miércoles, 7 de agosto de 2024

I. INTRODUCCIÓN & PREFACIO

 INTRODUCCIÓN

Ya casi todo el mundo esta bajo las garras del mal y la locura. El infierno se ha acercado a nosotros como nunca antes.  Hemos entrado en una prolongada Semana Santa Aterrorizados contemplamos las “burlas constantes, los escupitajos y crucifixión de Cristo”[1] (Justin Popovich) Todos aquellos que sientan compasión y amor por Cristo están llamados a confesar su fe.  No tenemos otro camino, estamos bajo asedio: "Me rodearon y me asediaron; Mas en el nombre del Señor yo las destruiré." (Salmo. 117,11)

 

Sólo un puñado de los que amaban al Salvador se apiñaron ante la Cruz en la que Él sufrió.  De la misma manera, ahora, 2000 años después, ha quedado en el mundo un pequeño rebaño de Cristo, disperso en muchos países, pero todavía fiel al Señor que había prometido no dejarlos huérfanos "porque el Señor no desechará a su pueblo, ni abandonará su herencia" (Sal. 93,14).

 

Creyendo firmemente en la promesa del Señor: "y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella" (Mt. 16,18) confiamos que: "incluso en los tiempos terribles que ahora esta experimentando la Iglesia, cuando todo parece perecer bajo los ataques del enemigo, el Señor le ofrece su ayuda y la salva de la ruina" (arzobispo Serafin Sobolev)

 

Por el bien de nuestros confesores de Cristo contemporáneos y de aquellos que sinceramente intentan comprender la situación actual de la Iglesia, hemos emprendido el presente trabajo y también su traducción al inglés.

 

Aunque la autora es consciente de su indignidad, se toma la libertad de escribir sobre el ecumenismo apóstata basándose únicamente en las enseñanzas de la Iglesia y en los hechos, absteniéndose, en la medida de lo posible, de conjeturas y valoraciones personales. Encontramos en las palabras de nuestro compatriota amante de Dios, Alexei Khomyakov, como requisito previo a la hora de inspirarnos en este atrevimiento referentes a la obligación que tiene cada miembro de la Iglesia de defenderla cuando sea necesario, ya que la Iglesia no tiene defensores oficiales.

 

La traducción de la primera versión de "Ecumenismo...", realizada por Olga I. Koshansky en Australia, nos impulsó a revisar completamente la original y a escribir una nueva obra. El texto actual tiene aproximadamente cinco veces el tamaño del anterior y presupone un gran trabajo de traducción que, sin falta ni reproche, fue realizado por O. I. Koshansky. Algunas de las numerosas notas y referencias de este libro dentro del libro, con las que hemos equiparado y documentado nuestro texto, fueron traducidas por Dimitri M. Hintze, quien también aceptó amablemente ofrecer asesoramiento en el proceso de lectura del manuscrito en inglés. A ambos les estamos profundamente agradecidos por el trabajo realizado.

 

Agradecemos sinceramente los invaluables comentarios y la cooperación brindados por el archidiácono Germán Ivanoff-Trinadzaty, Dr.phil. (Lyon, Francia).

 

Sin la participación de aquellos cuya ayuda, consejo, guía espiritual y oraciones desinteresadas y constantes nos apoyaron, este libro simplemente habría quedado sin publicarse.  Cuyo primer lugar concierne al padre archimandrita Alexy (Makrinov), quien no sólo guió al autor sino que también complementó sustancialmente muchos capítulos.

 

PREFACIO

 

Al alejarse el siglo XX, muchos fenómenos se llevaron a cabo bajo el signo de la mentira, bajo el signo de una fe falsificada. El Ecumenismo, anatematizado en 1983 por los obispos del Concilio de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero, en nuestros días se ha convertido en un gran enemigo, la herejía de las herejías, por así decirlo. Desde entonces ha sido señalado repetidamente como la Primera Herejía de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero, el anatema, confronta desde entonces, la conciencia de aquel ortodoxo que ha caído bajo el movimiento mundial de carácter ecuménico.

 

En Rusia, gracias a las parroquias de la ROCA (siglas en ingles de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero, “Russian Orthodox Church Abroad”) y sus publicaciones, el Ecumenismo es percibido como algo sumamente inaceptable y peligroso para la fe ortodoxa.

 

No es así en Occidente, cada vez cuando el Ortodoxo crítica al Ecumenismo, sus hermanos heterodoxos se mofan por su “arrogancia”, “conservadurismo”, “intolerancia” o bien nos acusan de falta de sensibilidad o de ser muy estrictos.

 

Para ellos, el Ecumenismo significa, antes que nada, amor y unidad de todos bajo el amor… (Estamos hablando de los heterodoxos cristianos que son sinceros, no sobre aquellos que trabajan para la creación de una Iglesia apocalíptica, “la gran ramera”, y que son muy conscientes de lo que están haciendo en nombre del Anticristo).

 

Según el Apóstol Pablo, quién protegió la pureza de la Ortodoxia cuando expreso, “siguiendo la Verdad en amor” (Efesios 4,15). La verdad es nuestro lenguaje de amor en Cristo. Nosotros, los Cristianos Ortodoxos, tratamos no como lo hizo Pilatos y sus falsos sabios al preguntar, “¿Cuál es la verdad?”, conociendo que nuestro Señor Jesucristo es “El camino, la verdad y la vida” (Juan 14,6).

 

Ortodoxia, de acuerdo al origen etimológico del griego y eslavo, es lo recto, la fe correcta por la cual glorificamos a Dios. ¿En donde entonces hacemos lo correcto? Nuestra rectitud yace en los fieles salvaguardia de todo lo que el Señor legó a sus discípulos.

 

Por dos mil años la Iglesia Ortodoxa estuvo guardando fielmente la Sagrada Tradición y la sucesión apostólica. Nosotros no queremos ni presumimos cambiar nada de la tradición legada por nuestro Señor Jesucristo, no estamos adaptándolo a él para nosotros, de acuerdo al “espíritu del tiempo”, el espíritu de este mundo.

 

Nuestra Iglesia conoce que eso no es lo correcto y que termina diluyendo la pureza de las enseñanzas dadas por Dios por peligrosas falsas doctrinas y herejías invocadas para preservar una unidad imaginaria. No es aceptable la enseñanza de los católicos que tuvieron el atrevimiento de cambiar el dogma del Espíritu Santo (Filioque) en el Credo Niceno-Constantinopolitano (a pesar del hecho de que ni un ápice del Credo puede ser cambiado), y que, persistiendo en su herejía han adherido eventualmente a otras falsas doctrinas también. También para los Cristianos Ortodoxos nos resulta inconcebible la unión con los protestantes que no veneran a la Madre de Dios, y que no reconocen la Sagrada Tradición y la autoridad de los Padres de la Iglesia, rechazando de la misma forma a los santos. No podemos ser parte de aquellos que – como los protestantes – rechazan la veneración de las reliquias sagradas y de los iconos sagrados. Es decir, de aquellos que pertenecen a la herejía iconoclasta condenada y anatematizada por el Séptimo Concilio Ecuménico. No podemos rezar tampoco con los monofisitas, que por 1500 años han adherido a la herejía cristológica. Y finalmente, queremos distanciarnos de todos aquellos que minan los fundamentos mismos del cristianismo con sus innovaciones impías.

 

El preservar significa, “el proteger”. Los cánones de la Iglesia Ortodoxa protegen su santidad. Por lo tanto, de acuerdo con las Reglas Apostólicas 45 y 65, obispos, presbíteros y diáconos, que han rezado simplemente junto a herejes, o que han entrado en una sinagoga judía para rezar, son depuestos del servicio y los laicos que recen junto a los herejes son excomulgados de la Iglesia. Los cánones 6 y 33 del Concilio de Laodicea, prohíben a los herejes no solo estar presentes en las Iglesias sino que incluso se les imposibilita entrar en ellas. También hay otros cánones que cuidan a la Iglesia Ortodoxa de la usurpación herética de ella y que de hecho son estrictos. Después de todo, cualquier custodio que cuida un tesoro debe de ser vigilante y estricto, ser estricto – sin embargo – no significa ser cruel. La protección de nuestro tesoro más preciado – la santa Ortodoxia – está muy lejos de sentir arrogancia e insensibilidad de la cual se nos acusa. No es la falta de sensibilidad la razón por la cual resistimos al Ecumenismo.

En nuestras oraciones privadas como cuando oramos en comunidad bajo la Iglesia, imploramos al Señor que “calme la disputa entre las iglesias” y también para que “vuelvan a la senda de la verdad y de la salvación para aquellos que se han extraviado de la fe ortodoxa”. Oramos para que aquellos que se han alejado de la Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia, se arrepientan y vuelvan a ella. La unión de todos en verdad y amor es la esperanza sincera de los cristianos ortodoxos.

 

Algunos de nuestros hermanos y hermanos heterodoxos que fueron educados en tradiciones ajenas a la Ortodoxia y que se sienten atraídos por la belleza de nuestra Iglesia, pueden conocer que la verdad y la gracia son a la vez una garantía y la causa de esta belleza sobrenatural. De todas formas, que no se preocupen cuando se enteren a través de las páginas de este libro que casi todas las iglesias ortodoxas locales (o sus jerarquías, para ser más precisos), están envueltas en el Ecumenismo bajo el liderazgo de los Patriarcados de Constantinopla y Moscú. Después de haber violado los cánones sagrados, cayendo fuera de la plenitud de la ortodoxia. Sin embargo, no constituyen toda la Iglesia, “La Iglesia está donde se mantenga inalterada la Fe Ortodoxa y la vida acorde a esta fe”[2].

 

La Iglesia está formada por aquellos griegos, rusos, americanos, rumanos, búlgaros, serbios, franceses y otras personas ortodoxas de diferentes países, que tienen una Patria espiritual en común: La Sagrada Ortodoxia. La Iglesia se compone de todas las personas que fielmente preservar la pureza de la fe, tal como se nos ha transmitido por los Santos Apóstoles y Padres de la Iglesia. La sal de su fe pura es la sal de la tierra, "La Iglesia es la comunidad divinamente establecida de personas unidas por la fe ortodoxa, la Ley de Dios, la jerarquía y los sacramentos.  (Metropolita Filareto; “Catecismo cristiano..."). Si reconocemos a nuestros jerarcas como los apóstatas que confunden la fe con la falsa fe, que tienen comunión sacramental con los herejes anatematizados, y que instruyen a la gente a hacer lo mismo ¿esto no nos colocan fuera de los muros de la iglesia y en peligro de ser separados de la Fuente de la vida eterna?

Creemos que Dios le conceda el espíritu de arrepentimiento a los que luchan por la verdadera ortodoxia y que Él los guiará a lo largo de su propio camino elegido para el único refugio sagrado. Y la Iglesia Ortodoxa acepta con amor.

 

Más allá de la belleza visible de la Iglesia Ortodoxa se encuentra la belleza que según Fiodor Dostoievsky, podrá “salvar al mundo”. Sólo la Iglesia, que verdaderamente ama a Cristo, es capaz de resistir al Anticristo cuyo advenimiento está cerca, y salvarse de él.

 

Casi 7 años han pasado desde que “Ecumenismo; camino a la perdición” fue por primera vez publicado en ruso, es un periodo largo de tiempo que se acelera cada día más de forma apocalíptica, preludio de su fin. Al observar lo que está pasando en la actualidad, sobre nuestra vida cotidiana, que es escatológica (tiene un fin en el mundo terreno), y ver el desarrollo de los acontecimientos diarios bajo un ritmo cada vez más rápido y demencial, como fondo de los elementos desestabilizadores del mundo, podemos preguntarnos si esta vida no es también el cumplimiento de cosas predichas en las Sagradas Escrituras y otras profecías.

 

En “Las profecías póstumas de San Nilo el vertedor de mirra” se lee: "Un día será como una hora, una semana como un día, un mes como una semana y un año como un mes, debido a la astucia de los hombres que ocasiono la tensión de los elementos, y ellos, también comenzaron a acelerar sus esfuerzos para completar, lo más antes posible, el numero predicho por Dios para la octava edad.”

 

La aceleración del tiempo que estamos viviendo, es causada por la apostasía acelerada y total de Dios: esta apostasía del futuro, que sólo hace poco era todavía un concepto abstracto, se ha convertido en nuestra realidad siniestra, un "síntoma del fin".

En el curso de la década de los 90’s, la apostasía de las iglesias ecuménicas, lideradas bajo los Patriarcados de Constantinopla y Moscú, ha adquirido un carácter francamente descarado. Esto está evidenciado por documentos de las uniones llevados a cabo con herejes y enemigos de la Fe Ortodoxa – monofisitas y católicos -, por numerosos artículos y papeles, así como también la aparición de forma pública en televisión y radio de los apostatas “ortodoxos” como el Patriarca Alejo II, que “peregrino” en una sinagoga así como las resoluciones del Consejo de Obispos del Patriarcado de Moscú en 1994.

 

Los apostatas impenitentes, vestidos con mitras y mantos de obispo, habiéndose acostumbrado al pecado al traicionar a Cristo, no han dejado de lado los recursos demagógicos utilizados anteriormente. Ahora tenemos ante nosotros una apostasía descarada, que declara con insolencia “mentiras saludables” y la conveniencia del ecumenismo en el pasado, el presente y el futuro[3]. La apostasía del Patriarcado de Moscú y de las iglesias locales – Miembros del Concilio Mundial de Iglesias (“World Council of Churches”, o WCC según sus siglas en inglés) –, que cooperan con él, es solo desapercibida por quienes por sus pecados están probados de la capacidad dada por el Señor de discernir sobre los espíritus. Esta ceguera espiritual ha golpeado a millones que ven una “prueba” sobre el caso, en los números.

 

Esta apostasía no está limitada solo a las palabras. Obispos heréticos en el poder y apostatas de todas las tendencias y en todos los niveles se han convertido en perseguidores de los cristianos ortodoxos. Al igual que antes, se apoyan en el poder desnudo del príncipe de este mundo; la policía, los destacamentos del Escuadrón Policial para Propósitos Especiales (OMON en sus siglas en ruso), o simples sicarios. Es suficiente recordar los hechos de violencia en contra de las parroquias de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero (ROCA), y la incautación de sus iglesias en Moscú, San Petersburgo, el distrito de Novgorod, Oboyan, Valishchevo y en las otras ciudades y pueblos de Rusia que se lleva a cabo con la bendición del pseudo-Patriarca Alejo II y los pseudo-obispos del MP (siglas en inglés del Patriarcado de Moscú, “Moscow Patriarchate”) y que no es diferente de los crímenes cometidos por los uniatas en contra de los ortodoxos en el sur-oeste de Rusia.

 

Existen pues, persecuciones abiertas en contra de los cristianos ortodoxos que no quieren caminar en “en el consejo de los impíos, dispuestos a refutar los discursos engañosos y las apelaciones de todo el mundo sobre el amor y la tolerancia que tanto gustan a los ecumenistas. ¿No es “amor” y “tolerancia” la del Patriarca de Constantinopla Bartolomé I, un ferviente ecumenista y sus cómplices demostraron en la primavera de 1992, cuando a la fuerza se apoderaron de la skete de San Elías (de jurisdicción de la ROCA) en Monte Athos, que pertenecía a los rusos desde tiempos inmemoriales, y expulsó a sus monjes residentes por su fidelidad a los cánones de la Iglesia Ortodoxa?

 

Junto con la violencia y la persecución de los cristianos estamos siendo testigos de los efectos de la "tierna iniquidad" (San Juan de Shanghái y San Francisco). Los seductores del pueblo de la iglesia han desarrollado su propio lenguaje universal, y sus propias tácticas ecuménicas de la mentira y el compromiso. El amor ecuménico, la tolerancia y el respeto se muestran no sólo a los distorsionadores "tradicionales" de la Sagrada Escritura y de los abusadores de los Santos Padres. Los apóstatas han abierto sus brazos para acoger a los idólatras y magos, así como a los pervertidos - sodomitas y lesbianas - , a cuyas misas asisten y anuncian con deferencia en sus propias publicaciones.

 

Casi todo el mundo está en las garras del mal y la locura. El infierno se ha acercado tanto a nosotros como nunca antes. Hemos entrado en una Semana Santa prolongada. Aterrorizados, presenciamos la "burla constante, los escupitajos y la crucifixión de Cristo" (Justin Popovich). Todos los que sienten compasión y amor por Cristo están llamados a confesar su fe. No tenemos otro camino, estamos sitiados: «Me han cercado, me han cercado, pero en el nombre del Señor los destruiré» (Sal 117,11).

 

Sólo un puñado de los que amaron al Salvador se acurrucaron junto a la cruz en la que Él sufrió. Del mismo modo, ahora, 2000 años después, ha quedado en el mundo un pequeño rebaño de Cristo, disperso por muchos países, pero todavía fiel al Señor que había prometido no dejarlos huérfanos «porque el Señor no abandonará a su pueblo ni abandonará a su heredad» (Sal 93,14).

 

Creyendo firmemente en la promesa del Señor: “ Yo edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt. 16,18), confiamos en que “aún en los tiempos terribles que vive la Iglesia, cuando parece perecer bajo el ataque del enemigo, el Señor le ofrece su ayuda y la salva de la ruina” (Arzobispo Seraphim Sobolev).

 

Por el bien de nuestros contemporáneos confesores de Cristo y de aquellos que sinceramente tratan de entender la situación actual de la Iglesia, hemos emprendido el presente trabajo y también su traducción al inglés.

 

Aunque la autora es muy consciente de su indignidad, se toma la libertad de escribir sobre el ecumenismo apóstata apoyándose únicamente en la enseñanza de la Iglesia y en los hechos, absteniéndose, en la medida de lo posible, de conjeturas y evaluaciones personales. Encontramos un prerrequisito para esta inspirada osadía en las palabras de nuestro compatriota amante de Dios, Alexei Khomyakov, sobre la obligación de cada miembro de la Iglesia de defenderla cuando sea necesario, ya que la Iglesia no tiene defensores oficiales[4].

 

La traducción de la primera versión de "Ecumenismo...", hecha por Olga I. Koshansky en Australia, nos impulsó a revisar completamente el original y, de hecho, a escribir una nueva obra. El presente texto es aproximadamente cinco veces más grande que el anterior y presupuso un gran trabajo en la traducción que, sin falta ni reproche, fue realizada por OI Koshansky. Algunas de las numerosas notas y referencias que hemos incluido en este libro dentro del libro y que nos han servido para documentar nuestro texto han sido traducidas por Dimitri M. Hintze, quien también tuvo la amabilidad de ofrecer consejos en el proceso de lectura del manuscrito en inglés. A ambos les estamos profundamente agradecidos por el trabajo realizado.

 

Agradecemos sinceramente los inestimables comentarios y la cooperación brindada por el Archidiácono Germain Ivanoff-Trinadzaty, Dr.phil. (Lyon, Francia).

 

Sin la participación de aquellos cuya ayuda desinteresada y constante, consejos, guía espiritual y oraciones nos apoyaron, este libro simplemente habría permanecido inédito. En primer lugar, se trata del Padre Archimandrita Alexy (Makrinov), quien no sólo guió al autor, sino que también complementó sustancialmente muchos capítulos.


Ludmilla Perepiolkina, Dra. phil.


PARA VER OTROS CAPITULOS DEL LIBRO HAGA CLIK AQUI: Ecumenismo camino a la perdición 



[1] Véase Archimandrita Justin Popovich, "Pravoslavnaia Tserkov' i Ekumenizm" (La Iglesia Ortodoxa y el Ecumenismo), publicado por el Monasterio Hilandari, El Santo Monte Athos, Tesalónica, 1974. Aquí y más adelante citamos de la traducción abreviada y enmendada del serbio, Moscú, 1993, p. 2.

[2]  Arcipreste Lev Lebedev, "Pochemu is pereshel v Zarubezhnuiu chast' Russkoi Pravoslavnoi Tserkvi" (Por qué me uní a la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero), Montreal, Hermandad de San Job de Pochaev, 1991, p. 30.

[3] Véase "Consejo de Obispos de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Documentos, 29 de noviembre - 2 de diciembre de 1994". Moscú, MP, Publ. "Khronika", 1994, p. 26 ao

[4]  La idea expresada por AS Khomyakov hace más de cien años ha adquirido hoy un significado particular y merece ser citada en su totalidad. "Cuando

se calumnia a un país entero, los particulares que son ciudadanos de ese país tienen el derecho incuestionable de defenderlo, pero tienen el mismo derecho de afrontar la calumnia en silencio, permitiendo que el futuro exonere a su patria... No ocurre así en materia de fe o de Iglesia. Siendo la revelación de la verdad divina en la tierra, la Iglesia, en su esencia misma, está destinada a convertirse en la patria común de todos los pueblos, y no permite que ninguno de sus hijos permanezca en silencio ante las calumnias dirigidas contra ella y dirigidas a la distorsión de sus dogmas y principios... La única espada que Ella (la Iglesia - LP) puede usar... es la palabra. Por esta razón, cada miembro de la Iglesia no sólo puede por derecho responder a la calumnia de que es objeto, sino que está obligado a hacerlo. El silencio, en este caso, sería una transgresión no sólo contra aquellos que tienen la felicidad de pertenecer a la Iglesia, sino también, y aún en mayor medida, contra aquellos que podrían haber sido bendecidos con la misma felicidad, si los falsos conceptos no los hubieran desviado de la verdad. "Todo cristiano, al oír ataques contra la fe que profesa, está obligado a defenderla en la medida de sus posibilidades y sin esperar una sanción especial, porque la Iglesia no tiene defensores oficiales". AS Khomyakov, "Obras teológicas", Praga, 1867, vol. II, págs. 31-32. La cita anterior está tomada de AS Khomyakov "Neskol'ko slov pravoslavnago khristianina o zapadnykh veroispovedanijakh" (Unas palabras de un cristiano ortodoxo sobre las confesiones occidentales).

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