Ludmila Perepiolkina
La degeneración de la mujer se ha convertido en
uno de los signos más peligrosos de la degradación psíquica, moral y espiritual
de nuestra sociedad contemporánea.
Como un filósofo observo: “la sociedad es como
una mujer”[1].
La lucha por los derechos, en especial por los
derechos de la mujer, ha creado cierto “clima” en nuestra era. Particularmente
es alarmante el movimiento feminista inspirado por el sentimiento de odio, libertinaje
y la ambición de poder.
Este movimiento que ha asumido proporciones
globales y en cuanto a la emancipación, ha envuelto incluso a los países más
atrasados en su locura.
La lucha de las feministas es desaforada.
Resulta una versión contemporánea de la lucha del Tántalo mitológico. En vez de
dar vida y amor conforme a su naturaleza, las feministas ferozmente luchan por
el poder, incluyendo el poder de la Iglesia.[2]
Las sacerdotisas de la actualidad, enloquecidas
de orgullo, afirman blasfemamente que están celebrando la liturgia y ofreciendo
sacramentos. ¡Qué espectáculo tan horrible!
Todo esto, en contra de la enseñanza absolutamente
clara de los Apóstoles: “Dios no es Dios
de confusión, sino de paz, como en todas las iglesias de los santos. Vuestras
mujeres callen en las iglesias, porque no les es permitido hablar... Y si
quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos, porque es indecoroso
que las mujeres hablen en la iglesia” (1 Cor. 14, 33-35).
¿Se han vuelto obsoletas las palabras
inspiradas por Dios del Apóstol Mayor, o muestran desprecio por las mujeres,
como sostienen los vanidosos defensores de la igualdad de derechos? ¿No dijo el
mismo Apóstol que “ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay
varón ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3, 28)? Con estas asombrosamente simples palabras el apóstol refuta no
solo las tediosas disputas en aras de libertad o entre la cuestión del pueblo
elegido, sino también explica la ciencia de la verdadera igualdad entre el
hombre y la mujer.
La
escrupulosa actitud del Apóstol en lo que respecta a la conducta de la mujer en
la Iglesia se da no solo por la bien conocida trasgresión de la que nuestra
madre ancestral Eva había inducido a Adán, y, por consiguiente, a la humanidad
entera, hacia el pecado ancestral, sino también a observaciones específicas de
la confusión causada, aparentemente, por las mujeres. (1 Tim 2: 14)
El
Apóstol no pudo dejar de tener en cuenta que las mujeres son por naturaleza las
que están más expuestas a todo tipo de influencias, incluidas las profundamente
perniciosas y pecaminosas. Este fenómeno termina por constituir el tema
predominante de la ficción de todo el mundo; abordándose también en las
producciones teatrales y cinematográficas.
Esto
nos resulta suficiente para poder pasar a algunos acontecimientos más recientes
en la esfera del ecumenismo feminista, para así poder entender cuál relevantes
nos son las palabras expresadas por el Apóstol hace 2000 años antes.
En el
día 4 al día 7 del mes de noviembre de 1993, en la ciudad de Minneapolis de
Estados Unidos la notoria conferencia feminista “re-imaginarse” fue llevada
acabo en orden de realizar una parte del programa acordado con el CMI de nombre
“Decenio ecuménico: las Iglesias en solidaridad con la Mujer”
Aunque
esta conferencia de la cual más de 2000 mujeres y varios hombres tomaron parte,
no fue sponsoreada por el Concejo Mundial de Iglesias, muchos de sus más
prominentes miembros fueron participantes activos de la conferencia.
Al no
poder animarnos a citar las blasfemias más repugnantes, en particular las
relativas a la Pasión de nuestro Salvador, y habiendo pedido perdón al Señor,
consideramos necesario enumerar sólo algunos detalles de esta conferencia
feminista y algunas tesis individuales de las ponencias presentadas.
De
esta manera, estas fueron las blasfemias de las mujeres que participaron de la
Conferencia “re-imaginarse”:
•
Intentaron refutar a la
doctrina de la santísima trinidad
•
Hicieron un esfuerzo de
desacreditar las Sagradas Escrituras: “Como mujeres, podemos sentir la
necesidad de buscar valores por encima de lo que contiene la Biblia” anunciada
por Aruna Ganadazon, un miembro del CMI
•
Adoraron a la “Divina Sofía”
como la tercera hipostasis de la Santísima Trinidad
•
Intentaron presentar su
enseñanza sobre Sofía como un nuevo tipo de Cristología
•
Destacaron a las mujeres
dándole una especial importancia, a el reconocimiento de cualidades femeninas a
la naturaleza de Dios bajo el nombre de “Sofía”
•
Se burlaron de los
padecimientos de nuestro Señor Jesucristo sobre la Cruz (Prof. Dolores Willians
de la “Union Theological Seminary” de la ciudad de Nueva York).
•
Realizaron nuevos ritos como
la autoproclamada “Liturgia de miel y leche” durante la cual los participantes
cantaron alabanzas a su “dulce Sofía en cuya imagen fuimos creados” y con
“apasionantes movimientos de su cuerpo” recordó a el mundo su “dulzura y
sensualidad”
•
Proclamaron la libertad
sexual, incluyendo la igualdad y libertad de lesbianas (“sacerdotisas”-
lesbianas presentaron sus declaraciones y papeles)
En
este punto citaremos a Chung Hyun Kyung de la Iglesia Presbiteriana que gano
una fama escandalosa en la Séptima Asamblea de Canberra. “La Iglesia Cristiana”;
ella anuncio “es demasiado patriarcal (en el sentido de estar subordinada al
hombre), y por ende, nosotros nos reunimos para destruir esta idolatría
patriarcal en la Cristiandad”.
Hablando
de su “Cristianismo”, Chung lo describió al mismo como una síntesis de
conceptos provenientes de tres diosas: Kali de la religión Hindú, Guan-in de
los budistas y la antigua Ino de Filipinas.
A
pesar del escándalo que fue la conferencia feminista “Re-imaginarse”, que causo
una tormenta de protestas y fue llamada como neo-pagana, blasfema y herética.
K. Paiser, el secretario general del CMI, la defendió al referirse sobre la
misma como “uno de los encuentros ecuménicos más grandes que se hayan celebrado
en este país (Estados Unidos) en mucho tiempo”, y se complació en observar que
todos los participantes “acordaron sobre la necesidad de abrir sus horizontes”.
Una
de las valoraciones positivas del CMI sobre esta conferencia fue manifestada en
el hecho de que una de las más activas participantes y planificadoras de su
programa, la presbiteriana Ann Lundy, que fue desadmitida de uno de los puestos
más altos del Presbiterianismo en Estados Unidos, a raíz de la indignación de
sus co-religionarios, fue luego nominada como Secretaria General Adjunta del
CMI y posteriormente designada para tal puesto”.[3]
Los
ataques del feminismo radical hacia el cristianismo, incluyendo el Cristianismo
Ortodoxo, se hacen sentir en varios países. La base teorética de la promoción
del interés de la mujer hacia los rangos del clero y la justificación de su
ordenación es auspiciada no solo por los heterodoxos, sino también por los
ortodoxos «ecumenistas», en particular los del Instituto de Teología de Paris (Serievo Podvorie). La amistad ecumenista de todas las maneras
que son posibles, promueve la disolución de los límites confesionales, esto es:
La destrucción del recinto de la Iglesia.
Los
ecumenistas «ortodoxos» se están familiarizando con las ilusiones de los
no-ortodoxos y se terminan por acostumbrar a sus pecados. Esto se demuestra muy
claramente por la evolución de la oposición del Patriarcado de Moscú sobre el
«sacerdocio» de la mujer.
La
epístola de 1976 del Santo Sínodo del Patriarcado de Moscú decidió rechazar el
propósito del ecumenismo de permitir el «sacerdocio» de la mujer, arguyendo
sobre esto que, la Iglesia Ortodoxa está obligada a seguir la tradición general
de la Iglesia preestablecida por el mismísimo Señor Jesucristo.
La
epístola también enfatiza el hecho de que “la historia de la Iglesia no conoce
precedente de que la mujer celebrara con los Sacramentos”[4],
se señala también en la misma epístola sobre la imposibilidad de plegarse a la
posición mayoritaria del Protestantismo que considera a el «sacerdocio» de la
mujer; expresando en ocasiones su
actitud a este problema en términos seculares olvidándose de la Revelación
Divina».[5]
Los
encuentros ecuménicos han venido aumentando su frecuencia a causa de una
«apostasía paso a paso»[6]
que los lleva de la Santa Tradición a la anteriormente mencionada
con-celebración de los «jerarcas ortodoxos» con las «sacerdotisas» de
Vancover.
Y
recientemente, otro jerarca del Patriarcado de Moscú, que era el Metropolita
Antony (Blum) de Surozh se ha atrevido a hablar sobre una base teorética para
la admisión del sacerdocio de la mujer habiendo declarado públicamente que él
no ve ningún impedimento teológico para ordenar mujeres.[7]
Al
aceptar las libertades desafiantes del CMI, los ecumenistas «ortodoxos»
muestran su desprecio a la sucesión apostólica, sobre el sacramento del
sacerdocio.
En la
Iglesia, todos sus miembros, tanto hombres como las mujeres, constituyen la
unión misteriosa del Cuerpo de Cristo. Siendo todos llamados a la santidad, a
la misión apostólica en general y al Reino de los Cielos.
Sin
embargo, esto no significa que todos están llamados para ser sacerdotes.
Nuestro Señor Jesucristo, que estableció la Iglesia en Su Divina Sabiduría
previo la solución a este problema.
Ya
que hubieron también mujeres entre aquellos quienes estuvieron cerca de Cristo,
ninguna de ellas estuvieron entre los doce apostales.
Siendo
imposible admitir que se tratara de una mera coincidencia o que el Salvador
haya hecho una concesión acorde a el espíritu de la época.[8]
Y sin
embargo el Señor de ninguna manera menosprecio a las mujeres en comparación con
sus discípulos.
Por
el contrario, algunas mujeres fueron particularmente honradas. Y por eso es que
Cristo revela su Divinidad y predica la salvación a la mujer pecadora de
Samaria, pueblo que era despreciado por los judíos. (Juan 4: 5-42)
Luego
también con la Resurrección, según el «maravilloso acuerdo» de todos los
evangelistas (Mateo 28, 1-8; Marcos 16-10; Lucas 24, 1:10; Juan 20, 11:18) que
testificaron sobre el hecho de que precisamente fueron mujeres las primeras en ser honradas al escuchar
el saludo del ángel y de ver la resurrección de Cristo.
Fue
la voluntad de Cristo que ellas
debían de ser participes del misterio de la Resurrección antes que los
Apóstoles. Las Santas mujeres miróforas fueron las primeras en ver a su Maestro
resucitado y en ser imbuidas de la increíble verdad de su aparición en el
Cuerpo glorificado, para que pudieran testimoniarlo ante los discípulos de
Cristo, que estaban “tristes y llorando” (Marcos 16:10)[9]
Los primeros jerarcas de la Iglesia de
Cristo fueron los santos apostales, no las mujeres. El jefe pastor del mismo
Jesucristo los nombro a ellos para cuidar del rebaño de Dios, para administrar
la Iglesia, para celebrar la Santa Comunión (Lucas 22:18), para enseñar y para
bautizar (Mateo 28, 19, para atar y desatar, para ungir y sanar (Marcos 6:13),
etc.
Cuando
ellos ordenaron diáconos (Hechos 6:6), presbíteros (Hechos 11:23; Tito 1:6) y
obispos (2 Tim. 1,6) ellos nunca ordenaron mujeres.
Por
el contrario, ellos instruyeron a la mujer, y como es indicado por el apóstol
Pablo: “que vuestras mujeres mantengan el silencio en las Iglesias” (1 Cor
14:34)
Estas
prescripciones apostólicas con respecto a la mujer de ninguna manera hablan de
un notorio «atraso» o «misoginia» o «Ignorancia» en términos de los cual los
liberales y feministas utilizan para reprochar a los Santos Apóstoles. ¡Que
contraste con todo este alboroto, esta pacifica alta estima que han mostrado
los Santos Apóstoles a las hermanas de Cristo!
Al
involucrar a la mujer en una esfera que es inusual a ella, los astutos “defensores”
de los derechos y la libertad de las mujeres en realidad la distraen de su
servicio previsto por Dios a la comunidad cristiana y a la Iglesia. Y las
mentiras sobre la “emancipación” de la mujer en la esfera espiritual amenazan
con ser reveladas en formas incomparablemente más penosas y desagradables en la
esfera secular de la que hasta ahora se han venido revelando con su morbosidad
y fealdad.
Al
tentar a la mujer con una libertad imaginaria y nuevos frutos prohibidos, los
discípulos actuales de la serpiente antigua persiguen sin duda el mismo
objetivo que su padre, - el Diablo -, de destruir por completo a una mujer.
Los
criterios y argumentos muy mundanos y seculares del ecumenismo contradicen el
carácter atemporal de las Sagradas
Escrituras. Cuando se le prohibió a la mujer enseñar en las Iglesias, los
Santos Apóstoles estaban guiados por la Razón Divina, no por razón humana. El
filosofar mundano de los ecumenistas liberales, en su discurso sobre el “atraso”
de los Santos Apóstoles y la “subyugación” de la mujer por el hombre,
contradice la tradición entera de la Iglesia y su historia que demuestra su
reverencia a la mujer; con confesoras de la fe, mártires y aquellas benditas
que glorificaron a Dios en su santidad. Zares, Patriarcas, Obispos y cualquier
cristiano ortodoxo en completa humildad ofrecen sus plegarias a la
bienaventurada indigente y vagabunda necia por Cristo Xenia de San Petersburgo
y a muchas otras mujeres santas, mártires y santas. Uno puede citar cientos de
ejemplos de reverencia mostrados por mujeres santas y esto fácilmente refuta
los vanos argumentos sociales y psicológicos de los ecumenistas.
El
argumento más importante en contra de ellos es el ejemplo de la Madre de Dios,
en Su humildad y modestia de la cual Ella manifestó en Su vida terrena. La
santísima Virgen, que dio nacimiento a Cristo, vivió una vida en quieta e impasibilidad,
nunca enseñando en la Iglesia, acorde a las instrucciones Apostólicas.
La
innovación sin precedentes de los modernistas eclesiales que aceptan a las
mujeres como «sacerdotes» e incluso «obispos», pretende también, supuestamente,
restaurar los derechos de la mujer para liberarla. Sin embargo, los promotores
protestantes de la mujer logran combinar su exaltación excesiva de la mujer en
el espíritu del feminismo moderno con un desprecio total por la Madre elegida
por Dios de nuestro Señor Jesucristo. Y esto; contrariamente a la profecía del
Espíritu Santo de que todas las generaciones la llamarán bienaventurada (Lc 1,
48).
De
acuerdo con la opinión del Metropolita Vitaly (Ustinov), el «sacerdocio» de la
mujer manifiesta un quiebre completo con la Santa Tradición.
PARA VER OTROS CAPITULOS DEL LIBRO HAGA CLIK AQUI: Ecumenismo camino a la perdición
[1] Guy Brouillet. “Accent aigu”. L'Analyste. Hiver
1987-88, Montreal, Quebec, p. 94.
[2] Hace casi un siglo se
publicó en Rusia el folleto titulado “Shestvie Razrushitelia. Videnie” (La
marcha del destructor. Una visión) como suplemento de la revista Put' zhizni (Un camino de vida),
Zaraisk, 1909. Esta obra fue escrita por el conocido escritor religioso Sergei
Nilus, un discípulo espiritual de los santos ancianos de la ermita de Optina, y
es de exclusivo interés, según el Metropolitano Vitaly, el Primer Jerarca de la
Iglesia Ortodoxa Rusa en el Exterior. El contenido del folleto es tal que el
Metropolitano Vitaly consideró que era su deber aconsejar a los lectores de la
edición reimpresa: “hagan reverentemente una gran señal de la cruz ortodoxa
rusa sobre ustedes mismos antes de leer este folleto para proteger su alma de
posibles daños”.
En la visión descrita en
"La marcha del destructor" se ve a Lucifer (Satanás) dando órdenes
infernales a las legiones de sus demonios. Al leer las páginas de este texto es
imposible no estremecerse al pensar que todo esto se ha hecho casi literalmente
realidad y se ha convertido en la realidad del siglo XX. Las citas de este
folleto permitirán al lector comprobarlo por sí mismo. Una de las citas dice: “Y
Lucifer continuó: «La tarea más difícil está ante ustedes; sin ella no
lograremos nada, y todos nuestros planes serán inútiles. Los pueblos tienen una
fortaleza inaccesible. Es la maternidad: la renovación de la posteridad y su crianza.
La mujer virgen y la mujer madre: esa fortaleza inaccesible de la humanidad que
deben tener siempre presente y a la que deben atacar hábil y cuidadosamente con
sus insinuaciones. Si no lográis conquistar, subyugar esta fortaleza, todo será
en vano... porque tan pronto como os ocupéis de una generación, cuando una
nueva crecerá y una nueva fuerza surgirá contra vosotros. Es en la mujer donde
tenemos que conquistar a la humanidad en su presente y en su futuro,
conquistarla por completo»...
Y de repente este
pensamiento aterrorizó a Lucifer y lo hizo encogerse como si tuviese un gran
dolor... Y todo el infierno se estremeció y tembló... Un rayo de luz pura
descendió de la altura inaccesible como un relámpago que penetró en el
infierno, golpeando la oscuridad y dispersando la penumbra. Así, Lucifer
recordó su impotencia sin sentido y la infinita misericordia del Creador. Ante
la mirada insana de Lucifer brilló en los cielos la imagen luminosa de la
Virgen Purísima, la Madre del Cordero, la guardiana eterna e incansable y
defensora de la virginidad y la maternidad de las mujeres” (“El misterio de la iniquidad. Dos
revelaciones de 1909”. Impreso por Monastery Press, 75 E. 93rd St. New
York, NY USA; 8011 Champagneur Ave., Montreal, Que. H3N 2K4, Canadá, 1994, pág.
11).
[3] La información
sobre la conferencia feminista en Minneapolis está tomada de la revista Agios
Kyprianos (publicada por el Monasterio de los Santos Cipriano y Justino, Fili,
Ática, Grecia) No. 260, mayo-junio de 1994, pp. 272-278. Véase
también: Tracy Early, "The Heirs of Sophia" One World No. 195, 1994
pp. 16-18; [67] JMP, No. 4, Moscú, 1976, p. 9. [68]
[4] Ibíd. En este
libro el autor examina el proceso de alejamiento gradual (apostasía) de la fe
que al final conducirá al Anticristo
[5] En este libro
el autor examina el proceso de alejamiento gradual (apostasía) de la fe que al
final conducirá al Anticristo
[6] Esta expresión
Pertenece al archimandrita Constantino. Véase su libro "Pastyrskoe
bogoslovie" (Teología pastoral), pt.2, Imprenta de San Job de Pochaev,
Monasterio de la Santísima Trinidad, Jordanville, NY, 1960, p.9.
[7] Véase Orthodoxos Typos, No. 745, Atenas,
29.5.1987, p.2.
[8] Véase JMP,
No.4 Moscú, 1976, p.9.
[9] Véase el
arcipreste Alexander Turintsev, "Listok voskresnago chtenija" (El
folleto de la lectura dominical), No.38, publicación de la Iglesia de los Tres
Jerarcas, París, 1954.