sábado, 10 de diciembre de 2022

UNA VISIÓN ARISTOCRATICA DE LA BELLEZA

Konstantin Leontiev


Foto: Antigua postal de la Rusia Imperial, tomada al monasterio Borisoglebsky desde el puente en el año 1910.

No hubo ningún testigo entre esta conversación entre nosotros y mi interlocutor murió muy poco después, El era Piotrovsky, un hombre joven de 22 o 23 años, lituano al parecer.

El era un pupilo y admirador entusiasta de Chernyshevsky y Dobroliubov.

Solía escribir para Sovremerik, y si no estoy equivocado, en uno de sus artículos el se había expresado muy imprudentemente sobre las palabras del Salvador: “Vosotros la sal de la tierra”, etc.

Recuerdo vagamente que luego de su muerte, Iskra o algún otro de nuestros periódicos revolucionarios entraron en una polémica con Askochensky, ya que había afirmado que Dios había castigado a Piotrovsky por ese articulo. (...) Conocí a Piotrovsky accidentalmente y me agrado mucho.

Piotrovsky tenia imaginación, lo sentía; sus ojos eran tan pensantes y expresivos. A menudo discutíamos. Así cuando caminábamos un día sobre el río Nevksy y al aproximarnos al puente Anichkin. Le hice a el la siguiente pregunta, trate  de expresársela de la forma más concreta posible:

«¿A ti te gustaría tener un mundo en el cual todas las personas en todas partes vivieran en esas pequeñas casas limpias y confortables, como en las que viven las personas de ingresos medios en nuestros pueblos Novorossiisky?»

«Por supuesto. Que podría ser mejor que eso» replico Piotrovsky

«Bueno, entonces yo no soy mas tu hombre» le respondí, «si los movimientos democráticos llevan a tal terrible prosa, perderé el ultimo vestigio de mis sentimientos por la democracia. ¡De ahora en adelante deberé de ser su enemigo! Hasta ahora no tenia en claro que era lo que los progresistas buscaban»

En ese momento ya estábamos sobre o cerca del puente Anichkin.

Sobre nuestra izquierda estaba la mansión Belosersky; era de tono rosado (con algún tipo de ornamentación grisácea o verde oliva, recuerdo), con ventanas largas y cariátides enormes; más allá de esta, a lo largo del muelle Fontanka, se podían ver los edificios de la iglesia conventual Troitzky, pintados en marrón oscuro y con una cúpula dorada sobre la Iglesia, mientras que en la derecha del Fontanka había una serie de criaderos  de peces con bordas amarillas y pescadores de camisas rojas.

Yo señale estos criaderos de peces, la mansión Belosersky y la iglesia a Piotrovsky, y le dije a él: «Aquí hay una vivida ilustración para ti. Los edificios de la iglesia son de estilo bizantino; eso es la iglesia, la religión. La mansión Beloservsky es de un tipo de rococó; eso es la aristocracia. Y los criaderos de peces y las camisas rojas; esta es la vida pintoresca de las personas comunes. ¡Que hermoso e inteligente es todo esto! Pero de acuerdo contigo, es necesario el destruir y nivelar todo esto en el orden de que todos tengan nada mas que pequeñas casas idénticas o que vivan en esos barracones burgueses de múltiples pisos de los cuales ya hay muchos en el prospecto Nevksy»

«como te gustan las imágenes» exclamo Piotrovsky

«Imágenes en vida real»  yo protesté. «No están ahí para el placer del espectador; estas son la expresión esencial de algún tipo de ley interior, elevada de la vida; una que es tan indestructible así como las otras leyes de la naturaleza»

    

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