sábado, 10 de diciembre de 2022


¿QUÉ PODER ES DE DIOS?

                             Vladimir Moss

La cuestión sobre los límites adecuados de obediencia al poder político ha preocupado a los cristianos desde el tiempo de los primeros mártires, quienes confesaron lealtad al emperador romano pagano pero se negaron a obedecerle en aquello que conflictuaba con la suprema soberanía de Dios. Este problema; el problema, por así decirlo, de trazar la línea entre aquello de lo que es de Dios y aquello de lo que es del Cesar (o del Faraón) se ha vuelto particularmente difícil y disyuntivo en los últimos dos siglos, desde que la Revolución Francesa infecto a todo el mundo con el afán de libertad. Tanto las iglesias griegas como las rusas han sufrido grandes cismas debido a sus divergentes respuestas en torno a la cuestión de: ¿Cuál es el poder de Dios? Es así que cuando los griegos del Peloponeso se levantaron en contra del poder turco en 1821,  terminaron siendo anatematizados por el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, conllevándose a un cisma entre las Iglesias de Grecia y Constantinopla que duro hasta 1852. De nuevo, cuando la Iglesia Rusa se levantó en contra del poder soviético en 1918 y lo anatematizó, se conformó una reacción de jerarcas pro-soviéticos que lanzo a aquellos fieles de los decretos de 1918 hacia las catacumbas. 

En el siglo XIX, el estudio más profundo y extenso sobre esta cuestión provino de la pluma del metropolita Filareto de Moscú, quien refuto a la propaganda anti-zarista de la intelligentsia liberal rusa al demostrar que el poder del Zar en el Estado, al ser – de alguna forma – una extensión del poder del Padre en la familia (ya que el Estado se conforma a través de un amalgama de muchas familias) es lógico y está establecido por Dios.[1] Sin embargo, el metropolita respondió directamente tan solo la mitad, y la mitad menos difícil, de la cuestión. Dando por sentado que el poder de el Zar, y el poder monárquico en general, es de Dios ¿Qué hay del poder que lucha en contra de este poder establecido por Dios, que lo usurpa y lo derroca? ¿Debemos de verlo de forma tan tolerante como así vio la Iglesia a los múltiples golpes de estado que llevaron hasta el trono a sucesivos emperadores de la Nueva Roma de Constantinopla?  ¿Cómo debemos de considerar a los regímenes democráticos actuales, que no solo llegaron al poder sobre los cadáveres de los justos monarcas, sino que incluso niegan al mismo principio monárquico? Aun más pertinente para los actuales cristianos ortodoxos rusos es ¿Qué decir del poder soviético, que no solo asesino a los monarcas y negó el principio monárquico, sino que renegó del mismísimo origen y fuente de toda autoridad justa, Dios Mismo?

¿Qué decir de aquellos quienes dicen que el poder soviético, también, fue (o es) legitimo y tuvo que obedecerse en medida de que “todo poder es de Dios” (Romanos 13.1)?                                            

¿U aquellos quienes afirman que el poder soviético es el Anticristo, no tanto en el sentido de que este fuera el último de los gobernantes anticristianos, “el hombre de pecado, el hijo de perdición” (2 Tesalonicenses 2:3-4), quién el Señor destruirá en su segunda Venida, sino más bien en el sentido de que es una de las cabezas o cuernos de aquella bestia cuyo “poder y su trono, y grande autoridad” viene no de Dios, sino de “el dragón”, es decir, de Satanás (Apocalipsis 13.3)?

En base al consenso de los Santos Padres esta bestia en el comienzo del libro del Apocalipsis de hecho es el Anticristo, cuyas siete cabezas y diez cuernos representan una serie de reinos anticristianos que culminan en “otro cuerno pequeño (...) y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas” (Daniel 7.8): el falso rey de los judíos. Por esto la pregunta es la siguiente: ¿Puede el poder soviético ser interpretado como “el Anticristo colectivo” quien antecede al último Anticristo “individual”, cuya esencia es junto con este compartida de tal forma, que se puede decir que se estableció no por Dios, sino por Satanás?

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Pero como, se puede preguntar ¿Puede ser algún poder de Satanás cuando tenemos la explicita declaración de san Pablo de que todo poder es de Dios?                                                                           

Para entender el verdadero significado de las palabras de san Pablo, tenemos que tomar en cuenta el contexto en el que fueron escritos estos versos. En el capitulo anterior (Romanos 12), san Pablo había elaborado la enseñanza cristiana sobre el amor, la unidad y la no resistencia al mal “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres” (vv. 17, 21).                                                                                                                                                     Habiendo elaborado esta enseñanza sobre la esfera personal, en la esfera de las relaciones entre los individuos, san Pablo procede a elaborar la misma enseñanza en la esfera política, la esfera de las relaciones entre los grupos de individuos y el Estado. Así como nos ha exhortado a nosotros a no resistir a el mal con el mal en la esfera personal, ahora somos exhortados a no resistir a el mal con el mal en la esfera política. Como explica en otros términos, Vladimir Rusak, estas palabras constituyen un llamado a la obediencia condicional y a una renunciación de la acción revolucionaria.[2]

¿Sobre qué se basa la obediencia condicional? Para el gobernante en, ser, en palabras de san Pablo: “castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien” (1 Pedro 2:14). Solo tal gobernante es “establecido por Dios”; solo tal gobernante recibe su autoridad de Dios.

En acuerdo con esta definición, Pilatos debió de haber sido un verdadero gobernante a quien se le debiese haber obedecido hasta antes de que condenase a muerte a Cristo. Pero cuando este condeno al Único Justo, Cristo, y elevo al injusto, Barrabas, él perdió toda autoridad real. Porque “Sin la justicia – escribe san Agustín - ¿qué serían en realidad los reinos sino bandas de ladrones?”[3]

Sin embargo esto no significa que una rebelión armada en contra de dicho gobernante estuviese necesariamente justificada; ya que a el mal debe de resistírsele por medios que son buenos, y la guerra civil, así como puntualiza el metropolita Antonio Khrapovitsky, esta de entre los peores males.[4] Pero si significa que debemos resistir espiritualmente a la injusticia de tal gobernante. Por otra parte, si el mal al obedecer a un gobernante cuya injusticia y blasfemia se sobrepasa en demasía,  sería adecuado resistírsele a tal gobernante incluso mediante medios físicos, al ser estos el menor mal de entre los dos males.  Es así que san Hermogen, patriarca de Moscú, llamo a la lucha armada en contra del falso zar Dimitri en 1611. Y el metropolita Antonio y el Concilio de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Exilio llamaron a una cruzada en contra del poder soviético en 1921.

A pesar de esto, aunque en un grado considerable todas las autoridades, inclusive aun cuando estas cometan injusticia – y todos los gobernantes resultan en momentos injustos – pueden considerarse como si fueran establecidas por Dios.                                                                                  

 En este sentido san Juan Crisóstomo explica, que la autoridad política como tal y en principio es buena y necesaria en nuestro mundo caído con el fin de refrenar nuestra naturaleza caída. En la vida del mundo que vendrá no habrá necesidad de política, así como no habrá necesidad del matrimonio. Pero hasta ese tiempo, el poder político será necesario para sofrenar la tendencia, caída del hombre a la rebeldía y a la perfidia, así como el matrimonio lo es para su tendencia a la fornicación y la conscuspisencia.  “La anarquía” escribe san Isidoro de Pelusio “es siempre el peor de los males (…) Y esto es porque aunque el cuerpo es un todo, no todo es de un idéntico honor, porque algunos miembros rigen mientras que otros se encuentran en sujeción. Por eso estamos en lo correcto cuando decimos que las autoridades – esto es, las autoridades y el poder real – son establecidas por Dios para que la sociedad no pueda caer en desorden”[5].

“Pero – continua san Isidoro – si algún malvado se apodera ilegalmente del poder, no decimos que él ha sido establecido por Dios, mas decimos que él ha sido permitido, ya sea con el fin de escupir todo su perfidia, o con el fin de castigar a aquellos para quienes la crueldad es necesaria, tal como el rey de Babilonia dio escarmiento a los judíos”[6] En otras palabras, se puede decir que cualquier gobernante es permitido por Dios para gobernar en el mismo sentido que a los pecadores se les permite pecar. Es en este sentido, por así decirlo, que Dios no les impide a estos el ejercicio de su libre albedrio, ya sea para que estos puedan acabar con la medida de sus pecados antes de que sean llevados hasta el juicio o en orden de castigar a quienes se encuentran sometidos a estos por sus pecados.[7] Es así que el poder soviético, aunque no ha sido establecido por Dios, puede decirse que ha sido permitido por Él con el fin de castigar al pueblo ruso por sus pecados.

Es aquí ahora en donde san Pablo exhorta a los cristianos no solo a rezar por los reyes, quienes por aquellas épocas fueron paganos impíos y enemigos de la Iglesia, sino también en dar gracias por estos “y por todos los que están en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad” (1 Timoteo 2.1). ¿Pero existe la posibilidad de que san Pablo pudiese haber sinceramente dado gracias por las sangrientas persecuciones de la Iglesia? ¡Claramente no! Sus palabras pueden interpretarse de dos maneras, o bien él da gracias por el principio de autoridad, de la ley y del orden, asumido generalmente por los emperadores paganos (cuando estos no perseguían a la Iglesia), y que de la misma manera preservo al propio san Pablo de la ira de los judíos de Jerusalén y favoreció en cualquier lugar a expandir rápidamente al Cristianismo desde las fronteras de Persia en el Este y hasta el muro de Adriano en el Oeste. Esta interpretación es la más obvia.

Sin embargo, hay otra una profunda interpretación sugerida por el metropolita Filareto de Moscú: “El Espíritu de Dios en su providencia mostró de manera más o menos visible la luz futura de los Reinos Cristianos. Su visión divinamente inspirada, penetrando a través de los futuros siglos, encontró a Constantino, quién brindo paz a la Iglesia y santifico al reino por la fe; y a Teodosio y Justiniano, quienes defendieron a la Iglesia de la imprudencia de los herejes. Por supuesto el va a ver a Vladimir y Alejandro Nievsky y a muchos otros como propagadores de la fe, defensores de la Iglesia y guardianes de la Ortodoxia. Después de esto no es sorpresa alguna que San Pablo pudiera escribir: Yo los exhorto no solo a orar, sino también a dar gracias al rey y a todos los que tienen autoridad porque no solo es necesario rezar con pena por aquellos reyes y autoridades…, sino también por aquellos a quienes debemos agradecer con gozo a Dios por Su don precioso”[8].

Por sobre la generalidad, se le atributó una autoridad especial al Imperio Romano, donde el Mismo señor fue registrado como ciudadano, al haberse desempeñado de manera tan significativa al preservar a la Cristiandad Ortodoxa hasta nuestros días a partir de sus reencarnaciones cristianas como la Nueva Roma de Constantinopla y la Tercera Roma de Moscú, y de qué cuya remoción final, de acuerdo con los Santos Padres, marcaría el comienzo del reino del Anticristo. Esta es la causa de que el gobernante británico Ambrosio Aureliano se autoproclamara como “el último de los romanos”, a pesar de que en su época, ya a finales del siglo V, las legiones romanas, ya hace mucho tiempo que se habían marchado de Bretaña. Y este también es la causa, de que ya tan lejos como en el siglo X, el rey ingles Atlestan se autoproclamara como “Basileo”, declarando de este modo que su Estado de alguna manera seguía siendo romano.

Todos los cristianos se vieron obligados a reverenciar la autoridad del emperador romano cristiano por encima de cualquier otra autoridad política, aun a pesar de que estos vivieran bajo la autoridad de otros gobernantes. Fue así que cuando el patriarca Jeremías II de Constantinopla estableció el patriarcado ruso en 1589, el confirmo que el Zarato Ruso era “la Tercera Roma” y declaro, dirigiéndose al Zar: “Eres el único autócrata del universo, el único zar de todos los cristianos del mundo”[9] No todos los líderes cristianos mantuvieron este testamento, y aquí que un interesante incidente en la vida del esquema-monje Hilario el Georgiano, servirá para ilustrarlos lo peligroso que puede resultar su olvido.

Durante la guerra de Crimea de 1854-1856, cuando los ejércitos rusos estaban peleando en contra de los turcos y sus aliados occidentales en suelo ruso, el Patriarca Ecuménico emitió una orden a todos los monasterios de Monte Athos para que oren por el triunfo de los ejércitos turcos durante la guerra. Al escuchar esto, el anciano georgiano, Hilarión dijo del Patriarca: ‘El no es cristiano’ y cuando el escucho que los monjes del monasterio de Gregoriu, habían llevado a cabo las ordenes del Patriarca, el dijo: ‘Usted ha sido privado de la gracia del santo Bautismo, y han privado a su monasterio de la gracia de Dios'. Y cuando el Abad llego al anciano para arrepentirse, él le dijo al Abad: ‘¿Cómo te has atrevido, desgraciado, a elevar a Mahoma por sobre Cristo? Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, le dice a su Hijo: ‘Siéntate a mi diestra. Hasta que ponga a tus enemigos a tus pies’ (Salmos 109:1). ¡Pero vosotros le pedís a Él que ponga a su Hijo bajo los pies de Sus enemigos!’. Nuevamente, en una carta al jefe de la cancillería de el Santo Sínodo Ruso, el anciano Hilarión escribió: 'los reyes de otros pueblos [es decir; no el Zar ruso] a menudo se creen a sí mismos como si fueran algo grande, pero ninguno de ellos es en realidad un rey, si bien ellos son adornados y se halagan así mismos con un gran nombre, Dios no tiene una disposición favorable en torno a ellos, y no perdura en ellos. Ellos solo reinan, en parte, por la condescendencia de Dios. Por lo tanto, quién no ame a su Zar establecido por Dios, no es digno de ser llamado cristiano'”[10]

Esta autoridad permaneció a pesar del hecho que durante determinadas épocas el Imperio Romano adquirió tanto la forma de la bestia como la del “ministro de Dios”. Ya que a pesar de que algunos de los frutos del árbol pudiesen haberse infectado por malignas influencias externas, este era mantenido buen estado en tanto que su raíz y troncos fuesen fijados tan solo por el Único Bueno. Esta es la razón de porque era de incumbencia a todos los cristianos el orar y dar gracias por los Emperadores romanos, sean los de la Antigua, los de la Nueva, o los de la Tercera Roma, así, como san Serafín expresaba: “Después de la Ortodoxia, la celosa devoción al Zar es el primer deber del ruso y el fundamento principal de la verdadera piedad cristiana”[11]

En otras palabras, la autoridad  que está establecida por Dios, al ser uno de los regalos del Espíritu Santo (1 Corintios 12.27), le es pertenecida en primer lugar solo a los Emperadores Romanos Cristianos y a aquellos otros regentes cristianos que hubiesen recibido la unción verdadera de la Santa Iglesia. En un sentido secundario, puede decirse también que les pertenece a otros gobernantes no cristianos que mantienen el principio básico de la ley y el orden en contra de las fuerzas de la anarquía y la revolución. Sin embargo, esta clase secundaria de autoridad es solo parcial y relativa; y la autoridad de los verdaderos regentes cristianos es la que debe de ser reverenciada por los cristianos mas allá de cualquier otro tipo de autoridad política, aun si esta ultima fuese la autoridad bajo la cual ellos viven.

¿Hubo gobernantes de los que la Iglesia primitiva rehusó a orarles y a dar las gracias? Si: en el siglo IV, san Basilio el Grande rezo por la derrota de Juliano el Apostata, y fue mediante a sus oraciones que el apostata fue asesinado, habiéndosele esto revelado por Dios al santo eremita Julián de Mesopotamia[12]. Esto plantea una interesante cuestión: ¿Qué fue de diferente en Juliano el Apóstata que lo hizo mucho peor a los perseguidores anteriores e indigno inclusive de las gracias y los honores que a estos se les tributaba? ¿Esto era porque él era un apostata de la fe cristiana? ¿O porque él trato de ayudar a los judíos al reconstruir el Templo y así se convirtió en manera muy directa en un precursor del Anticristo?

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Debemos de revisar cada una de estas cuestiones por partes. De la primera se puede decir lo siguiente. Un gobernante es una autoridad verdaderamente establecida por Dios, si este proporciona un grado mínimo de ley y orden. Tal gobernante puede ser uno cristiano o inclusive uno pagano; porque inclusive los paganos pueden ser buenos gobernantes en un sentido meramente político, y los primeros cristianos no encontraron dificultad en obedecer y honrar a los emperadores paganos en todo exceptuando en sus políticas religiosas.                                        

No obstante un apostata de la fe verdadera representa una amenaza mucho más peligrosa para el pueblo cristiano. Ya que los feligreses más débiles pueden ser tentados a obedeceré, no tan solo en sus demandas políticas, sino también en su política religiosa, al verlo como un cristiano de bautismo. Es más, el gobernante apostata puede atacar la autoridad de gobernantes ortodoxos anteriores, al declarar que estos no solo eran herejes religiosos, sino que también eran traidores políticos u usurpadores. Por lo tanto un gobernante apostata dispone la habilidad de socavar tanto los cimientos del Estado como los de la Iglesia.

Con certeza es real que algunos de los periodos más críticos de la historia de la Iglesia han coincidido con los reinados de los gobernantes apostatas. Es por esto que fue muy tenaz la Iglesia en su condenación a los gobernantes del siglo IX y X, más aun que con los gobernantes paganos de los tres primeros siglos cristianos. Al mismo tiempo, no existe evidencia de que la Iglesia conminara a los fieles de aquellas épocas a que se negasen a pagar impuestos o dar servicio militar a los emperadores iconoclastas, aun menos de que se levántese una rebelión abierta en contra de estos. De hecho, en las Actas del Séptimo Concilio Ecuménico se deja en claro que los confesores de la verdad rezaban por el triunfo de los emperadores iconoclastas en los asuntos militares mientras que los censuraba por su impiedad. Quizás esto fuese porque  si bien los emperadores iconoclastas no continuaron con las tradiciones religiosas de la Roma Cristiana, si con sus tradiciones políticas, por lo que podían seguirse considerando como autoridades en el sentido político.  O tal vez la Iglesia pudo providenciar que el último de los gobernantes iconoclastas moriría y que sería sucedido por los regentes ortodoxos Miguel y Teodora; es decir, que el barco del Estado podría estar a tiempo de enderezarse a sí mismo sin que fuese necesaria ningún tipo de acción para su corrección.

Un ejemplo más ambiguo es el de la invasión normanda a Inglaterra en 1066. El regente normando, Guillermo el Conquistador, fue coronado como  primer rey católico de Inglaterra el 6 de enero de 1067, un año y un día antes del 5 de enero del año 1066, cuando Rey Eduardo el Confesor, el antecesor de Harold, antes de morir profetizo: “Dado que los que han escalado a los cargos más altos en el reino de Inglaterra, los condes, los obispos y abades y todos aquellos dentro de las ordenes sagradas que no son lo que aparentan, sino que, por el contrario, son siervos del diablo, un año y un día después de tu muerte Dios habrá entregado a todo este reino  por Él maldecido en manos del enemigo, y los demonios vendrán a través de esta tierra con fuego y espada y estragos de guerra”[13]. Guillermo no solo impuso la herejía del Papismo sobre sus nuevos súbditos. Sino que rechazo la legitimidad del último, regente ortodoxo, el Rey Harold, quien había sido ungido por la Santa Iglesia, e impuso una cultura completamente nueva sobre Inglaterra la cual puede en lo mejor posible describirse como “totalitaria”.[14]

Viendo por lo tanto, que se estaba por perder todo lo verdaderamente valioso, los ingleses ortodoxos resistieron, cuerpo a cuerpo, y cuando fueron derrotados emigraron en gran número hacia tierras extranjeras, principalmente a Constantinopla (donde los soldados ingleses formaron el núcleo de guardaespaldas del emperador hasta la Cuarta Cruzada en 1209) y a la Rus’ de Kiev (donde la hermana del último rey ortodoxo ingles, Gytha, se caso con el gran príncipe Vladimir Monomaco, y una colonia llamada “Nueva Inglaterra” fue fundada en Crimea).                

¿Se podría decir, entonces, que a partir del año 1066 Inglaterra entro en la era del Anticristo y que todos los creyentes cristianos estaban obligados a negarle obediencia a la pseudo-autoridad representada por Guillermo y sus sucesores?

Britania comenzó su pertenencia al Imperio Romano desde el año 43, y la cristianización comenzó más o menos en la misma época. Los diez siglos subsiguientes, a pesar de las caídas y las apostasías, Britania permaneció no políticamente, pero si cultural y religiosamente dentro de la órbita de Roma, tanto como de la Vieja Roma como del Imperio Cristiano Ortodoxo de la Nueva Roma.                                                                                                                                                 

A pesar de esto, cuando el papado romano se aparto de la Verdad en el año 1054, y todos los reinos del Occidente fueron gradualmente forzados a someterse bajo los regentes papistas, de los cuales Guillermo el Conquistador fue uno de ellos, “aquel que retiene” el advenimiento del Anticristo fue “quitado de en medio” de los pueblos occidentales. (II Tesalonicenses 2.7).                  

Fue así que, como escribió el proto-protestante ingles John Wycliffe en 1383, «el orgullo de el Papa es la causa del porque los griegos están divididos con los auto-proclamados creyentes... Es que nosotros occidentales, por lejos muy fanáticos, somos quienes nos hemos dividido de los creyentes griegos y de la fe del Señor Jesucristo»[15]

Por esto quizás la rebelión contra la pseudo-autoridad de Guillermo fuese de hecho imprescindible para la primera generación de los ingleses a los que gobernó, quienes habían nacido en la Ortodoxia y sobre quienes un poeta ingles anónimo escribió: «los maestros se han perdido así como muchas de las personas» Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo y nacían nuevas generaciones que nunca habían conocido a la ortodoxia, la cuestión de resistencia a los gobernantes dejo de tener sentido; ¿en nombre de qué, y por el bien de que, deberían los herejes levantarse en contra de los herejes?

Y en la actualidad, hace mas de novecientos años después, cristianos ortodoxos, tanto nativos como extranjeros, viven en las naciones apostatas de Occidente sin generalmente, darse a pensar sobre la legitimidad o ilegitimidad de sus gobernantes. Esto se da así, no, por supuesto,  porque el Occidente se hubiese arrepentido de su apostasía, sino porque como esta apostasía se ha tornado menos agresiva hacia la Ortodoxia, y porque gobernantes actuales, a diferencia de los de finales del siglo XI, son – por el momento – garantía de aquel mínimo de ley y de orden del cual, como hemos visto, es la esencia de la autoridad en el sentido apostólico de la palabra.  

Avanzando hacia unos 300 años, llegamos al primer claro ejemplo de una exitosa rebelión armada de un pueblo cristiano ortodoxo en contra de sus gobernantes: la de los rusos contra los tártaros. En el momento cuando los tártaros invadieron primero a Rusia, en el siglo trece, san Alejandro Nievsky, había decidido en luchar contra los caballeros teutónicos católicos pero en someterse a los tártaros ya que los primeros amenazaban a la fe de sus súbditos mientras que los primeros tan solo amenazaban su independencia política. Por eso se les garantizo a los tártaros el que poseyesen una mayor legitimidad política que a los católicos, tan solo en razón de que sus pretensiones fuesen únicamente políticas. ¿Por qué 150 años después, los rusos se levantaron en contra de los gobernantes que ellos habían aceptado como legítimos por tanto tiempo, con la bendición, además, de san Sergio de Radonezh uno de los hombres más santos que jamás hayan vivido? No existe evidencia que los tártaros se hubiesen vuelto significativamente más intolerante hacia la Ortodoxia, ni que ellos apostataran de aquella fe ya que nunca la habían confesado.

Es tentador concluir que la diferencia aquí consistió en el hecho de que san Sergio pre-vio, a través del Espíritu de Dios que era con él, que en ese momento una rebelión triunfaría y que tendría a largo plazo buenas consecuencias para toda la Iglesia.                                                                

Pero ¿eso no significa que el juicio en cuanto a la legitimidad o la ilegitimidad de un gobernante, de si es o no correcto permanecer en obediencia a él, - en cualquier caso de que este no fuese uno cristiano ortodoxo – no pasa solamente por ser una cuestión meramente moral, sino que contiene algún elemento de cálculo político u militar?                                                                 

Por supuesto, la prudencia y pre-visión no son solo cualidades que tengan que ver con la moralidad; pero con razón puede uno suponerse que si un gobernante es legitimo, es decir, establecido por Dios, debería de ser un error en revelársele y tratar de derrocarle en cualquier circunstancia, inclusive si pudiésemos tener la seguridad de que nuestro intento sería exitoso y que no conllevaría ninguna represaría terrible sobre el pueblo ortodoxo.

Consideremos otro ejemplo de una exitosa y justa rebelión en contra de los poderes preexistentes; aquella del pueblo ruso en contra de los poderes católicos en 1612. Por supuesto, los católicos son herejes, y con razón se esperaba que el falso Dimitri, incluso si se convertía formalmente a la ortodoxia, protegería a los jesuitas, cuyo objetivo era catolicizar a Rusia. Por otro lado, la empresa estaba llena de gran riesgo, los rusos entre sí estaban divididos, y otros poderes foráneos como los suecos, estaban esperando para abalanzarse.                                                       

¿Por qué entonces, bendijo el santo patriarca Hermogen lo que era, en efecto, una guerra civil? ¿Fue nuevamente porque él pre-vio por el Espíritu de Dios en el, que los ejércitos rusos triunfarían y marcarían el comienzo de la dinastía ortodoxa de los Romanov?

Si los tártaros en el año 1380 y los católicos en el 1612 (y nuevamente en 1812) eran poco menos que gobernantes cabalmente legítimos de quienes el Mismo Señor, en la persona de Sus Santos, levanto en contra de estos, exitosas rebeliones en momentos específicos no cabe duda de que una rebelión contra el poder soviético pudiera haber sido legítima y exitosa. Por otro lado, estaba comprendida en el decreto de el Concilio Local de la Iglesia Ortodoxa Rusa del 22 de Enero de 1918 una bendición para rebelarse, cual se confirmaba por la anatematización del Patriarca Tijon al poder soviético de tres días antes y su exhortación a: “no comulgar con tales los parias de la raza humana de ninguna forma. “quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Corintios 5.13) y continuó declarando: “¡Ortodoxos! A Su Santidad el Patriarca le ha sido concedido el derecho de atar y desatar, en concordancia con las palabras del Salvador... No destruyáis vuestras almas, cesad comunión con estos siervos de Satanás - los bolcheviques. Padres, si vuestros hijos son bolcheviques, demandad con autoridad a que renuncien a sus errores, para que se arrepientan de su eterno pecado, y si no os obedecen, renunciad a ellos. Esposas, si sus maridos son bolcheviques y tercamente continúan sirviendo a Satanás, dejadlos, salvad a vosotras mismas, y a vuestros hijos, de esta infección destructiva para alma. Un cristiano ortodoxo no puede tener comunión con los siervos del diablo... Arrepentíos, y con ferviente oración clamad por la ayuda del Señor de los Ejércitos, y quitad de vosotros “la mano foránea”- los enemigos antiguos de la Fe Cristiana, quienes se han autoproclamado -de acuerdo a las modas de la “soberanía popular”- “gobierno del pueblo”... Si vosotros no obedecéis a la Iglesia, no seréis sus hijos, mas seréis participes en la crueles y satánicas acciones llevadas a cabo por los enemigos abiertos y solapados de la Verdad Cristiana... ¡Sed valientes! ¡No os demoréis! No destruyáis vuestra alma, entregándola al diablo y sus títeres”[16]

Más aún, en su Epístola al Consejo de Comisarios del Pueblo en octubre de 1918, el Patriarca escribió: “No es asunto nuestro juzgar a las autoridades terrenales; cada poder permitido por Dios podría atraer nuestra bendición si fuera realmente ‘el ministro de Dios’ para el bien de aquellos sujetos a él y ‘terrible no para las buenas obras sino por el mal’ (Romanos 13.3,4)”, lo que claramente implicaba que el poder soviético, que era terrible para las buenas obras y no para el mal, no era “el ministro de Dios”.

Sin embargo, a pesar de todas estas justificaciones históricas, conciliares y escritúrales, el Patriarca no bendijo al final a los ejércitos blancos que luchaban en contra de los soviéticos; ni esos ejércitos fueron bendecidos con la victoria desde lo alto. ¿Por qué? ¿Fue porque el Patriarca pre-vio, por el Espíritu de Dios en él, que estos no tendrían éxito? Muy probablemente, pero esto lleva a la pregunta del porque no fueron exitosos, del porque Dios no los bendijo. ¿Fue porque de hecho, el poder soviético era de Dios, y por ende la rebelión en contra de este era una rebelión en contra de Dios? ¿De la manera de cómo hubiese sido reconocido por los sergianistas y  renovacionistas? Ya hemos dado suficientes razones del porque este argumento es invalido. En todo caso, si este fuera valido, los sergianistas debieran de verse forzados a reconocer que las rebeliones del pueblo ruso en el año 1380 y en el 1612, a pesar de ser bendecidas por los más grandes santos rusos, fueron también perversas rebeliones en contra de las legítimas autoridades establecidas por Dios.

Los ejércitos blancos fracasaron, no porque el poder soviético fuese de Dios, y por ende no se le debiera haber resistido, sino porque, como el sabio Aristocles de Moscú señalo: «el espíritu no es recto» y el espíritu no era recto porque, a pesar de que hubiese muchos verdaderos ortodoxos y monarquistas en el lado de los blancos, dentro de las metas de sus líderes no estaba la restauración de lo Sagrado. Es decir; la Rusia Ortodoxa y Zarista.  Sino mas bien el restablecimiento de la propiedad de los terratenientes o la reanudación de la Asamblea Constituyente, u algún otro objetivo no-espiritual.[17]

La Rebelión de la Iglesia de las Catacumbas, que comenzó entre 1927 y 1928, fue más espiritual, y por lo tanto más exitosa; a la que se le puede atribuir miles, quizás millones, de martilles y confesores de la Iglesia de las Catacumbas, hasta caída del poder soviético en 1991. No teniendo nada que perder, ellos no apuntaron a la restitución de los bienes militares; al tener una fe en las democracias, ellos no se agitaron por los «derechos humanos», ellos simplemente arrepentidos, sufrieron y murieron; y con cada muerte las murallas del Anticristo se volvieron débiles…

Y es un documento de la Iglesia de las catacumbas del que se le debe la más clara y lógicamente más conveniente explicación del porque el poder soviético no fue una autoridad verdadera que funciono mal, o un simple gobierno que abusaba de su autoridad dada por Dios, sino que era precisamente una anti-autoridad. Aquí colocamos un extracto de este documento:

“¿Cómo se debe mirar a la autoridad soviética, de acuerdo a la Enseñanza Apostólica acerca de las autoridades (Romanos 13)? De acuerdo con la Enseñanza Apostólica que hemos expuesto, uno debe reconocer que la autoridad soviética no es autoridad. Es anti-autoridad. No es autoridad, ya que no fue establecida por Dios, mas insolentemente fue instituida por el aumento de malas acciones de los hombres, y es consolidada y apoyada por estas acciones. Si las acciones malvadas se debilitaran, la autoridad soviética, cual representa una condensación del mal, también se debilitará... Esta autoridad fue consolidada con el fin de destruir todas las religiones, simplemente para erradicar la fe en Dios. Su esencia es la guerra contra Dios, porque su raíz viene de Satanás. La autoridad soviética no es autoridad, porque por su propia naturaleza no puede cumplir con lo que es legítimo, porque la esencia de su existencia proviene del mal.

Puede decirse que la autoridad soviética, al condenar diversos crímenes humanos, puede aún ser considerada como autoridad. No decimos que una autoridad gobernante carece totalmente de legitimidad. Sólo afirmamos que es una anti-autoridad. Uno debe conocer que los fundamentos del poder real están ligados a ciertas acciones de los hombres, para quienes el instinto de preservación es natural. Y ellos deben tener en cuenta las leyes morales que han sido inherentes a la humanidad desde épocas pasadas. Pero, en esencia, esta autoridad sistemáticamente incurre en el homicidio, física y espiritualmente. En realidad, un poder hostil, que se denomina autoridad soviética, esta acción. El enemigo se esfuerza con astucia para obligar a la humanidad a reconocer este poder como autoridad. Pero la Enseñanza Apostólica acerca de la autoridad es irreconciliable en este caso, tal como el mal es irreconciliable respecto a Dios y al justo, porque el mal yace fuera de Dios; pero los enemigos con hipocresía pueden refugiarse en las bien conocidas Enseñanzas Apostólicas y decir que todo proviene de Dios. Esta anti-autoridad soviética es precisamente el Anticristo colectivo, en guerra contra Dios”[18]

Habiendo garantizado que el poder soviético es una anti-autoridad ¿Hubiese sido un pecado el recibir la ciudadanía soviética? Los cristianos de las catacumbas no llegaron a una unanimidad sobre este problema. Algunos tomaron el muy dificultoso, el muy sacrificial, camino de los “besspassortnij”, “aquellos sin pasaporte”. Otros no fueron tan estrictos, al insistir que un cristiano solo no debía simpatizar con el poder soviético o colaborar con este. El último grupo señalaba que no se podía condenar a aquellos quienes hubiesen aceptado la ciudadanía soviética mientras que ellos mismos aceptasen los beneficios (aunque fuesen lo pequeños que fuesen) de dicha ciudadanía.

Es así que en 1960 el archimandrita Hilarion (Andrievsky) líder de la Iglesia de las Catacumbas en Voronez, escribió de la siguiente manera a una monja de “línea dura”: “El llamarse a sí mismo ‘ciudadano del Estado Soviético’ de ninguna manera significa reconocerse a sí mismo como un ‘individuo soviético’. Esto no significa comprometerse con los comunistas, esto no significa ir junto con ellos, esto no significa trabajar en concierto con ellos y simpatizar con todas sus empresas… ‘un ciudadano del estado soviético’ y ‘una persona soviética’ no son de ninguna manera idénticos conceptos; el primero es reconocer y someterse al poder soviético, y el segundo; es un consentimiento interno, una sensación en el alma del hombre. Hay una gran diferencia entre estos conceptos. Yo lo he vivido esto mismo en 1928, hace 32 años antes. Cuando luego de una larga marcha en convoy, yo junto con otros prisioneros estaba esperando por la decisión sobre mí en la prisión de Samarcanda, se me dijo que yo sería dejado para finalizar el cumplimiento de mi condena en la misma ciudad de Samarcanda. Muchos prisioneros dentro de la prisión me envidiaron por esto, habiendo sido la antigua capital de Asia Central, era una ciudad grande, culta e interesante con sitios antiguos. Pero entonces, cuando fui conducido al GPU para llenar ahí un cuestionario, mi situación cambio bruscamente. Ya que mis respuestas no les agradaban. A la pregunta ‘¿Cuál es su relación con las autoridades?’ Yo conteste: ‘Yo la reconozco y me someto a esta en los asuntos civiles’. Entonces ellos dijeron que ‘esto no es mucho’. Pero  cuando yo pregunte: ‘¿Qué más quieren ustedes?’ Ellos respondieron con otra pregunta ‘¿Pero usted simpatiza con esta?’ Y yo respondí directamente: ‘No, yo no simpatizo con esta, y como creyente yo no puedo simpatizar en general con esta. Además, como yo simpatizar personalmente con esta, ¡cuando esta me trae aquí completamente en contra de mi voluntad, separándome de mis parientes y amigos!’. A esto ellos dijeron: ‘¿Tu probablemente necesites a la autoridad del Zar?’ Y yo conteste: ‘No, ustedes se equivocan. Lean historia, y ustedes podrán ver que hubieron tiempos de los cuales los zares también persiguieron ferozmente a los cristianos.’ Todas aquellas respuestas fueron escritas y firmadas. Un tiempo poco después se me dijo que habría un brusco cambio en cuanto a mi lugar de condena; de la gran y hermosa ciudad de la cual se me había asignado antes se me envió a la estepa remota, de la cual, luego de haber estado por 5 años, se me despacho a otro exilio, en la distante Siberia. Se me hizo claramente evidente que en base a ese cuestionario el poder soviético hacia una profunda distinción entre ‘simpatía’ y ‘ciudadanía’ y que no necesariamente se confunden o mesclan estos dos conceptos en uno. Sino otra manera, después de mi respuesta sobre el reconocimiento y la sumisión al poder soviético. Ellos no debiesen de haber avanzado en preguntarme sobre mi ‘simpatía’, si esta ‘simpatía’ realmente se vinculara con la ‘ciudadanía’. Después de todo, ellos no solo me inquirieron sobre mi ‘simpatía’ sino que me castigaron por mi respuesta negativa, y cambiaron el lugar de mi condena de Samarcanda hacia una remota estopa a 400 kilómetros de distancia.

Por esto, un ‘ciudadano’ no es siempre y necesariamente un ‘simpatizante’ de todas las medidas comunistas, ya que por si el concepto de ‘ciudadano’ no apareja esta ‘simpatía’; y es por esto que  no existe absolutamente pecado alguno en participar en el censo, y dar una respuesta positiva sobre la ‘ciudadanía’ en el Estado soviético, del cual, como ustedes bien saben, hay en este ciudadanos comunistas quienes son completamente devotos y simpatizantes  del mismo, así como hay simples ciudadanos tan solo en el sentido de súbditos; y estos últimos son la absoluta mayoría, en cuyo lugar estamos usted y yo, esto lo atestigua claramente su pasaporte, que usted ha recibido, y que usted vive a través de este con los derechos de ‘ciudadanía’ en casos necesarios (recepción de pensión, etc.) Y es mucho mas inusual el decir que no hay pecado cuando uno toma de las ventajas de los derechos del ciudadano, ¡pero en su opinión, el llamarse a sí mismo ‘ciudadano’, es un pecado tan terrible que usted inclusive los excluyo de la Ortodoxia a todos aquellos que han formado parte del censo!  ¡Qué increíble miopía! Es esto lo que ha engendrado un error tan profundo, que incluso contradice la simple lógica común, ni que hablar del gran error sobre el que yo he escrito antes y que no voy a repetir. Yo solo voy a agregar que tal ceguera espiritual no le es agradable a Dios.

Si, en su opinión, es pecaminoso el llamarse ‘ciudadano’ del Estado soviético en un censo, entonces el tomar ventajas, así como usted lo hace, mas entonces aprovechar, como lo hace, de esta ciudadanía es un hecho aún más amargo y serio, aunque usted como tal no lo reconozca. (Su pasaporte, su pensión, etc. ¡le reprochan!) ¡¿Qué beneficios son estos?! Y cuanto mucho se es dicho en los servicios divinos del Menaion de Diciembre concerniente a la participación de Nuestro Mismo Señor Jesucristo en el censo de Herodes, que demuestra la no pecaminosidad de nuestra participación en el censo que se ha llevado a cabo. Y en el Menaion del 5 de enero se dice de Cristo: ‘El fue registrado, pero no obro, obedeciendo los mandatos del César’. Así como puede ver usted, dicha ‘registración’ de ninguna manera estaba ligada con el ‘obrar’ por el César. Por ende nuestra participación en el censo no necesariamente nos obliga a nosotros a obrar por el poder soviético, mucho menos en simpatizar con el comunismo, como usted erróneamente piensa. En conclusión yo no voy a citar un argumento más a favor de nuestra respuesta positiva a la cuestión de la ‘ciudadanía’. Nosotros los rusos hemos recibido nuestra santa fe ortodoxa de los griegos, de Constantinopla, mientras que la condición civil de los griegos era de sometimiento hacia los turcos-musulmanes. A pesar de esto, esta ciudadanía turca no impidió a los griegos de preservar la fe ortodoxa a lo largo de muchos siglos. Hasta el día de hoy Constantinopla es considerada como cuna de la santa ortodoxia, un centro de la Iglesia Universal de Cristo. Y este ejemplo histórico claramente demuestra que la ciudadanía turca no necesariamente implicaba en si misma simpatía a los musulmanes, así como la ciudadanía soviética no implica en si misma simpatía al comunismo; lo cual es pecaminoso…”[19]

La posición del padre Hilarión es bien destacada. Sin embargo, como este artículo ha tratado de mostrar, él erra al no ver una diferencia esencial entre los regímenes de la Roma Imperial pagana y el sultanato turco, por un lado, y el poder soviético, por el otro. Quizás uno pueda de hecho haber sido un ciudadano soviético sin simpatizar, u colaborar, con el poder soviético de manera algina, pero esto es extremadamente difícil; y si dicho “reconocimiento” implica el aceptar la legitimidad del régimen soviético, entonces esto ya de por si ayuda al poder soviético de cierta manera. Más aun, cuando todo tipo de reconocimiento o sumisión estaba en contradicción directa con el anatema del patriarca Tijon de 1918, del cual llamaba a los ortodoxos de que de ninguna manera obedecieran a los Soviets.

Este argumento que permaneció sin resolverse hasta la caída de la Unión Soviética en 1991. Lo podemos ver re emerger en los comienzos de 1990 entre el argumento del metropolita Vitaly, el primer jerarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el extranjero y la correspondencia entre el metropolita Vitaly y los representantes de los sin-pasaporte a comienzos de la década de 1990. El metropolita comparo a la Unión Soviética con el Imperio Romano. San Pablo se había enorgullecido de su ciudadanía romana, escribió él, por lo cual ¿Qué es lo malo con tener un pasaporte soviético y ser nombrado como ciudadano soviético?[20] Los cristianos sin-pasaporte quedaron horrorizados por la comparación; si Roma fue, el Estado en el cual Cristo Mismo nació y fue registrado en un censo, del cual, luego llego a convertirse en los grandes imperios ortodoxos cristianos de Bizancio, la Nueva Roma, y Rusia, la Tercera Roma. ¡Como entonces puede comparársele  con el anti-estado, el anti-Cristo colectivo establecido, no por Dios, sino por Satanás (Apocalipsis 13.2) que destruyo al Imperio Ruso![21]  Roma, inclusive en su fase pagana; protegió a los cristianos de la furia de los judíos; la Unión Soviética, fue, en su más temprana fase, el instrumento de los judíos en contra de los cristianos. Roma, inclusive en su fase pagana, garantizo un marco de ley y orden del cual los apóstoles rápidamente pudieron difundir la fe de un extremo al otro del mundo: la Unión Soviética forzó a la población que ya era en su gran mayoría ortodoxa a renunciar a su fe u ocultarse “por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas de la tierra.” (Hebreos 11.38)

*

Retomemos ahora el segundo posible criterio indicado más atrás para la legitimidad o la no legitimidad del poder político: su relación en torno a “el misterio de iniquidad” (II Tesalonicenses 2.7), la Revolución Judía.

Juliano el Apostata era singularmente repugnante para la Iglesia no sólo porque fuese un apostata al cristianismo, sino porque, y esto es mucho más importante, él ayudo a los judíos en su intento de reconstruir el Templo de Salomón. Si Dios no hubiese frustrado el plan de los judíos haciendo que emergiera fuego desde los cimientos del Templo, es muy posible que estos hubiesen proclamado al mismo Juliano como el Mesías, así como el Gran Sanedrín se ofreció a proclamar a Napoleón como el Mesías cuando este, unos mil quinientos años después les propuso el completar el proyecto de Juliano. Es así que, cuando san Basilio, cuyo nombre significa “rey”, rezo por la destrucción de Juliano, en efecto el estaba llevando consigo, en ausencia de un verdadero rey, el papel regio de aquel “quien retiene” la aparición del Anticristo (II Tesalonicenses 2.7)

La potencia pagana romana, a pesar de todos sus atropellos, no apoyo a la Revolución Judía, sino que la freno, a través de la destrucción de Jerusalén y la represión de las sucesivas rebeliones judías.[22] Puede decirse lo mismo de las potencias católicas e islámicas que, a pesar de ser apostatas y anticristianas en el sentido de que convirtieron a países que anteriormente fueron cristianos ortodoxos en enemigos de Dios, estas permanecieron hostiles a las ambiciones de los aun mas apostatas y anticristianos judíos. Fue así como el poder árabe islámico expulso a los judíos de Babilonia en el año 1040, y el poder islámico tártaro que echo a los judíos de Jasaría en el siglo XIII (de donde emigraron a la Polonia católica). Y es así como el poder de la Inglaterra católica expulso de Inglaterra a los judíos en la Edad Media, y las potencias católicas de España y Portugal expulsaron a los judíos en la península ibérica en el siglo XV[23]. Esto se debió a todas estas potencias, más allá de que fuesen anticristianas o heréticas, entendieron por la amarga experiencia (y por tener conocimiento del Talmud) que los judíos no reconocen otra autoridad que la suya propia, y fueron esencialmente revolucionarios al empeñarse en establecer el dominio judío sobre todo el resto de las naciones.[24]

El primer poder político en la historia que reconoció y apoyo a la revolución judía fue la revolución socialista europea en sus principales fases de sucesión: la revolución inglesa de 1642, la revolución francesa de 1789 y la revolución rusa de 1917. Fue así que Cronwell, después de asesinar al rey Carlos I e introducir la revolución puritana con sus caracteres fuertemente socialistas y comunistas, invito a los judíos a retornar a Inglaterra. Nuevamente, los jacobinos franceses les dieron plenos derechos a los judíos, habiéndose confirmado y extendido   por Napoleón. Esto fue seguido, en el transcurso del siglo XIX, con la emancipación de los judíos en todos los países de Europa exceptuando a España y Portugal en el Este y a Rusia y Rumania en el Oeste. Fue así que inmediatamente después que las naciones ortodoxas balcánicas fuesen libertadas de los turcos, estas dieron a los judíos que los turcos-otomanos se los habían negado.

Fue en 1917 cuando la revolución judía emergió plenamente de la superficie, y se apodero de un poder político significativo, y no solo en Rusia. En aquellas extraordinarias “coincidencias” de la Divina Providencia, la revolución de octubre en Petrogrado y la promesa de una patria para los judíos en Palestina por el Secretario de Asuntos Exteriores Británico, Lord Balfur se da casi exactamente al mismo tiempo, reportándose en la misma columna del periódico del London Times el 9 de Noviembre de 1917. Era como si la bestia repentinamente emergería del mar de los pueblos gentiles, haciéndose simultáneamente visible con dos de sus cuernos; uno situando en la Moscú Bolchevique, sobre las ruinas del último Imperio Cristiano Ortodoxo, y el otro en la Jerusalén Sionista. De hecho, así como Chain Wietzmann el primer presidente de Israel, atestigua en su autobiografía, los orígenes de los líderes de los movimientos sionistas y bolcheviques fueron originarios, no solo del mismo territorio y raza - los a otrora judíos jazaritas de la Zona de Asentamiento Rusa -  sino que, inclusive, de las mismas familias.[25] El hecho de que la gran mayoría de los líderes del partido bolchevique fueran judíos, es actualmente aceptado inclusive por historiadores “pro-semitas” tales como el profesor de Harvard Richard Pipes. [26]

Los “pro-semitas” señalan que los judíos bolcheviques fueron muy diferentes a los judíos sionistas-talmudicos, habiendo sido así ateos que se oponían a lo teísta, internacionalistas que se oponían a lo nacionalista, y que estos persiguieron a la religión judía con una severidad tan solo un poco menor que al Cristianismo Ortodoxo. Esto fue así, pero las similitudes resultan aun más sorprendentes y profundas que las diferencias.

Primero; el Bolchevismo puede ser descripto como teísta antes que como anti-teísta, al haber tenido un intenso odio cuasi religioso hacia Dios que no es común entre los no-creyentes. Fuese como si los bolcheviques, así como los demonios que en ellos habitaban, a la vez creían y temblaban; pero ahogaban su temor con el intenso odio a todo aquello que les permitiese recordar a Dios. Con similitud, los sionistas talmudistas pueden ser descriptos como antiteistas antes que teístas, al basarse en un odio intenso al Dios verdadero, Jesucristo (quien se le describe en el Talmud como un hechicero nacido de una prostituta y de un soldado romano), y a la raza de los cristianos, de una manera tal que inclusive con mucha dificultad pueda encontrarse en otra religión o cosmovisión.

Segundo, como Bertrand Russell señalo, muchos elementos del sistema marxista son reminiscencias del judaísmo; la misma lucha por el paraíso terrenal (la abolición del Estado y el comunismo); la misma división del mundo entre los pueblos elegidos (el proletariado) y los goim (las clases explotadas), en el odio incitado en contra de los últimos, el mismo culto al falso Mesías; el líder infalible o el partido[27].

Tercero, existe una evidencia considerable de que la revolución bolchevique fue concebida tras bambalinas por el Sionismo. Así es como se conoce bien que los banqueros judíos occidentales financiaron la revolución bolchevique (así como estos financiaron el temprano asenso de Hitler, según con el propio Hitler[28]). Y que el asesinato del Zar y su familia fue no solo perpetrado por los judíos, sino de una manera religiosa judía específicamente ritualista[29].

El punto más álgido entre la cooperación sionista-bolchevique fue en 1948, cuando la Unión Soviética se convirtió (junto con Gran Bretaña) en uno de los garantes del recién nacido Estado de Israel, pagando así la deuda de 1917 que los bolcheviques le debían a sus financistas judeo-americanos. A pesar de esto, Stalin y sus secuaces se hicieron cada vez mas “antisemitas”, hasta inclusive en la era Breznev, la Unión Soviética, paso a ser vista, junto con los árabes, como la principal amenaza a la existencia de Israel. Esto es significativo ya que este cambio de dirección coincide con una limitada pero definitiva relajación de la presión sobre la Cristiandad Ortodoxa (del tipo oficial) en la Unión Soviética, y una gradual regresión a la conciencia nacional rusa. Esto sin lugar a dudas debe de ser visto como una reacción en contra de ajenos principios de ordenamiento nacional que habían destruido a la Santa Rusia.

En este punto el reino de Satanás en la tierra pareció mostrarse entre sí peligrosamente dividido; los dos cuernos de la bestia comenzaron a tornarse en contra, amenazándose con la “destrucción mutualmente asegurada”. Es que, la guerra nuclear entre Israel y sus aliados, por un lado, y la Unión Soviética y sus aliados, por el otro, no estaba en los planes de los Sabios de Sion. Así fue que los líderes de la mitad sur y oeste de la conspiración debían de tomar el control de la mitad norte y del este: “la “perestroika” había nacido. Bajo Gorgachev el oso bolchevique. Habiendo cumplido muy bien con su propósito; fue amordazado, y bajo Yeltsin, el “imperio del mal” se termino convirtiendo en un paramo de gansters o en mejor de los casos en un centro comercial más.

Yeltsin, como se anuncio abiertamente en Pradva, es un masón, y la masonería fue establecida en Rusia bajo su protección. Además, sus políticas promovieron la occidentalización de Rusia de la cual ya había sido el objetivo de los masones desde antes de la revolución. Es de tal forma que la profecía del hieroconfesor Teodore (Rafanovich) (+ 1975) de la Iglesia Ortodoxa de las Catacumbas, se cumplió: “Los comunistas se arrojaron a la Iglesia, como un perro rabioso - Su emblema soviético – la cruz y el martillo – corresponde a su misión. Con el martillo han golpeado a la gente en su cabeza, y con la hoz ellos guadañaron a las iglesias. Pero luego los masones removerán a los comunistas y tomaran el control de Rusia…”

Mientras tanto, la judaización del Occidente alcanza su cenit: el ecumenismo ya ha destruido cualquier “remanente perjudicial” en contra de la religión judía, y el Vaticano ha reconocido a Israel; muchas sectas protestantes han comenzado a argumentar que el Israel anti-cristiano es “la Novia de Cristo” y los Estados Unidos se están preparando para reconocer a Jerusalén como la capital de Israel a pesar de las protestas palestinas; los asesinatos a los sacerdotes ortodoxos y monjes han comenzado nuevamente en Israel; y los judíos extremistas construyen un túnel sobre el Domo de la Roca con la intención de destruirlo, para  reconstruir el Templo de Salomón en su lugar; un pre-requisito esencial para la entronización del Anticristo.

Así es que la situación religioso-política en torno al fin del siglo XX puede sumariarse de esta forma. El Imperio Cristiano Ortodoxo, el “quien lo retiene” el advenimiento del Anticristo esta muerto y enterrado; y solo un pequeño remanente aguarda su resurrección. La primera gran potencia que comenzó a desmontar sus territorios orientales y meridionales, el Islam es más poderoso que nunca, a pesar de que se mantenga amargamente opuesto al Anticristo Judío. El poder que desmonto sus territorios occidentales, el catolicismo, con su hijo bastardo, el protestantismo es también muy poderoso, y ya política como espiritualmente está preparado para entregar su patrimonio al Anticristo. Y el poder que destruyo sus territorios del norte, el bolchevismo, ha sido puesto a dormir como si fuese un perro que amenazaba con morder la mano de quien le daba de comer.

*

 

Entonces ¿qué se puede concluir de esto sobre la legitimidad de la democracia rusa actual? ¿Rusia ha adquirido nuevamente un poder que es de Dios? ¿O no es la sucesora de la bestia soviética mejor que la misma bestia? En orden de responder estas preguntas deberemos de volvernos al fatídico año de 1917. Usualmente se asume que mas allá de que la revolución democrática de Febrero de 1917 haya liberado el camino para la revolución comunista de Octubre, esta fue más legitima que la ultima al ser menos feroz y más expresiva de la voluntad de la gente. Pero debería de quedar claro que partir de ahora que ni la popularidad ni la cordialidad son criterios de legitimidad en un sentido teológico. Después de todo, no es un mandato de la tierra, sino del cielo, lo que estamos buscando. El mismo Anticristo, de acuerdo con la Tradición de la Iglesia, traerá tanto paz como prosperidad, y será altamente popular en la primera fase de su reinado. Muchos de los más distinguidos hombres se negaron en reconocer la legitimidad del Gobierno Provisional, de entre ellos el Metropolita Macario (Parvitsky), el Apostol de el Atai, el general Teodoro Keller y el Conde Pablo Grabbe. Nuevamente, el Metropolita Antonio (Khrapovitsky) escribió en 1922: “¿Quién puede negar que la Revolución de Febrero fue teomaquista y anti-monarquista (como la Revolución de Octubre)? ¿Quién puede condenar al movimiento bolchevique y al mismo tiempo aprobar al Gobierno Provisional? Este levantó su mano en contra del Ungido de Dios. Aniquiló el principio eclesiástico en el ejército. Al introducir el juramento civil. En una palabra, todo esto es el triunfo de aquel nihilismo que la sociedad rusa conoce desde hace tres cuartos de siglo”[30].

Por lo tanto, si la transición de la democracia al comunismo en 1917 no fue de ninguna manera una transición de la luz a la oscuridad, sino de una fase de la revolución a otra, no podemos suponer que la transición del comunismo a la democracia en 1991 fue  en principio algo diferente. Ciertamente, esta democracia rusa no ha traído paz o prosperidad, sino división y pobreza extrema. No ha restaurado la religión verdadera, sino ha confirmado la autoridad de los agentes con sotana de la KGB. No ha elevado la moral de la gente, sino que la ha hundido en profundidades nunca antes vistas. No ha restaurado la ley y el orden, sino que ha creado a un Estado criminal por excelencia, un Estado manejado por ex comunistas quienes usan su poder en aras de darse a los excesos capitalistas más inferiores. En conexión a esto, es altamente significativo que de entre los mismos comunistas que destruyeron la casa Ipatiev, en donde el último Zar fue asesinado, se encuentra ahora el presidente democrático de Rusia.[31]

En última instancia, es por su actitud hacia los eventos que tuvieron lugar en esa casa que cada gobierno ruso desde 1917 debe ser juzgado. Lamentar la barbaridad del hecho no es suficiente; La asistencia al entierro de los restos del Zar, o su canonización oficial, no es suficiente. Lo que se requiere es el arrepentimiento y la reversión de la revolución por la restauración de la Monarquía Ortodoxa. Así es que, en el presente, solo un Gobierno Provisional Ruso puede ser legítimo, provisional, en el sentido de que este fuese uno meramente preparatorio para el futuro gobierno del Zar...

 Octubre 15/28 de 1996; revisado en Enero 3/16 de 2009



[1] Metropolitano Filareto, Sochinenia (Obras), vols. II, pp. 133-137, 193-196, 183-186, 141-143, 168-170,171-173, 179-183; III, pp. 290-292, 251-255, 302, 300-301 (en ruso).

[2] Rusak, Svidetel'stvo Obvinenia (Testigo de la acusación), Holy Trinity Monastery Press, Jordanville, 1987, vol. 1, pp. 32-33, 38-39, 40, 42, 43 (en ruso).

[3] San Agustín, Ciudad de DiosII,29.

[4] Khrapovitsky, The Christian Faith and War (La Guerra y la fe Cristiana), Holy Trinity Monastery Press, Jordanville. (en inglés)

[5] san Isidoro, epístola 6, a Dionisio

[6] san Isidoro, epístola 6, a Dionisio

[7] Arzobispo Teofano de Poltava, Pis'ma (Cartas), Holy Trinity Monastery Press, Jordanville, 1976 (en ruso).

[8] Metropolitano Filareto, Sochinenia (Obras), vols. II, paginas  171-173 (en ruso)

[9] Jeremiah II (Tranas), en Sir Steven Runciman, The Orthodox Churches and the Secular State (en ingles), Oxford University Press, 1971, p. 51.

[10] Hieromonje Antonio de la Montaña, Ocherki zhizni i podvigov Startsa Ieroskhimonakha Ilariona Gruzina (Bocetos de la Vida y Hazañas del anciano hieroesquemanonje Hilarión el Georgiano), Holy Trinity Monastery, Jordanville, 1985, pp. 68-74, 95 (en ruso).

[11] San Serafin, en S. Nilus, “Chto zhdet Rossiu?” (“¿Que está esperando Rusia?”), Moskovskie Vedomosti (La Gaceta de Moscú), № 68, 1905 (en ruso).

[12] V.A. Konovalov, Otnoshenie Khristianstva k Sovetskoj Vlasti (La relación del Cristianismo hacia el Poder Soviético), Montreal, 1936, p. 35 (en ruso).

[13] Anonimo, Vita Aedwardi Regis (vida del Rey Eduardo) (en latín).

[14]Así es como un historiador ha escrito “aparentemente como fruto de un día de lucha (del 14 de Octubre de 1066), Inglaterra recibió una nueva dinastía real, una nueva aristocracia, virtualmente una nueva Iglesia, un arte nuevo, una arquitectura nueva, y un nuevo lenguaje” R.H.C. Davies, The Normans and Their Myth (Los Normandos y su Mito), Londres: Thames & Hudson, 1976, p. 103 (en inglés).

[15] Wyclif, De Christo et Suo Adversario (Sobre Cristo y su Adversario), 8; en R. Buddensig (ed.), Obras Polémicas de John Wiclif en latín, Londres: The Wiclif Society, 1883, vol. II, p. 672.

[16] “Iz sobrania Tsentral'nogo gosudarstvennogo arkhiva Oktiabr'skoj revolyutsii: listovka bezvykhodnykh dannykhpod № 1011” (“De la Colección del Archivo Central del Estado de la Revolución de Octubre: folleto sin fecha, № 1011”), Nauka i Religia (Ciencia y Religión), 1989, № 4 (en ruso).

[17] Véase las citas del Metropolita Antonio (Khrapovitsky) y del PadreVladimir Vostokov en Hieromonk Euthymius (Trofimov), “O tropare prazdniku Vozdvizhenia” (“Sobre el Tropario de la Fiesta de la Exaltación”), Pravoslavnaia Rus' (Rusia Ortodoxa), № 17 (1566), 1/14 Septiembre, 1996, p. 3(en ruso).

[18] I.M. Andreev, Russia's Catacomb Saints (Santos rusos de las Catacumbas), Platina: St. Herman of Alaska Press, 1982, pp. 541-42. (en ruso)

[19] Sacerdote Alejo, “Sv. Osty-ispovedniki ob otnoshenii k vlastiam” http://priestalexei.livejournal.com/2197.html

[20] Metropolitan Vitaly, “Otvet bespasportnomu” (Respuesta a los sin-pasaportes), Pravoslavnij Vestnik (Heraldo Ortodoxo), Febrero-Marzo, 1990; Petrova, op. cit.

[21] Petrova, op. cit

[22] I. Antonopoulos, Synomosia kai Agape (Amor y Conspiración), Atenas, 1979, pp. 36-37 (en griego).

[23] Douglas Reed, La Controversia de Sion, Durban, S.A.: Dolphin Press, 1978. (en inglés)

[24] Vease Metropolitano Antonio (Khrapovitsky), "Cristo el Salvador y la Revolución Judia” (“Christ the Saviour and the Jewish Revolution”), Orthodox Life, vol. 35, № 4, Julio-Agosto, 1988, pp. 11-31.

[25] Trial and Error: The Autobiography of Chaim Weitzmann (Prueba y Error: La Autobiografia de Chaim Weitzmann), Nueva York: Harper, 1949 (en inglés)

[26] Pipes, Russia under the Bolshevik Regime, 1919-1924 (Rusia bajo el Regimen Bolchevique), Londres: Fontana, 1994, pp. 112-113. (en ingles)

[27] Russell, Historia de la Filosofía Occidental, Londres: Allen Unwin, 1947 (en ingles)

[28] Pipes, op. cit., p. 113.

[29] Vease Nikolai Kozlov, Krestnij Put' (El Camino de la Cruz), Moscú, 1993; Enel, “Zhertva” (“Sacrificio”),Kolokol' (La Campana), Moscu, 1990, № 5, pp. 17-37, y en Michael Orlov, “Ekaterinburgskaia Golgofa” (El Golgota de Ekaterimburgo”), Kolokol' (La Campana), 1990, № 5, pp. 37-55 (en ruso).

[30] Khrapovitsky, “Tserkovnost' ili politika?” (“¿Iglesia o Política?”), Pravoslavnaia Rus' (Orthodox Russia), № 9 (1558), May 1/14, 1996, p. 4 (en ruso).

[31] Nota del traductor - En el momento que el autor escribió esto, Boris Yeltsin era el presidente de la Federación Rusa, quién bajo su puesto de primer secretario de la URSS, ejecuto la orden en 1977 de destruir la casa Ipatiev

    

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