Ludmila Perepiolkina
El difunto arzobispo Seraphim (Sobolev)
escribió: “Es difícil decir dónde los ecumenistas ortodoxos se desvían más de
la fe ortodoxa: en sus escritos o en su participación en conferencias
ecuménicas”[1]
Esta participación que implica la aceptación de
compromisos dogmáticos y la salida de la Sagrada Tradición es, en su esencia
una traición a la Ortodoxia. Muchas cosas han cambiado en la conciencia de las
Iglesias locales, incluyendo al Patriarcado de Moscú, desde que se unió al
movimiento ecuménico.[2]
El Patriarcado de Moscú, en su concilio de 1948
definió al “movimiento ecuménico como un nuevo intento de erigir a la torre de
Babel, como un signo de la habitual desilusión del hombre… basado en su vicio
de orgullo… Ha remplazado el legítimo cuerpo inter-orgánico y dogmatico
unificado por una unificación mecánica y externa.”
Es extremadamente significativo que en el
tiempo cuando el Patriarcado de Moscú expreso que: “La verdadera unidad de la
Iglesia es un concepto que resulta ajeno a la comprensión del movimiento
ecuménico” Y que al adherir a este podría “significar el rechazar la verdadera
unidad de la Iglesia, en el espacio y el tiempo… al quebrar la interrumpida
cadena de gracia que une a la Iglesia Ortodoxa con los santos apóstoles a
través de la sucesión apostólica… para vender nuestro tesoro celosamente
guardado de la fue por un plato de lentejas de beneficios terrenales, y de tal
moda en particular, en el enredo de las almas humanas”[3]
Estas últimas palabras suenan particularmente
mejor cuando son comparadas con las contadas alabanzas en la actualidad en
honor al ecumenismo por los ecumenistas “ortodoxos” del Patriarcado de Moscú.
Aparte de la desviación de su fe de aquellos
“ortodoxos” ecumenistas al violar los santos cánones y el dogma de la Iglesia
(que confesamos en el artículo noveno de nuestro credo), el ecumenismo ha
producido otros frutos podridos.
Particularmente en la amistad que se desarrolla
entre los ecumenistas. Sin percibirlo inclusive por ellos mismos, los
participantes de los encuentros ecumenistas se desvían de sus convicciones
anteriores, y adquieren un lenguaje especial, una terminología y una forma de
pensar que desarrolla en el proceso del dialogo. De este modo los ecumenistas
ortodoxos logran llegar al oscurecimiento de su conciencia y a un extrañamiento
completo de su Iglesia-madre gracias a los engaños de los heréticos y de los
no-ortodoxos.
Así como el santo Apóstol Pablo observo: “Las malas compañías corrompen las buenas
costumbres” (1 Cor. 15:33)
Hay un concepto de “castidad espiritual” (del
archimandrita Konstantin Zaitsev) sin el cual la fidelidad a Cristo es
impensable. Acorde a el escritor religioso contemporáneo: “Los encuentros
ecuménicos, las oraciones y celebraciones fomentan en los participantes una
constante infidelidad a su fe e inculcan
un malicioso estado espiritual de adulterio dentro de sus almas”[4]
Los ecumenistas desde hace mucho tiempo son
consientes de la importancia de la comunicación personal para el desarrollo de
una indiferencia inescrupulosa sobre lo confesional.
Ellos tienen buenas razones para no limitarse
seriamente con las publicaciones impresas; al fomentar particularmente por
sobre todas las cosas los contactos personales que se establecen en sus
congresos, asambleas, con todo tipo de diálogos y reuniones.
En Occidente, como regla general, el ecumenismo
ha sido propagado a escala masiva hace décadas, apuntando antes que nada a la
desacralización de la fe ortodoxa, otras confesiones no resultan de interés
particular para los enemigos de la humanidad porque ya están en parte o en su
totalidad bajo su poder.
Los funcionarios del movimiento ecuménico,
tanto en Occidente como especialmente en la Rusia Soviética, han sido siempre
atraídos enormemente por los viajes gratis al extranjero con todos sus
beneficios relacionados.
Las escuelas teológicas del Patriarcado de
Moscú están siendo desmoralizadas con la ayuda del ecumenismo según un plan que
pretende proyectarse muchas décadas hacia el futuro. A los futuros sacerdotes
se les inocula abiertamente la cosmovisión ecuménica en lugar de la fe
ortodoxa. Muchos de ellos son enviados a estudiar a los centros ecuménicos de
Occidente, mientras que muchos estudiantes extranjeros no ortodoxos estudian en
los seminarios y academias teológicas de la MP, donde obtienen sus títulos
teológicos (!). A los herejes occidentales se les invita no sólo a dar una
conferencia ocasional, sino a cursos enteros. Así, en el transcurso de varios
años, a finales de los años 70 y principios de los 80, el profesor del
Instituto Oriental de Roma, el jesuita Michael Arranz, dio clases de liturgia
en la Academia Teológica de Leningrado. Él mismo había recibido el doctorado en
teología de manos del metropolitano “ortodoxo” Nikodim (Rotov), y vestido
como sacerdote ortodoxo, había participado de la Sagrada Comunión en el
santuario de la iglesia de la Academia.
Así los traidores confirmados de la ortodoxia
se forman en el MP. Durante los años de “reconstrucción”, cientos de sacerdotes
parisenses del Patriarcado de Moscú estaban muy felices de participar en el
“régimen de intercambio” y de haber trabajado en las comunidades católicas y
protestantes en Occidente, mientras que innumerables misioneros occidentales,
debido a las complacidas benevolencias del MP se han dedicado abiertamente a
corromper a la gente ortodoxa en Rusia.
Como el Archiprieste patriarcal Ioann Sviridor
recientemente dijo en Roma: “Rusia es tierra para misionar”[5] y más recientemente se ha comenzado
a sobornar directamente al clero ortodoxo del MP por parte de los católicos.
El hecho es que todos estos crímenes y excesos
de los ecumenistas no son otra cosa sino un “adulterio espiritual”.
Esta es la expresión que ha sido usada por el
sacerdote Timofei Selsky[6]
[1] Arzobispo Serafín (Sobolev), el informe “¿Debe
la Iglesia Ortodoxa Rusa participar en el movimiento ecuménico?” en la
colección “Actas de la Conferencia de los Jefes y Representantes de las
Iglesias Ortodoxas Autocéfalas...” vol. 2, Moscú, 1949, p. 376.
[2] El Patriarcado de Moscú (MP) se convirtió
en miembro del Consejo Mundial de Iglesias en 1961 en la 3ª Asamblea del CMI en
Nueva Delhi.
[3] “Actas de la Conferencia de los Jefes y
Representantes de las Iglesias Ortodoxas Autocéfalas...”, vol. 2, pp.
414-415.
[4] Tuskarev A., op. cit., p. 60.
[5] Véase la nota
al pie [4].
[6] Sacerdote Timofei Selsky, “Sobre la castidad espiritual”, Rusia
Ortodoxa, Jordanville, 1995, No. 1 /1526, p. 9.