lunes, 5 de agosto de 2024

CURSO DE SUPERVIVENCIA ORTODOXA; EL RENACIMIENTO. Parte III

 padre Serafín Rose



La creación de Adán de Miguel Angel; hay quien ha querido ver en la imagen del Dios padre junto con sus ángeles, la figura del cerebro humano, como si el autor nos quisiera decir que el don divino no proviene de Dios sino del hombre; el presupuesto fundamental del Antropocentrismo que inició el Renacimiento. 

La vida del santo que acabamos de escuchar, San Pablo de Obnora.[i] Nos da una visión de una civilización que es exactamente lo opuesto a la civilización que estamos estudiando ahora. La civilización occidental desde el cisma, desde la Edad Media. En las civilizaciones ortodoxas tradicionales como la de Rusia, se repiten eventos muy similares, es decir; hay invasiones bárbaras, los monasterios pueden ser devastados, la vida monástica en un momento florece, en otro se relaja, y luego vuelve a florecer, surgen santos, el diablo ataca constantemente, hay invasiones desde fuera, y todo esto sucede sin perturbar la armonía y el equilibrio básicos de la civilización. Lo mismo ocurre en Bizancio, lo mismo ocurre en Occidente antes del período del Cisma.

Imagen de san Pablo de Obnora

 

No hay nada que podamos llamar “nuevo”, porque una vez que el cristianismo ha sido proclamado, una vez que Cristo vino y estableció su Iglesia, no hay nada más que pueda ser nuevo. Esta es la preparación para el fin del mundo, y las personas que están penetradas por los principios de la tradición ortodoxa no esperan nada nuevo en este mundo.

En Occidente, por otro lado, comenzando ya como vimos en la última conferencia, con la Alta Edad Media, con la escolástica Francisco de Asís. Joaquín de Fiore, el elemento del romance entrando en la religión, las nuevas ideas políticas; ya existe la idea de que hay algo nuevo que está sucediendo. El cristianismo está siendo mejorado. Hay una búsqueda de algún tipo de nuevo cristianismo, aunque aún no usen esa palabra, y este énfasis se incrementa en el periodo que estudiaremos ahora: El Renacimiento, el periodo después de la Edad Media, entre aproximadamente los años 1300 a 1600. Encontraremos en este periodo que lo que comenzó en la Edad Media ya se está convirtiendo en una epidemia. Y hay cosas que suceden que son totalmente nuevas en la historia de la humanidad. O, si existieron antes, ahora alcanzan algún tipo de nivel completamente nuevo.

El propósito de estas conferencias, es decir, por qué deberíamos estudiar el desarrollo de la mentalidad moderna, es para que podamos entender por qué el mundo es como es hoy, ver las influencias que han moldeado nuestras mentes, estudiar el desarrollo de la mentalidad moderna con el fin de que seamos ortodoxos al oponernos a todas las ideas engañosas, a toda influencia deformadora en nuestras mentes, y comprendiendo cuál es la genuina mentalidad ortodoxa y la genuina enseñanza ortodoxa.

Por desgracia, el final de esta época moderna, que tiene su origen en el Cisma, ha engendrado una generación de hombres ignorantes del pasado; de modo que aquel que desconoce lo que es su pasado se vuelve fácilmente presa de un ambiente edificado sobre una filosofía anticristiana. Esto le sucede por medio de todas las cosas que constituyen la vida en torno suyo, y estamos tratando de entender esas cosas que están a nuestro alrededor en la vida desde un ángulo filosófico más profundo, de tal modo que incluso la música en el supermercado puede ser vista como un fenómeno filosófico. Tras esa música hay una intención: producir en nosotros un sentimiento que nos aparte de Cristo.

Y así el propósito de este estudio es la autodefensa ortodoxa. Todo este curso es un examen de la historia moderna desde el punto de vista de la Ortodoxia. Lo cual es una forma bastante novedosa de hacerlo, porque todos los libros de historia están escritos desde otros puntos de vista. Ya sea que comiencen con la idea de que hay una Edad Oscura y luego una época moderna “ilustrada”, donde todo se analiza desde el punto de vista del mundo moderno, ilustrado y científico. O bien existe otra escuela de pensamiento que sostiene que el cristianismo católico es el estándar, y que el siglo XIII representa el apogeo de la historia, después del cual todo constituye una caída. Y también hay otras perspectivas.

Nuestra perspectiva, sin embargo, es ortodoxa. Y desde el punto de vista ortodoxo, debemos decir que el periodo del Renacimiento es, en realidad, mucho menos significativo que el de la Edad Media. Durante el Renacimiento asistimos a los cambios y diferencias más espectaculares respecto del antiguo cristianismo. Pero los grandes cambios que condujeron al Renacimiento y luego al fenómeno moderno tuvieron lugar, como vimos en la última lección, en el período inmediatamente posterior al Cisma.

Después de esto, todo lo demás se convierte en una deducción lógica de ese primer cambio. Porque una vez que la Ortodoxia ha sido dejada atrás, no queda sino el desarrollo de los nuevos principios que entraron en juego. Todos los principios que tienen su origen en la Edad Media se desarrollarán hasta el presente. Desde este punto de vista, las fuerzas que modelan la historia hoy son las mismas que las del siglo XIII, solo que ahora se encuentran en una forma más avanzada.

Al finalizar la Edad Media comienza el Renacimiento, concebido como el resurgir de la Antigüedad. Es la época del Humanismo, y se ve ya con nitidez cuál en que se fundamenta esta nueva época.

Vimos que el periodo de la Edad Media estaba dominado por la escolástica, es decir, la razón que se vuelve autónoma[ii], la razón que se coloca por encima de la fe, y esta razón como Kireyevsky vio muy bien en el siglo XIX cuando criticaba a Occidente desde el punto de vista ortodoxo se volvió muy rápidamente en contra del cristianismo. Primero se suponía que debía ser la sierva de la fe y servir al cristianismo, demostrar todos los dogmas de la fe y también probar muchas otras cosas que se fundaban en la autoridad: la autoridad tanto de la Escritura, de algunos Padres antiguos sobre todo Agustín , como de Aristóteles, ya que se creía que Aristóteles tenía la visión versión de la naturaleza.

Pero en la era del Renacimiento, esta razón se volvió contra la religión. Porque si es autónoma, puede desarrollar sus principios, y no hay motivo por la cual deba estar ligada a contenido religioso. Y también vimos en la Edad Media que los grandes movimientos Francisco y Joaquín eran de carácter muy monástico y orientados al ascetismo. En el Renacimiento surgió una reacción vehemente en contra de estas corrientes. El contexto en el que aparecieron estas nuevas ideas había cambiado. Como resultado, la gente ya no estaba interesada ni en el monaquismo ni en que la razón sirviera a la teología, porque el interés sobre el mundo ya se había despertado.

En consecuencia, era lógico que durante este período el hombre occidental se distanciara de la Iglesia y recurriera a la herencia de la Grecia y la Roma paganas, cuyos vestigios arquitectónicos estaban presentes en todo Occidente, y particularmente en Italia.

Por tanto, era natural que en este tiempo el hombre occidental se apartara de la Iglesia y se volviera hacia la Grecia y Roma paganas, cuyos monumentos poblaban todo el Occidente y, sobre todo, Italia. Un autor incluso dijo que fue en aquella época cuando la Grecia y la Roma paganas se vengaron en contra el cristianismo, ya que este ultimo las había derrotado.  La antigua civilización pagana, que situaba al hombre por encima de todo, había sido derrotada por el cristianismo; más cuando la razón se volvió contra el cristianismo, este paganismo ancestral cobró revancha al unirse con la razón. A su vez, ese paganismo dio un fuerte empuje al ideal de un secularismo completo.

Así que el ideal del Renacimiento es el ideal del hombre natural y también de una religión natural, que es comprensible para la razón sin ninguna revelación especial. Uno de los grandes humanistas del norte, Erasmo, encontró en Grecia es decir, en la antigua Grecia pagana lo que él llamó la “filosofía de Cristo”. Refiriéndose a los antiguos griegos escribía: “Cuando leo ciertos pasajes de estos hombres sabios, apenas puedo contenerme de no decir: «¡San Sócrates, ruega por mí!»”.[iii]  Por supuesto, lo más probable es que él no rezara a los santos y tampoco rezara a Sócrates. Lo que quiere decir es lo siguiente: esos paganos comienzan a ocupar el lugar de los santos.

Fue en esta época que se descubrió al hombre y estalló un interés por el individuo. Hay un muy buen libro sobre el tema del Renacimiento en Italia escrito por Jacob Burckhardt, un erudito del siglo XIX. Por cierto, hay bastantes eruditos buenos en el siglo XIX y principios del siglo que estudiaron sus áreas en profundidad, cosa que rara vez sucede hoy en día. Incluso pese a que su enfoque sea bastante agnóstico o incluso ateo, dada la profundidad con la que tratan sus materias, a uno le resulta muy claro que es lo que está pasando. Y él [Burckhardt] analiza muchas de las ideas que eran predominantes en la Italia que fue el primer lugar del Renacimiento de aquel período, y que después se extendieron hacia el norte…

 

Fama

 

Por ejemplo, tiene un capítulo sobre la idea moderna de la fama, que surge ahora por primera vez, es decir, desde la Antigüedad. Observa, ante todo, que incluso Dante, que comparte todavía algo con la Edad Media, es la primera persona que se encuentra visiblemente en busca de la fama. Dice: «se esforzó por la corona del poeta con todo el poder de su alma, como publicista y hombre de letras, enfatizó el hecho de que lo que hizo era nuevo, y que deseaba no sólo ser, sino ser estimado como el primero en su propio ámbito»[iv].

Más tarde hubo otro, de mayor edad, un «contemporáneo de Dante, Albertinus Musatus o Musatus, que fue coronado poeta en Padua por el obispo y rector. Disfrutó de una fama que poco menos que se acercaba a la deificación. Cada día de Navidad, los doctores y estudiantes de ambos colegios en la universidad venían en una procesión solemne ante su casa con trompetas y al parecer con velas encendidas para saludarlo y traerle regalos, su reputación duró hasta que en 1318 cayó en desgracia…»[v]

«Del nuevo incienso, que antes sólo se dedicaba a los santos y los héroes, también disfrutó Petrarca, quien a su edad tardía llegaría a autoconvencerse de lo muy molesta que le resultaba la fama.»[vi] 

Resulta obvio que se trata de la forma más inferior de mundanidad: la ambición de ser venerado en el presente y de ser recordado por la posteridad…

 

«Junto a semejantes medidas para garantizar externamente la gloria, se descorre aquí y allá la cortina, y descubrimos entonces, en su pavoneo y verdadera expresión, la ambición más colosal y la más increíble sed de grandeza, prescindiendo del objeto y del éxito mismos. Así, Maquiavelo, en el prólogo a sus Historias florentinas, censura a sus predecesores (Lionardo Aretino, Poggio) por el silencio, demasiado discreto que guardaron en cuanto refería a los partidos de la ciudad. “Se equivocaron en muy gran medida, demostrando con ello que lucían poco la humana ambición y su avidez de perpetuar la fama de su nombre. ¡Cuántos que no pudieron destacarse por nada loable intentaron hacerlo por la ignominia! ¡No consideraron aquellos escritores que la acción que tiene grandeza, como ocurre en los actos de los monarcas y de las naciones! Parece traer más gloria que culpa, cualesquiera que sean su índole y su desenlace”. En ocasión de más de una empresa sorprendente y terrible, se nos da como motivo, en ecuánimes historiadores, el deseo ardiente de consumar algo grande y memorable. Se revela aquí, no una mera degeneración de la vanidad común, sino algo realmente demoníaco, es decir: una falta de libertad en la decisión, unida al apelar a recursos extremos, sin que importe el éxito mismo como tal.»[vii]

Este es de un agnóstico escribiendo, cuando habla de lo “demoníaco”, se refiere a algo que trasciende y escapa a la comprensión de los motivos humanos.

«Algo demoníaco que implica una rendición de la voluntad, el uso de cualquier medio por atroz que sea, e incluso una indiferencia al éxito mismo. En este sentido, por ejemplo, Maquiavelo concibió el carácter de Stefano Porcaro. De los asesinos de Galeazzo María Esforza y el asesinato del duque Alessandro de Florencia, se atribuye por el propio Barchi a la sed de fama que atormentaba al asesino Lorenzino de Medici.»[viii]

Por supuesto, conocemos la historia al menos en parte de los principados italianos de este período, con los infames Médici, que incluso tuvieron papas entre ellos, envenenándose unos a otros y exterminando a otras familias, en medio de esas tremendas rivalidades. Hubo incluso un cierto Lorenzino que «meditaba sobre un hecho cuya novedad hará que su desgracia sea olvidada. Y estaba en algún tipo de desgracia, y él termina asesinando a su pariente y príncipe. Estas son características de esta época de pasiones y fuerzas exageradas y desesperadas.»[ix]

Y por supuesto, vemos en nuestros propios tiempos personas que están asesinando presidentes. Son fracasados en la vida. Quieren de alguna manera hacerse conocidos. Incluso si tienen que ir a prisión, o ser asesinados por ello, con la idea de que de alguna manera serán inmortalizados, recordados incluso por algún tipo de hecho infame. Porque ya no creen en la inmortalidad del alma.

Pero esta actitud de exaltarse a sí mismo, que aparece también en la vida de Benvenuto Cellini un aventurero que andaba por todas partes haciendo de todo para hacerse famoso , proviene directamente de la Edad Media. Proviene de lo que vimos ayer, en la última conferencia: la preocupación de Francisco de Asís consigo mismo, de autocomplacencia acompañada por toda clase de gestos dramáticos para demostrar lo santo que era. Al transformarse el espíritu de la época, ese mismo impulso degeneró en una autoexaltación mundana, con caracteres sumamente vulgares.

Esto está extremadamente alejado de la Ortodoxia, donde los pintores de íconos ni siquiera firman sus nombres. Y no es solo una cuestión de completo anonimato, después de todo, a veces se pueden encontrar oraciones firmadas en los libros eclesiásticos, por ejemplo: «esto fue escrito por cierto monje Germán»; sino es la falta de deseo de mostrarse a uno mismo como un gran poeta, escritor o pintor de íconos que coloca su nombre con motivo de deslumbrar a sus coetáneos. El creador solo se integra en la tradición y la transmite tal como ha sido hasta entonces.

Ahora hay un deseo entre los artistas de hacerse de un nombre. Esta tendencia adquirió en el siglo XX acentos ridículos. Como podemos ver, en la actualidad la mayoría de estos artistas no tienen talento. Creen que si arrojan pintura sobre un lienzo, de la manera más violenta posible, lograrán convertirse en alguien. Se trata de algo muy profundo, pues tiene un trasfondo filosófico e incluso teológico. En la cosmovisión tradicional ortodoxa, se empieza desde la revelación, la tradición, por lo que nos ha sido transmitido por los Padres y, en última instancia, por Dios. Y si le preguntas a alguien cómo sabe algo, te dirá: «Lo sé porque así es como Dios lo creó, así es como los Santos Padres nos lo transmitieron, así dicen las Sagradas Escrituras, y esa es la autoridad.»

En la nueva era hay un deseo de hacer algo más, algún tipo de nueva idea de certeza, y así un poco después de este periodo viene el filósofo Descartes, quien es el primer filósofo moderno, y basa toda su filosofía en una cosa. «Pienso luego existo». Todas las cosas que conocemos como seguras se basan, según él, en esta primera intuición. Es lo único que sabemos con certeza. Porque los sentidos pueden estar equivocados, podemos tener revelaciones falsas, pero uno sabe con certeza que «Yo existo». Esto muestra cómo esta preocupación por el Yo se convierte ya en el principio teológico primordial, que más tarde alcanzará un desarrollo asombroso.

 

 

Superstición

 

Es raro que se note, porque cuando pensamos en el Renacimiento, los libros suelen decir que esta es la edad, el comienzo de la ilustración moderna , cuando las supersticiones de la Edad Media y la Edad Oscura, comienzan a ser dejadas de lado. Entonces, rara vez notamos que lo característico de este período es el incremento en la superstición. Esta es la gran era de la astrología, de la cual Nostradamus es su máximo exponente, de la alquimia, Paracelso y otros, y de la brujería y la hechicería.

Burckhardt tiene una cita sobre este tema también. En su capítulo, «Influencia de la antigua superstición». Donde dice:

«La Antigüedad ejerció una influencia peligrosa, impartió al Renacimiento sus propias formas de superstición. Algunos fragmentos de esto habían sobrevivido en Italia durante toda la Edad Media. Y la resucitación de todo esto fue así mucho más fácil.»[x] Pero fue en este período del Renacimiento que realmente salió a la luz.

«Al comienzo del siglo XIII, esta superstición de la astrología, que había florecido en la Antigüedad, apareció de repente en primer plano de la vida italiana»

Siglo XIII es decir, este mismo período de la Alta Edad Media. «El emperador Federico II llevaba siempre consigo a su astrólogo Teodoro, y Ezzelino da Romano a todo un séquito de estos personajes, espléndidamente pagados, entre ellos el famoso Guido Bonatto y el barbudo sarraceno Pablo de Bagdad. Para todas las empresas de importancia se hacía fijar por ellos el día y la hora, y de la enormidad de atrocidades por él cometidas habría que cargar muchas a cuenta de la deducción lógica de los vaticinios de sus astrólogos. A partir de entonces, nadie en Italia se avergonzó ya de consultar las estrellas.»[xi]

Y debe notarse que en la Ortodoxia los Padres están muy en contra de esto «A partir de entonces, nadie en Italia se avergonzó ya de consultar las estrellas. No sólo lo hacían los príncipes: los municipios tenían astrólogos a sueldo fijo, y en las universidades de los siglos XIV al XVI profesaban cien maestros especiales esta vana ciencia, al lado de verdaderos astrónomos. Era bien sabido que Agustín y otros padres de la Iglesia habían combatido la astrología, pero sus nociones anticuadas eran desestimadas con fácil desprecio.»

Es decir, ya no hay una autoridad en los Padres porque están buscando algún tipo de nueva religión.  

«Los papas, en su mayoría, admitían tales prácticas abiertamente. Pío II constituyó una hermosa excepción, ciertamente, lo mismo en esto que en su desdén hacia todo lo que fuese interpretación de sueños, encantamientos y prodigios; pero el propio León X consideraba una gloria de su pontificado el que en él hubiese florecido la astrología. Pablo III no convocó ningún consistorio sin que los escrutadores de las estrellas hubiesen señalado antes la hora.»[xii]

«Por de pronto, a todos los vástagos de familias distinguidas se les hacía el horóscopo, dando esto lugar en ocasiones a que algunos se pasaran media vida bajo la coacción de vaticinios que no se cumplían. Para todas las decisiones importantes de los poderosos se consultaban, además, las estrellas, siendo del mayor interés la hora a la que se debía empezar. De esta consulta dependían los viajes de los príncipes, las recepciones de embajadores y la colocación de la primera piedra de las grandes obras arquitectónicas dependían de la “respuesta” de los astrólogos»[xiii]

Uno podría preguntarse por qué estas supersticiones o pseudo-ciencias empezaron a multiplicarse en aquel período. La respuesta es la siguiente: cuando la tradición ortodoxa es la predominante, hay un verdadero conocimiento del bien y del mal, un discernimiento de las fuerzas del mal y de la manera en que actúan, así como un criterio que permite distinguirlas. Pero cuando este criterio es abandonado, cuando la gente empieza a hacerse a la idea de que surge un nuevo criterio, entonces se crea una brecha para que la ignorancia y la superstición florezcan. Hablaremos más tarde sobre el problema de la superstición en nuestros tiempos, que de ningún modo es tan simple como la gente cree. Observaremos, por ejemplo, la relación tan interesante entre el socialismo y el espiritismo.

 

Reforma protestante

 

El segundo gran movimiento de este período del Renacimiento, tal como suele ser interpretado por los historiadores, es la Reforma protestante. Esta solo se diferencia exteriormente del humanismo; en lo esencial forma parte del mismo movimiento. De igual forma se trata de la razón que al arremeter en contra de la escolástica trata de idear un cristianismo cuya simpleza le permita a cualquier creyente el interpretarlo por si mismo. Este espíritu fue, el que destruiría más adelante – como muy bien lo dice Kireyevski – al propio protestantismo. Un hombre perspicaz – dice Kireyevski – podría ver a la escolástica detrás de Lutero y a Lutero detrás de los cristianos liberales modernos.[xiv]

El propio Lutero fue, probablemente, alguien a quien catalogaríamos – sobre todo a la luz de sus últimos años de vida – como un fanático obtuso; pero, aun así, él abrió las puertas al subjetivismo total en materia de religión, y por lo tanto nos ofrece la clave para interpretar la época contemporánea, pues el individuo mismo – lo que yo creo, lo que yo creo que tiene derecho a ser escuchado – pasa a ser el criterio. Él mismo finalmente alcanzó a formular algún tipo de sistema dogmático y trató de imponerlo a sus seguidores. Pero la idea por la cuál él luchó fue que cada individuo fuera su propio intérprete; por lo tanto, de él provienen las sectas.

Las guerras religiosas que comenzaron en este período surgieron porque ahora había dos religiones: primero Lutero, que en la década de 1520 se separó y ya contaba con una organización aparte, y luego Calvino y los demás protestantes. Y así comenzaron a enfrentarse con los príncipes católicos. De este modo estallaron las guerras religiosas del siglo XVI, que en realidad no concluyeron hasta mediados del siglo XVII.

Estas guerras son en sí mismas bastante poco importantes; su principal resultado fue desacreditar por completo a la religión y conducir, en el siguiente período histórico – que discutiremos en la próxima lección –, a la búsqueda de una nueva religión más allá de cualquier tipo de cristianismo, lo cual marca el comienzo de la masonería moderna.

Tanto el Humanismo como el Protestantismo continúan la labor de la Escolástica y de Francisco de Asís; la búsqueda de mejorar la Ortodoxia, de mejorar el cristianismo tal como nos ha sido transmitido por la tradición. Así pues, continúan la obra del Gran Inquisidor de Dostoievski. Tanto el humanismo como el protestantismo son etapas en el proceso de destrucción de la visión cristiana del mundo. Más adelante vendrán etapas aún más avanzadas.

Ciencia

 

 

Ni el Renacimiento ni la Reforma, aunque son los movimientos más espectaculares de este período, son en realidad los más relevantes. Ambos continúan la obra de destrucción del cristianismo ortodoxo iniciada en la Edad Media.
Los dos se interpusieron en el camino de la transformación principal de esta época: que fue la del ascenso de la visión científica moderna del mundo. El humanismo se interpuso en su camino, porque estaba preocupado con los textos antiguos, y estaba convencido de que los antiguos eran más sabios que los modernos, y el protestantismo se interpuso en el camino de la ciencia por su estrecho dogmatismo. Es el surgimiento de la nueva ciencia lo que es nuevo e importante en este periodo, lo que tendrá grandes consecuencias para los siglos futuros.

La ciencia se volvió importante en este periodo porque el hombre, al ser liberado de la tradición ortodoxa, dirigió su atención al mundo exterior. Esta atención al mundo exterior a veces tomó formas notoriamente paganas e inmorales. Pero este interés mundano también se expresó en el surgimiento de la industria y el capitalismo y en el movimiento de exploración, el descubrimiento de América y, de más, estos movimientos que cambiarían la faz de la Tierra en los siglos futuros. Se podría decir que esto es como una suerte de levadura de mundanidad, que penetraría en todo el mundo y daría el tono al mundo de la época actual: un mundo al que le falta por completo el sentido ortodoxo tradicional del temor de Dios y que, en realidad, está poseído por la trivialidad.

El protestantismo esta impregnado de ese espíritu que se puede observar al mirar el comportamiento de cualquier ministro protestante y compararlo con el comportamiento de un sacerdote ortodoxo. El sacerdote católico también tiene este mismo espíritu mundano; incluso los sacerdotes ortodoxos que pierden el sabor de la Ortodoxia caen, a su vez, en esa disposición frívola, ligera, abigarrada y moderna que representa la influencia de lo mundano que hace posible algo como Disneyland y todas esas cosas, que cualquier persona sensata de la Edad Media o del Renacimiento – y, sobre todo, de una civilización cristiana ortodoxa tradicional – habría considerado una suerte de locura.

Se trata del descubrimiento de un nuevo camino hacia el conocimiento y la verdad. Pero, en realidad, es un nuevo escolasticismo: el método científico sustituye al método escolástico como medio para alcanzar la verdad. Y al igual que la escolástica lleva la pérdida de todas las verdades que no encajan en su marco, que es muy rígido y estrecho.

Resulta extremadamente interesante que la ciencia moderna haya nacido de un supuesto “misticismo”, tal como el socialismo, que como veremos más adelante nació de una especie de misticismo. El platonismo y el pitagorismo – principales representantes de esta concepción mística y resurgidos al calor de un renovado interés por los estudios del mundo antiguo – trasmitían la creencia de que el mundo está ordenado conforme al número.

La filosofía – el sistema de Pitágoras en específico – se basa en que el orden armonioso de los números haya su correspondencia con el mundo externo, y vemos como en el mundo moderno la unión de las matemáticas con la observación ha cambiado de hecho la faz de la tierra. Porque es cierto que el mundo está ordenado según el número. Pero esto al principio sólo se conocía vagamente y fue precisamente esa fe de los pitagóricos y de los platónicos – la de que los números guardaban correspondencia con la realidad – unida a la indagación de los misterios de la naturaleza, la que llevó a los descubrimientos que transformaron la visión del mundo.

La ciencia moderna también nació de los experimentos de los alquimistas platónicos, los astrólogos y los magos. El espíritu subyacente en esta nueva concepción científica del mundo es el espíritu de Fausto, es decir, el de la magia, cuya presencia se manifiesta de manera clara en el trasfondo de la ciencia contemporánea. El descubrimiento de hecho de la energía atómica habría deleitado mucho a los alquimistas del Renacimiento. Estaban buscando exactamente un poder como ese.

El objetivo de la ciencia moderna es el poder sobre la naturaleza, y Descartes, quien formuló la visión mecanicista-científica del mundo, dijo que el hombre debe convertirse en el amo y poseedor de la naturaleza. Debe notarse que esta es una fe religiosa que toma el lugar de la fe cristiana.

Incluso el racionalista Descartes que dijo que toda la naturaleza no es más que una gran maquinaria y dio lugar a la perspectiva científica-mecanicista que predomina, incluso hoy en día, en la investigación científica, él mismo en juventud, tuvo sueños y visiones extrañas. Después de haber concebido su nueva ciencia, tuvo una visión del “ángel de la verdad”; este ángel le ordenó confiar en su nueva ciencia, pues esta le otorgaría todo el conocimiento.
Y ese conocimiento, por supuesto, tenía por objetivo hacer del hombre el dueño y poseedor de la naturaleza. Esta naturaleza religiosa de la fe científica puede verse hoy cuando su colapso, a pesar de haber sido dominante en los últimos siglos, lleva a una nueva crisis en la religión. Porque el hombre ahora se pregunta en qué puede uno creer, si incluso la ciencia, que se supone que es la certeza definitiva, no da certeza alguna. Y así nacen nuevas filosofías irracionales junto con el deseo de creer en nuevos dioses.

Esta visión científica del mundo, que ahora se está desmoronando, está produciendo esta inquietud que hoy sentimos en el aire. Y un número de personas, movidas por esta inquietud, se está acercando ahora a la Ortodoxia.
De hecho, esa es la situación de muchos de nuestros conversos. Y es muy importante, por lo tanto, ya que estamos tratando de defendernos contra filosofías falsas. Entender que, si al llegar a la ortodoxia no entendemos completamente la visión del mundo ortodoxa, y entramos en ella, nos convertiremos en peones de estas nuevas filosofías irracionales que tomarán el lugar de la fe científica.

Los textos científicos del período del Renacimiento están llenos de misticismo platónico y pseudo-cristiano, junto con la convicción de que el misterio del universo, ahora está siendo descubierto. Porque antes de la Edad Media en tiempos cristianos tradicionales en Bizancio, en Occidente antes del cisma, en Rusia y otras civilizaciones ortodoxas, no había deseo de desentrañar el misterio del universo, porque teníamos el conocimiento suficiente de Dios para la salvación. Y sabíamos qué era el universo; solo que hay diversos aspectos de él que no comprendemos. Sabemos lo suficiente para salvar nuestras almas. El resto pertenece al ámbito de la magia, la alquimia y otras ciencias oscuras. Pero ahora, en el Renacimiento, la fe cristiana es rechazada y el interés religioso se proyecta hacia el mundo.
Y vemos, así, el triunfo de la idea de que existe un “misterio del universo”, una idea que comparten muchos científicos modernos.

En la actualidad el conocimiento científico se siente como un peso casi intolerable sobre los hombres, y muchas personas sienten que el surgimiento de la ciencia moderna tiene como objetivo último llevar a la humanidad a la esclavitud total. Incluso hoy, hay profesores serios en universidades estadounidenses que enseñan la idea de que el hombre está completamente sometido al determinismo y que los científicos deben gobernar el futuro. Que se puede poner una especie de calculadora en el bolsillo, conectarla al cerebro, y cada vez que alguien realiza un acto que es antisocial, contra lo que los líderes quieren, recibirán un impulso del cerebro que les dará tal dolor que dejarán de actuar en contra de la sociedad.

—     Estudiante: está hablando de Skinner.

Padre Serafín Rose:  Skinner y esas personas.

Y así esta fe científica este conocimiento científico se siente muy frío y pesado hoy en día. Y por lo tanto es muy interesante entender cómo es que se sentían los primeros científicos; los que estaban descubriendo la nueva visión científica. Y hubo algunos en ese momento que sintieron una exaltación misteriosa en esta nueva religión de la ciencia.

Un muy buen ejemplo de esto es el astrónomo y filósofo Giordano Bruno, quien fue uno de los típicos vagabundos de los tiempos modernos. Era un monje dominico que huyó de su monasterio. Fue al norte, conoció a Lutero. Estaba muy atraído por el luteranismo, luego por el calvinismo, luego se desilusionó, fue excomulgado por Lutero, fue excomulgado por Calvino, fue a Inglaterra y se enamoró de la reina Isabel, y luego descubrió que no era tan popular y maldijo a Oxford. Luego fue a Francia y el rey lo invitó allí a dar conferencias. Tenía técnicas especiales en el entrenamiento de la memoria, que la gente pensaba que eran algo cercano a la magia. Pero también estaba enseñando la nueva astronomía. Es decir, fue uno de los primeros seguidores de la teoría copernicana, pero en ningún lugar encontró algún tipo de descanso. Estaba lleno de este espíritu inquieto de la época, pero en ningún lugar encontró paz.

Pero él fue uno que sintió las consecuencias de la revolución copernicana, de la cual hablaremos en un minuto. Es decir, el hecho de que la tierra gira alrededor del sol y no el sol alrededor de la tierra fue para él un descubrimiento definitivo que tuvo consecuencias religiosas. Dijo como resultado de esto. «El hombre no es más que una hormiga en presencia del infinito, y una estrella no es más que un hombre»[xv].

Eso es un sentimiento muy contemporáneo en el que el hombre se siente como perdido en la inmensidad del espacio. Pero él no lo sintió como algo frío. Hoy pensamos en el universo como un espacio sobrecogedor y frío en el que el hombre se pierde; él no creía esto, porque veía a Dios en todas partes, o mejor dicho, su concepción de Dios. Decía que la naturaleza es una manifestación de Dios en las cosas. Poseía una especie de panteísmo místico y afirmaba que la materia es divina, y que el Dios que el hombre había perdido al rechazar la cosmovisión ortodoxa ahora se manifiesta en la materia.

Veía a Dios en toda la vida del universo y creía que incluso los planetas estaban vivos quizá no dotados de inteligencia personal, sino con algún tipo de vida que brillaba a través de esas estrellas y de esas criaturas. Y tal vez con esto no esté tan lejos de Francisco de Asís.

Cuando la Tierra es desplazada del centro de las cosas, vio, o pensó que vio, desaparecer todos los límites. Creía que el universo es infinito, hay un número infinito de mundos y un número infinito de inteligencias en estos mundos. Otros tipos de humanidad. Estas ideas que intrigan mucho a las personas modernas.

Según él conocer la naturaleza es conocer a Dios. Cada avance en la ciencia y el conocimiento de la naturaleza es una nueva revelación, es decir, algo religioso. Él mismo dijo que se sentía atraído por la oscuridad de lo desconocido de la misma manera que una polilla es atraída por la llama que la devora. Y él con eso, profetizó sin saberlo su propio fin, porque fue arrestado por la Inquisición y quemado en la hoguera como hereje. Sin embargo, murió como un mártir: permaneció muy sereno y declaró que no cambiaría sus convicciones, creyendo de verdad en aquello en lo que creía.

Más tarde fue casi totalmente olvidado hasta alrededor de 1870, cuando sus escritos comenzaron a ser publicados. Y ahora se está volviendo más y más conocido. Se publicaron libros en inglés sobre él y se construyó un pilar en Roma en el lugar donde estaba su pira.

Este misticismo de la naturaleza, que él profesaba en los albores de la ciencia moderna, resulta muy interesante, porque halla su eco en una nueva forma de misticismo científico que surge hoy, cuando la cosmovisión científica se ha derrumbado o se aproxima a su fin: el llamado “misticismo” de Teilhard de Chardin, sobre el cual nos detendremos en un capítulo posterior.

 

La Revolución Copernicana

 

El momento clave en el ascenso al poder de la fe científica, la visión científica del mundo, es la llamada Revolución Copernicana.

Giordano Bruno murió en 1600. Copérnico murió en 1543, y su libro salió en el año de su muerte, 1543[xvi]. Antes de este tiempo, la astronomía medieval y la astronomía de tiempos antiguos se habían basado en la teoría geocéntrica de que la Tierra estaba en el centro del universo y todo giraba a su alrededor. Sin embargo, había ciertos movimientos irregulares en los planetas; para explicarlos, los astrónomos idearon ciclos dentro de otros ciclos, tratando de mostrar así cómo es que se producían esas irregularidades. La nueva confianza en el misticismo platónico – según la cual los números se corresponden con la realidad y Dios, al igual que la naturaleza, hace las cosas del modo más simple posible – llevó a algunos a sentirse insatisfechos con aquella explicación. Y Copérnico hizo todo tipo de cálculos y finalmente llegó al descubrimiento, que no se basaba en la observación, sino que se basaba en la fe matemática, de que, para hacer la explicación más simple posible de los movimientos en el cielo, uno debe asumir que la Tierra gira alrededor del Sol junto con los planetas.

En este contexto, deben hacerse dos precisiones: El descubrimiento de esta nueva verdad no refuta el hecho de que los cuerpos celestes, de hecho, giran alrededor de la Tierra, porque cualquiera puede observarlo cada día. La verdad científica del heliocentrismo – es decir, que la Tierra se mueve alrededor del Sol – solo explica, a nivel científico, los movimientos complejos que los cuerpos celestiales realizan entre sí para producir el efecto que vemos cada día: que el Sol parece moverse alrededor de la Tierra.

Del mismo modo, la explicación científica del color verde de las hojas – como resultado de la acción simultánea del sol, de los ojos y de la configuración molecular de la planta – no cambia el hecho de que yo veo un bosque verde. Y si soy sensato en mente y alma, me deleito ante ello. Todavía veo el bosque. Se puede explicar esto en un plano técnico e incluso llegar a una comprensión más profunda de las causas que producen ese efecto; pero el efecto sigue siendo el mismo.
La incapacidad de distinguir entre estas dos cosas causó una gran confusión en aquella época, ya que la teoría científica del heliocentrismo no explica la esencia misma de las cosas; solo explica que cierto tipo de relaciones complejas producen determinados efectos.

Así pues, la teoría copernicana no invalida ni el Libro de los Salmos, que dice: “el sol conoce su ocaso” (Salmo 104:19), ni contradice nuestra experiencia cotidiana de ver al sol moverse alrededor de la Tierra. Las personas que modifican su parecer y piensan solo en los términos – como si fuera cosa de la experiencia diaria – de que la Tierra gira en torno al Sol, está confundiendo una explicación técnica con lo que percibimos a diario. Son dos esferas distintas.

Lo segundo que hay que decir sobre esta Revolución Copernicana es que el llamado Nuevo Universo que se abre con la Revolución Copernicana no es incompatible con la Ortodoxia.

En efecto, Kireyevski decía que los ortodoxos no pueden sino asombrarse al oír que se quiso quemar en la hoguera a Galileo por la herejía – así la llamaron los católicos – de que la Tierra gira alrededor del Sol. Kireyevski sostenía que para un ortodoxo es incomprensible que esto pueda considerarse una herejía. Sin embargo, el racionalismo escolástico había llegado a dominar hasta tal punto las mentes occidentales que todos los silogismos de la Escolástica – ya se basaran en la Escritura o en Aristóteles – tenían el mismo valor. Así, las teorías sobre si la Tierra se mueve o permanece fija adquirieron el rango de dogma. En cambio, la Ortodoxia distingue con cuidado las verdades de fe – los dogmas – de aquellas que le son externas y están abiertas a diversas interpretaciones y especulaciones.

En los textos del Hexaemeron de San Ambrosio, Andrés el Grande, Basilio el Grande y otros Santos Padres, existe un sumo cuidado en distinguir lo revelado por Dios y lo que no es más que las especulaciones de los hombres.

Ellos afirman que no es importante especular acerca de cómo llegaron a ocurrir las cosas, qué se mueve, qué permanece inmóvil o cómo pueden explicarse los cometas. Todo esto es secundario y no tiene ningún efecto sobre nuestra fe.

La revolución copernicana dio origen a nuevas perspectivas religiosas en las que el hombre es destronado y queda solo en un universo frío e infinito. Pero estas ideas religiosas no provienen de hechos recién descubiertos. Los nuevos descubrimientos en sí no cambian nada en la religión de nadie. Sólo muestran que el impulso primario en esta nueva visión científica del mundo era un impulso religioso, que los hombres estaban buscando una nueva fe que se puede encontrar al mirar el mundo exterior. Los hombres deseaban una nueva fe y se sirvieron de los hechos que habían descubierto para dar vida a esa fe. Lo mismo viene ocurriendo desde entonces en la historia del Occidente moderno.

El siguiente tema que abordaremos será algo que, probablemente, no tiene gran relevancia histórica, pero sí un profundo significado filosófico, pues nos revela la mentalidad del hombre moderno y anticipa movimientos posteriores. Se trata de ciertos movimientos religiosos de la época del Renacimiento que se desarrollaron margen de los de la reforma protestante.

 

Quilianismo

 

Puede decirse que la religión principal de esta época era el protestantismo junto con un catolicismo cada vez más secular. Ambos al fin y al cabo buscaban reducir la religión al campo de la razón y al del sentimiento. También puede decirse que el catolicismo – pese a estar muy legado a la nueva era – intentó preservar algo del pasado, pero era obvio que estaba cediendo terreno al espíritu de la época que el mismo catolicismo había iniciado. A su vez, había ciertas corrientes religiosas subyacentes en aquel periodo que eran muy características.

Estas son las corrientes quilianistas. Hay un libro clásico sobre este tema llamado En Pos del milenio, que es un estudio de los movimientos quilianistas de este periodo desde la Edad Media hasta la Reforma. Norman Cohn dice, «No parece haber evidencia de tales movimientos antes de los últimos años del siglo XI»[xvii]. Ese es precisamente el momento en que Roma dejó la Iglesia. Ese mismo nuevo espíritu se reveló en el surgimiento de estas nuevas sectas.

Este es también el mismo periodo, por cierto, en que comenzó la práctica de la flagelación, después de que Roma dejó la Iglesia. Este autor tiene una orientación sumamente secular y dice que la práctica se debe a las nuevas condiciones sociales, es decir, al auge del comercio y la prevalencia de la industria por sobre la agricultura. Pero podemos afirmar con seguridad que las nuevas condiciones mentales, el comienzo o el descubrimiento de la posibilidad de un nuevo tipo de cristianismo, cuando la ortodoxia quedaría atrás, es, más bien, la causa principal.

Incluso habla de esto en este libro, contrastando la actitud que había en la alta Edad Media con la actitud en la baja Edad Media y en el Renacimiento: «Si la pobreza, las privaciones de todo tipo y, a menudo, la dependencia opresiva hubiera podido causar esto, el milenarismo revolucionario habría tenido aún más éxito entre el campesinado de la Europa medieval. De hecho, casi no existía. El conocido deseo de los esclavos de escapar; los repetidos intentos de las comunidades campesinas de obtener concesiones mediante negociaciones; los levantamientos breves y episódicos: todo esto era característico de la vida en muchas haciendas. En muy raras ocasiones, los campesinos asentados se sentían inspirados por la búsqueda de un milenio»[xviii]

Lo que describe Cohn es la civilización de un lugar y de una tierra de tradición ortodoxa; pero que ahora se encontraba bajo otras condiciones, ante un nuevo contexto dado por el auge del comercio y la industria, donde muchos de estos nuevos sectarios estaban en los gremios de tejedores donde corrían el riesgo de quedar desempleados cuando se cerraban los mercados extranjeros, o casos similares. La inestabilidad de su vida también ejercía una influencia en sus convicciones religiosas, pero además irrumpió un nuevo espíritu, lo que significaba que la Ortodoxia ya no les bastaba.
Y comenzó entonces la búsqueda de un nuevo cristianismo, de una nueva religión.

En la sociedad tradicional, orientada en torno a la tradición, este mismo autor dice «incluso el pensamiento de cualquier transformación fundamental de la sociedad era apenas concebible.»[xix] Y estos nuevos movimientos comenzaron a concebir la idea de una transformación fundamental de la sociedad, es decir, el comienzo – que más adelante descubriremos – como el movimiento revolucionario en los tiempos modernos.

Algunos de estos sectarios se hacían llamar los hermanos del Espíritu libre, y florecieron desde el siglo XI en adelante promulgando la doctrina de que Dios es todo lo que existe, todo lo creado es divino, que una nueva era del Espíritu Santo está llegando, y cuando Joaquín de Fiore proclamó su enseñanza, la continuaron, diciendo que cada persona que tiene el Espíritu Santo y es en sí misma divina, y por lo tanto, puede cometer pecado y aún ser pura. Hay una cierta hermana Catalina en el siglo XIV que tuvo una experiencia estática y luego proclamó, «Alégrense conmigo, porque me he convertido en Dios»[xx]. Una vez más, no estamos muy lejos de Francisco de Asís.

Otro movimiento es el llamado Movimiento Taborita en el siglo XV, que fue un movimiento de carácter comunista, representantes de la idea de una (presunta) vuelta a la edad de oro en la que todos eran iguales. En este momento había un tal Thomas Müntzer que nació sólo unos años después de Lutero, quien predicó el milenio y la exterminación masiva de todos aquellos que se oponían a su doctrina. Según él, todas las cosas debían ser mantenidas en común. Pero fue capturado y asesinado después de una revuelta que intentó liderar. Curiosamente, este mismo hombre Thomas Müntzer fue idealizado por Friedrich Engels, quien escribió un libro completo sobre él, creo. Los historiadores comunistas rusos hasta el día de hoy dicen que es un precursor del comunismo[xxi], y veremos más adelante que sus ideas económicas no tienen nada que ver con eso. Sin embargo, formaba parte del mismo espíritu que el del movimiento comunista, que es un movimiento milenarista, un movimiento quiliástico, solo que a diferencia de Müntzer, en el comunismo no hay mención alguna al Espíritu Santo.

En 1534 también había un grupo peculiar, los anabaptistas, es decir, que estaban en contra del bautismo infantil porque cada persona tiene que saber por sí misma en qué se está metiendo. Tuvieron un levantamiento armado en Münster, que fue precedido por hombres salvajes corriendo por las calles llamando al arrepentimiento, reminiscencia de los acontecimientos apocalípticos que se desarrollaban allí mismo en las calles de la ciudad. Esta ciudad de Münster fue proclamada como la Nueva Jerusalén. La mayoría de los luteranos la abandonaron apresuradamente. Los anabaptistas acudieron en masa a la ciudad desde todos los pueblos de los alrededores, donde la población total era de aproximadamente diez mil personas. Los sectarios pasaron por monasterios e iglesias, saqueándolos. Una noche, se llevaron todas las pinturas, estatuas y libros de la catedral católica y los destruyeron. Dos supuestos profetas de origen holandés se convirtieron en sus líderes, Matthys y Bockelson, y convirtieron esta ciudad en una teocracia. Todos los luteranos y católicos que se quedaron fueron condenados a ser ejecutados, pero luego suavizaron esto y los expulsaron de la ciudad.

Después de esto, se estableció un nuevo tribunal de justicia en el que era un delito no estar bautizado en la fe anabaptista, lo cual era castigable con la muerte. Los únicos que podían permanecer en la ciudad debían ser hermanos y hermanas, “los hijos de Dios”. El obispo católico, por supuesto, se opuso a esto y sitió la ciudad. En ese momento se instauró un estado de perfecto – llamémosle – “comunismo”. Toda su propiedad fue confiscada por los líderes; todos los que desaprobaban la doctrina o expresaban cualquier disenso eran encarcelados y ejecutados. Y, en el mismo momento de ser ejecutados, se entonaban himnos. Se estableció un reinado de terror que se describe en este libro con cierto detalle:

 

«El terror había comenzado y tal fue la atmósfera en que Matthys procedió a hacer realidad aquel comunismo que hacía ya muchos meses rondaba la imaginación de los anabaptistas en forma de una espléndida visión milenaria. Matthys, Rothmann y los demás predicadores lanzaron una campaña de propaganda. Se proclamó que los verdaderos cristianos no debían tener dinero propio, que todo el dinero debían tenerlo en común, de lo cual se desprendía que estaban obligados a entregar todo el dinero y también los adornos de oro y plata. Al principio, esta orden halló oposición. Algunos anabaptistas escondieron su dinero. Matthys respondió intensificando el terror. Reunieron a los hombres y mujeres bautizados durante las expulsiones y les informaron de que, salvo que el Padre quisiera perdonarlos, debían perecer bajo la espada de los justos. Los encerraron en una iglesia manteniéndoles víctimas de la incertidumbre hasta desmoralizarles totalmente. Finalmente, Matthys entró en la iglesia con una banda de hombres armados. Sus víctimas se arrastraron de rodillas hacia él implorándole que, como favorito del Padre, intercediese por ellos. Esto hizo o pretendió hacer y al final informó a los aterrados infelices que había obtenido su perdón estando el Padre contento en recibirlos en el seno de la comunidad de los justos. Después de este ejercicio de intimidación, Matthys pudo sentirse mucho más tranquilo sobre el estado de la moral en la Nueva Jerusalén.

La propaganda contra la propiedad privada del dinero continuó durante las siguientes semanas, acompañada por los halagos más seductores y las amenazas más espantosas. La entrega del dinero se convirtió en una prueba de fraternal cristiandad. Aquellos que se mostraban reacios fueron declarados merecedores del exterminio y parece que se llevaron a cabo varias ejecuciones. Después de dos meses de presión incesante, la propiedad privada del dinero quedó abolida en la práctica. A partir de entonces el dinero sólo se utilizó para propósitos públicos relacionados con el mundo exterior; para contratar mercenarios, comprar provisiones y distribuir propaganda. Dentro de la ciudad no se pagaba a los artesanos en metálico sino en especie, lo cual contribuía a dar la impresión de que ya no les pagaba un patrón sino un gobierno teocrático.»[xxii]

«La abolición de la propiedad privada del dinero, la restricción de la propiedad privada sobre los alimentos y la vivienda se consideraban los primeros pasos hacia un estado en el que —según dijo Rothmann— todo pertenecería a todos y desaparecería la distinción entre lo mío y lo tuyo; o —en posteriores palabras de Bockelson— en que «todas las cosas se tengan en común, no exista la propiedad privada y ya nadie trabaje más, sino que únicamente confíe en Dios.»[xxiii]

Un erudito de Amberes escribió a Erasmo de Rotterdam, quien, por supuesto, no le gustaban todos estos movimientos irracionales porque creía que los hombres debían ser racionales, liberales y tolerantes:

«Por aquí vivimos con una desdichada ansiedad por la manera en que se ha desencadenado la revuelta de los anabaptistas. Realmente avanza como el fuego. Creo que son muy pocos los pueblos o las ciudades en las que la tea no arda en secreto. Predican la comunidad de bienes, por lo que todos aquellos que no tienen nada acuden en masa.»[xxiv]

Es evidente, por supuesto, que habrá múltiples motivos secundarios entre los adherentes; pero el hecho de que este movimiento pueda propagarse como un reguero de pólvora significa que hay una expectativa profunda: algún tipo de nueva religión milenarista.

«Finalmente, durante los últimos días de marzo, Matthys prohibió todos los libros salvo la Biblia. Todas las demás obras impresas, incluso las que se mantenían en régimen de propiedad privada, debían trasladarse a la plaza de la catedral y ser arrojadas a la hoguera.»[xxv]

Entonces Matthys cometió un error. Recibió una revelación divina que le indicaba que debía abandonar la ciudad y atacar al enemigo, y el enemigo lo asesino. Entonces Bockelson tomó el poder y se autoproclamó rey. Su primer acto fue correr desnudo por la ciudad en un frenesí y caer en un éxtasis durante tres días.

«Cuando pudo hablar, ordenó a la población que se congregase y anunció que Dios le había revelado que la vieja constitución de la ciudad, por ser obra de hombres, debía sustituirse por una nueva que fuese obra de Dios. Se privó de sus funciones a los burgomaestres y al consejo. En su lugar se colocó Bockelson que, además y según el modelo del antiguo Israel, nombró a doce dignatarios.»[xxvi]

«Al principio, el comportamiento sexual quedó regulado con la misma rigidez que los otros aspectos de la vida. La única forma permitida de relación sexual era el matrimonio entre dos anabaptistas. El adulterio y la fornicación —que incluían el matrimonio con un impío— eran delitos graves. Esto era coherente con la tradición anabaptista, ya que, igual que los valdenses siglos antes, los anabaptistas, en general, observaban unas normas de moralidad sexual mucho más estrictas que las de la mayoría de sus contemporáneos. Sin embargo, este orden tuvo un súbito final cuando Bockelson decidió instaurar la poligamia.»[xxvii]

«La poligamia halló cierta resistencia cuando empezó a introducirse, igual como había sucedido con la comunidad de bienes. Se produjo un levantamiento armado durante el cual Bockelson, Knipperdollinck y los predicadores fueron encerrados en la cárcel, pero los rebeldes, que eran una ínfima minoría, pronto fueron derrotados y cerca de cincuenta lo pagaron con la muerte. Durante los días siguientes se ejecutó también a otros ciudadanos que osaron criticar la nueva doctrina. La poligamia quedó establecida en el mes de agosto»[xxviii]

«Desapareció la ceremonia religiosa del matrimonio, contratándose y disolviéndose éstos con gran facilidad. Aunque gran parte de los relatos hostiles que poseemos se descalifiquen por su exageración, parece correcto afirmar que las normas de comportamiento sexual en el Reino de los Santos sufrieron una progresiva evolución que fue desde el puritanismo riguroso hasta la casi promiscuidad.»[xxix]

«El prestigio de Bockelson llegó a su apogeo cuando, a finales de agosto de 1534, sus hombres repelieron con tal éxito uno de los mayores ataques que, tanto los mercenarios como los vasallos del obispo, desertaron inmediatamente, abandonándole. A Bockelson se le presentó entonces la oportunidad de organizar una salida en la que, seguramente, hubiese capturado el campamento de las tropas del obispo, pero prefirió aprovechar para proclamarse rey.»[xxx]

«A principios de septiembre, Dusentschur, orfebre de una ciudad vecina, se erigió en nuevo profeta. Un día, en la plaza principal, este hombre declaró que el Padre Celestial le había revelado que Bockelson iba a ser rey de todo el mundo, dominando a todos los reyes, príncipes y grandes de la tierra. Debía heredar el cetro y el trono de su predecesor David y retenerlos hasta que Dios le reclamase el reino para sí.»[xxxi]

«El nuevo rey hizo todo lo posible para resaltar el singular significado de su entronización. A las calles y puertas de la ciudad se les dieron nuevos nombres; se abolieron los domingos y los días de fiesta y los días de la semana cambiaron sus nombres por otros basados en un sistema alfabético. El rey llegó incluso a escoger el nombre de los niños recién nacidos según un sistema especial. Aunque el dinero no tenía ninguna función en Münster, se creó una nueva moneda puramente ornamental. Se acuñaron monedas de oro y plata con inscripciones que resumían toda la fantasía milenarista que daba al reino su significado. «El Verbo se ha hecho Carne y habita en nosotros.» «Un Rey sobre todos. Un Dios, una Fe, un Bautismo.» Se confeccionó un emblema especial para simbolizar el derecho de Bockelson al dominio absoluto, espiritual y temporal, sobre todo el mundo: un globo, representando al mundo, atravesado por dos espadas (las que hasta entonces habían correspondido, por separado, al papa y al emperador), coronado por una cruz con la siguiente inscripción: «Un rey de virtud por encima de todo.» El rey llevaba este emblema, acuñado en oro, colgado de una cadena también áurea alrededor de su cuello. Sus ayudantes lo portaban en forma de insignia en las mangas, aceptándose en Münster como emblema del nuevo estado.»[xxxii]

«En el centro del mercado se levantó un trono, tapizado con tejidos de oro, que se erguía sobre los bancos que lo rodeaban, destinados a los consejeros reales y a los predicadores. A veces el rey iba allí a dictar sentencias en los juicios o a presenciar la proclamación de nuevas leyes. Llegaba montado a caballo, con corona y cetro, precedido por una fanfarria de trompetas. En primer lugar desfilaban los oficiales de la corte y, tras el rey, iban Knipperdollinck, nombrado primer ministro, Rothmann, orador real, y una larga hilera de ministros, cortesanos y sirvientes. La guardia real acompañaba y protegía a toda la comitiva, formando un cordón alrededor de la plaza, mientras el rey ocupaba el trono. A ambos lados del trono había un paje, uno sosteniendo una copia del Viejo Testamento —para demostrar que el rey era el sucesor de David y tenía potestad para interpretar originalmente la Palabra de Dios— y otro sosteniendo un sable desenvainado

El rey creó este magnífico estilo de vida para él, sus mujeres y sus amigos, mientras que, para la masa de la población, impuso una rigurosa austeridad. La población había entregado ya todo el oro y la plata y se había acomodado a las requisas de viviendas y alimentos, anunciando ahora el nuevo profeta Dusentschur que el Padre le había revelado su desagrado por la superfluidad en el vestir.»[xxxiii]

«La fantasía de las Tres Edades» de Joaquín de Fiore aparecía ahora bajo una nueva forma:

«La Primera Edad era la del pecado y duró hasta el Diluvio; la Segunda era la edad de la persecución y la Cruz, cuya duración se extendía hasta aquellos días; la Tercera Edad debía ser la de la venganza y triunfo de los Santos. Cristo, se decía, intentó una vez recuperar para la verdad al mundo pecador, pero su éxito no duró mucho: antes de un siglo, la Iglesia Católica había invalidado el intento».[xxxiv] 

Ve uno ahí, que el nuevo cristianismo debe mejorar el viejo cristianismo.

«El terror, durante mucho tiempo una característica familiar de la vida en la Nueva Jerusalén, se intensificó durante el reinado de Bockelson. Dentro de unos días de su proclamación de la monarquía, Dussenschur», uno de los ministros, «proclamó que se le había revelado que en el futuro todos los que persistieran en pecar contra la verdad reconocida debían ser llevados ante el Rey y sentenciados a muerte. Serían extirpados del pueblo elegido, su misma memoria sería borrada, sus almas no encontrarían misericordia más allá de la tumba. Dentro de un par de días comenzaron las ejecuciones»[xxxv]

Enviaban emisarios, profetas de los Apóstoles, a inducir a revoluciones similares en otras ciudades.

«El objetivo de todas estas insurrecciones era el que había marcado Bockelson, que continuaba siendo idéntico al que inspiró a tantos movimientos milenarios» desde los días de los pastoureaux: «Matar a todos los monjes, a todos los sacerdotes y a todos los gobernantes, pues sólo nuestro rey es el verdadero gobernante.»[xxxvi]

«Fue durante estas últimas y más desesperadas semanas del sitio, cuando Bockelson empleó al máximo su maestría en la técnica del terror. A principios de mayo se dividió la ciudad, con fines administrativos, en doce secciones, colocándose al mando de cada una de ellas a un oficial real con el título de duque y una fuerza armada integrada por veinticuatro hombres.»[xxxvii] 

Se les prohibió salir de sus secciones, para que no pudieran rebelarse contra el rey.

«Demostraron suficiente lealtad ejerciendo sobre el pueblo un terror sin escrúpulos. Para evitar cualquier posibilidad de oposición organizada, se prohibieron estrictamente incluso las reuniones de unos cuantos individuos. A cualquiera que se le descubriese conspirando para abandonar la ciudad, o que se supiese que había ayudado a otro a escapar, o que hubiese criticado al rey o su política, se le decapitaba. Fue el rey en persona quien llevó a cabo la mayoría de estas ejecuciones, declarando que gustosamente haría lo mismo con cualquier rey o príncipe. En algunos casos descuartizaron el cuerpo de las víctimas clavando parte de él en lugares destacados a modo de aviso. A mediados de junio estas escenas tuvieron lugar casi a diario.

Antes que rendir la ciudad Bockelson hubiese dejado, sin duda, que toda la población muriese de hambre, pero el cerco tuvo un súbito final. Dos hombres escaparon de la ciudad durante la noche e indicaron a los sitiadores ciertos puntos débiles en las defensas. La noche del 24 de junio de 1535, los sitiadores lanzaron un ataque por sorpresa penetrando en la ciudad. Después de varias horas de lucha desesperada, los doscientos o trescientos anabaptistas supervivientes aceptaron una oferta de salvoconducto, depusieron las armas dispersándose hacia sus casas. Los sitiadores los mataron uno por uno, casi hasta el último hombre, en una masacre que duró varios días.»[xxxviii]

 

 

 

 

 

 

 

Podemos ver en la imagen este tal rey Juan de Leyden

 

 

Pintura Juan de Leiden bautiza a una niña.  1840

 

Estos anabaptistas han sobrevivido en la actualidad en comunidades como la de los Menonitas, los Brethren y los Hermanos Huteritas, pero, por supuesto, como movimiento histórico perdió su influencia poco después de este tiempo. Pero incluso Norman Cohn como historiador agnóstico, hace una observación interesante. En su opinión, los movimientos que estudió son muy similares a los movimientos del nazismo y el comunismo del siglo XX. Y señala: «Existe cierta sospecha de esto también les ha ocurrido a los mismos los ideólogos comunistas y nazis. Una exposición entusiasta – aunque fantasiosa – del misticismo alemán heterodoxo del siglo XIV, con los debidos elogios a los begardos, las beguinas y los Hermanos del Espíritu Libre, ocupa un largo capítulo del Mito del siglo XX de Rosenberg – el principal apologista de Hitler –; mientras que un historiador nazi dedicó todo un volumen a interpretar el mensaje de los revolucionarios del Alto Rin. En cuanto a los comunistas, siguen elaborando, volumen tras volumen, ese culto de Thomas Müntzer inaugurado ya por Engels.  Pero mientras en esas obras apologéticas los prophetae de un mundo desaparecido son presentados como visionarios nacidos antes de su tiempo, cabe sin embargo extraer la conclusión opuesta: pese a que por mucho que se valieran de la tecnología más moderna, el comunismo y nazismo se inspiraron de fantasías francamente arcaicas.»[xxxix]

«En cualquier caso», en muchos aspectos, «ambos están profundamente en deuda con ese cuerpo muy antiguo de creencias que constituyó el saber apocalíptico popular de Europa».[xl]

Al estudiar todo lo ocurrido en el siglo XX, se podría decir más específicamente que la expectativa quilianista, la sed de un nuevo tipo de cristianismo, que se está materializando en nuestra época, es uno de los rasgos dominantes del pensamiento moderno.

Aquella primera explosión se desvaneció, pero más tarde volvió a surgir con más fuerza. Y, de hecho, hoy, aproximadamente la mitad del mundo está en manos de gente que piensa parecido a estos sujetos y comparten los mismos elementos de terror, de asesinar al enemigo, el mismo tipo de frenesí.

 

—     Padre H.: El Gulag

 

Padre Serafín Rose:  sí, el Gulag, el mismo frenesí al hablar de la destrucción del enemigo, la burguesía, los explotadores de los obreros en las fábricas y demás y así sucesivamente.

Este hombre y otros como él, que encabezaron las rebeliones milenaristas de la época del Renacimiento – inexistentes en los tiempos consolidados antes del Cisma – son precisamente los precursores del Anticristo. Y ahora sucede que ciudades enteras, grupos enteros de personas pueden seguir a estos falsos líderes, que albergan las expectativas y las pretensiones más fantásticas y desmesuradas de sí mismos; son los gobernantes de este mundo. Así, aquello que comenzó en la Edad Media ahora se vuelve más fuerte: la búsqueda de una monarquía universal.

 

Arte del Renacimiento

 

El arte de esta época – una de las más impresionantes de toda la historia del arte occidental – pone de relieve ciertos rasgos sobre los cuales no nos detendremos: el renacimiento de la Antigüedad, las interminables estatuas desnudas, la resurrección de la glorificación pagana del cuerpo y este mundo. Nos fijaremos, más bien, en algunas pinturas religiosas.

Desde el punto de vista ortodoxo, estas son blasfemas. Sabemos que muchos de los pintores llevaban una vida muy laxa. Hacían que sus amantes posaran como la Virgen María. 

Y puedes revisar pintura tras pintura de este periodo y no verás nada que sea reconocible como algo realmente religioso. Hay varias que son simplemente paganas e incluso bastante indecentes. Y otras son más refinadas, pero aún así siguen los mismos principios. Puedes ver al niño gordito y desnudo, y las mujeres son obviamente mujeres mundanas. A veces son toscas, a veces refinadas, pero es el mismo tipo de mundanidad. Y puedes revisar todas estas obras, Rubens, Tintoretto, Rafael, todas tienen el mismo espíritu extremadamente mundano. Hay otros de los que hablaremos enseguida. Pero ya se puede vislumbrar en estos cuadros la diversidad de temas. Aquí hay uno de Caravaggio, de más o menos el 1600. Tiene un cuadro del éxtasis de Francisco, bastante interesante, y que encuadra con [lo que venimos hablando].

["El éxtasis de San Francisco", Caravaggio, 1595]

Hay algunos que intentaron revivir el arte religioso, el principal de ellos fue Fra Angelico, él se opuso a esta tendencia pagana y trató de volver al arte religioso. Se puede apreciar la piedad de estos hombres. Muestran señales de haberse apartado de lo mundano; pero a simple vista salta el cambio espiritual: hasta el piadoso está embebido del espíritu mundano. Las túnicas son extremadamente espléndidas. La pintura es extremadamente hermosa. Este intento de representar algo parecido a la piedad es, simplemente, prelest. Algunas de estas obras son bastante latinas. Algunos, como El Greco, están claramente en prelest, en una suerte de distorsión que se aparta mucho de la verdadera tradición. Se le considera griego, así es como se le presenta. Los historiadores sostienen que tiene influencia bizantina; pero, por supuesto, no hay nada de eso.

[La Virgen con el Niño y las santas Martina e Inés, El Greco, 1597-1599]

—     Estudiante: ¿se supone que eso son María y Cristo?

Padre Serafín: Sí, esos pertenecen a su mejor período.

Algunos de los cuadros, en especial los procedentes de España y del norte, con el tiempo se volvieron cada vez más violentos y sobrecogedores. Otros, como los de Botticelli y Botticini, son muy encantadores si no miras al niño, el niño regordete. La Virgen y Cristo aparecen convertidos en criaturas refinadas. Si miramos algunas de las pinturas de Botticelli, no tenemos la que está en color, pero aquí está esta pintura del nacimiento de Venus que es una cosa extremadamente encantadora si miras los colores. Aquí está en blanco y negro, pero pueden ver que está extremadamente bien hecha.

El tema es que es puro paganismo: el nacimiento de Venus de una concha. Obviamente, esto apunta a una nueva religión. Es bastante cercano a lo que habíamos hablado de Bruno, que la materia se torna tan divina, que el mundo ha sido descubierto y está tan lleno de belleza y de misterios que el artista puede de algún modo sacarlos a la luz.

["El Nacimiento de Venus", Botticelli, 1485-1486.]

Algo semejante transmite Miguel Ángel. Miras a algunos de sus personajes prometeicos y te das cuenta de que aparece, de algún modo, una nueva religión: una fe no cristiana según la cual el hombre es divino. Intenta captar una cierta belleza de este mundo, pero el otro mundo desaparece por completo. En la última escena de Da Vinci, es todo como algún tipo de drama, una puesta en escena muy bien dispuesta. En comparación, podéis notar que, cualquiera que fuese el resto de la herencia bizantina en Giotto y en los artistas de la Edad Media, ahora se ha perdido por completo.

[La Última Cena, Leonardo da Vinci, 1495-1498;

Fra Angelico; Los desposorios de la Virgen, Fra Angelico, 1432]

Aquí tenemos un cuadro de Fra Angelico, que intentó volver a un sentido religioso de la pintura. Se nota que es un ejemplo de prelest típicamente católico. Hermosas personas en tonos rosa y azul. Si observas el original, te parecerá simplemente perfecto. Pero observa a las personas, qué expresiones tontas en sus rostros, tan afectadas, tan dramáticas. Es Cristo coronando a la Virgen, pero es muy… no tiene ningún sentido religioso en absoluto.

[Coronación de la Virgen, Fra Angelico, 1432]

Y aquí hay otro. Representa la Crucifixión: ahora ya con una especie de realismo, con el énfasis puesto enteramente en lo simbólico. El icono…, no hay nada reconocible como un icono, es totalmente mundano. Toda esta religiosidad es prelest

[Crucifixión, Fra Angelico, 1435]

Es muy probable que algunas de ellas estén mezcladas con todo tipo de elementos sectarios. He aquí un cuadro de El Bosco sobre el paraíso cargado de símbolos, en el que aparece Cristo con Adán y Eva en el paraíso. Parece que él formaba parte de la secta de los Hermanos del Espíritu Libre. El cuadro expresa claramente todas las fantasías sectarias sobre Adán y Eva. Acabamos de leer sobre San Pablo, la vida de San Pablo de Obnora, de cómo vivió como Adán en el paraíso con los animales. Y estas personas, habían, perdido esa idea de la vida ascética como Adán y Eva. Deberíamos mirar el resto de las pinturas.

[El Jardín de las Delicias, El Bosco, 1503-1515]

Algunas son espantosas y no muy apropiadas. Pero esta refleja el espíritu de los sectarios, pues ellos creían entonces que regresarían al estado paradisíaco de Adán y Eva. Por ese motivo andaban desnudos, tenían todo en común y pensaban que establecerían un nuevo paraíso en la tierra.

Aquí hay otra, una muy encantadora de Fra Angélico con pavos reales y todo tipo de cosas que están tan llenas de algún tipo de espíritu religioso diferente. Es prelest

Solo mirar estas pinturas ya revela que, entre la ortodoxia y esto, ya hay un abismo tan grande que ya no puede superarse. Si uno va a convertirse en ortodoxo, si ya es ortodoxo, sólo puede ser un individuo que regresa a la verdad y se da cuenta de lo que es la verdad, y de cuán lejos se ha apartado de ella. Pretender hablar de unión con quienes tienen semejantes imágenes religiosas es no saber de qué lo que estás hablando: es una religión diferente.

 

Resumen

 

Entonces, en resumen, mencionaremos las principales características que surgen en este periodo:

La primera es el surgimiento del Yo como el nuevo Dios. Ahora no se había expresado de esta manera, pero en el periodo posterior ya veremos a personas hablando del individuo como Dios. Este es el significado del humanismo y el protestantismo, deshacerse de la tradición religiosa, la tradición ortodoxa para que el nuevo Dios pueda nacer.

La segunda idea, muy fuerte, es que así como el Dios individual está naciendo, también el mundo ahora se vuelve divino. Giordano Bruno expresó esta idea en repetidas ocasiones: si la materia es divina, entonces Dios está en el mundo, el mundo es un aliento vivo de Dios y el alma del mundo es el Espíritu Santo. Y lo ves en algunas de estas pinturas, cuantas personas como Botticelli creían algo así, que la naturaleza es divina. Es una concepción panteísta. Pero, según la concepción ortodoxa, esto significa atribuir al mundo un significado que no puede tener. El mundo procede de la nada, desaparecerá, y ser recreado por Dios como un nuevo mundo. Sin embargo, ellos desean que este mundo perdure y, por ese motivo, le atribuyen un significado divino, lo cual se convertirá más tarde en una doctrina muy importante.

Asimismo, la búsqueda de un nuevo cristianismo tendrá como resultado experimentos religiosos mucho más extraños: la Fraternidad del Espíritu Libre, las nuevas religiones de la Tercera Edad del Espíritu Santo, los anabaptistas. Y estos se vuelven más fuertes a medida que los antiguos estándares religiosos pasan cada vez más a un segundo plano.
Más tarde, el intento de crear un nuevo cristianismo apenas podrá reconocerse ya como algo cristiano.

Y finalmente, en esta época, aparecen los primeros candidatos serios para el Anticristo, es decir, sus primeros precursores. Personas como Juan de Leiden se presentan como si Cristo hubiera regresado a la tierra. Y esta idea de la monarquía mundial, de la teocracia mundial, aunque aún no se expresa abiertamente, también se fortalece y ahora es capaz de apoderarse de una ciudad entera.

Veremos qué pasa con todos estos movimientos en la próxima época, que es la época del llamado Iluminismo, que, al igual que la era del Renacimiento, tiene, además de su corriente principal de racionalismo, esta corriente muy distinta, subterránea de irracionalismo.

Así, el desarrollo del Renacimiento muestra el florecimiento de semillas que habían sido plantadas en el período de la Edad Media con la separación de Roma de la Iglesia Ortodoxa. Y ya en el periodo del Renacimiento, lo que resulta es extremadamente diferente de la Ortodoxia. Si miras la Edad Media, hay algunas cosas que parecen mucho más cercanas. Exteriormente están mucho más cerca, pero por dentro tienen las semillas que van a producir todas las cosas que vendrán después. Así que la diferencia entre la Edad Media y el Renacimiento es en realidad menor que la diferencia entre la de la Roma Ortodoxa y la de Roma durante la Edad Media. Todas estas corrientes adquieren una importancia creciente: algunas estallan, como en el caso de los movimientos apocalípticos; otras irrumpen, luego mueren, pero continúan formando parte de la mentalidad que les dio origen, para volver más tarde bajo formas muy extrañas que observadas teológica y filosóficamente se puede ver que conforman un mismo movimiento.

Y así este hombre, Cohn, aquí que escribe sobre el milenio al pensar que se puede demostrar que uno es arcaico y el otro es progresivo. Eso es irrelevante; lo fundamental es que estos movimientos forman parte de una mentalidad que se estaba gestando. A veces revelan un desarrollo directo, como el desarrollo de la ciencia; y otras veces surgen con fuerza y luego desaparecen. Sin embargo, hay ciertos temas recurrentes del pensamiento moderno, y en ellos concentraremos nuestro estudio.

La próxima conferencia examinará el periodo del siglo XVIII, bueno, los siglos XVII y XVIII, cuando la visión científica del mundo se vuelve dominante y parece establecerse cierto tipo de equilibrio, algún tipo de armonía. Y la historia del mundo desde entonces es la historia de la caída de esta armonía. Intentaremos mostrar en qué consistió dicha armonía y por qué tuvo que romperse para lugar al mundo anárquico en el que vivimos hoy. Todo el recorrido de la humanidad desde la Edad Media, pasando por el Renacimiento, hacia el Iluminismo el Romanticismo y llegando hasta hoy, sigue una progresión lógica definida, que nos muestra que, una vez abandonada la Ortodoxia, entra en acción un cierto proceso natural que funciona. Y, por supuesto, el diablo está siempre presente. Veremos una y otra vez cómo destacados pensadores modernos comienzan su obra o predicación con algún tipo de visión e incluso con algo que nos permite reconocer que el diablo está actuando. Y ellos ya no tienen idea de que el diablo pueda obrar de ese modo; por lo que son mucho más susceptibles a aceptar sus visiones como una especie de revelación.



[i] Lectura en el refectorio el día de esta conferencia.

[ii] N. de T. – Kireyevski denomina a esta razón autónoma, también conocida como “razón discursiva” como dianoia contraponiéndola a la noesis; la razón y la capacidad intelectiva que es iluminada por el Espíritu Santo. Véase la traducción al ingles de su obra: On the Necessity and Possibility of New Principles in Philosophy (1856)

[iii] Citado en Randall, John Herman, The Making of the Modern Man, Houghton Mifflin Co., 1926, Boston, p. 134.

[iv] Burckhardt, Jacob. The Civilization of the Renaissance in Italy, vol. I, Harper Torchbooks, Nueva York, 1958, pág. 151.

[v] Ibid

[vi] Ibíd., pág. 152.

[vii] Ibíd., pág. 162.

[viii] Ibíd.

[ix] Ibíd., pág. 162.

[x] Burckhardt, vol. II, pág. 484.

[xi] Ibíd.

[xii] Ibíd., pág. 485.

[xiii] Ibíd., pág. 486.

[xiv] N. de T. – Esta frase se trata tan solo de una paráfrasis hecha por el padre Serafín Rose de un fragmento de la obra de Iván Kireyevski Sobre el carácter de la ilustración de Europa y su relación con la ilustración de Rusia (1852). Véase nota la nota de pie de página ° 9 de la parte II de la presente obra.

[xv] Randall, John Herman, The Making of the Modern Mind, The Riverside Press, Houghton Mifflin Co., Cambridge, Mass., 1926, pág. 243.

[xvi] N. de T. – El padre Serafín Rose esta hablando en concreto de la obra de Copérnico titulada De revolutionibus orbium coelestium, que traducido del latín al castellano sería; Sobre las revoluciones de las orbes celestes publicado en efecto en 1543, el año de la muerte de Copérnico.

[xvii] Cohn, Norman, In Search of the Millennium, Harper Torchbooks, 1961, Nueva York, pág. 22.

[xviii] Ibíd. pág. 24.

[xix] Ibíd.

[xx] Catalina de Siena: El Dialogo, traducción e introducción por Suzanne Norfke, O. P., Paulist Press, 1980, pp. 25-26. Catalina dicto El Dialogo durante 5 días de experiencias estáticas, refiriéndose a si misma en tercera persona o como “el alma”: “Cuando un alma se eleva a Dios con ansias de ardentísimo deseo de honor a Él y de la salvación de las almas, se ejercita por algún tiempo en la virtud. Se aposenta en la celda del conocimiento de sí misma y se habitúa a ella para mejor entender la bondad de Dios; porque al conocimiento sigue el amor, y, amando, procura ir en pos de la verdad y revestirse de ella. Y porque de ningún otro modo gusta y es iluminada tanto de esa verdad como por la oración humilde y continuada, fundándose en el conocimiento de sí y de Dios, al ejercitarse en ella del modo dicho, esa alma se une a Dios siguiendo las huellas de Cristo crucificado. De esta manera, por el deseo perfecto y la unión de amor, hace de Él un «otro yo». Esto parece que significaba Cristo cuando dijo: «A quien me ame y atienda mis palabras, a ese me manifestaré yo mismo, y será una cosa conmigo, y yo con él»

 

En otros lugares encontramos palabras semejantes. “Por ellas podemos ver que es cierto que, por el afecto del amor, el alma se convierte en otro Él. Para verlo con más claridad, recuerdo haber oído de una sierva de Dios [Catalina se refiere a sí misma], hallándose en altísima oración, con gran elevación de su espíritu, que Dios no ocultaba a los ojos de su inteligencia el amor que tiene a sus servidores, sino, más bien, se lo manifestaba. Le decía entre otras cosas: Abre los ojos de la inteligencia y mira adentro de mí, y verás la dignidad y belleza de mi criatura, la racional [la persona humana]. Entre la belleza que he dado al alma al crearla a imagen y semejanza mía, observa que se halla vestida con la vestidura nupcial de la caridad, adornada de muchas y verdaderas virtudes: está unida conmigo por el afecto del amor.” Obras de Santa Catalina de Siena. págs. 55, 56 y 57. OP-BAC. Madrid, España, 1996

 

Advirtiendo que se le renovaba el sentimiento en la eterna divinidad, creció tanto el santo y amoroso fuego, que sudaba a causa de la fuerza que el alma hacía sobre el cuerpo. Sudaba por la fuerza y ardor del amor, pues era más completa la unión efectuada entre ella y Dios que la existente entre el alma y el cuerpo.” Obras de Santa Catalina de Siena. pág. 91. OP-BAC. Madrid, España, 1996

“Todo se hallará de acuerdo con Él en gozo y alegría: el ojo con el ojo, la mano con la mano; todos os asemejaréis en todo al cuerpo del dulce Verbo, mi Hijo. Permaneciendo en mí, permaneceréis en Él, porque es uno conmigo.” Obras de Santa Catalina de Siena. pág. 125. OP-BAC. Madrid, España, 1996

También en la página 356 de la edición en castellano que hemos citado, Dios le habla a ella y le dice: “Tan perfectamente se unió aquella alma, que el cuerpo quedó suspendido sobre la tierra, pues, como te conté, en el estado unitivo del alma era más perfecta la unión que ella había hecho conmigo por medio del amor que la unión que tenía con el cuerpo.”

[xxi] N. de T. – El libro de Engels del que el padre Serafín Rose hace referencia lleva como título La guerra campesina en Alemania, al respecto de los historiadores comunistas posteriores que vindicaron la figura de Müntzer cabe destacar la figura del historiador Thomas Bloch con su libro sobre la revolución anabaptista titulado: Thomas Müntzer, teólogo de la revolución.

[xxii] Norman Kohn; The Pursuit of the Millennium. editorial Harper & Row. Nueva York. Estados Unidos, 1961. pág. 287-288. (Nota de traductor, para consultar la versión al castellano de la misma obra. Véase Norman Cohn; En pos del milenio, Alianza editorial. Madrid, España. 1981 pág. 264.)

[xxiii] Ibíd., pág. 288. (pág. 265 en la versión al castellano antes mencionada)

[xxiv] Ibíd., pág. 289-290. (pág. 266 en la versión al castellano antes mencionada)

[xxv] Ibíd., pág. 290. (pág. 266 en la versión en castellano)

[xxvi] Ibíd., pág. 292. (pág. 268. en la versión en castellano)

[xxvii] Ibíd., pág. 293. (pág. 268 en la versión en castellano)

[xxviii] Ibíd., pág. 293. (pág. 269 en la versión en castellano)

[xxix] Ibíd., pág. 294. (pág. 271 en la versión en castellano)

[xxx] Ibíd., pág. 295. (pág. 271 en la versión en castellano)

[xxxi] Ibíd., pág. 296. (pág. 271 en la versión en castellano)

[xxxii] Ibíd., pág. 297. (pág. 272 en la versión en castellano)

[xxxiii] Ibíd., pág. 298. (pág. 273 en la versión en castellano)

[xxxiv] Ibíd., pág. 299. (pág. 273 en la versión en castellano)

[xxxv] Ibíd., pág. 300. (pág. 275 en la versión en castellano)

[xxxvi] Ibíd., pág. 302. (pág. 276 en la versión en castellano)

[xxxvii] Ibíd., pág. 305. (pág. 278 en la versión en castellano)

[xxxviii] Ibíd., pág. 305. (pág. 279 en la versión en castellano)

[xxxix] Ibíd., pág. 309.

[xl] Ibíd., pág. 309.

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