Anton Kersnovsky
El analista militar emigrado blanco Anton Kersnovsky (1907-1944) deploró la concepción leninista-clausewitziana de la guerra total que causaría una muerte y una destrucción antes impensables en la Europa del siglo XX. Sin embargo, al igual que Ivan Ilyin, Kersnovsky tampoco podía soportar el pacifismo y la "no resistencia", que consideraba una trayectoria igualmente peligrosa hacia la aniquilación de la cultura. Aquí están sus pensamientos sobre la guerra dentro del contexto del Evangelio.
El sexto
mandamiento sostiene: «No mataras»
El
movimiento tolstoyano, pacifistas “a cualquier precio”, y ciertas sectas, los
dukovoros, menonitas, y molokanos, por ejemplo, fundamentan su enseñanza de la
no-resistencia a la cual en este mandamiento y en una falsa interpretación del
Evangelio.
A través de
su propaganda desmoralizadora, los seguidores de todas esas doctrinas infligieron
un daño enorme sobre el estado, y en su rechazo a someterse al servicio
militar, estos generaron una gran tentación.
Los
representantes oficiales de nuestra ciencia teológica aprendieron el total peligro
de este tipo de enseñanzas - en parte
sofismas, y por otra, aun ni siquiera llegando a ganar ese título – que aun actúan
fuertemente a pasar de su bajo valor espiritual.
En los
catecismos tanto los más abrevados como los más extensos – es particularmente
en la obra abreviada del metropolita Filaret sobre la cual se criaron
generaciones enteras – dos calificaciones por ende se hacen en torno a la interpretación
del sexto mandamiento a saber; de que está permitido ejecutar a un criminar y
asesinar a un enemigo en tiempo de guerra.
Estas
reservas son dadas, sin embargo, en la forma de un axioma, y sin referencia
alguna en las Sagradas Escrituras (particularmente, en la catequesis de san
Filaret, la más extendida), y esto otorga a los “No resistentes” ocasión para aseverar
de que estas se colocan en el texto solo para asegurar la supervivencia de los “poderes
facticos”.
Esta dicho;
“No mataras” y eso significa no matar. Cualquier tipo de calificaciones “convencionales”
es impotente para suavizar la naturaleza categórica de dicha proscripción.
Dicha interpretación
oficial guiada excesivamente por consideraciones “terrenales” (La seguridad de
la sociedad, la necesidad del Estado, etc) contiene una vulnerabilidad. Y
mientras se mantengan todas las autoridades eclesiales sobre el terreno meramente
espiritual en su lucha contra de todas estas falsas interpretaciones basadas en
sectas, estas por si mismas caerán.
Para esto
solo se les propone a los que hacen una interpretación del sexto mandamiento “más
allá del espacio y del tiempo” un examen de las Leyes del Sinaí a la luz de los
eventos históricos del Antiguo Testamento.
Esta Ley
fue dada por El Señor a su pueblo elegido, el pueblo judío, y es muy difícil que
se le haya dado a toda la humanidad.
Los
primeros cuatro mandamientos definen la relación de un judío para con el Dios
de sus padres, y los últimos seis, la relación de un judío con otro judío. El
sexto mandamiento prohíbe a un judío matar a otro judío, como el noveno prohíbe
a un judío el robarle a un pariente, y el noveno prohíbe que un judío dé falso
testimonio contra uno de los suyos. En estas condiciones, el sexto mandamiento
asume su significado genuino.
Cuando en
ese tiempo el pueblo elegido estaba marchando en contra de la tierra de Canaán.
Se mostraba así mismo en todos los aspectos como si fuese un ejército; los diez
mandamientos fueron también las primeras regulaciones disciplinarias de la
historia. Fortalecidos a través de estos mandamientos, los hijos de Israel
conquistaron la Tierra Prometida y obtuvieron un firme control sobre esta,
habiendo despiadadamente exterminado a las otras tribus, a quienes el sexto
mandamiento no se aplicaba.
El juez
Gedeón derrotó a los madianitas. Sansón razonó con los filisteos no a través de
palabras, sino a través de un argumento completamente diferente. El salmista
derrotó a Goliat, los hermanos Macabeos se rebelaron contra sus opresores
sirios... Si el sexto mandamiento se aplicara a las tribus extranjeras,
entonces todos estos hombres justos, habiéndolo transgredido, obviamente se
habrían convertido en pecadores. Sin embargo, permanecieron justos, y la gracia
de Dios descansó sobre todos ellos.
Cristo,
enseñando el amor al prójimo y el perdón, hizo saber a sus discípulos que
todavía se derramaría mucha sangre antes de la venida del Reino de Dios.
«Y oiréis de guerras y de
rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es menester que todo esto
acontezca; más aún no es el fin» (Mateo 24:6, Marcos 13:7, Lucas 21:9)
Encontramos
dos ejemplos relacionados con el problema del servicio militar en el Evangelio.
Cuando los soldados se le acercaron a Juan el Bautista y le preguntaron qué se
les pedía que hicieran, él les ordenó: No hagáis extorsión a nadie, ni
calumniéis; y contentaos con vuestro salario. (Lucas 3:14). Muy difícilmente
Cristo llamaría a los soldados a “convertir sus espadas en arado” y a abandonar
el servicio militar como actividad desagradable a Dios. Y a la pregunta de los
fariseos sobre si se deben pagar impuestos, respondió: “Dad, pues, a César lo
que es de César; y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21, Lucas 20:25). ¿Y no
es el cumplimiento del servicio militar, - la más pesada de todas las cargas - el dar lo que es del César al César, lo que es
del Zar al Zar?
El error de
los no-resistentes al mal es que pretenden dar un carácter social a las
enseñanzas personales de Cristo.
Cristo
enseñó: “Si alguno te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. Si
alguien te quita la capa, deja que se lleve también la túnica” (Mateo 5:39-40, Lucas 6:29) Así definió la relación
del hombre con el hombre. El Hijo del Hombre soportó los abusos de los escribas
y de la turba brutal. Sólo con desear, sólo con pensar, y el fuego del cielo
habría convertido en cenizas tanto a los jueces como a los verdugos. Esto no lo
hizo, habiendo mostrado al mundo una hazaña insondable de mansedumbre y
misericordia.
Pero Cristo
llevó Su escarlata y la corona de espinas en relación con Él personalmente. Y
sabemos que habiendo visto a los cambistas profanar lo sagrado, la Casa de Su
Padre, formó un látigo de cuerdas y los echó.
La
expulsión de los mercaderes del Templo deja suficientemente en claro toda la
herejía de los tolstoyanos y otros referida supuestamente predica de Cristo a la
no violencia y la no resistencia al mal. No debemos oponernos a las malicias de
nuestro prójimo cuando nos concierne personalmente. Sin embargo, si este
prójimo infringe valores superiores, es nuestro deber resistirnos a este.
Al final de
la Última Cena, Cristo advierte a sus discípulos:
«Y a ellos dijo: Cuando os
envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron:
Nada. Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja;
y el que no tiene espada, venda su capa y compre una. Porque os digo que es
necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado
con los inicuos; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento»
Una de
estas espadas fue desenvainada esa misma noche por Pedro. Cristo le ordenó
volver a poner la espada en su vaina, “porque todos los que tomen espada, a espada
perecerán” (Mateo 26:52).
La
“contradicción” percibida por ciertos sofistas en la yuxtaposición entre estos
dos textos desaparece si tenemos en cuenta que Pedro desenvainó su espada no en
defensa de la Enseñanza, sino en defensa del Maestro. Cristo no deseo tomar
esta víctima. Malco no atacó a Pedro, sino que Pedro golpeó primero a Malco con
su espada.
Es muy difícil
que Cristo dijese que el que toma la espada perecerá de lepra, de un terremoto
o de fuego del cielo. No, los que viven por la espada morirán precisamente por
la espada. Pero para que mueran a espada, deben abatirse; hay que recurrir a la
guerra justa. Se torna por ende este texto, en el que los no resistentes se
esfuerzan por utilizarlo como uno de los principales argumentos de su teoría, bajo
un examen atento, en contra de la herejía.
San Sergio
de Radonezh bendijo al Príncipe Dmitry Donskoy en su batalla con Mamai. Y dos
siglos y medio después, siguiendo el ejemplo de Oslyabya y Peresvet, los monjes
Sergiev se ciñeron las sotanas con espadas, y el patriarca Hermogenes llamó a
toda la tierra rusa a rebelarse en contra del opresor polaco.
Guiados por
el ejemplo de Cristo y los actos de los Padres de la Iglesia, debemos rechazar
la falsa enseñanza de la no resistencia no violenta como algo horrible, anti-Eclesial
y, en última instancia, inhumano.
Articulo traducido del inglés de la web The Soul of the East