Ludmila Perepiolkina
"sino que hay algunos que os perturban y quieren alterar el evangelio de Cristo.
Pero aunque
nosotros, o un ángel del cielo, os prediquemos otro evangelio que no sea
lo que os
hemos anunciado, sea anatema" (Gal. 1, 7-8).
En nuestra
época del fin de los tiempos, la otrora sociedad cristiana, que ya no quiere
tener a aquel "que lo retiene" (2 Tes. 2,7)[1],
y que ya no se protege a sí misma, y ha permitido que se multipliquen
excesivamente y asuman el poder aquellos que nos "perturban" y
"quieren pervertir el Evangelio de Cristo".
La profecía
del Apóstol de que "en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.
Porque los hombres... que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la
eficacia de ella" (2 Timoteo 3, 1-5). Ante nuestros propios ojos, la
humanidad que deja de comprender cada vez más por qué las Escrituras llevan el
nombre de Sagradas y que son "dadas por la inspiración de Dios" (2
Tim. 3,16) y no "según el hombre" (Gálatas 1, 11); generalmente
pierde los conceptos de sacralidad y de verdad y se contamina con la falsa
enseñanza del relativismo universal.
Esto explica el desprecio frívolo e impúdico de las severas palabras del
apóstol Pablo: "Como antes dijimos, ahora lo repito: si alguno os predica
otro evangelio distinto del que habéis recibido, sea anatema" (Gal. 1,9).
La misión
tanto de la Iglesia del Antiguo como de la del Nuevo Testamento ha sido
siempre, y sigue siendo, custodiar y predicar la inviolable fe divinamente
revelada y las promesas de Dios, las Sagradas Escrituras y la Tradición. Es
bien conocido el especial cuidado con que se custodiaba el texto de las Escrituras
en los tiempos del Antiguo Testamento, cuando todo manuscrito bíblico dañado o
que contuviera errores era objeto de destrucción, cuando nadie que tuviera
algún defecto en el habla podía siquiera ser admitido a leer las Escrituras en
voz alta en público.
La traducción
por parte de la Iglesia antigua de los libros del Antiguo Testamento al griego
(la llamada Septuaginta) se llevó a cabo en el siglo III a. C. por hombres
especialmente designados y elegidos por Dios, y se hizo con todas las
precauciones y reverencias posibles, y bajo la guía protectora directa de la
Iglesia Celestial, como lo atestigua en particular un episodio muy conocido de
la traducción de San Simeón del Libro del Profeta Isaías, que contiene el texto
de la profecía mesiánica sobre el Salvador del mundo que nacerá de la Virgen
(Is. 7,14).
Son dignas del
original las traducciones canónicas realizadas por hombres santos de la Iglesia
del Nuevo Testamento: la del bienaventurado Jerónimo (del hebreo antiguo,
teniendo debidamente en cuenta la Septuaginta, al latín) y la de los Santos. La
de los iguales a los apóstoles[2]
Cirilo y Metodio (del texto griego de la Septuaginta adoptado por la Iglesia,
al eslavo eclesiástico). A partir del periodo de la Reforma, cuando los
esfuerzos protectores del catolicismo sufrieron una derrota, las traducciones
de la Biblia a lenguas étnicas que aparecen en Occidente ya llevan una impronta
de la enseñanza protestante (como la traducción de Lutero). En los tiempos más
recientes ya no existen barreras restrictivas para el desarrollo incluso de las
falsas enseñanzas más extremas y blasfemas. El espectro de traducciones y
transposiciones de la Biblia se ha ampliado en consecuencia.
No podría
haber sido de otra manera, ya que la Sagrada Escritura pertenece solo a la
Única, Santa Iglesia Católica y Apostólica, y su uso fuera de contacto con la
tradición eclesiástica y patrística (e incluso en oposición a ella, lo cual es
característico de todas las comunidades religiosas que se han alejado de la fe
ortodoxa) implica inevitablemente una distorsión tanto del significado como de
la letra de la Escritura. Según los Padres, quien está fuera de la comunión
sacramental con la Iglesia no puede sino desviarse hacia la herejía y de la
predicación de la verdadera Ortodoxia.
La insensatez
humana no es la única causa de distorsión de la verdad. La Palabra de Dios es
odiosa para el «padre de la mentira», el Diablo, quien, con la ayuda de sus
secuaces, intenta pervertirla de todas las formas posibles.
Con el
alejamiento de Dios de quienes se convirtieron en sus asesinos e invocaron
sobre sí mismos y sobre sus descendientes la sangre del Hijo de Dios a quien
crucificaron (Mt 27,25), comenzó una corrupción consciente de los libros del
Antiguo Testamento que el pueblo judío custodiaba con celo. Las profecías
mesiánicas fueron las primeras en sufrir esta corrupción. «Los rabinos
corrompieron el contenido de las Escrituras para adaptarlo a sus propias
intenciones maliciosas... y siguen modificándolas», escribió Eutimio de Chudovo
(1705)[3]
[4].
Tales acusaciones se han escuchado
desde los tiempos apostólicos. En el período comprendido entre los siglos V y X, los rabinos masoretas
establecieron el texto del Antiguo Testamento, que desde entonces ha sido
adoptado como texto oficial. En este texto, prácticamente todas las profecías
sobre el Salvador del mundo se han distorsionado de tal manera que no se puede
ver ya que se refieran a la persona de nuestro Señor Jesucristo.
Posteriormente, todas las copias hebreas del texto que diferían del canon masorético
establecido fueron destruidas.
La estabilidad
del texto masorético del Antiguo Testamento y la ausencia de variantes en sus
copias hicieron que muchos estudiosos de la Biblia y teólogos, incluso entre
los cristianos, desde Orígenes y hasta hoy, recurrieran constantemente a este
texto hebreo como la principal autoridad, a pesar de las severas advertencias
de la Iglesia. Por otra parte, la presencia de lecturas variantes en el texto
eclesiástico de la Septuaginta se ha considerado signo de su falta de
fiabilidad. Como resultado, no solo los teólogos y traductores católicos y
protestantes occidentales confiaron en el texto masorético de la Biblia. A
través de las ediciones impresas venecianas, comenzó a influir en las
posteriores copias griegas y eslavas de las Escrituras. «Estaba incluida entre
las fuentes básicas, a pesar de las estrictas advertencias del Santo Sínodo»[5],
cuando la Biblia isabelina estaba siendo revisada en 1751. El texto masorético,
a pesar de la presencia de graves distorsiones dogmáticas (de referencias
mesiánicas en primer lugar), se convirtió también en la base de la traducción
sinodal del Antiguo Testamento al ruso, lo que provocó que la traducción
inicial del arcipreste G. Pavsky causara indignación general en los círculos eclesiásticos.
En ese momento, el arzobispo Teófano el Recluso formuló la esencia de la
sustitución perpetrada de la siguiente manera: «Según nuestra ley, al tratar de
interpretar la Palabra de Dios debemos consultar a los Padres de la Iglesia.
Los Padres interpretaron las Escrituras tal como se presentan en la
Septuaginta. En consecuencia, la nueva traducción nos impide entender la
Palabra de Dios desde el punto de vista ortodoxo, porque nos presenta un texto
diferente del utilizado por los Padres... La traducción del texto hebreo abre
el terreno bajo nuestros pies. Nos enfrentamos a nuevas ideas, a una nueva
iglesia, a una nueva era: (el subrayado es L.P.) ¡Estas son, pues, las consecuencias
de esta traducción!»[6].
«Pero los editores de la Biblia rusa en Londres (sin duda bajo la influencia
masónica) se permitieron el descaro de escribir: «Insistimos y deseamos una
cosa: liberarnos de los conceptos de la Iglesia y de la traducción de los
Setenta» [7].
Las sociedades y comisiones bíblicas actuales han alcanzado esta
"libertad" en su totalidad.
Aunque
posteriormente se hizo todo lo posible para coordinar esta traducción junto con
la del texto eclesiástico de la Septuaginta en griego y su versión eslavonica
de los santos Cirilo y Metodio, «no se pudo lograr un acercamiento total. La
ruptura del texto ruso con la tradición bíblico-litúrgica eslava de la Iglesia
condenó esta traducción a su uso únicamente fuera de los servicios religiosos:
el Santo Sínodo la destinó a una lectura edificante en casa»[8].
El
descubrimiento de los manuscritos de Qumrán, a principios de la década de 1950,
relacionados con el siglo I a.C. (es decir, con el período premasorético) ha
resuelto de manera concluyente, y a favor de la Septuaginta, la controversia
centenaria sobre los méritos comparativos de los textos hebreo y griego del
Antiguo Testamento. Resulta que los manuscritos extraídos de las cuevas de
Qumrán contienen todas las variantes del texto que están disponibles en los
manuscritos griegos y que, aparentemente, socabavan su autoridad. Sin embargo,
estas conclusiones se ocultan y se detiene por completo la publicación de los
manuscritos de Qumrán que están a disposición de «La Casa de la Biblia» en
Jerusalén.
Cualquier
nueva traducción de la Biblia todavía se hace de acuerdo con el texto
masorético e incluso con la participación de eruditos hebreos de la Biblia. Al
mismo tiempo, los renovacionistas del Patriarcado de Moscú y de otras iglesias
locales, con creciente insistencia, siguen introduciendo en los servicios religiosos
traducciones no autorizadas de las Escrituras a los idiomas étnicos
contemporáneos. Todas estas traducciones, por regla general, son de origen no
ortodoxo y se basan en el texto masorético, que no es tradicional en la Iglesia
Ortodoxa. Junto con la modernización generalizada del lenguaje y los ritos
litúrgicos, la introducción del calendario gregoriano occidental y otras
innumerables concesiones al espíritu de los tiempos, estas traducciones
destruyen cada vez más el vínculo de estas iglesias con su propio pasado
ortodoxo y preparan el terreno para cualquier reforma adicional destinada a la
creación de la pseudoiglesia ecuménica del Anticristo.
Por medio del
Movimiento Ecuménico, el cristianismo herético contemporáneo de Occidente sigue
expandiendo su influencia sobre el mundo ortodoxo. De hecho, el metropolitano
Kirill de Smolensk, presidente del Departamento de Relaciones Eclesiásticas
Extranjeras del Patriarcado de Moscú, declaró en la 7ª Asamblea General del CMI
que esta organización era «la cuna de la única iglesia del futuro» (véase el
capítulo 1). Para
nosotros, los cristianos ortodoxos, esta «iglesia» no significa nada más que la
iglesia del Anticristo.
Los
participantes de las asambleas ecuménicas están desarrollando paso a paso una
enseñanza blasfema sobre esta «iglesia», sobre su ritual y su lenguaje. El lenguaje altamente «ecuménico» de
estas asambleas refleja tal grado de conciencia ecuménica de los participantes
que, según uno de sus líderes, el ex secretario general del CMI, el Dr. Philip
Potter, al regresar de las conferencias, los miembros de sus propias
comunidades simplemente no las entienden al principio.
Para entender
a los ecumenistas hay que dejar de entender el Evangelio y enterarse de su
blasfemia intrusión en la Palabra de Dios. Es digna de consideración la
interpretación que hacen los ecumenistas (que se ha convertido en su lema) de
las palabras de nuestro Salvador: «que todos sean uno» (Juan 17, 21). Los
ecumenistas alegan que estas palabras implican el mandamiento de Cristo con
respecto a la unidad del mundo entero: ortodoxos, sectarios, judaístas,
musulmanes y todos los paganos. Simplemente hacen caso omiso de las palabras de
Cristo que preceden directamente a la frase citada: «No ruego por el mundo,
sino por los que me has dado, porque tuyos son» (Juan 17,9).
Al contemplar
la falsificación, los ecumenistas no se avergüenzan de nada: ni de las
enseñanzas de los Padres de la Iglesia, ni de la fe de toda la Iglesia, ni de
la simple evidencia. De la misma manera, el Papado sostiene, sin ningún
sentimiento de vergüenza, y contrariamente a lo que los Padres decían siempre y
en todas partes, que en las palabras del Salvador: «y sobre esta roca edificaré
mi Iglesia» (Mt. 16, 18); «la roca» no debe significar la fe en Cristo y la
confesión de Él como el Hijo de Dios, sino al propio apóstol Pedro y sus
supuestos sucesores, los papas de Roma [9].
Los
ecumenistas, los «pacificadores», no se avergüenzan cuando afirman que la paz
política por la que luchan es la misma paz que Cristo tenía en mente cuando
dijo a sus apóstoles: «Mi paz os doy». Cabe señalar que nunca terminan esta
cita de los Evangelios: «yo no os la doy como el mundo la da. » (Juan
14,27).
Los
ecumenistas no se avergüenzan de su propio analfabetismo cuando uno de ellos
(que, por supuesto, está en contra de la enseñanza del idioma eslavo
eclesiástico incluso en los seminarios), ya sea arzobispo o profesor de una
academia de teología, es capaz de declarar con toda sinceridad y para que todos
lo escuchen, que la invocación de la Gran Letanía «En paz recemos al Señor»
significa «recemos (toda la congregación) como uno solo»., es decir, todos
juntos. (Nota del traductor: en ruso las palabras «paz» y «congregación» suenan
igual). Y otra invocación, «por el bienestar de las santas Iglesias de Dios y
por la unión de todas ellas», es, supuestamente, llamar a los ortodoxos a una
ansiada unión ecuménica con los herejes[10].
«las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras
Escrituras, para su propia perdición» (2 Pedro 3,16).
El
metropolitano Nikodim (Rotov) de Leningrado, responsable de que el Patriarcado
de Moscú se uniera al CMI, incluso introdujo una herejía procomunista especial
cuando en sus sermones y artículos ofreció una falsa interpretación de la
parábola de los dos hijos (Mt 21, 28-31). Comparó a los cristianos con el hijo
que era obediente en palabras pero negligente en los hechos, y enseño en ver a
la persona del hijo obstinado, que hizo la voluntad de su padre, a los
comunistas ateos (que ahora pueden ser reemplazados fácilmente en este papel
por los «demócratas» actuales), quienes declararon que su objetivo era la
creación del Reino de Dios en la tierra. El sermón de Nikodim sobre la idea
completamente no ortodoxa de este "Reino de Dios" terrenal y la
fusión del cristianismo con el comunismo se escuchaba insistentemente desde los
ambones de las iglesias del Patriarcado, hasta queda relegado, junto con otros
esloganes bolcheviques, por el caos que ha envuelto a Rusia, al menos por el
momento.
Otra herejía
del metropolita Nikodim no se ha visto afectada por ninguna tendencia liberal
de reconstrucción «democrática». Esta herejía representa uno de los apoyos más
importantes del ecumenismo «cristiano». Sin embargo, todo su significado se
hará evidente aparentemente en un futuro ya cercano, cuando el CMI declare que
su tarea principal será la unificación de todas las religiones bajo el mismo
techo de la «iglesia universal» del Anticristo. Esta herejía, repetida con
frecuencia y profundamente arraigada en el Patriarcado de Moscú, ha sido
deducida por Metr. Nikodim de su artero razonamiento de que, mientras estaba en
la Cruz, el Señor adoptó a toda la humanidad en la persona del santo apóstol
Juan el Teólogo, y no solo a aquellos que creían en Él. Esta herejía se expresa
en una sola frase: «El Señor Jesucristo, en su encarnación, recibió a toda la
humanidad en su Cuerpo» [11].
El conocido «sacerdote» del diputado Georgii Kochetkov, que cuenta con un
fuerte apoyo, ya ha declarado no solo a Francisco de Asís, sino también a D.
Bornhoffer, A. Schweizer y... ¡Mahatma Gandhi como miembro de la «verdadera
Iglesia» e incluso de sus «santos»! [12]
«Muchas
opiniones erróneas han entrado en nuestra vida bajo la influencia del diablo,
que enseña a las personas negligentes a malinterpretar el contenido de las
Escrituras y a oscurecer la verdad añadiendo o borrando algo del texto»,
escribió San Juan Crisóstomo ya en el siglo IV [13].
El evolucionismo antibíblico que desafía a Dios parece haberse convertido en la
mentira más difundida que, lamentablemente, los pervertidores de la Palabra de
Dios, junto con los ateos, lograron inculcar en la conciencia de muchos
cristianos de todas las denominaciones.
Los
evolucionistas no pueden presentar un solo hecho científico para probar la
exactitud de sus teorías. Todo lo que antes afirmaban que era una prueba
indiscutible, ha quedado en los libros de texto escolares que ahora están
siendo ridiculizados por los propios evolucionistas. Sin embargo, durante casi
100 años, las escuelas estatales de todos los niveles han impuesto
enérgicamente el evolucionismo a cada nueva generación en todo el mundo.
Cuando C.
Darwin estaba trabajando en su Teoría del Origen de las Especies, basada en
observaciones y conclusiones superficiales, esperaba que posteriormente se
encontraran las pruebas necesarias. Sin embargo, estas esperanzas resultaron
completamente infundadas. No solo quedó sin descubrir el eslabón perdido entre
el simio y el hombre[14]:
los evolucionistas son incapaces de presentar una sola forma intermedia entre
ninguna otra especie, ni en forma viva ni fosilizada. Además, la ciencia
contemporánea niega la posibilidad misma de la existencia de un mecanismo que
asegure la transición de una especie a otra. Ningún evolucionista es capaz de
explicar la existencia de la evolución si contradice la ley más fundamental de
la naturaleza (la Segunda Ley de la termodinámica), que exige la transición de
lo complejo e inestable a lo simple y caótico, pero no al revés: de la materia
inanimada a la animada y hasta una de sus formas más complejas y
superperfectas, como el organismo humano.
Para hacer que
lo imposible pareciera plausible, los evolucionistas sugirieron la suposición
de que el universo ha existido durante miles de millones de años ilimitados,
durante los cuales cualquier cosa podría haber sucedido. Contando con estos
millones y miles de millones de años, la nave espacial lunar fue provista de
patas de varios metros de largo para evitar que se hundiera en el polvo cósmico
que debería haberse acumulado allí durante todos esos años. Pero... la capa de
polvo de la Luna resultó tener menos de un centímetro de espesor.
Es bien sabido
que la jerga científica incomprensible tiene un efecto fascinante en los no
especialistas. Uno de ellos es el «método del radiocarbono». Pero no mucha
gente sabe que, en teoría, este método puede ayudar a determinar la edad de los
restos orgánicos únicamente. Gracias a los esfuerzos de los divulgadores de la
ciencia, la confianza en la precisión del método del radiocarbono se ha
exagerado desproporcionadamente. El hecho es que con el método de radiocarbono
es de suma importancia la pureza particular requerida del experimento. Este
requisito es a menudo demasiado difícil, o incluso imposible, de cumplir, ya
que las cantidades que deben medirse a cualquier edad significativa de las
muestras son demasiado pequeñas. Además, el método se basa en la suposición de
que los fósiles investigados nunca han estado expuestos en el pasado a
posibles, aunque desconocidas, influencias, como altas presiones y
temperaturas, oscilaciones en la cantidad de Carbono-14 en el entorno, etc., a
pesar de que la presencia de cualquiera de estos factores hace que las
mediciones carezcan de sentido. Como resultado, los datos obtenidos por este
método con frecuencia sorprenden por su falta de fiabilidad. Por ejemplo, «el
examen del caparazón de los caracoles vivos mostró que murieron hace 27.000
años» [15].
Ya hoy los científicos tienen dudas sobre al menos la mitad de todos los datos
obtenidos por este método.
Esta «falsa
ciencia llamada así» (Timoteo 6, 20), que ha declarado que la religión misma y
el código moral son el resultado de la evolución, es de hecho una cierta fe
satánica que, junto con el humanismo y el ateísmo, ha penetrado en todas las
esferas de la ciencia oficial, no solo en las ciencias naturales, sino como
también en las humanistas y políticas.
La negación y
la distorsión de la verdad bíblica resultaron ser un terreno fértil para todo
lo que transforma el mundo moderno en el umbral del infierno, desde el ateísmo
y la fe en el universo eterno, que se ha vuelto cada vez más cubierto de
misticismo panteísta (de la Nueva Era y otros mistificadores ocultos), hasta
las teorías evolucionistas sobre la sociedad humana, las doctrinas
revolucionarias y racistas, la justificación de la homosexualidad y el
asesinato mediante el aborto.
Como parte de
la conciencia de masas, principalmente a través de la educación escolar, el
evolucionismo antibíblico se ha convertido, de una forma u otra, en una de las ideas
básicas de una enorme multitud de personas que se consideran creyentes, pero
que rechazan la evidencia bíblica de que Dios es el Creador del mundo y del
hombre, de la Caída, el Diluvio, la Babel, etc., o consideran que estas
narraciones son convencionales, alegóricas y supuestamente refutadas por
«ciencia». Rara vez se es consciente de que este tipo de razonamiento hace
parecer a los Profetas, los Apóstoles, los Padres de la Iglesia y el mismo
Señor Jesucristo como engañadores, aunque ellos claramente y con frecuencia
confirmaron la veracidad del Libro del Génesis.
Es grande el
asombro de estos pocos contemporáneos nuestros, que se enteran inesperadamente
de que, en toda su historia, el evolucionismo no ha podido presentar ninguna
prueba real de sus teorías, que ha mantenido su posición predominante en la
ciencia de una manera puramente artificial, que las invenciones de los
evolucionistas sobre los millones de años de la historia de la Tierra, los
«períodos geológicos», el origen de la vida, etc., no se han confirmado de
ninguna manera y que, en por el contrario, los hechos reales concuerdan con la
Biblia. Este asombro de unos pocos es capaz de poner patas arriba muchas
nociones cuidadosamente mantenidas en nuestra sociedad. Por lo tanto, a pesar
de su evidente predominio en la conciencia de las masas y en la ciencia, el
humanismo evolutivo, al sentir su vulnerabilidad, manifiesta una intolerancia
extrema ante cualquier muestra de desacuerdo con las doctrinas que han impuesto
a la humanidad. Por ejemplo, el «New York Times» publicó un anuncio sobre la
llamada «declaración humanista secular de 1980" firmada por 58 científicos
y escritores de renombre. La declaración desacredita la moral cristiana e
«insta a intensificar la ciencia y la razón, en lugar de la religión, como
medios para resolver los problemas humanos... Reflejando los elementos de dos
manifiestos humanistas anteriores de 1933 y 1973, la declaración considera que
la religión sobrenatural y la Revelación Divina son las enemigas del proceso racional
que conduce al progreso»[16].
También es
bastante característica una carta histérica escrita en 1982 por un conocido
escritor de ciencia ficción y partidario del humanismo antibíblico, el Dr.
Isaac Asimov, en nombre de la Asociación Estadounidense de Libertades Civiles:
«Estos fanáticos religiosos... como un ejército de la noche vienen a nuestras
escuelas estatales con la Biblia elevandola en lo alto... Representan una
amenaza muy real para una sociedad que valora la libertad académica y la ilustración
por encima de los dogmas y la piedad moral»[17].
Un verdadero
rechazo, y no solo una distorsión del Evangelio, de los Padres de la Iglesia y
del propio cristianismo, fue el conocido discurso del «patriarca» Alejo II
(Ridiger)[18]
ante los rabinos judíos de Nueva York en 1991. Causó numerosas protestas,
indignación e incluso un movimiento de «no conmemoradores» en todo el mundo
ortodoxo, incluido el Patriarcado de Moscú. Lleno de declaraciones serviles de
respeto por «los hermanos mayores, los judíos», utilizando expresiones del
Antiguo Testamento y confirmando la supuesta continuidad de la elección del
pueblo judío e incluso la unidad del cristianismo y el judaísmo («¡somos uno
con los judaístas»!) este discurso demostró una total insolvencia teológica y
una abierta traición a la ortodoxia[19].
Tales
afirmaciones no parecen en absoluto infundadas. Estamos en la segunda década de
discusiones profundamente secretas entre ecumenistas y judaístas «ortodoxos» [20](así
como entre musulmanes y paganos). El acercamiento entre el judaísmo y el
catolicismo romano comenzó hace más de medio siglo[21]
y se anunció definitivamente en el Concilio Vaticano II (Declaración «Nostra
Aetate» del 28 de octubre de 1965). La anticipación del «Mesías» (solo el
Anticristo puede entenderse con esta palabra), junto con los judaístas, se ha
convertido ahora en un movimiento amplio bajo la guía de los jerarcas apóstatas
y «teólogos» que ocupan los puestos más altos en todas las confesiones unidas
por el ecumenismo.
Las inesperadas
celebraciones, en los últimos años, de las fiestas judías de Hanuka y el futuro
encuentro de «Maquiach» (palabra hebrea que significa «Mesías») entre las
catedrales del Kremlin y la Plaza Roja de la antigua Tercera Roma, Moscú, no
parecen tan inesperadas en este contexto.
Como resultado
de la traición por parte de los ecumenistas, la valuación de nuestra edad como
postcristiana por parte de los judaistas parece bastante realista; y sus
declaraciones de que en el futuro solo pretenden permitir la existencia de un
cristianismo que demuestre su lealtad a ellos, no parecen ser demasiado
arrogantes.[22].
Los ecumenistas ahora tienen prisa de merecer este derecho a existir.
Innumerables
siervos y subordinados del enemigo de la humanidad están ahora inventando todo
tipo de venenos a partir de diversas mentiras y distorsiones de la Palabra de
Dios, para privar tanto a los hombres comunes como a los eruditos de su razón
y, «si fuera posible», para «engañar a los mismos elegidos» (Mateo 24, 24).
Ya en el siglo
pasado aparecieron alteraciones aparentemente inocentes en la Biblia para
niños. Al principio publicaban dibujos animados ilustrados con colores, ahora
producen dibujos animados, cómics y videojuegos, con lo que trivializan las
Escrituras e inculcan una idea primitiva y distorsionada al respecto.
En la segunda
mitad del siglo XX, la falta de respeto por la Biblia ha llegado a tal punto
que ha sido posible producir una variedad de «versiones» del Antiguo y el Nuevo
Testamento: para trabajadores, estudiantes, amas de casa, etc. En el capítulo X
de la presente obra analizamos la edición feminista de la Biblia, descarada por
su carácter blasfemo.
A finales de
1995, la Oxford University Press publicó otra traducción ecuménica del Nuevo
Testamento y los Salmos [23]
con la intención de satisfacer no solo a las feministas sino a todos aquellos
que, según el editor de esta traducción, podrían sentirse ofendidos por la
Palabra de Dios de alguna manera. No hace falta decir que «Dios Padre» ha sido
cambiado por algo sin precedentes tanto en la Iglesia del Antiguo como en el
Nuevo Testamento: «Dios Padre-Madre». Se omiten todas las expresiones en las
que se da preferencia a los padres en detrimento de las madres; cada vez que la
mención de un esposo bíblico va acompañada del nombre de su esposa, si es que
su nombre es conocido por los editores. Haciendo honor a la corrección política
actual, se suprimen pasajes «monárquicos» como «rey», «soberano», «señor»,
«gobernante» y el «reino de Dios» sustituyéndose por «el dominio de Dios».
En
consecuencia, los «esclavos» se han convertido en «personas esclavizadas»; los
padres ya no «disciplinan y castigan», sino que «guían» a sus hijos, a quienes
se les dice que «presten atención», en lugar de «obedecer» a sus padres.
Se eliminan
las referencias a la oscuridad como «mala» y a la luz como «buena», para no
ofender a las personas de color oscuro. También las referencias a los ciegos,
sordos y cojos se consideran insensibles y se sustituyen por expresiones
descriptivas. Ninguna persona zurda debe sentirse discriminada; la frase «mano
derecha de Dios» se sustituye por la «mano poderosa».
Uno solo
podría reírse de estos y otros absurdos similares, si tal burla de la Sagrada
Escritura no formara parte de un programa universal para la creación de la
«Nueva Era» y la «Nueva humanidad». Sin embargo, «cosa terrible es caer en
manos del Dios vivo» (Hebreos 10,31), y los blasfemos de la Palabra de Dios no
tienen motivos para despreocuparse. A ellos se dirigen las severas palabras del
Apocalipsis: «Porque testifico a todo hombre que escucha las palabras de la
profecía de este libro. Si alguien añade algo a estas cosas, Dios le añadirá
las plagas que están escritas en este libro. Y si alguien restara importancia a
las palabras del libro de esta profecía, Dios le quitará su parte del libro de
la vida, de la ciudad santa y de las cosas que están escritas en este libro»
(Apocalipsis 22,18-19).
Pero los
ecumenistas que tienen más dificultades de audición que los que condenaron a
Cristo a la crucifixión (los líderes y maestros israelitas) no escuchan las
advertencias del Señor, y la parábola sobre la cizaña (Mateo 13,24-30)
aparentemente les resultará incomprensible hasta el mismo día de la cosecha, el
Día del Terrible Juicio de Dios.
[1] La frase "el que ahora
deja" fue entendida unánimemente por los Padres como significando un
Monarca Ortodoxo.
[2] Nota de traductor – En griego el termino es “equiapóstoles”, que traducido
al español de manera literal es; igual a los apóstoles
[3] Cita de: Hieromonje Aleksy
(Makrinov), "Vklad S.-Peterburgskoi dukhovnoi akademii v razvitie
bibleistiki" (Contribución de la Academia Teológica de San Petersburgo al
Desarrollo de los Estudios Bíblicos). Colección Bogoslovskie trudy (Obras Teológicas),
Moscú, 1986, p. 205.
[4] Nota de traductor – En la sección Libros, y en el apartado Libros de
estudio de nuestro blog, hemos dejado a disposición del lector en versión pdf
el Volumen I de un libro erudito llamado La
judeización del cristianismo y la ruina de la civilización del profesor
Rivanera Carles, pese a conservar ciertos reparos en torno a las inclinaciones ideológicas
y religiosas del autor y algunos asuntos expuestos en la misma obra, la consideramos
de vital importancia (por su abundante documentación y rigor académico) para
entender el fenómeno de esta tergiversación de las Sagradas Escrituras que a
nuestro humilde entender, se dio de manera exponencial a partir del Renacimiento
y la Reforma.
[5] Ibíd., p. 206.
[6] Citado de: Archim. Seraphim
(Aleksiev), Archim. Sergius (Yazadzhiev), "Pochemu pravoslavnomu
khristianinu nel'zia byt' ekumenistom" (Por qué un Cristiano Ortodoxo No
Puede Ser Ecumenista), traducido del búlgaro).
[7] Ibíd., pág. 255.
[8] Hieromonje Aleksy (Makrinov).
Op. cit., pág. 206.
[9] En tiempos más recientes este
punto de vista fue pronunciado decisivamente en el Concilio Vaticano de 1870
por el arzobispo católico romano Joseph Strossmeier. Véase "Papstvo i ego
bor'ba s Pravoslaviem" (El papado y su lucha con la ortodoxia).
Strizhev-Centre, Moscú, 1993, pág. 21.
[10] Compárese "O kakom
soedinenii vsekh ma molimsia. Po povodu tret'ego prosheniia Velikoi
ektenii" (¿Por qué unión de todos estamos rezando? Sobre la tercera invocación
de la Gran Letanía).
[11] Citado de "Seti «obnovlennago pravoslaviia»" (Las redes de la "Ortodoxia renovada"), Russkii
Vestnik, Moscú, 1995, pág. 153. Véase también el arcipreste Lev Lebedev,
"Por qué me uní a la Iglesia Ortodoxa Rusa en el extranjero",
Montreal, 1991, pág. 22.
[12] "Seti «obnovlennago pravoslaviia», pág. 141
[13] San Juan Crisóstomo,
"Tvoreniia" (Obras). San Petersburgo, 1900, v. IV, libro 1, pág. 445.
[14] Durante muchos años los
evolucionistas-antropólogos habían puesto sus esperanzas en el llamado
"hombre de Piltdown", cuyos huesos han sido objeto de más de 500
tesis doctorales, hasta que finalmente estos huesos resultaron ser una
mistificación. (Véase Henry M. Morris, "Creation and the
Modern Christian". Moscú, 1993, pág. 125).
[15] Science,
vol. 224 (1984), págs. 58-61. Citado de: Ken Ham, Andrew Snelling, Carl Wiland,
"The Book Of Answers". Moscú, 1993, pág. 60. Aquellos que estén interesados en la evaluación
alternativa contemporánea de los problemas relacionados con la teoría de la
evolución, pueden consultar la bibliografía de las ediciones básicas del
Institute of Creationist Research en el libro de Henry M. Morris "Creation
and the Modern Christian", 1985 (traducción rusa 1993).
Nota
de traductor – También se puede consultar en inglés Genesis, Creation and Early Man: The Orthodox Christian Vision del
padre Serafin Rose y en español la charla numero 11 titulada Evolución del Curso de Supervivencia Ortodoxa también del padre Serafín Rose.
[16] New York Times, 19 de octubre
de 1980. Citado de: Henry M. Morris, "La creación y el cristiano
moderno". Moscú, 1993, pág. 77.
[17] Henry M. Morris, op. cit.,
pág. 48.
[18] “El discurso del Patriarca
Alejo II ante los rabinos de la ciudad de Nueva York del 13 de noviembre de
1991 y la herejía de los judaizantes”. Moscú 1992. Este libro de 296 páginas
contiene un análisis detallado del discurso del Patriarca Alejo II y una
recopilación de fuentes que tratan el problema planteado.
[19] Ibíd., pág. 8.
[20] A continuación se citan dos
noticias únicas que aparecieron en la prensa abierta: "La primera Consulta
Internacional de los Representantes de la Iglesia Ortodoxa y del Judaísmo tuvo
lugar del 21 al 24 de marzo de 1993 en la ciudad de Atenas bajo el patrocinio
de la Comisión Judía Internacional para la Consulta Interreligiosa y el
Patriarcado Ecuménico. Había 25 representantes de cada lado. Los Patriarcados
de Moscú y Constantinopla fueron los representantes más destacados de la
Iglesia Ortodoxa. También participaron los representantes de la Iglesia
Ortodoxa (Autocéfala - LP) en los EE.UU.
Dirigiéndose
a los participantes de la Consulta, el Patriarca Ecuménico, Bartolomé I,
expresó su esperanza de que esta reunión creara "un nuevo marco para la
renovación de las relaciones amistosas entre los cristianos ortodoxos y los
judíos que viven juntos bajo un mismo cielo en un mismo mundo". Hablando
en nombre del Congreso Judío Mundial, Leon Feldman informó que la Consulta tocó
una serie de problemas agudos, incluidos "problemas históricos de
antisemitismo", y también expresó su preocupación por el hecho de que la
liturgia (Los textos de la Iglesia Ortodoxa todavía contienen material
antijudío. Russkyi Pastyr, San Francisco, 1993, No. 16, pp. 35-36.)
Es
significativo que esta reunión "histórica" no haya sido reportada
ni por la prensa religiosa ni por laica en Grecia y Rusia. Se conoció,
principalmente, por los periódicos judíos, en concreto por el periódico
publicado en Melbourne (ibid. p. 35).
Un año después, el Times informó que "el arzobispo Gregorio de Tiatira y Gran Bretaña (del Patriarcado de Constantinopla), presidente conjunto del Consejo de Cristianos y Judíos, había abierto el Centro de Diálogo Interreligioso que lleva el nombre de Leopold Mueller en el Centro Sternberg del Judaísmo en Finchley" (Times, 1 de mayo de 1994. Citado de: Russkiy Pastyr, 1994, No. 19, p. 44).
[21] Véase el informe de NF
Stepanov "Acercamiento judeo-católico y las perspectivas posteriores de
una mayor evolución del Movimiento Ecuménico". Actas del Segundo Concilio
de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Exterior. Belgrado, 1939, págs. 492-556.
[22] Cabe destacar el libro del
conocido erudito hebraísta, el rabino Prof. Elier Berkowitz "La fe después
de la catástrofe", publicado por el Instituto de Publicaciones sobre los
Problemas del Judaísmo para Repatriados (establecido por la Sección de Judaísmo
del Departamento de Educación y Cultura y el Departamento de Religiones, en
cooperación con el Instituto Memorial de Cultura Hebrea, Nueva York). Publicado
por Amaze (en ruso),Jerusalén, 1990.
Muchos
conceptos del judaísmo oficial expresados en el libro del profesor Berkowitz
deberían tener un efecto aleccionador en los ecumenistas. Pero, obviamente,
prefieren no notar nada. Nos limitaremos a algunas citas características:
"La
acusación (a los judíos -LP) de matar a Cristo es una vergüenza para el
cristianismo. No será blanqueada hasta que la Iglesia retire completamente sus
acusaciones" (p. 22).
"El
ecumenismo tiene una relación directa con los judíos, en la medida en que
también ellos fueron invitados a participar en la "Iglesia universal"
en aras de la herencia religiosa común. Es interesante, sin embargo, que esta
invitación se extendió en un momento en que la era cristiana estaba entrando en
su período de decadencia" (p. 32).
"¿Cómo
deben considerar los judíos al cristianismo en la era postcristiana? En primer
lugar, estamos obligados a asegurarnos de que ahora, efectivamente, el
cristianismo está en decadencia" (p. 34).
“Hemos
sobrevivido al cristianismo... Sólo nuestra experiencia, la experiencia del
pueblo eterno demuestra el fracaso total de la civilización y la religión
cristianas” (p. 35).
“Por
el momento, un diálogo honesto con el cristianismo es emocionalmente imposible
para el judaísmo en su conjunto... Esto, tal vez, depende enteramente de la
conducta posterior de los cristianos” (p. 37).
“Lo
que se suele llamar la tradición judeo-cristiana existe sólo en la imaginación
de los cristianos y los ateos” (p. 37).
“Todo
lo que no es judío en el cristianismo es inaceptable para los judíos... Muchos
piensan que al menos el Antiguo Testamento es común para judíos y cristianos.
Esto es un profundo error... Después de todo, el Dios de Abraham no tiene nada
en común con la divinidad trina de los cristianos” (p. 38).
[23] Véase Wall Street Journal,
3.9.1995.