jueves, 8 de agosto de 2024

VIII. “SACERDOCIO” DE LA MUJER: UNA NUEVA TENTACIÓN DE LA SERPIENTE ANCESTRAL

  Ludmila Perepiolkina



La degeneración de la mujer se ha convertido en uno de los signos más peligrosos de la degradación psíquica, moral y espiritual de nuestra sociedad contemporánea.

Como un filósofo observo: “la sociedad es como una mujer”[1].

 

La lucha por los derechos, en especial por los derechos de la mujer, ha creado cierto “clima” en nuestra era. Particularmente es alarmante el movimiento feminista inspirado por el sentimiento de odio, libertinaje y la ambición de poder.

Este movimiento que ha asumido proporciones globales y en cuanto a la emancipación, ha envuelto incluso a los países más atrasados en su locura.

 

La lucha de las feministas es desaforada. Resulta una versión contemporánea de la lucha del Tántalo mitológico. En vez de dar vida y amor conforme a su naturaleza, las feministas ferozmente luchan por el poder, incluyendo el poder de la Iglesia.[2]

 

Las sacerdotisas de la actualidad, enloquecidas de orgullo, afirman blasfemamente que están celebrando la liturgia y ofreciendo sacramentos. ¡Qué espectáculo tan horrible!

 

Todo esto, en contra de la enseñanza absolutamente clara de los Apóstoles: “Dios no es Dios de confusión, sino de paz, como en todas las iglesias de los santos. Vuestras mujeres callen en las iglesias, porque no les es permitido hablar... Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos, porque es indecoroso que las mujeres hablen en la iglesia” (1 Cor. 14, 33-35).

 

¿Se han vuelto obsoletas las palabras inspiradas por Dios del Apóstol Mayor, o muestran desprecio por las mujeres, como sostienen los vanidosos defensores de la igualdad de derechos? ¿No dijo el mismo Apóstol que “ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3, 28)? Con estas asombrosamente simples palabras el apóstol refuta no solo las tediosas disputas en aras de libertad o entre la cuestión del pueblo elegido, sino también explica la ciencia de la verdadera igualdad entre el hombre y la mujer.

 

La escrupulosa actitud del Apóstol en lo que respecta a la conducta de la mujer en la Iglesia se da no solo por la bien conocida trasgresión de la que nuestra madre ancestral Eva había inducido a Adán, y, por consiguiente, a la humanidad entera, hacia el pecado ancestral, sino también a observaciones específicas de la confusión causada, aparentemente, por las mujeres. (1 Tim 2: 14)

 

El Apóstol no pudo dejar de tener en cuenta que las mujeres son por naturaleza las que están más expuestas a todo tipo de influencias, incluidas las profundamente perniciosas y pecaminosas. Este fenómeno termina por constituir el tema predominante de la ficción de todo el mundo; abordándose también en las producciones teatrales y cinematográficas.

 

Esto nos resulta suficiente para poder pasar a algunos acontecimientos más recientes en la esfera del ecumenismo feminista, para así poder entender cuál relevantes nos son las palabras expresadas por el Apóstol hace 2000 años antes.

En el día 4 al día 7 del mes de noviembre de 1993, en la ciudad de Minneapolis de Estados Unidos la notoria conferencia feminista “re-imaginarse” fue llevada acabo en orden de realizar una parte del programa acordado con el CMI de nombre “Decenio ecuménico: las Iglesias en solidaridad con la Mujer”

 

Aunque esta conferencia de la cual más de 2000 mujeres y varios hombres tomaron parte, no fue sponsoreada por el Concejo Mundial de Iglesias, muchos de sus más prominentes miembros fueron participantes activos de la conferencia.

 

Al no poder animarnos a citar las blasfemias más repugnantes, en particular las relativas a la Pasión de nuestro Salvador, y habiendo pedido perdón al Señor, consideramos necesario enumerar sólo algunos detalles de esta conferencia feminista y algunas tesis individuales de las ponencias presentadas.

 

De esta manera, estas fueron las blasfemias de las mujeres que participaron de la Conferencia “re-imaginarse”:

 

         Intentaron refutar a la doctrina de la santísima trinidad

         Hicieron un esfuerzo de desacreditar las Sagradas Escrituras: “Como mujeres, podemos sentir la necesidad de buscar valores por encima de lo que contiene la Biblia” anunciada por Aruna Ganadazon, un miembro del CMI

         Adoraron a la “Divina Sofía” como la tercera hipostasis de la Santísima Trinidad

         Intentaron presentar su enseñanza sobre Sofía como un nuevo tipo de Cristología

         Destacaron a las mujeres dándole una especial importancia, a el reconocimiento de cualidades femeninas a la naturaleza de Dios bajo el nombre de “Sofía”

         Se burlaron de los padecimientos de nuestro Señor Jesucristo sobre la Cruz (Prof. Dolores Willians de la “Union Theological Seminary” de la ciudad de Nueva York).

         Realizaron nuevos ritos como la autoproclamada “Liturgia de miel y leche” durante la cual los participantes cantaron alabanzas a su “dulce Sofía en cuya imagen fuimos creados” y con “apasionantes movimientos de su cuerpo” recordó a el mundo su “dulzura y sensualidad”

         Proclamaron la libertad sexual, incluyendo la igualdad y libertad de lesbianas (“sacerdotisas”- lesbianas presentaron sus declaraciones y papeles)

 

En este punto citaremos a Chung Hyun Kyung de la Iglesia Presbiteriana que gano una fama escandalosa en la Séptima Asamblea de Canberra. “La Iglesia Cristiana”; ella anuncio “es demasiado patriarcal (en el sentido de estar subordinada al hombre), y por ende, nosotros nos reunimos para destruir esta idolatría patriarcal en la Cristiandad”.

Hablando de su “Cristianismo”, Chung lo describió al mismo como una síntesis de conceptos provenientes de tres diosas: Kali de la religión Hindú, Guan-in de los budistas y la antigua Ino de Filipinas.

 

A pesar del escándalo que fue la conferencia feminista “Re-imaginarse”, que causo una tormenta de protestas y fue llamada como neo-pagana, blasfema y herética. K. Paiser, el secretario general del CMI, la defendió al referirse sobre la misma como “uno de los encuentros ecuménicos más grandes que se hayan celebrado en este país (Estados Unidos) en mucho tiempo”, y se complació en observar que todos los participantes “acordaron sobre la necesidad de abrir sus horizontes”.

 

Una de las valoraciones positivas del CMI sobre esta conferencia fue manifestada en el hecho de que una de las más activas participantes y planificadoras de su programa, la presbiteriana Ann Lundy, que fue desadmitida de uno de los puestos más altos del Presbiterianismo en Estados Unidos, a raíz de la indignación de sus co-religionarios, fue luego nominada como Secretaria General Adjunta del CMI y posteriormente designada para tal puesto”.[3]

 

Los ataques del feminismo radical hacia el cristianismo, incluyendo el Cristianismo Ortodoxo, se hacen sentir en varios países. La base teorética de la promoción del interés de la mujer hacia los rangos del clero y la justificación de su ordenación es auspiciada no solo por los heterodoxos, sino también por los ortodoxos «ecumenistas», en particular los del Instituto de Teología de Paris (Serievo Podvorie).  La amistad ecumenista de todas las maneras que son posibles, promueve la disolución de los límites confesionales, esto es: La destrucción del recinto de la Iglesia.

Los ecumenistas «ortodoxos» se están familiarizando con las ilusiones de los no-ortodoxos y se terminan por acostumbrar a sus pecados. Esto se demuestra muy claramente por la evolución de la oposición del Patriarcado de Moscú sobre el «sacerdocio» de la mujer.

La epístola de 1976 del Santo Sínodo del Patriarcado de Moscú decidió rechazar el propósito del ecumenismo de permitir el «sacerdocio» de la mujer, arguyendo sobre esto que, la Iglesia Ortodoxa está obligada a seguir la tradición general de la Iglesia preestablecida por el mismísimo Señor Jesucristo.

La epístola también enfatiza el hecho de que “la historia de la Iglesia no conoce precedente de que la mujer celebrara con los Sacramentos”[4], se señala también en la misma epístola sobre la imposibilidad de plegarse a la posición mayoritaria del Protestantismo que considera a el «sacerdocio» de la mujer; expresando en ocasiones su actitud a este problema en términos seculares olvidándose de la Revelación Divina».[5]

 

Los encuentros ecuménicos han venido aumentando su frecuencia a causa de una «apostasía paso a paso»[6] que los lleva de la Santa Tradición a la anteriormente mencionada con-celebración de los «jerarcas ortodoxos» con las «sacerdotisas» de Vancover. 

Y recientemente, otro jerarca del Patriarcado de Moscú, que era el Metropolita Antony (Blum) de Surozh se ha atrevido a hablar sobre una base teorética para la admisión del sacerdocio de la mujer habiendo declarado públicamente que él no ve ningún impedimento teológico para ordenar mujeres.[7]

 

Al aceptar las libertades desafiantes del CMI, los ecumenistas «ortodoxos» muestran su desprecio a la sucesión apostólica, sobre el sacramento del sacerdocio.

En la Iglesia, todos sus miembros, tanto hombres como las mujeres, constituyen la unión misteriosa del Cuerpo de Cristo. Siendo todos llamados a la santidad, a la misión apostólica en general y al Reino de los Cielos.

Sin embargo, esto no significa que todos están llamados para ser sacerdotes. Nuestro Señor Jesucristo, que estableció la Iglesia en Su Divina Sabiduría previo la solución a este problema.

 

Ya que hubieron también mujeres entre aquellos quienes estuvieron cerca de Cristo, ninguna de ellas estuvieron entre los doce apostales.

Siendo imposible admitir que se tratara de una mera coincidencia o que el Salvador haya hecho una concesión acorde a el espíritu de la época.[8]

 

Y sin embargo el Señor de ninguna manera menosprecio a las mujeres en comparación con sus discípulos.

Por el contrario, algunas mujeres fueron particularmente honradas. Y por eso es que Cristo revela su Divinidad y predica la salvación a la mujer pecadora de Samaria, pueblo que era despreciado por los judíos. (Juan 4: 5-42)

 

Luego también con la Resurrección, según el «maravilloso acuerdo» de todos los evangelistas (Mateo 28, 1-8; Marcos 16-10; Lucas 24, 1:10; Juan 20, 11:18) que testificaron sobre el hecho de que precisamente fueron mujeres las primeras en ser honradas al escuchar el saludo del ángel y de ver la resurrección de Cristo.

 

Fue la voluntad de Cristo que ellas debían de ser participes del misterio de la Resurrección antes que los Apóstoles. Las Santas mujeres miróforas fueron las primeras en ver a su Maestro resucitado y en ser imbuidas de la increíble verdad de su aparición en el Cuerpo glorificado, para que pudieran testimoniarlo ante los discípulos de Cristo, que estaban “tristes y llorando” (Marcos 16:10)[9]

 

Los primeros jerarcas de la Iglesia de Cristo fueron los santos apostales, no las mujeres. El jefe pastor del mismo Jesucristo los nombro a ellos para cuidar del rebaño de Dios, para administrar la Iglesia, para celebrar la Santa Comunión (Lucas 22:18), para enseñar y para bautizar (Mateo 28, 19, para atar y desatar, para ungir y sanar (Marcos 6:13), etc.

Cuando ellos ordenaron diáconos (Hechos 6:6), presbíteros (Hechos 11:23; Tito 1:6) y obispos (2 Tim. 1,6) ellos nunca ordenaron mujeres.

Por el contrario, ellos instruyeron a la mujer, y como es indicado por el apóstol Pablo: “que vuestras mujeres mantengan el silencio en las Iglesias” (1 Cor 14:34)

 

Estas prescripciones apostólicas con respecto a la mujer de ninguna manera hablan de un notorio «atraso» o «misoginia» o «Ignorancia» en términos de los cual los liberales y feministas utilizan para reprochar a los Santos Apóstoles. ¡Que contraste con todo este alboroto, esta pacifica alta estima que han mostrado los Santos Apóstoles a las hermanas de Cristo!

 

Al involucrar a la mujer en una esfera que es inusual a ella, los astutos “defensores” de los derechos y la libertad de las mujeres en realidad la distraen de su servicio previsto por Dios a la comunidad cristiana y a la Iglesia. Y las mentiras sobre la “emancipación” de la mujer en la esfera espiritual amenazan con ser reveladas en formas incomparablemente más penosas y desagradables en la esfera secular de la que hasta ahora se han venido revelando con su morbosidad y fealdad.

 

Al tentar a la mujer con una libertad imaginaria y nuevos frutos prohibidos, los discípulos actuales de la serpiente antigua persiguen sin duda el mismo objetivo que su padre, - el Diablo -, de destruir por completo a una mujer.

 

Los criterios y argumentos muy mundanos y seculares del ecumenismo contradicen el carácter atemporal de las Sagradas Escrituras. Cuando se le prohibió a la mujer enseñar en las Iglesias, los Santos Apóstoles estaban guiados por la Razón Divina, no por razón humana. El filosofar mundano de los ecumenistas liberales, en su discurso sobre el “atraso” de los Santos Apóstoles y la “subyugación” de la mujer por el hombre, contradice la tradición entera de la Iglesia y su historia que demuestra su reverencia a la mujer; con confesoras de la fe, mártires y aquellas benditas que glorificaron a Dios en su santidad. Zares, Patriarcas, Obispos y cualquier cristiano ortodoxo en completa humildad ofrecen sus plegarias a la bienaventurada indigente y vagabunda necia por Cristo Xenia de San Petersburgo y a muchas otras mujeres santas, mártires y santas. Uno puede citar cientos de ejemplos de reverencia mostrados por mujeres santas y esto fácilmente refuta los vanos argumentos sociales y psicológicos de los ecumenistas.

 

El argumento más importante en contra de ellos es el ejemplo de la Madre de Dios, en Su humildad y modestia de la cual Ella manifestó en Su vida terrena. La santísima Virgen, que dio nacimiento a Cristo, vivió una vida en quieta e impasibilidad, nunca enseñando en la Iglesia, acorde a las instrucciones Apostólicas.

 

La innovación sin precedentes de los modernistas eclesiales que aceptan a las mujeres como «sacerdotes» e incluso «obispos», pretende también, supuestamente, restaurar los derechos de la mujer para liberarla. Sin embargo, los promotores protestantes de la mujer logran combinar su exaltación excesiva de la mujer en el espíritu del feminismo moderno con un desprecio total por la Madre elegida por Dios de nuestro Señor Jesucristo. Y esto; contrariamente a la profecía del Espíritu Santo de que todas las generaciones la llamarán bienaventurada (Lc 1, 48).

 

De acuerdo con la opinión del Metropolita Vitaly (Ustinov), el «sacerdocio» de la mujer manifiesta un quiebre completo con la Santa Tradición.



 Una sacerdotisa contemporánea




Mary Ware, una "sacerdotisa" canadiense, durante los últimos momentos de la liturgia que concelebró en Canberra con el obispo Jon Samuel de Pakistán. Se ofrece una pseudoeucaristía.



PARA VER OTROS CAPITULOS DEL LIBRO HAGA CLIK AQUI: Ecumenismo camino a la perdición 




[1] Guy Brouillet. “Accent aigu”. L'Analyste. Hiver 1987-88, Montreal, Quebec, p. 94.

[2] Hace casi un siglo se publicó en Rusia el folleto titulado “Shestvie Razrushitelia. Videnie” (La marcha del destructor. Una visión) como suplemento de la revista Put' zhizni (Un camino de vida), Zaraisk, 1909. Esta obra fue escrita por el conocido escritor religioso Sergei Nilus, un discípulo espiritual de los santos ancianos de la ermita de Optina, y es de exclusivo interés, según el Metropolitano Vitaly, el Primer Jerarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Exterior. El contenido del folleto es tal que el Metropolitano Vitaly consideró que era su deber aconsejar a los lectores de la edición reimpresa: “hagan reverentemente una gran señal de la cruz ortodoxa rusa sobre ustedes mismos antes de leer este folleto para proteger su alma de posibles daños”.

 

En la visión descrita en "La marcha del destructor" se ve a Lucifer (Satanás) dando órdenes infernales a las legiones de sus demonios. Al leer las páginas de este texto es imposible no estremecerse al pensar que todo esto se ha hecho casi literalmente realidad y se ha convertido en la realidad del siglo XX. Las citas de este folleto permitirán al lector comprobarlo por sí mismo. Una de las citas dice: “Y Lucifer continuó: «La tarea más difícil está ante ustedes; sin ella no lograremos nada, y todos nuestros planes serán inútiles. Los pueblos tienen una fortaleza inaccesible. Es la maternidad: la renovación de la posteridad y su crianza. La mujer virgen y la mujer madre: esa fortaleza inaccesible de la humanidad que deben tener siempre presente y a la que deben atacar hábil y cuidadosamente con sus insinuaciones. Si no lográis conquistar, subyugar esta fortaleza, todo será en vano... porque tan pronto como os ocupéis de una generación, cuando una nueva crecerá y una nueva fuerza surgirá contra vosotros. Es en la mujer donde tenemos que conquistar a la humanidad en su presente y en su futuro, conquistarla por completo»...

Y de repente este pensamiento aterrorizó a Lucifer y lo hizo encogerse como si tuviese un gran dolor... Y todo el infierno se estremeció y tembló... Un rayo de luz pura descendió de la altura inaccesible como un relámpago que penetró en el infierno, golpeando la oscuridad y dispersando la penumbra. Así, Lucifer recordó su impotencia sin sentido y la infinita misericordia del Creador. Ante la mirada insana de Lucifer brilló en los cielos la imagen luminosa de la Virgen Purísima, la Madre del Cordero, la guardiana eterna e incansable y defensora de la virginidad y la maternidad de las mujeres” (“El misterio de la iniquidad. Dos revelaciones de 1909”. Impreso por Monastery Press, 75 E. 93rd St. New York, NY USA; 8011 Champagneur Ave., Montreal, Que. H3N 2K4, Canadá, 1994, pág. 11).

[3] La información sobre la conferencia feminista en Minneapolis está tomada de la revista Agios Kyprianos (publicada por el Monasterio de los Santos Cipriano y Justino, Fili, Ática, Grecia) No. 260, mayo-junio de 1994, pp. 272-278. Véase también: Tracy Early, "The Heirs of Sophia" One World No. 195, 1994 pp. 16-18; [67] JMP, No. 4, Moscú, 1976, p. 9. [68]

[4] Ibíd. En este libro el autor examina el proceso de alejamiento gradual (apostasía) de la fe que al final conducirá al Anticristo               

[5] En este libro el autor examina el proceso de alejamiento gradual (apostasía) de la fe que al final conducirá al Anticristo        

[6] Esta expresión Pertenece al archimandrita Constantino. Véase su libro "Pastyrskoe bogoslovie" (Teología pastoral), pt.2, Imprenta de San Job de Pochaev, Monasterio de la Santísima Trinidad, Jordanville, NY, 1960, p.9.

[7] Véase Orthodoxos Typos, No. 745, Atenas, 29.5.1987, p.2.

[8] Véase JMP, No.4 Moscú, 1976, p.9.

[9] Véase el arcipreste Alexander Turintsev, "Listok voskresnago chtenija" (El folleto de la lectura dominical), No.38, publicación de la Iglesia de los Tres Jerarcas, París, 1954.

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