EL PAPADO MODERNO CONDENADO POR EL PAPA SAN GREGORIO MAGNO
Abba Vladimir Guettée
INTRODUCCION
Si echamos un vistazo
franco e imparcial a la sociedad católica, no podemos impedirnos de admitir
que, a nivel intelectual, no se puede caer más bajo. Comprendiendo
que no hablamos de la inteligencia en sí, pero de la inteligencia de la verdad
religiosa. Muchos escritores por motivos, más o menos honorables se han
dedicado a confundir las creencias católicas, y a esparcir sus sistemas, a
reemplazar la pura y simple verdad cristiana por sus teorías de circunstancias,
que entre ellas es muy complejo encontrar alguna que pueda llamarse católica.
Es complejo encontrar personas que tengan conocimiento de los principios de su
fe, la mayoría solo tienen una fe de convenio, donde lo divino y lo humano, los
dogmas y las opiniones, forman una mezcla confusa, un cao donde se
explayan las más profundas tinieblas. ¡Si por lo menos los neo-católicos
tuvieran conciencia de su ignorancia! Pero no. Ellos están firmes en sus
creencias respecto a la verdad de la religión y están dispuestos a
excomulgarlos si alguien no comparte sus teorías. Esta intolerancia, junto a la
ignorancia y el capricho forman el carácter distintivo del neo-católico,
formado en las escuelas ultramontanas, no sufren ninguna objeción. Si alguien
llegara a presentar una dificultad concerniente a sus sistemas, seria
catalogado de hereje. Si alguien osara hacer la observación que las enseñanzas
de ahora no son las enseñanzas del tiempo de los apóstoles, seria señalado como
peligroso. Si alguien preguntara por una razón o una prueba de los nuevos
dogmas que día con día se enseñan, con el consentimiento de la corte de Roma,
dirían que se trata de un libre pensador, lo suficientemente osado para no
seguir la palabra del pontífice. Dicha palabra exista o no, sea clara u
obscura, es la que autoriza a los neo-católicos. El papa es infalible, yo estoy
con el papa, por lo tanto soy infalible. Es el silogismo al cual se reduce el
pensamiento neo-católico. Pobre de aquel que no esté de acuerdo con
un argumento tan claro, sería un revoltoso, dejaría de ser católico, y si la
inquisición resucitara se optaría por su rigor para salvar su alma.
¿Cómo hacer llegar la
verdad católica a estas almas con armadura de ultramontanismo, que rechazar
sistemáticamente, las aclaraciones?
No sabemos.
Pero se nos ocurrió que
puede servir de esclarecimiento, la enseñanza de un papa reconocido como uno de
los más grandes, como uno de los más santos por Roma. Juntamos entonces
fragmentos del trabajo de San Gregorio Magno, quien escribe sobre el papado,
los derechos y prerrogativas de la iglesia. Papa que murió al inicio del siglo
VII, resume a la perfección la tradición católica de la iglesia primitiva. Su
palabra bajo ese título debe gozar de autoridad. La ciencia y la santidad del
santo doctor, su posición alta que ocupo, la influencia que ejerció en la
comunidad cristiana, concurrió a darle un aire excepcional de exactitud y
verdad a su palabra.
Los neo-católicos no
pueden negarlo.
San Gregorio Magno fue
papa, y si los papas gozan por derecho divino de una autoridad absoluta dentro
de la iglesia, el también. Si los papas son infalibles, él también
lo fue. Si rigurosamente tenemos que aceptar la enseñanza papal, también
debemos aceptar la suya. Poseyó los derechos que los papas modernos poseen en
nombre de su título, pues fue papa como ellos. Además que posee una aureola de
ciencia y santidad, que los papas ultramontanos no poseen aun.
Los neo-católicos nos
dirán si aceptan o rechazan la doctrina de Gregorio Magno, respecto al papado.
Si concuerdan que lo expusimos erróneamente, que lo prueben. Si admiten que lo
expusimos correctamente, entonces admitirán que las creencias actuales no
tienen mucho de ortodoxas. Si llegaran a rechazarla, tendrán que explicar
porque el papa San Gregorio Magno no merece la misma credibilidad que los papas
ultramontanos.
La tesis es lo
suficientemente importante, para que los ultramontanos tomen posición al
respecto.
CAPITULO I
Al inicio de su
episcopado, Gregorio envió una carta a los patriarcas, Juan de Constantinopla,
Eulogio de Alejandria, Gregorio de Antioquia, Juan de
Jerusalén y su amigo Anastasio, antiguo
patriarca de Antioquia. SI se consideró jefe y soberano de la
iglesia, si creyó poseer el derecho divino, podemos suponer que se
dirigió a los patriarcas, como subordinados, solo encontraremos en
esta circular, marcas de su superioridad. Fue todo lo contrario. Se
extendió bastamente sobre sus deberes episcopales y nunca habló de los derechos
que le fueron conferidos, por dignidad. Él insistió particularmente sobre el
deber para el cura de no dejarse impresionar por las cosas
exteriores, y concluye su circular haciendo una profesión de fe, con
el fin de probar que estaba en comunión con los otros patriarcas y junto con
ellos toda la iglesia. El silencio de San Gregorio sobre los supuestos derechos
del papado es de por si significativo para el mismo y los ultramontanos
tendrían vergüenza al explicarlo. ¿Cómo podrían oponerse a las cartas que vamos
a traducir y en las cuales San Gregorio condena de la forma más profesa la idea
fundamental de los ultramontanos, es decir el carácter universal de su
autoridad?
La razón de estas cartas
fueron la ambición del patriarca Juan de Constantinopla, que pretendió que su
ciudad episcopal habiéndose convertido en la capital del imperio, lo hicieran
reconocido universalmente como el primer obispo de la Iglesia. Con este fin,
inventó el título de patriarca ecuménico o universal y se lo atribuyó. La
primera idea de poder centrar y universal en la Iglesia vino entonces de
Constantinopla y fue en Roma que se elevó la primera oposición en contra de
esta pretensión ambiciosa, y por parte de unos de los más grandes Papas que se
sentaron en la silla apostólica de Roma. San Gregorio habiendo comprendido que
Juan de Constantinopla se atribuyó el título de patriarca ecuménico o universal,
escribió varias cartas que merecen ser leídas y meditadas, sobretodo en tiempos
modernos, donde buscan imponernos como derecho divino un despotismo papal tan
opuesto a la palabra de Dios como a la disciplina general de la Iglesia. He
aquí la carta que Gregorio escribió a Juan. La traducimos textualmente:
CAPITULO ll
“Gregorio a Juan, obispo
de Constantinopla” Vuestra fraternidad recuerda la paz y la concordia de la
cual gozaba la Iglesia cuando fue elevada a su dignidad sacerdotal. No puedo
comprender, entonces cómo ha osado seguir la inspiración del orgullo y tratar
de tomar un título que puede ocasionar un escándalo en el espíritu de todos los
hermanos. Me sorprende aún más, porque recuerdo que usted escapó para evitar el
episcopado. Por tanto usted quiere ejercerlo el día de hoy como si hubiera
hecho frente, bajo el imperio de los deseos ambiciosos. Usted que exclamaba ser
indigno del episcopado, que apenas fue educado, despreciando a sus hermanos,
usted sólo ambicionó al título de obispo. Pelagio, mi predecesor de la santa
memoria le hizo hincapié a vuestra Santidad, a algunas observaciones fuertes y
graves concerniendo este tema. Rechazó a título de orgullo y soberbia, que
usted realizara actos del sínodo que usted conformó bajo la causa de nuestro
hermano y co-obispo Gregorio. Se opuso a compartir con usted en arcediano, que
fue enviado por la corte del emperador. Después de la muerte de Pelagio, siendo
educado, pese a mi indignación, al gobierno de la Iglesia, tuve la necesidad de
acudir a vuestra fraternidad. No por escrito más de viva voz, primeramente por
mis delegados y enseguida a través de nuestro diácono savinien. Al último le
ordené comunicarse con usted, sólo si usted rechazaba obedecer mi demanda. Con
el fin de provocar en vuestra Santidad vergüenza de su ambición. Antes de
proceder por las voces canónicas, si la vergüenza no le afecta a un orgullo tan
profano, es culpable. Como antes de hacer una amputación hay que palpar
suavemente la zona, le pido, le suplico, le demando con toda la
delicadeza que me es posible que vuestra fraternidad se oponga a todos los
halagos que le da un título erróneo y que no consienta atribuirse un título
tanto ingenuo como orgulloso. En verdad lloro y en el fondo de mi corazón
atribuyó a mis pecados que mi hermano no quiera retornar a la humildad. Él, que
sólo fue establecido en la dignidad episcopal para atraer al alma de los otros
nuevamente la humildad. Aquel que enseña la verdad a los otros no quiso
enseñársela a sí mismo, ni consentir pesé a mis plegarias que yo me
ocupara.
Reflexione, se lo suplico, que por esta presunción temeraria la paz de la
Iglesia se encuentra turbada, y que usted es enemigo de la gracia que fue dada
a todos en común. Mientras más crea en esta gracia más será humilde, por lo
tanto más grande de lo que puede pretender ser bajo este título extravagante y
orgulloso. Sería usted más rico si buscara menos a sus hermanos sólo por
conveniencia. Querido hermano ame la humildad con todo su corazón, es ella
quien mantiene la concordia entre hermanos y que conserva la unidad dentro de
la santa Iglesia universal.
Cuando el apóstol Pablo escuchaba algunos fieles decir: “Yo, yo soy discípulo
de Pablo, yo de Pedro, no podía ver otra cosa más que el horror de ver el
cuerpo del señor despedazado, y sus miembros atados a diversas cabezas y si
decía a sí mismo: ¿A caso Pablo fue crucificado por ustedes?, ¿A caso ustedes
fueron bautizados en el nombre de Pablo? Si él no quería que los miembros del
cuerpo del señor fueran atados por partes a otras cabezas, sólo a las de
cristo, aunque las cabezas fueran los apóstoles la única que se puede decir que
es la de cristo es la cabeza de la Iglesia universal. Dígame usted, se lo
ruego, a quién imita usted bajo ese título perverso, despreciando las legiones
de ángeles que eran sus compañeros, esforzándose por no someterse a nadie y
estar solo por encima de los otros, que dijo: Subiré al cielo,
subiré a mi trono por encima de los astros del cielo y ocuparé en mi lugar
sobre la montaña de la alianza al costado de Aquilón. Subiré por encima de las
nubes; Y seré similar al altísimo.
¿Qué son vuestros hermanos obispos de la Iglesia universal sino astros del
cielo? Su vida y su enseñanza brillan en efecto a través los pecados y los
errores humanos, como los astros a través de las tinieblas de la noche. Cuando
por un título ambicioso usted se quiere elevar por encima de ellos y rebajar su
título a comparación del vuestro usted no dice más que aquellas palabras. ¿No
son todos los obispos aquellas nubes, de las cuales cae la lluvia de enseñanza
y que están armados de esos relámpagos de buenas obras? Vuestra fraternidad los
desprecia y se esfuerza por ponerlos a sus pies, no son más que la palabra del
antiguo enemigo: ¿Subiré por encima de las nubes? Cuando yo veo todo esto a
través de mis lágrimas, temo ser juzgado por Dios; Mis lágrimas se vierten con
abundancia, mis gemidos se desbordan de mi corazón por este señor Juan, hombre
santo de gran abstinencia y humildad, seducido por los halagos de su entorno
pudo elevarse a tal grado de orgullo que por el deseo de un título perverso se
esfuerza por ser similar a aquel que queriendo orgullosamente ser similar a
Dios, perdió la gracia que le había sido dada. Que perdió su beatitud por
ambicionar una gloria falsa. ¿Pedro, el primero de los apóstoles y miembro de
la Iglesia santa y universal, Pablo, Andrés y Juan no son ellos jefes de
algunos pueblos? Y mientras tanto todos están unidos en nombre de un solo jefe
para resumir, los santos teniendo la ley, los santos bajo la ley, los santos
bajo la gracia forman todos el cuerpo del señor ¿A caso no son miembros de la
iglesia? Y por lo tanto ninguno de ellos quiso ser llamado universal. Que
vuestra Santidad reconozca entonces cuanto se infla ella misma cuando reinventa
un título que nadie tuvo la presunción de atribuirse.
Vuestra fraternidad lo sabe, el venerable concilio de calcedonia no dio un
título honorífico de universalidad a los obispos de este lugar apostólico, del
cual por voluntad de Dios soy servidor.
Y mientras tanto nadie
permitió que se le diera ese título, nadie se atribuyó ese título temerario,
atemoriza que la dignidad episcopal atribuyéndose este honor particular
parecería rechazar a todos sus hermanos.
Estoy al tanto que este título fue dado a vuestra Santidad por familias que lo
halagan y se equivocan; es por ello que le pido que vuestra fraternidad se
ocupe cuidadosamente de ellos y que usted no se deje confundir por esos
halagos. Deberá usted considerarlos sus enemigos, mientras alabanzas más
peligrosos. Evite esas personas, y si deben necesariamente engañar, que engañen
el corazón de los hombres terrestres y no aquel de los sacerdotes. Deja a los
muertos enterrar sus muertos; dijo el profeta: “Que se retiren bañados en
vergüenza aquellos que me dicen: ¡Bien! ¡Bien! O incluso estas palabras: La
esencia del pecador no perfumará mi cabeza. El sabio tuvo razón de dar este
consejo: La paz sea con el mundo pero escoge tus consejos entre los miles,
porque las malas palabras corrompen las buenas cualidades. Porque el antiguo
enemigo no puede penetrar en los corazones robustos, busca gente débil y por
sus medios sube como si subiera una escalera, escalando una muralla. De esa
forma fue engañado Adán por una mujer, de esa forma mató a los hijos de Job, le
dejó una débil mujer con el fin de llegar a su corazón a través de ella. Huya
de las personas que lo halagan y lo engañan pues la dulzura que le darán como
prueba de cariño, sólo desencadenará la ira de Dios.”
Alguna vez el apóstol Juan exclamó: Hijos míos he aquí la última hora, esta
predicción de la verdad se realizó, la peste y las espadas se elevaron contra
el mundo; naciones se elevaron contra naciones, el universo de agitó y la
Tierra se entreabrió para engullir a sus habitantes, todo lo que fue predicho
llegó. El rey del orgullo se aproxima y es más horrible aún decir que los
sacerdotes están dispuestos a formarle una armada; Porque no se atreven a
sostener que lo que se debe hacer es conducir al otro a la humildad. Mientras
nuestra lengua no se oponga al orgullo este traerá venganza a todo aquel que de
su vida para luchar contra este vicio. Fue escrito: “Dios rechaza las
maravillas y da gracia a los humildes.” Otro oráculo fue pronunciado: “Aquel
cuyo corazón está lleno de orgullo es inmundo a los ojos de Dios.” Es a este
hombre supremo a quien le fue dicho: “¿De qué te enorgulleces, tierra y
polvo?”. Es para llevarnos a la vía de la humildad que Cristo nos mostró de su
propia persona y nos dijo: “Aprendan de mí que soy suave y humilde de corazón.”
¿Por qué el único hijo de Dios tomaría una posición de debilidad? ¿Por qué lo
invisible querría permanecer invisible, y aun ser despreciado? ¿Por qué
sufriría Cristo injurias, ultrajes, tormentos, sino fuera porque el hombre lo
aprendió de un Dios humilde a no ser orgulloso? Es muy grande la virtud de
humildad, puesto que para enseñárnosla, aquella cuya grandeza no puede ser
comparada, tuvo que hacerse pequeño hasta sufrir la muerte.
El orgullo del demonio fue el origen de nuestra perdición, la humildad de Dios
fue el medio de nuestra redención. Nuestro enemigo quiso elevarse por encima de
las criaturas de las que él fue parte. Nuestro redentor que por su naturaleza
es el más grande todos, quiso ser el más pequeño de entre las criaturas.
¿Por qué nosotros
sacerdotes, que solamente tenemos nuestra dignidad gracias a la humildad de
nuestro redentor, imitamos el orgullo de su enemigo? Sabemos que
nuestro creador bajo desde lo más alto para dar gloria al hombre,
nosotros criaturas ínfimas nos atribuimos esa gloria humillando a nuestros
hermanos. Dios se rebajó hasta nuestro polvo; Y este polvo humano quiere
elevarse hasta el cielo sin vergüenza alguna. El hombre que
solamente es deshonra, el hijo del hombre sin fuerza de voluntad no tiene
oportunidad alguna de elevarse. Recordemos, querido hermano, lo que
fue dicho por el sabia Salomón: “El rayo precede al trueno así como el corazón
del hombre se eleva antes de caer. “ Continua con esta verdad: “Antes de llegar
a la gloria hay que humillarse.” Humillémonos entonces en nuestro corazón si
queremos llegar a la grandeza verdadera que nuestros ojos no sean cegados por
el humo del orgullo. Mientras más el humo se eleve antes se disipara.
Reflexionemos estas palabras del redentor: El cielo es para aquellos sobres los
cuales descansa mi espíritu. Un hombre humilde pacífico que venere mis
palabras. El señor quiso recordarles la humildad a los de corazón
débil, y les dijo a sus discípulos: “Si alguno quiere obtener el primer lugar
de entre ustedes será el más pequeño.” Lo que nos hace reconocer claramente a
una persona verdaderamente elevada es que él se humilla en sus pensamientos.
Temamos entonces ser parte de aquellos que buscan los primeros lugares en la
sinagogas, las reuniones en las plazas públicas que son llamados maestros entre
los hombres. En efecto el señor dijo a sus discípulos: “No se hagan llamar
maestros, porque ustedes no saben lo que es un maestro. Ustedes son todos
hermanos. No se hagan llamar padres, porque ustedes no saben lo que es un
padre.”
¿Qué opina usted, querido hermano del terrible juicio que va a venir, usted que
desea no sólo ser llamado padre, pero padre universal de mundo? Tómalo como un
aviso ante las malas sugestiones, huya de todo consejo
escandaloso. Es necesario, es verdad que los escándalos llegan pero
desdichado sea aquel que es el responsable de que el escandalo llegue. Por
culpa que su título criminal y lleno de orgullo, la Iglesia se dividió, y los
corazones de nuestros hermanos se escandalizaron, olvidó usted la verdadera
palabra: “Aunque te escandaliza el corazón de los pequeños que creen en mí,
sería necesario colgarlo del cuello y hundirlo en el fondo del mar.” La caridad
no busca a quien no le pertenece y vuestra fraternidad se arroga el bien del
otro.
Fue escrito: “Hónrense mutuamente” Y usted busca quitar el honor a todos
queriendo usurparlo ilícitamente sólo para usted. ¿Qué hizo usted querido
hermano, de este oráculo?
“Sea con todos pacífico, sea caritativo, sin ello no verá a Dios.
Bienaventurados los pacíficos porque serán llamados hijos de Dios.”
Reflexione maduramente a lo que una raíz de amargura cruzando vuestro corazón,
sería una deshonra. Si somos negligentes y no prestamos la atención necesaria,
los juicios de arriba velarían sobre las pretensiones de su gran orgullo y
nosotros pecaríamos por vuestra culpa al no seguir los preceptos de la verdad.
“Si tu hermano pecó contra el tuyo, repréndelo en privado. Si te escucha habrás
ganado a tu hermano. Si no te escucha lleva contigo una o dos personas con el
fin de que todo suceda con dos o tres testigos, si a ellos tampoco los escuchan
díselo a la Iglesia. Si no escucha la Iglesia que sea para ti como un pagano.”
Es por eso que busque una o dos veces por mis mensajeros y mis humildes
palabras a corregir el pecado cometido contra la Iglesia, hoy escribo
personalmente. No omití nada respecto a la humildad como un deber. Si obtengo
de esto solamente desprecio, no me quedará más que apelar a la Iglesia. Que
Dios todopoderoso os haga conocer cuanto lo amo, al hablarle así. Cuanto lloré
en esta ocasión por usted, no en contra de usted. Por lo que vale los preceptos
del evangelio, de las instituciones canónicas, los hermanos, no puedo preferir
una persona, mismo aunque sea una a la que ame arduamente.
Recibí de vuestra
santidad, cartas muy dulces y agradables, concernientes a causas de los
sacerdotes Juan y Atanasio. Dios mediante responderé más tarde. El día de hoy
me he visto presionado de tal manera, que resolviendo asuntos casi no tuve
tiempo de respirar.
Los primeros días del
mes de Enero, indicción XIIIe.
Capitulo III
Vemos en la esta primera
carta del papa San Gregorio el grande:
1. Que la autoridad eclesiástica
reside en el episcopado y no en el obispo, por más elevado sea su rango en la
jerarquía eclesiástica.
2. Que su punto no era solamente
defender a Juan de Constantinopla, si n a toda la iglesia.
3. Que no tenía por qué juzgar por
el mismo que debió referirse a la iglesia.
4. Que el título de obispo
universal, va en contra de la palabra de dios, es orgulloso, criminal, soez e
inepto.
5. Que ningún obispo, sea cual
fuere su grapo jerárquico eclesiástico, no puede pretender la universalidad y
atribuirse derechos del episcopado.
6. Que ningún obispo dentro en la
iglesia puede pretenderse padre de todos los cristianos, sin obtener el título
de orgullo soez y criminal.
Rogamos a los
neocatólicos reflexionar seriamente respecto a las verdades expresadas
claramente en esta primera carta y que aparecerán con nueva evidencia en las
que siguen.
San Gregorio formo a
Juan de Constantinopla hablándole respecto a estas verdades sobre las
pretensiones ambiciosas. El motivo de esta reserva fue el respeto que le tenía
el emperador Mauricio, que Juan había ganado a su favor. Juan persuadió a
Mauricio respecto que Constantinopla habiendo reemplazo a Roma como capital del
Imperio el título de primer Obispo de la Iglesia le pertenecía, pues los
concilios que fueron acordados a Roma perderían importancia únicamente porque
esta ciudad fuera primera del imperio romano. Es de acuerdo a esta pretensión
que el usurpo el título de ecuménico o universal, incluso comprometió a
Mauricio a interponerse a Gregorio, con el fin de que este último cerrara los
ojos respecto a estas pretensiones y lo hizo con inteligencia. Nosotros encontramos
estos detalles en la carta de San Gregorio al diacono Savinien, que en ese
momento era un agente cercano al emperador y fue después su sucesor al mando en
Roma. He aquí la carta:
Capitulo lV
Gregorio al Diacono
Savinien
‘’No quise escribir
dos cartas refiriendo la causa de nuestro hermano, muy reverendo hombre, Juan,
Obispo de Constantinopla, escribí una muy corta que contiene la información de
dos, es decir la verdad y suavidad. Que tu amor le haga llegar esta carta que escribí
para obedecer al emperador. Enseguida enviare otra que será de tal forma que su
orgullo no tendrá motivo de alegrarse. Llego el punto de aprovechar la ocasión
que se presenta para e[l de escribirnos respecto a asuntos del padre Juan con
el fin de retomar a cada frase el título de patriarca ecuménico. Espero en Dios
todo poderoso que su majestad imperial abata su hipocresía. Me sorprende que
pudiera engañar a todos hasta el punto de persuadir al emperador que tenía que
transmitirme sus escritos concerniéndose a este asunto. Escritos en los cuales
pretende que debía conservar la paz con él. Si el emperador quiere ser justo
tendrá que advertirle de renunciar a su título de orgulloso, solo así la paz se
hará entre nosotros. Estoy persuadido que usted no percibió la treta a la cual
nuestro hermano Juan tuvo recursos en esta circunstancia. Actuó de modo que si
yo obedezco al señor emperador, parece que aprobara su vanidad; si yo no
obedeciera el emperador se irrite conmigo. Pero nos mantendremos firmes en el
camino derecho sin temerle a nada en esta circunstancia solo a Dios Todo
Poderoso. No dejes que tu amor se asuste, que desprecie el nombre de la verdad;
las cosas de este mundo son contrarias a la verdad; que tenga confianza en la
gracia de Dios Todo Poderoso y en el socorro del bienaventurado apóstol Pedro;
que recuerde esta palabra de verdad: aquel que está en ti es más grande que
aquel que está en el mundo. Actué en todas las cosas con una autoridad suprema:
porque ellos no pueden defendernos contra la espada del enemigo porque por el
amor a la republica perdimos nuestro dinero, nuestro oro, nuestros bienes,
nuestra vestimenta, seria ignominioso, si por ellos (los griegos), perdiéramos
la fe; porque ser adepto a este título culpable no es nada más ni nada menos
que perder la fe. Es por eso que como le escribí anteriormente no conservo
relaciones con él. ’’
Según el papa San Gregorio El Grande, seria perder la fe ser adepto
al título que los ultramontanos pretendían darle al papa, el derecho divino,
que es la base de todas las pretensiones ambiciosas y que ellos consideran como
derechos del papado.
En esta calidad de primer obispo de la Iglesia, San Gregorio tuvo la iniciativa
de oponerse a este título ambicioso pero esa ya lo vimos y veremos que no fue la
única causa que defendía atacando a Juan de Constantinopla del episcopado
entero, la de la Iglesia.
Juan de Constantinopla teniendo como recurso al emperador hizo autorizar su
título de universal, San Gregorio le escribió la carta siguiente al príncipe:
Capitulo V
Gregorio y Mauricio Augusto
‘’Nuestro señor piadoso establecido por Dios en medio de sus otras funciones
augustas cuida muy particularmente su caridad sacerdotal con piedad y sabiduría
con la que ninguna persona puede gobernar en esta tierra. Si no sabe tratar las
cosas de Dios y la paz de la República, la paz de la Iglesia universal
dependería de ello. ¿Qué poder humano, serenísimo señor, qué fuerza temporal
osaría al levantar una mano en contra de vuestro trono muy cristiano, si los sacerdotes,
como es su deber, se unieran para dirigirse al redentor en común, sus plegarias
y sus buenas obras? La espada de las naciones feroces inmolaría cruelmente a
tantos fieles, nosotros que somos sacerdotes de nombre pero que no lo somos en
la realidad. ¿No sería un vicio tantas obras malas? Dejando de lado nuestras
tareas para ocuparnos de lo que no nos compete, uniríamos nuestros pecados a
los de las fuerzas bárbaras; nuestras faltas engrandecen la espada de nuestros
enemigos, y traban las fuerzas de la República. ¿Qué dirían de nosotros, que
cargamos el peso de nuestros pecados, el pueblo de Dios, si nos
condujéramos indignamente? Nosotros que destruimos por nuestros
ejemplos lo que enseñamos con nuestra boca. Nosotros que enseñamos la inequidad
en nuestras obras y que solo predicamos la justicia de dientes para afuera.
Nuestros huesos son rotos por jóvenes y nuestro espíritu está inflado de
orgullo. Nuestro cuerpo está cubierto por pobres abrigos y que por su hinchazón
nuestro corazón sobrepasa el estallido púrpura. Nos acostamos sobre la ceniza y
despreciamos las cosas más elevadas. Enseñamos la humildad y damos el ejemplo
del orgullo; ocultamos los dientes de lobos baja una máscara de oveja. ¿Qué
resulta de esto? Nosotros dando ilusiones a los hombres
somos reconocidos por Dios. Nuestro pálido señor actúa sabiamente, y
busca procurar la paz de la Iglesia para llegar a la paz de su imperio buscando
comprometer a los sacerdotes a la concordia y a la unión. Lo deseo arduamente y
mientras esté en mí obedezco a sus órdenes serenísimas. Pero como no se trata
de mi causa, sino la de Dios; como no soy solo yo que está perturbado sino toda
la Iglesia; como los cañones, los venerables concilios y los mandamientos de
nuestro señor Jesucristo, el mismo son atacados por la invención de una palabra
pomposa y orgullosa; que el piadoso señor corte a este mal y si el mal quiere
resistir, lo enlace en su autoridad imperial. Por estas incisiones disminuye el
mal de nuestro imperio."
Todos aquellos que
leímos el evangelio sabemos que el cuidado de toda la Iglesia fue confiado por
el señor mismo a San Pedro, el primero de todos los apóstoles. En efecto le fue
dicho: ¿Pedro me amas tú? Le fue dicho incluso: Satán desea acabarte como al
maíz pero oré por ti para que tu Fe no desfallezca. También le fue dicho: Tú
eres Pedro y sobre esta piedra bautizo mí Iglesia y las puertas del infierno no
podrán contra ella; te daré las llaves del reino de los cielos y todo lo que
atraigas a la Iglesia estará ligado al cielo; todo lo que desvincules de la
tierra será desvinculado del cielo. Recibió entonces las llaves del reino
celeste, el poder de vincularme y desvincular le fue dado y se le confió y el
cuidado de toda la Iglesia y aun así no se llamó apóstol universal. Por el
contrario el hombre santo Juan, mi hermano en el sacerdocio que se esfuerza por
tomar el título de obispo universal. Estoy obligado a asombrarme y decir: ¡Oh
tiempos! ¡Oh moral!
No quisimos dejar
pasar estas palabras de San Gregorio sin hacer resaltar su importancia. Este
gran doctor entiende, como lo vemos, los textos del evangelio de San Pedro con
el sentido más favorable a este apóstol. Exalta Pedro, el primogénito, en el
colegio apostólico, encargado por nuestro señor del cuidado de toda la Iglesia
¿Qué podemos concluir? Después de que los papas abusaron de los textos para
atribuirse dentro de la Iglesia una autoridad universal y absoluta, sabemos
cómo razonar. Primeramente le dan un sentido basto a las palabras evangélicas,
un sentido absoluto y se postulan en calidad de sucesores de San Pedro. San
Gregorio actúa diferente; se acerca a las prerrogativas de Pedro. Su humildad
le impidió atribuirse una autoridad universal; duda si puede darse el nombre de
heredero de Pedro. Atacada por el ejemplo de San Pedro la autoridad que los
papas se atribuyeron en el nombre de San Pedro y como sucesores de San Pedro.
Contentémonos de
haber hecho simples señalamientos y devolvamos la palabra al santo doctor.
"En Europa todo
fue entregado a los bárbaros; las ciudades están destruidas, los fuertes
volteados, las provincias despobladas, no hay nadie para cultivar la tierra,
los adoradores de ídolos dominan a los fieles, los atormentan con violencia y
los amenazan; los padres que deberían acostarse sobre las cenizas y regar el
suelo con sus lágrimas, aspiran a títulos llenos de vanidad y se glorifican con
títulos nuevos y profanos. ¿Es esta mi causa, piadoso señor que defiendo en
estas circunstancias? ¿Qué me vengue de esta injuria? No, se trata de la causa
de Dios todo poderoso, la causa de la Iglesia universal."
La Iglesia de
Constantinopla proveyó a los sacerdotes que cayeron en el abismo de la herejía
y que se convirtieron en herejes. Es de ahí que salió Nestorio pensando que
había dos personas en Jesucristo como mediadores entre Dios y los hombres
porque no creyó que Dios pudo hacerse hombre y descender hasta la perfidia de
los judíos. Si alguien usurpa en la Iglesia un título que resume en el a todos
los fieles. Iglesia universal, ¡Oh blasfemos! Caerá por el hecho de hacerse llamar
universal. Que todos los cristianos rechacen este título blasfematorio, este
título que quita el honor sacerdotal a todos los sacerdotes.
Una cosa es segura
que este título fue ofrecido a pontífice romano por el venerable concilio de
Calcedonia para honrar al bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, pero
ninguno de ellos consintió servirse de este título particular por miedo, que si
se les daba algo en particular a ellos todos los sacerdotes fueran privados del
honor que se les concede. ¿Cómo mientras nosotros no ambicionamos tomar la
gloria de un título que no se nos fue ofrecido, otro tiene la presunción de
tomarlo mientras no le es ofrecido?
Este párrafo de San
Gregorio es remarcable. Afirma que primero es un concilio quién ofrece a los
obispos de Roma el honor de llamarse universales; este concilio tuvo la
intención de honrar a estos obispos pero creyeron que el derecho divino les
venía de una autoridad universal. San Gregorio asegura que si el concilio quiso
honrar a los obispos de Roma por el honor de San Pedro creyeron que la
autoridad universal les vino como sucesión de este apóstol. La Iglesia de Roma
se. Glorifica de la razón de San Pedro, lo ilustró como su mártir. Es por este
recuerdo de un mártir, y para honrar a los primeros apóstoles que el concilio
general de calcedonia, ofrece a los obispos de Roma el título honorífico. ¿Cómo
conciliar con los hechos constatados con el papá San Gregorio las pretensiones
de los obispos actuales de Roma que se creen dados del derecho divino, no sólo
dado por el título de obispo universal, de padre de todos los fieles, pero de
una soberanía universal?
Continuamos con la
carta de San Gregorio:
"Se debe
reflexionar bajo el orden del señor piadoso que rechaza la obediencia de los
preceptos canónicos. Debemos reprimir aquel que injurio a la santa Iglesia
universal, que se infla en su corazón y que quiere gozar de un título que lo
distingue de los otros, por este título particular va por encima de vuestro
imperio"
Esta ambición nos
escandaliza a todos. Que el autor de este escándalo regrese a una vida justa y
que toda pelea cese entre los sacerdotes. Para mí, soy servidor de todos los
sacerdotes que lleven una vida digna del sacerdocio. En cuanto aquel que por
vanagloriarse eleva su cabeza contra el señor Todo poderoso, y contra los
decretos de los Padres, no logrará que yo me incline delante de él, mismo que
por recurso tenga la espada; pongo mi confianza en el señor Todo Poderoso"
"Hice conocer a
través del Diacono Savinien, mi enviado, los detalles de lo que fue hecho en
Roma mientras se usurpaba el título en cuestión. Que la piedad de mi señor
tenga buena opinión de mí, soy de ellos, siempre me llenaron más que los otros,
con sus favores; deseo conservarles obediencia, y temo ser acusado de
negligencia en último y terrible juicio. Si por el justo juicio de
Vuestra Piedad, o por las órdenes clementes, él renuncia, nosotros daremos
gracias al señor todo poderoso, nos regocijaremos de la paz que habrá en toda
la Iglesia. Al contrario si persiste nosotros tendremos un sentimiento de
verdad, que dice: cualquiera que se eleve será rebajado. Fue escrito también:
el corazón se eleva antes de caer.
Obedeciendo las
órdenes de mis señores, escribí con suavidad a mi hermano en el sacerdocio, y
ofrecí humildemente corregirse de este deseo vano de gloria. Si quiere
escucharme hay un hermano devoto. Pero si persiste su orgullo, veo ya la ruta a
seguir, porque veo las dificultades para los adversarios. Porque fue escrito:
Dios se resiste a los soberbios, pero de gracia a los humildes”.
Capítulo VI
Las cartas de San
Gregorio son innegables monumentos, y prueban que la Iglesia universal se
conmovió cuando las vio, acobijar primeramente en su seno al poder universal
residiendo en un solo obispo. La Iglesia entera entendió entonces que tal
autoridad no podía establecerse sin que el episcopado entero fuese privado de
sus derechos; en efecto de acuerdo a la institución divina, el gobierno de la
Iglesia es conciliar; la autoridad no puede residir sólo en un
pastor en particular, sino en el cuerpo de pastores legítimos. No podemos
pronunciarnos por la autoridad universal sin destruir el principio divino de la
organización de la Iglesia.
Esta verdad sale a la
luz con la evidencia de los escritos del papa San Gregorio el grande. Este
ilustre papa después de haber escrito a Juan patriarca de Constantinopla para
duplicarse de no ultrajar más tiempo al episcopado y a la Iglesia atribuyéndose
el título de ecuménico o universal; después de haber escrito al emperador
Mauricio para comprometerlo a reprimir el orgullo y la ambición del patriarca,
San Gregorio se dirigió a otros dos patriarcas de la Iglesia, aquellos de
Alejandría y Antioquia. Les envió una carta en común que traduciremos. Ella
probará los precedentes de que el papa San Gregorio, quien murió a comienzos
del siglo VII, ignoraba el papado de la forma que nos quiere imponer ahora.
He aquí
la carta:
Capítulo
VII
Gregorio a Eulogio obispo de Alejandría y a
Anastasio obispo de Antioquia
"Mientras el predicador por excelencia
decía: todo el día tiempo que yo sea el apóstol de las naciones, honrare mi
ministerio. Cuando él decía: nos volvimos como niños entre ustedes; nos daba el
ejemplo de ser humildes en espíritu y fieles para conservar el honor y la
dignidad de nuestro Orden. De manera que nuestra humildad no sea timidez y que
nuestra elevación no sea orgullo.
Tiene 8 años y aún vivía el predecesor Pelayo,
de santa memoria, nuestro “co-hermano” y “co-obispo” Juan tomando oportunamente
asuntos aparte de los nuestros organizó un sínodo en la Ciudad de
Constantinopla y se esforzó para tomar el título de universal; cuando mi
predecesor mencionado se enteró , le envió cartas en las cuales por la
autoridad del apóstol San Pedro rompía con los actos ese sínodo. "
Los ultramontanos abusaron de este pasaje a
favor de su sistema. Lo compararon a otros textos de San Gregorio que tienen
trazos del mismo tema y en el conjunto de su doctrina se convencieron de dos
cosas:
1. Que
San Gregorio no comprendía hasta ese punto que lo acordado por el obispo de
Roma por los concilios, por causa de la dignidad de su puesto, ilustrado por el
mártir de San Pedro, primero de los apóstoles.
2. Que el
sínodo de Constantinopla no fue más que un asunto concerniente a la disciplina
dentro de la cual el sacerdote inculpado tenía a Roma como recurso.
El sacerdote de Roma, Pelayo, era juez en este
asunto tenía la virtud otorgada por su puesto. El concilio de Calcedonia para
horrar a San Pedro ofreció a los obispos de Roma el título de universales, como
nos lo demuestra San Gregorio. Pero hay una gran diferencia a una soberanía de
derecho divino perteneciente a los papas por sucesión de San Pedro.
Los ultramontanos vieron todo esto en el texto
de San Gregorio; pero decidieron ignorarlo con el fin de llegar a su punto;
evitaron citar los otros textos que determinan el sentido, citas que nos
permiten conocer la verdadera doctrina del santo papa.
Los ultramontanos siempre utilizaron las citas
interrumpidas en sus concilios.
Continuamos con la carta de San Gregorio:
"Tuve la necesidad de enviarle a vuestra
santidad copias de estas cartas. En cuanto al Diacono que según está muy
apegado a los emperadores piadosos por asuntos eclesiásticos, Pelayo comunicó
en misa con nuestro susodicho “co-obispo”. Siguiendo las líneas de mi
predecesor le escribí a nuestro “co-obispo”, cartas que creí tener la necesidad
de enviarle copias a vuestra beatitud. Nuestra principal intención fue el
asunto de que a causa de su orgullo la Iglesia se perturba hasta sus entrañas.
Quisimos recordarle la modestia a nuestro hermano pero no quiso ceder al rigor
de su orgullo por lo que socorridos de Dios todo poderoso intentamos formas de
reprimirlo.
Como vuestra santidad, que venero de una forma
particular, lo sabe, este título de universal fue ofrecido por el santo
concilio de Calcedonia al obispo del puesto apostólico del cual soy servidor
por la gracia de Dios. Pero ninguno de mis predecesores quiso servirse de esta
palabra profana; porque en efecto si un patriarca es llamado universal,
usurpamos a otros el título de patriarca. Lejos muy lejos de toda alma
cristiana se encuentra la voluntad de usurpar cualquier cosa que pueda disminuir
el honor de nuestros hermanos. Mientras nosotros rechazamos el honor que nos
fue ofrecido, piense cuan ignominioso es verlo usurpar violentamente al otro.
"
Los ultramontanos se aseguraron de llamar la
atención a este fragmento donde San Gregorio se considera como un patriarca,
igual a los otros patriarcas; en el cual dice claramente que si un patriarca se
pretende universal los otros por ende ya no lo son.
Esta doctrina concuerda con la primicia acordada
al patriarca de Roma, por San Pedro y el recuerdo del martirio que este apóstol
sufrió a Roma; ¿pero puede acordarse con una soberanía UNIVERSAL proveniente
del derecho divino a los obispos de Roma, por San Pedro, su pretendido
predecesor? No evidentemente.
San Gregorio continúa a exponer una doctrina
opuesta al sistema papal actual. Es por ello que vuestra santidad no da el
título de universal con el fin de no privar de lo que le fue otorgado
ofreciendo a otro un honor que no se le dio. En este acto no hay ningún miedo
de los serenísimos señores; pues el emperador teme al Dios todo poderoso, el no
consciente para nada que violemos los mandamientos evangélicos y los santos
cánones. Para mí, que me encuentro alejado de usted por largos espacios de
tierra y mar y sin embargo estoy estrechamente unido a su corazón. Confío que
los sentimientos de nuestra beatitud también me tengan estima y respeto; si
usted me ama como yo lo amo, el espacio no nos separa más. Gracias a esta
semilla de mostaza, a esta semilla en apariencia pequeña y despreciable y que todas
las partes de sus ramas salen de la misma raíz han formado un asilo para los
pájaros del cielo. Gracias también a la levadura que con 3 medidas de harina,
forma la masa del género humano de toda la raza entera; gracias incluso a esta
pequeña piedra desprendida de la montaña que ocupó la superficie de la tierra y
se extendió hasta el punto de hacer del género humano el cuerpo de la Iglesia
universal; que también la distinción de las diferentes partes que sirvieron a
estrechar los lazos de la unidad.
Nosotros no nos alejamos de usted pues nos une
Aquel que está en todas partes. Démosle las gracias de haber destruido las
enemistades al punto que dentro de su humanidad no haya que un solo rebaño y un
solo aprisco comandado por un sólo pastor que es el mismo. Recordemos siempre
las advertencias del predicador de la verdad: sean cuidadosos a conservar la
unidad del espíritu del vínculo de la paz (Epit. de San Pablo en efesios 4,3):
busquen tener con todo el mundo paz armonía sin ella nadie verá a Dios. (Epit.
San Pablo hebreos 12,14). Lo mismo decía a sus DISCÍPULOS: Si es posible tengan
la paz con ustedes y con el mundo (epit. San Pablo romanos 12,18).
Él sabía que los buenos no podían estar en paz
con los malvados; es por eso que le escribe primeramente: si es posible.
Detengámonos un instante sobre este párrafo de
la carta de San Gregorio. A caso no es remarcable que hablando de la Iglesia
como un solo rebaño conducido por un sólo pastor, que es Jesucristo, él dice
abiertamente que Jesucristo es el único pastor visible de la Iglesia, o el
pastor de la humanidad que es lo mismo. ¿A caso eso no excluye la idea de
pastor universal, reemplazando a Jesucristo no sería destruir con una sola
palabra todas las pretensiones del papado moderno y reducir la verdad papal a
una primicia establecida por la iglesia?
Notamos que San Gregorio citando la epístola en
romanos, llama a estos romanos los discípulos de San Pablo.
San Pablo no escribió su epístola para los
cristianos de Roma que hasta el año 58 de Jesucristo; hasta entonces en Roma
habían pocos cristianos y no conformaban una iglesia propiamente dicha, se
reunían en casa de alguno de ellos. Vinieron a Roma de diferentes países
evangelizados por San Pablo, es por ello que San Gregorio los llama los
discípulos de este apóstol. Ellos escriben y ruegan que los vengan a visitar e
instruir. Pablo les responde con su epístola dentro de la cual promete
evangelizar Roma. Dos años después él encontró judíos que no conocían a los
cristianos, sólo de nombre, por consecuente no habían sido evangelizados por
San Pedro. Pablo formó una Iglesia en Roma y puso por obispo a Lin su discípulo
que Tertuliano y Eusebio compitieron por ser el primer obispo de Roma. San
Pedro vino a Roma poco tiempo antes de sufrir su martirio. Esa causa de este
martirio y no a causa de su episcopado en aroma, que los concilios como los de
Calcedonia le acuerdan al obispo de Roma privilegios especiales.
San Gregorio en la carta que tradujimos no busca
atribuirse como sucesión apostólica de San Pedro, era una autoridad que él no
tenía; incluso hace reintegrar su Iglesia a San Pablo y no a San Pedro.
Entonces si el apela a la autoridad de su predecesor, la autoridad de San
Pedro, entiende que los derechos de los obispos de Roma se recibieron en
concilios aquel de Sardis, en particular para que en honor a San Pedro, que
ilustró a la iglesia romana por su muerte gloriosa.
Continuamos la carta del santo papa:
"Porque la paz no puede existir entre dos
partes opuestas, porque los malvados huyen y los buenos deben sostenerla desde
el fondo de sus entrañas. San Pablo dice admirablemente: por tanto estén
ustedes; hacernos comprender cuál debe mantenerse en nosotros aún si los
hombres perversos la rechazan de su corazón. Nosotros conservaremos la paz
aunque haya faltas de orgullo en la caridad y la justicia; porque amamos a las
personas pero odiamos sus vicios. Porque el hombre es obra de Dios, el vicio es
obra del hombre. Distingamos por consecuente, lo que Dios hizo y lo que hizo el
hombre, no odiemos al hombre a causa de sus errores, pero no amamos lo errores
a causa del hombre.
Señalemos en el hombre el mal de su orgullo pero
quedando unido en espíritu con el fin de que este hombre sea librado de su
enemigo, es decir de su error. Nuestro Redentor Todo Poderoso dará fuerzas a
nuestra caridad y nuestra justicia; nos dará la unidad de su espíritu a
nosotros que estamos separados por una vasta extensión de tierra, porque es Él
que construyó su iglesia, como una arca, dándole a sus cuatros costados las
cuatro partes del mundo; y lo hizo de una manera incorruptible; y la unto del
betún de la caridad, de forma que no tenga miedo ni por los vientos, ni por las
olas. Debemos orar de corazón, mis queridos hermanos con el fin y la gracia que
el agua de afuera no turbe y que la derecha de la providencia tenga en buen
estado el fondo de la vasija ;porque el diablo, nuestro enemigo, corrompe a los
humildes y ronda alrededor de ellos, como el león, rugiendo y buscando
devorarlos, no se contenta de que lo veamos dar vueltas pero plantó profundamente
sus dientes en algunos miembros necesarios de la Iglesia, que sin duda (lo que
a Dios no le agrada) el rebaño será ultrajado si los otros pastores no se
entienden entren ellos para socorrer los auspicios del señor. Esta cerca de
nosotros aquel del cual fue escrito: él es el rey de los niños orgullosos. No
puedo decirlo sin ser invadido de dolor, nuestro hermano y “co-obispo” Juan
busca elevarse hasta ese título, despreciando los mandamientos del señor, los
preceptos apostólicos y los reglamentos de los Padres.
Que Dios todo poderoso le permita conocer a
vuestra beatitud mis gemidos profundos pensando en aquel que me parecía el
hombre más modesto de todos, aquel que ame más, que sólo parecía ocuparse de
las limosnas de las oraciones, de los jóvenes, se retiró de esta humildad en la
cual se elevaba al punto de buscar atribuirse por orgullo un título pomposo que
solamente puede ser relacionado al jefe único que es Cristo, es decir dos
miembros de este mismo Cristo. No es de sorprenderse que el tentador, que sabe
que el orgullo es el inicio de todo pecado, que se sirvió de este hombre,
busque, por este vicio, a destruir las virtudes de algunas personas, que les
tienda una trampa y que ponga obstáculos a todas sus buenas acciones, en las
virtudes de aquellos que parecerían haber escapado de sus manos crueles.
Es por ello que debemos rezar mucho ; debemos
referirnos a Dios todo poderoso con rezos continuos para que revierta el error
del espíritu de nuestro hermano, que aleje de la unidad y la humildad de su
Iglesia este mal de orgullo y problema. Con la gracia de Dios hay que recurrir
a todas las fuerzas para impedir que por el veneno contenido en un sólo título,
los miembros que viven en el cuerpo de Cristo no sean golpeados de muerte;
porque permitir este título, es destruir la dignidad de todos los patriarcas; y
si sucede que aquel que se dice UNIVERSAL cae en error no habría ningún obispo
que quede fiel a la verdad.
Capitulo VIII
¿Nos preguntamos si este
es el lenguaje de un superior que respeta a sus subordinados?
San Gregorio en su
calidad de primer obispo de la Iglesia, de los primeros patriarcas, tomó la
iniciativa de llamar la atención de los otros patriarcas, de sus hermanos,
respecto a la usurpación de uno entre ellos. Les suplica unírsele para resistir
a lo que él considera un infortunio para el episcopado entero, incluso para la
Iglesia universal. No hace ni la más mínima alusión a la autoridad superior que
él poseía; solo hace mención de los preceptos divinos y a los cánones contra
una usurpación que califica de diabólica. ¿Nos preguntamos una vez más si este
es el lenguaje de un jefe, de un monarca universal? No, evidentemente. Leemos
la bella carta de San Gregorio a los patriarcas de Antioquia y Alejandria sin
ser persuadidos por el papado que actualmente pretende el derecho divino, eso
le era desconocido. Estuvo en contra de los primeros intentos de este papado,
contra Juan de Constantinopla de quien consideró estos primeros intentos como
efecto de un orgullo que no podía provenir de otro lado que no fuera del
diablo, como una empresa capaz de trastornar la Iglesia, atentando contra los
derechos del sacerdocio entero, sacrílega, impía e inepta.
Si San Gregorio
considerado como una de las primeras opciones de un papado universal ¿qué diría
él de este papado con todas sus pretensiones modernas? Él se mostraría, el más
grande enemigo, y vería en ella la fuente de todos los males, de los cuales la
iglesia es víctima hace siglos.
Tradujimos estas cartas
por las cuales el papa San Gregorio el Grande combatió por todos sus medios, el
primer intento de usurpar un título que podía hacer suponer una autoridad
universal dentro de la Iglesia. En cuanto a esta autoridad nadie la pretendía
entonces, mucho menos el papa San Gregorio, obispo de Roma, solo Juan obispo de
Constantinopla.
Es remarcable como los
primeros ataques hacia la simple aparición de esta autoridad, de la cual los
papas hicieron una triste realidad desde los Falsos Decretos, es remarcable,
decíamos, que estos ataques sean parte de Roma y de uno de los papas más santos
y sabios. Estaríamos ciegos si no viéramos aquí la disposición de la
Providencia queriendo condenar de antemano a un gran papa fiel a los doctrinas
de los seis primeros siglos de la Iglesia por usurpaciones y sacrilegios de
papas posteriores, y las mentiras en las cuales se basaron.
No es menos remarcable
que fuera en Oriente donde se buscó legitimar un título que era el primer paso
hacia un absolutismo religioso.
Juan de Constantinopla
quien lo hizo, persistió en sus ambiciones pretenciosas, sin importarle las
cartas de San Gregorio y gracias al apoyo del emperador Mauricio, el patriarca
de Alejandria sin responderle recibió una carta de Gregorio en la cual le
escribió que le haga conocer su opinión.
Mientras tanto Juan de
Constantinopla murió. Gregorio le escribió también a Ciríaco, sucesor de estar
obispo, quien le envió una carta de comunión. Lo felicita por su fe pero
aumenta al respecto del título de universal que tomó de ejemplo de su
predecesor:
“Tendremos paz verdadera
entre nosotros si usted renuncia al orgullo de un título profano, según la
palabra del maestro: Oh Timoteo! Conserva el depósito, evitando las profanas
novedades de las palabras. (Pablo, primera Tim. Vl, 20) Es muy injusto el hecho
que aquellos que se convirtieron en predicadores de la humildad se glorifiquen
con un vano título de orgullo; el predicador de la verdad dijo: Lejos de
glorificarme en algo, sino es la Cruz de nuestro Señor Jesucristo (San Pablo
Vl, 14), esto es verdaderamente glorioso, que no se glorifica de su poder
temporal, pero de su sufrimiento en nombre de Cristo. Es esto lo que nosotros
anhelamos con todo el corazón; es en ello que nosotros lo reconocemos por
sacerdote, si rechazando la vanidad de los títulos usted ocupa un lugar de
santidad con santa humildad”.
“Nos escandalizamos al
respecto de un título culposo; guardamos rencor y nos pronunciamos fuertemente
sobre este tema. Pero Vuestra Fraternidad sabe que la Verdad dijo: “si al
llevar tu ofrenda delante del altar recuerdas que tu hermano tiene algo en
contra tuyo, deja tu ofrenda y primero reconcíliate con tu hermano; después
regresa y haz tu ofrenda” (Evangelio de San Mateo V, 23-24). Para que toda
falta sea borrada por el sacrificio, el mal del escándalo del cual somos causa
es tan grande que el Señor no aceptará del culpable un sacrificio ordinario
para arremeter su falta. Apresúrese a purificar vuestro corazón de este
escándalo con el fin del que el Señor pueda tener por agradable el sacrificio
de nuestra oblación” Gregorio teniendo la oportunidad de escribir una segunda
carta a Ciríaco retomó el mismo tema de tanta importancia que le daba:
“No podría yo expresarle
en esta carta como mi alma esta liada a Vuestra Caridad; pero ruego que Dios
todo-poderoso por el don de la gracia aumente esta unión entre nosotros y
destruya toda ocasión de escándalo, con el fin de que la santa Iglesia unida
por la confesión de la verdadera fe en la cual los lazos son estrechados por
los sentimientos recíprocos de los fieles. Que no sufra ningún daño por las
discusiones que los sacerdotes puedan tener entre ellos. En cuanto a mí a pesar
de todo lo que digo y en la oposición que tuve ante ciertos actos orgullosos,
conservo la gracia de Dios, la caridad en el fondo de mi corazón y sostengo los
derechos de la justicia sin rechazar internamente aquellos del amor y la
afección”.
“Para que usted pague
mis sentimientos y respete los derechos de la paz y la afección con el fin de
quedar unidos en espíritu, nosotros no dejaremos existir un tema de división.
Podríamos fácilmente obtener la gracia del Señor si nos presentamos delante de
él con los corazones unidos”.
CAPÍTULO IX
Debemos creer que
Ciríaco no se inmutó por las suaves exhortaciones de Gregorio. En efecto el
gran papa escribió algún tiempo después al patriarca de Antioquia para
reprocharle amistosamente de no otorgarle importancia suficiente a la
usurpación de su hermano de Constantinopla. Vemos en esta carta que el
patriarca de Antioquia temía atribuirse la desgracia del emperador si se
pronunciaba en contra del patriarca de Constantinopla. Le escribió a Gregorio,
su amigo, una carta muy halagadora:
“Vuestra Santidad como
lo veo quiso que su carta sea parecida a una abeja quien lleva la miel y a su
vez un aguijón con el fin de re saciarme de miel y a la vez picarme. Pero
encontré una ocasión para meditar esta palabra de Salomón: los golpes de un
amigo son mejores que los besos de un enemigo hipócrita. (Proverbios 27,XXVll,
6)”.
“En cuanto a lo que
usted me escribió respecto al título que me ha escandalizado, que debo ceder
pues es algo que no tiene importancia, el emperador me escribió lo mismo. Lo
que él me dijo en virtud de su poder yo sé que usted me lo dice por cercanía.
No me sorprende encontrar en vuestra carta las mismas expresiones que en la del
emperador, pues el amor y el poder tienen entre ellos mucha similitud; ambos
están en el primer orden y ambos hablan siempre con autoridad”.
Cuando recibió la carta
sinodal de nuestro hermano el co-obispo Ciríaco no creyó necesario responderle
pese al título profano que tomaba con el miedo de perturbar la santa Iglesia,
pero tuve cuidado de hacerle conocer mi opinión al respecto de ese título
soberbio y supersticioso; le dije que no podrá tener paz con nosotros sino se
abstenía de tomar ese título de orgullo que no era más que una invención del
primer apóstol. No debe usted considerar este mismo asunto como algo sin importancia
porque si la toleramos corrompemos la fe de toda la Iglesia. Usted sabe
cuántos, no sólo herejes, herejes y arcas salieron de la Iglesia de
Constantinopla. Por no decir de la injuria hecha a vuestra dignidad, no podemos
concordar que si un obispo es llamado universal, toda la Iglesia se derrumba si
este universal se cae. Pero lejos de escuchar esta locura con simpleza pongo mi
confianza que el Señor Todo-poderoso cumplirá la promesa que hizo: Aquel que se
eleve será rebajado”. (Evangelio de Lucas XlV, XVlll, 11)
No podíamos apreciar más
sanamente que si lo hubiera hecho San Gregorio el Grande, los inconvenientes
graves que podría haber resultar para la Iglesia que una autoridad central
pretendiera resumirla y representarla. El hombre el que sea y seguido a causa
de una dignidad superior de la cual se reviste, está sujeto al error; si resume
la Iglesia, la Iglesia cae con él. Tal fue el razonamiento de San Gregorio. Él
fue clarividente y no vemos la Iglesia católica pero la Iglesia ultramontana
caer con el papa que pretende resumir la Iglesia entera en su persona, en ser
una infalible personificación, el papa osó poner al rango de dogmas la opinión
de la inmaculada concepción y nuestros obispos contemporáneos que debían ser
los ecos de la fe permanente y universal, declararon someterse al nombre de sus
iglesias y a su juicio infalible ; hizo de sus prerrogativas ilegítimas
condiciones necesarias de la unidad de la Iglesia y nuestros obispos
contemporáneos adhirieron con bullicio a esas pretensiones incluso al nombre de
sus Iglesias, el papa buscó elevar hasta una cuestión católica aquella de su
temporal y nuestros obispos contemporáneos cayeron con él en ese error y
arrastraron aquellos católicos a aquellos católicos que hicieron mayor bullicio
de su ortodoxia. Uno solo cayó y porque se pretendió universal y la
personificación de la Iglesia, la Iglesia ultramontana que el representaba cayó
con él.
Felizmente la Iglesia de
Jesucristo no es más aquella de esa época, y que podemos distinguirla mediante
a un criterio católico netamente formulado por los Padres de la Iglesia no hay
que creer más que en las promesas de Jesucristo; habrá que decir de manera
absoluta lo que San Gregorio decía de manera relativa : la universal cayó! ,
toda la Iglesia cayó! Se decía en la corte de Constantinopla que Gregorio hacía
una guerra tan ruda al título de universal por celos al nuevo obispo
de Roma y para sobajarlo. El emperador y Ciríaco le escribía en este sentido
con todo el respeto que merecía; pero Gregorio hizo bien en comprender a
Ciríaco que lo habían mal juzgado. Le envió como al emperador, al diácono
Anatolio de Constantinopla, para desengañarlos y los llenó de cartas para el
emperador y para el patriarca. Le dijo este último después de agradecerle sus
palabras halagadoras: "Hace falta que sea, no sólo de palabra, pero por
actos que usted de testimonio a mí y a todos vuestros hermanos el brillo de
vuestra caridad, apresurándose a reconocer que un título de orgullo que fue un
escándalo para todas las iglesias.
Cumpla esta palabra:
esfuércense por conservar la unidad del espíritu en el lugar de la paz (Efesios
lV, 3)
Y esta otra: no le dé a
vuestro enemigo de hablar mal de usted (Tim., V, 14). Vuestra caridad explotará
sino existe una división entre nosotros respecto al título orgulloso. Apelo
desde el fondo de mi alma a Jesús, que yo no quiero causar escándalo a nadie ni
el más pequeño ni el más grande. Yo deseo que todos sean grandes y llenos de
honor, mientras que este honor no quite nada de aquello que es dado a Dios Todo-poderoso.
En efecto quien sea que quiera ser honrado en contra de Dios no es para nada
honorable a mis ojos… En este asunto no quiero aburrir a nadie solamente quiero
defender la humildad que le place a Dios y la concordia de la santa Iglesia.
Entonces las cosas que fueron introducidas novedosamente sean abrogadas de la
misma manera que las establecidas y que conservemos entre nosotros la paz pura
del señor. ¿Qué buenos procesos pueden existir entre nosotros si nuestros
sentimientos no son más que palabras y que con nuestros actos nos
lastimamos?". En la carta al emperador, Gregorio refutó fuertemente al
argumento que le quitaba frivolidad a un título honorífico con el cual se veía
afectada Constantinopla, no se le dio gran importancia.
"Suplico vuestra piedad
imperial, nótese que hay cosas frívolas que son inofensivas pero que hay otras
muy ruines. Cuando el Anti Cristo venga y que diga ser Dios, será una cosa
perfectamente frívola pero será muy perniciosa. Si nosotros queremos percibir
en esta palabra la cantidad de sílabas, sólo encontramos dos (De-us) pero si
nosotros suponemos el peso de inequidad de este título nosotros lo
encontraríamos enorme. Yo digo, sin la menor duda, que quien sea se haga llamar
obispo universal o desea este título, es por su orgullo, EL PRECURSOR DEL
ANTICRISTO, porque pretende así elevarse por encima de los otros. El error en
el que cae viene a un orgullo igual a aquel del Anti Cristo porque como ese
Perverso quiere ser mirado como por encima de los hombres, como un Dios, de misma
forma quién sea que desee ser llamado obispo se eleva por encima de los otros.
".
CAPÍTULO X
Se enseña hoy en día en
nombre de la Iglesia, y a favor del obispo de Roma esta doctrina que San
Gregorio criticaba con tanta energía fue entonces que el señor abad Bouix en su
clase de derecho canónico compuesto en Roma y publicado con la aprobación de
Roma que el señor Parisis obispo de Arras en un curso de derecho canónico que
aprobó por la enseñanza de sus cleros y que siguió en varios otros seminarios;
que el periódico Le Monde, que es el periódico autorizado por el papa de su
corte ; es entonces que otros 100 escritores ultramontanos, enseñan con su
propósito que el papa es una autoridad universal; que es el obispo universal y
que sólo él puede hablar propiamente; la fuente de donde surge toda dignidad
eclesiástica, comprendiendo el episcopado que no sería más que indirectamente y
medianamente del derecho divino.
Tal es la enseñanza que
quisiéramos dar hoy como la enseñanza católica. Nuestros modernos innovadores
saben que el papa, San Gregorio el Grande vio esta doctrina como diabólica y
llamó anticipadamente Anti Cristo a este papa vestido de un pretencioso
episcopado universal.
San Gregorio no tomaba
ninguna determinación importante sin dárselo a conocer a los otros patriarcas.
Le escribía entonces a los de Alejandria y Antioquia para reprocharle mostrarle
como se condujo apartado del nuevo patriarca de Constantinopla.
Eulogio patriarca de
Alejandria se dejó persuadir y le anunció a Gregorio, que ya no daría el título
de universal al obispo de Constantinopla, pero creyendo alagar a Gregorio, a
quien amaba y quién le rindió servicio en varias ocasiones, y le dio este
título a él mismo, le escribió que si no se lo daba al obispo de Constantinopla
era para someterse a las órdenes de Gregorio. Gregorio le respondió, y
encontramos en su carta el pasaje siguiente que muestra la idea que San
Gregorio tenía como obispo de Roma: "Vuestra beatitud tuvo cuidado de
decirnos que escribiendo algunos ya no daba títulos que tuviesen solamente
orgullo por origen y que se servía de estas expresiones por mi respeto: como
usted lo ordenó. Le ruego que nunca me haga entender esta palabra de orden pues
sé quién soy yo y quien es usted. POR VUESTRO LUGAR, USTEDES SON MIS HERMANOS:
por vuestras virtudes ustedes son mis padres. No tendrían por qué darle una
orden; solamente indique cosas que me parecieron útiles. No me parece que
vuestra beatitud allá querido retener perfectamente y precisamente lo que quise
confiar a su memoria, pues dije que usted no debía darme ese título a mí ni a
nadie y aquí en la suscripción de vuestra carta usted me da a mí los títulos
orgullosos universal y de Papa!
Que vuestra santidad no
actúe de esta forma en el futuro, se lo suplico; pues usted resta a usted mismo
lo que da de más al otro. Yo no pido que se crea en títulos, sino en virtudes.
Yo no veo como un honor lo que hace a mis hermanos perder su propia dignidad.
Mi honor es el de toda la Iglesia, mi honor es la firmeza inquebrantable de mis
hermanos. Me encuentro verdaderamente honrado cuando no se le niega a nadie el
honor que le fue dado. Si vuestra santidad me llama papa universal, eso niega
todo lo demás. A Dios no le place sea quien sea. Mantengamos lejos de nosotros
palabras que inflan la vanidad y que lastiman la caridad. Es verdad que en el
santo concilio de Calcedonia y desde que los Padres vinieron, ese título fue
ofrecido a mis predecesores como vuestra santidad lo sabe, pero ninguno de
ellos lo quiso pretender, con el fin, que amando en este mundo la dignidad de
todos los sacerdotes, conservaran la suya a los ojos del Todo-poderoso.".
El papa San Gregorio
condenaba incluso en los obispos de Roma el título de papa universal; reconocía
al patriarca de Alejandria como su igual y que no tendría por qué darle una
orden, que por consecuencia no tendrían autoridad sobre él.
¿Cómo conciliar esta
doctrina ortodoxa del papa San Gregorio el Grande con esta doctrina moderna que
atribuye al papa una autoridad universal de Derecho Divino? Deben ser los
ultramontanos quienes respondan esta pregunta.
En la discusión tocando
el título de universal, San Gregorio se expresó de la siguiente forma en una
carta escrita a los patriarcas de Alejandría y Antioquia: "Admití a
enviados de Ciríaco pues me rogaron humildemente y porque, así como se lo
escribí al serenísimo emperador, los enviados de nuestro hermano y del
co-obispo Ciríaco, se comunicaron conmigo pues jamás caí de gracia de Dios, no
caí en el error del orgullo. Pero mi diácono no pudo comunicar en misa con
vuestro hermano Ciríaco, por la razón que él si cayó y que persiste en el error
del orgullo tomando un título profano. "
Según San Gregorio, los
enviados del patriarca de Constantinopla habrían faltado a su deber en Roma,
debieron comunicarse con él en el caso en el cual él hubiera tomado el título
de universal.
Él sabe desde ahí que la
comunicación con el obispo de Roma no es una condición necesaria para
pertenecer a la iglesia; que suficiente para estar fuera de la Iglesia tomar el
título de universal.
De ahí se plantea una
pregunta grave: ¿El obispo de Roma pertenece a la Iglesia, si, no contento del
vano título de universal, pretende tener la autoridad universal, que es el
título puesto en práctica? ¿Aquel que usurpa esta autoridad, no usurpa más que
aquel que se ampara simplemente de una palabra, de un símbolo?
Dejamos al lector el
cuidado de extraer todas las consecuencias que decantan de los principios de
San Gregorio sobre este punto y le rogamos solamente remarcar esta grave
enseñanza del Gran papa, lo que concierne la comunión con el obispo de Roma. Es
evidente que a sus ojos podemos pertenecer a la iglesia sin estar en comunión
con él. La enseñanza de San Gregorio es formal sobre este punto.
CAPÍTULO XI
Anastasio el Joven o el
Sinaí siendo el sucesor de Anastasio el Grande en el lugar patriarcal de
Antioquia en 599 envió a Gregorio como a los otros obispos principales su carta
sinodal o de comunión. Gregorio en su respuesta expuso las condiciones
necesarias para pertenecer a la Iglesia. He aquí cómo se expresa:
"Recibí las cartas
de Vuestra Fraternidad en las cuales usted profesa la verdadera fe; di gracias
a Dios Todo-poderoso quien cambiando los pastores de su Iglesia, mantuvo
inmutable la fe que dio para siempre a los santos Padres.
El predicador por
excelencia dijo: "Nadie puede proponer otro fundamento que aquél que fue
dado, es decir Jesucristo" (1ra de Corintios, lll, 11); entonces, quien
guarde estrechamente la fe que está en Jesucristo, con el amor de Dios y del
prójimo, deposita en sí mismo el fundamento que es el mismo Jesucristo, hijo de
Dios y del hombre. O hay que esperar que donde cristo es fundamento, el
edificio de buenas acciones sea construido encima.
La verdad dijo ella
misma: "aquel que no entra por la puerta en el aprisco, pero que logra
entrar por otro lado, es un ladrón y un criminal; pero aquel que entra por la
puerta es el pastor del rebaño." Más tarde aumenta: "Soy yo quien es
la puerta." (Evangelio de San Juan X, 9)Aquel que entra por la puerta al
aprisco, entra por Jesucristo. Y aquel que entra por Jesucristo piensa y enseña
la verdad toca al Dios creador y redentor del género humano y observa lo que
predica."
Tales son las
condiciones para los pastores y los fieles de la Iglesia de Jesucristo. San
Gregorio no habla para nada de la necesidad de estar unidos en la sede de Roma.
En su respuesta a la
carta de comunión de Isaac obispo de Jerusalén, enseña la misma doctrina y se
sirve de las mismas expresiones. Hace una comparación entre la Iglesia y el
arca de Noé construida de manera incorruptible:
"Nuestra arca
también está compuesta de madera incorruptible, pues está construida de las
almas fuertes que perseveran en el bien."
Gregorio se sostuvo
firme siempre en esta doctrina y nunca jamás hizo alusión a estar en comunión
con la Iglesia de Roma.
No hay que sorprenderse
del resto; en efecto, él no consideraba para nada la sede de Roma como sede
única de San Pedro; él reconocía expresamente que las sedes de Alejandria y
Antioquia eran también como la de Roma, sede del primer apóstol y que estas 3
sedes deberían hacer una. Citamos sus palabras; él escribió a Eulogio,
patriarca de Alejandria:
"vuestra serenísima
santidad me habló mucho en su carta del pulpito de San Pedro, príncipe de los
apóstoles, diciendo que este apóstol vivió todavía entre sus sucesores. Me
reconozco indigno, no solamente del honor de jefe pero de estar contemplado en
el número de los fieles. Mientras acogí voluntariamente todo lo que usted me
dijo, porque vuestras palabras concernientes al pulpito de Pedro, venían de
aquel que ocupa este pulpito. Un honor particular no tiene ningún encanto para
mí, pero me regocije, con usted, quien es santo, de aquello que usted me
atribuyó y se atribuyó a usted mismo.
¿Quién no sabe que la
santa Iglesia se fundó en la solidez del príncipe de los apóstoles, cuyo nombre
es signo de la firmeza de su alma, y que tomó de la piedra su nombre de Pedro?
¿Qué fue lo que se le dijo por Verdad: yo te daré las llaves del reino de los
cielos… Cuando te hayas convertido, establecido a tus hermanos… Simón, hijo de
Juan, me amas tú? Padre, mi rebaño. Es por eso que si bien hay muchos apóstoles
el único lugar de príncipe de los apóstoles prevaleció por su principado, aquel
lugar existe en tres partes; porque aquél que rindió glorioso en ese lugar se
dignó en descansar y terminar su vida presente. Aquél que ilustró el lugar
donde envió a su discípulo evangelista. Aquél que afirmó el lugar en el cual se
sentó durante 7 años, incluso si tuvo que dejarlo. Entonces puesto que sólo hay
un único lugar del mismo apóstol y que 3 obispos actualmente están sentados en
este lugar, por autoridad divina todo lo bueno que escucho de usted, me lo
imputo a mí mismo."
Debemos remarcar que San
Gregorio hablando de Roma dijo que solamente San Pedro descansó y murió; a
Alejandria, sólo envió a su discípulo pero en Antioquia ocupó el lugar durante
7 años. Si un obispo hereda el lugar de San Pedro, en la rigurosa acepción de
la palabra sería entonces San Gregorio, aquél de Antioquia. El Gran Papa no
ignoraba que San Pedro sólo vino a Roma para morir; que la Iglesia romana
estaba entonces fundada y gobernada por un obispo también se contentaba de
decir que volvió glorioso a la sede de Roma por el martirio que sufrió mientras
que designaba Antioquia como el verdadero pulpito episcopal de Pedro. Nosotros
creemos que San Pedro no fue más obispo de Antioquia que de Roma, en la
estricta acepción de la palabra; pero nos es suficiente constatar la opinión de
San Gregorio, y esta opinión la que sea tiene menos argumentos fulminantes
contra la corte de Roma.
Le escribió a Anastasio
el Grande o el antiguo patriarca de Antioquia para consolarlo por su
sufrimiento, Gregorio le decía:
"Ahora que Vuestra
Beatitud se encuentra acongojada con numerosas tribulaciones de la vejez; pero
que sueña a lo que se dice de aquel que ocupa la sede. No es de él la misma
Verdad, aquella que dijo: ¿Cuando seas viejo otro te ceñirá y te llevará donde
tú no quieras? (Evangelio de San Juan XXl, 18)
Sabemos que estas
palabras fueron dichas a Jesucristo por San Pedro.
En otra carta al mismo
Anastasio, San Gregorio se expresó de esta forma, después de haber citado las
palabras que creía ser de Ignacio de Antioquia:
"Puse en mi carta
vuestras palabras expuestas en vuestros escritos, a fin que Vuestra Beatitud
sepa que vuestro San Ignacio también es de nosotros. Porque también tenemos en
común el maestro, el príncipe de los apóstoles, por lo que no debemos
atribuirnos una exclusividad del príncipe de los apóstoles. "
San Gregorio le escribió
a Eulogio patriarca de Alejandria:
“Recibimos con el mismo
grado que fue dada la bendición del evangelista San Marcos, o para hablar más
exactamente del apóstol San Pedro. "
Le escribió incluso
después de haberlo felicitado por la reputación que hizo de los errores monofisitas:
Alabanza y gloria haya
en los cielos para mi santo hermano, gracias a quien la voz de Marco se sobre
el sitio de Pedro; en el cual la enseñanza resonó en la Iglesia como el címbalo
dentro del tabernáculo, mientras que profundizó los misterios, es decir, mientras
que el sacerdote de lo más alto entró entre los Santos de Santos. "
Nunca se dijo a los
obispos de Roma algo tan halagador como dijo a Eulogio de Alejandria. El Santo
papa no pudo copiar las palabras de concilio de
Calcedonia:"¿Pedro habló con la boca de León? “¿Por qué tener tantas
consecuencias por las palabras de los padres de Calcedonia pronunciadas en
alabanza del obispo de Roma, y no tener ninguna de las palabras del Gran papa
dirigidas al patriarca de Alejandria? Le escribió al mismo, otra vez:
"Los portadores de
la presente carta habiendo venido a Sicilia, se convirtieron del error de los
monofisitas y se unieron a la santa Iglesia universal. Queriendo ir a la
Iglesia del bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, me suplicaron darles
cartas de recomendación para Vuestra Beatitud con el fin de que usted les
preste socorro contra la violencia hereje de sus vecinos. "
En otra carta, donde
mantenía la simonía, Gregorio escribió a Eulogio:" arranque esta hereje
simonía de vuestra muy santa sede que es también el nuestro. “Él llama a la
Iglesia de Alejandria una Iglesia muy santa.
¿Podemos, en presencia
de estos testimonios, obtener alguna conclusión favorable de la sede de Roma,
de las expresiones de la sede apostólica? Esas calificaciones eran comunes
durante los ocho primeros siglos en todas iglesias fundadas por los apóstoles y
jamás fueron empleadas exclusivamente para designar la sede de Roma.
CAPÍTULO XVII
Según lo que hemos
expuesto a la calidad de San Pedro, comprendemos que no podemos dar buena fe,
un sentido absoluto a expresiones como estas; Mi hijo, el señor Venancio vino
hacia el bienaventurado apóstol Pedro para rogarle recomendarlo a su causa,
etc. El cuidado de toda la Iglesia fue confiado a Pedro, príncipe de todos los
apóstoles. Recibió las llaves del reino celestial. El poder de atar y desatar
le fue dado; el cuidado de toda la Iglesia y el principado le fueron confiado.
¿Quién no sabe que la santa Iglesia fue fortalecida por la solidez del príncipe
de los apóstoles?
Estas expresiones
pertenecen a San Gregorio; pero ¿Debemos citarlas aisladamente y darles un
sentido absoluto? Es como los ultramontanos procedieron, lo aplicaron no
solamente a las obras del papa San Gregorio, pero incluso a aquellos otros
Padres de la Iglesia. Por este medio, advinieron a engañar un gran número de
fieles de igual forma a un gran número de teólogos sinceros; estos últimos no
podían suponer una mala fe muy extraña, en los escritores que exaltaban la
devoción por la Iglesia y la verdad, y creían poder citarlos a ellos sin
remontarse a las fuentes.
No seguimos este
ejemplo; nosotros consultamos a San Gregorio el mismo; nosotros presentamos el
conjunto de su doctrina sobre el papado; no sólo citamos algunas frases
separadas de su contexto, pero pasajes enteros y llegamos a esta consecuencia:
lo que no podíamos atribuir al papa San Gregorio el Grande el sistema
ultramontano sin torturar su pensamiento, sin hacerle decir lo que no dijo, sin
dar a sus palabras un sentido forzado, contrario al verdadero sentido que
estaba en el espíritu del sabio y venerable doctor.
Aquellos que leyeron
atentamente este trabajo, saben lo que San Gregorio entendía por la calidad de
San Pedro, por los títulos de primero y príncipe de los apóstoles, que él daba
a San Pedro. Pero con el fin de rodear su pensamiento de vivas luces, citaremos
algunos otros textos decisivos y claros que determinarán el sentido preciso de
estas expresiones, las cuales los ultramontanos hicieron un condenable abuso.
San Gregorio, en su
libro sobre la Regla pastoral emite este principio: que los pastores de la
Iglesia no deben usar su autoridad contra los fieles irreprochables, pero
solamente hacia los pecadores que la gracia no pudo corregir. Su cita para
defender este ejemplo a los apóstoles Pedro y Pablo
“Pedro, el primer pastor
ocupando el principado de la santa Iglesia por voluntad de Dios (auctore-Deo),
se mostró humilde hacia los fieles, pero mostró cuánto poder tenía por encima
de los otros, castigo a Ananías y Safira; se acordó que era el más elevado en
la Iglesia (summus) mientras hubo que castigar los pecados y tomando venganza
del delito ejerció el derecho de su poder.”
En el mismo lugar prueba
por el ejemplo de San Pablo como por el ejemplo de San Pedro que el pastor debe
ser humilde hacia sus fieles y no ejercer su poder más que sí, se ve obligado a
tomar en mano, la causa de la justicia. Así San Pablo se proclamó servidor de
los fieles, el más pequeño de entre ellos; pero San Gregorio añade: “si el
encuentra un error a corregir, recuerda que es Maestro y dice: ¿Qué quiere
usted? Yo iré a ustedes con una vara de acero. Entonces, concluyó San Gregorio,
llenamos bien el lugar, el más elevado (summus locus), aquel que preside,
domina sobre los vicios más que sobre sus hermanos. Pero aquellos que presiden
corrigen a aquellos que son sometidos y les quitan deberes, etcétera, etcétera.
“
Vemos que San Gregorio
considera a San Pablo tanto como a San Pedro y a sus sucesores como ocupantes
del lugar más elevado de la Iglesia, como presidiendo la Iglesia. Sí él dijo
que San Pedro ocupa el principado dice también que San Pablo es Maestro; se
sirve de la misma palabra summus para expresar la autoridad de San Pedro y de
San Pablo y la de todos aquellos que ejercen la autoridad en Iglesia. ¿Se
habría el expresado de esta forma general, si por la palabra principado,
hubiera querido decirle a una autoridad superior atribuida a San Pedro? Lo
mismo con la denominación de calidad de San Pedro, él entiende el primer grado
del episcopado representado por los patriarcas; por la palabra de autoridad
superior, no entiende más que aquella del episcopado la cual los pastores de la
Iglesia heredaron. Mientras más profundizamos las obras de los padres de la
Iglesia más estamos convencidos de su acuerdo a considerar la autoridad de la
Iglesia como una y poseer solidariamente por los primeros pastores y obispos. A
los primeros, podríamos creer que la palabra principado o aquel príncipe de los
apóstoles acordado a San pedro derogaban este principio. San Gregorio tuvo
cuidado de prevenirnos de esta falsa interpretación. El santo doctor
atribuyendo a San Pedro el principado de la Iglesia no lo elevó más que a San
Pablo en realidad. Lo dijo de la forma más clara. Leemos sus diálogos:
“-- Pedro: ¿Cómo puede
usted probar que haya gente que no hace milagros y aun así no se han
considerado inferiores a las personas que lo hacen?
-Gregorio: ¿No sabes tú
que el apóstol Pablo es hermano de Pedro, primero de los apóstoles en el
principado?
-Pedro: lo sé perfectamente,
etcétera. “
Así Pablo fue el igual o
el hermano de Pedro en el principado apostólico; fue el mismo en el título que
Pedro, príncipe de los apóstoles. ¿Podríamos decir que por estos títulos no se
buscaba expresar una dignidad particular, personal, exclusiva?
En otro lugar San
Gregorio miraba a San Pablo como teniendo derecho como San pedro a título de
primer apóstol. Trae a discusión la muerte del sacerdote Martín, cuenta que
este santo hombre veía a Pedro y Pablo llamando al cielo: “yo veo, yo veo, le
agradezco, le agradezco.”; como repetía seguido sus palabras sus amigos
cercanos le pedían que hablara. Esta demanda lo sorprendió: “;¿Acaso no ven por
aquí a los santos apóstoles? ¿No notan a Pedro y Pablo, como los primeros
apóstoles? “
Según San Gregorio el
título de primer apóstol pertenecía tanto a Pablo como a Pedro.
El mismo doctor no veía
a Pedro como infalible; incluso después de que recibió el Santo Espíritu. He
aquí un pasaje que lo prueba suficientemente: “no hay persona que viva de tal manera
que no peque alguna vez. Este desea entonces, que la verdad sea más amada que
él mismo, que no quiere ahorrar nada en su detrimento por la verdad.
Así fue como Pedro
recibió voluntariamente la corrección de Pablo.
Veos en este pasaje de
san Gregorio que el Cesfas tomado por san Pablo era san Pedro. Si san Pedro
podía fallar y pecar, ¿a qué título querían sus sucesores, pretender ser
infalibles? ¿El papa san Gregorio, hizo una excepción a favor de los obispos de
Roma, con la regla que el estableció?
¿San Pedro fue
mínimamente jefe de la Iglesia? San Gregorio no lo creía así. Lo podemos
corroborar en su carta a Juan, patriarca de Constantinopla, traducida por
nosotros previamente. Citaremos nuevamente este corto pasaje: “Ciertamente
Pedro, primero de los apóstoles y miembro de la Iglesia santa y Universal;
Pablo, Andrés, Juan, son jefes de algunos pueblos, y aun así todos son miembros
bajo un solo jefe.”
Dijo de forma positiva y
absoluta que Cristo: “solamente El, es el único jefe de la Iglesia.” Habla de
la Iglesia como un rebaño al cuidado de un solo pastor. Estas expresiones son
absolutas. Buscamos vanamente en san Gregorio una sola palabra que pueda
indicar que él se consideraba obispo de Roma, como jefe visible de la Iglesia.
Sobretodo revisamos su correspondencia en la cual podía expresarse más
libremente respecto a sus derechos, pues muchas veces apelo a defenderlos.
Encontramos pruebas de
que el obispo de Roma ejercía sus derechos sobre algunas iglesias particulares
relevantes de su patriarcado; les concedía favores, realizaba una vigilancia
útil, con sus enviados; pero san Gregorio no hacia la más mínima alusión al
título de jefe de la Iglesia Universal, que según los ultramontanos le habría
sido dado por voluntad divina. Jamás dio a pensar que san Pedro haya sido
obispo de Roma. Se expresa de tal forma que obliga a creer que él pensaba que
nunca lo fue. Ya citamos textos positivos. Aquí uno más que viene a
confirmarlo:” Ciertamente en tiempo de apóstoles, Pedro y Pablo sufrieron el
martirio, fieles vinieron de Oriente para pedir los cuerpos de estos apóstoles,
quienes eran sus compatriotas. Se llevaron los cuerpos hasta la segunda milla,
a un lugar llamado las catacumbas. Pero cuando se quiso levantar los cuerpos
para continuar el camino, tormenta y polvo desataron temor entre aquellos que
lo intentaron; nunca más nadie osó intentar llevárselos.”
No examinamos si esto es
un hecho autentico; pero una verdad que resalta evidentemente es que os
orientales podían reivindicar el cuerpo de san Pedro pues era de su país. Los
romanos no dudaron en responder que el cuerpo les pertenecía, pues había sido
su obispo.
El resto de la doctrina
de san Gregorio el grande, sobre la Iglesia, destruye parte por parte al
sistema Ultramontano. Podemos desafiar a los neo-católicos a buscar en los
textos del gran papa, una sola palabra que pueda dar idea de esta monarquía
universal, en la cual es centro seria la Iglesia de Roma, el jefe seria el
obispo de Roma.
Esta doctrina esta por
completo en oposición a la de san Gregorio. La unidad de la Iglesia sobresale,
según el santo doctor, de los acercamientos recíprocos de sus jefes.
“Que vuestra caridad, le
escribía a Anastasio arzobispo de Corintios, responda nuestras cartas, mediante
las cuales informamos nuestra ordenación; y tenemos la dicha de saber por su
respuesta (litteris reciprocis) que la Iglesia está unida.”
Definió “la unidad de la
Iglesia Universal como: el conjunto (compago) del cuero de Cristo.” No abandona
esta idea: las Iglesias particulares son los miembros de la Iglesia; Cada
Iglesia es liderada por sus pastores; la autoridad es la misma por derecho
divino, entre todos los pastores de la Iglesia. El edificio entero se apoya en
la caridad de Pedro, es decir en los tres patriarcados de Alejandría, de Antioquia
y Roma. Que ejercen por derecho eclesiástico, vigilancia sobre la Iglesia
entera.
Nos preguntamos si es
posible concebir una doctrina que se oponga más al sistema Ultramontano, que la
del papa san Gregorio.
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