sábado, 10 de diciembre de 2022

ECUMENISMO

 Conferencia del Metropolita Vitaly leída ante el Sínodo de Obispos en Mahopack

El movimiento-ecuménico, al que ahora vemos en su etapa final, con su cuartel general, por así llamarlo, en el "Consejo Mun­dial de Iglesias" y su elaborada red de organizaciones, ha tenido sus etapas graduales de desarrollo.
En la primera mitad del siglo pasado aparecieron sus predecesores: en 1844 en Londres, un tal George Williams puso el cimiento de la llamada YMCA (Young Men Christian Association / Asociación Cristiana de Hombres Jóvenes) la cual en su 50a ani­versario en 1894 se había esparcido por el mundo y en 1952 con­taba con 10.000 filiales y 4 millones de miembros. El fundador de esta sociedad fue galardonado por la reina Victoria con la orden de caballero.


Luego de once años de la fundación de la YMCA en Ingla­terra fueron organizadas dos sociedades femeninas. En el sur de Inglaterra Miss Emma Roberts fundó un círculo con la finalidad de efectuar reuniones para la unificación a través de la práctica de la oración. En Londres Lady Kemard dio comienzo a una sociedad para mujeres jóvenes con fines prácticos de beneficencia. En 1897 estas dos sociedades se fusionaron en una bajo el nombre de YWCA (Young Women Christian Association / Asociación Cris­tiana de Mujeres Jóvenes).
 


Tanto YMCA como YWCA no tuvieron ningún dogma propio, pero con su ideología nebulosa, vaga y semi-cristiana for­maron grupos de personas con una visión del mundo de carácter puramente humanitario con fe en la bondad orgánica de la esencia humana, dentro del espíritu de Jean Jacques Rousseau o de Tolstoy. Dentro de esta concepción del mundo no figuraba, por supuesto, ni sombra de la idea de pecado ancestral[1] ni de salva­ción exclusivamente dentro del seno de la Iglesia de Cristo. Para lograr esos resultados se usaba una táctica especial que actuaba en dos sentidos: por un lado centraban la atención en el desarrollo del cuerpo y con la preocupación por la conservación de la salud y la higiene, sin darse cuenta, creaban un culto al cuerpo. Por otra parte, educaban el alma dentro de límites severos de emocionalidad y espiritualidad pero con una relación frívola hacia el pecado y con una ligera ironía para con las verdades de los dogmas cristianos; estimulando la beneficencia en su aspecto actual, tal como el repartir los bienes terrenales, no en nombre de Cristo.

A los cristianos abnegados, criados en el seno de la Iglesia, en es­tas dos organizaciones los trataban condescendientemente, patrocinándolos, como si se tratase de niños buenos pero tontos y poco razonadores. De esta manera, varias generaciones fueron educadas en un seudocristianismo.

En 1910, en la conferencia mundial misionera de Edimbur­go (Escocia), fue adoptado por primera vez el nombre de ecume­nismo en su sentido actual; en ese entonces también fueron pues­tos los cimientos de un nuevo "Consejo Mundial Cristiano de la Vi­da y el Trabajo", el cual sesionó en 1925 en Estocolmo y en 1937 en Oxford para el estudio de la interrelación entre las distintas igle­sias cristianas.

Paralelamente a ese movimiento se organizó otra nueva sociedad bajo el nombre de "Conferencia Mundial sobre la fe y el orden". Se reunió dos veces: en 1927 en Lausana y en 1937 en Edimburgo. Se propusieron como meta exponer todos los obstá­culos existentes para la unificación de las iglesias en el ámbito de la enseñanza de la fe.

Por fin, en 1937, en dos conferencias consecutivas en Ox­ford y en Edimburgo, se decidió unificar esas dos organizaciones en una: "Consejo Mundial de Iglesias". La Segunda Guerra Mun­dial perturbó la realización de sus metas pero después de la gue­rra - en 1948 - fue citado en Amsterdam el Consejo Mundial de Iglesias y le siguieron dos reuniones más, en Evanston en 1954 y en Nueva Delhi en 1961 y hace poco en Upsala, Suecia.


Este breve panorama del surgimiento del movimiento ecu­ménico no sería completo si no mencionásemos la organización mundial de los boy scouts, fundada también en Inglaterra en 1908, por Lord Badén Powell. Esta organización puramente juvenil, aho­ra ya totalmente conocida por su actividad, se estableció como meta la educación de la juventud dentro del espíritu interconfesio­nal cosmopolita, con un ideal de bondad humana. Estas tres orga­nizaciones son en realidad los tres pilares sobre los cuales se ba­sa el movimiento ecuménico y de donde se suman a él constante­mente más organizadores, adeptos, o simplemente masas de simpatizantes.
 


Analicemos ahora cuáles eran las causas psicológicas, sociales, políticas y espirituales que favorecieron la aparición y desarrollo del movimiento ecuménico. Como piedra fundamental de la construcción de esta especie de torre de Babel debemos ubi­car la desintegración total de la herejía protestante. Pero si deci­mos con Tertuliano que "el alma humana es cristiana por su naturaleza", lo que en ese entonces en boca de este maestro occi­dental de la Iglesia, significaba, sin lugar a dudas, "por su natura­leza es ortodoxa", entonces podemos aseverar que toda herejía por naturaleza es contraria al alma humana y tarde o temprano el alma debe erradicar esta herejía, sacarla de su interior. De esta manera, presenciamos la erupción de la herejía protestante. Pero así como en la naturaleza, en el mundo espiritual tampoco pueden existir vacíos, el espacio de esa herejía es ocupado entonces por el ecumenismo.

Juntamente con este hecho, hay que señalar el asesinato de la familia real, la aniquilación del Imperio Ortodoxo Ruso, que frenaba el mal que ahora se desparrama por todo el mundo sin obstáculos. El ecumenismo no hubiera podido desarrollarse con ritmo tan acelerado como ahora, si existiese en Europa el poder Ortodoxo Ruso. Tampoco hubiese podido atrapar en sus redes a todas las iglesias ortodoxas.

La tercera causa, la más terrible a nuestro parecer, es la consolidación de la masonería en todo el mundo, la que hace todo lo posible para convertirse en un gobierno mundial clandestino (o secreto), es ella la que inspira, ayuda y financia el ecumenismo.

La revista "Le Temple", publicada en París, órgano oficial masónico del ritual escocés, en el Na 3 de septiembre-octubre de 1946, en el artículo "Unión de las Iglesias" presenta la siguiente declaración, sobre los éxitos de la masonería:
"Nos preguntan por qué nos entrometemos en las discusio­nes de carácter religioso, en qué medida los temas de la unión de las Iglesias, congresos ecuménicos, etc., pueden presentar interés para la masonería. En el seno de nuestros talleres se estudian to­das las doctrinas para que ningún apriorismo pueda penetrar en nuestras conclusiones. Descartes, Leibnitz, el deterninismo de Jean Rostand, etc.. Todo nos interesa aunque tenga sólo un vesti­gio de verdad.

Interior de un templo masónico

¿ Y quieren que no nos interesemos en el problema de la evolución del pensamiento cristiano? Aún si intentásemos olvidar que la masonería tiene sus orígenes en el cristianismo, de igual manera, tan sólo el hecho de la existencia de las religiones, nos provocaría un esfuerzo continuo para unir a todos los mortales en esta unidad que tanto añoramos. El problema propuesto por el proyecto de unificación de las Iglesias que profesan a Cristo, inte­resa íntimamente a la masonería y está emparentado con ella, ya que contiene (en él) la idea del universalismo. Nos permitimos agregar que si esa unión, por lo menos en lo que atañe a las con­fesiones no romanas, está sobre la senda verdadera, nos lo debe a nuestro orden".
 

Esta es la confesión que nos hace descubrir quien es en realidad el centro de todo el movimiento ecuménico.
 
El factor psicológico que preparó la base para la divulga­ción exitosa del ecumenismo fue, asimismo, el prolongado reinado de la reina inglesa Victoria.

Esta época, con su ética especial que mantenía artificial­mente a la persona dentro de una vaina espiritual, sin tratar de re­solver las pasiones, por el contrario, enfrascándolas más, final­mente cansó al mundo protestante. Este culto a la forma exterior aparente fabricó un compresor de pasiones, el que luego de la muerte de la reina, sin duda una personalidad fuerte, explotó y aniquiló no sólo la corteza de la concepción del mundo pro­testante, sino también al contenido de su pobre dogmatismo.

De esta forma, las entidades YMCA, YWCA y el scoutismo, creados y organizados por la masonería, prepararon a toda una generación de personas con una concepción especial del mundo, gracias a la cual fue factible el surgimiento del Consejo Mundial de Iglesias, el que se jacta de ser la Iglesia verdadera y en cuyas cuatro conferencias mundiales, seudoconcilios ecuménicos, ex­presó su credo.


Esas cuatro conferencias mundiales tuvieron lugar: en Amsterdam, en 1948; en Evanstone, en 1954; en Nueva Delhi, India, en 1961 y en Upsala, Suecia, en 1968. Cada conferencia publicó sus actividades, de las cuales se puede destacar, sin nin­gún esfuerzo, los jalones de este seudocristianismo. Hay que acla­rar que cada conferencia transcurrió bajo la guía de una idea principal. Así, la conferencia de Amsterdam eligió el tema de "El desorden de la humanidad y la economía de Dios". La conferencia de Evanstone transcurrió bajo el lema de "Cristo, la única esperan­za para el mundo", la conferencia de Nueva Delhi tuvo como slo­gan las palabras "Jesucristo - luz del mundo". Todos estos pensa­mientos están exentQs de una base teológica concreta, no tienen en sí nada doctrinal, ni dogmático. Pueden ser analizados por to­das las religiones, cada una por su lado, con campo abierto para la discusión, una gran posibilidad para pensar, pero sin llegar a ninguna conclusión. Por encima de todo hay un miedo al dogma. Todos esos pensamientos son en realidad sólo slogans, y si ob­servamos que cada conferencia no tiene ningún presidente esta­ble y todos los problemas los dirige un secretario, veremos que se asemejan a las sesiones de la Liga de las Naciones o de la UN, para resolver problemas espirituales. Aparece el mismo cosmopolitismo, los mismos principios vagos, la misma "Babi­lonia". De todas las conferencias, la más exitosa desde el punto de vista ecuménico fue la de Nueva Delhi, donde la atmósfera del misticismo hindú, con sus yogis, su lírica especial, su mística vaga, extasió a muchos participantes.
 
La conferencia en Upsala tomó como lema las palabras del Salvador: "Esto lo creo todo nuevo" (Apocalipsis 21: 5). Sin embargo, observando los resultados de estas conferencias, se puede ver un plan lógico y un fin determinado. La conferencia más esencial fue, sin lugar a dudas, la de Amsterdam. En ella fueron puestos todos los esfuerzos, para destruir las enseñanzas de la Iglesia Única, Verdadera, Universal (Católica), Apostólica, históri­camente militante, viviente en la tierra y triunfante en los cielos.
Cinco teólogos importantes del mundo protestante se pre­sentaron con su conferencia. Entre ellos estuvo el teólogo ortodo­xo ruso padre Jorge Florovsky.
 
El primer participante, Gustavo Owlen, tituló su con­ferencia: "La Iglesia a la luz del Nuevo Testamento". Aparen­temente, al principio todos sus razonamientos son totalmente ortodoxos, pero uno reacciona enseguida cuando habla de que los miembros de esa Iglesia en realidad, son todos los cristianos. La Iglesia es como una síntesis de todas las iglesias.

El profesor Clarence Craig, traduce la palabra "católica", o en eslavónico eclesiástico "universal", con el término "integral". De esta manera uno puede decir junto con los ecumenistas: creo en una Iglesia única, santa, integral y apostólica, es decir, en el Con­sejo Mundial de Iglesias. Prosiguiendo con sus razonamientos el profesor dice más adelante: "La Iglesia unió al Apóstol Pablo y al Santo Apóstol y Evangelista Mateo. Para el primero, Cristo era el fin de la Ley; para el Apóstol Mateo, Cristo era el fundador de la nueva Ley. La Iglesia estaba de acuerdo con la moralidad del Apóstol Santiago (Jacobo) y con el misticismo del apóstol San Juan Evangelista. Si en el primer siglo tuvieron lugar estas divergencias, de igual forma debe haber lugar ahora en la Iglesia para una mayor diversidad de expresiones. Esta diversificación pertenece a la esencia del organismo de la Iglesia". El profesor Craig menciona premeditadamente estos distintos dones del Espí­ritu Santo como divergencias de los apóstoles, cuando en realidad nunca las hubo.
 
El profesor John Gregg no agrega nada más, tan sólo su­prime de la manera más abrupta los límites de la Iglesia de Cristo, llamándola una Gran Iglesia, la que incluye a todos los cristianos de distintas orientaciones.
Un profesor de teología dogmática de la Universidad de Basilea, Karl Bart, conocido pro-comunista, quien en el mismo año de 1948, en una de sus conferencias afirmaba que "la única espe­ranza de los cristianos para sobrevivir en esta época es la búsque­da de caminos que amalgamen la corriente más activa de la ac­tualidad con el comunismo mundial", critica de manera muy realis­ta al mundo protestante, pero lamentablemente su crítica la aplica a todo el cristianismo, desconociendo totalmente a la Ortodoxia y su vida de bendiciones. "La Biblia - dice él -, el catecismo, el dog­matismo, la disciplina de la Iglesia, la liturgia, el sermón y los sa­cramentos son piezas de museo". Él ve la única salvación en la vi­vificación de la Iglesia dentro del movimiento ecumenista. O. J. Florovsky también paga su tributo al ecumenismo diciendo, como los demás profesores, que la Iglesia no se definió a sí misma, no elaboró su propia definición teológica, no tiene su propia definición, no se conoce a sí misma.

Con esto, quieren expresar que para la definición de la Iglesia no se encontró ninguna fórmula, pero el padre Florovsky debió decir honestamente que para ningún dogma existe una fórmula. Hay enseñanzas de la Santa Iglesia sobre cada dogma, como así también del mismo dogma de la Iglesia, pero no hay nin­guna fórmula como en las ciencias exactas (matemática, química y física). Al establecer el hecho de la ausencia de toda fórmula, los ecumenistas piensan que tienen todo el derecho de crear su pro­pia interpretación sobre la Iglesia y la formulan como la síntesis de todas las Iglesias existentes. Así es como un sacerdote ortodoxo sirvió a la idea del ecumenismo, pecando insidiosamente con este pensamiento deshonesto.

La segunda reunión de Evanstone desde el punto de vista ecuménico fue la más descolorida. Su finalidad era tratar de unir a todas las iglesias que se acercaron a ellos, luego de destruir el dogma de la verdadera Iglesia, o como ellos la llaman, "la Iglesia histórica". Las exposiciones de la Conferencia de Evanstone, fue­ron de poco interés, sin contenido. Fueron, más bien, la repetición de las mismas ideas formuladas en Amsterdam. Se analizaron las enseñanzas de todas las iglesias cristianas y de cada una de aquellas se extrajo la parte por la cual ellas participaban de esa "Gran Iglesia" universal ecuménica.

Hay que destacar, sin embargo, un hecho interesante su­cedido en esa oportunidad. Por primera vez se criticó al comunis­mo desde el punto de vista cristiano, aunque ello fue, aparen­temente, una fina estrategia de los dirigentes de la Conferencia para provocar a los comunistas de Moscú. La maniobra fue exitosa, ya que para la siguiente oportunidad los comunistas obli­garon al desdichado Patriarcado de Moscú a participar, a fin de que por boca de los jerarcas se evitase que los cristianos de todo el mundo allí reunidos, discutan acerca de la persecución al cris­tianismo (de esta manera se defendería, aunque no abiertamente, el régimen comunista).

Si prestamos atención a la forma en que el Patriarcado de Moscú contestó a la invitación para tomar parte en la conferencia ecuménica, nos convenceremos de que su participación en la de Nueva Delhi fue por obediencia esclavizante hacia el partido comunista.

En 1948 el concilio de Moscú encargó al presbítero G. Rasumovsky, la contestación a la invitación. Este es el texto de la respuesta: "La Iglesia Ortodoxa Rusa no intervino y no intervendrá en ninguna conferencia ecuménica. Aún dudamos en definir las causas por las cuales los representantes de la Iglesia de Constantinopla no se negaron a participar en ella, donde las reuniones se acompañan con una plegaria en común. ¿Tal vez el Patriarcado de Constantinopla haya olvidado su honor primordial, la defensa de los cánones de la Iglesia Ortodoxa, y no mantuvo su autoridad?..."

Continúa el Padre Rasumovsky, luego de presentar citas de informes ecuménicos, declarando que el ecumenismo es un verdadero Pentecostés Universal: "La Iglesia Ortodoxa Rusa siem­pre enseñó y sigue enseñando que Pentecostés, es decir, el des­censo del Espíritu Santo ya se produjo y los cristianos no deben aguardar una nueva aparición del Espíritu Santo, sino la Gloriosa llegada de Jesucristo. El menoscabo del significado del único sa­crificio de Jesucristo y las predicciones sobre la futura ’tercer hora', en la cual se va a revelar el esperado reino del Espíritu Santo, es propio de la enseñanza de masones y sectarios, y la profecía sobre un nuevo y esperado Pentecostés Universal, es só- lo~un antiguo eco de los sermones falsos de estos incitadores".
La resolución concluye con estas palabras: "Informamos al Concilio Mundial de Iglesias , en respuesta a su invitación, para to­dos nosotros de formar parte de la Asamblea de Amsterdam en calidad de miembros, que todas las iglesias ortodoxas participan­tes en el presente Concilio se ven obligadas a negarse a intervenir en el Movimiento Ecuménico contemporáneo".

La resolución fue firmada por los titulares de las iglesias rusa, georgiana, serbia, rumana, búlgara, polaca, albana y che­coslovaca y también por los de las iglesias de Antioquía y Alejandría.

Después de tamaña resolución destructora, por parte del Patriarcado de Moscú, en relación con el Concilio Mundial de Iglesias, puede entenderse el júbilo de los integrantes de la confe­rencia de Nueva Delhi, cuando recibieron a los miembros del Pa­triarcado de Moscú y junto con ellos a las iglesias rumana, búlgara y polaca. En 1968, del mismo modo entró al CMI la Iglesia Serbia. De esta manera, todas las iglesias ortodoxas, salvo nuestra Iglesia Rusa en el Exilio, figuran como miembros del movimiento ecuménico. Con respecto a la ortodoxia, el Concilio Mundial de Iglesias concluyó su ciclo de actividades. Todo el bloque comunista, encabezado por el Patriarca de Moscú, ya está representado. Todas las mentiras del mundo fueron reunidas. Se creó en la conferencia de Nueva Delhi, por primera vez en la historia de la humanidad, un frente común de todas las herejías y mentiras. En el Consejo Mundial de Iglesias, como en un centro determinado, se juntaron y unieron todos los sacrilegios, errores y contras a la Verdad a lo largo de toda la historia espiritual de la humanidad, desde Caín y Cam hasta Judas el traidor, Karl Marx, el perverso Freud y todos los actuales, grandes y pequeños sacrílegos de nuestros días. Así es la sombría apoteosis de la conferencia. Si nos propusiéramos imaginar este festejo macabro en términos musicales, podríamos ubicarlo bajo los acordes del "Danza Macabra" de Saint-Saéns.

Finalmente, la última conferencia en Upsala estableció un slogan con las palabras del Salvador: "Esto lo creo todo nuevo" Lo que dio a los Santos Padres una fuente interminable de pensa­mientos teológicos, en boca de los integrantes de la conferencia en Upsala fue aplicado exclusivamente para todo tipo de asuntos sociales, de beneficencia, y hasta a veces, industriales.

Hay que destacar que en esta conferencia hubo 140 dele­gados de todas las Iglesias ortodoxas sin contar a sus consejeros, traductores y secretarios. La delegación moscovita contaba con 35 delegados entre obispos y sacerdotes, encabezada por el Metro­politano Nicodemo. La Iglesia Helénica envió esa vez sólo a dos representantes laicos, pero estos abandonaron la Asamblea antes de finalizar todas las sesiones. Su comportamiento fue justificado oficialmente, debido a que hubo incidentes de protesta contra el régimen militar griego por parte de la juventud sueca. Pero en realidad, la Iglesia griega tiene en cuenta el continuo aumento del movimiento de los seguidores del viejo estilo; además, puede agregarse que la mayoría de los delegados ortodoxos, salvo las excepciones constituidas por los reales apóstatas de la ortodoxia, se sienten en una posición incómoda en todas las sesiones ecuménicas. Teniendo en cuenta esto, puede afirmarse que aquellos dos delegados helenos estaban contentos de abandonar la Asamblea bajo aquel buen pretexto.


No estaría de más subrayar, con qué cuidado se maneja el movimiento ecuménico con respecto a los delegados ortodoxos Dándose cuenta desde la primera conferencia, de que los delegados ortodoxos no están cómodos y que no pueden brindarse por entero al ecumenismo y siempre tienen en su fuero íntimo ese re­mordimiento de conciencia por su obligada participación dentro de aquél, el manejo de casi todas las Iglesias ortodoxas presentes en el congreso de Upsala fue muy sutil para poder acostumbrar, do­mesticar y finalmente llevar a esa conciencia ortodoxa aún no aca­llada a su aleación en la fragua ecuménica.

A pesar de que en esta oportunidad, en Upsala, se reunió la mayor cantidad de delegados ortodoxos, no hubo ninguna parti­cipación de ellos en todas las reuniones en común. Al distribuir a todos los delegados en distintas comisiones, los trataron de indu­cir al ecumenismo por el hecho de tener que firmar todas las reso­luciones en silencio y a conciencia, lo que en este caso, aparente­mente, no los hacía sufrir mucho. Esta se podría llamar, la política del adormecimiento de la conciencia.

Desde la misma apertura de la Asamblea en Upsala fue leída una plegaria ecuménica que decía lo siguiente: "Oh Dios, Padre, puedes crear todo nuevo. Nos ponemos a Tu disposición, ayúdanos a vivir para los demás, ya que Tu amor se extiende a to­das las personas, a buscar la Verdad, la que no hemos alcanzado..." ¡¿Cómo se sentirían los ortodoxos al escuchar estas últimas palabras?! Sería curioso ver las caras de los jerarcas orto­doxos quienes junto con todos los protestantes, sectarios y católi­cos romanos, que también estaban representados esa vez, decla­raron - escuchados por todos - que ellos no conocen la Verdad. Cada uno de nuestros sacerdotes, de cualquier pueblito, hasta el más humilde, conoce la Verdad y la experimenta, al estar frente al altar de Dios y rezando a Él en fe y verdad. Hasta la "Revista del Patriarcado de Moscú" totalmente censurada por el partido comunista, no se atrevió a traducir cabalmente las palabras de la plegaria: la palabra truth, la tradujo como verdad. Sin embargo, to­dos comprendieron perfectamente, que justamente en esta parte del texto de la plegaria, sin ningún otro doble sentido, se habla de La Verdad.

Quizá los jerarcas ortodoxos recurrieron en el momento de la apertura de la conferencia a la vieja práctica jesuítica de "reservatio mentalis", pero en ese caso, si esos delegados no con­fiesan su participación en la oración de los herejes, puede consi­derárseles en un camino errado: el de la exclusión de la Verdade­ra Ortodoxia.

Después de revelar el sentido de cada una de las cuatro conferencias ecuménicas, observemos con detenimiento al inspirador, es decir al mismo ecumenismo, para ver los contornos de este fenómeno.

El ecumenismo es la herejía de todas las herejías, porque hasta ahora, todas las herejías por separado, trataban de ubicarse en el lugar de la verdadera Iglesia, pero el movimiento ecuménico al unir todas las herejías, las invita, a todas ellas, a que se las con sidere como a la única y verdadera Iglesia. Aquí se encuentra la antigua herejía arriana, monofisita, monotelita, iconoclasta, pelagiana y simplemente todas las creencias erradas bajo otros nombres totalmente distintos se han juntado y dan batalla contra la verdadera Iglesia. Este fenómeno es sin duda, de carácter apocalíptico. El diablo luchó en forma sistemática contra la Verdad de Cristo siguiendo el orden expresado en el Credo de Nicea y así llegó a la última parte del Credo, la más importante y vital: "creo en Una Santa Iglesia, Católica y Apostólica". Nosotros decimos la más importante porque todas las verdades que están expuestas en la última parte del Credo se ponen en práctica, en vida, en la Iglesia de Cristo, la cual nos muestra no sólo la Enseñanza verda­dera de la ortodoxia, sino también que con la fuerza de la Gracia se puede dar vida a esas verdades y nutrirse de ellas. Como dice en su trabajo el Arzobispo Hilarión "El cristianismo no existe fuera de la Iglesia", no es una ilusión respecto a la Iglesia, sino la vida en Cristo.

El ecumenismo, que trata de destruir los límites de la Iglesia de Cristo, no tiene ningún límite. Ya se habla no sólo de unifi­car a todos los cristianos, sino también a los hebreos, porque to dos los que habitan en la tierra son miembros de la Iglesia.
El mismo Karl Bart predice el final cercano del "Corpus Cristianum" diciendo que "hemos entrado en la época del final de los tiempos, cuando se despliega la última fase de la historia con respecto a la relación entre Dios y el hombre, y no va a terminar con el terrible juicio, como enseña la Iglesia Ortodoxa, sino con una pacificación general que se va a manifestar entre Dios y todas las criaturas".

Si observamos la vida interior de todas las iglesias protes­tantes buscando la causa que produce el ecumenismo, entonces veremos dos corrientes de pensamiento y forma de vida. La mayo­ría de las sociedades protestantes ya han puesto fin a su enseñanza herética y no sintiendo en sí ningún estímulo para encontrar en su religión nuevamente su fuerza centrífuga, se rinden ante el ecumenismo. Se manifiestan totalmente indiferentes a su concep­ción del mundo conseguido con sangre y sufrimiento y en realidad presentan una masa de gente indolente hacia Cristo.

Hay otro aspecto contrario que se presenta a veces, pero siempre es reducido, o se da en individuos aislados dentro del mundo protestante que por simple instinto de conservación no quieren diluirse en la masa impersonal y sin sangre, y transformar­se en un cadáver del cristianismo occidental anterior. Para éstos últimos, los sabios del ecumenismo adoptan la fina táctica del pescador, lanzan la tanza hacia alguna sociedad libre, para des­pués atraerlos a la orilla mortal del ecumenismo.

Para nosotros los ortodoxos, nos son más cercanos los cristianos, aunque estén errados, pero aún firmes dentro de su fe, o los que aún tienen algún indicio de vida.
El ecumenismo, en el plano de la teología, no afronta nin­guna crítica cualquiera que sea, ya que trata de esquivar su propia dogmática. Se propaga no en profundidad, sino a lo ancho, en los estratos de las herejías que llegan a su fin, pero lo sostiene una fuerza misteriosa que permanece en la sombra. Detrás de él hay una potencia material con una astuta política financiera, que ofre­ce ayuda con sus dones a alguna conciencia titubeante o a la que aún no ha perdido su sensibilidad.

En su estructura exterior, el Consejo Mundial de Iglesias es muy semejante a la Liga de las Naciones o a la actual organiza­ción de las Naciones Unidas con su secretario general. Sin ningu­na intención de señalar los tiempos y los plazos, que se encuen­tran en la Mano de Dios, se puede suponer solamente que el Anti­cristo va a encabezar ambas organizaciones, pero el Consejo Mundial de Iglesias le va a resultar más próximo y lo va a empa­rentar más.
 
Conclusiones y resoluciones
 
El ecumenismo está ahora a las puertas de nuestra Iglesia. Todas las iglesias ortodoxas locales se hicieron miembros de él, la última fue la Iglesia Serbia, que fue aceptada en 1968. Si hasta este momento, el ecumenismo no fue peligroso, ahora la situación ha cambiado un tanto, ya que nosotros somos la única Iglesia que no forma parte del C. M. I., y probablemente van a ser usadas pa­ra con nosotros otras tácticas especiales. Tenemos que estar preparados. Sin duda alguna van a producir una fuerte presión en la masa de nuestro pueblo creyente, entre quienes aparecerán muchas almas que se rendirán; unos, engañados por la idea de las unificación, temiendo su propia soledad; otros, seducidos por las ventajas, mejor posición, en una palabra: tentados por el bece­rro de oro.

Como hemos señalado anteriormente, el movimiento ecumenista fue organizado con una concepción de vida seudo-cristiana, con un total desinterés hacia sus verdades, en el seno de YMCA, YWCA, el scoutismo y demás organizaciones seme­jantes; de igual manera actuó para la debilitación espiritual, la en­señanza escolástica en las escuelas ortodoxas, una enseñanza desalmada, fría, una observación especulativa en detalle de las verdades de la enseñanza cristiana, donde estaba ausente total­mente la faz moral de cada dogma. La enseñanza moral de cada dogma es lo que entusiasma, lo que más interesa y anima, lo que sacude el alma de igual manera tanto en un seminarista, un fiel creyente, un estudioso como en una persona común. Sin ese as­pecto moral de cada dogma, toda la ciencia teológica pierde terre­no y se transforma en una disciplina de sociedad, y la menos interesante, ya que, comparada con la física o química, que tratan de algo concreto, palpable, aquella en cambio, no alcanza a de­mostrar su parte moral en cada dogma al pobre seminarista. Co­mo resultado de esta enseñanza teológica pudieron salir del semi­nario personajes como Stalin, Micoyan y seguramente un número grande de chekistas. El pobre profesor de teología dogmática ni sospechaba que preparaba al futuro monstruo. Tampoco era él el culpable. Pues en aquel entonces así era el Sistema y lo sigue siendo inclusive en la actualidad. Ahora en nuestro seminario de la Santísima Trinidad, la teología dogmática se vivifica, se transfor­ma en fuerza, exclusivamente gracias al ambiente de gracia del monasterio, su denuedo en la oración y abstinencia.

Si el ecumenismo va a llenar sus filas con cristianos orto­doxos indiferentes a las verdades de nuestras enseñanzas, la cul­pa de ese desinterés va a ser exclusivamente nuestra. Nos es sumamente imprescindible leer el prólogo de I. F. Samarin, sobre los trabajos teológicos de A. S. Jomiakov, en donde se critica tan despiadadamente nuestra enseñanza de la teología.

Los Santos Padres intercalaron a propósito el Símbolo de la fe, del Concilio de Nicea y Constantinopla, dentro de la Santa Liturgia y dentro de otros oficios diurnos, como una plegaria para unir en esa abreviación ideal, toda la enseñanza ortodoxa así ca­balmente expresada; en forma real con nuestra alma, hacer vida el Símbolo de la fe, y no una enseñanza abstracta. Los Santos Pa­dres nos enseñan con esto, que con el Señor, Nuestro Dios, ha de establecerse una relación únicamente por medio de la plegaria, que no se puede razonar sólo con nuestro intelecto, pero sí en contemplación con todas las fuerzas de nuestra alma - la mente, el corazón y la voluntad - en la plegaria y la fe. Este Símbolo de la fe no es nuestra declaración de fe, no es un memorándum sobre la fe, pero es un denuedo de oración de todas las fuerzas de nuestra alma.

Ya es hora de incluir en todos los manuales de teología dogmática, en los rasgos característicos del dogma cristiano ortodoxo, en la religiosidad y la revelación divina la devoción a las plegarias, con el fin de unir todos los dogmas espontáneamente con nuestra alma. La teología dogmática del Archimandrita Silves­tre en su definición de dogma, peca justamente por su carácter especulativo. Cuando los Santos Padres nos manifiestan sus en­señanzas lo hacen sinceramente, dándose por entero, consustan­ciados con la plegaria. Todo su pensamiento lo han elaborado, se puede decir, mediante rezos y contemplación y no por silogismos de una mente analítica. En el aprendizaje racional de un dogma, practicado en todos nuestros seminarios y academias, se esconde un fino orgullo entrelazado junto con un fino brote de sacrilegio. Recuerdo como uno de los alumnos del metropolitano Antonio, luego de una charla inspiradora del gran maestro (Aba) acerca del dogma de la Santísima Trinidad, exclamó: "Vladika, luego de su explicación del dogma uno quiere llorar enternecidamente".

Con el intelecto solamente se puede llegar al sacrilegio y observando detenidamente las santas verdades uno, sin saberlo, se puede encontrar en una mesa redonda con protestantes en su diálogo acerca de Dios.

La fuerza de la plegaria, en nuestra fe por la verdad dog­mática es, por sí misma, la fuente de la fuerza moral de todo dogma.

Esto es de tal manera cierto que, si en nuestra plegaria nosotros creemos en la omnipotencia Divina, entonces, por la miseri­cordia Divina a nuestra súplica, nos vestimos de la fuerza Divina tanto cuanto nos es accesible. Si nosotros creemos en la omnividencia Divina, entonces percibimos, por la misericordia Divina, y a medida que nos vamos purificando, la certeza, la sabiduría y el raciocinio. Entonces pues, de cada verdad dogmática nosotros re­cibimos los dones del Espíritu Santo. En otras palabras, del acer­tado denuedo de la fe y la oración depende nuestra vida correcta, vida en Cristo y vida en la Iglesia.

Nosotros creemos, asimismo, en Una, Santa, Católica (Universal) y Apostólica Iglesia, y mientras tanto aseveramos, despreocupadamente, que en otras iglesias existen los misterios de la Eucaristía y el, Bautismo ¡¿Dónde está entonces nuestra fe en la Única, es decir, la exclusivamente Única Iglesia, que es la única que conserva todos los sacramentos?!

Pero aquí les propongo otro punto de la resolución. Noso­tros tenemos que erradicar ese cierto ecumenismo de escolares que, por suerte, penetró tan sólo en nuestro intelecto. Digo sólo escolar y mental, porque a ningún ortodoxo en sus cabales, se le ocurriría comulgar en una Iglesia protestante o católica romana, y eso no sucede porque, orgánicamente, conocen con certeza ine­quívoca que no hay una Comunión santa en ninguna parte salvo en la Iglesia de Cristo. No sucede así con nuestra clase intelectual y pensante. En ella hay tal discordancia y variedad de errores que se puede decir, sin temor a equivocarse, que no hay dos personas que piensen igual. Se pueden encontrar a damas exaltadas, que equiparan a San Serafín de Sarov con Santa Teresa, o a gente que practica el yoga considerándolo como un denuedo cristiano. Unos consideran que los sacramentos son válidos en todas las re­ligiones cristianas, otros sólo consideran que el Bautismo es válido pero no así el misterio de la Eucaristía. No hay manera de enume­rar todos esos errores. Es una mezcla de opiniones. Lo más trági­co es que todos estos errores existen gracias a que nuestras vie­jas nociones escolares, son compartidas aún hoy por algunos de nuestros sacerdotes. Ya está totalmente olvidado lo manifestado por los Santos Padres: "Toda comunión con los herejes es comida para los diablos". Y si no existe la santa Comunión, entonces tam­poco puede existir ningún otro misterio, ya que Dios Espíritu Santo desciende en todos los misterios, en mérito a Cristo hecho Hombre, por su condición de ser Dios y Hombre. El Santo Sacramentó de los Sacramentos es la Eucaristía que es el misterio de Dios hecho Hombre.

En este caso tendríamos que asimilar el punto de vista or­todoxo sobre la concepción del mundo sin ningún compromiso. Es el siguiente: existe Dios, existe Su Única, Santa y Apostólica Igle­sia y existe toda la humanidad, todo llamado hacia Dios a través de Su Santa Iglesia. Todas las demás religiones, así llamadas cristianas, monoteístas o paganas, todas sin la más mínima excepción; sea el catolicismo, el protestantismo, el islamismo o el budismo - son todos escollos puestos por el demonio así como sus trabas entre la Iglesia de Cristo y toda la humanidad. Salvo en sus relaciones personales con otras religiones, con el fin de cri­ticar en el nivel cultural, podemos observar a unos como los capa­ces de ser ortodoxos y a otros como los más alejados; pero en principio, todos sin exclusión, pertenecen a la mentira; sin tener nada en común con la verdad. Acá sería oportuno recordar la vi­sión de San Macario de Egipto; iba el diablo a tentar a los herma­nos (monjes) y le colgaban muchos recipientes. El gran asceta le preguntó: - ¿A dónde vas?. Satanás le contesta: - Voy a visitar a los hermanos. - ¿Para qué tienes tantos recipientes? - le pregunta nuevamente el santo. El diablo le contesta: - Le llevo comida a los hermanos. El starets le pregunta: - ¿Y todos contienen comida? - Sí - contestaba Satanás; - si a uno no le gusta una comida, le daré otra; y si ésta tampoco, alguna otra. Así pues, todas estas religio­nes son las que recibieron comida del diablo: aquí está presente el fino encanto de Francisco de Asís y al lado está el nirvana y cerca está Mahoma, Lutero, Calvino, Enrique VIII, con el gusto corres­pondiente en sus "comidas".

¿Cómo podemos luchar contra el ecumenismo exitosa­mente si nosotros mismos nos encontramos a menudo con nues­tros pensamientos bifurcados y no poseemos una concepción or­todoxa del mundo, ni tampoco palpamos la santa exclusividad, la calidad de única de la Santa Iglesia Ortodoxa? Para dirigir a nues­tra juventud, esa bifurcación tiene una acción nefasta sobre las jó­venes almas.

Hay que considerar que toda falta de éxito en el trabajo con la juventud, en un 50%, hay que adjudicarla a nuestra insegu­ridad pecaminosa con respecto a la Verdad. Es inherente a la juventud el heroísmo, la sinceridad, el impulso hacia la Verdad y pa­ra los jóvenes no es aceptable la idea de la Verdad salpicada en distintas religiones.

Finalmente, como último punto de esta resolución hay que señalar la necesidad de que en cada una de las catedrales de nuestra Iglesia, en la Semana de la Ortodoxia se celebre el oficio del Festejo Solemne del Triunfo de la Ortodoxia, el que conmueve a los creyentes y les inspira una sensación real de la santidad e incolumidad de la Iglesia Ortodoxa.
 
Durante este oficio las caras de los presentes que rezan se ven conmovidos por una cierta alegría estremecedora del presen­timiento de la victoria final de la Iglesia de Cristo por sobre el mal. Me permitiré llamar a ese oficio, como un misterio de renovación espiritual, un misterio de afianzamiento de la verdad.

Finalizando mi observación, quiero destacar, que mi des­cripción del movimiento ecumenista en términos tan negativos, se debe a que traté de observar desde el punto de vista ortodoxo, es­te asunto diabólico tan actual y candente. Sin embargo, los repre­sentantes del ecumenismo, a pesar de tener ideas tan nocivas, permanecen siendo personas débiles y limitadas y quizá Satanás odia más, justamente a estas personas, porque dentro de sus limi­taciones de esencia humana, al orgullo ilimitado de Satanás, le hacen recordar las propias limitaciones de su maldad plenidestructora.

No queriendo, con mis palabras dañar en lo más mínimo al quehacer del amor, considero que debemos en principio, no tener compromiso alguno con el ecumenismo, el mal más actual, pero en encuentros personales que son inevitables, debemos ser siem­pre los verdaderos discípulos del Hijo de Dios, el Dios del amor.


 



[1] Los cristianos ortodoxos no deben confundir esta realización del pecado ancestral con la enseñanza sectaria acerca del “pecado original”. No hay doctrina del “pecado original” en la Santa Iglesia, pues no es posible heredar el “delito” de Adán. En ningún lugar lo mencionan los Santos Padres, sino que se refieren al “pecado ancestral” que produjo no un delito, sino una enfermedad hereditaria, es decir: “la maldición de pecar”, estado del hombre de separación de Dios, etc.  

    

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