de caracteres bizarros. Uno puede tomar una colección muy popular
de aquel entonces como la de Santiago de la Voragine, la famosa Leyenda Dorada, y encuentra fácilmente
que todos las vidas de los santos que incluso se comparten con la Iglesia
ortodoxa están revestidos de caracteres fantasiosos[5],
para ejemplificar esto haremos mención de una antigua historia de la Iglesia,
cuyas referencias hasta aún se pueden encontrar en la Divina Comedia; se trata
de la leyenda del ascenso del emperador Trajano al cielo.
Citaremos aquí una
crónica inglesa del siglo VIII que bien evocaba la mentalidad ortodoxa con
respecto a este suceso: “Un día, cuando él (hace referencia al papa san
Gregorio Magno, quién es el que mediante sus rezos logra quitar a Trajano del
infierno y que ascienda hacia el cielo) pasaba por el Foro, una obra magnífica
de la que se dice que fue responsable Trajano, descubrió al examinarla
cuidadosamente que Trajano, aunque pagano, había realizado un acto tan
caritativo que parecía más probable que había sido un acto de un cristiano que
de un pagano. Porque se cuenta que, mientras dirigía su ejército con gran prisa
contra el enemigo, (Trajano) se sintió conmovido por las palabras de una viuda,
y el emperador de todo el mundo dio un alto. Ella dijo: 'Señor Trajano, aquí
están los hombres que mataron a mi hijo y no están dispuestos a pagarme una
recompensa'. Él respondió: 'Cuéntamelo cuando regrese y haré que te
recompensen'. Pero ella respondió: 'Señor, si nunca regresas, no habrá nadie
que me ayude'. Luego, armado como estaba, hizo que los acusados pagaran
inmediatamente la indemnización que le debían, en su presencia. Cuando Gregorio
descubrió esta historia, reconoció que esto era exactamente lo que leemos en la
Biblia, hacer justicia al huérfano, defender a la viuda. (…) Como Gregorio no
sabía qué hacer para consolar el alma de este hombre que le traía a la mente
las palabras de Cristo, fue a la iglesia de San Pedro y lloró a torrentes de
lágrimas, como era su costumbre, hasta que finalmente obtuvo la certeza por
medio de la divina revelación de que sus oraciones fueron respondidas, ya que
nunca se había atrevido a pedirlo a ningún otro pagano”. (El alma después de la muerte, Apéndice I; padre Serafin Rose)
Ahora bien,
contrapongamos este registro con el que se establecería sobre el mismo suceso
tiempo después, en la Baja Edad Media católica, según Sebastian Porrini,
analizando por qué un emperador pagano como Trajano se haya situado en el Paraíso
de Dante Alighieri, el dice: “Allí (en el sexto cielo) hallamos a David, el rey
bíblico, y a Trajano, el gran emperador romano, que según una leyenda fue
resucitado por san Gregorio magno de su lugar en el infierno, por sus
oraciones, y bautizado para ser elevado al cielo”. (El poema trascendental; Sebastian Porrini)
He aquí –por un lado –
un registro de los hechos no-fantaseoso, que evoca el espíritu griego, racional
y mesurado, que era el propio de toda la Europa ortodoxa de aquel entonces y
que continúo siendo parte del espíritu de la parte oriental del Imperio romano
y después de la Rusia medieval y por otra parte, un registro donde Trajano es
“resucitado”, y a posteriori se lo bautiza. Este registro nace de la Leyenda Dorada, y no es otra cosa que un
invento producto de la frondosa imaginación que el catolicismo dio rienda
suelta.
Esta imaginación
también se manifestaría con respecto a la Naturaleza, confundiéndose las
realidades espirituales con las materiales; de hecho, los antiguos griegos
sobre las orbitas de los planetas bajo el sistema ptolemaico, pensaban que
estas orbitas no tenían una realidad tangible en realidad, sino que su postura
epistemológica instrumentalista con respecto a las orbitas era la de “salvar el
fenómeno” (“σῴζειν τὰ φαινόμενα”), es decir, no creían que los epiciclos
ptolemaicos fueran reales, sino que eran una ficción necesaria que permitían la
realización de cálculos dando así paso a la proyección de las futuras
posiciones de los astros sobre el firmamento. (Véase; Salvar el fenómeno; Pierre Duhem)
En este sentido el
paradigma ptolemaico no es que sea más verdadero que el copernicano o el nuevo
desarrollado por la física relativista; cada uno tiene una precisión aun mayor
y es más simple que el anterior para realizar las mediciones.
Y fue justamente que
la escolástica confundió en la Baja Edad Media las sombras de este mundo con
las realidades; con el averroísmo las orbitas adquieren un carácter ontológico
real; y es la causa que a posteriori llevaría a las fuertes confrontaciones contra
Galileo y Copérnico sobre los diferentes modelos cosmológicos; conflicto que
jamás se dio ni se hubiera dado ni en el mundo griego[6]
ni en el mundo ortodoxo.
En el afán de ver al
mundo y a la naturaleza como “signum Dei”; signos de Dios (si bien san Agustín
vería en todos los entes de la naturaleza una representación de la Trinidad[7],
ya la Escolástica de Buenaventura y Alberto Magno elevarían este
hiper-logicismo hasta el paroxismo), llevaría a que agrietamientos sobre la
tierra, volcanes, etc, sean confundidos por las gentes del medioevo como si
fuesen puertas al infierno, o al infra-mundo; pero también esta sobre-estimación
de la Naturaleza y esta acentuada característica realista sobre la misma, que,
repetimos, confundía las sombras con las realidades (ya que san Pablo decía 1
Corintios; 13:12: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos
cara a cara”), llevo al desarrollo de la ciencia moderna.
Por último, basta
remarcar a modo de conclusión sobre el desarrollo de esta fase preparatoria del
mundo moderno que la importancia cada vez mayor de la razón por sobre lo
espiritual bajo el pensamiento escolástico, desencadeno una división a la que
ya hemos aludido anteriormente en nuestro desarrollo; la división entre el
vulgo y el clero.
No es novedad que en
la historia de la Iglesia está siempre estuvo dividida en jerarquías, pero la
novedad de la primacía de lo intelectivo y lo racional por sobre lo espiritual,
género que solo una casta que pudiese ser capaz de leer y comprender las
Sagradas Escrituras tuviese voz y voto sobre las cuestiones dogmáticas,
denigrando en muchas ocasiones e incluso ninguneando al resto de los
estamentos, – que no era nada más ni nada menos que otra parte del mismo cuerpo
de la Iglesia, del mismo Orden sobre los que estos obispos debieron de haberse
remitido en su momento, sin quebrarlo ni atribuirse potestades por fuera de su
posición en el mismo Cosmos – considerándolo como díscolo e inculto; como
vulgo.
Quien piense que fue
siempre así se equivoca, tenemos el ejemplo de san Antonio el Grande que siendo
analfabeto intervino en las disputas dogmáticas en contra de Arrio y fuera el
maestro de san Atanasio de Alejandría uno de los obispos más destacados en
cuanto a su participación en el Primer Concilio Ecuménico de Nicea, y los
testimonios de los místicos como el de san Juan Crisóstomo, explicando en su
introducción a sus Homilias sobre san
Mateo que el hecho de leer para nosotros es un lastre de nuestra naturaleza
caída, ya que no tenemos memoria ni recuerdo de haber vivido en la época de
Cristo, y que, en una realidad supra terrenal no habrá ni lectura ni libros[8].
Dentro de la realidad
del vulgo, alejada de las cátedras universitarias, se desarrollaría la piedad popular,
las hagiografías que antes hemos mencionado, también nacería una incipiente demonología, con demonios de caracteres
bizarros como el titivillus, que se
dedicaba a los errores ortográficos…, pero también se dio el desarrollo de las
diversas órdenes monacales, como la de los franciscanos, que en su andar cuestionarían
a las jerarquías eclesiales; aquí se da el caldo de cultivo para el germen de
la revolución. El mismo Francisco de Asís, asemejándose como Cristo, envió sus
“apóstoles” incluso a evangelizar naciones ya cristianas, como si fuese el
maestro de una nueva doctrina; el jefe de una nueva religión.
Se da también a partir
de este momento y debido a esto una reformulación de la figura del Anticristo;
pasa a ser la figura primordial dentro del desarrollo de la Revolución.
2) LA
MODERNIDAD
Siglos después, poco
antes de la modernidad, la cábala cristiana se desarrollaría bajo los auspicios
del Papa, sería Reuchlin uno de sus principales promotores, quién, bajo el
beneplácito del Papa León X, logra establecer una imprenta hebrea en Roma y
reimprimir el Talmud.
La “cábala cristiana”
sería junto con la segunda escolástica de impronta jesuita el caldo de cultivo
de la filosofía renacentista y el Antropocentrismo, tan así que Pico della
Mirandola titularía sus 900 tesis
(que contendrían a su vez como introducción su célebre Discurso sobre la dignidad del hombre) como Conclusiones philosophicae, cabalisticae
et theologicae, y Descartes, realmente uno de los “Padres fundadores” del
mundo Moderno, quién coloca al Yo como centro del conocer, partiendo de la duda
metódica por lo circundante, tuvo su primera instrucción de filosofía bajo la
enseñanza de maestros jesuitas españoles.
Con Descartes está a
un paso el Idealismo que se desarrollaría posteriormente: la realidad exterior,
el mundo circundante, − pasa a ser en el
idealismo − una creación de la mente, del sujeto, del Yo,
y puede que en realidad no exista.
El idealismo abre la
puerta a los “sueños de la razón”, a partir de entonces se dará un punto de no
retorno; el hombre vera lo que quiera ver y no lo que es. ¿Se puede ver
realmente lo que es?, es decir,
¿podemos compre-hender con una certeza del 100% lo que nos rodea? No. Pero la
gran diferencia entre el hombre pre-moderno, sea el hombre del mundo cristiano,
del mundo clásico, del mundo chino, y la del hombre moderno, estriba en lo
siguiente: El hombre pre-moderno no negaba que había una realidad externa a él,
tan solo muchos de ellos como un Platón o un san Pablo sostenían que esta
realidad externa se nos presentaba a nosotros de manera borrosa, o incompleta,
para alcanzar una mayor comprensión de este mundo externo que se nos presenta
como una sombra del verdadero; el hombre tiene que purificarse interiormente,
limpiarse de todas sus pasiones, vaciarse, para que el Logos, la razón, le
logre mostrar la realidad de este mundo sombrío con mayor claridad. Con ejercicios ascéticos el santo y el
filósofo; busca ajustarse, “sintonizar” con el orden externo, con el cosmos,
con la realidad.
En el hombre moderno
la mirada se invierte; el problema no es ya el mundo exterior, sino el Sujeto.
Con el Idealismo se postula que la realidad se genera el interior del sujeto y
que no depende del exterior, sino que depende primordialmente de su aparato
cognitivo; se habla de que los colores, los olores, los afectos, las emociones,
son compuestos químicos en nuestro interior y que no se encuentran afuera del
mundo.
Al comienzo en el
iluminismo, con el mismo afán universalizante del cristianismo, proclamar que
la Razón, es inherente a todos los humanos que habitamos en el planeta tierra,
y que la realidad externa tiene que ser la misma para todos; todos tenemos que
ver lo mismo.
Pero no es una Razón
que desciende de lo Alto, no es un Logos o un Tao, es una Razón que, desde lo
bajo, desde todos los sujetos del mundo, se universaliza, y esta termina
entronizada como diosa en la Revolución francesa.
Esta nueva unidad que
pretendieron establecer los iluministas postulando una razón que nace del
humano y lo unifica en un género en común, unido por la capacidad de razonar,
demostró ser un fracaso desde el primer día; ya que, si el hombre llegase a las
mismas conclusiones lógicas que su semejante y razonase de la misma manera, no
solo no habría diferencias partidarias, sino que quedarían abolidos todos los límites
geográficos y todas las religiones del mundo.
Que justamente sea que
a partir de la edad moderna haya habido una explosión de facciones, ideologías,
sectas religiosas, etc., es una constatación del ocultamiento de la Razón, del
eclipse del Logos, dado que el hombre pierde la capacidad de situarse en el
lugar de su semejante, y ya que el Iluminismo al desconocer la naturaleza
pasional y emocional del hombre, sobreestimando tan solo su capacidad de
raciocinio coloca al hombre como centro del mundo.
El hombre a partir de
entonces en vez de ponerse al servicio de un Orden, busca establecer un Orden a
su medida y que un Orden se quede a su servicio; y esto daría rienda suelta al
protestantismo, donde cada uno podía interpretar las escrituras según su
antojo, y a su vez a posteriori desemboco en la democracia radical de masas de
comienzos del siglo XX junto con las experiencias totalitarias del comunismo,
el fascismo y nacional-socialismo.
Y es así como puede
titularse al siglo XX como el Siglo de
las Revoluciones: obliterado el mundo del Logos, del Orden, queda también
obliterado el mundo del Ser; todo lo que le rodea al hombre carece de
sentido, se vuelve absurdo, ya que es el mismo hombre que pierde su lugar en el
Cosmos: El hombre que carece de Ser, termina procurando el Ser de diversas
maneras, volcándose a los movimientos irracionalistas que se dieron en el siglo
XX y que lo terminaron por convertir en una pieza más dentro de un engranaje de
sistemas manejados por dementes; la política del siglo XIX y de los siglos
anteriores, manejada por las castas aristocráticas que pretendían seguir
ajustándose a la realidad, bajo un molde que era tributario en buena medida de
los usos y costumbres de la aristocracia bizantina y de la que Castilgione se
haría eco al escribir su manual para los miembros de las cortes de los reyes
(el famoso El Cortesano), y que daría
paso a las creaciones maravillosas de la diplomacia como la Gran Alianza; donde
justamente un Concierto de Naciones gobernadas exteriormente al unísono,
sacrificaba parte del egoísmo colectivo de sus propias naciones en aras de
mantener un orden pacifico entre los estados miembros degeneraría en la política del siglo XX,
donde actores de cine y agitadores universitarios, como Lenin, Kennedy o
Hitler, desconociendo la realidad, trataron de aplicar al mundo de lo real
las fantasías que habitaban en su Ego; y
al golpearlas contra la realidad misma, aplicaron un idealismo político muy
ajeno a cualquier experticia política.
Sobre esto menciona el
padre de la constitución argentina de 1949 Arturo Sampay: “En nuestros días
afirma Aldous Huxley en Politics and
Religion, el recio capítulo de su Grey
Eminence, en donde muestra que, si el político no está sostenido por una
cosmovisión teocéntrica, su antropocentrismo lo impulsa a caer en la egolatría. A los hombres del presente
siglo les tocó, a unos sufrir, y a otros observar, esta trágica experiencia;
últimamente, varios libros fidedignos permitieron conocer la desgarradora
historia del final de Hitler, un extraordinario conductor sin Dios – como lo
definió el Mariscal Luis Halder en su obra sobre Hitler como militar, señalando
su defecto capital –, y en ellos se ve cómo ese gran hombre político ateo
perdió el sentido de su responsabilidad al tomar decisiones en circunstancias
supremas, y, al asistir a la derrota de la empresa que se había asignado,
sacrificó sin motivos el remanente de su Nación , como afanado en hacer que
finaran con él Alemania y Europa entera, a cuya salvación se consideró
llamado”. (La Constitución Argentina de
1949; Arturo Sampay)
Y es por esto que
debemos de remarcar lo siguiente; la nueva imagen sobre la figura del
Anticristo que se da (como remarcamos
anteriormente) a partir del inicio del segundo milenio en la Era Cristiana, es
la imagen de un Francisco de Asis, de un Hitler, de Napoleón, y porque no, de
un Javier Milei, ¿En que sentido? Estas figuras cada ves mas se asemejan a
Cristo; surgen de la Nada – es interesante mencionar aquí la respuesta que da
san Agustín sobre el origen del Mal; el Mal surge de la Nada[9]
–, y llevan por lo general un largo periodo de sus vidas en completa opacidad y
oscuridad; no falta quién ha querido ver en los famosos “años perdidos de Jesús”
los “años perdidos de Hitler”, (que van entre 1920 a 1933); pero a su vez, la
aparición de cada nuevo anticristo perfecciona la Idea o el Typhos del mismo
Anticristo, oficiando como una suerte de versión mejorada del anterior, o
desarrollando con mayor amplitud un carácter que el anterior anticristo no
tenía.
En este sentido, el
gran retratista de la figura de Anticristo y de sus caracteres vitales no es
otro que Dostoievski, el gran “pneumatologo” al decir de Berdiáyev que pueden
observarse en personajes como Raskólnikov, que no significa otra cosa que “el
hombre que está dividido/ en cisma” o se podría traducir al español como
“cismati-quez” (Raskól-nikov); aquel que odia a la sociedad y se abstrae de
ella pero a su vez se adjudica un papel salvífico para la misma, dándose
atributos de dios o de Mesías.
Claramente otros
caracteres como el de proclamarse fundadores de una religión (como Mahoma) o
imprimirles una “nueva mística” y
contenido a las religiones ya existentes (como Hitler), como otros caracteres
ya son conocidos o por lo menos intuidos por el lector; pero basta mencionar la
diferencia esencial entre Cristo y el Anticristo; el primero prometió un
paraíso espiritual, y el segundo, dando riendas sueltas a la imaginación y a
las fantasías (y es por esto que la estos últimos 1000 años ha sido caldo de
cultivo para estos líderes mesiánicos) proclaman un paraíso terrenal, logrado
por la dialéctica marxista (Lenin, Che Guevara), el mercado (Milei), o el
“Espacio Vital” (Hitler)[10]
Se plantea entonces,
como antinomia al mundo del Ser, el del Orden, el mundo de la Revolución, el
mundo del Devenir donde las gentes, llenas de ansiedad, llenas de desenfreno, akrasia o de koyaanisqatsi como se utiliza en el lenguaje hoopi para definir a
la vida frenética y fuera de balance, actuando irreflexivamente se lanzan
contra otros para pisotearse y salvarse a sí mismos; donde caminan como sin
saber hacia dónde van, lo único que puede querer, lo único que puede desear, lo
único que puede amar, va determinado por la sociedad, no sabe lo que quiere,
pero no solo eso, sino que lo único que puede querer lo hace en aras de no
quedar excluido para con sus congéneres, y de ahí que los emula y se lanza en
un frenético juego de competencia para cumplir el rol que todos esperan, para
jugar el juego y porque no, jugarlo mejor que los demás. En la carrera del Ego, todo lo que un hombre
puede amar u odiar, temer o confiar, esta dictaminado por la sociedad.
Y esto se da
justamente por este desconocimiento del iluminismo y de los arquitectos del
mundo moderno de la naturaleza emocional del hombre; al intentar elevarlo a la
categoría de un Dios, lo terminaron reduciendo a la categoría de una hormiga, o
peor aún; de una cosa. El hábito gregario del humano es propio de su naturaleza
emocional, y ha sido este hábito el que lo ha llevado a que se deje llevar por
las diversas corrientes revolucionarias del siglo XX y de este siglo.
3) LA
POSTMODERNIDAD
En procura de una
restauración de este orden perdido mediante las experiencias políticas antes
mencionadas y también mediante otras manifestaciones religiosas artísticas;
opera en el hombre un “descenso” en cuanto a su dignidad; de dios e hijo de
Dios, que era en la Edad Media, pasa a ser un numero bajo la democracia
liberal, un primate bajo el evolucionismo, y bajo el fascismo, el nazismo y el
comunismo, un instrumento para el engrandecimiento de la nación, la raza o el
partido. Es el hombre-masa el que es propio de esta era del Devenir, que no
tiene pasado ni futuro; no tiene pasado porque desconoce a sus ancestros, y de
hecho no les importa, y no tiene futuro, porque, no solo porque no tiene hijos
(de hecho; tiene perros o gatos), y vive el día a día, en un perpetuo presente,
sino porque no le interesa, ¿Cuántas
veces uno, al comentarle a otra persona sobre cómo será el futuro, o de
mencionarle ciertas predicciones o expectativas con respecto al mismo, se
encuentra con la respuesta: no me
interesa, no voy a estar vivo para verlo? Esa es una respuesta típica del
hombre-masa, es la visión de la rana; veo lo que se sitúa dentro de mis
estrechos márgenes cotidianos, me importa lo que está en mi círculo íntimo,
vivo para comer y para viajar y jugar a la play, no tengo ni me interesa la
visión del águila.
Y si es que este tipo
de hombre conservaba alguna barrera moral en el pasado, a partir del fin de la
Segunda Guerra Mundial y en adelante, con el advenimiento del postmodernismo,
toda moral ya parece irse eclipsando; y esta es la diferencia esencial entre el
hombre masa del pasado, y el hombre masa post-1945; el del pasado tenia fe en
algo, - Lenin y Hitler eran hombres de fe, tenían su fe puesta en sus
respectivas religiones seculares -, y el de ahora no tiene fe en nada: si en el
pasado era una especie de arcilla para construir el futuro del comunismo, en la
postmodernidad es una especie de arcilla para construir sus propias metas
inmanentes; para seguir acumulando capital, para convertirse en rehén de modas
y de los objetos superfluos, para vivir en un mundo donde se sacraliza el
dinero o el sexo. Lo que sí ha conservado inalterado a través de estos últimos
siglos es su característica de ser un tipo de humano que indistintamente
perteneció a todos los regímenes políticos; los que lloraban a Franco eran los
que, inmediatamente vivaban por la democracia días después; y es que, su
adhesión a los respectivos regímenes, se cifraba en que mientras no lo
molestaran a él o no lo mataran; estaba
todo permitido.
Y es aquí, que hoy por
hoy, en pleno siglo XXI, el hombre-masa sin fe, vive en un mundo quebrado,
donde nada tiene sentido, y es claro que esto explica por qué se da el fenómeno
del suicidio en el hombre postmoderno como nunca antes se había dado en el género
humano, ni mencionar que es extremadamente raro el fenómeno del suicidio en el
reino animal, así como también el fenómeno de que una especie no engendre
descendencia. La vida del hombre antiguo, aunque más dura, era más soportable,
porque vivía dentro de un cosmos; si este sufría una desgracia, esta desgracia
tenía un sentido dentro del reino del Ser; hoy nada tiene sentido, todo es
absurdo para el hombre postmoderno.
Las únicas creencias
que parece mantenerse en este fin de los Tiempos, y se mantienen en círculos
minoritarios, son: las creencias del feminismo, del trans-especismo, etc.
Justamente esta es la “cosecha final” del Idealismo; al partir de la premisa de
que la realidad puede ser falsa y lo único que existe es el Yo; se termina
concluyendo que uno puede cambiar de especie, de sexo, de raza, como se le dé
la gana, de ahí que veamos el triste fenómeno de blancos que se consideran
negros, negros que se consideran blancos, mujeres que se consideran hombres,
hombres que se consideran mujeres, o, lo aun peor, humanos que se consideran de
otra especie animal.
La ciencia, lo real,
no importa, solo lo que hace feliz, esta
naturaleza veleidosa, emocional, inconsistente, del hombre-masa actual, es la
que marca esta era del Devenir que no es otra también que la del “Mar de la
vida”. En el libro del Apocalipsis, “la bestia que sube del mar” (Apocalipsis
13: 1), es interpretada unívocamente por los santos Padres como el Anticristo
que emerge del “Mar de la vida”, es decir, emerge el Anticristo en medio de la
raza humana que se agita como el mar. (Véase: The Apocalypse: In the teachings of the ancient Christianity;
arzobispo. Averki Taushev)
Si en el ámbito
político la Modernidad, luego de más de cinco siglos ya ha preparado el camino
para el Anticristo, en el ámbito espiritual ha operado una suerte similar; al
fin de los tiempos se establecerá una religión única, cuyos cimientos ya se han
puesto hace más de 100 años, reducido el estatus ontológico del hombre al de
una cosa; no le será difícil aceptar una religión universal donde, en aras de
la preservación de la Naturaleza (véase Agenda 2030), se busque adorar a la
misma como una suerte de Tierra Madre, y en paralelo y de forma concomitante –
en el plano espiritual – se termine rematando la deshumanización del hombre; ya
convertido en una cosa, no le será
difícil aceptar un nuevo paradigma que lo haga “convertirse en bambú”.
CONCLUSIONES
Es necesario, por
ende, remarcar que la postura de la Reacción, no es meramente una postura
política, ni siquiera una mera postura espiritual, sino que, trata de una
postura gnoseológica y más aún; ontológica. El reaccionario está llamado a
tener una ontología realista; a postular que existe una realidad externa a la
de él mismo; al asumir esta posición no solo fijara su mirada al reino del Ser,
sino que, buscara alcanzar la Razón, llevar a cabo una serie de ejercicios
espirituales que le permitan vaciarse, desapasionarse, para tratar de ver la
realidad tal cual es, y poder salvarse del reino del Devenir; de preservarse
del espíritu de estos tiempos.
Es necesario por
ultimo hacer mención a dos obras notables, que abarcan estas dos esferas antes
mencionadas, la esfera política, y la esfera espiritual, y que nos ayudan a
allanarnos el camino hacia el reino del Ser. Las dos corresponden al hieromonje
Serafín Rose, y es, Nihilismo: La raíz de
la revolución en la era Moderna, la que se aboca a analizar la esfera
política, y es la Ortodoxia y la Religión
del Futuro, la que, como una suerte de contrapunto con la anterior, está
abocada a retratar la terrorífica realidad espiritual de la Era del Devenir,
donde, el hombre, sin ver lo que es, sino viendo lo que quiere ver, hoy más que
nunca es susceptible a una suerte de engaños y apariciones que van desde los
OVNIS hasta el surgimiento con cada vez mayor frecuencia de ciertos profetas o
telepatas en nuestro ámbito cotidiano.
Por último, hace falta
hacer mencionar esto: Donoso Cortes señalo en su momento que los famosos
conceptos de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad, eran en
realidad conceptos cristianos que la Revolución tergiverso dándoles un nuevo
significado. Existe otro concepto del que también se ha convertido en sinónimo
inconfundible del mundo moderno; el Humanismo.
Ya hemos pasado los
sueños de la razón, y ahora nos toca padecer las pesadillas, cualquier
persona con dos dedos de frente se da cuenta que ya los sueños que han
alumbrado en el pasado a los revolucionarios han fracasado estrepitosamente, y
hasta donde nos han llevado las esperanzas puestas en el “Humanismo” moderno,
que han concluido con deshumanizar al hombre como nunca antes.
Frente a esto, solo
una postura contrarevolucionaria, cristiana, realista, resulta en una verdadera
postura humanista; la radicalidad que el revolucionario se ha exigido para sí
mismo en el pasado tiene que ser también nuestra inspiración para cortar de
raíz no solo con todo producto de las sucesivas revoluciones que se han venido
dando en los últimos cinco siglos, sino también, para cortar de raíz con todo
principio, con todo conato de Revolución. Esto es necesario dejarlo en claro,
porque hay muchos “reaccionarios” que en si son adoradores de la década de 1950
y del “Modelo de familia” de aquella época, otros son adoradores del nazismo,
ya que ven a estas etapas históricas mucho menos degeneradas de lo que hoy
vivimos; esto es consecuencia de que la decadencia se acelera cada vez más
rápido, y estos tan solo son amantes de una etapa menos evolucionada de la
enfermedad, pero son incapaces de ver la raíz del problema, que, como
mencionamos se fue desarrollando hace cinco siglos, luego de que el catolicismo
preparase el terreno para que se manifieste la enfermedad de la modernidad; en
este sentido, ya Spengler en su momento mencionaba esa brillante idea de las
“proto-formas” o “ursymbols”; inspirado en los nuevos estudios sobre la
embriología que se daban por aquel entonces, desarrollo la idea de que en una
sociedad, cuando comienza a nacer, sus ideas principales ya están todas puestas
sobre la mesa, estas ideas rectoras de esta civilización, persiguen a esta
misma civilización desde su nacimiento hasta su muerte; son las ideas que le
imprimen su sentido vital y su dirección, al comienzo, en los albores de la
nueva civilización, en su etapa cultural, estas ideas se den de manera
embrionaria, y alcancen su manifestación más acabada en una etapa civilizatoria
más avanzada.
Es que el embrión es
una suerte de proto-forma del adulto mayor que a posteriori se desarrollara, y
es también porque en este artículo hemos decidido mencionar a la etapa que va
desde el año 1033 hasta el 1453 como “proto-moderna” ya que en este sentido, el
catolicismo vino a traer y a desarrollar todas las ideas que luego se
manifestarían de una forma más acabada: la evolución del dogma medieval
desembocaría en el evolucionismo y el hegelianismo, la concepción de infinitud
desarrollada por Nicolás de Cusa luego se manifestaría en leyes como las de la
termodinámica.
La ciencia moderna,
que como dijimos, nació bajo el regazo de la Escolástica, mantendría su
ontología realista heredada de las cátedras católicas, pero terminaría por
desembarazarse del mismo catolicismo. Este último, que se había conformado como
fuerza de empuje y desarrollo que moldeo a la civilización occidental en la
época proto-moderna (año 1033 al año 1453) en la época moderna pasaría a
conformar una fuerza retardataria del mismo Progreso, un lastre para el progreso
científico. Las ideas de “signum Dei” postuladas en su momento por
Buenaventura; de ver signos de Dios en toda la Naturaleza caída, – confundiendo, repito, las sombras con las
realidades –, desembocaría en declaraciones como las que Darwin, que al observar
el habito de las avispas Ichneumon de
paralizar a sus presas en vez de matarlas para comérselas vivas, mencionase: «No
puedo creer que un Dios benéfico y omnipotente haya creado deliberadamente a
las icneumónidas con la intención
expresa de que se alimenten con los cuerpos vivos de las orugas...» (El gen egoísta. cap. IV; Richard
Dawkins). El mascaron de proa del “Progreso” ya constituido como deidad secular
de la modernidad, terminaría por partir en dos la nave de la iglesia católica y
la terminaría escupiendo al burlarse de sus supersticiones medievales; esta
última iglesia, habiendo cumplido su papel en el proceso revolucionario,
dejaría la solemnidad de antaño, su alta política y complejo ceremonial y
pasaría a ser lo que es hoy, una caricatura obscena de su antigua gloria; un
club social de boyscouts, una suerte de ONG preocupada por las cuestiones
sociales que termina por proponer un socialismo descafeinado; justamente la
religión del Gran Inquisidor de
Dosotievski.
En este sentido, no
digo que Boltzman (padre de la Termodinámica) se haya influenciado en Nicolás
de Cusa, o que Darwin haya tomado en cuenta a Hegel o a Tomas de Aquino[11];
el catolicismo preparo las mentes arrojando estas ideas en el mainstream para que otros, siglos
después, siguán haciendo “catolicismo sin Dios”.
Renunciar a toda
manifestación de la Revolución, es el deber del reaccionario, este debe volver
su mirada hacia atrás, hacia el reino del Ser, ahí encontrará su puesto en el
cosmos, despertara de la pesadilla del “humanismo moderno” y sus esperanzas
serán las mismas que alentaban a los hombres de antes, al recobrar todo su
verdadero sentido, no solo se percatara de la naturaleza pasajera e ilusoria de
la materia sino que sabrá que está de paso en este mundo, y es así que hoy por
hoy, se plantea una batalla final, entre dos tipos de hombre que buscan la
inmortalidad, como la vieja lucha que alumbro el principio de la Historia,
aparecerá ya en el fin de la historia la casta que busca “conquistar el dolor y
el horror y ser Dios” (Los Demonios,
capitulo 3, 8. Dostoievski), pudiéndose configurar en este mundo “una nueva
vida, un hombre nuevo” (Los Demonios,
capitulo 3, 8. Dostoievski); los hombre-masa, destinados a la esclavitud,
estarán ausentes en esta última conflagración; pero nosotros, como los
transhumanistas, también queremos ser Dios, ya que creemos, junto con san
Irineo de Lyon y san Atanasio de Alejandría, en aquel “Dios que se hizo hombre
para que el hombre se pudiese hacer Dios”; este es nuestro humanismo.
Ignacio Pérez
articulo publicado en la revista Las naves en Llamas el mes de diciembre del año 2023
[1] El lector que asuma que la historia de Adán y Eva es un mito o cuento
infantil, ya superado por la ciencia moderna y en específico por el paradigma
evolucionista, le mencionare simplemente un dato irrefutable: el origen de
organelos de nuestras células eucariotas como las mitocondrias, se asume
(mediante el postulado de Lynn Margulis) que fue endosimbiotico, o sea, lo que
hoy es una mitocondria fue en algún tiempo primitivo una bacteria que entro por
la pared celular (como Eva salió de Adán, de manera “exo-simbiotica”) y termino
conformando lo que a posteriori seria la mitocondria que le daría forma a las
células eucariotas que compartimos con el resto de los animales. Además de que
esta teoría sea la más aceptada por la comunidad científica hoy, también se
asume que es justamente esta teoría que rompe con la idea de una evolución de
manera vertical mediante mutaciones, ya que esto presupone una “evolución”
horizontal sin mutación alguna.
[2] La palabra inicuo viene de in-equidad, de la palabra en latín aequitas, que se traduce como justicia.
En este sentido san Isidoro de Sevilla en sus etimologías dirá: “Eres rey si
gobiernas justamente, si no lo haces, no eres.” «Rey», «regente», «regla»,
«recto» son palabras que tienen una raíz común. Esto se puede notar más en el
inglés, entre la semejanza entre la palabra rule
(regla, regulación) y ruler
(gobernante)
[3] Abundan los ejemplos como el del Zemsky
Sobor en los Tiempos Tumultuosos de Rusia dada la falta de autoridad real,
o los citados por Ana Comnena en la
Alexiada (véase libro X, IX; Juan Italo es anatematizado) en contra de los
herejes cuando fracasaba la autoridad eclesial en refrenar a los mismos, o
cuando fracaso la autoridad real en su rol de custodio de la Fe también durante el sitio de Constantinopla en
1453.
[4] Algunos recordaran que ya san Juan Damasceno en su Exposición sobre la fe ortodoxa hace mención del Motor inmóvil,
pero no lo postula como prueba de la existencia de Dios, ni realiza un culto
del mismo como a otrora harían los Escolásticos, sino que si se lee con
detenimiento el pasaje, su mención es meramente ilustrativa para ejemplificar
la presencia del mismo Dios sobre todos los entes; en este sentido no
compartimos con quienes quieren ver en san Juan de Damasco una suerte de
proto-escolastico.
[5] Recomendamos al lector Orthodox
Survival Course curso II; La Edad
Media, del padre Serafin Rose, donde también analiza la Escolástica.
[6] Las formulaciones heliocéntricas de Aristarco de Samos pasaron sin pena
ni gloria, como una de las tantas que se desarrollaron en el mundo antiguo.
[7] En san Agustín algo de esto se puede rastrear en argumentos como el que
presenta en su Ciudad de Dios, Libro
11, capitulo XXV, recomendamos el artículo “El dios Occidental” del padre Paul
Azkoul donde se explaya sobre el concepto de analogía entis.
[8] Cuan alejado de esta espiritualidad está el mahometanismo de fuertes
caracteres materialistas y realistas, así como también la kabbalah judía y
porque no; el catolicismo romano. Véase también el testimonio de san Macario el
Grande: “todos los que son hijos de la luz y siervos de la nueva alianza en el
Espíritu Santo no aprenden nada de los hombres, puesto que son instruidos por
Dios. La gracia misma inscribe en sus corazones las leyes del Espíritu. No
obtienen su certeza de nada escrito con tinta negra (2 Cor 3,3), sino que la
gracia de Dios escribe en las tablas de sus corazones las leyes del Espíritu y
los misterios celestiales”. Cincuenta
homilías espirituales, homilía 15, san Macario el Grande. Es la vieja idea
apostólica de que “la letra mata al espíritu” (2 Cor 3:6). En otra parte san Macario resalta que para
quienes alcanzasen un grado de beatitud grande, ni siquiera las Escrituras les
serían necesarias, por otra parte, la idea de un Corán en el cielo como idea platónica resultaría para ellos
simplemente idolatría y no solo eso, sino que significaría un retroceso hacia
la realidad veterotestamentaria y legalista; hacia el “Egipto de las sombras”.
[9] San Agustín; Ciudad de Dios;
Libro 12, capitulo VI.
[10] Como dato de color pero haciendo alusión también a la primacía de lo
imaginativo que se ha dado en estos últimos 1000 años; basta mencionar que
cuando los caballeros teutones se estaban preparando para lanzar su Cruzada en
contra de la República de Novgorod y las huestes de san Alexander Nevsky, antes
de comenzar la invasión, en las planificaciones de guerra entre los obispos y
los caballeros daneses, teutones y suecos todos estos comenzaron a repartirse
el territorio de Novgorod, que todavía no habían pisado, asignándoles a cada
uno de los participantes una tajada del “futuro territorio a conquistar” como
si ya lo hubieran conquistado. Este episodio se repitió exactamente igual poco
antes del comienzo de la Operación Barbarroja y la invasión en 3 frentes sobre
la URSS; en los preparativos de cómo hacer para llevar a cabo la estrategia ya
dieron por sentado la conquista, el sometimiento del país y la obtención de su
Espacio Vital y de dicha forma antes de haber disparado el primer cañonazo
sobre suelo soviético comenzaron entre los miembros del generalato a repartirse
territorios y crear futuros protectorados ficticios cuya única realidad solo se
daría dentro de sus mentes.
[11] Ningún católico serio aceptaría sin más la
afirmación de que el “dogma evoluciona” ya que este asunto es mucho más
complejo de lo que parece, pero en los hechos evolucionó y también se contempla
en la teología católica que evoluciona o por lo menos se “desarrolla más
ampliamente”; remito al lector a la Suma
Teológica II-II Qu.1 a.7 y cito la afirmación del padre Thomas Gilby en su
“Breve introducción al desarrollo de la doctrina”: “Santo Tomás hace algo más
que establecer los principales principios de la evolución doctrinal”
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