domingo, 11 de diciembre de 2022

 

EL PAPADO MODERNO CONDENADO POR EL PAPA SAN GREGORIO MAGNO 

                             Abba Vladimir Guettée


 

 


Satanás presidiendo el Concilio Infernal de John Martin


INTRODUCCION                                                                                    

 

Si echamos un vistazo franco e imparcial a la sociedad católica, no podemos impedirnos de admitir que, a nivel intelectual, no se puede caer más bajo.  Comprendiendo que no hablamos de la inteligencia en sí, pero de la inteligencia de la verdad religiosa. Muchos escritores por motivos, más o menos honorables se han dedicado a confundir las creencias católicas, y a esparcir sus sistemas, a reemplazar la pura y simple verdad cristiana por sus teorías de circunstancias, que entre ellas es muy complejo encontrar alguna que pueda llamarse católica. Es complejo encontrar personas que tengan conocimiento de los principios de su fe, la mayoría solo tienen una fe de convenio, donde lo divino y lo humano, los dogmas y las opiniones, forman una mezcla confusa, un cao donde  se explayan las más profundas tinieblas. ¡Si por lo menos los neo-católicos tuvieran conciencia de su ignorancia! Pero no. Ellos están firmes en sus creencias respecto a la verdad de la religión y están dispuestos a excomulgarlos si alguien no comparte sus teorías. Esta intolerancia, junto a la ignorancia y el capricho forman el carácter distintivo del neo-católico, formado en las escuelas ultramontanas, no sufren ninguna objeción. Si alguien llegara a presentar una dificultad concerniente a sus sistemas, seria catalogado de hereje. Si alguien osara hacer la observación que las enseñanzas de ahora no son las enseñanzas del tiempo de los apóstoles, seria señalado como peligroso. Si alguien preguntara por una razón o una prueba de los nuevos dogmas que día con día se enseñan, con el consentimiento de la corte de Roma, dirían que se trata de un libre pensador, lo suficientemente osado para no seguir la palabra del pontífice. Dicha palabra exista o no, sea clara u obscura, es la que autoriza a los neo-católicos. El papa es infalible, yo estoy con el papa, por lo tanto soy infalible. Es el silogismo al cual se reduce el pensamiento neo-católico.  Pobre de aquel que no esté de acuerdo con un argumento tan claro, sería un revoltoso, dejaría de ser católico, y si la inquisición resucitara se optaría por su rigor para salvar su alma.

¿Cómo hacer llegar la verdad católica a estas almas con armadura de ultramontanismo, que rechazar sistemáticamente, las aclaraciones?

No sabemos.

Pero se nos ocurrió que puede servir de esclarecimiento, la enseñanza de un papa reconocido como uno de los más grandes, como uno de los más santos por Roma. Juntamos entonces fragmentos del trabajo de San Gregorio Magno, quien escribe sobre el papado, los derechos y prerrogativas de la iglesia. Papa que murió al inicio del siglo VII, resume a la perfección la tradición católica de la iglesia primitiva. Su palabra bajo ese título debe gozar de autoridad. La ciencia y la santidad del santo doctor, su posición alta que ocupo, la influencia que ejerció en la comunidad cristiana, concurrió a darle un aire excepcional de exactitud y verdad a su palabra.

Los neo-católicos no pueden negarlo.

San Gregorio Magno fue papa, y si los papas gozan por derecho divino de una autoridad absoluta dentro de la iglesia, el también.  Si los papas son infalibles, él también lo fue. Si rigurosamente tenemos que aceptar la enseñanza papal, también debemos aceptar la suya. Poseyó los derechos que los papas modernos poseen en nombre de su título, pues fue papa como ellos. Además que posee una aureola de ciencia y santidad, que los papas ultramontanos no poseen aun.

Los neo-católicos nos dirán si aceptan o rechazan la doctrina de Gregorio Magno, respecto al papado. Si concuerdan que lo expusimos erróneamente, que lo prueben. Si admiten que lo expusimos correctamente, entonces admitirán que las creencias actuales no tienen mucho de ortodoxas. Si llegaran a rechazarla, tendrán que explicar porque el papa San Gregorio Magno no merece la misma credibilidad que los papas ultramontanos.

La tesis es lo suficientemente importante, para que los ultramontanos tomen posición al respecto.

 

 

CAPITULO I

 

Al inicio de su episcopado, Gregorio envió una carta a los patriarcas, Juan de Constantinopla, Eulogio de Alejandria, Gregorio de Antioquia, Juan de Jerusalén  y  su amigo  Anastasio, antiguo patriarca de Antioquia. SI se consideró  jefe y soberano de la iglesia, si creyó poseer  el derecho divino, podemos suponer que se dirigió a los patriarcas,  como subordinados, solo encontraremos en esta circular, marcas de su superioridad.  Fue todo lo contrario. Se extendió bastamente sobre sus deberes episcopales y nunca habló de los derechos que le fueron conferidos, por dignidad. Él insistió particularmente sobre el deber para el cura de no dejarse impresionar por las cosas exteriores,  y concluye su circular haciendo una profesión de fe, con el fin de probar que estaba en comunión con los otros patriarcas y junto con ellos toda la iglesia. El silencio de San Gregorio sobre los supuestos derechos del papado es de por si significativo para el mismo y los ultramontanos tendrían vergüenza al explicarlo. ¿Cómo podrían oponerse a las cartas que vamos a traducir y en las cuales San Gregorio condena de la forma más profesa la idea fundamental de los ultramontanos, es decir el carácter universal de su autoridad?

La razón de estas cartas fueron la ambición del patriarca Juan de Constantinopla, que pretendió que su ciudad episcopal habiéndose convertido en la capital del imperio, lo hicieran reconocido universalmente como el primer obispo de la Iglesia. Con este fin, inventó el título de patriarca ecuménico o universal y se lo atribuyó. La primera idea de poder centrar y universal en la Iglesia vino entonces de Constantinopla y fue en Roma que se elevó la primera oposición en contra de esta pretensión ambiciosa, y por parte de unos de los más grandes Papas que se sentaron en la silla apostólica de Roma. San Gregorio habiendo comprendido que Juan de Constantinopla se atribuyó el título de patriarca ecuménico o universal, escribió varias cartas que merecen ser leídas y meditadas, sobretodo en tiempos modernos, donde buscan imponernos como derecho divino un despotismo papal tan opuesto a la palabra de Dios como a la disciplina general de la Iglesia. He aquí la carta que Gregorio escribió a Juan. La traducimos textualmente:




CAPITULO ll

 

“Gregorio a Juan, obispo de Constantinopla” Vuestra fraternidad recuerda la paz y la concordia de la cual gozaba la Iglesia cuando fue elevada a su dignidad sacerdotal. No puedo comprender, entonces cómo ha osado seguir la inspiración del orgullo y tratar de tomar un título que puede ocasionar un escándalo en el espíritu de todos los hermanos. Me sorprende aún más, porque recuerdo que usted escapó para evitar el episcopado. Por tanto usted quiere ejercerlo el día de hoy como si hubiera hecho frente, bajo el imperio de los deseos ambiciosos. Usted que exclamaba ser indigno del episcopado, que apenas fue educado, despreciando a sus hermanos, usted sólo ambicionó al título de obispo. Pelagio, mi predecesor de la santa memoria le hizo hincapié a vuestra Santidad, a algunas observaciones fuertes y graves concerniendo este tema. Rechazó a título de orgullo y soberbia, que usted realizara actos del sínodo que usted conformó bajo la causa de nuestro hermano y co-obispo Gregorio. Se opuso a compartir con usted en arcediano, que fue enviado por la corte del emperador. Después de la muerte de Pelagio, siendo educado, pese a mi indignación, al gobierno de la Iglesia, tuve la necesidad de acudir a vuestra fraternidad. No por escrito más de viva voz, primeramente por mis delegados y enseguida a través de nuestro diácono savinien. Al último le ordené comunicarse con usted, sólo si usted rechazaba obedecer mi demanda. Con el fin de provocar en vuestra Santidad vergüenza de su ambición. Antes de proceder por las voces canónicas, si la vergüenza no le afecta a un orgullo tan profano, es culpable. Como antes de hacer una amputación hay que palpar suavemente la  zona, le pido, le suplico, le demando con toda la delicadeza que me es posible que vuestra fraternidad se oponga a todos los halagos que le da un título erróneo y que no consienta atribuirse un título tanto ingenuo como orgulloso. En verdad lloro y en el fondo de mi corazón atribuyó a mis pecados que mi hermano no quiera retornar a la humildad. Él, que sólo fue establecido en la dignidad episcopal para atraer al alma de los otros nuevamente la humildad. Aquel que enseña la verdad a los otros no quiso enseñársela  a sí mismo, ni consentir pesé a mis plegarias que yo me ocupara.
Reflexione, se lo suplico, que por esta presunción temeraria la paz de la Iglesia se encuentra turbada, y que usted es enemigo de la gracia que fue dada a todos en común. Mientras más crea en esta gracia más será humilde, por lo tanto más grande de lo que puede pretender ser bajo este título extravagante y orgulloso. Sería usted más rico si buscara menos a sus hermanos sólo por conveniencia. Querido hermano ame la humildad con todo su corazón, es ella quien mantiene la concordia entre hermanos y que conserva la unidad dentro de la santa Iglesia universal.
Cuando el apóstol Pablo escuchaba algunos fieles decir: “Yo, yo soy discípulo de Pablo, yo de Pedro, no podía ver otra cosa más que el horror de ver el cuerpo del señor despedazado, y sus miembros atados a diversas cabezas y si decía a sí mismo: ¿A caso Pablo fue crucificado por ustedes?, ¿A caso ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo? Si él no quería que los miembros del cuerpo del señor fueran atados por partes a otras cabezas, sólo a las de cristo, aunque las cabezas fueran los apóstoles la única que se puede decir que es la de cristo es la cabeza de la Iglesia universal. Dígame usted, se lo ruego, a quién imita usted bajo ese título perverso, despreciando las legiones de ángeles que eran sus compañeros, esforzándose por no someterse a nadie y estar solo por encima de los otros,  que dijo: Subiré al cielo, subiré a mi trono por encima de los astros del cielo y ocuparé en mi lugar sobre la montaña de la alianza al costado de Aquilón. Subiré por encima de las nubes; Y seré similar al altísimo.
¿Qué son vuestros hermanos obispos de la Iglesia universal sino astros del cielo? Su vida y su enseñanza brillan en efecto a través los pecados y los errores humanos, como los astros a través de las tinieblas de la noche. Cuando por un título ambicioso usted se quiere elevar por encima de ellos y rebajar su título a comparación del vuestro usted no dice más que aquellas palabras. ¿No son todos los obispos aquellas nubes, de las cuales cae la lluvia de enseñanza y que están armados de esos relámpagos de buenas obras? Vuestra fraternidad los desprecia y se esfuerza por ponerlos a sus pies, no son más que la palabra del antiguo enemigo: ¿Subiré por encima de las nubes? Cuando yo veo todo esto a través de mis lágrimas, temo ser juzgado por Dios; Mis lágrimas se vierten con abundancia, mis gemidos se desbordan de mi corazón por este señor Juan, hombre santo de gran abstinencia y humildad, seducido por los halagos de su entorno pudo elevarse a tal grado de orgullo que por el deseo de un título perverso se esfuerza por ser similar a aquel que queriendo orgullosamente ser similar a Dios, perdió la gracia que le había sido dada. Que perdió su beatitud por ambicionar una gloria falsa. ¿Pedro, el primero de los apóstoles y miembro de la Iglesia santa y universal, Pablo, Andrés y Juan no son ellos jefes de algunos pueblos? Y mientras tanto todos están unidos en nombre de un solo jefe para resumir, los santos teniendo la ley, los santos bajo la ley, los santos bajo la gracia forman todos el cuerpo del señor ¿A caso no son miembros de la iglesia? Y por lo tanto ninguno de ellos quiso ser llamado universal. Que vuestra Santidad reconozca entonces cuanto se infla ella misma cuando reinventa un título que nadie tuvo la presunción de atribuirse.
Vuestra fraternidad lo sabe, el venerable concilio de calcedonia no dio un título honorífico de universalidad a los obispos de este lugar apostólico, del cual por voluntad de Dios soy servidor.

Y mientras tanto nadie permitió que se le diera ese título, nadie se atribuyó ese título temerario, atemoriza que la dignidad episcopal atribuyéndose este honor particular parecería rechazar a todos sus hermanos.

Estoy al tanto que este título fue dado a vuestra Santidad por familias que lo halagan y se equivocan; es por ello que le pido que vuestra fraternidad se ocupe cuidadosamente de ellos y que usted no se deje confundir por esos halagos. Deberá usted considerarlos sus enemigos, mientras alabanzas más peligrosos. Evite esas personas, y si deben necesariamente engañar, que engañen el corazón de los hombres terrestres y no aquel de los sacerdotes. Deja a los muertos enterrar sus muertos; dijo el profeta: “Que se retiren bañados en vergüenza aquellos que me dicen: ¡Bien! ¡Bien! O incluso estas palabras: La esencia del pecador no perfumará mi cabeza. El sabio tuvo razón de dar este consejo: La paz sea con el mundo pero escoge tus consejos entre los miles, porque las malas palabras corrompen las buenas cualidades. Porque el antiguo enemigo no puede penetrar en los corazones robustos, busca gente débil y por sus medios sube como si subiera una escalera, escalando una muralla. De esa forma fue engañado Adán por una mujer, de esa forma mató a los hijos de Job, le dejó una débil mujer con el fin de llegar a su corazón a través de ella. Huya de las personas que lo halagan y lo engañan pues la dulzura que le darán como prueba de cariño, sólo desencadenará la ira de Dios.”

Alguna vez el apóstol Juan exclamó: Hijos míos he aquí la última hora, esta predicción de la verdad se realizó, la peste y las espadas se elevaron contra el mundo; naciones se elevaron contra naciones, el universo de agitó y la Tierra se entreabrió para engullir a sus habitantes, todo lo que fue predicho llegó. El rey del orgullo se aproxima y es más horrible aún decir que los sacerdotes están dispuestos a formarle una armada; Porque no se atreven a sostener que lo que se debe hacer es conducir al otro a la humildad. Mientras nuestra lengua no se oponga al orgullo este traerá venganza a todo aquel que de su vida para luchar contra este vicio. Fue escrito: “Dios rechaza las maravillas y da gracia a los humildes.” Otro oráculo fue pronunciado: “Aquel cuyo corazón está lleno de orgullo es inmundo a los ojos de Dios.” Es a este hombre supremo a quien le fue dicho: “¿De qué te enorgulleces, tierra y polvo?”. Es para llevarnos a la vía de la humildad que Cristo nos mostró de su propia persona y nos dijo: “Aprendan de mí que soy suave y humilde de corazón.” ¿Por qué el único hijo de Dios tomaría una posición de debilidad? ¿Por qué lo invisible querría permanecer invisible, y aun ser despreciado? ¿Por qué sufriría Cristo injurias, ultrajes, tormentos, sino fuera porque el hombre lo aprendió de un Dios humilde a no ser orgulloso? Es muy grande la virtud de humildad, puesto que para enseñárnosla, aquella cuya grandeza no puede ser comparada, tuvo que hacerse pequeño hasta sufrir la muerte.
El orgullo del demonio fue el origen de nuestra perdición, la humildad de Dios fue el medio de nuestra redención. Nuestro enemigo quiso elevarse por encima de las criaturas de las que él fue parte. Nuestro redentor que por su naturaleza es el más grande todos, quiso ser el más pequeño de entre las criaturas.


¿Por qué nosotros sacerdotes, que solamente tenemos nuestra dignidad gracias a la humildad de nuestro redentor, imitamos el orgullo de su enemigo?  Sabemos que nuestro creador bajo desde lo más alto para dar  gloria al hombre, nosotros criaturas ínfimas nos atribuimos esa gloria humillando a nuestros hermanos. Dios se rebajó hasta nuestro polvo; Y este polvo humano quiere elevarse hasta el cielo sin vergüenza alguna.  El hombre que solamente es deshonra, el hijo del hombre sin fuerza de voluntad no tiene oportunidad alguna de elevarse.  Recordemos, querido hermano, lo que fue dicho por el sabia Salomón: “El rayo precede al trueno así como el corazón del hombre se eleva antes de caer. “ Continua con esta verdad: “Antes de llegar a la gloria hay que humillarse.” Humillémonos entonces en nuestro corazón si queremos llegar a la grandeza verdadera que nuestros ojos no sean cegados por el humo del orgullo. Mientras más el humo se eleve antes se disipara. Reflexionemos estas palabras del redentor: El cielo es para aquellos sobres los cuales descansa mi espíritu. Un hombre humilde pacífico que venere mis palabras. El señor quiso recordarles  la humildad a los de corazón débil, y les dijo a sus discípulos: “Si alguno quiere obtener el primer lugar de entre ustedes será el más pequeño.” Lo que nos hace reconocer claramente a una persona verdaderamente elevada es que él se humilla en sus pensamientos. Temamos entonces ser parte de aquellos que buscan los primeros lugares en la sinagogas, las reuniones en las plazas públicas que son llamados maestros entre los hombres. En efecto el señor dijo a sus discípulos: “No se hagan llamar maestros, porque ustedes no saben lo que es un maestro. Ustedes son todos hermanos. No se hagan llamar padres, porque ustedes no saben lo que es un padre.”
¿Qué opina usted, querido hermano del terrible juicio que va a venir, usted que desea no sólo ser llamado padre, pero padre universal de mundo? Tómalo como un aviso ante las malas sugestiones, huya de todo consejo escandaloso.  Es necesario, es verdad que los escándalos llegan pero desdichado sea aquel que es el responsable de que el escandalo llegue. Por culpa que su título criminal y lleno de orgullo, la Iglesia se dividió, y los corazones de nuestros hermanos se escandalizaron, olvidó usted la verdadera palabra: “Aunque te escandaliza el corazón de los pequeños que creen en mí, sería necesario colgarlo del cuello y hundirlo en el fondo del mar.” La caridad no busca a quien no le pertenece y vuestra fraternidad se arroga el bien del otro.
Fue escrito: “Hónrense mutuamente” Y usted busca quitar el honor a todos queriendo usurparlo ilícitamente sólo para usted. ¿Qué hizo usted querido hermano, de este oráculo?
“Sea con todos pacífico, sea caritativo, sin ello no verá a Dios. Bienaventurados los pacíficos porque serán llamados hijos de Dios.”

Reflexione maduramente a lo que una raíz de amargura cruzando vuestro corazón, sería una deshonra. Si somos negligentes y no prestamos la atención necesaria, los juicios de arriba velarían sobre las pretensiones de su gran orgullo y nosotros pecaríamos por vuestra culpa al no seguir los preceptos de la verdad. “Si tu hermano pecó contra el tuyo, repréndelo en privado. Si te escucha habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha lleva contigo una o dos personas con el fin de que todo suceda con dos o tres testigos, si a ellos tampoco los escuchan díselo a la Iglesia. Si no escucha la Iglesia que sea para ti como un pagano.”

Es por eso que busque una o dos veces por mis mensajeros y mis humildes palabras a corregir el pecado cometido contra la Iglesia, hoy escribo personalmente. No omití nada respecto a la humildad como un deber. Si obtengo de esto solamente desprecio, no me quedará más que apelar a la Iglesia. Que Dios todopoderoso os haga conocer cuanto lo amo, al hablarle así. Cuanto lloré en esta ocasión por usted, no en contra de usted. Por lo que vale los preceptos del evangelio, de las instituciones canónicas, los hermanos, no puedo preferir una persona, mismo aunque sea una a la que ame arduamente.

Recibí de vuestra santidad, cartas muy dulces y agradables, concernientes a causas de los sacerdotes Juan y Atanasio. Dios mediante responderé más tarde. El día de hoy me he visto presionado de tal manera, que resolviendo asuntos casi no tuve tiempo de respirar.

Los primeros días del mes de Enero, indicción XIIIe.

 

 

Capitulo III

 

Vemos en la esta primera carta del papa San Gregorio el grande:

1.    Que la autoridad eclesiástica reside en el episcopado y no en el obispo, por más elevado sea su rango en la jerarquía eclesiástica.

2.    Que su punto no era solamente defender a Juan de Constantinopla, si n a toda la iglesia.

3.    Que no tenía por qué juzgar por el mismo  que debió referirse a la iglesia.

4.    Que el título de obispo universal, va en contra de la palabra de dios, es orgulloso, criminal, soez e inepto.

5.    Que ningún obispo, sea cual fuere su grapo jerárquico eclesiástico, no puede pretender la universalidad y atribuirse derechos del episcopado.

6.    Que ningún obispo dentro en la iglesia puede pretenderse padre de todos los cristianos, sin obtener el título de orgullo soez y criminal.

Rogamos a los neocatólicos reflexionar seriamente respecto a las verdades expresadas claramente en esta primera carta y que aparecerán con nueva evidencia en las que siguen.

San Gregorio formo a Juan de Constantinopla hablándole respecto a estas verdades sobre las pretensiones ambiciosas. El motivo de esta reserva fue el respeto que le tenía el emperador Mauricio, que Juan había ganado a su favor. Juan persuadió a Mauricio respecto que Constantinopla habiendo reemplazo a Roma como capital del Imperio el título de primer Obispo de la Iglesia le pertenecía, pues los concilios que fueron acordados a Roma perderían importancia únicamente porque esta ciudad fuera primera del imperio romano. Es de acuerdo a esta pretensión que el usurpo el título de ecuménico o universal, incluso comprometió a Mauricio a interponerse a Gregorio, con el fin de que este último cerrara los ojos respecto a estas pretensiones y lo hizo con inteligencia. Nosotros encontramos estos detalles en la carta de San Gregorio al diacono Savinien, que en ese momento era un agente cercano al emperador y fue después su sucesor al mando en Roma. He aquí la carta:


 

Capitulo lV

 

Gregorio al Diacono Savinien


‘’No quise escribir dos cartas refiriendo la causa de nuestro hermano, muy reverendo hombre, Juan, Obispo de Constantinopla, escribí una muy corta que contiene la información de dos, es decir la verdad y suavidad. Que tu amor le haga llegar esta carta que escribí para obedecer al emperador. Enseguida enviare otra que será de tal forma que su orgullo no tendrá motivo de alegrarse. Llego el punto de aprovechar la ocasión que se presenta para e[l de escribirnos respecto a asuntos del padre Juan con el fin de retomar a cada frase el título de patriarca ecuménico. Espero en Dios todo poderoso que su majestad imperial abata su hipocresía. Me sorprende que pudiera engañar a todos hasta el punto de persuadir al emperador que tenía que transmitirme sus escritos concerniéndose a este asunto. Escritos en los cuales pretende que debía conservar la paz con él. Si el emperador quiere ser justo tendrá que advertirle de renunciar a su título de orgulloso, solo así la paz se hará entre nosotros. Estoy persuadido que usted no percibió la treta a la cual nuestro hermano Juan tuvo recursos en esta circunstancia. Actuó de modo que si yo obedezco al señor emperador, parece que aprobara su vanidad; si yo no obedeciera el emperador se irrite conmigo. Pero nos mantendremos firmes en el camino derecho sin temerle a nada en esta circunstancia solo a Dios Todo Poderoso. No dejes que tu amor se asuste, que desprecie el nombre de la verdad; las cosas de este mundo son contrarias a la verdad; que tenga confianza en la gracia de Dios Todo Poderoso y en el socorro del bienaventurado apóstol Pedro; que recuerde esta palabra de verdad: aquel que está en ti es más grande que aquel que está en el mundo. Actué en todas las cosas con una autoridad suprema: porque ellos no pueden defendernos contra la espada del enemigo porque por el amor a la republica perdimos nuestro dinero, nuestro oro, nuestros bienes, nuestra vestimenta, seria ignominioso, si por ellos (los griegos), perdiéramos la fe; porque ser adepto a este título culpable no es nada más ni nada menos que perder la fe. Es por eso que como le escribí anteriormente no conservo relaciones con él. ’’

Según el papa San Gregorio El Grande, seria perder la fe  ser adepto al título que los ultramontanos pretendían darle al papa, el derecho divino, que es la base de todas las pretensiones ambiciosas y que ellos consideran como derechos del papado.
En esta calidad de primer obispo de la Iglesia, San Gregorio tuvo la iniciativa de oponerse a este título ambicioso pero esa ya lo vimos y veremos que no fue la única causa que defendía atacando a Juan de Constantinopla del episcopado entero, la de la Iglesia.
Juan de Constantinopla teniendo como recurso al emperador hizo autorizar su título de universal, San Gregorio le escribió la carta siguiente al príncipe:

 



Capitulo V



Gregorio y Mauricio Augusto


‘’Nuestro señor piadoso establecido por Dios en medio de sus otras funciones augustas cuida muy particularmente su caridad sacerdotal con piedad y sabiduría con la que ninguna persona puede gobernar en esta tierra. Si no sabe tratar las cosas de Dios y la paz de la República, la paz de la Iglesia universal dependería de ello. ¿Qué poder humano, serenísimo señor, qué fuerza temporal osaría al levantar una mano en contra de vuestro trono muy cristiano, si los sacerdotes, como es su deber, se unieran para dirigirse al redentor en común, sus plegarias y sus buenas obras? La espada de las naciones feroces inmolaría cruelmente a tantos fieles, nosotros que somos sacerdotes de nombre pero que no lo somos en la realidad. ¿No sería un vicio tantas obras malas? Dejando de lado nuestras tareas para ocuparnos de lo que no nos compete, uniríamos nuestros pecados a los de las fuerzas bárbaras; nuestras faltas engrandecen la espada de nuestros enemigos, y traban las fuerzas de la República. ¿Qué dirían de nosotros, que cargamos el peso de nuestros pecados, el pueblo de Dios, si nos condujéramos  indignamente? Nosotros que destruimos por nuestros ejemplos lo que enseñamos con nuestra boca. Nosotros que enseñamos la inequidad en nuestras obras y que solo predicamos la justicia de dientes para afuera. Nuestros huesos son rotos por jóvenes y nuestro espíritu está inflado de orgullo. Nuestro cuerpo está cubierto por pobres abrigos y que por su hinchazón nuestro corazón sobrepasa el estallido púrpura. Nos acostamos sobre la ceniza y despreciamos las cosas más elevadas. Enseñamos la humildad y damos el ejemplo del orgullo; ocultamos los dientes de lobos baja una máscara de oveja. ¿Qué resulta de esto? Nosotros dando ilusiones a los hombres somos  reconocidos por Dios. Nuestro pálido señor actúa sabiamente, y busca procurar la paz de la Iglesia para llegar a la paz de su imperio buscando comprometer a los sacerdotes a la concordia y a la unión. Lo deseo arduamente y mientras esté en mí obedezco a sus órdenes serenísimas. Pero como no se trata de mi causa, sino la de Dios; como no soy solo yo que está perturbado sino toda la Iglesia; como los cañones, los venerables concilios y los mandamientos de nuestro señor Jesucristo, el mismo son atacados por la invención de una palabra pomposa y orgullosa; que el piadoso señor corte a este mal y si el mal quiere resistir, lo enlace en su autoridad imperial. Por estas incisiones disminuye el mal de nuestro imperio."

 

Todos aquellos que leímos el evangelio sabemos que el cuidado de toda la Iglesia fue confiado por el señor mismo a San Pedro, el primero de todos los apóstoles. En efecto le fue dicho: ¿Pedro me amas tú? Le fue dicho incluso: Satán desea acabarte como al maíz pero oré por ti para que tu Fe no desfallezca. También le fue dicho: Tú eres Pedro y sobre esta piedra bautizo mí Iglesia y las puertas del infierno no podrán contra ella; te daré las llaves del reino de los cielos y todo lo que atraigas a la Iglesia estará ligado al cielo; todo lo que desvincules de la tierra será desvinculado del cielo. Recibió entonces las llaves del reino celeste, el poder de vincularme y desvincular le fue dado y se le confió y el cuidado de toda la Iglesia y aun así no se llamó apóstol universal. Por el contrario el hombre santo Juan, mi hermano en el sacerdocio que se esfuerza por tomar el título de obispo universal. Estoy obligado a asombrarme y decir: ¡Oh tiempos! ¡Oh moral!

No quisimos dejar pasar estas palabras de San Gregorio sin hacer resaltar su importancia. Este gran doctor entiende, como lo vemos, los textos del evangelio de San Pedro con el sentido más favorable a este apóstol. Exalta Pedro, el primogénito, en el colegio apostólico, encargado por nuestro señor del cuidado de toda la Iglesia ¿Qué podemos concluir? Después de que los papas abusaron de los textos para atribuirse dentro de la Iglesia una autoridad universal y absoluta, sabemos cómo razonar. Primeramente le dan un sentido basto a las palabras evangélicas, un sentido absoluto y se postulan en calidad de sucesores de San Pedro. San Gregorio actúa diferente; se acerca a las prerrogativas de Pedro. Su humildad le impidió atribuirse una autoridad universal; duda si puede darse el nombre de heredero de Pedro. Atacada por el ejemplo de San Pedro la autoridad que los papas se atribuyeron en el nombre de San Pedro y como sucesores de San Pedro.

Contentémonos de haber hecho simples señalamientos y devolvamos la palabra al santo doctor.

"En Europa todo fue entregado a los bárbaros; las ciudades están destruidas, los fuertes volteados, las provincias despobladas, no hay nadie para cultivar la tierra, los adoradores de ídolos dominan a los fieles, los atormentan con violencia y los amenazan; los padres que deberían acostarse sobre las cenizas y regar el suelo con sus lágrimas, aspiran a títulos llenos de vanidad y se glorifican con títulos nuevos y profanos. ¿Es esta mi causa, piadoso señor que defiendo en estas circunstancias? ¿Qué me vengue de esta injuria? No, se trata de la causa de Dios todo poderoso, la causa de la Iglesia universal."

La Iglesia de Constantinopla proveyó a los sacerdotes que cayeron en el abismo de la herejía y que se convirtieron en herejes. Es de ahí que salió Nestorio pensando que había dos personas en Jesucristo como mediadores entre Dios y los hombres porque no creyó que Dios pudo hacerse hombre y descender hasta la perfidia de los judíos. Si alguien usurpa en la Iglesia un título que resume en el a todos los fieles. Iglesia universal, ¡Oh blasfemos! Caerá por el hecho de hacerse llamar universal. Que todos los cristianos rechacen este título blasfematorio, este título que quita el honor sacerdotal a todos los sacerdotes.

 

Una cosa es segura que este título fue ofrecido a pontífice romano por el venerable concilio de Calcedonia para honrar al bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, pero ninguno de ellos consintió servirse de este título particular por miedo, que si se les daba algo en particular a ellos todos los sacerdotes fueran privados del honor que se les concede. ¿Cómo mientras nosotros no ambicionamos tomar la gloria de un título que no se nos fue ofrecido, otro tiene la presunción de tomarlo mientras no le es ofrecido?

Este párrafo de San Gregorio es remarcable. Afirma que primero es un concilio quién ofrece a los obispos de Roma el honor de llamarse universales; este concilio tuvo la intención de honrar a estos obispos pero creyeron que el derecho divino les venía de una autoridad universal. San Gregorio asegura que si el concilio quiso honrar a los obispos de Roma por el honor de San Pedro creyeron que la autoridad universal les vino como sucesión de este apóstol. La Iglesia de Roma se. Glorifica de la razón de San Pedro, lo ilustró como su mártir. Es por este recuerdo de un mártir, y para honrar a los primeros apóstoles que el concilio general de calcedonia, ofrece a los obispos de Roma el título honorífico. ¿Cómo conciliar con los hechos constatados con el papá San Gregorio las pretensiones de los obispos actuales de Roma que se creen dados del derecho divino, no sólo dado por el título de obispo universal, de padre de todos los fieles, pero de una soberanía universal?

 

Continuamos con la carta de San Gregorio:

"Se debe reflexionar bajo el orden del señor piadoso que rechaza la obediencia de los preceptos canónicos. Debemos reprimir aquel que injurio a la santa Iglesia universal, que se infla en su corazón y que quiere gozar de un título que lo distingue de los otros, por este título particular va por encima de vuestro imperio"

Esta ambición nos escandaliza a todos. Que el autor de este escándalo regrese a una vida justa y que toda pelea cese entre los sacerdotes. Para mí, soy servidor de todos los sacerdotes que lleven una vida digna del sacerdocio. En cuanto aquel que por vanagloriarse eleva su cabeza contra el señor Todo poderoso, y contra los decretos de los Padres, no logrará que yo me incline delante de él, mismo que por recurso tenga la espada; pongo mi confianza en el señor Todo Poderoso"

"Hice conocer a través del Diacono Savinien, mi enviado, los detalles de lo que fue hecho en Roma mientras se usurpaba el título en cuestión. Que la piedad de mi señor tenga buena opinión de mí, soy de ellos, siempre me llenaron más que los otros, con sus favores; deseo conservarles obediencia, y temo ser acusado de negligencia en  último y terrible juicio. Si por el justo juicio de Vuestra Piedad, o por las órdenes clementes, él renuncia, nosotros daremos gracias al señor todo poderoso, nos regocijaremos de la paz que habrá en toda la Iglesia. Al contrario si persiste nosotros tendremos un sentimiento de verdad, que dice: cualquiera que se eleve será rebajado. Fue escrito también: el corazón se eleva antes de caer.

Obedeciendo las órdenes de mis señores, escribí con suavidad a mi hermano en el sacerdocio, y ofrecí humildemente corregirse de este deseo vano de gloria. Si quiere escucharme hay un hermano devoto. Pero si persiste su orgullo, veo ya la ruta a seguir, porque veo las dificultades para los adversarios. Porque fue escrito: Dios se resiste a los soberbios, pero de gracia a los humildes”.

 

 

 

 

Capítulo VI

 

Las cartas de San Gregorio son innegables monumentos, y prueban que la Iglesia universal se conmovió cuando las vio, acobijar primeramente en su seno al poder universal residiendo en un solo obispo. La Iglesia entera entendió entonces que tal autoridad no podía establecerse sin que el episcopado entero fuese privado de sus derechos; en efecto de acuerdo a la institución divina, el gobierno de la Iglesia es conciliar; la autoridad no puede residir  sólo en un pastor en particular, sino en el cuerpo de pastores legítimos. No podemos pronunciarnos por la autoridad universal sin destruir el principio divino de la organización de la Iglesia.

Esta verdad sale a la luz con la evidencia de los escritos del papa San Gregorio el grande. Este ilustre papa después de haber escrito a Juan patriarca de Constantinopla para duplicarse de no ultrajar más tiempo al episcopado y a la Iglesia atribuyéndose el título de ecuménico o universal; después de haber escrito al emperador Mauricio para comprometerlo a reprimir el orgullo y la ambición del patriarca, San Gregorio se dirigió a otros dos patriarcas de la Iglesia, aquellos de Alejandría y Antioquia. Les envió una carta en común que traduciremos. Ella probará los precedentes de que el papa San Gregorio, quien murió a comienzos del siglo VII, ignoraba el papado de la forma que nos quiere imponer ahora.

He aquí la carta:


Capítulo VII


Gregorio a Eulogio obispo de Alejandría y a Anastasio obispo de Antioquia 

"Mientras el predicador por excelencia decía: todo el día tiempo que yo sea el apóstol de las naciones, honrare mi ministerio. Cuando él decía: nos volvimos como niños entre ustedes; nos daba el ejemplo de ser humildes en espíritu y fieles para conservar el honor y la dignidad de nuestro Orden. De manera que nuestra humildad no sea timidez y que nuestra elevación no sea orgullo. 
Tiene 8 años y aún vivía el predecesor Pelayo, de santa memoria, nuestro “co-hermano” y “co-obispo” Juan tomando oportunamente asuntos aparte de los nuestros organizó un sínodo en la Ciudad de Constantinopla y se esforzó para tomar el título de universal; cuando mi predecesor mencionado se enteró , le envió cartas en las cuales por la autoridad del apóstol San Pedro rompía con los actos ese sínodo. "
Los ultramontanos abusaron de este pasaje a favor de su sistema. Lo compararon a otros textos de San Gregorio que tienen trazos del mismo tema y en el conjunto de su doctrina se convencieron de dos cosas: 

 

1.   Que San Gregorio no comprendía hasta ese punto que lo acordado por el obispo de Roma por los concilios, por causa de la dignidad de su puesto, ilustrado por el mártir de San Pedro, primero de los apóstoles. 

2.   Que el sínodo de Constantinopla no fue más que un asunto concerniente a la disciplina dentro de la cual el sacerdote inculpado tenía a Roma como recurso. 


El sacerdote de Roma, Pelayo, era juez en este asunto tenía la virtud otorgada por su puesto. El concilio de Calcedonia para horrar a San Pedro ofreció a los obispos de Roma el título de universales, como nos lo demuestra San Gregorio. Pero hay una gran diferencia a una soberanía de derecho divino perteneciente a los papas por sucesión de San Pedro. 
Los ultramontanos vieron todo esto en el texto de San Gregorio; pero decidieron ignorarlo con el fin de llegar a su punto; evitaron citar los otros textos que determinan el sentido, citas que nos permiten conocer la verdadera doctrina del santo papa. 
Los ultramontanos siempre utilizaron las citas interrumpidas en sus concilios. 


Continuamos con la carta de San Gregorio:


"Tuve la necesidad de enviarle a vuestra santidad copias de estas cartas. En cuanto al Diacono que según está muy apegado a los emperadores piadosos por asuntos eclesiásticos, Pelayo comunicó en misa con nuestro susodicho “co-obispo”. Siguiendo las líneas de mi predecesor le escribí a nuestro “co-obispo”, cartas que creí tener la necesidad de enviarle copias a vuestra beatitud. Nuestra principal intención fue el asunto de que a causa de su orgullo la Iglesia se perturba hasta sus entrañas. Quisimos recordarle la modestia a nuestro hermano pero no quiso ceder al rigor de su orgullo por lo que socorridos de Dios todo poderoso intentamos formas de reprimirlo.
Como vuestra santidad, que venero de una forma particular, lo sabe, este título de universal fue ofrecido por el santo concilio de Calcedonia al obispo del puesto apostólico del cual soy servidor por la gracia de Dios. Pero ninguno de mis predecesores quiso servirse de esta palabra profana; porque en efecto si un patriarca es llamado universal, usurpamos a otros el título de patriarca. Lejos muy lejos de toda alma cristiana se encuentra la voluntad de usurpar cualquier cosa que pueda disminuir el honor de nuestros hermanos. Mientras nosotros rechazamos el honor que nos fue ofrecido, piense cuan ignominioso es verlo usurpar violentamente al otro. "

Los ultramontanos se aseguraron de llamar la atención a este fragmento donde San Gregorio se considera como un patriarca, igual a los otros patriarcas; en el cual dice claramente que si un patriarca se pretende universal los otros por ende ya no lo son.


Esta doctrina concuerda con la primicia acordada al patriarca de Roma, por San Pedro y el recuerdo del martirio que este apóstol sufrió a Roma; ¿pero puede acordarse con una soberanía UNIVERSAL proveniente del derecho divino a los obispos de Roma, por San Pedro, su pretendido predecesor? No evidentemente.


San Gregorio continúa a exponer una doctrina opuesta al sistema papal actual. Es por ello que vuestra santidad no da el título de universal con el fin de no privar de lo que le fue otorgado ofreciendo a otro un honor que no se le dio. En este acto no hay ningún miedo de los serenísimos señores; pues el emperador teme al Dios todo poderoso, el no consciente para nada que violemos los mandamientos evangélicos y los santos cánones. Para mí, que me encuentro alejado de usted por largos espacios de tierra y mar y sin embargo estoy estrechamente unido a su corazón. Confío que los sentimientos de nuestra beatitud también me tengan estima y respeto; si usted me ama como yo lo amo, el espacio no nos separa más. Gracias a esta semilla de mostaza, a esta semilla en apariencia pequeña y despreciable y que todas las partes de sus ramas salen de la misma raíz han formado un asilo para los pájaros del cielo. Gracias también a la levadura que con 3 medidas de harina, forma la masa del género humano de toda la raza entera; gracias incluso a esta pequeña piedra desprendida de la montaña que ocupó la superficie de la tierra y se extendió hasta el punto de hacer del género humano el cuerpo de la Iglesia universal; que también la distinción de las diferentes partes que sirvieron a estrechar los lazos de la unidad.


Nosotros no nos alejamos de usted pues nos une Aquel que está en todas partes. Démosle las gracias de haber destruido las enemistades al punto que dentro de su humanidad no haya que un solo rebaño y un solo aprisco comandado por un sólo pastor que es el mismo. Recordemos siempre las advertencias del predicador de la verdad: sean cuidadosos a conservar la unidad del espíritu del vínculo de la paz (Epit. de San Pablo en efesios 4,3): busquen tener con todo el mundo paz armonía sin ella nadie verá a Dios. (Epit. San Pablo hebreos 12,14). Lo mismo decía a sus DISCÍPULOS: Si es posible tengan la paz con ustedes y con el mundo (epit. San Pablo romanos 12,18).
Él sabía que los buenos no podían estar en paz con los malvados; es por eso que le escribe primeramente: si es posible.
Detengámonos un instante sobre este párrafo de la carta de San Gregorio. A caso no es remarcable que hablando de la Iglesia como un solo rebaño conducido por un sólo pastor, que es Jesucristo, él dice abiertamente que Jesucristo es el único pastor visible de la Iglesia, o el pastor de la humanidad que es lo mismo. ¿A caso eso no excluye la idea de pastor universal, reemplazando a Jesucristo no sería destruir con una sola palabra todas las pretensiones del papado moderno y reducir la verdad papal a una primicia establecida por la iglesia?


Notamos que San Gregorio citando la epístola en romanos, llama a estos romanos los discípulos de San Pablo.
San Pablo no escribió su epístola para los cristianos de Roma que hasta el año 58 de Jesucristo; hasta entonces en Roma habían pocos cristianos y no conformaban una iglesia propiamente dicha, se reunían en casa de alguno de ellos. Vinieron a Roma de diferentes países evangelizados por San Pablo, es por ello que San Gregorio los llama los discípulos de este apóstol. Ellos escriben y ruegan que los vengan a visitar e instruir. Pablo les responde con su epístola dentro de la cual promete evangelizar Roma. Dos años después él encontró judíos que no conocían a los cristianos, sólo de nombre, por consecuente no habían sido evangelizados por San Pedro. Pablo formó una Iglesia en Roma y puso por obispo a Lin su discípulo que Tertuliano y Eusebio compitieron por ser el primer obispo de Roma. San Pedro vino a Roma poco tiempo antes de sufrir su martirio. Esa causa de este martirio y no a causa de su episcopado en aroma, que los concilios como los de Calcedonia le acuerdan al obispo de Roma privilegios especiales.
San Gregorio en la carta que tradujimos no busca atribuirse como sucesión apostólica de San Pedro, era una autoridad que él no tenía; incluso hace reintegrar su Iglesia a San Pablo y no a San Pedro. Entonces si el apela a la autoridad de su predecesor, la autoridad de San Pedro, entiende que los derechos de los obispos de Roma se recibieron en concilios aquel de Sardis, en particular para que en honor a San Pedro, que ilustró a la iglesia romana por su muerte gloriosa.

Continuamos la carta del santo papa:

"Porque la paz no puede existir entre dos partes opuestas, porque los malvados huyen y los buenos deben sostenerla desde el fondo de sus entrañas. San Pablo dice admirablemente: por tanto estén ustedes; hacernos comprender cuál debe mantenerse en nosotros aún si los hombres perversos la rechazan de su corazón. Nosotros conservaremos la paz aunque haya faltas de orgullo en la caridad y la justicia; porque amamos a las personas pero odiamos sus vicios. Porque el hombre es obra de Dios, el vicio es obra del hombre. Distingamos por consecuente, lo que Dios hizo y lo que hizo el hombre, no odiemos al hombre a causa de sus errores, pero no amamos lo errores a causa del hombre.


Señalemos en el hombre el mal de su orgullo pero quedando unido en espíritu con el fin de que este hombre sea librado de su enemigo, es decir de su error. Nuestro Redentor Todo Poderoso dará fuerzas a nuestra caridad y nuestra justicia; nos dará la unidad de su espíritu a nosotros que estamos separados por una vasta extensión de tierra, porque es Él que construyó su iglesia, como una arca, dándole a sus cuatros costados las cuatro partes del mundo; y lo hizo de una manera incorruptible; y la unto del betún de la caridad, de forma que no tenga miedo ni por los vientos, ni por las olas. Debemos orar de corazón, mis queridos hermanos con el fin y la gracia que el agua de afuera no turbe y que la derecha de la providencia tenga en buen estado el fondo de la vasija ;porque el diablo, nuestro enemigo, corrompe a los humildes y ronda alrededor de ellos, como el león, rugiendo y buscando devorarlos, no se contenta de que lo veamos dar vueltas pero plantó profundamente sus dientes en algunos miembros necesarios de la Iglesia, que sin duda (lo que a Dios no le agrada) el rebaño será ultrajado si los otros pastores no se entienden entren ellos para socorrer los auspicios del señor. Esta cerca de nosotros aquel del cual fue escrito: él es el rey de los niños orgullosos. No puedo decirlo sin ser invadido de dolor, nuestro hermano y “co-obispo” Juan busca elevarse hasta ese título, despreciando los mandamientos del señor, los preceptos apostólicos y los reglamentos de los Padres. 


Que Dios todo poderoso le permita conocer a vuestra beatitud mis gemidos profundos pensando en aquel que me parecía el hombre más modesto de todos, aquel que ame más, que sólo parecía ocuparse de las limosnas de las oraciones, de los jóvenes, se retiró de esta humildad en la cual se elevaba al punto de buscar atribuirse por orgullo un título pomposo que solamente puede ser relacionado al jefe único que es Cristo, es decir dos miembros de este mismo Cristo. No es de sorprenderse que el tentador, que sabe que el orgullo es el inicio de todo pecado, que se sirvió de este hombre, busque, por este vicio, a destruir las virtudes de algunas personas, que les tienda una trampa y que ponga obstáculos a todas sus buenas acciones, en las virtudes de aquellos que parecerían haber escapado de sus manos crueles. 


Es por ello que debemos rezar mucho ; debemos referirnos a Dios todo poderoso con rezos continuos para que revierta el error del espíritu de nuestro hermano, que aleje de la unidad y la humildad de su Iglesia este mal de orgullo y problema. Con la gracia de Dios hay que recurrir a todas las fuerzas para impedir que por el veneno contenido en un sólo título, los miembros que viven en el cuerpo de Cristo no sean golpeados de muerte; porque permitir este título, es destruir la dignidad de todos los patriarcas; y si sucede que aquel que se dice UNIVERSAL cae en error no habría ningún obispo que quede fiel a la verdad.

 

 

 

 

 


Capitulo VIII

 

¿Nos preguntamos si este es el lenguaje de un superior que respeta a sus subordinados?

San Gregorio en su calidad de primer obispo de la Iglesia, de los primeros patriarcas, tomó la iniciativa de llamar la atención de los otros patriarcas, de sus hermanos, respecto a la usurpación de uno entre ellos. Les suplica unírsele para resistir a lo que él considera un infortunio para el episcopado entero, incluso para la Iglesia universal. No hace ni la más mínima alusión a la autoridad superior que él poseía; solo hace mención de los preceptos divinos y a los cánones contra una usurpación que califica de diabólica. ¿Nos preguntamos una vez más si este es el lenguaje de un jefe, de un monarca universal? No, evidentemente. Leemos la bella carta de San Gregorio a los patriarcas de Antioquia y Alejandria sin ser persuadidos por el papado que actualmente pretende el derecho divino, eso le era desconocido. Estuvo en contra de los primeros intentos de este papado, contra Juan de Constantinopla de quien consideró estos primeros intentos como efecto de un orgullo que no podía provenir de otro lado que no fuera del diablo, como una empresa capaz de trastornar la Iglesia, atentando contra los derechos del sacerdocio entero, sacrílega, impía e inepta.

 

Si San Gregorio considerado como una de las primeras opciones de un papado universal ¿qué diría él de este papado con todas sus pretensiones modernas? Él se mostraría, el más grande enemigo, y vería en ella la fuente de todos los males, de los cuales la iglesia es víctima hace siglos.

Tradujimos estas cartas por las cuales el papa San Gregorio el Grande combatió por todos sus medios, el primer intento de usurpar un título que podía hacer suponer una autoridad universal dentro de la Iglesia. En cuanto a esta autoridad nadie la pretendía entonces, mucho menos el papa San Gregorio, obispo de Roma, solo Juan obispo de Constantinopla.

Es remarcable como los primeros ataques hacia la simple aparición de esta autoridad, de la cual los papas hicieron una triste realidad desde los Falsos Decretos, es remarcable, decíamos, que estos ataques sean parte de Roma y de uno de los papas más santos y sabios. Estaríamos ciegos si no viéramos aquí la disposición de la Providencia queriendo condenar de antemano a un gran papa fiel a los doctrinas de los seis primeros siglos de la Iglesia por usurpaciones y sacrilegios de papas posteriores, y las mentiras en las cuales se basaron.

 

No es menos remarcable que fuera en Oriente donde se buscó legitimar un título que era el primer paso hacia un absolutismo religioso.

Juan de Constantinopla quien lo hizo, persistió en sus ambiciones pretenciosas, sin importarle las cartas de San Gregorio y gracias al apoyo del emperador Mauricio, el patriarca de Alejandria sin responderle recibió una carta de Gregorio en la cual le escribió que le haga conocer su opinión.

Mientras tanto Juan de Constantinopla murió. Gregorio le escribió también a Ciríaco, sucesor de estar obispo, quien le envió una carta de comunión. Lo felicita por su fe pero aumenta al respecto del título de universal que tomó de ejemplo de su predecesor: 

“Tendremos paz verdadera entre nosotros si usted renuncia al orgullo de un título profano, según la palabra del maestro: Oh Timoteo! Conserva el depósito, evitando las profanas novedades de las palabras. (Pablo, primera Tim. Vl, 20) Es muy injusto el hecho que aquellos que se convirtieron en predicadores de la humildad se glorifiquen con un vano título de orgullo; el predicador de la verdad dijo: Lejos de glorificarme en algo, sino es la Cruz de nuestro Señor Jesucristo (San Pablo Vl, 14), esto es verdaderamente glorioso, que no se glorifica de su poder temporal, pero de su sufrimiento en nombre de Cristo. Es esto lo que nosotros anhelamos con todo el corazón; es en ello que nosotros lo reconocemos por sacerdote, si rechazando la vanidad de los títulos usted ocupa un lugar de santidad con santa humildad”.

“Nos escandalizamos al respecto de un título culposo; guardamos rencor y nos pronunciamos fuertemente sobre este tema. Pero Vuestra Fraternidad sabe que la Verdad dijo: “si al llevar tu ofrenda delante del altar recuerdas que tu hermano tiene algo en contra tuyo, deja tu ofrenda y primero reconcíliate con tu hermano; después regresa y haz tu ofrenda” (Evangelio de San Mateo V, 23-24). Para que toda falta sea borrada por el sacrificio, el mal del escándalo del cual somos causa es tan grande que el Señor no aceptará del culpable un sacrificio ordinario para arremeter su falta. Apresúrese a purificar vuestro corazón de este escándalo con el fin del que el Señor pueda tener por agradable el sacrificio de nuestra oblación” Gregorio teniendo la oportunidad de escribir una segunda carta a Ciríaco retomó el mismo tema de tanta importancia que le daba:

“No podría yo expresarle en esta carta como mi alma esta liada a Vuestra Caridad; pero ruego que Dios todo-poderoso por el don de la gracia aumente esta unión entre nosotros y destruya toda ocasión de escándalo, con el fin de que la santa Iglesia unida por la confesión de la verdadera fe en la cual los lazos son estrechados por los sentimientos recíprocos de los fieles. Que no sufra ningún daño por las discusiones que los sacerdotes puedan tener entre ellos. En cuanto a mí a pesar de todo lo que digo y en la oposición que tuve ante ciertos actos orgullosos, conservo la gracia de Dios, la caridad en el fondo de mi corazón y sostengo los derechos de la justicia sin rechazar internamente aquellos del amor y la afección”.

“Para que usted pague mis sentimientos y respete los derechos de la paz y la afección con el fin de quedar unidos en espíritu, nosotros no dejaremos existir un tema de división. Podríamos fácilmente obtener la gracia del Señor si nos presentamos delante de él con los corazones unidos”.

 

 

 

 

CAPÍTULO IX

 

Debemos creer que Ciríaco no se inmutó por las suaves exhortaciones de Gregorio. En efecto el gran papa escribió algún tiempo después al patriarca de Antioquia para reprocharle amistosamente de no otorgarle importancia suficiente a la usurpación de su hermano de Constantinopla. Vemos en esta carta que el patriarca de Antioquia temía atribuirse la desgracia del emperador si se pronunciaba en contra del patriarca de Constantinopla. Le escribió a Gregorio, su amigo, una carta muy halagadora:

“Vuestra Santidad como lo veo quiso que su carta sea parecida a una abeja quien lleva la miel y a su vez un aguijón con el fin de re saciarme de miel y a la vez picarme. Pero encontré una ocasión para meditar esta palabra de Salomón: los golpes de un amigo son mejores que los besos de un enemigo hipócrita. (Proverbios 27,XXVll, 6)”.

“En cuanto a lo que usted me escribió respecto al título que me ha escandalizado, que debo ceder pues es algo que no tiene importancia, el emperador me escribió lo mismo. Lo que él me dijo en virtud de su poder yo sé que usted me lo dice por cercanía. No me sorprende encontrar en vuestra carta las mismas expresiones que en la del emperador, pues el amor y el poder tienen entre ellos mucha similitud; ambos están en el primer orden y ambos hablan siempre con autoridad”.

Cuando recibió la carta sinodal de nuestro hermano el co-obispo Ciríaco no creyó necesario responderle pese al título profano que tomaba con el miedo de perturbar la santa Iglesia, pero tuve cuidado de hacerle conocer mi opinión al respecto de ese título soberbio y supersticioso; le dije que no podrá tener paz con nosotros sino se abstenía de tomar ese título de orgullo que no era más que una invención del primer apóstol. No debe usted considerar este mismo asunto como algo sin importancia porque si la toleramos corrompemos la fe de toda la Iglesia. Usted sabe cuántos, no sólo herejes, herejes y arcas salieron de la Iglesia de Constantinopla. Por no decir de la injuria hecha a vuestra dignidad, no podemos concordar que si un obispo es llamado universal, toda la Iglesia se derrumba si este universal se cae. Pero lejos de escuchar esta locura con simpleza pongo mi confianza que el Señor Todo-poderoso cumplirá la promesa que hizo: Aquel que se eleve será rebajado”. (Evangelio de Lucas XlV, XVlll, 11)

No podíamos apreciar más sanamente que si lo hubiera hecho San Gregorio el Grande, los inconvenientes graves que podría haber resultar para la Iglesia que una autoridad central pretendiera resumirla y representarla. El hombre el que sea y seguido a causa de una dignidad superior de la cual se reviste, está sujeto al error; si resume la Iglesia, la Iglesia cae con él. Tal fue el razonamiento de San Gregorio. Él fue clarividente y no vemos la Iglesia católica pero la Iglesia ultramontana caer con el papa que pretende resumir la Iglesia entera en su persona, en ser una infalible personificación, el papa osó poner al rango de dogmas la opinión de la inmaculada concepción y nuestros obispos contemporáneos que debían ser los ecos de la fe permanente y universal, declararon someterse al nombre de sus iglesias y a su juicio infalible ; hizo de sus prerrogativas ilegítimas condiciones necesarias de la unidad de la Iglesia y nuestros obispos contemporáneos adhirieron con bullicio a esas pretensiones incluso al nombre de sus Iglesias, el papa buscó elevar hasta una cuestión católica aquella de su temporal y nuestros obispos contemporáneos cayeron con él en ese error y arrastraron aquellos católicos a aquellos católicos que hicieron mayor bullicio de su ortodoxia. Uno solo cayó y porque se pretendió universal y la personificación de la Iglesia, la Iglesia ultramontana que el representaba cayó con él.

Felizmente la Iglesia de Jesucristo no es más aquella de esa época, y que podemos distinguirla mediante a un criterio católico netamente formulado por los Padres de la Iglesia no hay que creer más que en las promesas de Jesucristo; habrá que decir de manera absoluta lo que San Gregorio decía de manera relativa : la universal cayó! , toda la Iglesia cayó! Se decía en la corte de Constantinopla que Gregorio hacía una guerra tan ruda al título de universal  por celos al nuevo obispo de Roma y para sobajarlo. El emperador y Ciríaco le escribía en este sentido con todo el respeto que merecía; pero Gregorio hizo bien en comprender a Ciríaco que lo habían mal juzgado. Le envió como al emperador, al diácono Anatolio de Constantinopla, para desengañarlos y los llenó de cartas para el emperador y para el patriarca. Le dijo este último después de agradecerle sus palabras halagadoras: "Hace falta que sea, no sólo de palabra, pero por actos que usted de testimonio a mí y a todos vuestros hermanos el brillo de vuestra caridad, apresurándose a reconocer que un título de orgullo que fue un escándalo para todas las iglesias.

Cumpla esta palabra: esfuércense por conservar la unidad del espíritu en el lugar de la paz (Efesios lV, 3)

 

Y esta otra: no le dé a vuestro enemigo de hablar mal de usted (Tim., V, 14). Vuestra caridad explotará sino existe una división entre nosotros respecto al título orgulloso. Apelo desde el fondo de mi alma a Jesús, que yo no quiero causar escándalo a nadie ni el más pequeño ni el más grande. Yo deseo que todos sean grandes y llenos de honor, mientras que este honor no quite nada de aquello que es dado a Dios Todo-poderoso. En efecto quien sea que quiera ser honrado en contra de Dios no es para nada honorable a mis ojos… En este asunto no quiero aburrir a nadie solamente quiero defender la humildad que le place a Dios y la concordia de la santa Iglesia. Entonces las cosas que fueron introducidas novedosamente sean abrogadas de la misma manera que las establecidas y que conservemos entre nosotros la paz pura del señor. ¿Qué buenos procesos pueden existir entre nosotros si nuestros sentimientos no son más que palabras y que con nuestros actos nos lastimamos?". En la carta al emperador, Gregorio refutó fuertemente al argumento que le quitaba frivolidad a un título honorífico con el cual se veía afectada Constantinopla, no se le dio gran importancia.

"Suplico vuestra piedad imperial, nótese que hay cosas frívolas que son inofensivas pero que hay otras muy ruines. Cuando el Anti Cristo venga y que diga ser Dios, será una cosa perfectamente frívola pero será muy perniciosa. Si nosotros queremos percibir en esta palabra la cantidad de sílabas, sólo encontramos dos (De-us) pero si nosotros suponemos el peso de inequidad de este título nosotros lo encontraríamos enorme. Yo digo, sin la menor duda, que quien sea se haga llamar obispo universal o desea este título, es por su orgullo, EL PRECURSOR DEL ANTICRISTO, porque pretende así elevarse por encima de los otros. El error en el que cae viene a un orgullo igual a aquel del Anti Cristo porque como ese Perverso quiere ser mirado como por encima de los hombres, como un Dios, de misma forma quién sea que desee ser llamado obispo se eleva por encima de los otros. ".

 

 

CAPÍTULO X

 

 

Se enseña hoy en día en nombre de la Iglesia, y a favor del obispo de Roma esta doctrina que San Gregorio criticaba con tanta energía fue entonces que el señor abad Bouix en su clase de derecho canónico compuesto en Roma y publicado con la aprobación de Roma que el señor Parisis obispo de Arras en un curso de derecho canónico que aprobó por la enseñanza de sus cleros y que siguió en varios otros seminarios; que el periódico Le Monde, que es el periódico autorizado por el papa de su corte ; es entonces que otros 100 escritores ultramontanos, enseñan con su propósito que el papa es una autoridad universal; que es el obispo universal y que sólo él puede hablar propiamente; la fuente de donde surge toda dignidad eclesiástica, comprendiendo el episcopado que no sería más que indirectamente y medianamente del derecho divino.

Tal es la enseñanza que quisiéramos dar hoy como la enseñanza católica. Nuestros modernos innovadores saben que el papa, San Gregorio el Grande vio esta doctrina como diabólica y llamó anticipadamente Anti Cristo a este papa vestido de un pretencioso episcopado universal.

San Gregorio no tomaba ninguna determinación importante sin dárselo a conocer a los otros patriarcas. Le escribía entonces a los de Alejandria y Antioquia para reprocharle mostrarle como se condujo apartado del nuevo patriarca de Constantinopla.

Eulogio patriarca de Alejandria se dejó persuadir y le anunció a Gregorio, que ya no daría el título de universal al obispo de Constantinopla, pero creyendo alagar a Gregorio, a quien amaba y quién le rindió servicio en varias ocasiones, y le dio este título a él mismo, le escribió que si no se lo daba al obispo de Constantinopla era para someterse a las órdenes de Gregorio. Gregorio le respondió, y encontramos en su carta el pasaje siguiente que muestra la idea que San Gregorio tenía como obispo de Roma: "Vuestra beatitud tuvo cuidado de decirnos que escribiendo algunos ya no daba títulos que tuviesen solamente orgullo por origen y que se servía de estas expresiones por mi respeto: como usted lo ordenó. Le ruego que nunca me haga entender esta palabra de orden pues sé quién soy yo y quien es usted. POR VUESTRO LUGAR, USTEDES SON MIS HERMANOS: por vuestras virtudes ustedes son mis padres. No tendrían por qué darle una orden; solamente indique cosas que me parecieron útiles. No me parece que vuestra beatitud allá querido retener perfectamente y precisamente lo que quise confiar a su memoria, pues dije que usted no debía darme ese título a mí ni a nadie y aquí en la suscripción de vuestra carta usted me da a mí los títulos orgullosos universal y de Papa!

 

Que vuestra santidad no actúe de esta forma en el futuro, se lo suplico; pues usted resta a usted mismo lo que da de más al otro. Yo no pido que se crea en títulos, sino en virtudes. Yo no veo como un honor lo que hace a mis hermanos perder su propia dignidad. Mi honor es el de toda la Iglesia, mi honor es la firmeza inquebrantable de mis hermanos. Me encuentro verdaderamente honrado cuando no se le niega a nadie el honor que le fue dado. Si vuestra santidad me llama papa universal, eso niega todo lo demás. A Dios no le place sea quien sea. Mantengamos lejos de nosotros palabras que inflan la vanidad y que lastiman la caridad. Es verdad que en el santo concilio de Calcedonia y desde que los Padres vinieron, ese título fue ofrecido a mis predecesores como vuestra santidad lo sabe, pero ninguno de ellos lo quiso pretender, con el fin, que amando en este mundo la dignidad de todos los sacerdotes, conservaran la suya a los ojos del Todo-poderoso.".

El papa San Gregorio condenaba incluso en los obispos de Roma el título de papa universal; reconocía al patriarca de Alejandria como su igual y que no tendría por qué darle una orden, que por consecuencia no tendrían autoridad sobre él.

¿Cómo conciliar esta doctrina ortodoxa del papa San Gregorio el Grande con esta doctrina moderna que atribuye al papa una autoridad universal de Derecho Divino? Deben ser los ultramontanos quienes respondan esta pregunta.

En la discusión tocando el título de universal, San Gregorio se expresó de la siguiente forma en una carta escrita a los patriarcas de Alejandría y Antioquia: "Admití a enviados de Ciríaco pues me rogaron humildemente y porque, así como se lo escribí al serenísimo emperador, los enviados de nuestro hermano y del co-obispo Ciríaco, se comunicaron conmigo pues jamás caí de gracia de Dios, no caí en el error del orgullo. Pero mi diácono no pudo comunicar en misa con vuestro hermano Ciríaco, por la razón que él si cayó y que persiste en el error del orgullo tomando un título profano. "

Según San Gregorio, los enviados del patriarca de Constantinopla habrían faltado a su deber en Roma, debieron comunicarse con él en el caso en el cual él hubiera tomado el título de universal.

 

Él sabe desde ahí que la comunicación con el obispo de Roma no es una condición necesaria para pertenecer a la iglesia; que suficiente para estar fuera de la Iglesia tomar el título de universal.

De ahí se plantea una pregunta grave: ¿El obispo de Roma pertenece a la Iglesia, si, no contento del vano título de universal, pretende tener la autoridad universal, que es el título puesto en práctica? ¿Aquel que usurpa esta autoridad, no usurpa más que aquel que se ampara simplemente de una palabra, de un símbolo?

Dejamos al lector el cuidado de extraer todas las consecuencias que decantan de los principios de San Gregorio sobre este punto y le rogamos solamente remarcar esta grave enseñanza del Gran papa, lo que concierne la comunión con el obispo de Roma. Es evidente que a sus ojos podemos pertenecer a la iglesia sin estar en comunión con él. La enseñanza de San Gregorio es formal sobre este punto.

 

CAPÍTULO XI

Anastasio el Joven o el Sinaí siendo el sucesor de Anastasio el Grande en el lugar patriarcal de Antioquia en 599 envió a Gregorio como a los otros obispos principales su carta sinodal o de comunión. Gregorio en su respuesta expuso las condiciones necesarias para pertenecer a la Iglesia. He aquí cómo se expresa:

"Recibí las cartas de Vuestra Fraternidad en las cuales usted profesa la verdadera fe; di gracias a Dios Todo-poderoso quien cambiando los pastores de su Iglesia, mantuvo inmutable la fe que dio para siempre a los santos Padres.

El predicador por excelencia dijo: "Nadie puede proponer otro fundamento que aquél que fue dado, es decir Jesucristo" (1ra de Corintios, lll, 11); entonces, quien guarde estrechamente la fe que está en Jesucristo, con el amor de Dios y del prójimo, deposita en sí mismo el fundamento que es el mismo Jesucristo, hijo de Dios y del hombre. O hay que esperar que donde cristo es fundamento, el edificio de buenas acciones sea construido encima.

 

La verdad dijo ella misma: "aquel que no entra por la puerta en el aprisco, pero que logra entrar por otro lado, es un ladrón y un criminal; pero aquel que entra por la puerta es el pastor del rebaño." Más tarde aumenta: "Soy yo quien es la puerta." (Evangelio de San Juan X, 9)Aquel que entra por la puerta al aprisco, entra por Jesucristo. Y aquel que entra por Jesucristo piensa y enseña la verdad toca al Dios creador y redentor del género humano y observa lo que predica."

 

Tales son las condiciones para los pastores y los fieles de la Iglesia de Jesucristo. San Gregorio no habla para nada de la necesidad de estar unidos en la sede de Roma.

En su respuesta a la carta de comunión de Isaac obispo de Jerusalén, enseña la misma doctrina y se sirve de las mismas expresiones. Hace una comparación entre la Iglesia y el arca de Noé construida de manera incorruptible:

"Nuestra arca también está compuesta de madera incorruptible, pues está construida de las almas fuertes que perseveran en el bien."

Gregorio se sostuvo firme siempre en esta doctrina y nunca jamás hizo alusión a estar en comunión con la Iglesia de Roma.

No hay que sorprenderse del resto; en efecto, él no consideraba para nada la sede de Roma como sede única de San Pedro; él reconocía expresamente que las sedes de Alejandria y Antioquia eran también como la de Roma, sede del primer apóstol y que estas 3 sedes deberían hacer una. Citamos sus palabras; él escribió a Eulogio, patriarca de Alejandria:

"vuestra serenísima santidad me habló mucho en su carta del pulpito de San Pedro, príncipe de los apóstoles, diciendo que este apóstol vivió todavía entre sus sucesores. Me reconozco indigno, no solamente del honor de jefe pero de estar contemplado en el número de los fieles. Mientras acogí voluntariamente todo lo que usted me dijo, porque vuestras palabras concernientes al pulpito de Pedro, venían de aquel que ocupa este pulpito. Un honor particular no tiene ningún encanto para mí, pero me regocije, con usted, quien es santo, de aquello que usted me atribuyó y se atribuyó a usted mismo.

 

¿Quién no sabe que la santa Iglesia se fundó en la solidez del príncipe de los apóstoles, cuyo nombre es signo de la firmeza de su alma, y que tomó de la piedra su nombre de Pedro? ¿Qué fue lo que se le dijo por Verdad: yo te daré las llaves del reino de los cielos… Cuando te hayas convertido, establecido a tus hermanos… Simón, hijo de Juan, me amas tú? Padre, mi rebaño. Es por eso que si bien hay muchos apóstoles el único lugar de príncipe de los apóstoles prevaleció por su principado, aquel lugar existe en tres partes; porque aquél que rindió glorioso en ese lugar se dignó en descansar y terminar su vida presente. Aquél que ilustró el lugar donde envió a su discípulo evangelista. Aquél que afirmó el lugar en el cual se sentó durante 7 años, incluso si tuvo que dejarlo. Entonces puesto que sólo hay un único lugar del mismo apóstol y que 3 obispos actualmente están sentados en este lugar, por autoridad divina todo lo bueno que escucho de usted, me lo imputo a mí mismo."

Debemos remarcar que San Gregorio hablando de Roma dijo que solamente San Pedro descansó y murió; a Alejandria, sólo envió a su discípulo pero en Antioquia ocupó el lugar durante 7 años. Si un obispo hereda el lugar de San Pedro, en la rigurosa acepción de la palabra sería entonces San Gregorio, aquél de Antioquia. El Gran Papa no ignoraba que San Pedro sólo vino a Roma para morir; que la Iglesia romana estaba entonces fundada y gobernada por un obispo también se contentaba de decir que volvió glorioso a la sede de Roma por el martirio que sufrió mientras que designaba Antioquia como el verdadero pulpito episcopal de Pedro. Nosotros creemos que San Pedro no fue más obispo de Antioquia que de Roma, en la estricta acepción de la palabra; pero nos es suficiente constatar la opinión de San Gregorio, y esta opinión la que sea tiene menos argumentos fulminantes contra la corte de Roma.

 

Le escribió a Anastasio el Grande o el antiguo patriarca de Antioquia para consolarlo por su sufrimiento, Gregorio le decía:

"Ahora que Vuestra Beatitud se encuentra acongojada con numerosas tribulaciones de la vejez; pero que sueña a lo que se dice de aquel que ocupa la sede. No es de él la misma Verdad, aquella que dijo: ¿Cuando seas viejo otro te ceñirá y te llevará donde tú no quieras? (Evangelio de San Juan XXl, 18)

Sabemos que estas palabras fueron dichas a Jesucristo por San Pedro.

En otra carta al mismo Anastasio, San Gregorio se expresó de esta forma, después de haber citado las palabras que creía ser de Ignacio de Antioquia:

"Puse en mi carta vuestras palabras expuestas en vuestros escritos, a fin que Vuestra Beatitud sepa que vuestro San Ignacio también es de nosotros. Porque también tenemos en común el maestro, el príncipe de los apóstoles, por lo que no debemos atribuirnos una exclusividad del príncipe de los apóstoles. "

San Gregorio le escribió a Eulogio patriarca de Alejandria:

“Recibimos con el mismo grado que fue dada la bendición del evangelista San Marcos, o para hablar más exactamente del apóstol San Pedro. "

Le escribió incluso después de haberlo felicitado por la reputación que hizo de los errores monofisitas:

Alabanza y gloria haya en los cielos para mi santo hermano, gracias a quien la voz de Marco se sobre el sitio de Pedro; en el cual la enseñanza resonó en la Iglesia como el címbalo dentro del tabernáculo, mientras que profundizó los misterios, es decir, mientras que el sacerdote de lo más alto entró entre los Santos de Santos. "

 

Nunca se dijo a los obispos de Roma algo tan halagador como dijo a Eulogio de Alejandria. El Santo papa no pudo copiar las palabras  de concilio de Calcedonia:"¿Pedro habló con la boca de León? “¿Por qué tener tantas consecuencias por las palabras de los padres de Calcedonia pronunciadas en alabanza del obispo de Roma, y no tener ninguna de las palabras del Gran papa dirigidas al patriarca de Alejandria? Le escribió al mismo, otra vez:

"Los portadores de la presente carta habiendo venido a Sicilia, se convirtieron del error de los monofisitas y se unieron a la santa Iglesia universal. Queriendo ir a la Iglesia del bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, me suplicaron darles cartas de recomendación para Vuestra Beatitud con el fin de que usted les preste socorro contra la violencia hereje de sus vecinos. "

En otra carta, donde mantenía la simonía, Gregorio escribió a Eulogio:" arranque esta hereje simonía de vuestra muy santa sede que es también el nuestro. “Él llama a la Iglesia de Alejandria una Iglesia muy santa.

¿Podemos, en presencia de estos testimonios, obtener alguna conclusión favorable de la sede de Roma, de las expresiones de la sede apostólica? Esas calificaciones eran comunes durante los ocho primeros siglos en todas iglesias fundadas por los apóstoles y jamás fueron empleadas exclusivamente para designar la sede de Roma.

 

 

CAPÍTULO XVII

 

 

Según lo que hemos expuesto a la calidad de San Pedro, comprendemos que no podemos dar buena fe, un sentido absoluto a expresiones como estas; Mi hijo, el señor Venancio vino hacia el bienaventurado apóstol Pedro para rogarle recomendarlo a su causa, etc. El cuidado de toda la Iglesia fue confiado a Pedro, príncipe de todos los apóstoles. Recibió las llaves del reino celestial. El poder de atar y desatar le fue dado; el cuidado de toda la Iglesia y el principado le fueron confiado. ¿Quién no sabe que la santa Iglesia fue fortalecida por la solidez del príncipe de los apóstoles?

Estas expresiones pertenecen a San Gregorio; pero ¿Debemos citarlas aisladamente y darles un sentido absoluto? Es como los ultramontanos procedieron, lo aplicaron no solamente a las obras del papa San Gregorio, pero incluso a aquellos otros Padres de la Iglesia. Por este medio, advinieron a engañar un gran número de fieles de igual forma a un gran número de teólogos sinceros; estos últimos no podían suponer una mala fe muy extraña, en los escritores que exaltaban la devoción por la Iglesia y la verdad, y creían poder citarlos a ellos sin remontarse a las fuentes.

No seguimos este ejemplo; nosotros consultamos a San Gregorio el mismo; nosotros presentamos el conjunto de su doctrina sobre el papado; no sólo citamos algunas frases separadas de su contexto, pero pasajes enteros y llegamos a esta consecuencia: lo que no podíamos atribuir al papa San Gregorio el Grande el sistema ultramontano sin torturar su pensamiento, sin hacerle decir lo que no dijo, sin dar a sus palabras un sentido forzado, contrario al verdadero sentido que estaba en el espíritu del sabio y venerable doctor.

Aquellos que leyeron atentamente este trabajo, saben lo que San Gregorio entendía por la calidad de San Pedro, por los títulos de primero y príncipe de los apóstoles, que él daba a San Pedro. Pero con el fin de rodear su pensamiento de vivas luces, citaremos algunos otros textos decisivos y claros que determinarán el sentido preciso de estas expresiones, las cuales los ultramontanos hicieron un condenable abuso.

San Gregorio, en su libro sobre la Regla pastoral emite este principio: que los pastores de la Iglesia no deben usar su autoridad contra los fieles irreprochables, pero solamente hacia los pecadores que la gracia no pudo corregir. Su cita para defender este ejemplo a los apóstoles Pedro y Pablo

“Pedro, el primer pastor ocupando el principado de la santa Iglesia por voluntad de Dios (auctore-Deo), se mostró humilde hacia los fieles, pero mostró cuánto poder tenía por encima de los otros, castigo a Ananías y Safira; se acordó que era el más elevado en la Iglesia (summus) mientras hubo que castigar los pecados y tomando venganza del delito ejerció el derecho de su poder.”

En el mismo lugar prueba por el ejemplo de San Pablo como por el ejemplo de San Pedro que el pastor debe ser humilde hacia sus fieles y no ejercer su poder más que sí, se ve obligado a tomar en mano, la causa de la justicia. Así San Pablo se proclamó servidor de los fieles, el más pequeño de entre ellos; pero San Gregorio añade: “si el encuentra un error a corregir, recuerda que es Maestro y dice: ¿Qué quiere usted? Yo iré a ustedes con una vara de acero. Entonces, concluyó San Gregorio, llenamos bien el lugar, el más elevado (summus locus), aquel que preside, domina sobre los vicios más que sobre sus hermanos. Pero aquellos que presiden corrigen a aquellos que son sometidos y les quitan deberes, etcétera, etcétera. “

Vemos que San Gregorio considera a San Pablo tanto como a San Pedro y a sus sucesores como ocupantes del lugar más elevado de la Iglesia, como presidiendo la Iglesia. Sí él dijo que San Pedro ocupa el principado dice también que San Pablo es Maestro; se sirve de la misma palabra summus para expresar la autoridad de San Pedro y de San Pablo y la de todos aquellos que ejercen la autoridad en Iglesia. ¿Se habría el expresado de esta forma general, si por la palabra principado, hubiera querido decirle a una autoridad superior atribuida a San Pedro? Lo mismo con la denominación de calidad de San Pedro, él entiende el primer grado del episcopado representado por los patriarcas; por la palabra de autoridad superior, no entiende más que aquella del episcopado la cual los pastores de la Iglesia heredaron. Mientras más profundizamos las obras de los padres de la Iglesia más estamos convencidos de su acuerdo a considerar la autoridad de la Iglesia como una y poseer solidariamente por los primeros pastores y obispos. A los primeros, podríamos creer que la palabra principado o aquel príncipe de los apóstoles acordado a San pedro derogaban este principio. San Gregorio tuvo cuidado de prevenirnos de esta falsa interpretación. El santo doctor atribuyendo a San Pedro el principado de la Iglesia no lo elevó más que a San Pablo en realidad. Lo dijo de la forma más clara. Leemos sus diálogos:

“-- Pedro: ¿Cómo puede usted probar que haya gente que no hace milagros y aun así no se han considerado inferiores a las personas que lo hacen?

-Gregorio: ¿No sabes tú que el apóstol Pablo es hermano de Pedro, primero de los apóstoles en el principado?

-Pedro: lo sé perfectamente, etcétera. “

Así Pablo fue el igual o el hermano de Pedro en el principado apostólico; fue el mismo en el título que Pedro, príncipe de los apóstoles. ¿Podríamos decir que por estos títulos no se buscaba expresar una dignidad particular, personal, exclusiva?

En otro lugar San Gregorio miraba a San Pablo como teniendo derecho como San pedro a título de primer apóstol. Trae a discusión la muerte del sacerdote Martín, cuenta que este santo hombre veía a Pedro y Pablo llamando al cielo: “yo veo, yo veo, le agradezco, le agradezco.”; como repetía seguido sus palabras sus amigos cercanos le pedían que hablara. Esta demanda lo sorprendió: “;¿Acaso no ven por aquí a los santos apóstoles? ¿No notan a Pedro y Pablo, como los primeros apóstoles? “

Según San Gregorio el título de primer apóstol pertenecía tanto a Pablo como a Pedro.

El mismo doctor no veía a Pedro como infalible; incluso después de que recibió el Santo Espíritu. He aquí un pasaje que lo prueba suficientemente: “no hay persona que viva de tal manera que no peque alguna vez. Este desea entonces, que la verdad sea más amada que él mismo, que no quiere ahorrar nada en su detrimento por la verdad.

Así fue como Pedro recibió voluntariamente la corrección de Pablo.

Veos en este pasaje de san Gregorio que el Cesfas tomado por san Pablo era san Pedro. Si san Pedro podía fallar y pecar, ¿a qué título querían sus sucesores, pretender ser infalibles? ¿El papa san Gregorio, hizo una excepción a favor de los obispos de Roma, con la regla que el estableció?

 

¿San Pedro fue mínimamente jefe de la Iglesia? San Gregorio no lo creía así. Lo podemos corroborar en su carta a Juan, patriarca de Constantinopla, traducida por nosotros previamente. Citaremos nuevamente este corto pasaje: “Ciertamente Pedro, primero de los apóstoles y miembro de la Iglesia santa y Universal; Pablo, Andrés, Juan, son jefes de algunos pueblos, y aun así todos son miembros bajo un solo jefe.”

Dijo de forma positiva y absoluta que Cristo: “solamente El, es el único jefe de la Iglesia.” Habla de la Iglesia como un rebaño al cuidado de un solo pastor. Estas expresiones son absolutas. Buscamos vanamente en san Gregorio una sola palabra que pueda indicar que él se consideraba obispo de Roma, como jefe visible de la Iglesia. Sobretodo revisamos su correspondencia en la cual podía expresarse más libremente respecto a sus derechos, pues muchas veces apelo a defenderlos.

Encontramos pruebas de que el obispo de Roma ejercía sus derechos sobre algunas iglesias particulares relevantes de su patriarcado; les concedía favores, realizaba una vigilancia útil, con sus enviados; pero san Gregorio no hacia la más mínima alusión al título de jefe de la Iglesia Universal, que según los ultramontanos le habría sido dado por voluntad divina. Jamás dio a pensar que san Pedro haya sido obispo de Roma. Se expresa de tal forma que obliga a creer que él pensaba que nunca lo fue. Ya citamos textos positivos. Aquí uno más que viene a confirmarlo:” Ciertamente en tiempo de apóstoles, Pedro y Pablo sufrieron el martirio, fieles vinieron de Oriente para pedir los cuerpos de estos apóstoles, quienes eran sus compatriotas. Se llevaron los cuerpos hasta la segunda milla, a un lugar llamado las catacumbas. Pero cuando se quiso levantar los cuerpos para continuar el camino, tormenta y polvo desataron temor entre aquellos que lo intentaron; nunca más nadie osó intentar llevárselos.”

 

No examinamos si esto es un hecho autentico; pero una verdad que resalta evidentemente es que os orientales podían reivindicar el cuerpo de san Pedro pues era de su país. Los romanos no dudaron en responder que el cuerpo les pertenecía, pues había sido su obispo.

 

El resto de la doctrina de san Gregorio el grande, sobre la Iglesia, destruye parte por parte al sistema Ultramontano. Podemos desafiar a los neo-católicos a buscar en los textos del gran papa, una sola palabra que pueda dar idea de esta monarquía universal, en la cual es centro seria la Iglesia de Roma, el jefe seria el obispo de Roma.

 

Esta doctrina esta por completo en oposición a la de san Gregorio. La unidad de la Iglesia sobresale, según el santo doctor, de los acercamientos recíprocos de sus jefes.

“Que vuestra caridad, le escribía a Anastasio arzobispo de Corintios, responda nuestras cartas, mediante las cuales informamos nuestra ordenación; y tenemos la dicha de saber por su respuesta (litteris reciprocis) que la Iglesia está unida.”

Definió “la unidad de la Iglesia Universal como: el conjunto (compago) del cuero de Cristo.” No abandona esta idea: las Iglesias particulares son los miembros de la Iglesia; Cada Iglesia es liderada por sus pastores; la autoridad es la misma por derecho divino, entre todos los pastores de la Iglesia. El edificio entero se apoya en la caridad de Pedro, es decir en los tres patriarcados de Alejandría, de Antioquia y Roma. Que ejercen por derecho eclesiástico, vigilancia sobre la Iglesia entera.

Nos preguntamos si es posible concebir una doctrina que se oponga más al sistema Ultramontano, que la del papa san Gregorio.

     

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