jueves, 22 de diciembre de 2022

EL PRINCIPIO HEREDITARIO


                                                Vladimir Moss

 


Coronación del zar Alejandro III

La historia rusa entera desde Riurik hasta Nicolás II (862-1917) es la historia de solo dos, dinastías interrelacionadas – la Rurikoda y los Romanov. Solo en la Época de Inestabilidad (1598-1612) se interrumpió brevemente esta continuidad dinástica. Dicha continuidad del principio hereditario en la historia rusa no tiene parangón en la historia humana quizás con la posible excepción del muy diferente caso de China. 

 

Y aun en si la Inestabilidad no puede entenderse si no se toma en cuenta la constante importancia del principio hereditario en la mente rusa en aquel periodo. De acuerdo con V.O. Kliuchevsky, el terreno para la Época de Inestabilidad “estaba preparado por el estado atormentado de la mentalidad de la gente, por un general estado de descontento con el reinado de Iván el Terrible; descontento que aumento bajo Boris Gudonov. El fin de la dinastía y el subsecuente intento de resucitarla mediante las figuras de pretendientes promovieron un estímulo para la Inestabilidad. Sus causas elementales fueron, primero, la percepción del pueblo sobre la relación de la antigua dinastía con el Estado moscovita y, por lo tanto, su dificultad para entender la idea de un Zar elegido, y en segundo lugar; la estructura política del Estado, que creaba discordia social dadas sus elevadas demandas al pueblo y la poca equidad en cuanto a las demandas impositivas del Estado.  La primera causa dio lugar a la necesidad de revivir la extinta línea de regencia, y por esto favoreció así al éxito de los pretendientes; la segunda transformo una reyerta dinástica en anarquía social y política”[1]

 

El pueblo ruso entendía al Estado como parte de la propiedad personal del Zar y de sus descendientes de sangre. No podían concebir un Zar no hereditario, un heredero legítimo que no fuese heredero por la sangre del Zar previo, de ahí la confusión cuando el último Zar de Riurik, Teodoro, murió sin descendencia. Boris Godunov estaba emparentado con los Riurik por matrimonio, pero es posible que haya matado al Zarevich Dmitri.

Por esto es que termino rechazado por el pueblo. El Zar Vasili Shuisky no era un Riurik, pero era de “ ’los boyardos’ del Zar”.

 

Por lo que, él también, no era aceptable. Se les seguía a los pretendientes porque decían ser el Zarevich. Pero sus afirmaciones eran, por supuesto, falsas.

 

El Zar tenía que “nacer Zar”. Solo Miguel Romanov cumplía tal rol ya que su familia estaba emparentada a los Riuriks a través de la primera esposa de Iván IV, Anastasia Romanova… Y es por esto en la mayoría de sus proclamaciones Miguel se llamaba así mismo el nieto de Iván el Terrible.

 

Ya que el principio hereditario es considerado comúnmente como irracional en medida de que supuestamente coloca al gobierno del Estado “a merced del azar”, valdrá la pena examinar su significado en el sistema estadual Ortodoxo Ruso más de cerca.

 

Algunos puntos necesitan enfatizarse.

En primer lugar, el principio hereditario esta sostenido por un principio aún más profundo: de que el Zar debe de ser ortodoxo. El segundo falso Dimitri y el Rey polaco Segismundo hijo de Vladislav fueron ambos rechazados por san Hermogen, patriarca de Moscú, ya que eran católicos.

 

En segundo lugar, después de elegir al primer zar Romanov, el pueblo no retuvo el derecho de deponerlo a él o a ninguno de sus sucesores. Por el contrario, ellos eligieron a una dinastía hereditaria, y específicamente se ataron a sí mismos mediante un juramento de ser leales a tal dinastía para siempre. De ahí el horror y en específico, la maldición[2] que trae aparejada su rechazo al Zar Nicolás II en 1917… como el Metropolita Filaret de Moscú dijo en 1851: “Dios estableció un rey en la tierra a imagen de su único gobierno en los cielos: El concertó por un rey autocrático en la tierra a imagen de su poder omnipotente; y Él coloco un rey hereditario en la tierra a imagen de Su inmarcesible Reino, que durara por los siglos de los siglos”[3]

 

De ello se deduce que el reino hereditario del Zar es inviolable. Como el metropolita Filaret escribió: “Un gobierno que no esté cercado por una inviolabilidad que sea venerada religiosamente por la totalidad del pueblo no puede actuar con la plenitud de poder o con aquella libertad de celo que le es necesaria para la construcción y la preservación de la seguridad y el bien público. ¿Cómo puede desarrollar su pleno poder en la dirección más beneficiosa, cuando su poder se encuentra constantemente en una posición insegura, luchando con otros poderes que limitan su accionar en direcciones tan divergentes como las de las opiniones, los prejuicios y las pasiones más o menos dominantes en la sociedad? ¿Cómo puede someter la fuerza plena con celo, cuando necesariamente debe dividir sus atenciones entre el cuidado de la prosperidad de la sociedad y la preocupación por su propia seguridad? Si el gobierno carece de tal firmeza, entonces el Estado es también carece de firmeza. Tal Estado es como una ciudad edificada sobre una montaña volcánica: ¿Qué importancia tiene su tierra firme cuando en esta se oculta un poder que en cualquier minuto puede convertirlo todo en ruinas? Los súbditos que no reconocen la inviolabilidad de los regentes son estimulados por la esperanza de la licencia para obtener predominio y consentimiento, y entre los horrores de la anarquía y la preeminencia, ellos no podrán establecer para sí esta libertad obediente que es el centro y el alma de la vida pública”[4]

 

En tercer lugar, mientras que el Zemsky Sobor de 1613 fue, por supuesto, una elección, no fue de ninguna manera una elección democrática en el sentido moderno, sino más bien un reconocimiento de la elección de Dios a un regente en base al modelo de la elección de Jefté por parte de los israelitas (Jueces 11.11). Porque, como el padre Lev Lebedev escribe: “¡Los zares no son elegidos! Y un Consejo, incluso un Zemsky Sobor, no puede ser la fuente de su poder. El reino es un llamado de Dios, el Consejo puede determinar quién es el Zar legítimo y convocarlo”[5].

 

Nuevamente, como Iván Solonevich escribe: “cuando, luego de la Época de Inestabilidad, se planteó la cuestión referente a la restauración de la monarquía, no hubo un ápice de una ‘elección para el reino’. Hubo una ‘búsqueda’ de las personas que tuviesen los derechos hereditarios más elevados para el trono. Y no una ‘elección’ por el más digno.   No hubo, y no pudo haber habido, ningún ‘merito’ en el joven Miguel Fyodorovich. Pero ya que solo el principio hereditario otorga la ventaja de la indiscutibilidad absoluta, fue esto es que se basó la ‘elección’.”[6]

 

San Juan Maximovich escribe: “Es casi imposible el elegir a alguna persona como Zar por sus cualidades; Ya que cada uno evalúa a sus candidatos desde su propio punto de vista...

 

“¿Qué atrajo los corazones de todos hacia Michael Romanov? No tenía experiencia en el arte de gobernar, ni había hecho ningún servicio al Estado. No se distinguía por la sabiduría de estadista de Boris Godunov o por la eminencia de su raza, como era la de Basilio Shursky. Tenía dieciséis años, y ‘Misha Romanov’, como generalmente se le conocía, todavía no había administrado para demostrarse digno de algo. Pero, ¿por qué el pueblo ruso se apoyó en él y por qué con su coronación terminaron todas las disputas y disturbios relacionados con el trono real? El pueblo ruso anhelaba un Soberano legítimo, ‘nativo’, y estaba convencido de que sin él no podía haber orden ni paz en Rusia. Cuando Boris Godunov y el príncipe Basilio Shuisky fueron electos, a pesar de que tenían, en cierto grado, derechos al trono por su parentesco con los zares anteriores, no fueron elegidos en razón de sus derechos exclusivos, sino que se tomó en cuenta sus personalidades. No había en su caso una estricta sucesión legal. Esto explica el éxito de los pretendientes. Sin embargo, es casi imposible el elegir a alguien como zar por sus cualidades. Cada cual evaluaba a los candidatos desde su punto de vista. No obstante, la ausencia de una ley definitiva que hubiera proporcionado a un heredero en el caso de que se cortara la línea sucesoria de los Grandes Príncipes y Zares de Moscú hizo necesario que el mismo pueblo indicara a quién querían como Zar. Los descendientes de los príncipes infantes, [7] a pesar de que viniesen de la misma raza que la de los zares de Moscú (y nunca olvidaban esto), eran a ojos de la gente simples nobles, ‘siervos’ de los soberanos de Moscú; su lejano parentesco con la línea real ya había perdido su significancia. Además, era difícil establecer con precisión cuál de los descendientes de San Vladimir por parte masculina tenía más motivos para ser reconocido como el heredero más cercano a la extinta línea real. En tales circunstancias, todos se unieron en sugerir que la extinta rama real debería ser continuada por el pariente más cercano del último ‘nativo’ legitimo Zar. Los parientes más cercanos del zar Teodoro Ioannovich eran sus primos por parte de madre: Teodoro, como monje; Filareto, e Ivan Nikitich Romanov, ambos que tenían hijos. En ese caso, el trono tenía que pasar a Teodoro, como el mayor, pero su condición de monje y el rango de Metropolita de Rostov eran un obstáculo para ello. Su heredero fue su único hijo Miguel. Así, la cuestión ya no era sobre la elección de un Zar, sino sobre el reconocer de si una persona determinada tenía los derechos al trono. El pueblo ruso, atormentado por el la época de inestabilidad y la anarquía, acogió con satisfacción esta decisión, ya que vio que el orden solo podía ser restaurado por un zar ‘nativo’ legítimo. El pueblo recordó los servicios de los Romanov a su patria, sus sufrimientos por la misma, la mansa zarina Anastasia Romanova, la firmeza de Filareto Nikitich. Todo esto atrajo aún más fuertemente los corazones de la gente hacia el zar anunciado. Pero estas cualidades también las poseían algunos otros estadistas y afligidos por Rus. Y esta no fue la razón de la elección del Zar Miguel Romanovich, sino el hecho de que en él Rus vio a su Soberano más legítimo y nativo.”

 

“En las actas sobre la elección al reino de Miguel Fyodorovich, se evitó cuidadosamente la idea de que ascendía al trono en virtud de su elección por el pueblo, y se señaló que el nuevo zar era el elegido de Dios, el descendiente directo del último Soberano legítimo”[8].

 

Cuarto, el zar está por encima de la ley. Como Solonevich escribe: “La fundamental idea de la monarquía rusa esta vivida y claramente expresada por A.S. Pushkin justo antes del fin de su vida: ‘Debe haber una persona que esté por encima de todos, incluso por encima de la ley’. En esta formulación, ‘un hombre’, el Hombre es colocado con letras mayúsculas por encima de la ley. Para el tipo de mentalidad romano-europea, para la cual la ley lo es todo, esta formulación es completamente inaceptable:  dura lex, sed lex. La mentalidad rusa coloca, al hombre, a la humanidad, al alma por encima de la ley, dándole a la ley solo el lugar que debe ocupar: el lugar ocupado por las normas de tránsito. Con sus correspondientes sanciones – por supuesto – cuando uno conduce sobre el lado izquierdo. El hombre no es para el Sabbath, sino que el Sabbath es para el hombre. No es que el hombre sea para el cumplimiento de la ley, sino que la ley es para la conservación del hombre...

 

“La historia entera de la humanidad está llena de luchas entre tribus, pueblos, naciones, clases, estados, grupos, partidos, religiones y de lo que quieras. Casi como lo expresara Hobbes: ‘la guerra entre todos en contra de todos’ ¿Cómo vamos a encontrar un punto de apoyo neutral en esta lucha? ¿Un árbitro por encima de las tribus, naciones, pueblos, clases, estados, etc.? ¿Uniendo al pueblo, clases y religiones en un todo común? ¿Sometiendo a los intereses de las partes a los intereses del todo? ¿Y que posicione a los principios morales por sobre el egoísmo, que es siempre lo que caracteriza a cualquier grupo de personas que se arroja hacia la cima de la vida pública?”[9]

 

Pero si el Zar está por encima de la ley, como puede que no sea un tirano, en base a las famosas palabras de Lord Acton; “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”?

 

Para responder a esta pregunta debemos recordar. Primero; que como hemos visto, el poder del Zar no es absoluto en la medida en que está limitado por la ley de Dios y la Ortodoxia.

 

Segundo, no son solo los zares, sino los regentes de todos los tipos los que son sujeto de tentaciones de poder. De hecho, estas tentaciones pueden incluso ser peores con gobernantes democráticos; porque mientras que el Zar está por encima de todos los intereses de las facciones, un presidente electo representa necesariamente los intereses sólo de su partido a expensas de la totalidad del país. “El pensamiento occidental” escribe Solonevich “oscila entre la dictadura del capitalismo a la doctrina del proletariado, pero nada de lo que este pensamiento representa ha pensado siquiera sobre ‘la dictadura de la conciencia’.”[10]

 

“La característica distintiva de la monarquía rusa, que le fue conferida en su nacimiento, consiste en el hecho de que la monarquía rusa expresó la voluntad no de los más poderosos, sino la voluntad de toda la nación, moldeada religiosamente por la Ortodoxia y moldeada políticamente por el Imperio. La voluntad de la nación, moldeada religiosamente por la Ortodoxia debe ser ‘la dictadura de la conciencia’. Solo de esta forma podemos explicar la posibilidad del manifiesto del 19 de febrero de 1861 [cuando el Zar Alejandro II liberó a los campesinos]: ‘la dictadura de la conciencia’ fue capaz de sobreponerse a la oposición de la clase dominante, y la clase dominante se mostró impotente. Siempre debemos tener presente esta distinción: la monarquía rusa es la expresión de la voluntad, es decir: de la conciencia, de la nación, no de la voluntad de los capitalistas, que expresaron los dos Napoleones franceses, ni de la voluntad de la aristocracia, que todas las demás monarquías de Europa expresaron: la monarquía rusa es la aproximación más cercana al ideal de la monarquía en general. Este ideal nunca fue alcanzado por la monarquía rusa, por la conocida razón de que ningún ideal es realizable en nuestra vida. En la historia de la monarquía rusa, así como en la totalidad de nuestro mundo, hubo períodos de decadencia, de desviación, de fracaso, pero también hubo períodos de recuperación como nunca ha conocido la historia mundial”.[11]

 

Ahora el poder estatal, que, como el poder en la familia o en la tribu, siempre incluye siempre en sí mismo un elemento de coerción, “se construye de tres maneras: por herencia, por elección y por golpe de Estado: monarquía, republica, dictadura. En practica todas estas cambian de posiciones: el hombre que se apodera del poder se convierte en un monarca hereditario (Napoleón I), el presidente electo se convierte en lo mismo (Napoleón III), o lo intenta (Oliver Cromwell). El ‘canciller’ elegido, Hitler, se convierte en un apoderado del poder. Pero, aun así, estas en general son excepciones.

 

“Tanto una república como una dictadura presuponen una lucha por el poder, democrática en el primer caso y necesariamente sangrienta en el segundo: Stalin – Trotsky, Mussolini-Matteotti, Hitler-Röhm. En una república, por regla general, la lucha es incruenta. Sin embargo, incluso una lucha incruenta no es completamente sin costo alguno. Aristide Briand, quien llego a ser Primer Ministro francés varias veces, admitió que el 95% de su fuerza se gastó en la lucha por el poder y solo el cinco por ciento en el trabajo del poder. E incluso este cinco por ciento fue excepcionalmente efímero.

 

“Elección y apoderamiento son, por así decirlo, métodos racionalistas. El poder hereditario es, estrictamente hablando, el poder del azar, indiscutible, tan solo porque lo azaroso del nacimiento es completamente indiscutible. Uno puede reconocer o no reconocer el principio de la monarquía en general. Pero nadie puede negar la existencia del derecho positivo que otorga el derecho de heredar el trono al primogénito del monarca reinante. Recurriendo a una comparación algo burda, esto es algo así como un as en las cartas… Un as es un as. Sin elección, sin mérito y, en consecuencia, sin disputa. El poder pasa sin pelea ni dolor: el rey ha muerto, ¡larga vida al rey!”.[12]

 

Uno debe aquí de interrumpir el argumento de Solonevich para considerar su uso de la palabra “azar”. El hecho de que un hombre herede el trono sólo por ser el primogénito de su padre puede ser “por azar” desde el punto de vista humano. Pero desde el punto de vista Divino es elección. Porque, como escribe el obispo san Ignacio Brianchaninov: “¡No hay ciego azar! Dios gobierna el mundo, y todo lo que toma lugar en el cielo y todo lo que sucede en el cielo y debajo de los cielos sucede según el juicio del Dios Omnisapiente y Todopoderoso”.[13]

 

Además, como el obispo Ignacio también escribe: “en la santa Rusia, en virtud del espíritu del pueblo piadoso, el Zar y la patria constituye un todo, como en la familia los parientes y sus hijos constituyen un todo”[14]  Siendo así, era natural que la ley de sucesión debiese ser hereditaria, de padre a hijo.

 

Solonevich continua: “El humano individual, nacido por azar como heredero al trono, es colocado en circunstancias que le garantizan a él la mejor preparación profesional posible desde un punto de vista técnico. Su Majestad el Emperador Nicolás Alexandrovich era probablemente una de las personas más cultas de su tiempo. Los mejores profesores de Rusia le enseñaron derecho y estrategia e historia y literatura. Él hablaba con completa desenvoltura en tres lenguas extranjeras. Su conocimiento no era unilateral… y era, si se pudiese expresar así, un conocimiento viviente…

 

“El zar ruso estaba a cargo de todo y estaba obligado a conocerlo todo; por supuesto, en la medida de lo humanamente posible. Él era un ‘especialista’ en esa esfera que excluye toda especialización. Esta era una especialidad que estaba por encima de todas las especialidades del mundo y las abarcaba a todas. Es decir, el volumen general de erudición del monarca ruso abarcaba aquello que toda filosofía tiene en mente: la concentración en un punto de la suma total del conocimiento humano. Sin embargo, con esta cualificación colosal, el acrecentamiento de ‘la suma de conocimientos’ de los zares rusos se daba de manera continua y partía de la práctica viva del pasado y se constataba con la práctica viva del presente.

 

Cierto, así es como se chequea casi toda la filosofía, por ejemplo, con la de Robespierre, Lenin y Hitler, pero, afortunadamente para la humanidad, tal chequeo se lleva a cabo con relativa rareza...

 

 “El heredero al Trono, luego poseedor del Trono, es puesto en tales condiciones bajo las cuales las tentaciones son reducidas… al mínimo. Se le da todo lo que necesita de antemano. Al nacer recibe una orden que, por supuesto, no es meritoria, y la tentación de la vanagloria queda liquidada desde el embrión.

 

Está absolutamente provisto materialmente: la tentación de la avaricia queda liquidada desde el embrión. Él es el único que tiene el Derecho, y así la competencia se desvanece, junto con todo lo relacionado a esta. Todo está organizado de tal manera que el destino personal del individuo debe fundirse en un todo con el destino de la nación. Todo lo que una persona querría tener para sí mismo, ya le se le es dado. Y la persona se funde automáticamente con el bienestar general.

 

“Uno puede decir que todo esto lo han poseído también dictadores del tipo de un Napoleón, Stalin o Hitler. Pero esto sería menos de la mitad de la verdad: todo lo que tiene el dictador lo conquistó, y todo esto lo debe defender constantemente, tanto contra los competidores como contra la nación. El dictador se ve obligado a demostrar cada día que él es precisamente el más brillante, grande, magnánimo e inimitable, pues si no es él, sino otro, el más brillante, entonces es evidente que ese otro tiene el derecho al poder…

 

“Podemos, por supuesto, querellar en contra del principio del mismo ‘azar’. Un punto de vista banal, racionalista, lastimosamente científico, suele formularse así: el azar del nacimiento puede producir un hombre defectuoso. Pero nosotros, elegiremos a los mejores... Por supuesto que, ‘la casualidad del nacimiento’ puede producir un hombre defectuoso. Tenemos ejemplos de esto: el Zar Teodoro Ivanovich. Nada terrible paso. Porque la monarquía ‘no es la arbitrariedad de un solo hombre’, sino ‘un sistema de instituciones’, un sistema puede funcionar temporalmente incluso sin un ‘hombre’. Pero las simples estadísticas muestran que las probabilidades de eventos de tal ‘causalidad’ son muy pequeñas. Las probabilidades de que aparezca ‘un genio en el trono’ es aún menor.

 

“Procedo del axioma de que un genio en política es peor que la peste. Porque un genio es una persona que piensa en algo que en un principio es nuevo. Al idear algo que en un principio es nuevo, este invade la vida orgánica del país y lo paraliza, como lo hicieron Napoleón, Stalin y Hitler…  

 

“El poder del Zar es el poder del promedio, del hombre de inteligencia promedio sobre doscientos millones de personas de inteligencia promedio… V. Klyuchevsky dijo con cierta perplejidad que los primeros príncipes moscovitas, los primeros unificadores de la tierra rusa, eran gente completamente promedio: - y, sin embargo, mirad, unificaron a la tierra rusa. Esto es bastante simple: la gente de la media ha actuado en interés de la gente de la media y la línea de la nación ha coincidido con la línea del poder. Así es que, la gente de la media del ejército novogorodiano se pasó al lado de la gente de la media de Moscú, mientras que la media de la URSS está huyendo en todas direcciones del genio de Stalin”[15]

 

El metropolita Filaret de Moscú expreso la superioridad del principio hereditario sobre el electivo en lo siguiente: ““¡Qué conflicto produce la elección de cargos públicos en otros pueblos! ¡Con qué conflicto y a veces también con qué alarma estos logran la legalización del derecho de elección pública! Entonces comienza la lucha, a veces extinguiéndose ya veces resurgiendo, a veces por la extensión ya veces por la restricción de este derecho. A la extensión incorrecta del derecho de elección social le sigue su uso incorrecto. Sería difícil creerlo si no leyéramos en periódicos extranjeros que se venden los votos electivos; que la simpatía o falta de simpatía por los que buscan la elección se expresa no sólo con votos a favor y votos en contra, sino también con palos y piedras, como si un hombre pudiera nacer de una bestia, y de un asunto racional saliese la furia de las pasiones; así es que la gente ignorante elige entre aquellos en los que se prevé sabiduría del Estado, la gente sin ley participa en la elección de los futuros creadores de leyes, los campesinos y los artesanos discuten y votan, no sobre quién podría mantener mejor el orden de la villa o de la sociedad de artesanos, sino sobre quién es capaz de administrar el Estado.”

 

“¡Gracias a Dios! Esto no es en nuestra patria. El poder Autocrático, establecido sobre la antigua ley de heredad, la cual una vez, en un tiempo en que una heredad fue menester, se ha renovado y fortalecido sobre sus bases anteriores por una elección pura y racional, se mantiene en firmeza inviolable y actúa con tranquila majestad. Sus súbditos no piensan en luchar por el derecho a la elección de los cargos públicos en la seguridad de que las autoridades velan por el bien común y saben a través de quién y cómo construirlo.”[16]

 

“Dios, a imagen de su único gobierno en los cielos: ha establecido a un Zar en la tierra; a imagen de su poder omnipotente; Él ha establecido un zar autocrático; a imagen de Su Reino eterno, que continúa por los siglos de los siglos, Él ha establecido a un zar hereditario.”[17]

 

Un presidente electo es instalado por la voluntad del hombre, y puede decirse que es instalado por la voluntad de Dios solo indirectamente, por permiso. En contraste, la determinación de quién nacerá como heredero al trono está completamente más allá del poder del hombre, y por lo tanto completamente dentro del poder de Dios. Por lo tanto, el principio hereditario asegura que el Zar será de hecho elegido; pero por Dios, no por el hombre.

 



[1] Kliuchevsky, A Course in Russian History: The Seventeenth Century, (en español: Un curso de Historia rusa; El siglo diecisiete) Armonk, NY: M.E. Sharpe, 1994, p. 60.

[2] Nota de Traductor – El lector en el capítulo VII “El misterio de la abdicación del Zar” podrá interiorizarse más aun sobre el alcance de esta maldición.

[3] Metropolita Philaret, "Slovo v den' Blagochestivejshego Gosudaria Imperatora Nikolaia Pavlovich" (Sermón en el día de su más piadosa majestad el Emperador Nicolas Pavlovich)

[4] Metropolita Philaret, Sochinenia (Obras), 1848, vol. 2, p. 134; Pravoslavnaia Zhizn’ (Orthodox Life), 49, N 9 (573), Septiembre, 1997, p. 6.

[5] Lebedev, Velikorossia, San Petersburgo, 1999, p. 126.

[6] Solonevich, Narodnaia Monarkhia (Monarquía Popular), Minsk, 1998, pp. 82-83.

[7] N. de T. – En ingles figura como “appanage princes”, la palabra “appenage” en inglés, es tomada directamente del francés (apenage) y hace alusión a los hijos más jóvenes de los reyes europeos, a quienes, mediante este sistema, se les garantizaba un título, ya que no tenían posibilidad de heredar el trono bajo el sistema de primogenitura, que hacía que le correspondiese en la sucesión del reino al hijo más antiguo; al primogénito. En español se traduce como infantazgo.

[8] San Juan Maximovich, Proiskhozhdenie zakona o prestolonasledii v Rossii (El origen de la Ley de sucesión en Rusia), Podolsk, 1994, pp. 13, 43-45.

[9] Solonevich, op. cit., pp. 84, 85.

[10] Solonevich, op. cit., pp. 85-86.

[11] Solonevich, op. cit., p. 86.

[12] Solonevich, op. cit., p. 87.

[13] san Ignacio Brianchaninov, “Sud’by Bozhii” (Los juicios de Dios), Polnoe Sobranie Tvorenij (Colección de obras completas), volumen II, Moscú, 2001, p. 72.

[14]san Ignacio Brianchaninov, Pis’ma (Cartas), Moscú, 2000, p. 781.

[15] Solonevich, op. cit. , pp. 87-88, 89-90, 91-92.

[16] Metropolitano Filaret, Sochinenia (Obras), 1861, vol. 3, pp. 322-323; Pravoslavnaia Zhizn’ (Orthodox Life), 49, N 9 (573), Septiembre, 1997, p. 9.

[17] Metropolita Filaret, Sochinenia (Obras), 1877, vol. 3, p. 442; Pravoslavnaia Zhizn’ (Orthodox Life), 49, N 9 (573), Septiembre, 1997, p. 5.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL MISTERIO DE LA ABDICACIÓN DEL ZAR

 Vladimir Moss Sin duda la fecha más importante de la historia moderna es el 15/2 de marzo de 1917, fecha de la abdicación del Zar Nicolás I...